Éste debe contarse
entre los calendarios más prolíficos para la mancuerna formada por la
discográfica itálica Unexplained Sounds y su anexo Eighth Tower Records.
Algunos de los títulos pertenecientes a esta cosecha ya han sido repasados en este espacio, pero el rush editorial llega tan sostenido al último tramo del año,
que me siento conminado a revisar por lo menos uno de los más recientes volúmenes
a los que el sello ha dado luz verde. Entre inusuales e inopinadas exquisiteces
como Balkan Experimental Survey - Post Industrial Culture Series o Anthology Of Electroacoustic Lebanese Music, escojo para ello la compilación ElectroFrameWork.

En concordancia con
el ejemplo del párrafo previo, los contrastes menudean durante las más de dos
horas de tensa neurosis sónica con que ElectroFrameWork
vapulea a quien merodea sus lindes sin estar al tanto. En una esquina, el
futurismo post-urbano (¿también post-humano?) de “Dahomey Kingdom”
(Sonologyst), el drone experimental de “Pesto Solo” (d E), las hirsutas
texturas asincrónicas de “Discord” (Thomas Grezenbach), el incómodo cachetadón
ambient de “Ausstrahlung” (Giorgio Sancristoforo) y la desolación que produce
el oscuro jazz tribal de “Perturbation 2” (Immara). En la otra esquina, la
repujada nocturnidad de “Moon Faced Buddha” (Cupis, saxo incluido), la solemne
distensión cuasi-lúdica de “Open Set 1” (Daniel Barbiero + Ken Moore + Dave
Vosh), el carrusel para sombras chinescas de “Oiseau Dans L’Espace” (Diego
Arcadio), el monstruoso post-clasicismo contemporáneo de “Untitled III” (Yixuan
Shao & Fahmi Mursyid), y los insólitos trazos melódicos de “Wave” (Lucia
Caiazza).
En el más extremo
de los casos alejándose apenas algunos metros del dark ambient identitario de
ambas escuderías, con ElectroFrameWork
Raffaele Pezzella persiste en el intento de hacer de su propuesta sonora una de
las parcelas más autárquicas, agrestes e impresionantes de la escena
underground en el contexto electrónico contemporáneo. Hasta ahora, en ese
empeño le acompaña el éxito.
Si no en la edición
física, por lo menos en BandCamp el corolario es un video: “6EQUJ5-11-1
(Gandahar Remix)”, de ATM.

Enigmáticas y
vastas superficies pétreas de una antigüedad opresiva, pero
rodeadas/intervenidas por tecnología futurista, se materializan en muchas de
las imágenes que el proyecto de Sasha Cats sugiere a través de sus
composiciones. La individualista ensaya en Echoes...
con multitud de infinitesimales capas de sonido, entretejidas para su consumo
aural/visual, moldeando un electrónico ambient crepuscular que no demora en astillarse
en dimensiones varias, acicateado por una epatante recurrencia al drone.

¿Sí? ¿No? Decídelo
tú mismo/a, mientras escuchas arder el vacío.

Exceptuando el antecedente
de Ear & Dark, experiencia consignada entre los pergaminos del grupo y de
la que no he encontrado nada en Internet, M&M es la segunda vida de
Shocking White. Fue éste un trío nacido en el seno de la escena underground
danesa, formado por Jan Petersen (guitarra, voz), Rune Randlev (bajo) y Marco Bøgehøj
(batería). En activo desde el 2009, SW llegó a acuñar cuatro albums: los tres
primeros fueron publicados por su propio sello, Fat Phone Records, a la vieja
usanza del DIY punk. Sólo el último de éstos, Reptilize You (marzo del 2015), puede encontrarse online; ya que It’s A Sick World... But I Like It
(2010) y Piece Of Ache (2012) fueron
prensados en vinilo. En cuanto al postrer Ghosting
(Tapetown Records, 2017), las referencias en la Red señalan que supuso cierta
involución estilística -suena más cerca del punk y la no wave que el Reptilize..., que es bien post punk y
noise rock-, mas no artística.

La ascendencia
noise rock 80s, ésa que inaugurase The Jesus And Mary Chain, es innegable.
También lo es la impronta de los caminos que esa correntada de distorsión
siguió hasta la aparición del fundacional Isn’t
Anything (1988) de My Bloody Valentine. Lo que no está claro es si Me &
Munich también bebe del shoegazing. En los cinco surcos del EP, éste se hace
tangible únicamente a través de interludios fugaces -de los cuales, la mayoría
se condensa en el track homónimo. Los demás se hallan muy dispersos entre sí. Ergo,
es el ruido como “agente contaminante”, y no como “posibilidad de expresión
artística”; el que por ahora signa el destino del dueto.
Un inicio mesurado,
para una incipiente trayectoria que quizá luego surque otros mares.
Hákim de Merv