jueves, 13 de febrero de 2025

Asteroide & Fiorella16: Suni A Través Del Espejo // Mantarraya: Volumen II // El Otro Infinito: Siempre Hay Mar EP // Lento Rodríguez: New New Wave // Piero Limaco: Eclipse 2022-2024

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de febrero de 2025.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Admito que hace mucho no pensaba en Asteroide, la sociedad de David y Marco Rivarola que rompiese fuegos a fines de 2008. Tanto en ese entonces (Laberinto Y Despedida) como a través de su sucesor (Venganza, 2016), los hermanos dejaban en claro que lo suyo era el pop alternativo con inflexiones a metamorfosearse según el momento -noisy o shoegazing al inicio, luego indie. El mini-LP de remixes El Abismo Contenido (‘18) persiste como deuda pendiente -con remezclas firmadas por Mario Silvania, Theremyn_4 y el argentino Zigo Rayopineal.

Cuatro bienios después de Venganza, encuentro a Asteroide adicionando fuerzas a las de un habitual en estos bytes, José María Málaga. En su faceta de Fiorella16, el arequipeño atravesó en el tercio final del ‘24 un rush muy agitado, concerniente a presentaciones y producciones. Entre las últimas se debe contar el registro co-firmado junto a los Rivarola, Suni A Través Del Espejo (Cruel Nature Records, julio). Aunque a priori esta movida luzca un poco desconcertante, ya que ambas ententes discurren por caminos muy distintos, más allá de la camaradería que les une existe un factor en común -la Distorsión.

En formato mini-álbum, Suni... consta de cuatro estaciones. Todas ellas participan de los aportes estilísticos de Marco, José María y David, pero la conjunción no les inscribe cerca del background de Fiorella16. O del de Asteroide. Lo primero que me viene a la cabeza escuchándoles es el dark ambient, en esencia el de la escudería itálica Unexplained Sounds y derivaciones. Incorpóreas, las melopeas que moldean se ven suspendidas por ventarrones drónicos, nutridos éstos de las atmósferas glitcheadas que escupen osciladores muy probablemente intervenidos. Esa batahola iterativa trashuma cribada por los teclados de David Rivarola y la guitarra ¿de palo? del mayor de los Málaga.

Muy difícil de rastrear indicios que le delaten, el bajo de Marco asciende ocasional a la superficie. Más ocasional es la voz frikeante y quejumbrosa de José María, que coadyuba a redondear las tonalidades oscuras y concentradas de “Agua”, “Cielo” o “Cerro”. Esta característica hace surgir espontáneamente el otro vitral que emplea el terceto para expandir su impacto auditivo, uno que además los involucrados han reconocido en la sumilla de BandCamp: Sun O))). Obviamente, Suni A Través Del Espejo no asimila ni la tensión macabra ni el devocionario pagano del tándem Greg Anderson-Stephen O’Malley, si bien llega a sobresaturar de malas vibras las neuronas que no conserven la guardia en alto -en un sentido análogo al de Bauhaus en, digamos, “Hollow Hills”.

SATDE se clausura con “Primavera”, donde coinciden todas las variables antedichas, excepto la de la voz. El resultado se transfigura a cada paso: triste, pánico, ruidoso, etéreo, grave.

Peregrina decisión la de hacer público un trabajo sonoro -ídem un libro, una película, etc- el último día del año, sea cual fuere su condición. Si razones pueden enumerarse muchas, dos son las insoslayables. Primero, no queda el menor margen de tiempo para oírle suficientes veces a fin de escribir algunas palabras al respecto antes de medianoche. Segundo, pasa completamente desapercibido para todo el mundo. Como que eso es lo último que debería buscarse, ¿no?

