(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de febrero de 2025.)
LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)
En septiembre del ‘24, Lejos... se ha favorecido de una nueva edición gracias a Dark Grave, disquera independiente que bordea el centenar de referencias con apenas un bienio más que su par huancaína. De esta forma, se pone a consideración de públicos más jóvenes/nóveles un esférico merecedor de mejor fortuna que la cosechada hace media docena de años, que ilustra parte del amplio espectro de música electrónica cultivada en la movida oroína, y que debiera ubicarse junto a obras de coetáneos/coterráneos como En Los Ojos De Medusa (Ausencia, ‘19) o Irinum (El Origen De La R-Evolución, ‘16).
Lejos De Mi Ciudad viene tapizado con ornamentaciones new wave y EBM. Buena parte de sus programaciones podría etiquetarse como fundada sobre una especie de proto-techno. Su fuente matriz es, sin embargo, el synth pop. No cualquiera: el output de los Chávez tiende a ser más opaco de lo normal y a acelerar el trote, aunque la temperatura glacial típica del synth de los 80s se mantiene inalterable. A despecho de su velocidad, “Misterios De Amor” me suena su largo rato a Visage. Otras muestras de esos sintes de ébano y secuencias de ágil marcialidad son “Tan Cerca De Mí”, “Sueño Oscuro” y la terna final “Muriendo En Tu Ser”-“Latidos De Tu Corazón”-“Lejos De Mi Ciudad”.
Lejos de ser un trabajo impecable, y ya de cara a una próxima jornada, Monsters necesita implementar prontas reformulaciones en dos rubros muy específicos: la voz y las letras. Se nota en qué canciones las vocales están forzadas y en qué otras no. Obviamente, Lejos De Mi Ciudad luce más cuando la voz sale suelta, sin pretender ser lo que no es. Igual se le aprecia en grado sumo cuando las líricas son construidas con empeño, dejando atrás disfuerzos medio cursis. No olvidar, eso sí, que estamos hablando de un episodio editado por primera vez en el ‘18. Hoy, las cosas podrían haber cambiado sustancialmente.
Aparentemente, no es el caso. Coincide el sonido molde de Antibióticos con el del punk, mas no con el del subgénero que practican Ismatic Guru o Snõõper. Como bien señala Pinzás, si 100mg hubiese salido hace 48 años, nadie le habría tenido por otra cosa que hijo de su tiempo. Suena a punk primordial, rasposo, concebido bajo el canon de la explosión ‘77. Y sobre todo, fresco, con el cerebro lleno de ideas por probar y el corazón a mil -lo que no se traduce a la prepo en rebotar gratuita y ridículamente de un rincón al otro, sino en escupir cada asalto con urgencia, vitalidad e inteligencia.
Que 100mg es imperfecto, es una verdad innegable. Si hasta da que pensar que involuntariamente se han micrado mal los instrumentos (cuando probablemente sea al revés). Lo mismo ocurría con los jóvenes turcos de la segunda mitad de los 70s. Es esa imperfección, adviértase, lo que aquellas huestes reivindicaban como única salida posible ante el pro-gre-si-vo acartonamiento en que había caído el pop contemporáneo. Repite la faena Antibióticos en edades muy posteriores, provisto de mucha más libertad que antes. El pistoletazo de salida “Proteínas/Calorías” puede traer a la memoria a multitud de bandas punk clásicas, aunque asimismo a la síncopa de “Ether” de Gang Of Four -no por mucho más de cuarenta segundos. La brevedad es una aliada a la que el acto le saca el jugo. Otro tanto acontece con “Transgénicos”.
¿Fugacidad? Sí. Pero fuera de esa cualidad común, no hay ninguna otra que permita hablar de egg punk al mencionar a este conjunto. Aún cuando se trata de hacer algo con mal gusto, hay que tener buen gusto. Con mayor razón, si la consigna es divertirse, hay que hacerlo seriamente -para no quedar como un hato de cretinos que se palanganean de su torpeza e incompetencia. Abiertas de par en par las puertas para seguir avanzando, espero lo siguiente de Antibióticos no demore demasiado.
En el prontuario de la música pop peruana, dedos de pies y manos son suficientes para contabilizar álbums grabados en vivo. Normalmente, registros de esas características tienen lugar cuando una agrupación o un/a solista ha alcanzado ciertos niveles de difusión, lo que de paso asegura el considerable impacto que propician sin dejar por esto las cuentas en rojo. Al menos tal es la norma en las principales escenas internacionales, donde a partir de este punto es que sobrevienen otros criterios -el artístico, primero entre ellos.
En un país como el nuestro, donde el pop, el rock y la electrónica han sido sistemáticamente apartados de las grandes audiencias por los culiestrechos intereses de la mass media; esa norma carece de vigencia. Son causales estrictamente artísticas las que suelen determinar la edición de un live, no existiendo en la práctica expectativas de retorno vinculadas a la transmisión/divulgación o a la crematística. Pese a ello, no siempre queda garantizado el valor testimonial -ahí está Tormenta Mental - Live At Woodstaco 2019 (‘22), de El Jefazo, ejemplo de cómo NO encarar la producción de un material en directo.
