miércoles, 30 de octubre de 2024

Gazella: Gazella // Pablito Clon: Pomba Gira EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de octubre de 2024.)

Nucleados hace tres almanaques, los valencianos Gazella han debutado en largo este ‘24 con un epónimo esférico merecedor de muchos y muy elogiosos comentarios. Han subrayado éstos la naturaleza polimórfica y polícroma de su música, concebida al interior del exquisito arte conceptual que el underground del pop contemporáneo viese florecer entre fines de los 80s y principios de los 90s, así como su adhesión a la cuidada nómina de la notable escudería catalana Foehn Records.

El breve y cristalino “AL1” adelanta, pues, una jornada llena de matices que van del primigenio dream pop glosolálico cosecha Cocteau Twins al shoegazing de Chapterhouse, Pale Saints y Mellonta Tauta. Circunstancia que no deja de ser curiosa por cuanto, en el mejor de los casos, estas gentes acababan de nacer cuando la primavera supersónica de los noventas era ya una realidad tangible. El extra de equipaje no es más reciente: ecos del noise rock y del indie noventosos, un andamiaje percusivo que no pocas veces emula el motorik del kraut teutón, electrónicas florituras ornamentales de procedencia fin de siècle...

Lo del quinteto refleja definitivamente una diversificada filia por el pasado más que un update retromaníaco. No obstante, es la semilla plantada por Elizabeth Fraser y compañía, que llegase a su máximo esplendor con My Bloody Valentine, y cuyos frutos fueran diseminados durante las edades míticas del primer shoegazing; la que se hace del cetro en la dialéctica de Gazella. Suele adoptar ésta dos formas. Una es la de canciones veloces y puntería envidiable. La otra es de cortes más reposados e igualmente efectivos. Y aunque la primera es más frecuente, la segunda lega asimismo momentazos para el recuerdo.

Enrolados en la división de caballería ligera, encontramos canales como “Cuerpo” (un estallido de baggy, literalmente), “Azul [Ctrl Z]”, los brutales mazazos de “Piscina De Arena” y “Sol Menor”. Piezas de una admirable fuerza arrolladora, con el pedal literalmente pisado hasta el fondo, de un magnífico melodicismo urgente y vital. Conscriptos de la pesada unidad de infantería, en cambio, hallamos asaltos del tipo de ”Ozymandias”, del paulatinamente denso “Espiral”, del contenido “Por Qué El Ser” y del mesurado “Inercia”. Números que priorizan la sostenida/sólida construcción de ambientaciones y texturas, el brío/brillo de esa melancolía pop de la que hablaba el finado Abdel De La Cruz (Fobya), el paso firme antes que el regate correlón.

La amalgama que homogeniza el primer disco de Gazella se compone de dos principios. Por un lado, la esmerada actuación del soporte rítmico, responsabilidad compartida entre Mauro Llopis (bajo) y Lluisen Capafons (batería y voz). Por otro lado, el inmenso trabajo en voces de Raquel Palomino. Sin mimetizarse los colores de sus cuerdas con los de las grandes referentes del ¿género?, su desenvolvimiento agudamente celestial remite -cuando indescifrable- al lenguaje preverbal de la Fraser. Son éstos los elementos que dan coherencia interna a la banda, y que le han ayudado a firmar una rotunda puesta de largo -que así y todo tiene su (saludable) excepción a la regla: la electrónica “Urkia”.

Completan la alineación de Gazella Alba Raja y Adrián Camáñez, ambos en guitarras y sintetizadores. Sorpresota ponderable por donde se le aborde.

Con más frecuencia que la que quisieras, es inevitable perder rastros prometedores a través del océano de información que surcas/ves pasar diariamente en Internet. Por eso, cuando logras detenerte a tiempo para pescar algo grande, a contrapelo de la velocidad de las correntadas; una situación tal suele reportar interesantes -e incluso cruciales- descubrimientos. No importa demasiado si se trata de hallazgos actuales, pertenecientes al pasado inmediato o correspondientes a una antigüedad mayor.

Cierto día, mi vista quedó clavada en el link compartido en un grupo dedicado a músicas periféricas sudamericanas. El motivo no fue tanto el nombre del acto, Pablito Clon, como sí del opus: Pomba Gira EP. Quizá algún día me sea dado fatigar las calles de la Roma Negra, Salvador Do Bahia De Todos Os Santos. Mientras, he de alimentar a paso de tortuga mi pobrísimo conocimiento sobre los ritos afrobrasileños... A Pomba Gira la conocí gracias a Umberto Eco y su extraordinaria novela El Péndulo De Foucault. Contaba en sus páginas “el Último Humanista” que Pomba Gira es la compañera de Exu, divinidades yorubas ambas que presiden las sesiones de umbanda.

A lo nuestro. Pablito Clon, a veces Pablo Clon, es Pablo Albornoz. Músico argentino natural de Magdalena, en La Plata (provincia de Buenos Aires), el man pertenece a esas estirpes de creadores empecinados en recorrer los márgenes de las músicas independientes -lejos de reflectores y primeras planas, pero cerca del impulso innovador/renovador y de la vocación francotiradora. En el caso del che, esa afiliación se traduce en investigaciones intuitivas en torno al ambient sombrío y negruzco que naciera de la confluencia entre el post industrial y el aislacionismo noventero.

En apariencia, éste no es el único alias de Albornoz. En apariencia, también, Pablito Clon comienza su andadura en el ‘22 con dos EPs simultáneos: Atrapado En El Futuro y Pomba Gira. Este último, sin embargo, asoma mucho más afianzado que su par. En paisajes de pesadilla como “Oh Muerte, Muerte” y “El Rito”, el ambient supera rápidamente los bosquejos ritualistas que sugieren título del extended y algunos intros para desparramarse sobre atmósferas aterradoras, plagadas de siniestrismo y frecuencias protervas cuya saturación desgarra sin reposo la propia epidermis de los temas. Aunque es verdad que tras el surco homónimo Pomba Gira EP condesciende a mostrarse más accesible en pistas comparativamente más convencionales, la atonal polución aguijoneante no aliviana la sensación de una drone music reptante, iterativa, horra.

Es imperativo subrayar que, deformadas y oscuras, las guturales voces dispuestas en el extended se hallan presentes en sus cinco rounds. Algunas veces más contoneadas, como sucede en “Oh Muerte, Muerte” o “Casa De Las Almas”, y otras mucho más enterradas, como en “Pomba Gira” y “Síndrome De Cotard”; pero siempre ininteligibles, sugestionando, imprecando, ¿profetizando? El ominoso peso de su inclusión apura un acabado de sórdida malignidad para el EP -uno que espero no esté ausente en posteriores trabajos como Nocturnes In The Cemetery (’24) o el recientísimo En La Madrugada EP, en comandita con Ariel Barié.