Nada disuadió a los muchachos de Mantarraya, oriundos de Nuevo Chimbote, de tomar ese curso de acción. Volumen II fue colgado en Internet el 31 de diciembre, y recién muchos días después algunos pudimos enterarnos. Otros no han tenido esa suerte hasta ahora. Quizá el principal acicate para semejante apremio han sido los cuatro años de silencio discográfico tras el epónimo debut, eyectado en 2020, y los correctivos hoy implementados. Mantarraya, en efecto, traspasaba el dintel de los 67 minutos y se ahogaba/diluía parcialmente en los desbordes inherentes a la novatada.

En dirección opuesta, Volumen II se expone mucho más sobrio -también 11 episodios, sólo que en una cincuentena de minutos. No bien comienza a sonar “Espíritu De Fuego”, queda evidenciado que este power trio (recientemente cuarteto) no se lanza a inventar la pólvora. Tampoco es ése su objetivo. Mantarraya remite a los días en que el merseybeat había abandonado ya su crisálida para convertirse en un robusto blues ácido. Consecuentemente, sus influencias mayúsculas son el Señor Guitarra Jimi Hendrix y Led Zeppelin -esto, entre otras varias. En modalidad The Jimi Hendrix Experience, del primero hereda la base rítmica esmerada, rabiosas eléctricas llenas de psicodelia, compactos arreglos algo complicados. Del segundo, la dureza, la pesadez, la corpulencia. ¿Una única etiqueta que condense estos tres rasgos? La del hard rock.

Mantarraya, por ende, es rock de vieja escuela. Puede agradar a metaleros y a feligreses del stoner, a tenor de no alimentarse ni de un género ni del otro en toda la rodaja. Más pulido, libre de los excesos y las grandilocuencias que demeritaban su primer esfuerzo (“La Sombra De La Nube”), con Volumen II se hace mucho más sencillo disfrutar de su propuesta. Una de perfil esforzado (“Abraza Tu Dolor”), que reposa controlada mas nunca adormecida (“Diablos Al Amanecer”, “Bajo Los Focos Rojos”, “Un Café En El Sol”), y cuyo mástil de cuatro cuerdas resquebraja la formación encabritándose cada dos por tres.

Rubrican la segunda entrega de Paulo Manrique (bajo), Alex Vivar (guitarra, voz) y Kelvin Sifuentes (batería, percusión, vientos, voz) los desarrollos instrumentales. Nada mal, pese a que para los altos estándares que emulan todavía les falta buen trecho. Nuevo grupo a degustar proveniente de la misma localidad que Desert Gang -otro power trio, éste sí manifiestamente stoner.

¿Mutatis mutandis en el continuum espacio-tiempo que atraviesa El Otro Infinito? Tranquilamente sí. Aunque no atestigüemos un corte de mangas radical, es innegable que la música del individualista surcano ha experimentado una profunda transformación, que le catapulta hacia las periferias más exteriores de ese dédalo de alcorces en que ha devenido la electrónica contemporánea. Y si bien esto le pone a tiro de piedra de comarcas inexploradas apertrechado con ese alias, es imperioso enfatizar que un importante porcentaje de su genoma todavía permanece electrónico.

Siempre Hay Mar EP leva anclas gracias a “Kokteau”, cuyo nombre evoca espontáneamente reminiscencias dream pop. Y aunque la apertura está lejos de esas cuadras, su pareja naturaleza indie y electro se refracta en ellas durante más de 210 segundos: mientras glitches y secuencias son la madera, clavos y pernos de su embarcación, las electroacústicas son los paños, el viento y su tripulación. Ninguna de las siguientes paradas le hace justicia a esa alucinada carátula. “Naufragar Y Flotar”, de otro lado, no calza exactamente en esas coordenadas, sí en ese modus operandi. O, al menos, en uno muy similar: beats y percusiones sintéticas postulan ambientaciones abstractas, que la de seis cuerdas colma de colorida pigmentación. Algo así como un Lunik en clave pop.

