Estrenando en esta
oportunidad sello propio (Casa De Reposo Records), los chilenos Cola De Zorro publicaron
a mediados de abril pasado su tercer largo, bautizado escuetamente Soma. Celebro la doble buena nueva -y,
como ya antes he ahondado en la trayectoria y la producción discográfica de los
sureños, te remito a ellas haciendo click aquí.
Tres años atrás
yace Khaikha. En este intervalo algunas
cosas han cambiado, algunas otras se mantienen, y de algunas más se puede afirmar
lo uno como lo otro. La alineación, por ejemplo, es la misma que se armó en el
2005 y que debutase siete años después con Can-Can:
César Bernal (sintetizador, bajo), Felipe Medina (sintetizador, guitarra eléctrica)
y Pablo Rivera (batería). Pero CDZ de momento ha dejado de ser un trío. En los
créditos se consigna como músico invitado a Carlos Soutullo, encargado de una
segunda eléctrica y de la drum machine. Su participación ha sido tan decisiva
para potenciar de manera extraordinaria la naturaleza casi telepática del
proceso compositivo comunal, que yo no dudaría en incorporarle permanentemente.
La composición, por
otra parte, persiste en sus trece. Automática, no programada, instintiva,
subconsciente; proviene más de las tripas que del encéfalo. Este proceder
intuitivo se condice con la abdicación a toda pretensión estético-unitaria que desde
su conformación misma asumieran los valpeños. La materia prima nutriente es, en
efecto, de lo más diversa: jazz, folklore, prog, indie, psicodelia... A su vez,
el modus operandi se hace eco del minimalismo y de un cierto enfoque
experimental. Sin embargo, el soplo del viento cambia de dirección en Soma: si en el pasado Cola De Zorro se
sentía más cómodo cerca del post rock, hoy se despacha a sus anchas bajo las
enseñas del (“nuevo”) rock progresivo.
“Overtura”, distendido
número rockdélico que le hace honor a su nombre, anticipa sólo a través de brochazos
la nueva distribución en el pantone de la banda. A partir de “Litre”, el jazz,
el post rock más tosco y el progre de corazón atómico no sólo se hacen
presentes; sino que además compiten por obtener el papel principal de la obra.
Esto se hace evidente sobre todo en el segmento final de “Litre”, donde el post
gana el round en medio de farragosas tormentas de distorsión. La extensa
introducción de “Savia”, single de adelanto, da paso a otro duelo, esta vez
entre el prog y el post. Detalle nada circunstancial, porque a partir de este
punto en la rodaja, el resto de géneros que alimentan el conglomerado sonoro de
CDZ quedará mayormente relegado a planos secundarios.
Hay un par de cosas
adicionales que enumerar, sobrepasados los tres primeros tracks de Soma. La primera, relacionada a una
característica inmutable del ¿terceto?/¿cuarteto? porteño, es que por el
momento no tiene pensado modificar su status de proyecto instrumental. La
segunda, nuevo atributo del grupo reforzado hasta el último minuto del CD, es
que ahora le desborda cierta propensión a las construcciones cíclicas no lineales
o correlativas. “Elefante” -tan hercúleo y paquidérmico como su título- y “La
Importancia De No Tener Nombre” se adentran en las espesuras de un progre
tremendista, con equivalente intensidad bartokiana a la de unos Van Der Graaf
Generator o del King Crimson 73-75, si bien lejos de semejantes registros. Atenuando
tamaños niveles de grandilocuencia, ímpetu y nervio; por debajo de todo ello evoluciona
sostenidamente esa circularidad de la que hablaba, y que por momentos me
recuerda a The Sea And Cake.
Declina Soma con “Danza” y el tema epónimo. El
primero condensa todas las virtudes antes enumeradas del disco: intrepidez,
convulsión, escritura/performance cuasirrefleja... Tiene además un sutil loop
digital, una creciente filiación folklórica latinoamericana, y los primeros
solos llameantes de guitarra de toda la placa (claro que sucesivos, no
consecutivos). Así, “Danza” se convierte en la perfecta coda para el corte
final: “Soma” acentúa aires tribales en sus primeros minutos, virando luego
hacia trances electro-psicodélicos de aliento interminable, de ascendencia
cerebral y texturas abigarradas. Resulta revelador que sean precisamente los
dos surcos más largos de este Soma
los que le despidan -más concretamente la pieza homónima, una manera de dejar
la pelota picando, como si se insinuara que no pasarán otros tres años antes de
tener a Cola De Zorro de vuelta. Bienaventuranza plena.
Hákim de Merv
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