(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 22 de diciembre del 2021.)
Responde por fin Christian Galarreta una
pregunta que este escriba formulase durante la primera mitad del 2018. Acababa entonces
de salir Ajq’ij, artefacto que resucitaba a Evamuss tras tres lustros de
permanecer archivado, y la interrogante se refería a si el otrora músico rimense
continuaría publicando bajo esa denominación -o si sólo la había reflotado para
esa puntual edición a colar en el catálogo de la lusa Favela Discos. Por supuesto,
de lo que no cabía duda era de que eso que sonaba en Ajq’ij -y en Antitekno,
marzo del 2019- no era DiosMeHaViolado ni Sajjra, sino Evamuss.
Ahora a través de Schematic Records, la
recordada label del dueto Phoenecia (Joshua Kay y nuestro connacional Rómulo
Del Castillo), el peruano despacha Despierta, Remedio, Cuenta adjudicando
el título nuevamente a Evamuss. Media docena de tracks compuestos/ejecutados
entre el 2018 y el 2020, elaborados dos de ellos a partir de grabaciones de
campo que el mismo Galarreta realizase en Yurimaguas (Loreto), allá por el 2002.
Queda explícita, en consecuencia, la intención de seguir utilizando cada tanto
el reflotado seudónimo a la par de su obra como Sajjra.
Antitekno y Ajq’ij dirigían
la mirada hacia las épocas en que la electrónica instintiva y huraña de
Galarreta se cebaba en las paradojas que implosionaban su estética -contemplación
versus febrilidad, proteicidad contra iteración, fluidez frente a corrosión-. Despierta...
retrocede dos pasos respecto de ese período y se encuentra con el Evamuss que
virase bruscamente para adentrarse de lleno en la electrónica, dejando atrás el
post rock y el bliss pop de sus primeros lances. Episodios como “Shitanero” y “Qapaq
Inti Raymi”, por ejemplo, sugieren una dramática racionalización y una
tonificación de los hallazgos del doble Noika Koita (1999): medularmente
rítmicos, poco o nada tienen del Galarreta que en el Año del Milenio
polucionaba ruido en tres funciones diarias. Por otro lado, números como “Orgía
De Bordados” y el gigantesco “Baila Laikja Jaguar” proponen una emulación
similar, sólo que tomando al Arritmia (1999) como modelo. Aunque no
prescinden de secuenciaciones sincopadas, las aguas aquí discurren dentro de sus
cauces, de rato en rato agitadas por entrecortadas corrientes metronómicas e incómodas
variaciones espectrales de ruido.
La oveja negra del repertorio es “En Aguas De
Yurimaguas”. Como si la bandeja eyectase violentamente el CD para reemplazarlo
por otro, Evamuss desaparece de escena y su lugar lo ocupa Sajjra. Las
grabaciones de campo que documentan los sonidos vernaculares de la mentada localidad
selvática colisionan con mucha violencia contra los filtros y la distorsión que
Christian les aplica durante los procesos creativo y de mezcla. Concluidos sus
cuatro minutos y medio, Despierta, Remedio, Cuenta te devuelve a la
orilla de los océanos estelares que prometía desde las primeras de sus notas.
Estrenó la airada Rip Off Records en marzo el
tercer volumen de su serie de compilaciones Escenario Post Apocalíptico,
con seguridad el más logrado a la fecha. Esa sólida certeza es respaldada por
empeñarse ...Vol. 3 en ampliar sustancialmente la oferta de sus antecesores.
Lo logra de sobra, si bien por poco tiempo -el cassette se queda a segundos de
la media hora de extensión.
A diferencia de los que le precedieron, ...Vol.
3 determina colores muy marcados para cada cara de la cinta. Se han
designado para la primera aquellos géneros que más asociados están al perfil
del sello trujillano. Aquí la hegemonía es, por ende, mayoritariamente hardcore
punk y noise/grindcore/grind noise. Tales son los arrebatados brochazos que
descargan los quiteños Disbrigade (“Prisión”), los medellinenses Ley Sucia (“Sin
Reacción”), los binacionales Terrore (“Sociedad Secreta”) y los santiaguinos
Chakay (aún cuando “La Paradoja De La Jaula” es algo dilatada para encajar en
estos formatos). El quinto ‘malo’ es otro alias santiaguino, Peorhumano &
Detestables, que descerraja en “De Cirrosis Y Sobredosis” un iracundo drum’n’bass
asesino, injertado de grindcore. Con bastante naturalidad, se puede afirmar que
este lado A del panorámico lo es también de la nómina de la escudería.
Es el lado B, sin embargo, el más
interesante. Encuentran allí cobijo el santiaguino Thanatoloop, el valpeño Bilisnegra,
el arequipeño Fiorella16 y el trujillano Desorden Auditivo. En esta segunda
cara la apuesta es por sonidos muchísimo menos convencionales que los de la otra.
“(Sobreviviendo Al) Nihilismo Liberal” de Thanatoloop debe ser de lo más quemado
que ha aparecido en el BandCamp de Rip Off: un cavernoso output mutante de anarcodark,
post punk psicodélico, punk industrial, dubcore y dronecore que ruge dantesco.
Igualmente ominosas son las colaboraciones de Desorden Auditivo (“Obedece Y
Muere”) y Bilisnegra (la orwelliana “Guerra Es Paz, Libertad Es Esclavitud,
Ignorancia Es Fuerza”), si bien la primera suena a emisión inalámbrica de dubcore
mántrico y la segunda a estallido de sampladelia creepy. En semejante compañía,
los trallazos de ambient noise digital que expele Fiorella16 con “Calle Panteón” asoman bastante más accesibles -sólo en comparación, nótese.
Debido a su cortedad, los placeres viscerales
que prodiga Escenario Post Apocalíptico Vol. 3 no fueron suficientes
para satisfacer la angurria que genera su escucha. A ver si para la próxima
Javier Panter, responsable de la plataforma, persiste en esa senda e incrementa
la dosis.
Al momento de colgar online la reseña de Patrocinado Por El Gobierno (abril), desconocía que el beneficio de la línea de subvención
económica estatal para el sector cultural obtenido por Wilder Gonzales Agreda
comprometía tanto a ese plástico como a su sucesor. Tiempo después (agosto),
aparece Rojo, que desde nombre y portada tiene la pinta de ser una
provocadora declaración de principios políticos en un país en el que todavía la
derecha se resiste a abandonar posiciones de privilegio.
Pese a que el surco de apertura guiña a
priori a Labradford, honestamente “Mi Media Naranja” poco o nada tiene que ver
con el post rock del trío virginiano. De hecho, no encuentro en Rojo el
menor indicio que me haga sospechar que Gonzales trate de acercarse a esa
música. Más bien, Rojo concentra su atención exclusivamente en la
electrónica de vanguardia. “Mi Media...” se asemeja al ejercicio lúdico de una
inteligencia artificial crackeada que compone y ejecuta, ambas cosas en tiempo real.
Por desgracia, el efecto va diluyéndose de a pocos. “Ritornelo” sigue el mismo
sino, con menos colorido y acierto.
El batintín virtual con que arranca “Serapio
7 Balas” -ya sé que no es tal, sólo me estoy tomando esa ‘licencia poética’- parece
ungirle de segundo y verdadero despegue de la jornada. La “percusión” va
desapareciendo paulatinamente, internándose en las espesuras de un mar de los
sargazos binario al pasar de los minutos. Sita en territorio ambient ruidista,
esa masa acuosa va desvaneciéndose al acercarse a su final, una llanura árida y
desértica donde ni siquiera florece el cactus. También en clave ambient, pero con
mayores (r)evoluciones y una naturaleza esencialmente hídrica, ha sido concebida
“Butes”, de registro devocional.
“Gracias Spacetime Continuum” es un homenaje no
muy logrado al legendario proyecto noventero de Jonah Sharp, un crisol de IDM y
sonoridades ambientales que no consigue integrar con prestancia los patrones
vocales de Wilder. Esto puede deberse a que el músico/no-músico no ha estado lo
suficientemente fino para hilvanarles a la odisea que gesta la música del tema,
o a que su voz carece de las cualidades para convertirse en una herramienta
expresiva más a sumar a las permitidas por este discurso de vanguardia. Me
inclino por esto último, algo que ya le había comentado al norconeño cuando
comenzó a soltar referencias bajo nombre civil (Cantos Electrónicos Para
Mamá EP, 2006).
