(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de diciembre de 2025.)
De ahí mi sorpresa y alborozo al enterarme de la aparición de Fin Del Mundo, de Foschino, integrando el padrón de Eolo Producciones. Si bien de esta colaboración con la escudería de los Lluvia Ácida no se desprende forzosamente que la placa se concibiera y/o grabase en Magallanes, sí puede aventurarse que ha sido preñada por el aura de soledad/aislamiento/insularidad que distingue a la región. Esto se ve reflejado no sólo en el título que ha recibido el esférico, sino además en contenidos que priorizan la estética landscaping para perfilar el doble significado de un sintagma tan ambivalente como “fin del mundo”.
El primero de estos significados es el más literal. Aunque no presupone el final de la Tierra, sí el de la especie humana, tal cual subraya el músico en entrevista concedida a Radio Polar. Pensemos, pues, en un mundo silencioso; lleno de ecos naturales cuyas resonancias aumentan ante la desaparición de nuestra civilización (“La Ciudad”). Un planeta que sobrevive y prospera, tras el apocalipsis de nuestra extinción (“Dos Océanos”). Un orbe que se vuelve hacia el pasado con algo de pesadumbre, antes de entrar en un futuro idílico que sólo alcanzarán a atestiguar los últimos seres humanos (“Mare Blu 2”).
No es aconsejable trazar una línea divisoria para sumar temas bajo el segundo o el primero de los significados. Todos replican la bisemia propugnada aquí por el ¿ex? IIOII: de “Abstracto Desde El Acantilado” -que anuncia el doble leitmotiv sin vibras negativas, ni miedos ni remordimientos, sólo en paz- a “Fin Del Mundo” -catorce minutos que condensan las diversas facetas y emotividades del volumen, incluyendo guiñazos al dark ambient, como preparándonos para observar el inexorable final del Hombre-. Valiosa jornada de ambient electrónico.
También es verdad que el indie del nuevo siglo repite su papel relevante en relación a Nada Es Imposible (‘24). Como aquella vez, no es un indie omnipresente el del recientísimo Hágase La Luz, sino uno “omniabarcante” (enfatizar comillas). Su estela se deja oír efusiva nada más dar inicio el vigoroso pop/rock de “Fugitivo”, escuchándosele constantemente latir a lo largo del repertorio, hasta la culminación de la pesada “No Es Lo Tuyo”. Así y todo, dicho protagonismo se halla lejos de ser asfixiante, como lo demuestra el cariz variopinto y desglosable que emerge en cada número.
Ejemplos sobran, entonces, para ilustrar la proteicidad del indie puesto en práctica por Claudio Lavin y Francisco Lillo Ortega. Cualidad que el género de marras ha hecho suya desde que abandonase el underground durante los primeros 90s, y que le ha permitido adaptarse a los cambios que han traído los nuevos tiempos en el curso de tres décadas. Por lo demás, las letras sugieren un paseo por diversidad de emociones, paseo que termina emulando una circunvalación -rubricada ahora por Lillo Ortega, quien eleva sus vocales varios tonos arriba de lo normal si la ocasión así lo precisa.
Hákim de Merv




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