#AguanteChile
A veces pienso que
la movida electrónica chilena de unipersonales post house anda tan fragmentada,
y ello en más de un sentido, que mapearla se ha convertido en tarea apremiante.
No recuerdo cómo, en cierta ocasión me topé con Baltazar Solar (a) Alpha
Stronggah, quien comenzara pergeñando hip house y terminó sumergido en la
electrónica a tres bandas -house, dub y ambient. Nuestroh EP (2014) fue debut y despedida conmigo, puesto que
desapareció del sonar abruptamente.
Lo mismo no ha sucedido
con Sebastián Mella, que tiene muchos años ya utilizando el nom de guerre de Fantasna. El mapocho,
empero, adolece de los demás hándicaps inherentes al mismo cajón de sastre:
prolificidad que se torna sofocante, dispersión de referencias discográficas, sequía
de esféricos que sobrepasen los dos tercios de hora... A Fantasna lo sigo desde
que le descubrí gracias a Del Cuore,
su extended del 2014. Lamentablemente, ha sido muy difícil tanto seguirle el
paso como ubicar sus anteriores producciones para ponerme al día. Máxime si
Fantasna ha vertebrado toda su carrera esencialmente sobre lanzamientos de
escaso minutaje -creo que su primer larga duración recién es Cuéntame (2017).
Lo que suma en
favor del santiaguino es la exquisita filigrana que acude a su llamado en
composiciones habitadas por robustos bombos y samples de potencial efecto
mesmerizante, característica que le ha valido participar en Lollapalooza Chile
2019, así como girar por Asia y Europa en el 2018. Sentimientos Encontrados EP es otra demostración de ese talento: ambient
house dulce y rítmico, diseñado para el consumo casero e individual, pero
también funcional si se presenta la oportunidad de reproducirlo en locaciones
asaz diferentes. Sinuoso -cuando no voluptuoso- pulso electrónico, de
vertiginoso como ilusorio desdoblamiento, para sincronizar con el techno del
valpeño VNZO (chequear su impresionante Santiago Estado Mental, 2018) y el electro-pop de su compatriota radicada en París Alex
June. Magia del Sonido sin fecha de expiración.
Abril vio debutar
en soledad al chileno Félix Encina, músico que ha cosechado laudatorios varios
por su labor como productor y sonidista, y que se hiciera particularmente
célebre a raíz de su chamba en el tercer esfuerzo del grupo de rock alternativo
Planeta Mente (El Volar Del Aprendiz,
2017). Oculto tras el rótulo de Felics, Encina ha dado pie en bola a un disco
de ensoñador y pedestre indie pop, que se las arregla para navegar entre climas
de lo fi sobre la cubierta de una yola de remaches synth pop -en la travesía,
Camilo Oyarzún de PM devuelve el favor.
Bosque Sagrado se grabó en una multipistas de ocho
canales rescatada de los 80s. Trabajarle empleando este aparato vintage no sólo
ha obsequiado a Felics sonidos y texturas templados y acogedores con que
esbozar plácidas melodías naif, sino que además las avecina a las costas del
vaporwave sin hacerlas atracar en sus puertos. Esto se expresa patente en “Al
Menos Hoy” y en el icónico “Miau”, números que evidencian un incremento en el
uso de la poética synth. Ésta, por lo general, suele mantener perfil bajo;
permitiendo que sea el indie el que se luzca: “Yuvia” (exaltada por los vientos
de Camilo Campos), “La Inquisidora Normalidad”, “Decir - Pensar” o “El Lobo
Feroz”.
La cavilante
serenidad de la narrativa encarnada en Bosque
Sagrado levita merced a una suerte de ambientación lisérgica muy tenue,
acaso el resultado del proceso de experimentación y aprendizaje que el propio
Félix ha subrayado en entrevistas. Esta suerte de transformación que atravesase
Encina le ha conferido un ionizado fulgor a cada instrumento, pero es en el
sintetizador donde más puede apreciarse ese cromatismo evanescente, ese flujo
sinestésico de tonalidades. La pértiga gracias a la que el álbum salta la valla
para coronarse como el más primoroso aparecido bajo cielos chilenos en este
2019.
