Y por fin, los
chilenos de Vago Sagrado se han convertido en una superbandaza. Pensar que a
estos gallos los vi en vivo cuando apenas si tenían publicado un prometedor
disco epónimo, teloneando al acorazado Yajaira sin el menor indicio de sonrojos,
cancherazos sobre la palestra, robustos parapetados tras su enérgica frescura, despercudidos
en su alucinante dominio técnico...
Un bienio después
del Vol. II, tiempo que ahora se convierte
en la media a tomarse entre una y otra producción, sale a la luz el Vol. III. No consigo establecer si hay
que entenderlo como el cierre de una trilogía conceptual a través de la que el
grupo ha probado todas las sonoridades vinculadas a la emotividad química.
Hipótesis con cierto asidero, en última instancia habría que esperar al
siguiente capítulo para corroborarla o reprobarle. En última instancia, asimismo,
buena parte de estas sonoridades calza dentro de lo que hoy se conoce/practica
en la región como “meta-stoner”.
El power trío santiaguino
resiste inalterable: Nick Vayolence a las baquetas, Carlos González Lihn en el
mástil de cuatro cuerdas, Alberto Parra frente al micrófono guitarra en ristre.
También permanece inamovible Pablo Giadach, en las perillas. La masterización
del Vol. III ha sido realizada en
Washington por Chris Hanszek, que tiene en su currículum haber hecho lo propio
con gente como Soundgarden y los Melvins. Dato este último a tener en cuenta, pues
en algunos momentos del disco se siente un aire no muy tenue al combo de Dale
Crover y Buzz Osborne.
Lo primero a
resaltar de este nuevo capítulo es que los muchachones, si bien mantienen el
vigor de su quintaesencia lisérgica, se han apartado un poco de la dureza
inflexible del stoner rock. La apertura con “K Is Kool” es, en pocas palabras,
psicodelia blanca: se les siente distendidos, relajados, más volcados al space de
lo que han estado nunca. Y aunque durante los próximos cuarenta y tantos
minutos estos vagabundos cósmicos recuperan mucha de la fiereza stoner exhibida
en esfuerzos anteriores, no logran equiparar esas exactas altitudes. Ello, no
obstante, se convierte en punto a favor en lugar de demérito. Vago Sagrado se
transfigura en una entidad nebulosa, sideral, atávicamente etérea.
Con la densidad en
los tóxicos rangos de siempre, la banda deja de frecuentar la machacante
repetitividad del Vol. II sin
extraviar su exultante vitalismo (una oscura “Centinela”, una frenética “La
Pieza Oscura”, una fantástica “Fire (In Your Head)” a dos voces). Premunida de
cannábicas eléctricas, tempos licuados y reconstituidos, irresistible mística
pagana; la terna salta suicida hacia los vacíos interestelares: “Sundown” (que
sigue el camino de “Fire...” en dirección inversa), “Mekong” (tal vez lo más
groovy que hasta ahora acredite VS), “Listen And Obey”... Del kraut rock y del
post punk más ácido -éste extremadamente dosificado en los ritmos angulares, el
primero en otrora considerables cantidades-, queda nada o muy poco.
Esta purga o depuración,
sin embargo, pulimenta la identidad colectiva. Los arpegios de seis cuerdas de
Vago Sagrado ahora transforman la vibración en toda una lección estética, que
se despliega hasta convertirse en estado de ánimo omnipresente llegado el caso.
La calígine opiácea de los riffs, el empuje de la bramante batería y la materia
oscura expelida desde el bajo; pueden ahora pasar directamente del estado
gaseoso al sólido, sin que las pieles con que se cubren los tracks den signos
de ello. El mejor símil lo proporciona el trío en las ‘inner notes’ de su cuenta BandCamp: “un monumento en ruinas que no para de caer”.
Detalle conceptual de
la portada: como ya es costumbre, cada largo de los mapochos incluye una frase
o lema como improvisado subtítulo. Este Vol.
III consigna la fórmula “УНИШТУВAHЪE KOE HE ПPECTAHYBA ДA ПAГA”. Tratándose
del alfabeto cirílico, no alcanzo a discernir una traducción exacta -pero sospecho
que debe ser algo como “Destruyendo lo que estaba esperando ser construido”.
Hákim de Merv
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