En el otro extremo se halla Fukuyama, que inauguró octubre último recuperando para la posteridad su performance en la edición del Festival Sarcófago del año pasado, junto a bandas como Titania, Pus y Laura La Sangrienta. Fijando El Estallido... devela desde su denominación la intención del entonces cuarteto: legar a futuro un documento que atestigüe el estado por el que atravesase el combo en aquel momento histórico. Noise rock de orla pesada, sostenido por un soporte rítmico -Gonzalo Santos en batería, Erick Cavero en bajo- que semeja una columna vertebral de titanio, dotado de suficiente versatilidad como para pasar del estruendo arrollador a la calma plácida y viceversa.
Señalo un par de detalles. El primero: sintetizador, secuencias y sampleos de Ernesto Bernilla. Su presencia, sólo percibida en segmentos puntuales de Fijando El Estallido..., debería ser más relevante -cuando se le escucha, se aprecia su gran desenvolvimiento. El segundo detalle: la voz de Villanueva. En medio de las tormentas de noise y decibeles que despliega Fukuyama, siempre se le oye gritar más que cantar, lo cual es de agradecer. En “Lo Que No Tiene Forma...” y “Tierra Baldía”, empero, la vocalización suena filtrada/procesada. ¿Será cuestión de mezcla y masterización, a cargo de Vamsick? Afirmativa o no la respuesta a esa interrogante, en esas canciones me queda la sensación de estar oyendo vociferar a Starscream.
Otra placa “31/12”. Primaveras Digitales se autodefine como productora lo fi especializada en bootlegs y mixtapes. Con base de operaciones en Cuzco, la plataforma parece haber iniciado su existencia en diciembre último, o al menos así lo indican tanto Mas(a)Océano de Fiorella16 como la compilación con que ultimase el ‘24, Todo Sigue Igual. Hace ésta trasversal alusión a un panorámico anterior, también lanzado en la Ciudad Imperial por Felino Renegado Records, cuya reedición en cassette PD acaba de financiar: Qué Bueno Que Ya Nada Es Igual (2019).
Las coordenadas estilísticas de Todo Sigue Igual le sitúan un poco a trasmano de Qué Bueno... En general, los proyectos que aquí colaboran -arequipeños, cuzqueños, limeños- llevan a cabo todo el proceso desde espacios físicos privados. De ahí el calificativo de “homemade” a que se acogen. Con todo, no existe una equivalencia completa entre esa etiqueta y la de “bedroom pop”. En Todo... no sólo hay lugar para este último, sino además para el indie rock, para la electrónica, para el pop punk, para el lo fi. Incluso para el noise. Y si bien Qué Bueno... gozaba de cierta variedad, Todo Sigue Igual le sobrepasa en ese rubro concreto.
En la senda de un pop más elaborado crecen “Hay Un Lugar” de Capitán Milaneso (tributario del noventoso sonido donostiarra) y “Distimia” de DjSexo (instrumental y austero). En la de un rock emotivo y sobrio, “1 7” de Tetraedro, “Larvas” de La Terminal (noise grunge), “Enero” de Sieteonueve (vibrante ascendencia ochentera) y “Catarsis” de Anfótero -la tajada más prominente. En la de un noise que se sirve de la drone music, el postrer “Mas(a)Océano” de Fiorella16, extraído del LP del mismo nombre. De esta guisa, Todo Sigue Igual ayuda a visibilizar grupos y/o individualistas que, en la mayoría de casos, recién están empezando.
Reservo el párrafo final para las excepciones de rigor. Primero, la negativa: “Demente” de Cirugía No Terminada. Con esa chapa, me esperaba algo más ruidoso y/o avant garde, en vez del rapcore desabrido y caricaturesco que finalmente plasma. Segundo, la positiva: “Un Nuevo Día, Otra Vez” de Love & Pop. Interesante cómo el aluvión de noise con que arranca se despeja para transformarse en un número que fluctúa entre el synth deconstruido y un cruce minimal de IDM y jungle.
Tal vez debido a su tenaz minimalismo, Encierro EP (1/1/24) es la expresión más acabada del esteticismo que enarbola Humano De Hiel. Sirviéndose de chasquidos apenas audibles, tanto “Con-Tacto” como “Radio Esplendor” y “Sólo Importa La Fuerza” descascaran los convencionalismos relacionados a la Música -“armonía”, “orden”, “melodía”- y los que se asientan en el contexto de un “mundo civilizado”. El futuro propuesto por el extended se corresponde con el de ominosas realidades en las que, como profetizaban los Lluvia Ácida hace casi tres décadas, existir es espanto.
Llamativo el cuestionamiento que Humano De Hiel realiza de patrones formales, en consonancia con la asimilación plena de los postulados futuristas que miraban entusiastas hacia la nueva gama de sonidos proporcionada por la decimonónica Revolución Industrial. O con la instrumentalización de ruidos punzocortantes con que acuchilla las normalidades que nos rodean. ¿Faltará mucho todavía para el estreno en largo de estos exorcismos dadaístas?
Hákim de Merv
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