Finaliza Rojo la pieza epónima, que parece recuperada de otras eras.
Brillante prodigio asistólico, las pulsaciones de “Rojo” delinean una suerte de
IDM hemipléjico lleno de vibraciones transgalácticas que le permiten atravesar
las barreras entre dimensiones. Junto con “Gracias Spacetime Continuum”, lo
mejor de uno de los esfuerzos más modestos en la discográfica de Gonzales Agreda
como tal, al lado de Terrorista! (2019).
Ahora que ya es una realidad y que incluso ha
sido destacado por el sitio Tesoros Mundanos como uno de los más
prominentes lanzamientos del 2021, la paciente espera con que se aguardó el
primer larga duración de Fukuyama va convirtiéndose en anecdótico recuerdo.
Pero cómo jodió el parto de más de un año, que ya se anunciaba a inicios del
2020, y que finalmente aconteció en la veintena de octubre último.
Había quedado Fukuyama reducido a dúo desde
los tiempos de Los Días Son Aterradoramente Calmos EP. El 33 refrenda
esa condición: son, pues, Gonzalo Pichihua (teclados, batería) y Juan Pablo
Villanueva (guitarra, voz, metales ocasionales) los responsables de los siete
cortes que incluye la nueva incursión de Fukuyama -apoyados por Martín Coaguila
(bajo) y el gran José Javier Castro (piano). También corrobora el esférico,
epónimo como su primer extended, que la influencia capital del binomio es el
noise rock -y que, si hay que decidirse por alguna cepa, ésta es usamericana;
pero de ninguna manera cual corsé. Siempre se las ha arreglado el tándem para
sortear etiquetas que los vinculen a referencias específicas. Lo suyo es el
ruido y punto.
O casi, porque en este disco prueban otros
sabores. Desconcertantes algunos de ellos, chocantes otros. En el primer rubro
se ubica “Preludio”, un sorprendente y fugaz instrumental que coquetea con la
electrónica. En el segundo rubro, “Flor De Mayo”, que también tiene su apertura
marcada por elementos identitarios digitales; pero que se metamorfosea sin
descanso durante diez minutos y medio, uno de cuyos estadios es el hip hop (gusto
declarado del grupo, que no necesariamente se traduce siempre en influencia), y
otro una melodía pop de abotagados plomos (donde más se lucen las cuerdas de
JJ). Curioso que ambas piezas se constituyan respectivamente en prólogo y
epílogo de Fukuyama.
En el trayecto entre los extremos, predominan
los medios tiempos, eventualmente atacados por el punk y por el hardcore de
viejísima escuela. Ahí están para ilustrarles el incendiario grito remiso de “4
De Noviembre” y el significativamente bautizado “Panki”. La semilla ’77 también
puede rastrearse en la actitud y en la vocalización gritona del cantante, como
en “La Tragedia De Yattah” (de fragoroso intro). Pero son cortes del tipo de “Tierra
Baldía”, de “Aura” (para la que Coaguila empuña la primera guitarra) y del
propio “La Tragedia...” donde la potencia del macizo basamento noise queda en
evidencia: los estruendosos riffs del primero, la corrosiva distorsión del
segundo (que, sin embargo, no ahoga su melódica columna vertebral) y la rabiosa
acometida decibélica del tercero dan cuenta de ello.
Consejo de pata: una composición tan larga, pero
sobre todo tan cambiante como “Flor De Mayo”, da para dos e incluso tres
tracks. Consideren esa opción antes de mandarse otras jugadas similares. Una
vez, vaya y pase. Dos o más...
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 15 de diciembre del 2021.)
Muy poco después de que El Axioma De La Incertidumbre se colgara (7/11/21), me crucé con Alfonso Noriega en un
evento donde se presentaban varios proyectos de Chip Musik. No era la primera
vez que nos veíamos desde que se iniciase la emergencia sanitaria, pero sí de
las pocas que pude hablar en persona con él transcurridos estos inacabables meses.
Y es que, de los músicos/no-músicos identificados con la discográfica
oroíno-limeña, Noriega es el que ha observado más rigurosamente las normas de
aislamiento debido a complicadas circunstancias familiares.
Tampoco es El Axioma... el primer material
del que el capitalino participa durante estos cerca de dos años de asoladora pandemia.
Como parte de Puna, su nombre figura inscrito en Rare Tracks II: Oikeiosis
(2021) y en Transmisores II (2021), y usando su alias solista colaboró
con dos temas en Transmisores (2020). Pero sí es, exceptuando el pobremente
bautizado Recopilatorio, su primer esfuerzo post-pandémico registrado a
título individual -ocho canales que nacen al avanzar las primeras semanas de confinamiento
obligatorio, y que recién adquieren forma definitiva en este 2021. EADLI,
entonces, hace las veces de atestado artístico-sonoro que ilustra los duros
tiempos a los que la Humanidad todavía hará frente por algunos calendarios más.
Arguye el autor que este artefacto exhibe,
por momentos, un rango de sonoridades distintas a las que El Otro Infinito ha interrogado
en sus 7/8 años de vida. Tiene razón en parte. Estas sonoridades aludidas se han
extraído de instrumentos como la guitarra, el teclado y el casiotón. Su fuente de
origen no es digital, pero sí el proceso al que se les ha sometido después,
filtrándoles utilizando software a discreción.
Así y todo, el resultado no tendría por qué
sonar minimal y/o desasosegado. Ése es, sin embargo, el caso. Muy pocos son los
pasajes en El Axioma... que puedo tildar de recargados. Tal vez “ELUV”,
que luego de dos minutos comienza a burbujear, bombardeado por poderosos
crescendos. Ojo, he escrito “recargados”, no “abigarrados”. Si bien EOI rarísima vez ha sido esto último, en muchas ocasiones sí ha sido lo anterior, en el buen
sentido de la palabra. No aquí. El Axioma... es Alfonso Noriega abandonado/entregado
a impulsos primarios que le conminan a la sencillez y a la urgencia. O a la
sencillez en la urgencia. Una máxima que subrayan las programaciones
elementales e insistentes de “Al Margen De Los Hechos”, el trepidante ímpetu de
éstas y el epilogal repique synth de “DLC/LEX”, la progresiva/ineluctable declinación
de toda secuencia en el ambient grisáceo de “Las Sombras De La Tarde”...
No sólo es la naturaleza de las sonoridades,
entonces, sino asimismo su causalidad. En la cansina rítmica de “XXI”, en el
intermezzo asfixiado de ruido de “Cíclopes, Cisnes”, en los latidos con que “Sesión5”
apresura el cierre de la placa; se subleva un espíritu abrumado por la
intranquilidad que le rodea, golpeado por la angustia que le ciega, sobresaltado
por la duda que le tortura. Ese espíritu reacciona entregando una versión de El Otro Infinito que tal vez no existe en ningún otro mundo posible. Notable
testimonio, digno par de otros que han visto la luz en la región -cf. Antiviral
de Lluvia Ácida, verbigracia.
Grata sorpresa/revelación la del músico
ayacuchano Carlos Mancha, que llega vía SuperSpace Records. Guitarrista de
Cholopower (fusión peruano-mexicana) y de Bluestuta (blues), grupos ambos creados
en el 2013 y también oriundos de Ayacucho, el man se aventura como solista muchas
millas más allá de los feudos visitados por cualquiera de las formaciones en
que se desenvuelve. En un año en que la producción sónica allende Lima sufrió
un bajón cuando menos brutal, Flat Fill asoma como claro vencedor en la
categoría “mejor disco del interior del país”. Argumentos, puede acreditar de
sobra.
Lo primero que salta a la vista, o a la
oreja, es la absoluta falta de prejuicios del altoandino para tomar por los
cuernos géneros disímiles entre sí. El que tiene más a la mano, correspondiente
a la sublimación del folklor andino, está lo bastante estilizado como para
sortear con comodidad la etiqueta del mestizaje -funciona, eso sí, mejor en “Percutivo”
que en “Intriga”. Los más ajenos podrían ser el difuminado ambient synth de “Formación”
(que a partir del minuto cuatro se enciende multicolor), el melodioso round
Hi-NRG de “La Pikota”, la erosiva estética de avant garde digital que se adueña
de “Fraccionado”, o el tempo ‘trip pop’ que sostiene a “Manifiesto” y a “Chan Chan” (insólita relectura del clásico de Buena Vista Social Club).
