miércoles, 29 de octubre de 2025

Nax: Sugar Days (EP) // Sexores: Sangre

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de octubre de 2025.)

Casi 24 meses después del señero Dejando Todo Atrás, al cual correspondió la respectiva rodaja que recopila sus outtakes bajo el marbete de “lados B” (‘24), entrega Nax un brevísimo extended con el que parece intentar despegarse de la estela dejada por aquella sustantiva jornada. Sugar Days (EP) aparece el primero de agosto, vislumbrando contravenciones a las peculiaridades del proyecto argentino, metamorfoseado (¿ya definitivamente?) en unipersonal.

Estos escasos 10 minutos y monedas arrancan de la mano de “Dino” a velocidades propias del ímpetu airado de un vital pop adolescente. En tal sentido, podría aguantar el calificativo de “punk” la actitud/acritud que ese intro de 58 segundos iza. Impresión sostenida por el fortísimo contraste con el canal que entrelazado suena a renglón seguido, “Sugar”, cover en exceso respetuoso del original que Beach Fossils incluyese en su clásico Somersault (‘17). Aquí se produce el segundo desmarque, porque la música de los neoyorkinos exige un delicado balance, revestido de lo fi, entre el shoegazing y el indie. Aunque Nax bebe de ambos manantiales, en sus trabajos anteriores siempre había sido notoria la predilección por el primero.

La eléctrica es la columna vertebral en “Desde Lejos”. Ello indicaría un regreso a la ortodoxia del ethereal noise, si no fuera porque Nicolás Castello apela a multiplicarla antes que a distorsionarla, además de copar espacios valiéndose del teclado. Precisamente por eso es que el acabado de la pista luce baggy, cuando en realidad es una delusión que alimentan la dosificada distorsión y los sonidos provenientes de dicho artefacto.

Además de en el epílogo, la francófona “Icarus” se convierte en la canción que recupera la imagen del Nax que todos/as conocemos. El de sutiles introducciones irreales y sublimes estallidos de volátil electricidad. El de vaporosas atmósferas sedantes, rasgadas por glaciales ventiscas vésperas. El que se las ingenia para arropar un pop prístino con letras forjadas en la tradición indie noventera y con ambiental acuarelismo arrebolado y excitante. Difícil arriesgar si es un postrer guiño o un anuncio de retorno por viejos fueros. Anna Oosting es acreditada por tercera vez como responsable de la fotografía de portada -la primera fue en Dejando Todo Atrás (B-Sides), y la cuarta en “Tesoro”, single recién estrenado.

A propósito de Sangre, nuevo LP de Sexores, se hace imperativo recordar los muchos vasos comunicantes que existieron/existen entre el dark rock y la música etérea, corrientes ambas nacidas a principios de los 80s. Las numerosas aristas de la conjunción bien pueden ejemplificarse en la relación de admiración mutua entre dos íconos de estas tendencias, Robert Smith (The Cure) y Elizabeth Fraser (Cocteau Twins), inmortalizada en el excelente documental sobre el shoegazing Beautiful Noise (‘14).

¿Por qué la pertinencia de esta remembranza? Porque en Sangre se ha concretado una de-evolución. En retrospectiva, empezó Sexores a dar señales de ésta con East / West (‘18). No muy claros y/o abundantes al principio, esos indicios fueron menudeando a partir de Salamanca (‘20), y se hicieron evidentes en Mar Del Sur (‘23), reentré tras más de dos años de separación. Si bien la obra de Emilia Bahamonde y David Yepes nunca ha disimulado su naturaleza dual, ésta prefería las más de las oportunidades el justo medio. Cuando no, tal circunstancia dio lugar a un período de estética shoegazer -entre Historias De Frío (‘14) e East / West- que devino en su momento de mayor renombre.