Hákim de Merv

lunes, 28 de octubre de 2024

Demoler! Demoler! Demoler! The Story Of Rebeca Llave And Disperu, Home To Los Saicos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de octubre de 2024.)

Coinciden las antiguas crónicas en que es DisPerú el primer sello independiente fundado por una mujer tanto a nivel Perú como Sudamérica. La gracia se la debemos a Rebeca Llave Vaccaro, quien con 17 eneros inicia las operaciones de su escudería en 1964, tras intenso fogueo en Dispesa -dupletearía en ambos frentes hasta 1968, año en que simplemente decidió pasar a otra cosa en la Vida. Pero ese lustro y sus copiosas referencias singleras bien le valieron un decisivo lugar en la historia de la música pop nacional.

Con Demoler! Demoler! Demoler! The Story Of Rebeca Llave And Disperu, Home To Los Saicos, la plataforma española Munster Records homenajea el legado de label y gestora recopilando en poco más de 37 minutos algunos de los que considera hitos representativos de tamaña trayectoria. Una que empezó apostando por sonidos beat, rock’n’roll y nuevaoleros, para terminar dirigiendo su atención a sociedades de ascendiente tropical (giro imposible de agradar a todos/as, ciertamente).

Como no podía ser de otra forma, el acetato es aperturado por la composición más difundida del buque insignia de DisPerú, Los Saicos; misma que por desgracia también ha devenido ya en trillado lugar común, de tanto que se recurre a ella: “Demolición”. Luego hacen su aparición nombres familiares de la época: Golden Boys, Jean Paul “El Troglodita”, Los Peruvian Brass... Incluso Los 4 Brillantes, abanderados uruguayos del shaker, son de la partida al haber sido editados por Llave Vaccaro. De ellos suena “Vuelve A Mi Barquita”, canción de mucha popularidad en esos días -con decirte que mi viejo se sabía la coreografía que desplegaba Ivonne Amorín en presentaciones televisivas.

De los citados Golden Boys se repesca “No Resisto Más”, a dos tiempos intercalándose sin cesar, uno usando modos de latin lover que para esas eras debían funcionar, y otro desenfrenadamente a gogó. Mientras, al recordado “Troglo” y a Los Peruvian Brass les representan respectivamente “Tema Del Troglodita” y “Vírgenes Del Sol”. El primero asumo corresponde a su edición 45 rpm, ya que Munster ha relanzado su inconseguible primer LP Tengo Un Mustang (1967) y la toma allí consignada no calza. Más allá de diferencias, “Tema...” pone de relieve por qué resultaba difícil clasificar el “cavernícola style” del chalaco como parte de la “nueva ola peruana”, o encuadrarle entre las hornadas de grupos de corte Los Incas Modernos o Los Belkings.

En cuanto a Los Peruvian Brass, su relectura del clásico de Jorge Bravo De Rueda luce mustia al lado de la que practicara el excelente conjunto ayacuchano Los Sideral’s. Completan este tramo la versión instrumental de “Te Amo” de Los Saicos (anteriormente difundida por Re-Psych-Led Records), el surf nuevaolero de Claudio Fabbri (“Fiesta De Verano”) y una curiosidad acreditada a la actriz Gloria Travesí e hijos (“Pobre Adán”).

Chano Scotty Y Su Combo Latino inaugura el segmento de la recopilación reservado a las sonoridades tropicalonas. La influencia de la cumbia colombiana es palpable desde los primeros minutos de “Prende La Vela”, y se extiende al amago de ¿mambo? de “Psicosis”, número donde Scotty se enyunta a Los Big Ben (a quienes me imagino les debemos los psicodelicoides frikismos terrorífico-gritones que le abren). El mismo sino siguen Alicia Estrada Y Su Orquesta, Los Guajiros Del Ritmo, Toño Y Sus Sicodélicos. La primera, sin mayores cambios (“Yolanda”, megaclásico de aquel entonces). Los segundos, atisbando en el horizonte el arribo de la supremacía de la salsa en el Caribe austral (“El Fresco”). Toño Y Sus Sicodélicos, haciendo gala de versatilidad tras haber entregado previamente “Mr. Boogaloo”, justamente en clave de boogaloo (género olvidado que gozó de cierta popularidad entre fines de los 60s y principios de los 70s, antes de que el sonido de Lavoe y Blades lo borrase de la historia). Prácticamente instrumental, el postrer “El Guayacol” -que ha de dedicarse a Waldir Sáenz, Christian Cueva y demás especímenes empinacodos de nuestra fauna local, exfutbolistas casi todos ellos- reafirma el influjo colocho.

Respecto de esta mitad, me parece mucho más interesante la cumbia que empezó a fermentar el Oriente peruano. No obstante, en la medida en que Demoler!... documenta un catálogo antes que un período o unas coordenadas histórico-geográficas concretas, no cabía sino que fuera fiel a aquello de lo que su historia da fe.

Hákim de Merv

jueves, 17 de octubre de 2024

Schmerz: Lamentum // DJ Locopro: Locopro Is Dead

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de octubre de 2024.)

De tres a cuatro calendarios median entre EP (‘20) y Lamentum, primer álbum del unipersonal Schmerz. Débese el lapso al desfase existente entre la aparición online del 33 rpm (marzo del ‘23) y su confección en físico (a la que, según se ha anunciado, nos hallamos ad portas). Dado que el acto se mueve en circuitos que los músicos independientes nacionales mismos considerarían independientes, aún apegándonos a la primera fecha puede el debut en largo considerarse todavía novedad.

Destaca otra diferencia importante, esta vez atenida a las dos producciones que Khrome Hitam Laga lanzase a través de InfraVox Records -una tercera se ha colgado únicamente en BandCamp propio, a mediados del presente: Ghost Tapes (Lost Demos)-. El extended de estreno pregonaba una cierta policromía que le salvaba de caer en los lugares comunes afectos al principal ingrediente de la retórica Schmerz. Éste era el gothic, matizado por el minimal synth y la coldwave, etiquetas ambas de relativa consanguinidad. Pese a que dicho protagonismo no ha cambiado, sí lo han hecho sus cotas de hegemonía.

Muy poco en Lamentum se posiciona más allá de las fronteras del dark fabulado durante los 90s desde factorías como las estadounidenses Cleopatra, Metropolis o Pendragon; o ya en los albores del nuevo siglo desde las holandesas Neophyte o Enzyme. Quizá por ahí las animosas armonías de ascendencia Xymox circa “7th Time” o “No Words”, que recupera “Eliza”. Quizá también el impulso de pop ambiental que cientos de bandas duplicaron en la segunda mitad de los 80s, plasmado en “Frozen Heart”. No mucho más. El color que abarrota la rodaja es el del gothic en simbiosis con la electrónica afín a gradaciones metálicas -de Evil Toys a Haujobb, de Pressurehed a Nosferatu.