La otra hoja de este amplio ventanal costero es cosa exclusiva de la electrónica usual en el proyecto de Alfonso Noriega -ésa que parte casi excluyentemente de la IDM noventera. Difícil que sea de otro modo, cuando el primer mazazo a posicionar allí es “Natasha Meets Autechre”: un crescendo de programaciones enérgicas y tajantes, desbordadas y eventualmente nulificadas por ostinatos de teclado que incendian los cielos. Égida de distinto modelo pero de convergente gradación empuña “Mar Otra Vez”. Sea o no el título un guiño a los recordados madrileños que en los 80s poseían idéntico nombre, sus secuenciaciones se construyen sobre los mismos ecos, las mismas reverberaciones, los mismos puntillazos inherentes al intelligent techno. “Mar...” me recordaría algunos remixes de Global Communication si no fuera por la textura analógica del Sintetizador DX10 que erupciona hacia el colofón -fantástico cierre.

Subido el primer día de la última primavera, Siempre Hay Mar EP es un enorme paso hacia adelante en el siempre difícil camino de la reinvención como artista, tenga esa cuestión Noriega en agenda o no. Ahora le falta superar el otro reto -el de un largo tras muchos años en los que sólo han menudeado EPs. Mario Silvania -de actuación estelar en “Mar Otra Vez”- produce este último. Las vocales femeninas en “Natasha Meets...” y en “Naufragar Y Flotar” son de la artista interdisciplinaria María Laura Vélez.

Más allá de disquisiciones generacionales, toda persona que haya visto durante largas temporadas los viejos cartoons de Looney Tunes y/o Merry Melodies debería acordarse automáticamente del personaje del Lento Rodríguez. Exacto opuesto de su primo Speedy Gonzales, aunque “el ratón más cansado en todo México” no debe haber aparecido en pantalla sino tres o cuatro veces, ello no impidió que se hiciera de inmediata recordación. Quién sabe fuera su nombre o su flemática pinta, lo cierto es que se convirtió en inadvertido icono de esos vetustos dibujos animados.

¿Por qué una nueva banda peruana adoptaría el chaplín de Lento Rodríguez? No imagino ningún buen motivo, y a la vez me parece tamaña jugadaza. Los muchachos tienen un EP editado en el ‘23 (Felicidad En Dosis Exactas), que no he podido escuchar porque desgraciadamente sólo se encuentra disponible en Spotify. Algunas voces apuntan a un shoegazing de humores oníricos. Ese mismo coro habla de una sorprendente reorientación en su puesta de largo, New New Wave, acaecida en septiembre del ‘24. Mérito extra si se tiene en cuenta que Gustavo Rizo Patrón, guitarrista, tecladista y autor principal del combo; se ha afincado en New York, donde ha dado los toques finales a su nueva criatura asociándose a Howie Weinberg y a Pablo Moreyra.

El grupo, que completan Javier Espinosa (guitarra), Carlos Freyre (batería), Susana Fátima (voz) y José Luis Contardo (bajo); se ha abroquelado en derredor del pop. No de uno burdo, sino capital, que acredita ensoñador linaje indie de las líneas española e inglesa. Rarísimo es el pasaje en que puedan detectarse atisbos de sobrecarga, vestigios de distorsión. Más raro todavía el segmento en que la música produzca sobresaltos. Todo en Lento Rodríguez atesora una factura muy cuidada -adornos de teclado de bonita orfebrería, batería de buen pie y siempre pronta, eléctrica que encanta y arropa antes que sedar y arrebujar, bajo que calza y acuña sin hacerse notar...

Que New New Wave sea un ejercicio de pop estoicamente contenido y ejemplar no sólo se nota en esos detalles. También en la férrea determinación de prevalecer a salvo tras cánones de ese pop que nunca ha sido sinónimo de accesibilidad gratuita -es decir, perfecto (o casi). En “Palermo”, por ejemplo, me hicieron pensar en los olvidados The Magic Numbers; drenados de la excesiva cantidad de polisacáridos de carbono a que eran tan proclives esos ingleses. En la semi-balada “The Rite Of Ipanema”, el quinteto parece sentirse tentado a subir a altitudes similares a las de los primeros Red House Painters. No ocurre tal, sino que se mantiene en sus trece, y esa mesura es también parte de su encanto.

