jueves, 20 de septiembre de 2018

Desert Gang: Demo EP // Rito Verdugo: Cosmos // Artaud: Cábala

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de septiembre del 2018.)

Por decir lo menos, es particularmente llamativa la rapidez con que la costa norte del país se está consolidando como plaza fuerte de nuestra geografía rockera independiente. A los de Fiesta Bizarra, Entre Asteroides y Ancestro; se hace ahora necesario sumar el nombre de Desert Gang. Este trinomio comparte géneros con los dos últimos, pero, a diferencia de ellos y de FB; no pertenece a la escena trujillana. Jonathan Segura (bajo), Cristhian Sarmiento (batería) y Francisco Vascones (guitarra) son naturales de Nuevo Chimbote (Provincia del Santa), Ancash -en el límite departamental con La Libertad.

Como lo demuestra su primer lanzamiento, Demo EP (2018), a estos porteños les fascina cultivar una tremenda fijación por el clásico sonido pesado de fines de los 60s y principios de los 70s. Desde el scratch que le imprimen a “Sombras”, hasta la calculadamente avejentada carátula -ya un lugar común entre los exponentes stoner rock y de territorios cercanos (los extraordinarios colochos Red Sun Cult son un clarísimo ejemplo)-, se respira un indiscutible saborcillo oldie. En efecto, y por afinidad, lo más cerca que se halla DG de sonar stoner es “Set Me Free”: el grupo prefiere imbuir a éste y al resto de temas de un embriagante feeling heavy psych setentero -que evoca el debut epónimo de Black Sabbath, jirones del mejor Hawkwind, el lado más blues de Led Zeppelin y Grandfunk...

Cuatro canciones concebidas sobre la laboriosa performance de Vascones y Segura, digna de dragones de silicio ocre enroscados en una danza/lucha elíptica. La mención honorífica va para ellos en lo que atañe a este cumplidor ejercicio de power blues (lo otro que de power tiene el trío). Un diligente inicio de gustillo añejo.


Otros que también le entran al stoner rock y a la estética heavy psych son los capitalinos de Rito Verdugo. Formados en el 2014 y bautizados así recién el año pasado, editaron en julio de este 2018 su referencia discográfica inaugural, Cosmos. Oportunidad tuve de escucharles en directo en el Hensley de Monterrico, la misma noche que tocaban Culto Al Qondor y La Ira De Dios, y el nombre se me quedó pegadazo.

Llenas de un groove ácido, las pistas de Cosmos descienden de zappeos en clave de psicodelia garagera. A ese contexto específico, la banda ha trasladado riffs hegemónicamente metálicos. Así, la apariencia de RV es la de un imponente panzer, pero la inaudita agilidad de su sección rítmica, que pisa a fondo el pedal a pesar del tonelaje de sus robustos graves; le convierte en un tanque ligero de combate, adecuado para blitzkriegs de pelaje doom y/o en LSD.

Nueve proyectiles a cual más pulido y calibrado que el anterior -podría enumerar “Prisionero”, “Cosmos”, “Esclavo”, “Inerte” y seguiría echando de menos el impacto y la absorción atómica de los demás. Aniquilador estreno del cuarteto que componen Álvaro Gonzales (segunda guitarra), Rodrigo Chávez Garcés (guitarra y voz), Luis Rodríguez Chávez (batería) y Carlos Del Castillo (bajo); mismo que abrirá para Earthless, tótem absoluto de la escena stoner mundial, en su visita de noviembre próximo.

El perfecto revés del extended de Desert Gang -como para escucharles uno tras otro, en una dirección u otra.


Actualmente residiendo en Lima, Erick Baltodano (guitarra) es originario de Trujillo. La semilla de Artaud se plantó en la capital de La Libertad, y por lo tanto adscrito a esa región debería considerarse el grupo que fundase al lado de su hermano Boris (bajo).

En un inicio power trío -completaba la alineación Jorge Ramírez (batería)-, Artaud, cuyo alias homenajea al padre del teatro moderno, el francés Antonin Artaud; debe haberse nucleado en un punto entre el 2012 y principios del 2013. En marzo de ese último año se graba su single primerizo Triángulo, autosindicado como demo, y para diciembre del mismo 2013 se redondea el espléndido mini-álbum El Nuevo Evangelio De Artaud, con Rhomán Urquizo reemplazando a Ramírez (catalogándosele asimismo de demo).

