jueves, 20 de marzo de 2025

Elisa Tokeshi: Mi Peor Accidente EP // José A. Rodríguez: Micromapas Del Subsuelo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de marzo de 2025.)

No había querido escribir sobre Elisa Tokeshi hasta ahora. Principalmente, porque me era imposible sintonizar con su desmadejado pop de hábitos coprolálicos, menos aún con esas vocales equilibristas entre volcánicas y desapasionadas. Quiero decir, la comprendía y sabía que era talentosa. Pero no conseguía sentirla, establecer una conexión fuerte y segura con la música que liberaba al éter. Cuando aparece Hipersensible (hubiera quedado mejor con los signos de admiración consignados en portada), pensé que acaso podía ser una cuestión generacional, ya que la peruana es bastante joven. Hoy sé que los tiros no van por ahí, sino por otro lado -el de las horas más oscuras, sentenciaría Dave Mustaine.

De padre aficionado al piano y a la guitarra, la cantautora empieza siendo una niña. No tengo claro si su proyecto solista Julieta Azul data de aquella época y se reactivó tras extinguirse el grupo de covers que integró en quinto de secundaria, o si Julieta Azul -que acredita un EP subido a SoundCloud en el ‘16, Artificial- arranca al decidirse a hacer camino sola. Como fuere, es recién en el ‘23 que aparece la primera referencia a título personal -el mencionado Hipersensible. Allí se hacen presentes in extenso las características del pop facturado por la muchacha: sencillo, honesto hasta decir basta, próximo al folk y al indie, contraproducentemente severo, muy pocas veces rockero, tan tributario de su frugal par anglosajón como de su mexicana contraparte mainstream.

Abre Tokeshi este 2025 por medio de Mi Peor Accidente EP. En la práctica, el extended es una prolongación de Hipersensible, salvo por la ruta escogida -excluyentemente acústica, o a lo sumo electroacústica. Pop desnudo cuyas raíces pueden rastrearse hasta los glasgüenses Camera Obscura por un lado, mientras que por el otro ganan la orilla de los bristolianos The Sundays, pasando a mitad de camino por Julieta Venegas o los finteros de Belanova. Lo mismo que las del debut, “intensidad” es un vocablo que define muy apropiadamente las cuatro pistas de la rodaja: “Hay Un Hombre En Mi Cabeza” (estrenada el año anterior), “Toxic”, “EX” y “Mi Peor Accidente”. Ninguna siquiera se aproxima al “rhythm’n’blues nigeriano” o al “afropop” cacareados en algunos comentarios online con pana y concha.

La voz de Tokeshi es aterciopelada. Claramente, Elisa es bien consciente de sus límites, y debido a ello se mantiene en los cauces de uso frecuente. Por eso es que no defrauda nunca. Esto último enmarca esa irresistible empatía con que la autora, de pronunciada tendencia a la coprolalia, nimba el abanico de emociones -mayormente negativas- que atraviesan sus canciones. Sólo en el surco epónimo, que arranca con efecto “vinílico” y ella al piano, las vocales llegan a desbordarse, consecuencia de la furia que les domina. No es para menos: Mi Peor Accidente EP parece consagrarse por entero a ajustar cuentas con un ex de la limeña -gruesa o leve, cada palabra tiene implícito destinatario de señas particulares, en medio de alusiones a likes y a bloqueos de WhatsApp. Lástima que hubo de mediar el final de la relación con mi enamorada para internarme en su agridulce aura. A nosotros también nos dejan, y no duele menos.


Novísimo mazazo que sucede al escuezante Manual De Ornitología (‘20), en Micromapas Del Subsuelo da pie José A. Rodríguez a una perfecta performance imbuida de esa profusa estética del Ruido a que se consagrase usando nombre propio. De esta forma, consolida el capitalino su faceta como cultor del noise, una bien distinta de las que acreditase a otras identidades (Aloysius Acker, los primeros años de Puna). En comparación con su antecesor, el mini-álbum consigue apenas ser catalogado como tal, si bien se da maña para transformar los conceptos subyacentes a su resonante título en significativas y estrepitosas sonoridades -que recorren la gradación ruidista sorteando hitos de algunos alias célebres como, digamos, los finlandeses PanSonic o el japonés Merzbow. El mérito es, ergo, doble.

Por espacio de escasos 16 minutos y monedas, Micromapas... incursiona en hostiles dimensiones en las que el Ruido es cal y canto, no importa sea éste digital o analógico. Rodríguez se rinde en cuerpo y espíritu ante la posesión casi sobrenatural de un estado bersek informático, de ésos que abundaban en los viejos 90s y que ya le habían sobrepasado en Manual De Ornitología. Como en aquella ocasión, el músico se apertrecha de variables aleatorias para consolidar la hegemonía de atmósferas fragmentarias -que, por sus broncos/dramáticos golpes de timón, recuerdan a la distancia las cuarteadas postales post apocalípticas de la seminal pandilla de Blixa Bargeld en sus mejores tiempos. El tratamiento es, pues, consonante con el del poluto ersatz erosivo/corrupto que reinase soberano en MDO.

¿Alguna diferencia sustantiva, entonces? Sí. Ésta se halla en relación directa con la austeridad draconianamente minimal que encorseta prácticamente la totalidad del mini-LP. “Prácticamente” porque, siendo verdad que determinados segmentos de MDS coquetean con las obras de los fineses o del nipón mentados, no es menos cierto que no todo en el disco es ruido desestructurado de instinto asesino. Es como si la indómita naturaleza airada y la necesidad de constante fractura hubieran sido subsumidas por el libreño a un ruidismo azaroso de moderadas frecuencias y copiosos ambientes vacíos. Ahí están las fugaces “Yacimiento Mineral” y “Osario De Hexágonos”, o “Hidrografía Subterránea”, para demostrarlo. Refuerza asimismo dicha impresión la impronta consignada en los bautizos de los tracks, más afines a carreras ligadas a la ingeniería de minas o a la topografía.

En algunos números, el Ruido cede lugar a insólitos colchones de palios armónicos, de ondas hertzianas de pulsión sobria. En “Sub Estación 79”, por ejemplo, la herrumbre descargada sobre lo más parecido que puede tener este Micromapas... a una secuencia se difumina al paso de pulsos ordenados que no tienen inconveniente en convivir a la par de cacofonías mil. Aunque de forma menos evidente, en “Análisis De Sedimento” sucede algo similar. Sin embargo, Micromapas Del Subsuelo cierra con “Hélices En Reversa”, cuyo óxido me trajo a la memoria esa obra de expresionismo cyberpunk que es Tetsuo The Ironman (1989). La ilusión dura lo justo, pues tras la avalancha de saturación analógica va ni-tan-de-fondo ese ruidismo empleado por el polímata, hasta colgarse y dispararle el tiro de gracia a la jornada. Auspiciosa manera de empezar el año. Publica la chilena Rata Sorda Rec.

Hákim de Merv

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