El segundo rasgo que de este Flat Fill
puede resaltarse es la homogeneidad que le cohesiona. La disparidad de códigos
sonoros que sus nueve episodios abordan se reduce a una mínima expresión. No
hay saltos súbitos, continuidades amañadas o vacíos imprevistos. Ayuda,
ciertamente, que el plástico sea abundante en arreglos de ejecución impecable, generoso
en delicados acordes, paciente con la densidad agridulce que esconden algunos de
sus tramos más oscuros...
Pero el principal catalizador que utiliza
Mancha para absolver esta infrecuente alquimia, y he ahí la tercera
particularidad del disco, es el pop de tintes jazzy y lounge. Escudado en segundos
y discretos planos tras la evidencia de las influencias más notorias, ese pop
es el trasfondo que hermana de cabo a rabo FF, y que sólo se hace
visible al promediar su mitad -en la cadencia diapasónica de “Ascenso Funky” y en
el perfecto pop electrónico de la radiante “Luz”. Extraña artesanía la de esta
exquisita travesía post pop -que con lo justo trasciende el límite de la media
hora, ratificando una vez más aquello de “lo bueno, si poco, dos veces bueno”.
Hacía casi dos decenios que no escuchaba a
Dios Hastío. Lo último que había degustado de la célebre alineación crustcore liderada
por el vocalista José Morón y el guitarrista Óscar Reátegui, que instantáneamente
se convirtió en referente latinoamericano del género gracias al furibundo
escupitajo de su estreno Raza De Gusanos EP (1996), era la compilación
de splits varios Cérvix Inferno (2003). Un acto consciente, por cierto:
a propósito de ese título, me preguntaba si el trío que completa el batero
Óscar Antúnez De Mayolo -no fue reemplazado el bajista original Eduardo Nova,
asumiendo Reátegui sus funciones- podía sostenerse indefinidamente sin evolucionar
más allá de los coercitivos límites estilísticos abrazados por esa variante feroz
y virulenta del sonido hardcore. O si, por el contrario, abandonaría aquella
tormenta de Júpiter en busca de firmamentos más clementes.
Un buen día, no hace mucho, el guitarrista me
hizo llegar el más reciente extended del combo en formato 45. En su infinita sabiduría,
quiso el Destino que añadiera a ese obsequio un ejemplar de Historias
Ficticias Para Carybdis Vol. I (2019), recopilación de cortes extraídos de
sesiones grabadas entre el 2006 y el 2015, todos ellos inéditos. Historias
Ficticias... no es una muestra representativa de lo que DH ha venido
publicando tras Cérvix Inferno, pero sí un indicador de los estados que la
música del cuarteto/terceto ha atravesado en el curso de una década, y la
constatación -como postulase en aquella reseña a propósito de Cérvix...-
del techo al que llegase demasiado pronto (apenas algo más de un lustro).
¿Vale la pena, pues, insistir en un camino
que se ha hecho innumerables veces tanto de ida como de vuelta? Aunque la
respuesta de facto es no, la pena lo vale cuando se trata de estos experimentados
limeños. El tóxico audio de herencia subte que anega Girel/Disfilia EP proporciona
el marco idóneo para los vertiginosos tempos inhumanos a que Dios Hastío se
somete de continuo, para las guitarras aniquiladas/acribilladas/rostizadas por esa
demencial distorsión que copa cada traste con amorfas masas de ruido, para la apocalípticamente
gutural voz rasposa y sangrante que identifica a la banda -vocales a las que los
almanaques ya comienzan a pasarles factura, empero-, para la incesante energía
que impele la apisonadora de Morón/Antúnez/Reátegui, para la inapelable
pertinencia de unas letras nunca más vigentes que hoy -oscilando entre el horror
material y la despiadada arcada de denuncia social: “La Confusión Reina/Y
Es El Orden Natural” (“Girel”), “Necesito Una Nueva Decepción” (“Disfilia”),
“Es Tu Perdición/Lo Que Empieza Como Un Inocente Juego” (“Out”)...
Hace muchísimo tiempo, un amigo usaba el
vocablo “monorritmia” para hablar de los peligros a los que se exponían Dios
Hastío y nombres similares, peligros que podían terminar siéndoles mortales. Girel/Disfilia
EP plantea para mí exactamente el mismo dilema... dieciocho años después, y en
el contexto de una carrera ininterrumpida que ya rebasa el cuarto de siglo.
(AVISO DE SERVICIO PÚBLICO: Amén de “Disfilia”,
el lado B de este 45 incluye “¿Qué Es Lo Que En Verdad Importa?” y “El Ataque
De Los Cuásares”, recuperados respectivamente de Historias Ficticias... y
de A Medio Camino De Ur EP, 2001. Una mala costumbre -adicionar tracks
sin acreditarlos- de la que DH no se ha desembarazado.)
Vuelve Alberto Carbajal (a) Habø, ahora por partida doble. Primero, presentando
flamante plataforma propia, in.mundo (sic). Y segundo, con nuevo trabajo acreditado
a su inspirado a.k.a. artístico.
//Textura//Difusa// es un decidido paso hacia
adelante para Habø. El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados y Grauzone son las
improntas que han quedado varadas en la ruta, mientras que las huellas que Suicide
y la Berlin school imprimiesen en el epónimo mini-álbum debut del unipersonal
persisten. Reformuladas las primeras, potenciadas las segundas. En cuanto a
Suicide, ya no es el de “Ghost Rider” o “Rocket USA”, sino el de “Cheere”. Cierto,
sus arreglos de teclado son ahora más accesibles, pero no más complacientes. No
si el registro sigue irradiado con el mismo lo fi que revoloteaba en Habø
(2020).
En cuanto a la escuela berlinesa, al acercarte
al nuevo esférico debes tomar en consideración más a sus herederos y supervivientes
que a sus fundadores. El norconeño se la juega arriesgando el despegue de //Textura...
con “GRIETA_”, once minutos y medio que revisitan la pertinaz simplicidad del proto-synth
nacido al amparo de los Suicide menos intratables. Parte el proyecto desde esa
basal remembranza -una suerte de alucinada reconversión sci fi de “Cheere”- para
dotar a la síncopa de mayor vitalidad y a los teclados de un paulatino avivamiento
ante la inminencia de la ascensión. Puede discutirse la duración, pero no el intento
de Habø por
desligarse de su pasado más inmediato, intento que califico de exitoso.
No hay que pensar, ergo, en Ash Ra Temple o
Tangerine Dream; sino en la andadura a solas de Manuel Göttsching, en el legado
que Klaus Schulze dejó bajo el chaplín de Richard Wahnfried, en la obra de Harald
Grosskopf. Las cuatro piezas restantes del CD canalizan las consecuencias de la
metamorfosis en modos consonantes. Mientras que “Viral[Tape]” y “Voo_Doo”
cuajan un synth más pulido y vistoso que a toda hora evita dejar de sonar minimal,
“GRIETA_X” y “OleajesDeSer” son ejemplos glaciales e inconmovibles de melodías
sintéticas que consiguen un débil balance entre la austeridad y la evocación.
En otras palabras, con //Textura//Difusa// Alberto resigna la comodidad
de su nave espacial, desmagnetiza sus botas de astronauta y se adentra en la
cósmica negrura que le rodea. Apenas si está empezando.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 8 de diciembre del 2021.)
#AguanteChile.
Diego Hernández, líder del ¿colectivo?
¿quinteto? La Banda’s -Discogs consigna además a Martín Kaulen, Álvaro Daguer,
Rodrigo Astaburuaga y Francisco Cabala; pero la foto de su apartado en esa página incluye a más de diez-, ha optado por iniciar su carrera solista en este
2021 que ya fenece. Lo hace a través de la plataforma coquimbana Nonlocal Research, utilizando un lenguaje harto divergente del que frecuentasen La Banda’s
o cualquiera de sus encarnaciones/emanaciones -el de la electrónica estrapada
por un ambient que mora en los límites del convencionalismo y de la condescendencia.
