(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de diciembre del 2017.)
Por alcance de
rango y dominio, el sello ibérico Distrolux SL ha devenido en una suerte de
“multinacional”. En el mejor de los sentidos: no es que realmente lo sea, sino que
sus dos divisiones han generado ramificaciones tan numerosas y especializadas;
que el mapa final recuerda bastante al de los seis grandes monopolios de la
industria usamericana del entretenimiento -General Electric, BMG, Disney,
ViaCom, Time Warner y NewsCorp. Para nuestro sosiego, el parecido sólo se queda
a ese nivel, lejos de las abyectas intenciones de esos mercachifles de la Cultura
enquistados en el continental país del norte.
Tanto VampiSoul
como Munster Records, los subsellos de Distrolux SL, llevan codificada en el
ADN la vocación arqueológica. El primero, a través de labels como Cumbia Beat, R&B
Hipshakers, Czech Up! Y Sensacional Soul; ha recuperado extraviadas jornadas de
sabor latinoamericano -con no poca incidencia en los tesoros “inca beat” de la
primera escena peruana: los Back To
Perú... 1 (2002) y 2 (2011), Cumbia Beat Vol. 1 (Experimental Guitar-Driven Tropical Sounds From Perú 1966/1976) (2010), la serie Bogaloo!... Por otra parte, Munster
Records se ha valido de subsidiarias como Rekkids, Electro Harmonix, Teenager
From Outer Space Records, Ay Carramba! y Beat Generation; para lanzar discos
tan solicitados como el Buy (1979) de
The Contortions, el Onisciente Coletivo
(2002) de Ratos De Porão (aparecido en simultáneo a la edición hecha por
Alternative Tentacles), El Acto (1982)
de Parálisis Permanente -además de singles rebuscados de Derribos Arias, El
Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados, Siniestro Total o Nico (y
recopilaciones de Burning o Swell Maps).
Pues bien, en el
2013 Munster Records puso a la venta un riguroso trabajo de investigación
titulado La Ciudad Secreta: Sonidos Experimentales En La Barcelona Pre-Olímpica 1971-1991. Escrito por el
prolífico y erudito periodista Jaime Gonzalo, el texto redescubre un circuito sónico
independiente opacado/ninguneado por la mass media de su propio país -el de
Barcelona. Tengo entendido, porque aún no he logrado acceder al libro, que La Ciudad Secreta... no sólo vindica,
sino que además celebra: sus páginas recorren el enorme legado sonoro que ha
permanecido olvidado en el corazón de Cataluña durante décadas, no sólo admirándose
de tal circunstancia, sino también de la categoría mostrada por los estetas
catalanes -quienes dieron forma y color a una dilatada etapa de fecunda y
radical creatividad, a la par del avant garde francés que arranca a mediados de
los 60s (Magma, Pierre Schaffer, Olivier Messiaen, Arsene Souffriau, Heldon), del
Canterbury británico (Henry Cow, Gong, The Soft Machine, Camel), del movimiento
alemán en Colonia (que daría pie al surgimiento de la música electroacústica)...
Felizmente, La Ciudad Secreta... incluye tres CDs
con abundante material del período 71-91 que sí pueden rastrearse en Internet y
que hacen las veces de contraparte sonora equivalente al libro. Muchas de estas
piezas, en efecto, confirman lo que dicen las reseñas que de la obra pueden leerse en la Red. Ahí está, por ejemplo, “Me Voy A Tomar El Orient Express” de
Eduardo Polonio; luminoso ejercicio de synth recogido en la primera rodaja,
ilustrativa del periodo 1971-1976. Es decir, antes de O.M.D., de The Human
League, de Depeche Mode; posiblemente antes del primer industrial, y en
paralelo a Kraftwerk. Es decir, y como enfatiza Gonzalo, “Lo que está claro es que en España la música electrónica, y muchas otras músicas, nace en Barcelona”.
Convengo en la
necesidad de advertir que gran número de estas composiciones aurorales no suena
todo lo bien que uno/a quisiera. Comprensible: dada la dependencia del grado de
conservación material de los registros, algunos de ellos pertenecientes a tomas
en vivo, era complicado asegurar una adecuada restauración para cada caso. Pero
bueno, haciendo a un lado ese detalle, el triple es un festín orgiástico de
músicas para las más de las cuales apenas se puede aventurar una descripción
medianamente inteligible. Por supuesto que algunos números remiten al rock
progresivo y al jazz rock de vanguardia, pero la mayoría se agrupa en el
epígrafe genérico de “música experimental”: “avant garde after punk”,
“free-form freak-out sound”, “outsider music makers”, “lisergic industrial”...
