jueves, 6 de septiembre de 2018

Tobías Alcayota

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 29 de agosto del 2018.)

Sé que las generalizaciones suelen ser, casi siempre y en cualquier ámbito del saber/quehacer humano, espada de dos filos. Me arriesgo así y todo con una, que he meditado bastante: en la historia de la música pop independiente chilena, debería haber unos cuantos párrafos dedicados al “G-6” de los 90s. Supersordo, Yajaira, Pánico, Tobías Alcayota, Congelador, Shogún: buena parte del desarrollo que el pop mapocho más interesante experimentase en lustros posteriores, hunde las raíces en el legado de una -o más- de estas bandas. Cada cual en lo suyo, editaron discos fabulosos durante la década previa al cambio de milenio, que fertilizarían el detritus sónico del que ha emergido la próspera escena sureña de nuestros días entre Arica y Magallanes. De prácticamente todos esos alias, ya se ha escrito antes en este espacio.

Lo que apenas han esbozado esas mismas palabras, sin embargo, es el talante de un grupo como Tobías Alcayota. En hipotética justa por el título del “G-6” más inclasificable, el trío santiaguino formado en 1992 al interior de las aulas del colegio San Gabriel gana la carrera de punta a punta. Un minuto de música extraído de cualquiera de sus trabajos aparecidos entre 1999 y 2004 puede ilustrarlo sin mayores complicaciones: adicto a las frecuencias agudas/chirriantes, inclinado a despedazar la más insignificante línea melódica que se le ponga al frente, presto a burlar nuestras expectativas amparándose en la dicotomía contemplación atonal/descarga vipérea; TA ha sido luengo tiempo un estado de imaginación inventiva en incesante ebullición. En sus momentos más apacibles, los chilenos suenan a post rock angustiado, frenético, torturado. En sus momentos más enajenados, a crispante electrofolk experimental propiciatorio de malos viajes.

La historia online coincide en que si bien 1992 señala la largada para los capitalinos, 1996 es la fecha del debut oficial, producido de modo independiente: Alzamiento Del Día Vivo Por Una Luna Nueva Y El Que Tiene Un Ave Dentro-Fuera Yace. Este título no se encuentra disponible en Internet, salvo un par de tracks en la cuenta SoundCloud del terceto (“El Pequeño De Ser”, “Pedro Habla (Fragmento)”), y es lo suficientemente esquivo en los programas de intercambio de archivos como para tirar la toalla en una. Quienes lo han escuchado, aseguran que es un sugestivo primer intento, notoriamente delimitado por el esquema bajo-batería-guitarra. No tengo ninguna certeza sobre esa afirmación, pero lo cierto es que Alzamiento... llenó los ojos y oídos de Pánico, el bandón de Eddie Pistolas, Carolina 3 Estrellas, Tatán Cavernícola y Juanito Zapatillas; cuyo sino iba entonces en ascenso -la consagración definitiva llegaría con Rayo Al Ojo (1998). El entusiasmo del cuarteto franco-chileno se tradujo en un contrato con Combo Discos, plataforma del tándem Pistolas/3 Estrellas creada exclusivamente para editar y distribuir las propias placas, lo que convierte a Tobías Alcayota en el primer fichaje del sello ajeno a Pánico y amplifica su modesto alcance en el circuito off-mainstream. Para 1999 sale a la venta Omi, segundo round de la terna y grabado por Francisco Strauss, y el resto es crónica de dominio común -en el 2008, es ungido por la Rolling Stone como el quincuagésimo mejor disco chileno de todos los tiempos.


Hace algunos momentos, definía a TA como “un estado de imaginación inventiva en incesante ebullición”. Más allá de la licencia literaria, alguna vez sus miembros, que han sido los mismos durante 26 años; decidieron explicarse utilizando palabras equivalentes. En la contratapa de Algo De Noche En La Isla, su álbum del 2002, puede leerse:

“Tobías Alcayota es generado a través de_
Marcelo Peña_teclados, guitarra eléctrica, voces y coros, tabla hindú, viola, ruidos electrónicos, tarka, tubocobrecaña.
Jorge Cabargas_programaciones analógicas y digitales, batería acústica, darbuka, pandero, tarka, voz lejana.
Jorge Cabieses_bajo eléctrico, teclados, zampoña, tarka, puña, cuncuna, flauta dulce, tumbadora, flauta doble, voz hablada”.

