viernes, 26 de mayo de 2023

TrilceCien: Estruendo En El Silencio // Paraíso Ambulante: Ninja

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de mayo del 2023.)

Trilce, la obra más representativa de César Vallejo, catalogado como el mayor poeta de la literatura peruana; ha cumplido un siglo de publicada en octubre del año pasado. Escrita entre 1918 y 1922, fue ninguneada hasta 1930, año en que empieza su revaloración gracias a la edición en España con prólogo de José Bergamín Gutiérrez -dramaturgo y poeta adscrito por afinidad a la Generación del 27. Desde entonces, se le ha considerado texto capital de las letras nacionales e integrado en currículas escolares y universitarias durante décadas, extendiéndose así su influencia más allá de las esferas meramente literarias.

Para los/as melómanos/as más avezados/as, Trilce guarda un segundo significado, provisto por el track que abre En Cielo De Océano (‘93), debut en largo de Silvania y uno de los álbums más hermosos concebidos en la lengua de Cervantes. De ello se hicieron visible eco Antonio Gutiérrez y Fernando Gonzáles, fundadores de Trilce Discos, marca independiente que ya va por los trece años de vida. La notoria alusión hecha por el legendario grupo cobra especial relieve, pues, al conmemorar el poemario vallejiano su primer centenario: de ahí que la reconocida plataforma se sume a la celebración de la efemérides con el consabido volumen discográfico.

TrilceCien: Estruendo En El Silencio reúne a algunos grupos y artistas locales, consagrados a reinterpretar once de los 77 poemas del libro utilizando el idioma de la música -concretamente el del pop contemporáneo. Hubiera sido interesante saber qué pensaría Vallejo de estas relecturas de su opus, cosa del todo imposible pero no por ello menos digna de especulación. Ya que él no puede emitir opinión al respecto, nos toca hacerlo a quienes estamos aquí. Empecemos, entonces, por decir que hay de todo: jugadas vistosas, bloopers desafortunados y experimentos horrorosos (por no decir monstruosos). Lástima que, entre las primeras, ninguna alcance grado sustantivo.

En efecto, ubicadas sobre todo en la segunda mitad de la jornada, las pistas que cosechan pulgares arriba se mueven entre el pop acústico de buen paso (“Poema XLIII (Quién Sabe)” de NenaPop), que unas veces suena algo rezongón (“Poema XXXII (999 Calorías)” de Dr. Didi) y que otras se queda a medio arroparse de una aureola de crooner (“Poema LXXVII” de Raúl Montañez). A las ya mencionadas hay que sumar la del alias arequipeño Reverb Chamber, cuyo “Poema VII” posee una elegancia entre cansina y melancólica, y las de Alunaki (“Poema XLIV”) y de Darko Saric (“Poema LI (También He Sido Así)”). Estas últimas, saliéndose del molde, en clave “plugged” -con su acostumbrado trote tripgaze la aventura del mistiano Raúl Begazo, sorprendentemente bucólico el frontman de Indigo.

Dejo el resto para el final. No precisamente “son pocas pero son”, las versiones que no cuajan. “Poema XII” de Pawkarmayta y “Poema XLI” de Muki Sabogal apelan a atmósferas bizarras, inspiradas al parecer en cualquier cosa menos en la pluma del aedo liberteño. Oscuras, inexpresivas, casi robóticas; considero que su estética no es definitivamente la mejor opción para acercarse al corpus de Vallejo, aunque sí podrían funcionar alejándose de esa fuente. No se puede decir lo mismo de “Poema XXX” de Sheila Guzmán ni de “Poema XIII” de Dalmacia Ruiz, en la práctica declamaciones planas/lineales/romas que no cumplen con el cometido del CD (sobre todo la propuesta de Ruiz). Menos aún de “Poema IX (Canción 9)”, a cargo de Vrianch & Frido Martin, horripilante entuerto de raggamuffin electro cuyas cacofónicas vocales terminan por hacerla merecedora de muerte en la hoguera. Un muy mal chiste, totalmente fuera de lugar.