No cabe esperar de su mano, entonces,
armoniosos colores y/o cálidas texturas. No ahora, al menos. Desde “Brevedad Y
Sencillez”, Radiofonía proclama su devota entrega a cacofonías
articuladas en torno a reluctantes y siniestros soundscapes. Con la discutible
excepción de “Limbo Electromagnético”, que pinta para certero ajuste de clavijas,
la artillería de espectrales estructuras disonantes arropadas por un aura
sórdidamente nocturnal hinca el diente en todos los canales de la cinta. Ejemplos
de esa supremacía: los ecos pantanosos de Ruido en la chapoteante “La Orquesta
Fantasma”, el irrespirable score de crispantes variaciones electrostáticas que
responde al significativo nombre de “La Marcha Termoiónica” (a lo largo de
cuyos siete minutos vagabundea una voz femenina como alma en pena), la
chirriante manipulación de frecuencias azules en “Apagón Analógico”, las
retorcidas vibraciones de las cuerdas tratadas/intervenidas -violín, piano- en “Caja
Faraday” (que guiña al fenómeno de nulificación del campo electromagnético de
un conductor)...
No deja de sorprender que Radiofonía
sea resultado del avezado procesamiento (¿hertziano?) de cintas analógicas, de
videos colgados en YouTube, de transmisiones am/fm y de reproducciones en servicios
de streaming. Un tratamiento de todas estas muestras que hace pensar en una locomoción
circulatoria antes que en dinámicas asaz menos flexibles. Ésta y las demás
peculiaridades antes descritas confluyen en “Modulación De Frecuencia”, la
suite final de casi doce minutos, suerte de inevitable escalada que Hernández encara
hacia la abstracción total -y conspicua evidencia de la posibilidades que ofrece
el Ruido para liberar zonas/espacios aún en un contexto caníbal como el del
urbanismo contemporáneo.
Otrosí, el confuso inicio de la historia del
¿quinteto? ¿colectivo? La Banda’s ubica a un grupo de chilenos en el Valle del
Cauca -Popayán (Colombia)-, hacia 1995. Su epónimo primer paso, sin embargo, se
difiere hasta el 2007. Desde entonces y utilizando diversos seudónimos (Los
Knock Knock's y Jesus Freaks, entre ellos), esta asociación ha tenido un andar lo
bastante nutrido como para que una sola discográfica le tome el pulso. Bajo
diversas identidades, en efecto, sus referencias se hayan esparcidas entre
Hueso Records (Procrastinación de Los Knock Knock's, 2017), Pastabase
(el estreno del ’07), ETC Records (los dos trabajos de Jesus Freaks y el Digital
Garage Days de Los Knock Knock’s, 2015), el sello propio (Las Band's
Records) y Cosmovisión Registros Andinos (La Libertad Guiando Al Pueblo?
y MySpace Virtual Days de La Banda’s, respectivamente en el 2017 y el
2019). Precisamente es MySpace..., recopilación de jams fechados entre
el 2009 y el 2011, el único de sus títulos al que he podido acceder hasta hoy. Paulatinamente,
La Banda’s se ha ido desgajando en otras pieles más, como The Psychedelic
Schafferson, La Hell Gang, Non Local Society y A Full Cosmic Sound -ente este
último que llegó a presentarse en el Perú durante la tercera edición del
Festival Integraciones (cf. el Live In Perú 2013 publicado en
enero del 2017).
Menos escarpado descuella el mini-álbum con
que Mesetas se ha presentado en sociedad en octubre último. Se trata del tándem
integrado por Rodrigo Mardones, de Música Casual, y Luis Venegas, de Argades.
De Música Casual, he escrito lo suficiente como para que no sea un seudónimo
ajeno a los lectores que me siguen. A Argades lo he mencionado alguna vez, pero
la verdad es que se halla lejos de ir a la saga de Mardones. Su ópera prima, Vía
(2018), corre al albur de transfigurarse constantemente -de la IDM de enfoque
étnico al avant garde de rugosidades mil, y viceversa.
Seleccionados en primera instancia de un fecundo
archivo de grabaciones, los siete tracks finalistas de Materiales Y Minerales
fueron escogidos por Venegas, Mardones y Manuel Knwell. Colaborador estrecho de
Venegas desde las jornadas de Vía, que masterizó y co-editó, Knwell repite
el plato aquí -ya que también edita y masteriza el debut motivo de estas líneas.
Un debut que verifica lo que ya gritaba a voz en cuello el background de los santiaguinos:
la adscripción de Mesetas en el circuito de escenas electrónicas independientes
de Chile.
Los movimientos iniciales del primerísimo “Levantando
El Vuelo” ya hablan de poéticas catarsis que oscilan entre la demencia y la
ingenuidad. Esa esquizofrenia evita que el magma eyectado e
intervenido/moldeado por Mardones-Venegas avance con parsimonia, aunque su
timing rítmico esté dominado por la inconstancia -desaparece a ratos- y la irregularidad
-muta de un tiempo a otro-. Pese a que esta descripción permite amparar una
filiación intelligent techno, la verdad es que el dúo se acomoda mejor bajo la
etiqueta del ambient, que así y todo tampoco le describe a plenitud.
Porque en números como “Estratósfera”, “Montes
Australes” o “Exploración”, se percibe una cierta tensión que desintegra la predictibilidad
de patrones meramente ornamentales; tensión que favorece el surgimiento de un sonido
cáustico y urente, tormentoso y desestructurado, chirriante y borrascoso. Es,
pues, un impulso en continuo angst el que parece empujar a Mesetas entre el
ambient, la IDM y una versión minimal/descarnada del illbient neoyorkino. El fragmentario/oblicuo
registro que resulta de esta presurizada rigidez se propaga a veces hacia
coordenadas distantes, como cuando absorbe la cósmica iteración de los primeros
Experimental Audio Research -presente en “Micro Universo” y “Procesión”. Acaso
sea este último el lunar de Materiales Y Minerales, pieza que parte de una
melodía introspectiva para cabalgar hacia las habituales viñetas de sideralismo
no-narrativo abundantes durante los 24 minutos del disco. Sólido y conciso.
No ha sido un año especialmente fértil para
los riffs duros, sean éstos de ascendencia hard, heavy, psicodélica, metal, prog,
space o stoner. De modo que un retorno como el del cuarteto biobiense The Slow Voyage, tras cuatro años de mutis en lo tocante a lanzamientos, es más que
bienvenido. Diferenciar entre una sustancial evolución con respecto de Time Lapse (2017) y el entusiasmo que genera el robusto reentré que supone Soul’s
Whisper, no obstante, tomará algo más de tiempo.
En realidad, hay un poco de esto y otro poco
de aquello. Por un lado, lo dicho: ni los géneros aludidos ni otros convergentes
-como el blues, el grunge, el sludge o el garage-, ni tampoco sus descendientes
-el heavy psych, el hard prog, la neopsicodelia o el stoner doom-, han visto
reverdecer demasiados laureles en este 2021. Por otro lado, es innegable el progreso
que ha logrado el combo desde las épocas de la puesta de largo. Dos
circunstancias a tomar en cuenta. Una: el cambio de baterista en la alineación
-al abrigo de la bifronte entidad formada por los guitarristas vocalistas Rodrigo
Salamanca y Freddy Lepe, Demian Soto ha reemplazado a Mauricio Pinilla,
mientras que Camila “Milila” Muñoz sigue inamovible en el bajo.
Dos: si bien podría especularse sobre si el
material encapsulado en Soul’s Whisper es de la misma procedencia que el
de su antecesor, es decir un gigantesco cúmulo de disipados ejercicios
improvisatorios, lo que pone de relieve el nuevo opus es que TSV ha decidido
darle protagonismo apabullante a un discurso enteogénico no por duro menos
caleidoscópico. A pesar de todavía poder distinguirse matices -el vigoroso
asalto stoner que se abre paso entre la tupida mixtura psicodélica de “Explosion”,
la vibrante intensidad de “Recover” (cuya genial acometida hard/stoner/space nace
y muere en la dosis precisa y el tiempo justo)-, es una corpulenta psicodelia
de sofocante lisergia la que toma las riendas del largo.
