miércoles, 4 de mayo de 2022

Beach House: Once Twice Melody

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de abril del 2022.)

Grupos y artistas de primera categoría, que con caracteres de fuego grabaron en la historia de la música pop la expresión más acabada de la brillante fórmula estética destilada a través de su música, no precisamente escasean. Una cuestión más espinosa, empero, es la relacionada a cómo afrontar la propia carrera tras haber arribado al punto culminante de su evolución. Algunas bandas no salen airosas de ese predicamento y desaparecen, mientras que la mayoría prueba suerte tratando de avanzar más allá. De estas últimas, casi todas toman la inexorable cuesta descendente que las conduce a su disolución. Pocas alcanzan a refinar exitosamente el sonido de su(s) mejor(es) jornada(s), y todavía menos son las que consiguen superarse a sí mismas.

De momento, Beach House parece sentirse a gusto entre aquellos de sus pares capaces de sintetizar las virtudes de sus más valiosos largos para seguir habitando en las alturas sin girar una y otra vez la tuerca. Si con Depression Cherry y Thank Your Lucky Stars (ambos lanzados el ‘15), Alex Scally y Victoria Legrand sacaron chapa de headliners gracias a una surreal sonorización pop, nacida allí donde el indie post-noventero y el nügaze del nuevo milenio se daban la mano/se agarraban a trompadas para fusionarse; con 7 (‘18), ese output adquiría dimensiones majestuosas, augustas, gracias al protagonismo que el CD confería a la lúdica electrónica seráfica abrazada por los usamericanos y a la psicodelia reverdecida que impulsó el siglo XX en sus postrimerías. Así, y hasta ahora, 7 es la valla más alta que los de Baltimore han impuesto.

¿Dónde queda Once Twice Melody, entonces? Luego de cuatro años en los cuarteles de invierno, lo nuevo de Beach House es un imponente álbum doble que en total se aproxima a la hora y media de duración. Aunque minutajes de idéntica extensión anuncian normalmente volúmenes de factura irregular, infestados de material de relleno que les hace imposible soportar intactos la erosión a que el Tiempo somete todo, el binomio ha tenido el buen tino de dividir el díptico en cuatro  capítulos  diferenciados unos de  otros,  como  si  se  tratase  de  un  box set de cuatro EPs -dos para cada rodaja: ‘Pink Funeral’ y ‘New Romance’ en la primera, ‘Masquerade’ y ‘Modern Love Stories’ en la segunda. Compartimentado OTM de esta guisa, aún el/la más quisquilloso/a se quedará sin alegatos para criticar dicha amplitud.

De todos los proyectos que alimentó a partir de los 00s el primigenio shoegazing, contados son los que optaron por enfatizar el ingrediente pop de esa supersónica aleación. Whirr, el lo fi de Nicholas Nicholas, los australianos de VHS Dream, los fantásticos Glaare... Ninguno de ellos se arriesgó antes que Beach House, descontando a modo de antecedentes algunas canciones de Fleeting Joys o de M83. El grueso de herederos apostó por hermosear el noise a través de la pedalera -de 93MillionMilesFromTheSun a The Stargazer Lilies, de Autolux a Tennis System, de Dream Suicides a Catch The Breeze. Con la discografía de Victoria y Alex, pues, se inaugura en el nügaze una veta donde la fúlgida melodía de estoque ostenta sobre el ruido una preeminencia que antes era prorrateada.

De la increíble apertura epónima del disco a la crepuscular “Modern Love Stories”, cuya segunda mitad se despide en clave semiacústica, cada maldito minuto invertido en Once Twice Melody ha reportado generosos réditos. Dado el notorio declive de carga distorsiva (“Through Me”, “Only You Know”, “Superstar”, “Runaway”), la dupla ha empeñado todo su talento en una performance instrumental que se agiganta íntegra a lo largo de los dieciocho temas de la entrega. El placentero, apacible dulzor de las líneas melódicas guarece en su interior mínimas dosis de pesadumbre y melancolía, suficientes como para no olvidar ese desconsuelo impersonal que lleva siempre el ser humano en el alma (incluso en la de quienes se muestran a toda hora joviales). “Many Nights”, “ESP”, “Finale”, “The Bells”, “Sunset”, “Another Go Round”... La lista de aciertos codificados en un formato más-pop-que-dream es nutrida. Injertadas en ese catálogo no sólo aparecen las canciones más identificadas con el baggy líneas atrás enumeradas, sino también aquellas donde el aditamento electrónico se exhibe en toda su tórrida intensidad: “Over And Over”, “Once Twice Melody”, “New Romance”, “Masquerade”.

Circulan verosímiles e insistentes rumores sobre la pronta disolución de la mancuerna. De confirmarse, este Once Twice Melody, mezclado por monstruos de la talla de Alan Moulder (Death Cab For Cutie, The Smashing Pumpkins, Depeche Mode, Nine Inch Nails) y Dave Fridmann (Mercury Rev, The Flaming Lips, Luna, Elf Power, Mogwai, Low); se convertiría en el magistral epílogo de una carrera ejemplarmente ajena a las consideraciones del mercado. El colofón idóneo para el que Beach House ha preparado escrupulosamente una espectacular contraparte visual -dieciocho videos en animación por computadora y con las líricas añadidas, disponibles en YouTube por separado, de un porrazo y/o agrupados de acuerdo a los cuatro capítulos dispuestos en ambos esféricos. El remate cuyo objetivo nunca fue clavar nuevas banderas en territorios vírgenes a mayor gloria del dueto, sino sublimar/extractar/condensar en poco más de ochenta minutos las cualidades y hallazgos que los de Maryland han acreditado a la vez que ofrecido a la música pop del siglo XXI. Prefiero centrarme, por ahora, en este bellísimo obsequio para sus fans -dándole vueltas hasta literalmente levitar. Después habrá tiempo para lamentar su pérdida y decirles hasta siempre.

Hákim de Merv

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