domingo, 1 de abril de 2018

Fil Uno: Violonchelo Solo // Pututus Eléctricos: El Doc

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de marzo del 2018.)

No me extraña hoy que un trabajo como Violonchelo Solo (2016) eludiese el sonar en que se han convertido mis oídos y mi cabeza desde hace lustros. Es ésta la obra de un músico que bastante pronto se desentendió de cualquier formación dictaminada desde el conservatorio, pero que no pudo renunciar ni a su amor por la música barroca -Vivaldi, Prætorius, Bach, Händel- ni a su pasión apabullante por la experimentación sónica.

Fil Uno es el alias tras el que se esconde un artista que abrazó el violonchelo apenas terminase los estudios secundarios y que se ha dedicado a interrogar las resonantes posibilidades melódicas y acústicas del instrumento. Formado por Annika Petrozzi, FU ¿intuyó?/¿comprendió? que el violonchelo disponía de una enorme riqueza timbral como para quedar limitado a los prejuicios académicos de la música mal llamada clásica. Revisando información web sobre Violonchelo Solo, descubro que fue engendrado después de una larga y solitaria estadía en el Valle Sagrado, concretamente en Ollantaytambo -tras la cual, el músico procede a grabarle en una excepcionalmente alta calidad sonora sobre cinta magnética.

Son seis piezas instrumentales, cuya media alcanza los nueve minutos, marcadas por un monocorde sentido del minimalismo; y que, quién sabe precisamente por ello, parecen tender al serialismo del siglo XX. Otro rasgo a resaltar de este Violonchelo Solo es su naturaleza “física”, acaso porque el registro acústico exige una escucha con todos los sentidos concentrados a tal fin, pero también porque la composición misma no parte de melodías o ideas preconcebidas, sino que es el propio instrumento el que dirige la exploración propuesta a través de cada track. Y es en ese sentido que existe una cercanía con la música electrónica de sesgo experimental -dejo a libre elección la pertinencia de la comparación entre Fil Uno y Pauchi Sasaki, la gran referente nacional de la experimentación electroacústica que lleva meses como alumna del maestro Philip Glass.

Grabada en sistema analógico por Frank Cebreros y remasterizada nada menos que por Mario Brewer (Charly García, el “Flaco” Spinetta), la puesta de largo de FU tiene una contraparte documental de poco más de siete minutos de extensión, realizada por Sergio Vásquez, Carolina Cardich y Adrián Portugal. El cortometraje está disponible para su descarga gratuita en Vimeo.


Con un nombre como el suyo, por otro lado, era difícil que Pututus Eléctricos tuviese la misma suerte que Fil Uno al sortear el radar. Aún no tengo claro si se trata de un proyecto individual o de una banda. Cual fuere el caso, el mini-álbum debut El Doc (2017) es el resultado de un esfuerzo grupal -allí han intervenido Álex Michelsen, Bruno Ramos, Óscar González, Sarid Challco y Emilio Vucetich; siendo este último el sindicado cabecilla de PE.

Este ¿proyecto?/¿grupo? es originario de Cuzco, si bien actualmente ha fijado residencia en Lima. El método improvisacional fue el escogido para la creación de un cúmulo de temas, del que se extraerían/surgirían/se condensarían los elementos presentes en las tomas definitivas que moldearían a El Doc. No obstante, los siete surcos acreditan carices tan diversos, que en el balance se hace imposible hablar de disco y ¿banda? como instancias unitarias e incluso coherentes.

La base rítmica de El Doc, por ejemplo, remite alternativa y simultáneamente a la tradición vernacular de nuestro país (“El Why Not” como la mayor prueba tangible) y a colores provenientes de la paleta de las músicas pop de raíces negras -funk y soul, esencial pero no exclusivamente.

La cosa no queda allí, sin embargo. En guitarra, bajo, secuencias y saxo, tomando este último el lugar de las vocales en cinco de los números; se perciben decenas de guiños al jazz y al prog rock. Sobre todo al progre. Estaría tentado a clasificar a Pututus Eléctricos bajo esta etiqueta, si no fuese por dos cosas. Una es la exagerada concisión que presenta el álbum: en menos de media hora, ya dijo hola y chau, lo que contraviene tremendamente los cánones del género. Para bien.

La otra cosa que me impide catalogarle(s) de prog es que el esférico se las arregla para imponer por encima de esta mescolanza de influencias un groove callejero, achorado, barriobajero; que lo convierte en mundano antes que en “celestial” o “metafísico”. Este groove define la personalidad de PE, a pesar de la multiplicidad de sus raíces: lo torna macizo, psicodélico y popular, cálido, elegante y urgente. Probablemente sea ésta la cualidad original que acerca/reconcilia dos formas tan distintas de entender, sentir y hacer música; en éste y/o en cualquier lugar del mundo.


Hákim de Merv

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