A despecho de su notoria extensión, el CD no termina aburriéndote. Escuchando “Hex”, pensé que ése sería el caso. Por suerte, Schmerz demuestra suficiente talento como para alivianar el tempo en el instante justo, amén de dosificar el cariz de sus canciones evitando atosigar al/a la escucha. Mientras temas como “Thanatosis”, “Sanguis Rose” o “Chrysalis” despliegan motivos de intenciones épicas, canales como “Dance Macabre”, “A La Luné” o “Memento Mori” ilustran el lado más oscuro del electro-gothic. Los tiempos más elongados suelen ir adosados a estos últimos, y los más rápidos a los primeros, aunque no es una regla estricta.

Es evidente que el de Lamentum se corresponde con perfiles de muy específicas tribus urbanas nacidas en el seno de la cultura pop contemporánea. Hará las delicias de darkies y góticos, y probablemente sucederá otro tanto con los head hunters de la EBM y del industrial -no en vano, Hitam Laga toca asimismo en Monöchrome. Si bien he aludido a algunos segmentos en que pululan iridiscencias menos gravosas, lo que cohesiona el repertorio de cabo a rabo es la entonación de Khrome: distanciándose de EP, su fúnebre cavernosidad es completamente mórbida, sepulcral (a veces no funciona, cf. “Frozen Heart”, tan forzado como escuchar a Van Morrison cantando en un grupo tontipop español). Atenúa con sus jaspeadas vocales Casiopea Amore.

El mismo día de su salida (3/8), fui noticiado por Miguel Ángel Elescano de la aparición de éste, el último opus del más conocido de sus múltiples alias. Por su intermedio, DJ Locopro se despide de toda actividad, pasando a engrosar el catálogo de nombres a evocar como parte del legado histórico de la música pop originaria de estas tierras. En adelante, Elescano conducirá toda su creatividad artística utilizando seudónimos como los de Teiza Raizi, Lutero, Lima Centro Project, Maria Reiche...

Es una naturaleza bastante disociada la de este epilogal Locopro Is Dead. De un lado, es necesario enfatizar que si bien el menú completo se acredita a la autoría del músico capitalino, ésta se plasma empleando algunas de las diversas identidades que maneja. De otro lado, DJ Locopro ha querido poner punto final a su andadura con un artefacto recopilatorio, que empero reserva algunas plazas para material nuevo. Así sucede cuando concurre Lima Centro Project, portándose con “Otros Planetas” y “Gray Is Turning Blue”. Su sino es esquizoide: mientras que el primero luce un big beat desestructurado, vencido por la propia gravedad, el segundo se ampara en la IDM de los primeros años, ésa que no necesitaba del menor pálpito percusivo para alzar vuelo. Completa la terna “Lejos De Londres”, ambient trip al alimón con Afrosky MF.

En lo concerniente a discordancia estilística, algo similar ocurre con Lutero y Teiza Raizi. Bajo el chaplín luterano, tan pronto hace implosionar Elescano un tech house de repiques vítreos (“Play”) como coser voluptuosas programaciones technoides a sampleos algo siniestros (“Seven”), creando atmósferas de ciberdélico horror folk. En cuanto a TR, no cabe esperar mayor congruencia: el armazón rítmico de “Jazzy Jungle” pondera su prosapia rebosante de swing, surcado por sampleos de inequívoca raigambre sacra en clave SD, al tiempo que “Time (Lucha Reyes Vs. Portishead)” hace honor a su denominación recreando la estética bristoliana mientras mixtura “Roads” de los genios británicos y “Regresa” de la fenecida cantante criolla.

El resto del track list es ocupado por DJ Locopro, asistido de algunos invitados y premunido de algunos muestreos en plan admirativo. Entre estos últimos quedan fijados los respectivos números techno y house de “Ride Me” y “Mily Star”, sendos tributos a Voz Propia (de quienes recicla “Llévame”, de su maqueta del ‘90, El Sueño) y a la artista folklórica conocida como Princesita Mily, lo mismo que el poliédrico remix de “Dudas”, de Vrianch. Entre los primeros, la vaporosa/quebradiza “Invisible” junto a Coppé, la cadenciosamente rocktrónica “In The Light” al lado de Raúl Santiago a.k.a. Rara Avis, el house anabolizado de “New Creature” en sociedad con la nipona 34423.

De esta forma contradictoria y plausible, dicen adiós DJ Locopro y el potente crisol de house y techno que lo acompañara en sus días de esplendor. Es posible que algo de ello se reencause empleando Miguel Ángel a tal fin cualquier otro de sus noms de guerre. Sospecho, sin embargo, que no será lo mismo. Extrañaré su invencible constancia, su comprometida prolificidad, la solidez de las convicciones vertidas en sus discos -podía discrepar de su curso de acción, pero no de su entrega. Hasta una próxima vida, Locopro.

Hákim de Merv

jueves, 10 de octubre de 2024

Las Olas (Noispop): Perdidxs En El Ruido EP // Hablemos Del Alma: Hypnótica

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de octubre de 2024.)

Muchos años después de publicado su primerísimo Canciones Para Mis Amigxs EP, resucitan los chilenos de Las Olas (Noispop) casi sin proponérselo. Siendo la empresa original una suerte de documentación arqueológica de lo que significasen para el período ‘15-‘16 el hoy sexteto y su hasta hace poco unigénita referencia, el reagrupamiento derivó en una segunda vida, que testimonia el novísimo Perdidxs En El Ruido (editado por Fisura).

Sorprendentemente lanzado por la peruana Gatitx Discos, con el plus de un bonus track no disponible al sur de Tacna (“Todo El Tiempo Está Ahí”), Canciones Para Mis Amigxs es un registro que bordea el cuarto de hora. Cuidadosamente balanceados, sus seis asaltos pintan de cuerpo entero a un combo que idolatra por igual al pop y a la distorsión codificada al abrigo del noise rock. Los australes, sin embargo, no permitían que ambos amores les dirigiesen hacia alguna clasificación más específica, encorsetándoles. Podían guiñar tan pronto a los CDs más ruidosos de Yo La Tengo como al indie de Baja Fidelidad, al punk más aupado como al bubblegum pop -hoy extinto- que en décadas anteriores copase las propagandas mediáticas.

A pesar de doblarle en duración, Perdidxs En El Ruido EP no rebasa el límite de los 30 minutos. Como si lo hiciera por lejos: el esférico honra casi literalmente el título que la banda le ha puesto, ofreciendo resultados muy discretos en relación al estreno. La música de LO(N) se ha decantado visiblemente hacia el indie deudor del lo fi, con timing lo suficientemente potente para sortear la chillona cubierta de ruido deformante. En realidad, este tapizado no es todo lo espeso que debería, sino fácilmente desmontable -de ahí que dijese “chillona” en vez de “chirriante”.