Ya entonces los músicos se describían como partícipes de una sola entidad metafísica, talentosamente chiflada y maniática, acaso por hallarse permanentemente urgida de esa expresividad emocional que doy fe la ha embargado desde Omi (descárgalo aquí); y para la que (aún) no hay género conocido adaptable. La cantidad de instrumentación que la cita consigna habla por sí sola de lo obsoletas/minimizadas que habían quedado las herramientas utilizadas en el disco del ’99, sólo tres años antes -flautas y teclados, sí, como también ocarinas y los órganos Antonelli y Bontempi de que disponían en el colegio para las clases regulares de música. Omi mantiene el formato digamos “a lo power trio” de Alzamiento Del Día Vivo..., pero su actitud es de clara apertura al empleo de sintetizadores y demás adminículos consustanciales a la música electrónica.


Porque la permanente impaciencia de Tobías Alcayota le exime de adecuarse o pertenecer genuina y respectivamente a una escena o a una generación. Si bien este personaje de singular nombre, que ha ido asentando su corporeidad con subsecuentes entregas para trascender leitmotivs meramente eufónicos, puede haber empezado a respirar tomando como base el proceso compositivo del indie; no suena como tal sino de modo harto accesorio. Los días ‘contrapsicodélicos’ del Omi hicieron que se le comparase con imperdonable ligereza a The Red Krayola, cuando sólo se trataba de una fase en la evolución colectiva: la idea de esta “psicodelia-a-la-contra”, más cerca del proto post rock de Bastro y/o del lo fi de Sebadoh, era autoprocurarse un shock de éxtasis sensorial que empujase al abandono de todo residuo de conciencia racional. Con Algo De Noche En La Isla (descárgalo aquí) se inaugura un período dominado por metodologías kafkianas y automatismos dadaístas, que se extendería hasta Desfachatez, Lo Juro, El Último Suspiro (2004); y en el que quedaría de lado cualquier vestigio de ese sonido ácido que les inspirase desde los tiempos en que se hacían llamar Los Zapallines (dedicados a relecturas lisérgicas de Led Zeppelin).


Pese a que Desfachatez... precede la separación de Cabargas/Peña/Cabieses, que sólo se revelaría temporal cuando se publica Maleza Bar en diciembre del 2015, desde un inicio Tobías Alcayota ha tenido buena estrella. Cuando cabros chicos, se zambullían en las tocatas organizadas en el Taller Sol. Allí conocieron a gente como Entreklles y Supersordo. Su primer directo lo dieron en el centro cultural PanAm al lado de Niño Símbolo, proyecto paralelo de Rodrigo Rozas (a) Katafu, guitarrista de Supersordo. Ya agrupados, en 1995 participan del concurso de bandas del programa televisivo Extra Jóvenes, conducido por Marcelo Comparini y Verónica Calabi; que hacen suyo a fin de año -la escena, que puede verse en el mediometraje documental Tobías Alcayota (2015), muestra igualmente a un público escolar confusamente entregado a quienes los reflectores apuntan (no precisamente ídolos pop). Fue durante la competencia que conocen a Arturo Lovazzamo, de Culebra (subsidiaria de BMG), y a través de él a Claudio Fernández, vocalista de Supersordo. En marzo del 2001, los triates actúan junto a nada menos que Los Jaivas, para el sitio web ChileRock de la Radio Universidad de Chile. Un encuentro del que guardan el mejor de los recuerdos, gracias a las declaraciones del pianista/tecladista Claudio Parra: “Tobías Alcayota te lleva por esos paisajes misteriosos en los que uno no se atreve a meterse”.


