jueves, 19 de diciembre de 2024

Trampaluz: Un Espacio Sin Sol // Lluvia Ácida: Puntarenazo // Brown Sur: Nada Es Imposible

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de diciembre de 2024.)

Ha sido un calendario jodidamente prolífico para Trampaluz. En abril, mayo y agosto, el unipersonal de Fernando Arce liberó a través de la peruana Chip Musik los LPs La Memoria Inerte, La Rutina Inversa - Remezclas y El Espíritu De Un Momento. En simultáneo, el mapocho se sirvió de los bytes de su BandCamp para lanzamientos de minutaje recortado: Sin Nombre EP (enero), La Sombra En La Ola EP (junio) y Secuencia Temporal EP (octubre). Todos atenidos a esa vieja máxima del post rock que apunta a retratar para la posteridad sorpresivos picos de estamina, latigazos de iluminación zen, inopinadas conjunciones/combinaciones de disposición emocional y circunstancias vitales.

Por supuesto, el proceso de “documentar la inspiración” no garantiza per se la calidad de la obra de arte -sea que hablemos de un disco, de un libro, de una pintura, de un film. La tropa post rock no era inmune a resbalones o pasos en falso, ni durante los 90s ni después. Corresponde a cada quien asignar un juicio de valor según los propios parámetros, así como fundamentarse en ellos al escoger para sí la jornada más cara de un/a artista determinado/a. Ésa es la razón por la que elijo Un Espacio Sin Sol, que Fernando editase vía Chip en septiembre.

Lenguaje afín al del post, los cincuenta y tres minutos más monedas de Un Espacio... son dominados por el bliss pop. Su fisionomía oscila, por ende, entre el éter y el harsh noise. Más allá de la fluctuación, el sonido se desborda como si se tratase de un río carente de orillas -visibles, al menos. A veces, el anegamiento se percibe como riada inmensa (“Antiguo Espacio Aéreo”). A veces, se intuye como estuario de proporciones titánicas (“Un Océano Sin Luz”). Sea una imagen o la otra, la crecida de Trampaluz avanza caudalosa sin ser por necesidad perjudicial. En ello tienen que ver sus atmósferas disciplinadamente caóticas (“A Través De La Superficie”), sus programaciones sencillas más no minimales (“Tormenta En Cámara Lenta”, “Alcance A La Deriva”), sus eléctricas que funcionan como crochés (“Continuos Ascensos Y Descensos”).

Cierra Un Espacio Sin Sol la versión de un tal proyecto Óxido de “Un Momento De Daño Profundo”, y un remix que éste acomete de “Llevado Sobre Las Olas”. Me quedo con la primigenia toma de “Llevado...”, incluida en el CD, al ser la primera vez que escucho a Trampaluz rozar la rítmica del jungle: no un acercamiento frontal, sino tenue, lo que confiere cierto cariz exótico al bliss que aquí iza Arce. Es la variedad de Windy & Carl, con todo, el input que prefigura los cauces surcados por la rodaja -uno que hace pensar por igual en Lovesliescrushing y en Flying Saucer Attack, uno que habla de geografías inmateriales, dejadas atrás en riberas que estas aguas no volverán a bañar.

13 meses se han desgajado desde la aparición de Puntarenazo, el último testimonio de Lluvia Ácida, cuyo concepto de fondo es precisamente la primera manifestación anti-pinochetista realizada en territorio chileno -y más concretamente, motivo de orgullo para los/as magallánicos/as, en Punta Arenas. Con Pinochet in situ. Me hubiera gustado comentarle en su momento o a poco de eyectarse, pero todavía no terminaba de asimilar las dos antologías que la dupla subiese a YouTube Music en modalidad playlist. Siendo el suyo un nom de guerre que lleva tres décadas a cuestas, siempre es un placer repasar su extensa discografía a través de sustanciosas recopilaciones, y vaya que tanto Antología I (1996 - 2007) como Antología II (2007 - 2021) lo son (equivalentes cada una a un díptico).

La demora de mi parte ha tenido sus ventajas, no obstante. Además de cumplirse en febrero de este año cuatro décadas del acontecimiento, decisivo en el camino de la reconquista de la democracia, Puntarenazo ha hecho las veces de revulsivo en sectores de la población chilena partidarios de la dictadura militar 1973-1990. Sectores que han reaccionado acorde, convirtiéndose en significativo indicador, pues uno/a creería que éstos debieran haber visto disminuir sus mesnadas con el tiempo. Aquí aporto algo de mi cosecha personal: de todos los/as amigos/as y conocidos/as que he hecho en el hermano país, por redes o visitándoles, he conectado con el 100% de ellos/as gracias a la Música. Y el 99.99% son, sino simpatizantes de izquierda, decididamente anti-pinochetistas. Pese a ello, lejos de traducirse estas cifras en su mengua, la derecha facha no ha decrecido; entorpeciendo el avance de la nación sureña.

Colgado a fines de octubre del ‘23 y apuntalado por la Fundación Cultural de Punta Arenas, Puntarenazo (Pueblo Nuevo) narra los hechos acaecidos antes/durante/después del singular episodio histórico, en orden cronológico y de primera mano. Para validar lo primero, basta conocer el desarrollo del incidente, fácil de googlear y de corroborar. Para lo segundo, Héctor Aguilar y Rafael Cheuquelaf han compilado multitud de declaraciones de los protagonistas puntarenenses del suceso, así como grabaciones radiales y televisivas de aquel entonces. De este modo, la placa inicia situando al/a la escucha en la XII Región de Chile, la más austral no sólo de la república, sino también de Sudamérica. Amén del color de la ciudad y de la época, “Magallanes 1984” ofrece una muestra de la música que cultivará LlA en este trabajo, acaso el más dilatado de toda su trayectoria: forjado sobre las bases de una electrónica naturalista que el binomio cincela desde hace por lo menos tres lustros, el synth templado y austero del esférico se acomoda de tal forma que conecta sin sobresaltos con un ambient polimórfico, si bien existe cierta recurrencia comprensible hacia climas oscuros. Eventualmente otros visos se harán presentes -como el trip hop (“Resistencia”) o el proto industrial (“El Cabildo”).