No acontece lo mismo con el pop sencillo y efectivo que sobresalía en Canciones Para... A decir verdad, ese pop se ha vuelto trotón, voluble, antojadizo; cualidades que le emparentan con el denostado tontipop ibérico de entresiglo. Esa ligereza le impide abrirse paso por en medio de una capa de noise tan maleable como la del opus. Otro tanto ocurre con la voz: Camila Falcucci cantaba en la anterior jornada revistiéndose de una naturalidad que hoy está ausente. En Perdidxs..., sus vocales suenan impostadas, llenas de afectación forzada. Me hace pensar en una agudizada variación de la de Alison Shaw -y esto no es, ni por asomo, Cranes.

El rejunte, del que también participan Marina Gris, Luis Venegas, Javier Álvarez, Simón Errázuriz y Franco Perucca; parecía una buena idea en ese momento. Ahora no.

Con harto retraso se me da escuchar lo más reciente in extenso de Hablemos Del Alma. Liberado en mayo del ‘22, Hypnótica es un segundo paso al frente firmemente efectuado. Hacia adelante, si bien no tanto en la dirección que podía suponerse tras la puesta de largo Programática (‘20) -mucho menos girando hacia los lindes new age de su epónimo EP (‘16), que a día de hoy haríamos bien en considerar historia definitivamente pasada.

En su primer álbum propiamente dicho, el proyecto de Ángelo Santa Cruz se alimentó de cualquier ascesis eufónica de los 80s que pregonara genealogía synth o new wave. Ello, apertrechado de un modus operandi que ignoraba por completo conceptos como los de nitidez o fidelidad. Esta contradicción, no obstante, era siempre resuelta otorgando más peso a las construcciones sonoras que a las texturas de que éstas se envolvían; posibilitando que HDA se acerque por igual no sólo al minimal synth o al synthwave, sino también a códigos algo más densos como el darkwave.

Para Hypnótica (Poxi Records), el chileno deja a su mecánica ocupar el lugar de su metafísica. Quiere esto decir que ahora el lo fi obtiene un rol avasalladoramente hegemónico en comparación con la materia prima a maniobrar. Ésta sigue siendo la misma, pero lo que antes era genuina exploración al interior de las músicas electrónicas ochenteras, se ha convertido ahora en pastiche a-lo-lado-B del synth pop. ¿Tiene eso algo de malo? Ni la sombra. Se despunta la homónima obertura del cassette y queda clarísimo que se ha sepultado todo atisbo de aspiraciones ambient que pudiera rastrearse en la obra del sureño, como proclama también “Éxtasis”.

En tal sentido, no es errado postular que Hablemos Del Alma revisita desde las parcelas del nuevo milenio la poética del viejo synth cosecha 80s, en lugar de hacerlo afincándose en el propio contexto de éste. Esa intencionalidad vintage ya existe, por cierto, y responde al nombre de electrocläsh. Santa Cruz no da el salto en ningún momento hacia la etiqueta, aunque en más de una oportunidad flirtea con ella: “Amor Electro”, “Distracción, Veneno... Distorsión”, “Selfy Time Travel”, “Full Reflexiones”. En “Jardín De Noche” y en “Another Intergalactic Cosmic Love Song”, por otro lado, el tratamiento SD es tan evidente que poco le falta para conectar con otro revival del siglo XXI -el vaporwave.

El único pasaje en que siento respirar otra vez al viejo HDA es el del cierre. “Un Sueño En Un Sueño” me hizo pensar en esos Depeche Mode que iban mutando tras la salida de Clarke y la entronización de Gore, sólo que en clave más austera. Suerte de “Leave In Silence” de un universo alternativo, el round no es otra cosa que una alusión medio anacrónica al background inmediatamente anterior de Santa Cruz. No percibo riesgo de que éste vuelva, y sí menudean incertidumbres sobre qué hacer ahora: oscilar entre ambos revivalismos equivale a andar por la cuerda floja, y ésta nunca es lo bastante larga.

Hákim de Merv

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Mumrunner: Valeriana

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de septiembre de 2024.)

Muy a destiempo -cuatro años, nada menos- me doy por enterado de las existencia y puesta de largo de Mumrunner, alineación finlandesa originaria de Tampere, en la zona sur de la nación escandinava. Aunque sospecho que el cuarteto pervive, ya que su Facebook registra actividad hasta fines del ‘23, con seguridad Valeriana ostenta todavía la condición de última producción publicada. En físico, el esférico fue coproducido por la estadounidense Shelflife (para América) y por la germánica Through Love (para Europa).

Los inicios de Mumrunner se remontan a 2014, cuando se lanza el single “Zit”, ocupando “Rut” el consabido lado B. Si bien ya entonces eran cuatro, no son los mismos que llegarían a grabar el debut: en el camino se uniría Michael Kloet a Kati Säger (bajo), Juuso Peltonen (batería) y Sauli Hämäläinen (guitarra), en lugar de un tal Jukka; vocalista que abandonó el combo después de editarse Gentle Slopes EP en el ‘16. Por fortuna, la voz de Sauli se parece bastante a la de Jukka, generándose así una nada desdeñable impresión de continuidad.

Desde el puntapié de largada del ‘14, quedó evidenciado que lo de estos nórdicos se decantaba por enyuntar el indie y el shoegazing, dos géneros que a mediados de los 90s comenzaran a sincronizarse y a converger más de lo que las apariencias sugerían. Luego de un par de sencillos virtuales y del extended play mencionado, Valeriana confirmaba las cualidades por las que Mumrunner había decidido apostar. Si bien “Foe” era un aplicado ejercicio de baggy bastante ágil para los paradigmas de estilo, no evitaba correr sobre el pavimento del indie pop de principios de siglo.

A posteriori de la apertura, Mumrunner elige bascular. En “Remember Me”, los fineses acentúan el filón de indie dulce y doloroso adoptando los modos del solitario neoyorkino Nicholas Nicholas -el vapor lo fi con que el grupo flirtea complota para viabilizar el símil. Sin repetir influencia, la pesadumbre murriosa del instrumental “Valeriana” hunde el dedo en la llaga, lo mismo que “Woe”. Por contraste, el dream pop desplegado en “Mirage”, “Haven” o “Easy Life” se devela más cuajado: aunque los colores predominantes dependan en mayor o menor grado del tempo -raudo en “Haven” y en “Easy Life”, a media máquina en “Mirage”-, en el “peor” de los casos puede el/la escucha paladear una nostalgia muy agradable.

El CD cierra con “Transient” como mordiéndose la cola, pese a darle más protagonismo al soporte rítmico que a las vocales y sobre todo a la eléctrica -aparece a cuentagotas en el epílogo. De todas maneras, es suficiente para redondear el estreno cumplidor de una agrupación que nos queda al otro lado del mundo. 31 minutos sin nada que sobre y con algunas cosas faltantes. Desde entonces (‘20), de Mumrunner no se han vuelto a tener noticias. Como subrayé al inicio, su página Facebook continuaba mostrando actividad hace doce meses. El detalle es que ésta era mínima. ¿Habrá sido la banda otra “víctima” del COVID-19?

