(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de agosto del 2017.)
(Primer ensayo de
arqueología pop referido a una nación distinta de la mía. Aquí vamos...)
Si bien en
muchísimos aspectos Chile como país nos saca innegable ventaja, en otros pocos la
cancha está nivelada, cuando no llevamos la delantera por tres y hasta cuatro
cuerpos. Tal es el caso de la arqueología pop.
Por esos
cortocircuitos que a veces nos obsequia el Destino, hasta aquí llegaron en los
90s noticias de determinados grupos y proyectos, de los que el panorama actual
del pop chileno guarda escasa o nula memoria. No estoy apuntando, naturalmente,
a la historia que contaba el mainstream en aquel decenio -sino a la de la
escena independiente mapocha, llena de ideas y creatividad como (casi) cualquiera
de sus similares en otras latitudes, y cuyos nombres más prominentes el Tiempo
se encargó de reivindicar: Lluvia Ácida, Supersordo, Tobías Alcayota,
Congelador, Yajaira, LEM, Pánico... Hay, no obstante, decenas de conjuntos cuyo
legado espera todavía ser rescatado. Y si así andan las cosas con respecto a
los 90s, imagínate cómo andarán con respecto a décadas previas.
(En el Perú,
felizmente, los diversos estamentos pertenecientes a la movida hemos mantenido
una digamos “política” de recuperación de referencias sonoras como no he visto
en otros países de Latinoamérica; ni siquiera en los colosos de la región, México
y Argentina. Sí, lo sé, “política” no es la palabra más adecuada -implica
consciencia, dirección e intencionalidad colectivas. Pero, como diría el
Chapulín Colorado, “bueno, la idea es ésa”.)
A Alvania, sin
embargo, no le conocí entonces. Le he descubierto hace un par de meses, gracias
al buen amigo chileno Eduardo Yáñez, que al mando de los sintetizadores formara
parte del trío junto a Vinko Luksic (voz y teclado) y a Patricia Briceño (voz y
coros). Según entiendo, todos son oriundos de Villa Alemana, comuna
perteneciente a Gran Valparaíso. La instrumentación descrita hace instantes
anticipa al lector la orientación de la terna -música electrónica vigorizada
por tres fuentes más o menos afines, que en última instancia lograban
complementarse hasta formar un solo estuario: la electronic body music, el
cyberpunk y el techno industrial.
Para la Historia
quedará consignado que Alvania debuta en vivo en 1995, en el local del
Sindicato De Estibadores de Valparaíso. También, que a fines del mismo año
aparece una primera grabación oficial en formato cassette titulada Estado De Coma. Se habla además de
maquetas posteriores que registraron tocatas varias, distribuidas en Valparaíso
y en Santiago De Chile entre allegados al terceto; y de un directo que contó
con la aprobación de Briceño/Luksic/Yáñez (Alvania
En Vivo). Ninguno de estos trabajos se encuentra disponible en la Red.
Afortunadamente, en
junio de este año se colgó un disco recopilatorio compuesto por grabaciones caseras
realizadas entre 1995 y 1999, recuperadas de viejos k-sets y que han pasado por
la consabida -casi milagrosa- remasterización. The Legacy (Collected Works) rescata así una página esencial para
la historia de la música electrónica chilena, más valiosa aún para las subescenas
EBM y similares fuera de la capital sureña.
Sustentemos los
adjetivos dispensados. Los pertinaces/martilleantes ritmos 4-sobre-4 (los beats
son no pocas veces rotundos), el fantasmal nihilismo sombrío que parece hacerse
eco de yelworC (entidad fundacional del electro-industrial que hoy casi nadie
recuerda), el cyberpunk de Detroit y Berlín, los sintes distorsionados, el
tratamiento sampladélico a-lo-23 Skidoo de procedencia audiovisual (series de
TV o películas, confieso que no pude reconocer ninguna matriz)... The Legacy (Collected Works) debe
resultar doblemente interesante para quienes escucharon al trinomio en su momento,
al revelar un repertorio inédito respecto del demo EDC: qué tan igual, qué tan distinto, a ellos les toca deci(di)rlo.
Lo que yo percibo es una banda que dejó pendiente mucho por desarrollar.
Incluso el cover que hacen de “Satan” (original de Orbital), con ese acabado
más tosco que el de su modelo, no desentona, sino que acerca el espíritu del
tema al output de Alvania.