Fragmentos de emisiones radiofónicas propaladas durante esas horas de zozobra se intercalan así con declaraciones que muchos años después, y tras el regreso al orden democrático, brindasen algunas de las personas que integraron la a todas luces espontánea manifestación contra la Junta Militar presidida por Pinochet. Espontánea, sí, en la medida en que involucró a ciudadanos/as de diferentes preferencias políticas, profesantes de distintos credos, militantes en diversos sindicatos y movimientos estudiantiles, provenientes de todos los estratos sociales. Los nombres de Marcos Buvinic, Omar Lavín, Carlos Mladinic, Manuel Rodríguez y Jorge Murillo se suman  a  otros  tal  vez menos patentes,  pero   que  asimismo   dan   fe  del  estado  de cosas -compartido en las demás regiones de Chile- que impulsó al pueblo de Magallanes a plantar cara al fallecido dictador, culpable de innumerables casos de violación de derechos humanos.

De esta guisa, Lluvia Ácida teje un relato del Puntarenazo revisitado desde una cuidada perspectiva histórica, que también contempla -cómo no- las reacciones en su contra por parte de simpatizantes locales del régimen (“Refugiados En La Catedral”). Relato esforzadamente matizado por un synth casi nunca pop -el dark ambient al que se acerca el tándem Aguilar-Cheuquelaf aflora sutilmente en “Gritos En La Plaza”, coronado por segmentos de una pulsante thrilltrónica que recuerda el score de la presagiosa Contagion (‘11), y detona en toda su lúgubre densidad en “El Bombazo”. “La TIFA”, que alude a la tarjeta identificatoria del personal perteneciente a las fuerzas armadas, atenúa el impacto del número anterior proponiendo una larga suite de ambient semi acústico; como mullendo la ruta de la solemne melodía de “Requiem Por Fátima”, compuesta en memoria del atentado contra la parroquia Nuestra Señora de Fátima, en Punta Arenas (e inspirada parcialmente en el tema central de la película Schindler’s List).

Puntarenazo termina diciendo “Nunca Más”, guiñando casi imperceptiblemente a la chacarera sin abandonar su codificación synth, que aquí se halla más cerca que nunca de acceder a la categoría pop. Otro capítulo indispensable en el luengo andar de Rafael y Héctor, quienes no sólo se comprometen con su medio ambiente, sino además con su historia (cf. el documental El Camino De La Memoria, de Cheuquelaf). Bajo ningún concepto ya, debe considerárseles sólo músicos, y con esto no creo estar diciendo nada nuevo.

No corrió mucho tiempo antes de que Brown Sur entregara sucesor de su versátil debut, Histeria Del Mundo (‘23), replegando el abanico de éste para avigorar las resonancias del siguiente paso. Nada Es Imposible es un mini-álbum donde Francisco Lillo Ortega y Claudio Lavin vierten ideas de manera más puntual respecto del estreno, cuya envoltura psicodélica admitía sonoridades de variopinta raíz: big music, pop/rock, indie... Precisamente es esta última aquella por la que el dueto ha decidido decantarse, al menos circunstancialmente.

No es una elección excluyente, obvio, aunque sí son notorias las cribas que permiten acceso a estilos que no se estrellen contra ese cajón de sastre en que ha devenido el indie rock de los 10s en adelante. Para muestra, la apertura “Relato”, cuyo robusto registro de paso suave concede libre albedrío a una guitarra de volátil incandescencia y a unas baquetas de laxa serenidad, mientras el spoken word divaga en medio de landscapes desérticos y algo surreales.

De similar acabado imponente también participan el cierre “Elixir”, “Aguacero” y “Nada Es Imposible”, si bien en estos dos últimos canales Brown Sur asoma mucho más sincronizado con un rock agreste y achorado. En tanto el track epónimo abre con un airado riff de grecas metálicas, bajando las lecturas de adrenalina pero no las de intensidad, a la par del incremento de sampleos varios; “Aguacero” tiene una mayor constancia en ese sentido, preocupándose de mantener el flirteo entre la mancuerna santiaguina y el folk.

No siendo Nada Es Imposible un plástico de muchas entradas (7), sólo queda pasar revista a aquellas en que es justamente el folk el actor principal. “Artefacto”, “Cerco” y “Pajarillo Verde” comparten dicha característica. El intro acústico de la primera declara esa predilección, sostenida incluso después de enchufarse, y otro tanto ocurre con “Cerco”. Previsiblemente, la expresión más acabada del contubernio entre indie y folk es “Pajarillo Verde”, todo un ejercicio de timing folkie muy en la onda del fantástico rock mestizo que inundase la región en los 90s -ayuda, claro, que se trate de una canción ajena (Cecilia Todd), extraída del repertorio de música autóctona de Venezuela.

Hákim de Merv

2 comentarios:

  1. Qué buenos trabajos se muestran en este blog, el primero de Trampaluz se digiere muy bien de acuerdo a la descripción. ¡¡Felicitaciones por el trabajo.!!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias, estimado Miguel. Se hace lo que se puede. Abrazos mil, y saludos desde Lima.

      Borrar