jueves, 17 de octubre de 2019

Alejandro Zahler: Kassa // José Tomás Molina

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de octubre del 2019.)

Justo hace seis meses, el chileno Alejandro Zahler dio a conocer por fin su segundo esfuerzo a título personal, sucesor de la epónima puesta de largo que sorprendiese gratamente en el 2015. Cierto que a medio andar había liberado el sencillo virtual Pararrayos (2017) para descarga gratuita, pero éste se hizo insuficiente de cara a saldar las expectativas generadas.

Nacido en Santiago De Chile hace 43 abriles, Zahler cuenta entre sus antecedentes previos al debut haber producido el volumen Intoxicado, epílogo (2008) del cuarteto Ramires!; así como la musicalización de una serie de audiolibros en el 2013. Humanista que ha hecho carrera como ingeniero civil, y vinculado a diversas plataformas tecnológicas digitales, el capitalino ha sido alumno del compositor clásico irlandés Donnacha Dennehy y ha tocado con el músico y director de la longeva Radio Beethoven Adolfo Flores -con quien grabase, utilizando un sampler y el alias de Binarios la placa Rapsodia SCL (2017, una extraña lectura de la música de cámara desde las posibilidades que ofrece la electrónica del siglo XXI).

Sin descartar algunas de las variables proporcionadas por el neotonalismo, que es la corriente que más lo conecta al clásico contemporáneo, con Kassa se interna Zahler en las espesuras de aquella música electrónica que no requiere de voz. Incluso tomándosele como “incidental”, el cariz instrumental de disco y artista contribuye a refrendar un saludable desapego por cualquier subgénero: mal haría en hablar exclusivamente de “new age”, “ambient”, “proto house” o cualquier etiqueta; porque el individualista pica de aquí y allá sin traslucir prejuicios -de hecho, en tracks como “Seña” o “Prešov” advierto ecos distantes del Jarre más iluminado.

A propósito de Kassa, su creador ha declarado que éste recibe inspiración esencialmente de la historia de sus antepasados, quienes habitaron lo que hoy se conoce como Eslovaquia en tiempos del Imperio Austro-Húngaro. Ellos emigraron a Chile por causa de la Segunda Guerra Mundial, entre fines de los 30s y principios de los 40s. Zahler pudo visitar aquellas regiones lejanas en el 2018, experiencia que vivifica y da tonicidad a la evocación que estos 28 minutos trashuman -en lo que será una constante indesligable de su output: afirma el santiaguino que no se siente inclinado a elaborar esféricos más extensos de lo que está dispuesto a escuchar.

La tesitura de este episodio -que parece guiñar en su nombre a la segunda ciudad más populosa de la actual Eslovaquia- es delicada, sosegada. Su energía se desdobla elegante, serenamente. No pocos de sus arreglos son de una exquisitez geórgica, y la temperatura emocional promedio en ningún caso baja de los 36 grados. Perfectos representantes de los climas introspectivos que emanan de este contemplativo Kassa, escuchar en la FM temas como “Telefon 454” y “J7 For All Sections” sería un auténtico milagro, que honestamente no esperamos ver realizado nunca: no es ése el medio más idóneo para difundir un arte de público y nicho claramente delimitados.

Braceando siempre en las aguas de la electrónica, Zahler remata la jornada aproximándose al clásico en “Podhorany” y “Cintorín”. Algo que ya se había anticipado en “J7...”, el tramo postrer del CD se arrellana en la tradición culta mucho más de lo que jamás el músico se había permitido antes. Este giro no resiente el balance final, pues todas las cualidades que más allá de las formas posee Kassa se ven adecuadamente trasladadas a las nuevas coordenadas. Acompañamiento inmejorable para rematar un largo feriado de meditación sin tener que marcharse de la ciudad.


Todavía más ha discurrido -un año- desde que reseñé en este mismo espacio O, magnífico estreno de los igualmente santiaguinos Sistemas Inestables, quienes llegaran a presentarse en Lima en marzo pasado para la décima edición de la Feria De Discos Y Sellos Independientes. Deploro no haber podido asistir, porque el trío es tremendo exponente de la escena de bandas mapochas contemporáneas que se nutren del math rock y del segundo post rock. Más aún por desatender la oportunidad de conocer en persona a José Tomás Molina, guitarrista excepcional y toda una figura en los predios independientes de la movida chilena.