De una parte, el baggy, el pop, el dark sublimado. De la otra, el downtempo, la electrónica, el electropop. Dos caras de una misma sociedad, conteniendo la una a la otra. ¿Ocurre lo propio en Sangre? Sí. No obstante, la intersección de los lados podría generar más de una polémica. Uno de ellos es el darkwave -no el dark de Joy Division o el de And Also The Trees, no el de Christian Death o el de X-Mal Deutschland. El otro lado sigue ocupado por la electrónica, sólo que ahora ya no como contraparte del anterior, sino al servicio de éste.

El resultado es un output del cual lo menos que puede decirse es que es asaz retro -de ahí lo de “de-evolución”. Emitir un juicio de valor al respecto ya depende de cada quien. A mí no me molesta en absoluto, porque me gusta escuchar de todo -excepto metal y rockabilly-, mas no faltarán las voces que han de lamentarse por este “retroceso”, e incluso hablarán de “involución”. El sonido hegemónico en Sangre es, pues, el del darkwave. Uno oscuro, de bases electrónicas lo bastante acendradas como para volver la mirada hacia los viejos y sombríos 80s, y no lo suficientemente densas como para quedarle vedadas las pistas de baile. De hecho, es todo lo contrario: tracks como “Dark End”, la apertura “Sangre”, las aproximaciones new beat de “Nightbreed”, “His Love Is An Instrument From Hell” e incluso “Religiones Menores” funcionan perfectamente para sacarle lustre al suelo. Cinco de ocho.

Con el resto del esférico sucede algo ligeramente distinto. Mientras se reproduce “Tutayashka”, no puedo evitar acordarme de “When Mama Was Moth”, inicio de Head Over Heels, justamente el disco con que Cocteau Twins iniciaba su transición de las profundidades de Garlands (1982) a las viñetas fulgentes de Treasure (1984). Al hilo, “Ánimas” propone una relectura pop del primer Xymox. En las antípodas de la indisposición, sus sedosas ondulaciones cuajan en un surco de escucha muy agradable. Y “Niebla”, el corte final y de más extensa duración, bascula entre el dark y el dream pop derrochando harta melodiosidad, siempre envainada ésta en un funda lúgubre.

No dudo de que habrá gente que se decepcionará de Sexores al escuchar Sangre, y en adelante le tendrá en menos, abrazándose así a sus prejuicios. No es mi caso. A fin de cuentas, la placa tiene buenas canciones y recrea sublimada pero también hábilmente las músicas que daban la hora en los circuitos independientes de hace cuarenta años. Me basta con eso. Venga del género que venga (salvo que sea del metal o del rockabilly), una melodía esmeradamente elaborada siempre será bien recibida por este par de oídos.

Hákim de Merv

jueves, 23 de octubre de 2025

Fiorella16: Postales Del Paraíso

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de octubre de 2025.)

Hay que andarse con pies de plomo al reproducir lo que parece ser la última entrega de Fiorella16 para lo poco que falta por transcurrir del ejercicio ‘25. Decir esto podría lucir engañoso e inexacto: el álbum sale el 7 de marzo, y desde entonces el buen José María Málaga ha tenido tiempo de sobra para concebir si no un nuevo largo, al menos un extended play. Con todo, Postales Del Paraíso no es tanto la cereza sobre el pastel de un año generoso del arequipeño, como sí la rúbrica de un período tremendamente fértil en la trayectoria del individualista. Un rush que restalló durante la segunda parte del ‘24 y que terminó de combustionar hace siete meses.

De todas formas, en lo que va del presente es éste el segundo título largo de Málaga, tras ese Pathetic Live Recordings que editase la independiente mapocha ETCS Records. Durante algunas semanas estuvo también disponible un EP denominado Íntima Extravaganza, que iba a ser asimismo materia de esta reseña, posteriormente descolgado de Internet debido a razones desconocidas.

Créditos en BandCamp afirman que esta media docena de tracks fue grabada y mezclada entre marzo y mayo del ‘24. No tengo ninguna razón para dudarlo, pero los nombres de cada uno de los temas indican un rango de tiempo que va de enero del ‘03 a noviembre del ‘24. Se me ocurre pensar, pues, que estos instrumentales eran ideas/bocetos/demos que José María tenía archivados y que decidió plasmar en su forma definitiva hacia fines de mayo del año anterior -con la visible excepción de “Noviembre 2024”, que debe haber sufrido una transformación tal en la fecha señalada, que fue necesario rebautizarle.