El Grito Acusador, Camino Al Desván, Melodinámika Sensor, Neuronium,
Tropopausa, Tendre Tembles, La Propiedad Es Un Robo, Bueyes Madereros,
Macromassa; son apenas algunos de los nombres que figuran en este tríptico de
ribetes épicos, testimonio y memorial de aquella escena barcelonesa que se
asumió subterránea/anticomercial/alternativa una vez la aparición del cassette y
el abaratamiento de los procesos de grabación/copia/distribución pusieron las
bases para la autarquía bajo la dermis de la urbe.
Dejo aquí el link
de YouTube donde puede escucharse el triple completo. Un enlace de descarga
gratuita, aquí mismo, for your ears only.
En ocasión anterior, hablé de Màgia Roja, asociación cultural fundada en el 2009 que publica discos de la actual escena catalana ligada al noise industrial/post-industrial y a sonidos que provienen de/se dirigen a la Oscuridad y a la Sordidez. Afortunadamente, la filiación industrial/post-industrial no es excluyente.
Siempre en el 2013,
MR despachó dos placas estupendas, bastante similares entre sí. La primera de
ellas es La Roda De La Justícia, de
Coàgul. Entre singles, splits y EPs, La
Roda... es la onceava referencia discográfica del unipersonal de Marc
O’Callaghan, y asimismo su segundo disco largo (después de Coàgul Eclíptic, también colgado en BandCamp en el 2013).
Ocho temas
repescados de sencillos, que le deben mucho a sus coterráneos de Esplendor
Geométrico, al P.I.L. de los primeros 80s, a los fundacionales Suicide, a la
seminal pandilla de Blixa Bargeld. Pero Coàgul, si bien su filiación
electrónico-industrial es evidente, también acredita debilidad por la
psicodelia y algo de kraut rock. De allí que la resultante huela a magia negra,
a aquelarre, a conventículo de Aleister Crowley. Histrionismo corrosivo, de
percusiva industrial -pero que, extrañamente, no remite a las consabidas
imágenes cyberpunk que el techno industrial y la EBM convirtieron en poco menos
que caricaturas gracias a su uso y abuso; sino a bosques solemnes e imponentes,
a reuniones clandestinas de confesiones arcanas, a cultos tenebrosos y a bacanales
interminables. A este respecto, es necesario destacar la espectral voz de O’Callaghan,
en plan de hipnótico pitoniso vomitando visiones de mundos negros anteriores a
la especie humana.
Más dantesco aún es
Qa’a, del multi-instrumentista Víctor Hurtado/Viktor L. Crux. Nombre del último
faraón de la quinta dinastía egipcia, Qa’a es la encarnación previa de Hurtado,
quien desde el 2015 agita las oscuras aguas de la música industrial como Futuro De Hierro.
Qa’a debuta en el
2009 con Vesprada, y pudo articular
dos discos más antes de pasar a mejor vida. Justamente es Sang, doble de casi 100 minutos, el que motiva estas líneas. Sang encarna el mismo maëlstrom desatado
en La Roda De La Justicía, pero
potenciado a la n, si tal cosa es posible. Una capa ectoplásmica de distorsión
maldita alterna sin cesar con una rítmica desnuda e instintiva, a contrapunto
de luces y sombras sucediéndose como en un trance psicorrágico. Tal y como
ocurre en el caso de Coàgul, la música de Qa’a adopta formas que ni calcadas
para oficios sacrílegos. Literalmente, huele a soledad, a entropía, a ocaso -probablemente
tenga que ver en ello el hecho de que el díptico se grabase en una decimonónica
mansión abandonada de Cataluña. El ritualismo de Sang refleja la decadencia
generalizada que en Occidente ha afectado a los principios apolíneos -todo lo
que queda a lo cual poder asirte es el orden dionisíaco, antes de que la Tierra
se convierta en ese “holocausto de libertad y éxtasis” del que una vez habló el
amado H.P. Lovecraft. Ben Mahoney, Yarei Molina y Carles Esteban acompañaron a
Hurtado en esta experiencia, que sólo hacia su culminación se torna más
“convencional”.
Hákim de Merv
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