(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de diciembre de 2023.)
Conforme dictamina la info disponible en BandCamp, Buy, Get Sick & Buy, Then Die es un LP grabado el año pasado. Su osamenta se nutre de un corpus de grabaciones de campo que el individualista Walter Arellano realizara desde el ‘21, durante los largos viajes que implican atravesar de un extremo al otro la megalópolis monstruosa que hoy es Lima. Perpetuados en cinta, estos registros se han deformado/sublimado para convertirles en arcilla a modelar/mezclar con un input expelido desde Korgs, sintes ARP y guitarras tratadas. Respecto de estas últimas fuentes, todas cosidas al esteticismo drone y al onirismo que favorecen el post rock y el bliss pop.
Salvo por el empleo de la materia prima que comportan los cassettes, hasta aquí no existen mayores diferencias entre este Buy, Get Sick... y su antecesor. Es decir, si bien ha habido una conmutación de procedimientos, ésta no se traduce en sonoridades total o parcialmente distintas. De hecho, si no tienes un oído lo bastante fino/entrenado, no consigues distinguir del resto los sonidos proporcionados por las “field recordings”. En cristiano, si estás desinformado/a, ni te enteras de los alegados “cambios en los procesos” -y es éste el talón de Aquiles que más difícil se les hace fortalecer a proyectos y artistas empecinados en enarbolar la bandera de la “vanguardia del Sonido” (tanto más complicado si pertenecen éstos al Tercer Mundo).
Súmese a ello lo redondo del canal de cierre, “IV - Then Die”, cuya decena de minutos obra como síntesis intensificada de lo expuesto en los tres anteriores: bliss, post, harsh... Sobre todo éter, mucho éter. Esto último se evidencia en lo llevadera que se hace la jornada, de sólo cuatro pistas y perduración equivalente a la del precedente capítulo -lo que comporta una extensión promedio mucho más alta por track, y a despecho de ello una narrativa sonora más atinada y ágil. De este modo, el aislacionismo asistólico de Buy, Get Sick... concede nuevo crédito a Les Replicants en su actual discurrir. Por ahora.
Geografías Geométricas Vol. 2 trepa la misma cuesta que su mayor, esto es, la de drónicos omniacordes cuya pertinaz repetición genera resultados opuestos a los que cabe esperar en circunstancias idénticas. No en vano, la drone music es la heredera más representativa del histórico kraut rock, afirmación con carácter de tautología hace lustros. Premunido de la misma tenacidad que le amparaba en ...Vol. 1, Burga esculpe incorpóreas panorámicas de una vastedad más allá de cualquier cualificación posible: lo bastante uniformes para permanecer dentro de los linderos trazados por el credo drone, y con los suficientes accidentes orográficos para rehuir la planitud o chatura en que resbalan similares empresas mal dirigidas.
El mencionado extended consta de dos surcos. El primero es una ácida versión -‘(CC Remix)’- del clásico de Ike & Tina “Proud Mary”, enterrada bajo innumerables telarañas de reverb ecodélico y dotada de una vaporizada eléctrica de ascendencia neopsicotrópica (me imagino que los ex esposos habrán sonreído cómplices al escucharla, donde quiera que estén). El segundo se asume ‘Alternative Dub’ de “N Dub”, originalmente empacado para Landing en toma mucho menos acelerada y tridimensional. Gracias a ambos, Down In The Valley EP se posiciona en un curso mucho más próximo al de Lass Dich Leiten 7’’, pese a que no se asimila completamente a éste.
El problema no reside en la dificultad para seguir tan vigoroso paso editorial, sin embargo, sino en las ganas para hacerlo. ¿Por qué? Porque desde Terrorista! (‘19) y Real Music For Real People (‘20), comenzaba a ser notorio que Gonzales Agreda necesitaba mesurarse en cuanto a sus lanzamientos de hálito extendido. Descontando la excepción de Patrocinado Por El Gobierno, los últimos títulos del norconeño incluyen dos/tres composiciones logradas y mucho material que 1) necesita más tiempo para fermentar, o 2) se merece hacer efectiva la opción “vaciar la papelera de reciclaje”. Nueve discos en un trienio califica como desaforado despliegue de creatividad, algo que nada tendría de malo si al menos tres cuartas partes de cada uno de ellos fuesen aventajadas exploraciones sónicas más allá de las fronteras habituales -la conditio sine qua non a observar siempre por la música que se asume de avanzada.
Durante el ‘22, Wilder subió a Internet un trío de nuevas entregas: No Me Importa Lo Que Diga La Gente (abril), Volador (mayo) y Perdido (agosto). Ya que Contracultura... me había dejado completamente exánime (en el mal sentido del término), no las escuché, y por eso les concedo el beneficio de la duda. Entonces, a inicios de este ‘23 que ya se muere, oí en calidad de adelanto exclusivo lo nuevo del olivense. “Sirenas” me sonó insólitamente kraftwerkiano, como deslizándose entre el Computer World (1981) y el Electric Cafe (1986), sólo que abstrayendo las secuencias hasta hacerlas resonar en el Vacío. Un soplo de frescura que así y todo no me bastó para adentrarme en los vericuetos del CD estrenado hace ocho meses. Hasta ahora.
Como es claro, Gonzales Agreda no abandona la liza. Se mantiene en las mismas coordenadas estilísticas que fatiga desde hace decenios. Lo interesante es que se ha afanado en mover su flama a través de éstas, utilizando vectores que dibujan todo un proceso de convección. Hubiera logrado completarlo, dando paso así a una nueva reinvención, sino fuera porque el epílogo de Anti Argolla Peruana le lastra. Y sí, es verdad que “1994” y “En Este País Todo Es Mafia” no empañan la buena performance antes descrita, mas sí le impiden quedar redonda. Y una reinvención, como la de Lima Norte Metamúsica por ejemplo (‘14), no puede ser menos que perfecta.
Se suele confiar en que a cada gran luchador siempre le queda una última pelea dentro. AAP, probablemente el mejor disco del buen Wilder desde el ‘19, me cura del susto y hace que renazcan mis expectativas en que el man todavía tenga música/no-música valiosa que ofrecer como artista avant garde. Que ello suceda después de muchos años de vacas flacas, acaso en el balance sea puramente anecdótico. Pero de todas formas, alguien se lo tenía que decir.
Hákim de Merv
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