¿Estos saltos temporales harían de Postales Del Paraíso una compilación de inéditos? ¿Habría que descartar a priori un carácter conceptual? No necesariamente. En el mejor de los casos, hablamos de un intervalo de más de dos décadas, y no existe frecuencia constante entre una y otra pista como para hablar de la documentación de un lapso creativo correspondiente. Sin embargo, de lo que sí se puede hablar es de una faceta artística en la labor creativa de F16.

Málaga apela a una mitología ficticia -¿expuesta en NoMundoFiorella EP, ‘13?- y explica que estas composiciones son el producto de encuentros/desencuentros con criaturas pertenecientes a ese imaginario. En la práctica, PDP se contrae y se dilata al son de una drone music no por minimalista menos armónica. Sin depurar del todo el registro lo fi, sin abandonar las atmósferas hieráticas, Fiorella16 trenza resonancias, ecos y reverberaciones preñadas de melodías tan austeras como emocionales. Las guitarras se abren paso regularmente, sólo para prosperar en el caos -pensemos no en fárragos cacofónicos con que obliterar tímpanos, sino en esas duplicaciones impensadas que asaltan al visitante en un laberinto de espejos. Por momentos etérea (“Marzo 2024”), por momentos incluso colindante con el famoso efecto ragga indio sesentero (“Diciembre 2018”), la performance del unipersonal oscila entre los dos extremos del esteticismo bliss: el del pop (“Enero 2003”) y el del out (“Noviembre 2024”). Rara vez hace tierra simultáneamente en ambos remates (“Diciembre 2010”).

El único episodio del disco en que José María se reconduce por los cauces habituales de su proyecto es en “Febrero 2024”, el más largo del repertorio. A pesar de hacerse aquí progresivamente tormentoso, el feedback no llega a extralimitarse, coronando la sensación de mesura en un volumen que se queda a contados pasos de la entrada al paraíso en la fortaleza de Alamut. Todo esto, en menos de 27 minutos.

Hákim de Merv

jueves, 16 de octubre de 2025

Matus: El Aullido / Planetario // Paradero Astral: La Mejor Canción Es Una Anécdota EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de octubre de 2025.)

Luego de 3 a 4 años, el colectivo Matus abandona brevemente los cuarteles de invierno para añadir nuevo y fugaz título a su extensa discografía. El Aullido / Planetario fluctúa entre las categorías de 45 rpm y de EP, aunque el nombre enfatice (ni tan) tácitamente su condición de single. A día de hoy, Matus se ha visto reducido a trío, con relación al quinteto nucleado a la par de la salida de Espejismos II (‘21): Véronique Miró Quesada (a) Veronik (theremin), Manuel Garfias (bajo, guitarras acústica y eléctrica) y Richard Nossar (bajo y teclados).

La alineación se ha hecho asistir de colaboradores varios, sin embargo. Figuran avalados en las notas de BandCamp Miguel Ángel Burga y Camilo Uriarte, amén de Roberto Soto (batería), Úrsula Inga (voz) y Cristóbal Pérez (saxo). Uriarte además se ha desempeñado en labores de producción y mezcla, quedando encargada la masterización a Osmar Cubillas. Distribuyendo esfuerzos según tal o cual pista, el lanzamiento no debería tomarse como corolario en la carrera del combo fundado por Richard, sino asumirse como aperitivo a delectar mientras se espera el siguiente largo de la banda. Pero quién sabe.