El uso a discreción que de los arabescos
hacen las eléctricas en pistas como la oriental “Exotic Mirror” o la desértica “The
Conquest” abrillanta algunos de los imponentes medios tiempos que enhebra el
conjunto. Éste es el formato que más dominan los angelinos -el single de
adelanto “Sunset”, “Primavera De Octubre”-, el que más retumba mientras la
aguja recorre el acetato, consagrando así a éste como un delectable trip pletórico
en placidez sensorial y asimismo trascendental. Rédito final: una perdurable sensación
similar a la que en la India llaman “amsara”.
El insólito dub-reggae psicotrópico de “Slow
Down”, que con su isócrono deambular devuelve a la normalidad las pulsaciones
del/de la escucha, es el encargado de dar por concluido el excelente vuelo al que
Soul’s Whisper invita. De su producción física se ha encargado la
independiente penquista SurPop Records, tanto en vinilo amarillo de 180 gramos y
formato gatefold como en CD (100 ejemplares para cada tirada).
En medio de la avalancha de referencias que me
llegan diariamente en forma de notificaciones, en una oportunidad me topé con algunas
que remitían a Infinito Audio, label mapocha orientada hacia las distintas
encarnaciones que la música electrónica adoptase de mediados de los 90s en
adelante. Los descubrimientos que me reservó aquella ocasión fueron Bipolar y
Esqueleto, primeras publicaciones de una nómina que hoy supera las 70 entradas.
Entonces no sabía que Esqueleto era el a.k.a.
individual de Ottavio Berbacow, miembro fundador del seminal dueto LEM. Sin
salir de mi ignorancia, escuché la recopilación que la escudería había colgado
en su BandCamp: bajo la reveladora denominación de Mini Album + Microsaurio
EP (2017), el cassette recogía en el lado A el fugaz LP del 2001, así como el
extended del 2004 en el lado B. Masterizados ambos por Christian Heyne (Shogún,
Tormenta), la propuesta del Berbacow solista frisaba esa microscópica digital de
rigurosa observancia abstracta, que aún así se las arreglaba para disponer ígneas
parcelas donde cada quien podía volcar los propios pensamientos y/o las propias
emociones. A despecho de la excluyente frialdad que con proverbial mala leche se
le atribuye a la electrónica, Esqueleto es un otro ejemplo de las atmosféricas
armonías etereosónicas susceptibles de ser conjuradas incluso al amparo de hielos
imperecederos.
Lanzada en septiembre a través de EMA Records,
discográfica impulsada por LEM, Decálogo De Errores: Selección De 2007 A 2021 es una nueva recopilación de Esqueleto. El repertorio se compone de temas
inéditos facturados a lo largo de casi tres lustros -y, contrariamente a lo que
señala el texto en BandCamp, se trata de composiciones lo bastante homogéneas
como para inducir excéntricas alucinaciones localizadas en fascinantes lugares
abiertos (reales o imaginarios). El apolíneo ambient digital se diluye para mejor
asumir/adoptar diversos rostros según cada corte: el del glitch en “El Ambient
Del Gásfiter” y en “Espeleología De La Memoria”, el del bliss pop en “Sin Nada Que
Ofrecer”, el de la IDM en “Contra Todo Evento”, el del post rock en el pareado “E1”-“E2”
(concebidos como profilaxis propedéutica contra las dañinas madrugadas
insomnes)...
Incluso el rostro harsh noise paladeado en “Fuego
Amigo” participa de la metafísica que postula Berbacow a la base de su input
sonoro -una que convierte a toda estética en efusiva, resplandeciente,
eufónica, distendida, acuosa, llena de litio y de saudade. Colabora en la
guitarra, que aparece de cuando en vez, Óscar Burotto (su partner en LEM).
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 24 de noviembre del 2021.)
Llegan buenas nuevas desde Bilbao, España, a
través de Kiko Monzón. Radicado desde hace muchos almanaques en la ciudad, el
peruano ex Nudo De Espejos se ha unido al vizcaíno Jon Fernández bajo el alias
artístico de Visoki Napon (¿guiño a la película croata de 1981?). Grabado de una
toma a mediados del 2019 y mezclado un año después, su debut acaece en
septiembre pasado, tras haber sido masterizado en Dublin. La rodaja recibe el extraño
nombre de Huitlacoche, hongo del maíz que se consideraba alimento para
pobres en los días del imperio azteca, y que hoy ha pasado a formar parte de la
educación culinaria más exquisita.
Apoyada por el baterista mexicano Esau Nava,
la mancuerna ha ensamblado un cohetazo al que alimentan tres tipos de
combustible. Distintos, sí, pero no incompatibles: el de la psicodelia en su
acepción más clásica, el del noise rock en su vertiente más áspera, el del post
rock en su origen americano. Este último dato cobra relevancia al postularse la
tesis del grupo como semi-instrumental: aunque Kiko (bajo) lleva la voz cantante
y Jon (guitarra) le asiste en los coros, sólo a dos tracks de Huitlacoche
se les puede considerar “canciones”. Un rasgo que comparte con la tropa
comandada por Slint y June Of 44.
Dicha peculiaridad induce a pensar espontáneamente
en Huitlacoche como fruto de dilatadas e intensas sesiones de
improvisación -conciliábulos durante los cuales esos tres carburantes aludidos han
interactuado hasta alcanzar un notable grado de miscibilidad. Contrariamente a
lo que podría esperarse, esa característica dúctil no entra en conflicto con la
compacta osamenta entre pétrea y diamantina del sonido VN, sino que le aligera.
Tal vez ésa sea la paradoja paradigmática que sostiene a todo power trio,
formato cuya piel más de una vez se calza el ¿dueto?/¿terceto?
Los volátiles acordes que aperturan “Desprendimiento”
anuncian una filia space rock que sólo se manifestará cuando el maremágnum de la
banda ingrese a periodos de relativa calma -esto es, de vez en cuando. Son
norma para los indesmayables segmentos instrumentales, pues, el fragor
imponente, la dureza inflexible, la tormenta estruendosa, el crescendo granítico.
En medio de semejante agitación, la vital solución líquida permanece balanceada.
“Vuelvan Las Horas” y “Espacio” conceden
margen para probar fortuna con otros formatos, sin exceder los límites que
establece el binomio. Una intro de percusión mixta prologa -y determina- la
ruta de “Vuelvan...”, mientras que en “Espacio” conviven dos tempos que se
devoran al intercalarse. Lejos de esa implícita esquizofrenia insinuada, “Obstrucción”
modela las sedas hard rock de principios de los 70s, en tanto “Yawar”, la pieza
más larga del álbum, ofrece no pocas secciones de distensión -del prog más
enérgico y sumarial a los límites del meta-stoner. Suculento entremés el de
Visoki Napon, repleto de memorables pasajes para sacudir las carnes en medio de
un pogo desenfrenado/para rolear esa yerba divina en compañía de la familia que
elegiste -la amical.
Incierta evolución la que propone Das Leiden
con Chapter I, Dies Irae, su estreno en 33 -comenzando por el concepto
mismo de “evolución”. Lo que hacía del ¿EP? ¿mini-LP? Wounds una placa
interesante era el denodado tesón del cuate Daniel Rossier por sortear los
lugares comunes del gothic noventero, ofreciendo así una versión de éste en-gran-medida
libre de afectaciones, melifluidades y empalagamientos. En ese sentido, al
nuevo plástico le cuesta varios pasos en falso mantener la vara en alto.
Colgado en Internet hacia la quincena de
junio, Chapter I... empieza reeditando virtudes y cualidades a través de
“La Maledizione Di Amare” y principalmente “Dies Irae”, minimal goth a prueba
de balas. Es a partir de “Cenizas” que al proyecto mexicano se le hace un mundo
lidiar con la enfática pomposidad teatrera de la descaminada prole heredera de
Andrew Eldritch y compañía. Incluso se puede aventurar un cierto paralelismo
sutil entre cortes como “Cotard, Ich Werde Für Dich Beten” o “Forgiveness”, y el
aura macabra de las obras de Goblin confeccionadas para los films del maestro
del giallo Dario Argento (Profondo Rosso y Suspiria,
respectivamente). Ojo, no estoy diciendo que suene terrible. De hecho hará las
delicias de los amantes del género. Su concentración ferrosa, no obstante, sabe
a salida fácil teniendo en cuenta lo avanzado por Wounds.