BS cierra con “La Víctima” y “3 5 4”, piezas donde el
filón electrónico de Felics emerge en todo su esplendor, sin avasallar a los
demás componentes de su retórica.
Desde la ‘terra
australis’ magallánica llegaron nuevas sobre la liberación de material solista
de Rafael Cheuquelaf (en la foto, al lado de su retoño), músico y 50% de Lluvia Ácida. Los cuatro temas que conforman Choike
EP pertenecían a un repertorio más amplio fechado hace unos seis años, cuando el
puntarenense consideraba debutar en largo por cuenta propia. El nombre del extended
proviene de la lengua aónikenk, que hablase el pueblo homónimo tehuelche de
nómades cazadores y recolectores que más al sur habitase Mesoamérica durante
miles de años. Curiosamente, la palabra guarda cierto parecido con el vocablo
mapuche “cheuque”: morfológico y quizá fonético, pero más que nada semántico
-“ñandú”, en ambos idiomas.
Es justo con “Penon
Choike”, es decir “la pata del ñandú” (la famosa “Cruz del Sur” entre lobos de
mar occidentales), que se abre este breve y muy agradable registro. El track se
desarrolla a partir de una acústica sosegada y melancólica en su iteración,
debajo de cuya delicada capa bullen lúdicamente sonoridades sintéticas. El
pastoralismo de “Penon...” contrasta con el hálito casi abstract techno de “Luces
En La Carretera”, gobernado por un beat 8/8 (¿o es 16/16?), que pese a ello no
cambia las diapositivas de fondo. Con ellas me refiero a la línea de
cotidianeidad naturalista que Cheuquelaf documenta en Choike EP, en cierto sentido derivada de sus andanzas al lado de
Héctor Aguilar y que en “Orilla” cuaja de modo menos estilizado o artificioso
-punto medio equidistante entre las precedentes pistas.
Dejo para el
párrafo final “Hija”, corte que samplea la voz de la unigénita heredera del
músico, Antonia Rayén. Inicialmente, el sampleado la codifica en una secuencia
que de a pocos va tornándose surrealista, como describiendo aquello que sienten
ojos pioneros ante las íngrimas inmensidades que la Tierra oculta de continuo
al Hombre -y que debieran lucir encantadas o hechizadas, a la manera de un
Algernon Blackwood. Hacia el anochecer del surco reaparece la guitarra, ahora
enchufada y enroscada al sintetizador, lo mismo que la pequeña Antonia. Un EP
con que siempre recordar esa máxima de Ciro Alegría escrita hace 84 años, que
sólo entienden cabalmente aquellas personas que viven en lugares como el
Estrecho de Magallanes o el Valle del Marañón: “Aquí, la Naturaleza es el Destino”.
Alejandro Muñoz
Linford y Rafael comparten créditos por las fotografías.
Hákim de Merv
Qué linda reseña. Muchas gracias :)
ResponderBorrar¿Con quién tengo el gusto? ¿Félix Encina o Sebastián Mella? Cual sea el caso, no hay de qué. Para eso estamos. Un cálido abrazo desde Perú.
Borrarque bueno que aun existan personas que se dedican a hacer reseñas como las que haces,me da la impresion que casi estas en peligro de extincion,saludos desde Chile y sigue asi
ResponderBorrarHola, ¿qué tal?
BorrarPues sí, la verdad eso mismo siento desde hace por lo menos un par de años. Hasta entonces como que había más gente de la Vieja Guardia en activo aquí, gente con la que compartí tribuna en los tiempos en que las revistas y los fanzines todavía se imprimían. Luego, algunos colegas colgaron las plumas. Otros cambiaron de formato, lo que también es válido -aunque, claro, no es tan bonito o romántico como seguir escribiendo a lo old school. De hecho, soy uno de los poquísimos de esa generación -sino el único- que todavía cree en la cruzada.
Lo bueno es que no soy el único que sigue escribiendo: compas de generaciones posteriores tienen sus propias bitácoras y también redactan con prolijidad y criterio. Cuestión de que te des una vuelta y veas el patio. Por lo pronto, te recomiendo El Tercer Parlante, blog de Fernando Alayo. El muchacho es empeñoso y tiene lo suyo.
Muchas gracias por la buena onda, camarada. Fuerte abrazo desde Lima. Felices fiestas y aguante Chile.