(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de diciembre del 2021.)
#AguanteChile.
Diego Hernández, líder del ¿colectivo? ¿quinteto? La Banda’s -Discogs consigna además a Martín Kaulen, Álvaro Daguer, Rodrigo Astaburuaga y Francisco Cabala; pero la foto de su apartado en esa página incluye a más de diez-, ha optado por iniciar su carrera solista en este 2021 que ya fenece. Lo hace a través de la plataforma coquimbana Nonlocal Research, utilizando un lenguaje harto divergente del que frecuentasen La Banda’s o cualquiera de sus encarnaciones/emanaciones -el de la electrónica estrapada por un ambient que mora en los límites del convencionalismo y de la condescendencia.
No cabe esperar de su mano, entonces, armoniosos colores y/o cálidas texturas. No ahora, al menos. Desde “Brevedad Y Sencillez”, Radiofonía proclama su devota entrega a cacofonías articuladas en torno a reluctantes y siniestros soundscapes. Con la discutible excepción de “Limbo Electromagnético”, que pinta para certero ajuste de clavijas, la artillería de espectrales estructuras disonantes arropadas por un aura sórdidamente nocturnal hinca el diente en todos los canales de la cinta. Ejemplos de esa supremacía: los ecos pantanosos de Ruido en la chapoteante “La Orquesta Fantasma”, el irrespirable score de crispantes variaciones electrostáticas que responde al significativo nombre de “La Marcha Termoiónica” (a lo largo de cuyos siete minutos vagabundea una voz femenina como alma en pena), la chirriante manipulación de frecuencias azules en “Apagón Analógico”, las retorcidas vibraciones de las cuerdas tratadas/intervenidas -violín, piano- en “Caja Faraday” (que guiña al fenómeno de nulificación del campo electromagnético de un conductor)...
No deja de sorprender que Radiofonía sea resultado del avezado procesamiento (¿hertziano?) de cintas analógicas, de videos colgados en YouTube, de transmisiones am/fm y de reproducciones en servicios de streaming. Un tratamiento de todas estas muestras que hace pensar en una locomoción circulatoria antes que en dinámicas asaz menos flexibles. Ésta y las demás peculiaridades antes descritas confluyen en “Modulación De Frecuencia”, la suite final de casi doce minutos, suerte de inevitable escalada que Hernández encara hacia la abstracción total -y conspicua evidencia de la posibilidades que ofrece el Ruido para liberar zonas/espacios aún en un contexto caníbal como el del urbanismo contemporáneo.
Seleccionados en primera instancia de un fecundo archivo de grabaciones, los siete tracks finalistas de Materiales Y Minerales fueron escogidos por Venegas, Mardones y Manuel Knwell. Colaborador estrecho de Venegas desde las jornadas de Vía, que masterizó y co-editó, Knwell repite el plato aquí -ya que también edita y masteriza el debut motivo de estas líneas. Un debut que verifica lo que ya gritaba a voz en cuello el background de los santiaguinos: la adscripción de Mesetas en el circuito de escenas electrónicas independientes de Chile.
Porque en números como “Estratósfera”, “Montes Australes” o “Exploración”, se percibe una cierta tensión que desintegra la predictibilidad de patrones meramente ornamentales; tensión que favorece el surgimiento de un sonido cáustico y urente, tormentoso y desestructurado, chirriante y borrascoso. Es, pues, un impulso en continuo angst el que parece empujar a Mesetas entre el ambient, la IDM y una versión minimal/descarnada del illbient neoyorkino. El fragmentario/oblicuo registro que resulta de esta presurizada rigidez se propaga a veces hacia coordenadas distantes, como cuando absorbe la cósmica iteración de los primeros Experimental Audio Research -presente en “Micro Universo” y “Procesión”. Acaso sea este último el lunar de Materiales Y Minerales, pieza que parte de una melodía introspectiva para cabalgar hacia las habituales viñetas de sideralismo no-narrativo abundantes durante los 24 minutos del disco. Sólido y conciso.
En realidad, hay un poco de esto y otro poco de aquello. Por un lado, lo dicho: ni los géneros aludidos ni otros convergentes -como el blues, el grunge, el sludge o el garage-, ni tampoco sus descendientes -el heavy psych, el hard prog, la neopsicodelia o el stoner doom-, han visto reverdecer demasiados laureles en este 2021. Por otro lado, es innegable el progreso que ha logrado el combo desde las épocas de la puesta de largo. Dos circunstancias a tomar en cuenta. Una: el cambio de baterista en la alineación -al abrigo de la bifronte entidad formada por los guitarristas vocalistas Rodrigo Salamanca y Freddy Lepe, Demian Soto ha reemplazado a Mauricio Pinilla, mientras que Camila “Milila” Muñoz sigue inamovible en el bajo.
El uso a discreción que de los arabescos hacen las eléctricas en pistas como la oriental “Exotic Mirror” o la desértica “The Conquest” abrillanta algunos de los imponentes medios tiempos que enhebra el conjunto. Éste es el formato que más dominan los angelinos -el single de adelanto “Sunset”, “Primavera De Octubre”-, el que más retumba mientras la aguja recorre el acetato, consagrando así a éste como un delectable trip pletórico en placidez sensorial y asimismo trascendental. Rédito final: una perdurable sensación similar a la que en la India llaman “amsara”.
El insólito dub-reggae psicotrópico de “Slow Down”, que con su isócrono deambular devuelve a la normalidad las pulsaciones del/de la escucha, es el encargado de dar por concluido el excelente vuelo al que Soul’s Whisper invita. De su producción física se ha encargado la independiente penquista SurPop Records, tanto en vinilo amarillo de 180 gramos y formato gatefold como en CD (100 ejemplares para cada tirada).
Entonces no sabía que Esqueleto era el a.k.a. individual de Ottavio Berbacow, miembro fundador del seminal dueto LEM. Sin salir de mi ignorancia, escuché la recopilación que la escudería había colgado en su BandCamp: bajo la reveladora denominación de Mini Album + Microsaurio EP (2017), el cassette recogía en el lado A el fugaz LP del 2001, así como el extended del 2004 en el lado B. Masterizados ambos por Christian Heyne (Shogún, Tormenta), la propuesta del Berbacow solista frisaba esa microscópica digital de rigurosa observancia abstracta, que aún así se las arreglaba para disponer ígneas parcelas donde cada quien podía volcar los propios pensamientos y/o las propias emociones. A despecho de la excluyente frialdad que con proverbial mala leche se le atribuye a la electrónica, Esqueleto es un otro ejemplo de las atmosféricas armonías etereosónicas susceptibles de ser conjuradas incluso al amparo de hielos imperecederos.
Incluso el rostro harsh noise paladeado en “Fuego Amigo” participa de la metafísica que postula Berbacow a la base de su input sonoro -una que convierte a toda estética en efusiva, resplandeciente, eufónica, distendida, acuosa, llena de litio y de saudade. Colabora en la guitarra, que aparece de cuando en vez, Óscar Burotto (su partner en LEM).
Hákim de Merv
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