Si bien se ocupa de la guitarra en SI, las habilidades de José Tomás no se limitan a un solo instrumento o a un único género (por híbrido que éste sea), del mismo modo en que su nombre se ha vuelto frecuente en los proyectos más incógnitos que pululan al sur de Tacna. Empuñando por igual el bajo, los sintetizadores, las baquetas, los teclados o el piano; se prestigia asimismo con una faceta como productor, que desconozco cuándo empieza y que sólo he admirado a partir de sus aventuras solistas. Todo ello eleva a Molina, sin temor a exagerar, a la categoría de un Jim O’Rourke del Pacífico más austral.

Colaboraciones para la serie sobre deportes extremos Malos Pasos, para el videojuego de rol Long Gone Days, para la excelente serie de cortos documentales Manufactura (que reivindica el diseño artesanal artístico-funcional y de oficios manuales en Chile)... Bandas sonoras creadas para obras de teatro (La Muerte Del Príncipe, En Lugar De Nada, El Crimen De Layo) o de danza contemporánea (Vortex, Amasijo), para documentales (Pastene, El Último Cinema), o guiones de films por realizar (La Increíble Metamorfosis De Juan Pérez, 2016)... Éstas son sólo algunas de las participaciones firmadas por el músico, referencias que no agotan ni su fertilidad creativa ni los caminos por donde ella se conduce -en el plano estrictamente sonoro, falta enumerar sus trabajos junto a Presente Inexacto, Santropía, Nueva Noventa, Inverness (con quienes grabó sendos soundtracks para las películas La Vida De Los Peces y La Memoria Del Agua), Macrosónica...

Tamaña feracidad impele a dirigir la mirada, por ahora, únicamente hacia las incursiones en solitario del multi-instrumentista. La Orquesta Errante, debut en estas lides que aparece en el 2014, es el inicio de una carrera ascendente estelarizada por sonidos neoclásicos a granel. Los mantos que hila el chileno con esta pima sonora de ascendente inspiración académica ocasionalmente son rasgados por coqueteos jazzy y la aún más eventual irrupción de bases secuenciadas -adiciones que, lejos de alterarla, abrillantan cualidad primordial y fuente principal de su música: el neoclasicismo. Esto, susceptible de tomar cuerpo en dañino hándicap en otros casos, se convierte a través de registros como Bilanciare (2018), Manufactura Soundtrack (2015) o el mini-LP Hijos De... (2018) en el mármol con que labrar impecables esculturas de bucólico ambient -o en los carboncillo y paleta pictórica con que respectivamente dibujar y teñir las misteriosas atmósferas de experimentación y dramatismo abundantes en el repertorio del compositor.

Mérito tan suyo, por lo demás, como de los músicos de sesión que han llegado a serle habituales en la andadura solista y en varias de las colaboraciones audiovisuales y para performances: Carmen Rodríguez en clarinete, Andrés Moreno en violín, Claudio Corvalán en cello, Sebastián Lizana en corno francés... Resultante de esta sumatoria de pericias y técnicas, cohesionada por el enorme talento del autor, la música de Molina puede lucir un sonido enjundioso o seco, plácido o doloroso. Mayormente acústica, sus certeras dosis de electricidad le proveen de lánguidos armónicos transversales. El carácter fragmentario de la mayoría de piezas es consecuencia de un desenvolvimiento intuitivo/no-narrativo de las mismas, virtud que le hace acreedor al calificativo de sound-maker tremendamente orgánico.

Lo último que JTM ha publicado por cuenta propia es el mini-álbum El Hombre De La Multitud (2019), hace ya algunos meses. Aunque no el primero en ese formato, sí es el primero cuya desaparición se ha forzado por decisión del capitalino. En su lugar, ya figuran cual singles tres de los cuatro surcos que originalmente fueron empacados bajo ese título, acaso con la intención de replantear su extensión y a la vez dotarle de un concepto -como sucedió en La Orquesta Errante (la historia del inquietante romance entre un profesor en sus cincuentas y su estudiante adolescente) o en Bilanciare (el estudio de las emociones crudas y primitivas que nos gobiernan, dividido en los lados ‘Fecondo’ y ‘Deserto’ de un eventual vinilo). Sea que reciba luz verde vía corto o largo aliento, los adelantos de este nuevo opus ya lo sitúan a la altura de lo hecho por Molina, otro de los secretos (por ahora) mejor guardados de la escena sureña.


Hákim de Merv

No hay comentarios.:

Publicar un comentario