Hákim de Merv

jueves, 19 de septiembre de 2024

Silvania: Aeolian / Nazca (A Maria Reiche)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de septiembre de 2024.)

Próximo a acabarse octubre del ‘23, Mario Villayzan puso nuevamente en práctica aquello que condensa la sentencia “la rutina de lo imprevisible”. En promedio, había trascurrido un año desde el lanzamiento de Banda Sonora Para Cometas Y Halos Lunares, pese a lo cual el único integrante  fijo  de  la  saga  Silvania  sometía a consideración  todo un nuevo disco -con seguridad, el más extenso en la voluminosa discografía del célebre alias. También, el que más sutilmente contravenía los pronósticos sobre el derrotero a seguir en un futuro inmediato.

En efecto, Banda Sonora... se enfocó en las vertientes electrónicas alentadas por el otrora dúo, lo que inducía a especular en torno a un cambio de dirección respecto de Todos Los Astronautas Dicen Que Pasaron Por La Luna (‘21). ¿Bajo qué parámetros? Se pensaba que los mismos de Juniperfin (‘97), del Suprematiz EP (‘97), del Naves Sin Puertos (‘98). Aeolian reposiciona a Silvania como notorio habitante del planeta electro, sólo que afincado en el continente de donde es oriundo el ambient pop. Basta con empezar la reproducción del plástico para comprobarlo -el empuje vitalista de “Ella Es Un Arcoiris”, plasmado en maretazos de almíbar digital.

De allí en más, son muy pocas las ocasiones en que Mario prescinde del fuego que entregase The Blue Nile en los 80s, y que aquí cuenta ya con una tradición de cierta antigüedad (de Jardín Solar a Aural Noise, pasando por Dispositivo Sueños, Polvos Azules, Blind Dancers e incluso Ciëlo según qué jornadas). Podría hablarse de la espartana austeridad de “A Derek Jarman” (en memoria del recordado cineasta británico que filmase Jubilee y rodara videos para artistas como los Pistols, Pet Shop Boys o los Smiths). Podría sumársele asimismo la lírica ensoñación glacial que emana de “Felt (Saoirse)”. No mucho más, por no decir nada más, salvo quizá “Julia Song” y su liviano tono avant garde.

Utilizando elementos estéticos de otros territorios (sendos guiños al hit de Salvatore Adamo “Es Mi Vida” y al shoegazing en “Nuestra Historia”, al lado más diáfano de M83 en “Constelaciones”), apelando a tinturas flemáticas con que pintar la melancolía y la nostalgia invernales (“Canción Para Nadia”, “Elizabeth”), suprimiendo criteriosamente el empleo de secuencias para abrillantar las vírgulas infinitas del Cygnus Space o del Arp Solina (“Canción De Las Esferas”, “Aeolian (Aire Song)”)... Así logra el músico limeño diversificar el cariz de Aeolian, cuya duración rebasa los 79 minutos sin que el oído muestre signo alguno de fatiga.

Todo lo contrario. Es de agradecer el ambient pop facturado en esta entrega por Silvania, de plácidas ambrosías etéreo-electrónicas (“Sinestesia-Oyendo Los Colores”), de prístinas reverberaciones que arramblan el oscuro vacuus interestelar (“Celeste Dice”), de melodiosos soundvenirs (“Felt...”) y sidéreas resonancias celestiales (“Solina - Melancolía”). Resulta fútil arriesgar ahora pronósticos, por dos razones. La primera es que Aeolian ya tiene sucesor, de más bien corto minutaje. y la segunda, es que permite éste vislumbrar en Mario un pathos que prefiere moverse priorizando el momento y la intuición por encima de la planificación y la razón.

Para la quincena de mayo, Silvania da a conocer a través de su cuenta en BandCamp un artefacto a medio camino entre mini-álbum y largo. Igualmente por intercesión de Celeste Discos, la nueva rodaja presume su naturaleza admirativa desde el título. Nazca (A Maria Reiche) es -como también ocurre con la homónima identidad paralela de Miguel Ángel Elescano (DJ Locopro)- el homenaje personal de Villayzan a la fallecida científica alemana, que consagró su vida al estudio de las famosas líneas prehispánicas sitas en Ica.

En este conciso volumen (poco más de media hora), Mario siembra y favorece una variedad de ambient pop a la que se le siente bastante cercana a la IDM noventera. Algo así como un híbrido entre el mejor Dreams On Board (el de Wishes, ‘15) y el intelligent techno de calado intermedio (LFO, B-12, Locust). Bajo determinadas condiciones, la antedicha cruza puede sentirse más cómoda acercándose a la accesibilidad melódica (“Reiche”) o aproximándose a las geométricas complejidades de la electrónica post rave (“Otra Luna . Desde El Cielo”). Una oscilación nunca lo suficientemente extrema como para privarse de anclas que le retengan en campo contrario (“El Astronauta” incluso se permite coquetear con la lúdica circular del drum’n’bass).

Abriendo la segunda mitad de Nazca..., “Colibrí” saca chapa de outtake repescado de las sesiones de grabación de Aeolian. Aquí, sin embargo, lo que suena es un theremin vagabundeando sin cesar por estratos superiores del pentagrama -casi cósmicos. En idénticas coordenadas se plantea “Nazca Song”, que reemplaza al instrumento de origen ruso por los Arp Odissey y los Ocean Swift, los Dx 7 y los Cs 80 Yamaha, habituales todos ellos en el opus previo. De otro lado, ubícase “Maria Dice” bajo el mismo signo que “El Astronauta”, volviendo al redil del ambient pop transfigurante. Diferente, pero en cierto modo parecido: aunque el track no dispone de un soporte de estructura secuenciada, el lugar de éste es ocupado por tintineantes teclados que hacen levitar la melodía entera, suspendiéndola entre esos mundos que ahora surca Silvania.

Con Nazca (A Maria Reiche), cuyas composiciones registradas el año pasado samplean a la erudita germana a destajo, conmemorando así los 120 años de su nacimiento; queda manifiesto aquello del modus operandi intuitivo, que obra a partir del temperamento y de la disposición anímica del aquí y del ahora. Ésa es mi impresión final, concerniente cuando menos a estos trabajos: como sucediera en su momento con los estetas Vinny Reilly (The Durutti Column) y Michael Rother (ex Neu!), Mario parece haber encontrado su propio espacio más allá del nombre de Silvania y el prestigio/peso que comporta. En adelante, tal vez no hayan tantas novedades como antaño, cualitativamente hablando, si bien eso no tiene por qué opacar el fulgor de cada nuevo parto por acaecer.

Hákim de Merv

jueves, 12 de septiembre de 2024

Abrelatas: Amplitud Negada EP // Chino Burga: Amacher93 EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de septiembre de 2024.)

