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miércoles, 21 de junio de 2017

Umberto Eco: In Memoriam

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de diciembre del 2016.)

De todo el rush imparable que ha protagonizado la Parca durante el malhadado 2016, uno de los “strikes” que me dolió muchísimo en lo personal fue el de Umberto Eco (19/02).

Se ha llamado al eminente filósofo italiano “el último humanista”, un título al que le asiste toda la razón que uno/a pueda acopiar. A través de sus ensayos, Eco se aproximó -siempre con una lucidez que echamos de menos cada día más- a los diversos campos del saber típicamente humano. Los ensayos del docto reflejan, en efecto, a un humanista con todas las trazas de la usanza antigua, digno heredero de la estirpe de Erasmo De Rotterdam. Durante la universidad, pude leer unas cuantas de entre estas obras -algunas por cuenta propia (vg. Apocalípticos E Integrados) y otras por currícula académica (vg. Cómo Se Hace Una Tesis).

Pero mi romance con Eco comenzó a los quince años, cuando cursaba el cuarto de secundaria en La Salle​. En 1990, el entonces hermano Lucas Taipe​ me prestó la novela El Péndulo De Foucault. Ya te imaginarás lo que es exponerse a semejante libro a una edad en la que todavía eres esponja y absorbes como tal.

Más aún en mi caso. Cuando en segundo de secundaria estudiamos la cultura árabe (Historia Universal, curso que muchos jamás han conocido pero ni de nombre), yo empecé a dudar de que fuese verdad oleada todo lo que nos enseñaban en la escuela (una paradoja, ciertamente, pero de ello hablaré en otra oportunidad). Dos años después, llegaría El Péndulo..., y todas las reticencias que pude haber conservado, consciente o inconscientemente, se desintegraron de golpe.

(Anécdota personal. En diciembre de 1991, haciendo tiempo a la mitad de un concurso de pintura, Giovani Izquieta​ y yo le leímos a Pedro Namuche​ un extracto de El Péndulo... Pedro, que siempre ha sido una persona profundamente católica, montó en cólera cuando me escuchó decir: “-Ahora que lo dices... Veamos, Mateo, Lucas, Marcos y Juan son una banda de juerguistas que se reúnen en alguna parte y deciden hacer una apuesta, se inventan un personaje, se ponen de acuerdo acerca de unos pocos hechos esenciales y el resto que se lo monte cada uno, después se verá quién lo ha hecho mejor, más tarde los cuatro relatos caen en manos de los amigos, que comienzan a pontificar, Mateo es bastante realista, pero insiste demasiado en esa historia del Mesías, Marcos no está mal, pero es un poco caótico, Lucas es elegante, eso no puede negarse, Juan se pasa con la filosofía... pero, bueno, los libros gustan, pasan de mano en mano, y cuando los cuatro se dan cuenta de lo que está sucediendo, ya es demasiado tarde, Pablo ya ha encontrado a Jesús en el camino de Damasco, Plinio inicia su investigación por orden del preocupado emperador, una legión de apócrifos fingen que también ellos están en el ajo... toi, apocryphe lecteur, mon semblable, mon frere... A Pedro se le sube el triunfo a la cabeza, se toma en serio, Juan amenaza con decir la verdad, Pedro y Pablo le hacen apresar, le encadenan en la isla de Patmos, y el pobrecillo empieza a desbarrar, ve a las langostas en la cabecera de la cama, que se callen esas trompetas, de dónde sale toda esta sangre... Y los otros van diciendo que bebe, la arterioesclerosis ya sabe... ¿Y si realmente hubiera sido así?”. Giovanni y yo tuvimos que repetirle no sé cuántas veces que se trataba de una novela, que era una ficción, para que el pobre Pedro se tranquilizase.)