Ese primer contacto con una agrupación de la talla de Los Jaivas y esa buena estrella les resultaron favorables tanto en Algo De Noche... y en Desfachatez... como en Antimateria (también 2004, descárgalo aquí), Sorte (2003, seis anónimos instrumentales desérticos en los que de cuando en cuando se cuela la voz contante de un hombre que agoniza) y Cráter Imaginario (2003, recoge la sesión de radio ofrecida en el programa Interfase de Radio Beethoven, con material compuesto ex profeso para la ocasión). A partir de Algo En La Noche..., el componente rockero disminuye en beneficio del electrónico, y también de dosificadas persianas sonoras que remiten a la fusión latinoamericana y a la tradición vernácula chilena -mismas que adquirirán mayor protagonismo a posteriori: “Feria Amallac”, “Queltehue”, “Cabalgata Morada”, “Merkén”, “Llamita”...




Pero por encima de todo, el elemento clave en la constitución del carácter de TA es el método. De éste, ya destaqué su rasgo central, prominente esencialmente tras el Omi. Es 100% intuición. Un instrumento x es descontextualizado, más aún si su origen es autóctono, para subsumirlo a un modus operandi surrealista: los sonidos se aprecian ejecutados por el subconsciente, libres de pensamientos encorsetados, huyendo de la lógica generativa. Principio básico en la composición conjunta es la manipulación no convencional -si delirante, mucho mejor- de todos los materiales a disposición. Negando además la jerarquización, abrazando la horizontalidad y la consonancia en el trabajo al interior del trío, sin olvidarse del ludismo inherente al ritual de esta vívida comunión.

Con un epígrafe como ése, Desfachatez, Lo Juro, El Último Suspiro -descárgalo aquí- es un manifiesto anuncio de la disolución del combo. A pesar de ser ambos del 2004, Desfachatez... es un disco más sombrío y simple que Antimateria, estando este último levantado en torno al clarinete, a secuenciadores, a cajas de ritmo y a flautas altoandinas. Escuchar repetidas veces el séptimo lance del trinomio deja la impresión de habérsele concebido concienzudamente como la arremetida final, al menos durante un buen tiempo. Por eso, muchos nos sentimos reconfortados con el regreso a través de Maleza Bar. Y aunque ahora los santiaguinos se lo toman más calmadamente, reuniéndose cada vez que las circunstancias lo permiten, sin que haya presiones externas o internas para lanzar nuevo disco o presentarse en vivo; lo concreto es que Tobías Alcayota ha salido de sus cuarteles de invierno tras 11 años de hibernación.

Maleza Bar -descárgalo aquí- es el típico disco de retorno, luego de un hiato que asomaba inacabable, sin la nerviosidad ni la demencia de las jornadas que le antecedieron. Disiento sobre la opinión referida a que el grupo suena más maligno que antes -para mí, la forma más pura de maldad es la asociada a la locura, pocas veces audible en este regreso (“Nada Más Importa”, “Maleza Bar”). En todo caso, un símil admisible es el del Joker dando sus primeros pasos tras un dilatado intervalo de catatonia, como en el cómic/la película animada Dark Knight Returns (“Microondas Sumergidos”). O el de “un Christian Death bailable” (“Carne, Harina Y Suelo”, “Halógena”), que el propio grupo ha propuesto. Lo que sí se infiere fehacientemente de los nuevos temas, es que la conexión telepática está intacta, así como la organización nivelada, la hermandad y el psicótico sentido del humor que comparten Marcelo y los dos Jorges (ese guiño malsano y deforme al vomitivo “Corazón Mágico” del inane de Django en “Jabalina” es impagable). No podía esperar que fuese de otro modo, si la música es su principal estimulante.


Con un directo confirmado para octubre en Santiago De Chile, aún quedan muchos enigmas por descifrar sobre Tobías Alcayota. El origen de su nombre, por ejemplo, fluctúa entre la semi-castellanización de la frase “To Be As El Coyote” y el dragón Tobías del fenecido programa infantil chileno Pipiripao (parecido al peruanísimo Los Spuercartonicómicos de Ricky Tosso en los 80s). Otros los absuelve el jugoso documental de Francisco Schultz. Y otros más, tal vez, sean absueltos tras la degustación continua de sus discos. En última instancia, no podría aseverarlo del todo.


Hákim de Merv

No hay comentarios.:

Publicar un comentario