Por estos días, hace cuatro lustros Abrelatas era un nombre harto conocido al interior de las escenas off-mainstream peruanas. Su Hormigas Boca Arriba los confirmó como la grata revelación que anunciaba “Concreto”, corte que aperturaba Verano Del 69, compilación curada por la revista 69 en su cuarta edición. El plástico gozó de una amplia cobertura en medios especializados de la época, en cuyas páginas se ensalzaban el saturado(r) ludismo de unos teclados de fantasía y el distendido candor de unas eléctricas en la mejor tradición indie de los 90s y años inmediatamente posteriores.

Desafortunadamente, en diciembre del ‘06 el trío se desbanda con su segundo y último esfuerzo, Inútilmente Románticos -si bien en noviembre del ‘08 apareció vía Dorog Records una exigua recopilación para descarga gratuita bautizada como Lecciones De Manejo EP. Desde entonces, no han faltado los fans que recordaban con nostalgia estas excelentes placas y suspiraban por la posibilidad de una reunión de Ronny Quiroz, Christian Vargas y Jorge Páez -cada vez más lejana con el nacimiento a renglón seguido de Teleférico, proyecto de Christian.

Con motivo del vigésimo aniversario de Hormigas Boca Arriba, se han producido dos ocurrencias en las últimas semanas. Una de ellas es el relanzamiento de la rodaja en cuestión, premunida de tres outtakes más el añadido de “Concreto”. La otra es la publicación de un nuevo título en la discografía de Abrelatas -si bien esa condición hay que tomarla con pinzas. Amplitud Negada es un extended apuntalado por canciones que permanecían inéditas hasta el momento, y que recién se han registrado a partir de febrero del ‘24, pero también por nuevas versiones de tracks que tiempo ha son de dominio público. Procesos de grabación, mezcla y masterizado han corrido exclusivamente por cuenta del multi-instrumentista Vargas, lo que significa que aún la terna está lejos de volverse a juntar -cosa que, por otra parte y más allá de uno que otro rejunte privado, quizá nunca suceda.

Podría decirse a vuelo de pájaro que tanto los nuevos números como las nuevas versiones de los antiguos recuperan fervientes el espíritu naif y pedestre del estreno, salvo por “Canalizarlo”, al que se siente más cerca del hálito crepuscular de Inútilmente Románticos. Performance esforzada: la “pared de sonido” que se erigía en HBA sigue incólume, dialogando e interactuando los instrumentos como si dos decenios no fueran sino una veintena de jornadas. En lo tocante a “Vitamina” (antes “Vitamina En Digital”), a “Gramática” y a “Tangible”, estas relecturas se descubren respectivamente más ágiles, potentes y entusiastas que sus moldes originales. Dichas cualidades se propagan a “Repeticiones”, que abre el CD, y a “Amplitud”; por lo que no es erróneo asegurar que el EP actualiza la promesa del debut -a saber, la de un sonido refrescante que abraza la emotividad pop ateniéndose a cánones más rock, la de un divertido non-sense letrístico con que hablar por igual de la noche que pausada cae y del paquete de galletas a punto de desbarrancarse hacia el piso.

Dejo para el párrafo postrer el round que despide el extended, el “distinto” -cosa curiosa, porque, como “Amplitud”; se trata de un inédito fechado en el ‘03, siendo “Repeticiones” la única pieza verdaderamente nueva. “Canalizarlo” posee una tónica más orgánica, menos recargada, como saliéndose del paradigma de saturación que impuso Hormigas... y asumiendo al 100% su esencia pop. Delicado y a la vez firme, si éste es el acabado que siempre se le quiso dar, entiendo por qué no fue incluido en el primer largo y tampoco en el segundo (que tiene extra de serotonina). Se revalida, así, la vigencia de las “leyendas urbanas” que corren sobre Abrelatas.

A punto de fenecer febrero del presente, el incansable Miguel Ángel Burga editó el que hasta ahora se mantiene como su único trabajo de este 2024 que ya empieza a declinar. El artefacto en cuestión es un EP cuyo punto focal se precipita sobre Maryann Amacher, y ya venía siendo anunciado en estos bytes desde fines del ‘23. Alumna de Karlheinz Stockhausen, ciertamente la compositora usamericana que se especializase en psicoacústica y colaborase con John Cage asoma como la principal fuente de inspiración para el músico desde su anterior Down In The Valley EP (‘23).

En efecto, ya entonces Burga había comenzado a materializar un creciente interés por el dub y cómo éste lograba asimilar su ADN a otros géneros no necesariamente cercanos, aunque sí fecundos en digitalismos lisérgicos y en frecuencias subsónicas. A este crisol, el limeño añadía una guitarra cada vez más difuminada, al punto de convertirse en la reverberación de aquello que no se halla realmente tangible en las grabaciones (¿o sí lo está?). Esa práctica se mantiene, pero el minimal ambient dub que puebla ahora Amacher93 EP ha mutado incorporando cepas de origen drone y techno -lo que, por definición, debería convertirle en extraterrestre.

Sea acercándose, a través de “Synaptic”, a la cara electrónica que comenzó a mostrar Slowdive en el insospechado 5 EP (‘93); sea produciendo, gracias a “Intercepter Dub”, un inextinguible bursting out al que alimentan multitud de fractales pulverizándose a escala molecular; el illbient alienígena de Amacher93 EP se arroga el mérito de inaugurar, ahora sí con todas las de la ley, un nuevo campo de acción en el universo del experimentado ex Espira. Aunque no debería sorprender mucho este nuevo giro, considerando la naturalidad con que el background del frontman de La Ira De Dios le ha guiado subrepticiamente hasta allí -excepción hecha por los sonidos de tonelaje pesado.

Capas electrodélicas fértiles en graves abisales, generosas en lo que parecen ser ecualizaciones droppeadas, pletóricas en secuencias de armónicos sin modular... Produce en transparente formato vinílico de 8’’ la británica Sleep Fuse, subsidiaria de Reverb Worship, que asimismo se ha portado con el “subatómico” video de “Synaptic”.

Hákim de Merv

viernes, 6 de septiembre de 2024

Burdo: La Náusea

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de agosto de 2024.)

Estaba por ponerme a hacer el brainstorming respectivo en mi cuaderno de notas a propósito de La Náusea, del trío mapocho Burdo, cuando descubro todo un pasado a cuestas con ese alias. Sabía que tenía vela en ese entierro Nick Vayolence, el puncherazo baterista de Vago Sagrado, pero no que Burdo era anterior a la forja de los maravillosos bigardos. En efecto, La Náusea es el documento que rubrica la primera década de existencia de estos airados chilenos.