Afortunadamente, con “Sombras” -donde Rossier
sostiene un duelo vocal junto a Suzi Sabotage, cultora finlandesa de coldwave- los
afanes y pugnas del unipersonal por retomar el camino de la austeridad se hacen
bastante evidentes. Pese a eventuales resbalones -“Weariness” y su llorón
alegato de dark sintético, el excesivo tremendismo de “Alquimista”-, Das Leiden
logra salir airoso gracias a “Blood”, “Sentir” y los magistrales 4.25 de “My
Pale Face Weeps”. Un misterio por qué precisamente estos tres llevan el paréntesis
de ‘Vinyl Version’. Coincidencia reveladora, también los tres sueltan los
frenos para testear tiempos más acelerados, lo que les constriñe a un andar ligero.
Mención especial para “Curse”, que rescata el
diálogo final de The Witch (2015) entre Thomasin y Black Phillip. Su estructura
y asfixiante atmósfera testimonian la lucha entre el exceso y la templanza librada
a través de los casi 58 minutos de Chapter I, Dies Irae; próximo a ser
editado en físico por la peruana InClub Records (2022).
Desde hace algunos días en “pre-order”, acaba
de editarse el muestrario Irradiador: Expediente Post-Industrial (1982 –
1993),
concebido por At At Records. La tijuanense discográfica independiente del nuevo
siglo, que fundaran los históricos Ford Proco, publicita a este título como
medio hermano de ese célebre Backup: Expediente Tecno Pop (1980 - 1989) que
ella misma editase en el 2005. Queda colmado, de este modo, otro de los muchos espacios
vacíos que todavía descontinúan el mosaico biográfico de la música electrónica
pop mexicana.
(Un mosaico igual de incompleto que aquellos
pertenecientes a los demás países de la región. Lo dijo en algún momento el
desaparecido Leonardo Bacteria -Insumisión, Pestaña-, al afirmar que la
historia de la música electrónica en Latinoamérica todavía estaba por
escribirse. Muchos años después, la frase del músico sigue plenamente vigente.)
Si Backup... apuesta por el legado de
las formaciones primigenias adscritas al synth pop que se hizo en ‘Technotitlan’
durante los 80s, de ocasionales y por ende insólitos arrestos coldwave (Casino
Shanghai, Vandada, Década 2) y minimal synth (el trío Avant Garde), Irradiador...
otorga prioridad a las huestes que caminan decididamente hacia la coldwave y se
adentran sin reservas en la EBM y el techno industrial. No importa si avanzan
hacia estos territorios desplazándose aún desde el synth pop, como sucede con
María Bonita (“Rezo El Rosario”), LLT (“Ficción”) y los oscuros Figuras
Abstractas (“Proclamación Al Futuro”); o incluso si se resisten a abandonar ese
estrato (“Se, Soy” de Duda Mata, que repite el plato de “Masticándote” en Backup...).
El reto es no desentonar, y por suerte no lo hace casi nadie.
¿Ponderaciones? Varias. En primer lugar, la
EBM de Ford Proco (“Militermia”), La Función De Repulsa (“Amor Es”) y Vortex (“Visión
Oculta”). En segundo lugar, el techno industrial de LLT y Bostich (“Pieza Para
Dos Radios”). En tercero, la cenagosa coldwave de Figuras Abstractas, El
Escuadrón Del Ritmo (“Hierro Congelado”) y Artefakto (el otro nombre que ya
consignaba Backup... con “Mundo Sin Viento”, aquí con “Omóplato”). ¿Defenestraciones?
Sólo una: la deplorable “Dinámica” de Gestalt, demasiado cerca del techno
pacharacón que asaltó las radios de todo el mundo a principios de los 90s.
Si el lanzamiento de Irradiador: Expediente Post-Industrial (1982 - 1993) te mueve a acercarte por primera vez
a la historia de ‘Technotitlan’, te recomiendo que escuches antes a su directo
antecesor Backup: Expediente Tecno Pop (1980 - 1989). En paralelo, consulta
a From Trance To Cyber: An Electro Mexican Compilation (1994) y al
subsiguiente Trance Formation (A Techno/Trance Compilation) (1995), registros
de cariz arqueológico preparados por la escudería angelina Opción Sónica. Para darle
una mirada a los antecedentes, consigue -ya sabes cómo, ya sabes dónde- el box
set de siete vinilos Mexican Cassette Culture: Recordings 1977-1982 (2016),
diseñado por la extraordinaria label alemana Vinyl-On-Demand: Hilozoizmo, Voldarepet,
Vía Láctea, Oxomaxoma, el pionero Carlos Alvarado... Finalmente, dale un par de
vueltas a Film (1985) de Casino Shanghai, a Odio Bajo El Alma
(1997) y El Día De La Ira EP (1998) de Hocico, a la compilación homónima
(1991) de los fundacionales Size, a todo lo que encuentres de Jorge Reyes (el
otro tótem junto a Alvarado) y de Bostich (la semilla de la que nacería el
sincretismo audio-cultural de Nortec Collective). Provecho.
Mira lo que son las cosas. Hace un rato
mencioné al capo Argento y ahora es el turno de otro grande del giallo italiano
-Lucio Fulci. Eighth Tower Records, subsidiaria de Unexplained Sounds, dio luz
verde en las postrimerías de agosto a un volumen bautizado The Beyond - Music
Inspired By The Lucio Fulci Death Trilogy. Sabiendo que disquera napolitana
y subsede se han especializado en drone music, dark ambient y post industrial diríase
pagano, a priori el homenaje al extinto cineasta romano parece tenerlas todas
consigo en una confluencia soñada de sonido e imaginario/imágenes.
No sé si antes alguien haya dicho que Fulci es
el Quentin Tarantino de la Santísima Trinidad del giallo, entente que completan
Argento y Mario Bava. No es difícil llegar a esa afirmación, dada la mesmerizante
fascinación del peninsular por las circunstancias surrealistas de ribetes desaforados
y las escenas de ultraviolencia escatológica -a tal punto, que el propio realizador
de Pulp Fiction y The Hateful Eight considera a E Tu Vivrai Nel Terrore! L'Aldilà como su largometraje
favorito. Una entre varias -spaghetti westerns, comedias, parodias, documentales
e incluso musicales (puajjjj)-, fue justamente la etapa giallo de su carrera la
que elevó a Fulci a figura de talla mundial. De entre todas las películas rodadas
bajo ese molde estético, sin duda sobresalen las que se agrupan bajo el rótulo
de ‘Trilogía De La Muerte’: Paura Nella Città Dei Morti Viventi (1980), E
Tu Vivrai Nel Terrore! L'Aldilà (1981, estrenada en USA como The Beyond)
y Quella Villa Accanto Al Cimitero (1981).
Son catorce los capítulos de los que The
Beyond... consta. Doce de ellos, prorrateados entre cuatro participantes, y
el par restante firmado por un colaborador adicional. Nàresh Ran iza el telón
con “Enoch”, que me transmitió muy poco. Sus otros dos surcos, “Eibon” y
Freudstein”, tampoco son especialmente recordables. A “Enoch” le sigue “Rotta
Dal Pianto”, de Mario Lino Stancati. El rollo es esencialmente el mismo: música
iterativa, de ecos turbios y ambientaciones tenebrosas, que luce razonablemente
convencional en comparación con otras producciones de la plataforma. Ídem las
demás pistas de Stancati, “Se Parla Il Mostro” y “Perdono Sangue I Tuoi Ocche”.
Y si bien podría entusiasmarte diciendo que es recién con “The Blind Woman” de Kloob
que comienza en serio el vuelo, advierto que ya he mencionado de pasada la mitad
de un compacto cuya locomoción es bastante díscola. Queda, sin embargo, la
posibilidad de que el track list salve la situación distribuyendo con tino sus
componentes; algo a lo que contribuye Kloob en la fúnebre “Hotel’s Blueprint” y
sobre todo la sombría “Seven Doors Of Death” (el subtítulo que recibió The
Beyond en la Unión Americana).
Es el turno de Bad Girl y el rumbo parece encaminarse
para bien, porque este acto cumple pundonorosamente, en la línea opresiva y
ominosa de Kloob (“City Of Death” y “He Opened The Gates Of Hell”). Pero, ay,
el llamado a voltear el marcador tiene desiguales resultados. Aunque Progetto
No Name + DuoSerpe se anota un acierto con la terrorífica “A Cuore Aperto”, su “Late
Night Black News” y su “Ending Nightmares Of Beauty” fallan clamorosamente, dejando
a este The Beyond - Music Inspired By The Lucio Fulci Death Trilogy como
la primera referencia de los catálogos de Unexplained Sounds con la estadística
igualada -mismo número de goles y de autogoles.
