lunes, 19 de noviembre de 2018

Cola De Zorro: Soma

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de noviembre del 2018.)

Estrenando en esta oportunidad sello propio (Casa De Reposo Records), los chilenos Cola De Zorro publicaron a mediados de abril pasado su tercer largo, bautizado escuetamente Soma. Celebro la doble buena nueva -y, como ya antes he ahondado en la trayectoria y la producción discográfica de los sureños, te remito a ellas haciendo click aquí.

Tres años atrás yace Khaikha. En este intervalo algunas cosas han cambiado, algunas otras se mantienen, y de algunas más se puede afirmar lo uno como lo otro. La alineación, por ejemplo, es la misma que se armó en el 2005 y que debutase siete años después con Can-Can: César Bernal (sintetizador, bajo), Felipe Medina (sintetizador, guitarra eléctrica) y Pablo Rivera (batería). Pero CDZ de momento ha dejado de ser un trío. En los créditos se consigna como músico invitado a Carlos Soutullo, encargado de una segunda eléctrica y de la drum machine. Su participación ha sido tan decisiva para potenciar de manera extraordinaria la naturaleza casi telepática del proceso compositivo comunal, que yo no dudaría en incorporarle permanentemente.

La composición, por otra parte, persiste en sus trece. Automática, no programada, instintiva, subconsciente; proviene más de las tripas que del encéfalo. Este proceder intuitivo se condice con la abdicación a toda pretensión estético-unitaria que desde su conformación misma asumieran los valpeños. La materia prima nutriente es, en efecto, de lo más diversa: jazz, folklore, prog, indie, psicodelia... A su vez, el modus operandi se hace eco del minimalismo y de un cierto enfoque experimental. Sin embargo, el soplo del viento cambia de dirección en Soma: si en el pasado Cola De Zorro se sentía más cómodo cerca del post rock, hoy se despacha a sus anchas bajo las enseñas del (“nuevo”) rock progresivo.

“Overtura”, distendido número rockdélico que le hace honor a su nombre, anticipa sólo a través de brochazos la nueva distribución en el pantone de la banda. A partir de “Litre”, el jazz, el post rock más tosco y el progre de corazón atómico no sólo se hacen presentes; sino que además compiten por obtener el papel principal de la obra. Esto se hace evidente sobre todo en el segmento final de “Litre”, donde el post gana el round en medio de farragosas tormentas de distorsión. La extensa introducción de “Savia”, single de adelanto, da paso a otro duelo, esta vez entre el prog y el post. Detalle nada circunstancial, porque a partir de este punto en la rodaja, el resto de géneros que alimentan el conglomerado sonoro de CDZ quedará mayormente relegado a planos secundarios.

Hay un par de cosas adicionales que enumerar, sobrepasados los tres primeros tracks de Soma. La primera, relacionada a una característica inmutable del ¿terceto?/¿cuarteto? porteño, es que por el momento no tiene pensado modificar su status de proyecto instrumental. La segunda, nuevo atributo del grupo reforzado hasta el último minuto del CD, es que ahora le desborda cierta propensión a las construcciones cíclicas no lineales o correlativas. “Elefante” -tan hercúleo y paquidérmico como su título- y “La Importancia De No Tener Nombre” se adentran en las espesuras de un progre tremendista, con equivalente intensidad bartokiana a la de unos Van Der Graaf Generator o del King Crimson 73-75, si bien lejos de semejantes registros. Atenuando tamaños niveles de grandilocuencia, ímpetu y nervio; por debajo de todo ello evoluciona sostenidamente esa circularidad de la que hablaba, y que por momentos me recuerda a The Sea And Cake.

Declina Soma con “Danza” y el tema epónimo. El primero condensa todas las virtudes antes enumeradas del disco: intrepidez, convulsión, escritura/performance cuasirrefleja... Tiene además un sutil loop digital, una creciente filiación folklórica latinoamericana, y los primeros solos llameantes de guitarra de toda la placa (claro que sucesivos, no consecutivos). Así, “Danza” se convierte en la perfecta coda para el corte final: “Soma” acentúa aires tribales en sus primeros minutos, virando luego hacia trances electro-psicodélicos de aliento interminable, de ascendencia cerebral y texturas abigarradas. Resulta revelador que sean precisamente los dos surcos más largos de este Soma los que le despidan -más concretamente la pieza homónima, una manera de dejar la pelota picando, como si se insinuara que no pasarán otros tres años antes de tener a Cola De Zorro de vuelta. Bienaventuranza plena.


Hákim de Merv

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