Antaño se solía decir que los grandes Maestros de la Sospecha del siglo XX eran Freud, Marx y Nietzsche. No discuto ese juicio, que considero vigente por donde se le mire. Pero yo tuve distintos tutores en ese sentido. MIS Maestros de la Sospecha fueron, en orden de llegada, Umberto Eco, Jorge Luis Borges (a quien descubrí en quinto de secundaria a través de “El Inmortal” y “Las Ruinas Circulares”) y H.P. Lovecraft (de quien mi abuela había guardado, sin leer, un libro traído de Argentina por un tío paterno muy culto). A grosso modo, estos tres colosos me convirtieron en el ¿intelectual curioso? que soy ahora. Con ellos aprendí a cuestionar incluso aquello que por convención llamamos “Realidad”. Con ellos aprendí a escribir. Después llegaría Philip K. Dick y completaría la obra sobre los cimientos previamente puestos.

Seguramente, el que menos ha leído el best seller de Eco, El Nombre De La Rosa. Fue lo segundo que leí, apenas ingresado a la universidad y obtenido el carnet de biblioteca. Todavía conservo, en algún lado, las copias que le saqué no sólo a este título, sino además a su complemento, Apostillas Al Nombre De La Rosa. Otro hit, y ya iban dos al hilo.


Con los años, me fui abriendo hacia otros autores, y a Eco pasé de leerlo en el plano literario a hacer lo propio en el plano ensayístico/filosófico. Luego le perdí la pista muchos años. Pero siempre lo tuve presente, como uno de mis referentes indispensables de primera juventud. En diciembre pasado, terminé de asimilar su pérdida, en un mundo cada vez más miserable y bozzo, honrando por fin su imborrable recuerdo -aunque diminuto, al menos puedo decir que hubo un tiempo en que caminé entre gigantes y conocí las alturas.

Descanse en paz, admiradísimo maestro.

:'(


Hákim de Merv

lunes, 19 de junio de 2017

David Bowie: In Memoriam

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de enero del 2016.)

10/01/16. De esta fecha, muchos de nosotros no nos olvidaremos por laaaaaaaaaaaargo tiempo. ¿Cómo podría ser distinto? Te acuestas en un mundo con David Bowie y te levantas en un mundo sin David Bowie. Ojo: no la babosa de Katy Perry, no el inútil sin talento de Justin Bieber, no la cabeza hueca de Lady Gaga o el deleznable pa-ra-pa-pa-pa del K-Pop... ¡¡¡David Bowie, huevón/huevona!!! ¡¡¡Uno de los más grandes creadores artísticos que haya tenido alguna vez el pop!!!

A casi todos, la noticia se le atragantó durante el desayuno de aquel lunes. Hacía unos días, el Duque Blanco había celebrado 69 agostos, y aún no había transcurrido ni media semana de que se lanzara Blackstar, su último disco en vida. Si hasta parecía que se hallaba en forma, a pesar de la edad -que ya dejaba ver su huella en el video del single homónimo: nunca había visto a Bowie tan avejentado como en “Blackstar”. Los años pasarán, pero la clase permanece, sin duda.

Encuentro válido trazar ciertos paralelismos entre el binomio Bowie-Blackstar y el binomio Queen-Innuendo. Ambos artistas, Freddie Mercury en el segundo caso, sabían que se estaban muriendo. Ambos lograron editar los que a la postre serían sus últimos discos, poco antes de partir hacia la Eternidad. Ambos lo pusieron todo en ese último esfuerzo. TODO.