Arañando los 16 minutos en total, el hipotético lado A de este 7’’/EP está ocupado por “El Aullido”. Su maridaje de heavy blues y psicodelia se mueve a paso de procesión, contenido por grapas de metal megalítico. El grávido mástil de Nossar destila ecos altoandinos a cuentagotas, mientras la slide de Camilo talla paisajes de esotérico paganismo alucinado. Al aproximarse a los ciento cincuenta segundos, el canto de Úrsula Inga proporciona el complemento adecuado merced a una performance llena de calígine y con tintes de profética. Se termina de edificar así una pieza de imponente energía reconcentrada, que culminará traspuestos los 8 minutos y 30 segundos.

El hipotético lado B, “Planetario”, muestra (¿la?) otra cara de Matus. Su percusión es más rockera y pródiga, su tempo más ágil, si bien ello no impide a las guitarras de Garfias y sobre todo de Burga emborracharse de wah-wah para repujar escarpados murallones montañosos; en torno a los cuales invocar el espíritu del viejo space rock. Al promediar los cuatro minutos y medio, el instrumental coge curvas que le llevan a una dimensión completamente distinta -una en la que los riffeos atmosféricos se afantasman a la par que se desvanece el soporte rítmico, mientras se funden en esa vaporosa irrealidad al saxo espectral de Pérez y a las pulsaciones que en el theremin dispensa Veronik. Pese a que “stoner dub” sabe a etiqueta arbitraria e imperfecta, al menos ilustra esa arista.

Insuficiente, cuantitativamente hablando. El sonido a partes iguales críptico, intenso, plúmbeo y épico de Matus tendrá que aguardar todavía un poco más para hacerse otra vez del marco que mejor le favorece -el disco in extenso.

Se demoró lo suyo en debutar Paradero Astral, terceto de féminas formado hace ocho años que recién en marzo de este 2025 consigue publicar La Mejor Canción Es Una Anécdota, documento a medio andar entre el EP y el mini-álbum (aún cuando oficialmente ha sido clasificado como extended). Durante ese ochenio, el grupo dio a conocer unos cuantos sencillos de manera infrecuente, algunos de los cuales han sido recuperados para la ocasión.

Paradero Astral son Naomi Pérez en guitarra y segunda voz, Luisa Condori en primera voz, y Nirvana Morales en batería y coros. La sencillez del esquema instrumental sugiere un rumbo de fácil acceso en cuanto a su quehacer, sospecha que no se haya en absoluto descaminada. Apenas empieza a reproducirse La Mejor Canción..., se evidencia que la terna bebe más del pop que del rock, máxime cuando la mitad de las canciones incluidas resguarda algo más que un insólito aire a line up de fines de los olvidados 50s.

En la baladesca apertura “El Tiempo Atrás”, por ejemplo, no logro distinguir sino entretejidos vibratos naturales y modulados tonos límpidos. Las vocales de apoyo que proporcionan Morales Y Pérez no buscan desmarcarse de los consabidos “uhuhuhuhuhuh/uhuhuhuhuhuh/uhuhuhuhuhuh/ahahahahahah” más que para repetir alguna de las líneas de la voz principal. Bonito y sorprendente, por suerte el efecto obtenido no vuelve a ser conjurado apelando a la misma coartada en lo que queda del EP. “Mis Pupilas” es una power ballad rocanrolera que remite a inicios de la siguiente década. Idéntico rumbo toma la clausura “Gracias Por Venir”, ésta sí tan mimética que ha de tolerar el adjetivo de “revivalista”.

¿Y el resto? Sin distanciarse sustancialmente del pop, prefiere colores menos añejos. La ejecución simple y el intimismo lírico, cualidades que les hermanan a sus pares del párrafo anterior, no son óbice para fatigarse bajo otros cielos -el del robusto pop setentero en la alegrona “Maldita Incertidumbre”, el del indie pop donostiarra en “¿Cuántos Más Se Irán?”, el del hard rock punkoide en la insospechada “Sociedad”. Pese a estos relativos exabruptos, lo interesante es que el trinomio logra armonizar colores y melismas para darle homogeneidad a esta jornada de escasos 17 minutos.