¿El blog?/¿La
netlabel? Estereo8Netlabel habla de un rejunte de Alvania, rebautizado ahora
como A.L.B.A.N.I.A, y con nuevos trabajos en agenda. Hacia el final de su reseña,
el site pone la antología en free download. Yo prefiero compartir el enlace
hacia el BandCamp del disco, desde donde también se puede descargar
gratuitamente, para que conozcas la escudería que lo ha hecho público -Heavenly Music, “la label experimental más underground en Sudamérica después de Cieliro Diystro” (en reconocimiento a esta última iniciativa hermana), donde puedes ubicar
albums enteros de los proyectos electrónicos más rebuscados al sur de Panamá (y
hasta novedosas colaboraciones como la de A La Obra De Pierre Henry, homenaje editado tras el deceso del padre de la
música concreta y de la música electroacústica, en el que se dan la mano
músicos peruanos y chilenos).
Tras la disolución,
Yáñez seguiría con su carrera en solitario, que comenzase completamente
autogestionada en los 80s. Ya en el nuevo siglo, Eduardo puede jactarse de una
sólida trayectoria artística bajo su nuevo y más celebrado alias, el que le ha
dado piramidal reputación: Gozne (y tiene otro que también se las trae,
Zacarías Malden).
A quienes sí conocí a fines de los 90s, por lo menos de nombre, fue a Diacatorce. Hace algunas semanas, estuve rastreando muchos LPs del hermano país del Sur que escuchara tiempales hace, pero que no tenía en formato digital. A punto de cerrar esa búsqueda, me acordé de Diacatorce, y probé suerte con Google Chrome. Como era de esperarse, no apareció material suyo que pudiera audicionarse, pero sí un par de links con algo de información. Para mi tremebunda sorpresa, leo en uno de ellos que formaba parte del grupo el guitarrista Bernardo Naranjo. “¿Será el mismo Bernardo Naranjo Pizarro que conocí en Viña Del Mar, dueño de una tienda de música selecta y factótum del combo post rock/indie Fatiga De Material?”, pensé. Lo siguiente fue 100% surrealista: le escribí inmediatamente por inbox a Bernardo, quien confirmó mis sospechas. Obviamente, no te digo lo que me demoré en preguntarle si aún conservaba un ejemplar de ese disco.
Así pude, después
de casi 20 años, escuchar por primera vez a/saber más de Diacatorce -ojo, se
escribe así (confróntese el arte del disco). Lo que ya sabía era que se trataba
de un dúo riot grrrrl, muy a la usanza de la época (Sleater-Kinney, L7, Babes
In Toyland, Bikini Kill, Le Tigre, tardíamente The Julie Ruin), formado en
Santiago De Chile hacia 1998 por Carolina García (a) La Rucia y Susana Cortés.
Lo que he aprendido luego es que durante un tiempo el dúo se convirtió en trío,
con la adición del guitarrista Camilo Carrasco y, tras la salida de éste; el
ingreso de Bernardo. Para el año 2000, Diacatorce se transforma en cuarteto
gracias a la incorporación de la vocalista Alondra Verdi.
El unigénito disco
epónimo de la formación se cuenta entre las primeras referencias de
QuemaSuCabeza, el sello discográfico de los sensacionales Congelador. Las doce
pistas del esférico son grabadas por Rodrigo Santis (voz y guitarra de
Congelador), pero el cuarteto participa de todo el proceso de producción del CD,
desde su registro hasta los afiches de lanzamiento de la criatura.
Diacatorce tiene toda la impronta del movimiento de
Olympia. Achuchado, desahuevado, feminista químicamente puro; el disco no logra
superar los treinta minutos de duración, pero es un manifiesto incendiario.
Canciones de minuto y medio, a veces de menos de un minuto (“La Lavadora”), que
se apropian de expresiones sonoras comúnmente asociadas a los hombres -de
hecho, el sonido de las riot grrrrl bands es el de una versión alternativa del
harcore-punk, muy cercana al grunge, preñada de sexualidad y empoderamiento femenino,
agresivamente contestataria y denunciante. Cero respeto por las formas que la
tradición sonora masculina ha convertido en intocables, tal cual sus pares
usamericanas.
El site ChileRock En Su Casa consigna dos canciones del line up que grabó el disco y que no se incluyeron
allí, inequívoco signo de que había más composiciones ya trabajándose
(“Abuelito” y “Lara”). Algo que por lo demás dejaba en claro el hidden track de
la rodaja lumínica, versión demo/ensayo del tema “El Rap De La Perra Laya”, alternativamente
conocido como “Chupa La Que Cuelga”. Lamentablemente, el epónimo testimonio de
Diacatorce se constituyó a la larga en su único legado. En agosto del 2001,
Bernardo Naranjo deja el grupo. Muy poco tiempo después, Bernardita Martínez
ocupa su puesto, convirtiendo al cuarteto en un auténtico grupo riot grrrrl. Esta
situación, empero, no duraría demasiado; pues en el 2003 Diacatorce dejaría de
existir como tal para transformarse en Las Johnatan. Y ésa, mis queridos
amigos, ya es otra historia.
Link de descarga de
este incunable del rock chileno haciendo click aquí.
Hákim de Merv
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