(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de marzo de 2025.)
De padre aficionado al piano y a la guitarra, la cantautora empieza siendo una niña. No tengo claro si su proyecto solista Julieta Azul data de aquella época y se reactivó tras extinguirse el grupo de covers que integró en quinto de secundaria, o si Julieta Azul -que acredita un EP subido a SoundCloud en el ‘16, Artificial- arranca al decidirse a hacer camino sola. Como fuere, es recién en el ‘23 que aparece la primera referencia a título personal -el mencionado Hipersensible. Allí se hacen presentes in extenso las características del pop facturado por la muchacha: sencillo, honesto hasta decir basta, próximo al folk y al indie, contraproducentemente severo, muy pocas veces rockero, tan tributario de su frugal par anglosajón como de su mexicana contraparte mainstream.
La voz de Tokeshi es aterciopelada. Claramente, Elisa es bien consciente de sus límites, y debido a ello se mantiene en los cauces de uso frecuente. Por eso es que no defrauda nunca. Esto último enmarca esa irresistible empatía con que la autora, de pronunciada tendencia a la coprolalia, nimba el abanico de emociones -mayormente negativas- que atraviesan sus canciones. Sólo en el surco epónimo, que arranca con efecto “vinílico” y ella al piano, las vocales llegan a desbordarse, consecuencia de la furia que les domina. No es para menos: Mi Peor Accidente EP parece consagrarse por entero a ajustar cuentas con un ex de la limeña -gruesa o leve, cada palabra tiene implícito destinatario de señas particulares, en medio de alusiones a likes y a bloqueos de WhatsApp. Lástima que hubo de mediar el final de la relación con mi enamorada para internarme en su agridulce aura. A nosotros también nos dejan, y no duele menos.
Por espacio de escasos 16 minutos y monedas, Micromapas... incursiona en hostiles dimensiones en las que el Ruido es cal y canto, no importa sea éste digital o analógico. Rodríguez se rinde en cuerpo y espíritu ante la posesión casi sobrenatural de un estado bersek informático, de ésos que abundaban en los viejos 90s y que ya le habían sobrepasado en Manual De Ornitología. Como en aquella ocasión, el músico se apertrecha de variables aleatorias para consolidar la hegemonía de atmósferas fragmentarias -que, por sus broncos/dramáticos golpes de timón, recuerdan a la distancia las cuarteadas postales post apocalípticas de la seminal pandilla de Blixa Bargeld en sus mejores tiempos. El tratamiento es, pues, consonante con el del poluto ersatz erosivo/corrupto que reinase soberano en MDO.
En algunos números, el Ruido cede lugar a insólitos colchones de palios armónicos, de ondas hertzianas de pulsión sobria. En “Sub Estación 79”, por ejemplo, la herrumbre descargada sobre lo más parecido que puede tener este Micromapas... a una secuencia se difumina al paso de pulsos ordenados que no tienen inconveniente en convivir a la par de cacofonías mil. Aunque de forma menos evidente, en “Análisis De Sedimento” sucede algo similar. Sin embargo, Micromapas Del Subsuelo cierra con “Hélices En Reversa”, cuyo óxido me trajo a la memoria esa obra de expresionismo cyberpunk que es Tetsuo The Ironman (1989). La ilusión dura lo justo, pues tras la avalancha de saturación analógica va ni-tan-de-fondo ese ruidismo empleado por el polímata, hasta colgarse y dispararle el tiro de gracia a la jornada. Auspiciosa manera de empezar el año. Publica la chilena Rata Sorda Rec.
Hákim de Merv
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