Ingeniosa portada. En ella, las tres integrantes aparecen por partida doble. En la parte alta, Nirvana, Naomi y Luisa auscultan lo que parece ser el diorama del dormitorio que comparten, donde sus equivalentes recortables animadas se avocan a distintas acciones. ¿La carátula influenciaría al video de “Maldita Incertidumbre” o sería éste el que proveería de materia prima a ésa?

Hákim de Merv

jueves, 9 de octubre de 2025

LEM: Instrumentales Post Depresión

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de octubre de 2025.)

Hubieron de extinguirse cuatro años antes de que los históricos LEM volviesen a hacerse presentes en los circuitos independientes latinoamericanos mediante nueva entrega. Curiosamente, es probable que el contenido de ésta sea cualquier cosa menos nuevo. A la par de su anterior opus -Portonazos EP, ‘20-, entonces el dúo anunciaba en breve artefacto de material inédito fechado entre el ‘96 y el ‘05, cinta de otros tantos outtakes vía ETCS Records, y placa grabada en formato trío, cuando Roberto Rowe todavía era de la partida.

En la medida en que ha sido acreditado a Berbakow/Burotto/Rowe, y que este último no ha vuelto a las filas de LEM, Instrumentales Post Depresión (diciembre del ‘24) parece calzar el perfil del tercero de los lanzamientos voceados en aquella oportunidad. Por supuesto, carezco de plena certeza, aunque a creerlo me inclina una continuidad relativa entre el extended del ‘20 y la rodaja liberada en las postrimerías del año pasado. Continuidad estilística y de registro, felizmente no concretada en calco o prolongación genérica de lo ya mostrado por los chilenos.

En éste su segundo largo (el estreno Música Para Películas De Ciencia-Ficción De Bajo Presupuesto data del ‘99), los australes enfilan baterías hacia un ambient electrónico de sesgo rítmico. Mutante por definición, esta cepa prospera sobre todo en melodías circulares, acechada por rugosidades varias e hipnotizada por la esencia aromatizada de la Baja Fidelidad. Estoy tentado a asegurar que LEM la ha obtenido crackeando el código genético de la IDM en su afán por subvertirla/servirse de ésta (“Piques Cortos En Ocean Drive”), pero me abstengo por dos razones. La primera es que no dispongo de la confirmación de los autores, con lo que la intencionalidad queda en suspenso. Y la segunda, en parte derivada de la primera, que no todo el álbum transita esa vereda.

Instrumentales... dispone de un segmento más o menos considerable en el que secuencias y programaciones quedan reducidas al mínimo -por no decir que se ausentan del todo. Esa metamorfosis se hace visible desde “Amantes En Estática” y se extingue al culminar “Cementerio De Elefantes”. En medio, “Pequeños Logros Que No Importan”. Una terna de dilatadas composiciones en cuyo interior el ambient se llena de pliegues, presa de contracciones medianamente bruscas, lejos de las nerviosas mitosis en que se despeñaba la síncopa (“Amantes...”). Capas fosforescentes de texturas que se suceden y/o sobreponen unas a otras, forjando la ilusión de un bliss pop corrugado (“Cementerio...”), acompañadas a veces de una eléctrica diáfana (“Pequeños Logros...”). El sedante efecto debe ser similar al de someterse a una sesión de sunbathing en el espacio exterior.

En las cuentas, esa sección corresponde a un tercio del CD. En los otros dos, el ambient ejecutado por LEM renueva constante sus facciones. Puede ser líquido y devoto de los loops (“Transhumanismo Caribeño”), rendirse al bisbiseo sublunar del bajo (“El Champion”, de una simpleza elogiable), sacudirse el óxido para abrazar el noise (“One Shot Hit Wonder”) o arrastrarse bajo una opresiva atmósfera de erosivo lo fi (“Andean Motorik”). Pero siempre estará ese mismo ambient asistido por/aupado sobre pertinaces construcciones de (ni tan) subliminal rítmica -que atenúan la pesadez o capitalizan la herencia noventera del intelligent techno, según colores y climas que presidan cada track. Exquisito y alentador segundo debut.

Hákim de Merv