Tan decisiva como la disciplina instrumental es la que exhibe Susana Fátima frente al micrófono. La limeña tiende a cantar como sus pares lo hacían en los viejos 80s, otorgando así mayores brillos al esférico. En éste, y pese a lo que sugiera su peculiar bautizo, Lento Rodríguez no se asemeja a The Housemartins o a Aztec Camera. Otra cosa es que exista una comunión fundamentada en la pulcritud de un pop mesurado (“Tortoise Sunglasses”), sofisticado (“Substitute Connections”), que no teme ni medio segundo abrazar una melancolía sugerida, dosificada, exquisita. Cualidad que agradezco mucho en estos aciagos días.

No es “confusión” la primera palabra que acude a mi mente cuando escucho la obra de Piero Limaco. Tampoco “pereza”. Sin embargo, el ayacuchano se acoge a la definición que ésta sostiene para no sólo definirse como artista (en entrevista concedida al blog Vanguardia Peruana Y Sonidos Contemporáneos), sino asimismo describir a su debut en estas lides. Algo de razón debe asistirle, porque Eclipse 2022-2024 destaca en la propia denominación su carácter recopilatorio dentro de un período de tiempo delimitado. Infrecuente es en estos días, ciertamente, la oportunidad en que un músico o grupo se estrene con opus de esta naturaleza, por lo menos de manera tan evidente.

No creo que Eclipse... haya sido concebido bajo otras premisas que las de la exploración, del ensayo, de la experimentación. Su norte nunca fue la magnificencia. Todo lo contrario. Algunas de sus dieciocho piezas poseen el acabado de composiciones completas, pero la mayoría abriga una estética sin bruñir, tosca, no procesada -son más fragmentos de canciones, antes que canciones propiamente dichas. Es probable que ello responda a la urgencia de Limaco por inmortalizar el momento, y con ello tal o cual estado de ánimo, por lo que cabría hablar de una suerte de metodismo polaroid. Capturar en cierto modo el aquí y el ahora, antes de que éstos se desvanezcan, es por lo demás un curso de acción que discursos como el jazz o el post rock han priorizado.

Lo del músico surandino va de otros sabores. Canales como “Te Disocias Contigo Mismo”, “Sarajevo” o “Para Ti Todos Quieren Morir” están signados por una electrónica que puede llegar a ser recia cuando se enterca en ello (“Palacios”). Otros, como “Ucrania”, “Suenho”, “Anallemeinefreunde”, “Nubes” o “Heimweh”; van del pop paisajista al refinado. Algunos más prefieren adentrarse en una indietrónica que parece hecha al guerrazo, como “Cuántos Días Han Pasado” y la barbitúrica “Buscando Vidrio En El Mar”. En los hechos, pues, asoma razonable elegir el rótulo de “bedroom indie” para tratar de abarcar este capítulo de cabo a rabo -aunque siempre logran escurrirse algunos asaltos de posología incomprensible.

Ahí están los casos de “El Lado B De Tu Rostro” o de “Detrás De Ti”. En giro para mí inexplicable, Piero Limaco le da tribuna al trap, subproducto a-cultural en el que no merecería gastar su talento ni medio minuto. Asumo es la clásica diferencia insalvable entre una generación y otra, y para el man hacer trap es tan válido como esculpir pop, electrónica o indie. Sus razones esgrimirá (y yo las mías).

Me quedo con la imagen, ergo, de edificaciones sonoras a medio concluir. De masterizaciones cojas. De fallas involuntarias e igualmente bienvenidas. De mezclas finiquitadas a la prepo. Como ya han enseñado notables antecesores suyos, dentro y fuera del país, acaso no haya mejores condiciones para desplegar con tino y tacto visiones personales sobre amores inacabados, penas insondables, las propias sombras que no se suelen compartir con nadie, los demonios del pasado que aún resta exorcizar, las puertas que debes definitivamente cerrar. Eclipse 2022-2024 no será la clave determinante, pero ayuda su poco.

Hákim de Merv

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