Y es que los grupos y proyectos de la
disquera parecieran haberse planteado manufacturar los temas en una clave más
accesible de la que usualmente enmarca sus trabajos, cuando debieron hacer
exactamente lo contrario -con más ahínco, si pertenecen a Eighth Tower-. Es
verdad que medio CD trata de estar a la altura del desafío que implica tributar
a Fulci, y aún cuando los réditos no son malos, de ningún modo transmiten el
horror de una toma como la de las tarántulas carnívoras de E Tu Vivrai Nel
Terrore! L'Aldilà
o la del fulminante cuchillazo transcraneal al inicio de Quella Villa
Accanto Al Cimitero. Algo que los mejores esféricos del sello pueden re-crear sobradamente.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 17 de noviembre del 2021.)
Varias han sido las oportunidades en que me
he referido a Les Replicants como una de las propuestas más interesantes
aparecidas en la escena peruana independiente de fines de los 10s. La última de
estas ocasiones se dio a raíz de Ser/Ver, mini-álbum del 2020 que le dejaba
en posición expectante. A éste, no ha tardado gran cosa en sucederle s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼-un largo que, lejos de corregir los poquísimos
defectos de su predecesor y/o aumentar sus muchas virtudes, transmuta
dramáticamente el registro de la dupla.
A todo esto, es válido preguntarse si sigue
siendo Les Replicants un dúo. Porque en s l e e p / p a r a l y s i s / d ae
m o n 金縛り鬼vuelve a brillar por
su ausencia Luz Cáceres a.k.a.Luxsie, y a ocuparse Walter Arellano del
íntegro de la chamba. Con dos de dos, encima consecutivas, la pregunta por la
ex Taneli Lucis al inicio de este párrafo se justifica plenamente. Cual fuere,
la respuesta no implica en sí misma demérito alguno, como tampoco lo comporta el
radical giro maniobrado respecto de Ser/Ver.
Tras surcar el elaborado maridaje entre notas
etéreas, drone music, ambient de baja fidelidad y lecciones de renovación lisérgica
dictadas por Loop, Spacemen 3 y los primigenios Primal Scream; el replicante
Arellano reorienta la proa de su nave hacia esa zona liberada que habitan por
igual el bliss pop y el post rock. Füxa, A Silver Mt. Zion, Flying Saucer
Attack, Windy & Carl... Aún cuando podría argüirse que el grupo/solista
pierde al dejar atrás el ácido coctel alquímico de su primera etapa a favor de
una aleación menos multiforme, ello no es necesariamente verdad.
Por desgracia, en este esfuerzo de Les
Replicants sí que lo es. Cuando s l e e p / p a r a l y s i s... despega de la mano
de “3 3 3 3 3 3 3 3 3”, queda en evidencia el casi traumático golpe de timón en
el historial de la banda/entidad. Arellano apuesta por una travesía de taciturnos
encajes, de elegíacas urdimbres. Las sonoridades que pueblan el tema
privilegian por igual la delicadeza y la armonía, la quietud y la duermevela,
el retrofuturismo del post rock y las laxas vibraciones elongadas del bliss pop.
Hasta ahí, todo bien.
Las dudas comienzan a surgir cuando agoniza “d
i m m e d v i s i o n”. A pesar de su angélica aura de embelesamiento, sientes cierta
somnolencia debido a la falta de mayores vueltas que diferencien con claridad
cada episodio de la jornada. Cuando ganas la orilla de “l i q u i d i n d u c e
d c o m æ”, ya tienes buen rato devanándote los sesos pensando cuánto más va a
estirarse un plástico que pudo haberse adecuado al formato del anterior, y que
no consigue eludir el tedio y la monotonía que le acaban devorando. Decepcionante
este s
l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼, pero no por ende
malo -regularón, nomás. Primer tropezón en la marcha de Les Replicants, todavía
se pueden realizar las enmiendas necesarias para remachar el barco.
El más modesto repaso a su nómina, inaugurada
en diciembre del 2011 con un four-way CD en el que metían mano Procrastinación 1
Yo 0, Angkor Wat, Juan Sáyago y Sparx; basta para corroborar que LaFlor Records
se ha constituido en otra admirable trinchera de resistencia sónica contra la pasteurización
de la música pop que el mainstream espolea. Amparada en una monolítica ética de
trabajo y de activismo DIY, esta label celebra sus diez años de creación con Cualquiera Puede Hacer Esto, deliciosa recopilación que recorre el espectro global de
su oferta.
Ésta germina y se desarrolla principalmente en
torno a cuatro vetas: el post hardcore, el indie, el fastcore y el post rock. Por
supuesto, existen permutaciones entre estos estilos, una de las cuales es la
que más réditos artísticos ha reportado al sello -el indie/post hardcore. Procrastinación
1 Yo 0 (“Dos”), los desbandados Un Viejo Arcoíris (“Lo Hice Sin Pensarlo”) y Fiesta
Bizarra (“Oh Summer Summer”), que rompen los fuegos del muestrario; se cuentan
entre sus cultores, como asimismo Way 98 (“Dreaming”) y los ma-ra-vi-llo-sos
Angkor Wat (“Cómo Construir Un Universo Que No Se Haga Pedazos Dos Días Después”,
casi al finalizar la reproducción).
Otra de esas permutaciones es consecuencia del
acoplamiento entre el post rock y el indie, permutación de la que menudean ejemplos
antologados aquí: Incendios Forestales Del Viejo Continente (“Haru Ora Ora”), Avida
(“Modo Dios”), Juan Sáyago (“Las Nubes No Son Del Cielo”), LÖRI (“Luna Roja /
La Dicha De Lo Banal”), el cuarteto afincado en Massachusetts Dios Trio (“Japan”,
interesante despliegue de urgencia y virtuosismo). Por otro lado, el fastcore
se mimetiza con una poca de grindcore y otra de thrashcore en un segmento nítidamente
perfilado de Cualquiera Puede..., donde la velocidad maníaca/sobrehumana
linda con un tipo de ruido tan pestífero como insanamente sentido. Exponentes
de esa puntual barbarie son Poncho Negro (“Algún Día Seremos Imperturbables”), el
combo argentino Ostende (“Palabras, Palabritas (A Los Conservadores)”) y
Kuroneko (“Cuántas Veces”).
Por todo lo expuesto, es lógico inferir que
tal vez sea el indie el mayor protagonista no sólo de esta placa panorámica,
sino de las producciones de LaFlor -habida cuenta de ser ésta, junto a la del stoner,
la estética que más fácilmente se ha integrado al vocabulario pop contemporáneo.
A las fusiones ya revisadas, hay que sumar los vasos comunicantes que tiende el
indie hacia el pop, como en “Pigmalion” de POLVOS y en “Es De Lamentar Que La
Tradición Sea Utilizada Como Guía Irrefutable Hacia La Belleza Y La Perfección”
de Moholo Nagy. También, aditar las expresiones de ascendencia bedroom pop,
como “Hueles A Que Me Vas A Romper El Corazón En Un Millón De Pedazos” de Rü (la
célebre identidad de Bruno Cuzcano) y “El Amor Real” de Muñeca Globo (donde
asimismo Cuzcano participa); y hasta las menos contaminadas, del tipo Cometa A La Deriva (“Rosé”) y Muchacha Punk (“Demi”).
La explosiva “Pando” de Parahelio, en versión
actualizada del corte cedido para el three-way CD 7000 Metros Sobre El Nivel Del Mar (2017, con los chilenos Droste y los ecuatorianos Escape From The
Machinery), es la única representante del post rock presente en el volumen. Esta
situación la hace prácticamente una excepción, como acontece además con “Madrugada”
de FM (insólito dark pop) y el surco homónimo de No Somos Lo Que Fuimos. Quien argumente
que este último tiene tanto de indie como de hardcore e incluso de punk, debe
igualmente admitir que, a diferencia de los primeros nombres mencionados; NSLQF
parte del hardcore punk para trasladarse al indie.
