(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de julio de 2025.)
Luego de darse a conocer con la reedición (‘13) de su epónimo estreno (‘12), Bondage ha vagabundeado husmeando insistente en esas zonas francas en que se enyuntan la electrónica analógica y el Ruido en su acepción más cruda e intensa. Con números que van del synth punk menos aquiescente al industrial a un paso de la hipérbole absoluta, el peruano siempre ha batido campanas llamando a la hecatombe de las convenciones, al Armagedón del establishment, a la demolición de las apariencias. Sus trabajos coadyuvan esa cruzada, asimismo, faltos de requisitos “formales” como la alta fidelidad y los modos recurrentes en aquello que todavía entendemos por “canción”.
No es que Homoplaxmosis EP desande el camino. Lo que hace es mitigar las turbulencias y desbastar las salientes de que se apertrecha de continuo la música de Bondage. ¿Con qué propósito? Con el de permitir la inserción de otros códigos, en frecuencias similares éstos a los que viene empleando desde hace más de una década el individualista norteño. En “Pesadilla”, por ejemplo, la machacona batería y el constante regodeo del bajo me hacen pensar en Chrome. La banda de Damon Edge y Helios Creed es conjurada también en la pista homónima, junto a otras referencias convergentes como la no wave y el primer Neubauten.
Difícil ser aún más ilustrativo acerca de Homoplaxmosis EP, artefacto que logra desafiar incluso las taxonomías más flexibles -a mí me ha hecho reconsiderar el lugar que ocupa en la vasta Meloteca de Babel.
Y en cuanto a los intrilingüis del trío, refiere éste que en el ‘23 el bajista y vocalista Alejandro Suni-Álvarez se mandó mudar a Canadá. Volvería más adelante, sólo para ver cómo el baterista Julio César Araujo (Kurandera, Brujo Mayor) zafaba. Suni-Álvarez y el guitarrista Magno Mendoza consiguieron moldear una versión demo del disco. A punto de ingresar al estudio a darle forma definitiva, regresó Araujo para ocupar su justa posición en el line-up. Completos, grabaron las sesiones de Beyond Paranoia en el estudio Dragón Verde. La crónica se consigna en el BandCamp de Rifle.
Me deja un poco confundido este Beyond Paranoia. Posee un sonido mucho más clásico que el debut Repossessed (‘22), al punto de no quedarme claro si lo suyo ahora es un stoner rock estofado -del verbo estofar, por siaca, cf. la RAE- en heavy psych y blues, o si actualmente optan por abrazar un heavy psych stoneado y bluesero. En ambos escenarios, nótese, el blues es un ingrediente con visos de imprescindible -pero no por ello protagónico, como atestiguan “She Got A Spirit” o la senescente “Inner Whisper”, de pudorosa ascendencia hendrixiana las dos.
Falta agregar unas cuantas palabras acerca de las baquetas. Casi ninguno de los canales arranca desmarcándose de los medios tiempos, circunstancia que nos permite apreciar la pródiga contención a que se aplica Araujo desde la teba (“Break The Voodoo”). Cuando debe soltar amarras, empero, no tiene empacho en redoblar esfuerzos a fin de elevar el pulso (“Gipsy Spell”, “Inner Whisper”). Se le siente concentrado, en armonía con los otros dos tercios de Rifle. Si Repossessed es un sonoro cachetadón de bienvenida que recomendar, Beyond Paranoia no se merece menos -muestra un reverso más mesurado de pesado rock lisérgico, cuyo potencial está en condiciones de difuminar horizontes.
Hákim de Merv
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