Tampoco entonces me hallaba al tanto del epónimo debut (‘14), lanzado online de manera independiente por la propia terna, lo que desbarata todo intento de ponderar a La Náusea como estreno. Cierto que, normalmente, una banda salda diez años de vida con al menos dos largos y algunos sencillos, pero también es verdad que las excepciones a la regla no son precisamente contadas. Lo interesante, en cualquier caso, es haber podido constatar a posteriori la notable evolución concienzudamente direccionada de un paso al otro. En Burdo podía hablarse de post hardcore y hasta de garage stoner, según uno u otro asalto. En el nuevo álbum, estos ingredientes o bien quedan relegados a estratos muy inferiores, o bien desaparecen del todo -como pasa con el segundo.

A partir de discos como La Náusea, podría reconstruirse una época -en este caso, la del after punk, a ambos lados del Atlántico. Burdo no pretende ensayar fórmulas revivalistas, sino que asombrosamente logra calzarse ese exacto par de chuzos. Pese a posicionarse lo más lejos posible de una categorización análoga a la de “stainless steel”, la eléctrica literalmente rebana el ambiente en que los tracks sean reproducidos, y cuando tiene que moverse en llamas, se inflama sin la menor dilación (“Isla Decepción (El Peso)”). El minimal accionar de un bajo mugiente y apisonador (“Timo”) establece inequívocos vasos comunicantes con la contundencia y aspereza del post punk disparado por gente de la talla de This Heat, Mission Of Burma o Killing Joke -la corrosiva brutalidad decibélica de éste, la marcianaza visceralidad caótica de ése y la inasequible obsesión iterativa de aquel aparecen aquí recreadas. Ello, sumado al cúmulo de descargas percusivas que se hace eco de las aristas más crispantemente cacofónicas escu(l)pidas por el punk (“Bajo Cero”), sitúa a Burdo en una suerte de limbo asaz incómodo para las taxonomías -pero desafiantemente fascinante.

Las sorpresas no acaban llegados/as a este punto. Con “Parque Industrial”, el terceto finalmente convierte en notoria esa concepción del Ruido que desde la música rock se esgrimiera durante los 80s, y que ha estado sobrevolando La Náusea a lo ancho de su primera parte. Es en ése su mejor momento, que Burdo comienza a desacelerar. De “Punto Muerto” en adelante, la intensidad y la trepidación que habían llevado las riendas comienzan a menguar. No es forzosamente un demérito, ya que pistas como “Tormenta” y “Resfrío Común” conservan sus ominosas atmósferas y evitan hacer mayores concesiones a la melodiosidad. Sin embargo, sí coadyuvan a que se desvanezca la impresión de haber estado siendo atropellado/a o arrastrado/a por una imparable locomotora prehistórica. Esa misma sensación que “La Náusea” recupera a punta de subversivo galope incendiario, en el crepúsculo del LP.

Autoeditado tal cual su homónimo predecesor, La Náusea ha pasado a engrosar el catálogo de Poxi Records, dándole de paso una formidable pincelada de variedad a la nómina. Insurrecta y sorpresiva estocada la de Vayolence, Ignacio Mejías (bajo, voz) y Gastón Sánchez (guitarra, voz). Exactamente como nos gusta.

Hákim de Merv

miércoles, 21 de agosto de 2024

Alcalá Norte: Alcalá Norte

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de agosto de 2024.)

Magníficas nuevas desde España. Al notable Plenilune de Rafael Sáez se suman el homónimo estreno de los valencianos Gazella, Santa Trinidad de Siloé (aunque lo de estos vallisoletanos empezó el ‘16), y la grandiosa puesta de largo de los madrileños Alcalá Norte. De momento en expectante espera el resto, paso revista ahora al debut de los capitalinos, que ha devenido viral en la península tras algunos meses de fervorosa rotación.

Nucleado en el ‘19 a instancias del cantante Álvaro Rivas, el batería Jaime Barbosa y el guitarra Juan Pablo Juliá, Alcalá Norte declina el alias inicial de Ciudad Lineal debido a que ya existía una agrupación catalana bautizada así. En octubre del año siguiente se publica el EP Demos, ninguna de cuyas canciones ha sido repescada en el disco del ‘24 pero que ya anuncia el vivo fuego oscuro al que la banda consagra su actividad. Casi un lustro después, covers de The Cure o Alaska Y Dinarama y algunos singles lanzados de por medio, el sexteto que completan Laura De Diego (teclados), Carlos Elías (guitarra) y Pablo Prieto (bajo) firma con la escudería vasca Balaunka.

Alcalá Norte se inscribe en la tradición necropop que inaugurasen los excelentes Antiguo Régimen y que más adelante exhibieran con orgullo gentes como Santa Companha o Mausoleo. Es decir, un revival del viejo dark rock de los 80s, sólo que ahora desprovisto de casi cualquier mácula de teatralidad. Es decir, una resurrección del género que no sólo descree del canon instaurado en los 90s, sino que también lo contradice apelando a la austeridad y a la sencillez. Sin grandilocuencias, sin pretensiones impresionistas, sin folklore ultraterreno -o, al menos, sin mucho de esto último.

Al resonar nomás las primeras notas de “La Sangre Del Pobre”, sientes la entusiasta vitalidad de un combo que rara vez quita el pedal del acelerador, la desbordante reconvención minimal a cuyo amparo éste sortea los clichés, la inteligencia puesta en juego -¿emocional? ¿existencial? ¿colaborativa?- para que la flama que escupe a mil la música no opaque su lobreguez (y viceversa). En composiciones como “Los Chavales”, “La Calle Elfo” o “La Vida Cañón”, se hace palpable además un tremebundo esfuerzo de producción, pensada ésta para sacarle el máximo partido posible a unos teclados de por sí inspiradísimos.

Darkwave, o si lo prefieres dark pop, que petardea expectativas propias y ajenas. Lleno de fogonazos con que sobrepujar la marcha imparable de un soporte rítmico en anfetas (“420N”, “Supermán”), con que abrillantar más de una lírica militantemente anti-derechista (“La Sangre Del Rico Es Pus/La Vena Del Pobre Derrama Dinero/La Sangre Del Hijo De Dios/Carga Que Carga Borrego”), con que salirse incluso del propio molde (“Langemarck”, sus minutos más punk). Aún permitiéndose aminorar en algo la velocidad y condescender con ciertos tópicos del gothic, como en “El Guerrero Marroquí - Bakala Norte Mix”, en “El Rey De Los Judíos (Un Cosquilleo)” o en “Westminster”; Alcalá Norte permanece fiel a la visión que propone desde el principio.

Intensas armonizaciones pulsantes, atmósferas sucediéndose sin pausa, vocales que no tienen pelos en la lengua a la hora de retratar con crudeza sus cuantas verdades de a kilo. Dependiendo de la opinión que a cada quien merezca “No Llores, Dr. G”, 9/10 o puntaje perfecto. Me avengo más a lo primero.