Sustancioso artefacto que invita a descubrir
y a deleitarse con los testimonios que saca adelante la excelente escudería
limeña. Pese a la dificultad de los años pandémicos (los que ya hemos sorteado
y los que aún tenemos por delante), espero que esta gente no tire la toalla.
“El único valor de Oasis es que termina
siendo una urgente advertencia sobre los peligros del rock ‘puro’. Ser un autor
puro es lo más difícil, ya que su música tiende a ser la más accesible y
comercial”. Estas palabras, enunciadas por mi gran amigo Sebastián Pimentel, corresponden
a un artículo desmitificador sobre los mancunianos más sobrevalorados de la Historia;
redactado en 1998 para una publicación de cuyo nombre no me da la gana de
acordarme.
Hoy, los purismos están en franco proceso de acelerada
extinción. El dictamen de Pimentel ha terminado siendo profético, si bien por
razones distintas a las que su autor consigna. Quién podría imaginar entonces que,
veintitrés años después, viviríamos en un mundo totalmente interconectado, sin
las vanguardias que impulsaron la evolución de los movimientos culturales y
artísticos del siglo XX... abocados los/as creadores/as artísticos/as a
experimentar las cruzas en apariencia más improbables.
En todo esto me ha hecho pensar el debut homónimo de Leñadores666, sexteto del
que forma parte un animador histórico de la movida nacional, Óscar Reátegui (T.S.M.,
Dios Hastío). Como ya sospechas, lo de L666 limita con el purismo, punk en este
caso. Y he ahí el primer problema que se aparece: donde actualmente las haya, a
las nuevas hornadas punk rock no se les ocurre ni por hueveo alentar cierto
parecido con sus pa(d)res del estallido ’77. De hecho, plantearse la cuestión está
fuera de discusión. Ello es lo que hace, sin embargo, Leñadores666: re-crear lo
que ya en 1979 la aguerrida Lydia Lunch definía como “un recalentado acelerado
de tópicos riffs de Chuck Berry”.
¿Ser ortodoxamente punk es, ergo, un atavismo
en pleno siglo XXI? Pues si un discurso tan manoseado como el gothic viene
reverdeciendo laureles gracias a un proceso de desafectación que le ha otorgado
nueva vida convertido en minimal goth, no queda responder a esa interrogante
sino afirmativamente. Desde que la “Intro” de Leñadores666 apresura las
notas de “Frustración”, no suena otra cosa que punk rock (ejem) “clásico”. Esto
es, derivativo, añoso in extremis, por espacio de casi una hora. Y ése es el
segundo problema que afrontar: los doce primeros números tienen una duración
promedio razonable para ser punk, quedándose el decimotercero a segundos de arribar
a los ¡¡¡21 minutos!!! ¿Es éste, por ventura, un número que proponga alguna
novedad? No: es una colección frankensteiniana, con sonido paupérrimo, de tomas
fragmentarias en vivo y ensayos de algunos canales previos -incluye una de las
canciones reproducida al revés.
Una postal adjunta al ejemplar que recibí del
CD afirma que éste recoge “toda la tradición oral de los trovadores pastrulos
de San Martín De Porres”. Supongo que algo de cierto tendrá ese aviso, porque
las letras de varias de sus tonadas -“Adicción”, “Sharon Love”, “Frustración”- podrían
llegar a ser hasta bizarras si no fueran extremadamente ridículas: “...Frustración,
Frustración/Que Me Aplaste Un Camión...”, “...Mientras Cae La Brisa/Ama A Tu
Nodriza...”, “...¡Homenaje A La Mujer Maravilla!...” (la peor de todas). Lo que
podría resaltarse/rescatarse de la ejecución del conjunto queda empañado por
estos abundantes deslices.
Un estreno que deja muchísimo que desear -tal
vez puedan salvarse “Todo Llega A Su Fin” y “Sábana Azul”, esencialmente por
méritos que atañen a sus respectivas líricas, las únicas que no merecen el
vilipendio del resto.
Días después del artículo que escribí el año pasado sobre Rip Off Records, la independiente trujillana enfocada en grind/drum’n’punk/fastcore/electrónica de bulla extrema puso a la venta un cassette recopilatorio de Bondage. Las
circunstancias -un cuadro agudo de stress- me impidieron tener noticia de éste
y otros trabajos patrocinados por la plataforma de Javier Panter y Mila Celis, y
luego la hoja de ruta que seguí me eyectó hacia coordenadas bien distantes de
las que frecuenta ROR. Se justifica, así, dedicarle algunas líneas a una
producción que lleva más de doce meses circulando -bueno, es un decir: los 30
ejemplares del tape, que venían acompañados de un pin y un fanzine con letras y
fotos, hace rato se agotaron.
¿Y qué es Bondage? Aparte de la primera y más
evidente acepción del sustantivo, ligada a las prácticas BDSM, éste designa al
proyecto unipersonal del liberteño Juan Carlos Paredes Jara. Bondage se granjeó
cierta repercusión merced a un epónimo mini-LP facturado en físico a través de
Discos Invisibles, hace siete años. Con código de catálogo “diso022”, el
esférico reeditaba su ópera prima -también epónima, 2012, vía la desaparecida
Prison Thatt Records-, y le complementaba estrenando tres composiciones más una
versión live interpretando “Ghost Rider” de Suicide. Se habló por aquellos
días de un sonido deudor del synth punk, etiqueta que también cultivaran los finiquitados
Varsovia en Recursos Inhumanos (2014). Posteriormente liberó Bondage una
nueva referencia discográfica (2019), otra vez desde el regazo de Discos Invisibles,
que no he podido degustar.
2010-2019 arrambla completo el
mini-álbum del 2014 en la primera cara de la cinta, rescatando en la segunda dos
cortes no repescados del epónimo del 2012 (“Zombie Hardy Cum”, “My Boy Operated”),
otros dos de un “pre-álbum” sin denominación oficial colgado el 29 de mayo del
2013 (“Tu Vida Y Mis Susurros”, “Hustler Blanco”), y dos lados B inéditos hasta
el 2020 (“Castigos” y “Atardecer”). En el desván, se quedan por ahora los
remanentes: “Contigo”, “Cerebro”, “Soñando Contigo”, “Oraciones Porno” y su single
virtual del 2015 “Vendidoh”.
Es verdad que lo de synth punk le cae a
Bondage como pedrada en ojo tuerto. Las sistólicas crepitaciones del teclado, las
llanas percusiones seriadas, el cavernoso reverb de niveles potencialmente malignos,
la terriblemente atroz ausencia de limpidez en sus grabaciones; todo ello remite
por igual a los días fundacionales en que los teclados empezaron a adecuarse a
la minimal estética DIY diseminada gracias al escupitajo punk. Por asociación
de ideas, estas características también remiten a Suicide, el legendario dúo neoyorquino
precursor en el uso altamente expresivo -hiriente, dramático, desespera(nza)do-
de las nuevas tecnologías que estarían a disposición de músicos y no-músicos conforme
avancen los años. No es equivocado alegar que el crujiente pitido de “Tu Vida Y
Mis Susurros”, por ejemplo, le convierte en el “Ghost Rider” del individualista
norteño.
El output del acto, sin embargo, no queda
encorsetado por estas influencias. Paredes Jara experimenta con el noise de garage
(“Hustler Blanco”), transforma el synth en proto-industrial del más
escarapelante (“Zombie Hardy Cum”), fuerza a este último hasta convertirle en
antífona que preludia al Apocalipsis (“Castigos”). Sus viñetas insinúan visiones
a cual más pesadillesca del horror que se oculta en la fresona cotidianeidad auspiciada
por la mass media y el desfile de imágenes technicolor con que se/nos acuna. Es
la de Bondage una música intensa y caótica (“Adentro”), de ofídica performance
vocal, sintetizada/recuperada a partir de huaycos anti-rockistas de ruido
analógico en permanente colisión (“Algo”), que no defrauda ni cuando acomete
formas más o menos convencionales -el rock’n’roll lyncheano de “My Boy Operated”.
Puede que sea ésa su mayor fortaleza: un pavor por los lugares comunes, reconvenido
en la búsqueda disciplinada de aquello que todavía no identifica pero sí intuye
-vg. el harsh grind de “Instrumental” o el psicótico pigfuck de “El Fin De
Nuestros Afanes”. Sumamente laudable.
Eso sí, me sigue pareciendo desordenado el
cover de Suicide en directo.