Bowie fue más allá, sí, porque tuvo más tiempo que Freddie. Recuerdo, y aquí mis colegas de ese entonces no me dejarán mentir, que en el año 2004 ya andábamos pensando en dedicarle un número completo de Freak Out! a Bowie. Merecimientos tenía de sobra. El año anterior había aparecido el Reality, y todos nos moríamos por escribirle un mega-dossier. El diagnóstico médico que lo hizo abandonar los escenarios y la posibilidad de un nuevo disco vetó la excusa perfecta para que tan ambicioso plan pudiera verificarse en la realidad. Pero Bowie no se retiró nunca por completo. Verlo tocar “Wake Up” al lado de los cachorros de Arcade Fire nos emocionó hasta las lágrimas: era como ver al Rey bajar del trono para subirse a la tarima a tocar con la Nueva Sangre, a rockear como sanputa, dándole de paso un par de bien merecidas cachetadas al Destino que se empecinaba en jubilarlo. No puede decirse que Bowie no muriese en su ley: con disco nuevo, apaciblemente, querido y reconocido por todos/as.


Sí, querido y reconocido por todos/as. Al día siguiente de difundirse la noticia de su deceso, fui testigo de algo increíble. En mi contexto Facebook, no hubo nadie, absolutamente nadie que se quedara impasible ante la trágica noticia. Las cuentas de viejas glorias ochenteras como Modern English, Pixies, Japan o The Psychedelic Furs le dedicaron sentidos laudatorios; lo mismo que grupos y artistas que fácilmente son su promoción -Peter Gabriel, Jimmy Page, Brian Eno, King Crimson, Kraftwerk... CNN en inglés dio cuenta del lúgubre suceso como primer titular de su edición matutina, haciéndose eco de la tristeza que embargaba a gente de ética/estética tan dispar como Billy Idol y Rick Gervais. Incluso desde el planeta electro llegaron emotivas muestras de afecto. Ya mencioné a Kraftwerk: súmale a eso Goldie, Nine Inch Nails, Orbital, etc. Otra vez, ¿cómo podría ser de otro modo? Bowie nos dejó para tomar su justo lugar en el Panteón de la música rock. Un Héroe (sin comillas, esta vez).


La pena se ha agigantado con el Tiempo. Hacía menos de un mes, se había ido Lemmy Kilmister, de Motörhead. Ese 10/01/16, se fue David Bowie. El día menos pensado, se nos va Iggy Pop (a quien al menos aquí ya tuvimos la suerte de ver en vivo) o Ralf Hutter. Imposible no sentir que el mundo se despedaza. Sólo mocosos/as que han crecido en la mierda, en la gusanera infecta que es hoy el pop mainstream, podrían no sólo no sentir nada, sino suspirar por el día en que mueran todos los -según ellos/as- “rockstars”. Pobres idiotas. No todos/as, pero sí la inmensa mayoría. Marcelo crecerá en medio de la mierda, eso no puedo evitarlo. Pero de mi cuenta corre que no se alimentará de ella.


Pasado año y medio, todavía duele decirte adiós, querido Duque Blanco. Desde que tengo uso de razón, te creíamos inmortal. Toca seguir despidiéndote, en medio de un llanto imposible de aguantar. Nos queda el consuelo de tus decenas de discos, de tus magníficas canciones, de tu exquisito arte imperecedero -que trasciende a otras artes como el cine y la pintura cosecha Warhol. Fuiste fiel a ti mismo hasta el final, un desafío a la altura del cual muchos no estaremos -pero nunca perderemos la esperanza de estarlo. Adiós, querido David Bowie. Espero seguir viéndote en mi subconsciente cantándome “John, I'm Only Danciiiiiiing.......”, a mí, que siempre he tenido dos pies izquierdos para el bailongo.

:'(


Hákim de Merv

ADENDDA
Extraído del muro Facebook del escritor magallánico Jorge Baradit, publicado el 11/01/16:

“Camino a la pega voy escuchando radio Cooperativa. A las 7:30 sólo dan noticias, pero de pronto empieza a sonar ‘The Man Who Sold The World’ sin ninguna razón aparente. No alcanzo a nada cuando escucho al periodista disparar ‘David Bowie ha muerto’.

Y no.

No poh.

Esas cosas no pasan.

¿Estás seguro?