Hákim de Merv

jueves, 15 de agosto de 2024

Zorstka: El Arte De La Nigromancia // La Vie Synthétique: Wrong Market EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de agosto de 2024.)

¿Has notado que, de un tiempo a esta parte, “post punk” y “dark” -o “darkwave” o “dark-gothic”- han devenido erróneamente en sinónimos? Antes se decía de Siouxsie Sioux, verbigracia, que era la “reina del dark-gothic”. Ahora, cada vez que se le menciona por alguna razón, se la adorna con el título de “reina del post punk”. ¿Ignorancia? ¿Tarupidez? ¿Un poco de aquí y de allá? Pese a algunos momentos históricos en que ambas tipologías se tocan, “post punk” y “dark” -o “darkwave” o “dark-gothic”- ni siquiera llegan a ser sinónimos relativos. “Post punk” alude al período ‘77-‘84, cuando aparecieron alienaciones cuyo único factor común era una desbordante creatividad para inventar nuevos mundos tras el holocausto punk -género ni siquiera tomado como avatar a superar. “Dark” y similares, por el contrario, comparten una fascinación por atmósferas que sólo toleran los apagados fulgores de unas eléctricas fantasmales/de unos teclados glaciales -y el resto, teñido de impertérrito negro.

Pasa algo extraño con El Arte De La Nigromancia (InClub Records), estreno del acto huancaíno Zorstka, que toma su nombre de la epónima canción de los bielorrusos Nürnberg. A lo largo de este mini-álbum, no son contados los pasajes en que los juninenses explicitan su devoción hacia el dark-gothic, en surcos de ligero o pesado tonelaje. “Sovetskiy Lyubov” y “Bailes Muertos” prueban respectivamente esa afirmación: en clave pop, el primero explora la agilidad trepidante de unos Skeletal Family, mientras que las teclas del segundo se tornan algo más densas a fin de coquetear con la maliciosa crudeza de Southern Death Cult; fugaz protagonista de la primera asonada darkie en el Reino Unido al que se recuerda únicamente por habérsele desgajado The Cult -y que se puede conocer in extenso gracias a la reedición digital cosecha ‘98 que se hizo de la compilación homónima de 1983.

Sin embargo, tan evidente como la veta dark-gothic de Zorstka, que en “Nigromancia” roza la caricaturización (iba a decir que la canción suena a unos The Shroud de segunda, pero los The Shroud mismos son de quinta); es la casi ominosa influencia que sobre el bajo sintético y programaciones del binomio ejercen Stephen Morris y Peter Hook. Y no creo gratuito señalar a estos dos integrantes de los míticos Joy Division, porque fue justamente la banda de Manchester uno de esos pocos episodios -acaso el más brillante, dejando atrás a gigantes como The Cure y los propios Siouxsie And The Banshees- en que confluyeron tanto el dark como el post punk. Temas como “Viaje A Las Estrellas”, “Disco” o “El Último De Los Románticos” acaban favorecidos por la confluencia de gruesos/nerviosos/indesmayables graves y de cortantes/secos golpeteos percusivos que hiciera de los mancunianos uno de los grupos más personales en la historia de la música pop.

No deja de sonar rara la mixtura que (¿cuán intencionalmente?) se ensaya en El Arte De La Nigromancia. De todas formas es claro que requiere de un fogueo bastante más intenso, de una práctica mucho más recurrente, para que bajo ambas instancias comience el dúo a esbozar un estilo lo suficientemente identificable como propio. No es ese camino aún por transitar lo que le resta puntos al mini-LP. Lo que se los quita es un número como “El Retorno”, de prosa tan atrozmente elemental, que me hizo preguntarme si no se la habrían encargado a limitados al mango como Páez, Calamaro o Sabina. Eso, y la voz. A diferencia de lo que sucede en el apartado instrumental, el vocalista y guitarrista de Zorstka demuestra excesivo apego por Nosferatu, Rosetta Stone, The Wake (US), Love Like Blood y similares. Más firmeza y menos impostación, que las voces indiscutidas del dark-gothic se concentraban en ser teatrales antes que teatreras.

A pesar de señas e indicaciones que le sindican como extranjero, hace menos de dos meses apareció un extended play acreditado a cierto unipersonal que es peruano por sus cuatro costados. Verdad que el nombre del proyecto, La Vie Synthétique, apunta a una ascendencia francesa. Los orígenes, empero, son inequívocamente locales. Ídem con la denominación “indie” -más genérica hoy en día, imposible-, que en BandCamp figura junto a su ciudad de “residencia” (París).

Bueno, LVS es el alias individual creado por Alonso Almenara para dar curso a una nueva faceta que inaugurar en su experiencia vital -la de músico. O, en este caso, no-músico. Tarea nada sencilla, máxime si antes se ha estado mucho tiempo en las graderías de la crítica y ahora se salta a la arena -en cierto modo, la pesadilla de todo crítico. No parece ser así para el limeño, que con absoluto desparpajo refiere fecha de concepción y desarrollo concernientes a los canales adosados a Wrong Market EP: una escasa semana.

Quienes le conocemos apenas, podemos especular con que Almenara no busca enfrentarse al pop. Por desgracia, a ello le constriñen las coartadas estilísticas sonoras por él escogidas. En el extended se plasman fugaces paisajes cercanos por igual al happening y al post rock, al ambient y al free jazz, perforados por voces filtradas/tratadas y por fragmentos muestreados como a la vieja usanza del cut and paste. El resultado es asaz hosco para quien no ha paladeado antes esos acibarados sabores. Para quien sí, Wrong Market EP con las justas alcanza a dejar algo de miel en los labios -7 surcos en menos de trece minutos.

La asincopada desconexión del post americano (“Threads”), el despedazado(r) hibridismo del sound art (las dos partes de “Sound Waves”), el abrupto automatismo del free y del non-sense (“Drink Coffee, Dream Faster”, “Alien Procession”), el aislacionismo inherente al ambient de los 90s en adelante (“Dyson Sphere”)... Todo ello encuentra cabida en un minúsculo repertorio, que sólo en “Fishes” cede a la tentación del formato canción -único sístole del breviario en que La Vie Synthétique acaricia el pop como casi sin quererlo.

Habrá quienes califiquen a Wrong Market EP de sobrio debut. Lo es, dada su cortedad. El efecto colateral radica en que esa escueta suficiencia también le provee de un aura artificiosa. Faltó por ahí impulsar mayor evolución en los tracks, fomentar su crecimiento... Tener más paciencia, en resumen. Tal cual se ha editado, el extended tiene pinta de jugada calculadamente adscrita a sonidos blindados por aquello que aún sobrevive tras el rótulo de “crítica especializada”. No estoy asegurando que sea así, sino que lo parece -y mi percepción puede errar, naturalmente. Sea o no el caso, difícilmente podrá Alonso volver a dejarla picando en su siguiente movimiento.

Hákim de Merv