Ejemplo de esas raras asociaciones de las que está plagada la historia de las escenas independientes peruanas, asociaciones nacidas en la confluencia casual y breve de personalidades excéntricas, y que por ende apenas si legan algún testimonio (difícilmente ubicable) de su existencia; Tanuki Metal Yonin Plus fue un colectivo cuya técnica se fundaba en la improvisación y en una libertad creativa desplegada más allá de los géneros. Semejante praxis devendría pronto en parcela propia, visitada por vástagos no reconocidos y coetáneos suyos como Ensamble Santos Matta, Doppelgänger, _BAS, Nicotina Es Primavera, Mao Tse Tung, InDuo Antropomorfo y otros.

Se ha aludido a esta alineación comparándola a la de un “dream team”. Razón no le falta al símil: en ella estuvieron Teté Leguía (Space Bee), Bruno Sánchez (Turbopótamos) y Carlos French (El Jefazo). También fue de aquella partida Pedro Fukuda, quien recién después de tres lustros volvió a dar señales de vida mediante algunas grabaciones con Artaud, el notable proyecto de Erick Baltodano, hermano de Boris (Ancestro). En marzo pasado, el músico editó a través de Discos Astromelia el unigénito documento de una nueva experiencia suya. Documento póstumo, por desgracia, ya que las líneas en BandCamp hablan inequívocamente del carácter testamental de la placa. Paraíso Ambulante, pues, se da a conocer cuando en el mejor de los casos inicia una prolongada temporada en cuarteles de invierno -luego de 11 años de intermitente existencia, si hemos de atender la información de los cortes más antiguos dispuestos en su cuenta SoundCloud.

Sí puede aseverarse, en cambio, que Ninja es la primera rodaja concebido como tal por Fukuda valiéndose de un formato grupal antes que de uno individualista. Además de Pedro, en el esférico intervienen Enrique Trelles (Suma), Franz Núñez (Búho Ermitaño) y Alejandro Haaker (Sabor Y Control); todos ellos específicamente convocados para las sesiones conducentes a la elaboración del artefacto. Es éste una demostración no sólo de cuánto marcaron a Pedro los días como TMYP, sino además la constatación del desarrollo de la metodología aplicada en esa precedente experiencia.

Tal cual Tanuki Metal Yonin Plus, las cuatro composiciones de Ninja encuentran cobijo en la experimentación a que dan lugar los procesos compositivos basados en la improvisación. En permanente diálogo, los integrantes de esta encarnación de Paraíso Ambulante orientan sus esfuerzos sobre todo a la sección rítmica de los surcos. Ya sea que pongan en práctica las lecciones de la última vanguardia de la música pop con derecho a llamarse así -Excepter, Gang Gang Dance, Double Leopards, Sightings-, como en “Despedida Del Teatro Ambulante”, o que no pierdan de vista la melodía pese a sonar como freejazzistas del futuro, como en la deliciosa apertura “KASHF”; siempre están presentes en primeros planos la indesmayable percusión polirrítmica y el pericoteo fragoroso de un bajo mutante. ¿Las guitarras? Casi inexistentes, de tan dosificadas que lucen.

Ninja viene provisto de un hidden track sin título. En éste, Paraíso Ambulante pondera su lado más tribal, sin apartarse de la austeridad que respira el resto de la rodaja. Debido a ese minimalismo enfrentado entre lo exótico y lo ritual, espontáneamente surgen conexiones inquietantes, pero sobre todo muy sugestivas con el after punk usamericano que estalló en New York y alrededores a fines de los 70s. Imposible no acordarse de Liquid Liquid o de Konk cuando el jazz dadaísta del bonus repta derramándose canalizado en ángulos no previstos, preso de una neurosis hipnotizante. El perfecto contrapunto para un tema como “SIHR”, dotado de una atonalidad filo-industrial, cuyos polirritmos se ven aderezados con voces gritantes y fluctuaciones caóticas. Algo así como escuchar los delirios de un Sun Ra en huiros, o a unos Fluxus amancebados a los Residents.

Hákim de Merv

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