miércoles, 31 de mayo de 2017

Nocturno: La Noche De Los Tiempos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de mayo del 2016.)

(En principio, ésta no pretendía ser una reseña doble. O triple. Tampoco es que termine siéndolo, pero ha habido una alineación interesante de película y disco, e incluso de narrativa; que ha acabado por darle visos de crónica temática. Sin embargo el centro, esta vez, lo determina indudablemente el trabajo sonoro.)

Hace ya un año vi The Witch (Robert Eggers, 2015). A media tarde, en casa. Solo. A riesgo de que suene a spoiler -pero en realidad no lo es-, a fin de cuentas no te queda claro si lo que has visto efectivamente pasó, o si se trata de visiones inducidas por el pánico casi cerval que alentaba el puritanismo entre los colonos de la recién nacida Nueva Inglaterra. Tranquilamente, se pudo haber rodado una película idéntica sobre los juicios en masa por brujería de Salem. Tras el fade out y los créditos, te quedas pensando en cuánta ignorancia y miedo gratuito ha debido soportar el Hombre, antes de lograr que las supercherías y las creencias estériles carezcan de poder real sobre su vida.


Pero asimismo, no te toca sino reconocer que, por más que intentes racionalizarla; nunca podrás evitar del todo esa sensación de terror a lo desconocido, de horror a aquello que no puedes entender -una emoción propia de la especie, por lo demás. El film de Eggers tiene poquísima música (decorativa), apenas unos cuantos minutos corales que ni de lejos se comparan a los célebres ave satanis con que el maestro Jerry Goldsmith ornó The Omen (1976). Estás librado/a, entonces, al puro sonido ambiental, a las locaciones, a lo que vemos a través de los ojos de los protagonistas -una familia de puritanos desterrada a los lindes del bosque. El bosque de presencia incesante. El bosque de silencio ominoso. El bosque de parajes ocultos, a los que jamás llega la luz del sol, y que esconde quién sabe qué prodigios u horrores innominados.


Pensaba en todo esto mientras mi mente regresaba sin descanso a H.P. Lovecraft: no a sus pavorosos relatos vinculados a los Mitos de Cthulhu, sino a aquellos que el onirófago usamericano dedicase a la brujería, a las vetustas construcciones del siglo XVIII de buhardillas tapiadas y de áticos de negrura casi material, a los ritos sacrílegos que sobrevivirían entre los descendientes de las hechiceras -reales o no- ajusticiadas por la histeria colectiva que azuzó el feroz dogmatismo cristiano-británico:

“Ningún viajero ha visitado jamás esas gargantas sombrías sin una sensación de malestar, y los artistas se estremecen mientras pintan esos bosques espesos cuyo misterio inquieta tanto el espíritu como la mirada” (“El Color Que Cayó Del Cielo”).

En la inmensa mayoría de esos relatos -“Las Ratas En Las Paredes”, “Los Sueños En La Casa De La Bruja", “El Grabado En La Casa”, “La Hoya De Las Brujas”-, Lovecraft despacha minuciosas pero también macabras descripciones de estos viejos edificios fúnebres, de estos paisajes que encierran bajo de sí infinitas fuerzas malignas, de estas prácticas horras de cualquier consideración moral (aún de la moral atea, que la hay). Es, ciertamente, un Lovecraft que sólo los admiradores más acérrimos conocemos, el que se ve reflejado en el largometraje debut del director estadounidense.

Curiosamente, al día siguiente tenía pensado escribir a propósito del primer larga duración de Nocturno. No acostumbro reseñar discos o combos de metal porque mi empatía con el género es modesta, cuando no pobre, pero lo que me llamó la atención esta vez fue el nombre de la producción: La Noche De Los Tiempos (2016, grabado hace dos años). Es notoria la devoción que la banda profesa al menos aquí a Lovecraft, pero, contra lo que pudiera pensarse por el título -“En La Noche De Los Tiempos” es un cuento superlativo perteneciente a los Mitos de Cthulhu-; parece que a Nocturno le gusta más el Lovecraft “dieciochesco”. Con portada típica/tópica del género para nuestros días -a diferencia de, por ejemplo, el Non-Euclidean Spaces (2015) de los franceses Anthropia-, LNDLT repesca un primigenio EP que jamás vi editado en ningún lado y añade cinco tracks nuevos.

El trío lo componen Félix Dextre en el bajo, César Araujo a las baquetas y Heinz “Azazel” Wuttig al mando de la guitarra. De los tres, a quien reconozco es a Félix, otrora miembro del tremebundo acto psicodélico/space rock Serpentina Satélite. Pero es la guitarra de Wutting la que le da todo el color que puede a La Noche De Los Tiempos -porque el disco es monolítico hasta el más mínimo detalle. Por momentos hard rock, por momentos doom metal, por momentos stoner; esta placa enteramente instrumental recorre los mismos caminos que hubiera seguido un soundtrack mucho más comercial concebido para The Witch. La lobreguez de la jornada es de una densidad brutal, como arrancada de los rincones más negros del alma humana. Tempos medios tirando para lentos (una única excepción, la de “Anticosmos”), la eléctrica casi gutural de riffs invencibles en su solidez (creo que sólo una punta de adamantium podría atravesarlos), el bajo arrastrándose tenebrosamente en faceta casi maligna...

No ocultan los chicos de Nocturno, por lo demás, una filiación con el Lado Oscuro. No cantan ni media línea, pero reciclan la perorata final de Rosemary's Baby en “La Noche De Los Tiempos”. Sus temas llevan el sello de la noctívaga/nictálope Hécate desde los nombres mismos: “El Espíritu De La Serpiente”, “Belial”, “La Danza De Las Hijas Del Viento”... Si de por sí LNDLT es bien frikeante, imagínate lo que es escucharlo repasando las maléficas escenas que nos ha legado The Witch.

Después de una exhaustiva asimilación del disco, difícilmente el sol saldrá para tus ojos. O para tus oídos. O para tu conciencia. Caution: no apto para espíritus flácidos -ni Nocturno, ni The Witch, ni Lovecraft.


INFO ADICIONAL

Varios meses después, en el grupo face Unexplained Sounds, especializado en las vertientes más impenetrables del ambient y de la música electroacústica; encontré una hiperbólica compilación titulada Eudoxus (2016) -o cómo la bastarda prole maldita de Brian Eno logra mimetizarse a través del neopaganismo nórdico para esparcir el Mal hasta el Infinito (y más allá).

Este registro no es apto para personas con alto riesgo coronario. Son poco menos de cuatro horas de drones malformados, de atmósferas electrónicas sórdidas, de construcciones sonoras dantescas -por lo que se recomienda su escucha por partes, si no quiere uno/a dar con sus huesos en el manicomio más cercano. Ojo con el track 4, “Defiler”, de Inner Vision Laboratory: en lo más macabro del tema, estos polacos samplean la caprina voz de Black Phillip (The Witch)...

“What dost thou want?
Wouldst thou like the taste of butter?
A pretty dress?
Wouldst thou like to live delllllllllllliciously?”

Después, no quejarse del sustazo.


Hákim de Merv

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