Un lustro después, Erick Baltodano, único sobreviviente de la formación original -Boris pasó a las filas de Ancestro, que ya ha merecido sendas reseñas en este blog-; recupera a Artaud con el que debe considerarse su primer tomo en regla, elegido entre tres finiquitados en el 2017, cada uno concebido por formaciones diferentes. Cábala, grabado en Lima en octubre pasado con Baltodano en guitarra y theremin, el mexicano Martín Escalante encargado del saxo, Juan Francisco Ortega en el teclado, el The Terrorist Collective y ex Cholo Visceral Israel Tenor acreditado en “machete” y a las baquetas, y el reconocido músico Teté Leguía (Gomas, Tanuki Metal Yonin Plus, Space Bee, Trío Nuna y un fantastillón de experiencias más; incluso lleva adelante un proyecto asociado a Escalante que ya cuenta con un registro epónimo) en el bajo; ha sido publicado en físico, lo mismo que el Cosmos de Rito Verdugo, por Necio Records.

Álbum conceptual de dos movimientos sin pausa, Cábala “cuenta” en sus 27 minutos y tanto la historia de dos caballos: “Cábala” y “Réplica”. El primero es una bestia joven, dueña de su destino y de su vida. El segundo es un animal viejo, próximo a morir, resignado ante la certeza de su desaparición y sereno ante la perspectiva de unirse a la tierra sobre la que cabalgó toda su existencia. El disco no tiene voz ni letras, pero ambos relatos no las necesitan.

Si antes Artaud se valía del revival psicodélico impulsado por el stoner con el cambio de siglo, ahora se ha liberado de esa constante para dar lugar a una jornada invadida de improvisación. “Cábala” son 20 minutos y pico de un caos desbocado, como corresponde a su protagonista, que en su galimatías no conoce de límites ni restricciones. Esto no es jazz, ni psicodelia, ni space; sino los tres a la vez, y más. Ya sea que galope enloquecido o se detenga brevemente para ramonear, el saxo de Escalante siempre está ahí -alcanzando el paroxismo supremo cuando ulula hasta emular el desesperante chirrido de un caballo relinchando.

“Réplica” son casi 7 minutos de improvisación más reposada, como corresponde a su protagonista, y abunda en formas más reconociblemente rockeras. Sus medios tiempos se adaptan al trote regular que cabe esperar aquí, o al menos así lo parecen después de la virulenta intensidad de su predecesor. Las revoluciones bajan progresiva aunque imperceptiblemente, hasta que el track se extingue en medio de sonidos extraídos de la naturaleza -que, en realidad, lo han acompañado todo el tiempo: el gorjeo de los pájaros, el sonido del viento, el golpeteo incesante de la lluvia, el fragor del trueno, etc.

Sospecho que no ha sido directa inspiración para Artaud, pero de todas maneras crucial, así que apunto el hecho: tanto en su propio BandCamp como en el de Necio Records, Baltodano consigna un fragmento del poema “Balada Para Un Caballo” de nuestro aedo Jorge Pimentel, que rematará estas líneas. La glosa calza tanto con la obra sonora como con la portada -ideada por Erick, quien produce junto a Camilo Uriarte (El Aire). Tumultuoso y levantisco, pero sobre todo inusual debut.

“Yo sabía
lo que le sucede a un caballo en la ciudad. Y
por ello me mantengo alejado de ella. Pero a veces
me interno y sucede lo que tiene que suceder. Pero si yo
me rebelo y persisto y amo terriblemente mis posibilidades
de realizarme en un medio donde la civilización se mata
y permanecen odios, prefiero ser caballo. Mojaré
la tierra con mis orines calientes hirviendo con estas ganas
inmensas de vivir y me uniré a las manadas para galopar
hacia la vida, para mantenernos unidos y vencer,
para no estar solos, para volvernos verdes-azules-amarillos
anaranjados-rojos y trotar hacia el nuevo aire fresco
y el campo sin límites.
Seré libre así y al menos mis guardacaballos cuidarán de mí
y de mi yegua
y de mi potranco”.


Hákim de Merv

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