Estoy helado. Ese tipo de gente no muere. Él está ahí desde que tengo memoria disparando sus bombas; brillando o explotando, iluminando o cegando, defraudando y sorprendiendo, un sol que se consume para quemar, irradiar y carbonizarnos la sinapsis. Un sol negro, una estrella negra.

Bowie murió. No, no suena bien, ¿cambiémoslo? ¿hagamos como que no pasó? Porque es despertar y que la cordillera no esté ahí.

1985, escuchando escondido de mis amigos punketas el Ziggy Stardust. Viendo o creyendo haber visto en Midnight Special, con el Pirincho Cárcamo, el video de Top Of The Pops cuando 'Starman' quiebra todo y aterriza para siempre en el interior de nuestras cabezas.

Sorprendido, siempre sorprendiendo, porque vivía más adelante. El payaso de cianuro, la bala rosada, el isótopo de espejos haciendo estallar en la cara la idea más querida del siglo XX: ‘el arte no es popular’, nadie puede equilibrar arte real y gusto popular, pero ahí estaba, llevando trajes de diseñadores ingleses underground, usando pasos de butoh y gritando 'Let’s Dance!!!' antes que caiga la bomba. Porque, ¿quién calentó más la guerra fría con su horno nuclear que Robert Jones, que se fue a Berlín a dispararle rayos a Honecker?

Cuenta que cuando hizo un recital junto al Muro vivió una de las experiencias más emocionantes de su vida. Termina la primera canción y la ovación no viene de los asistentes del recital, sino de detrás del muro, de los miles de berlineses orientales que se habían acercado para escucharlo a través del hormigón. We Can Be Heroes, Just For One Day.


Música, teatro, artes visuales, poesía, danza, cine y quizá qué tantra y magia negra salió de la boca y los ojos de Thin White Duke, Alladin Sane, Ziggy Stardust, Chameleon, Blackstar y su puta elegancia hasta cuando se equivocaba, porque los genios hasta cuando se equivocan están en lo correcto.

No me afecta la muerte de los artistas, sobre todo si ya han sembrado y cosechado lo que vinieron a hacer; pero no es el caso, tengo pena, tengo una puta pena que me da pudor porque finalmente es alguien lejano, ¿no? Es alguien a quien nunca vi, ¿no? Me siento como una puta calcetinera llorando a su ídolo pop de cartón, ¿o no? ¡¡¡Tengo pena porque no lloramos a un viejito que le dio glorias a la música allá por los 70s, sino a un monstruo que a los 69 años se la mandó a guardar a todos con un discazo de la putamadre!!!

Blackstar, es la misa negra ocultista de un demonio alienígena que abandona la Tierra. Hay que ver el clip de 'Lazarus', su último single, para entender todo, la inhumanidad de Bowie que arma su propio epitafio lleno de signos, símbolos y mecanismos para regresar a cada rato como un mantra, un medium que armó el arco de su vida con una precisión de un misil sub-orbital: evolucionó en el aire, brilló de otras maneras en el vuelo, aceleró a fondo en la caída y estalló como una estrella negra en el momento preciso. Acto mágico.


Que rabia que no se me venga a la mente una mejor palabra que 'genio'.

Tengo pena.

El 90 no tenía un peso y lloré de impotencia afuera del Nacional. Ahora lloré, no sé por qué. Me da pudor, pero lloré. Qué mierda, no pude aguantarme y lloré. Ángel negro de mierda, mutante torcido, androide. Pulsar. Agujero negro en su ojo izquierdo. Sacerdote de algo. Payaso de mierda.

The stars look very different today…

Qué aburrido va a ser el mundo sin Bowie, compañeros.

Qué mierda de día este lunes 11 de enero de 2016, porque mañana será el primer día del universo sin Ziggy brillando, waiting in the sky.

Something happened on the day he died
Spirit rose a metre and stepped aside
Somebody else took his place, and bravely cried
I’m a blackstar

(David Bowie / 1947-2016)”.