Azarosa, como
mínimo, la ruta que viene trashumando Miyagi Pitcher. De todos los que sostiene
Alexander Fabián, éste fue el alias escogido en un principio para dar luz verde
a los devaneos vaporwave del oroíno, con encomiables resultados. Es a partir
del Nymph EP (mayo del 2017) que los
cambios introducidos desdibujan esa primigenia identificación, proceso acentuado
todavía más en Okuraseru (noviembre del mismo año). Opino que, pese a estar lo ofrecido en estos títulos
fuera de discusión, el músico debería haber persistido en la senda elegida al
inicio. Total, para no hacer vaporwave -estilo sedimentado a nivel underground aún
considerando sólo la escena independiente-, Fabián tiene otros proyectos
individuales (Okuraseru y Nymph EP podrían haber salido
tranquilamente acreditados a Ozono).
Aunque en junio del
2018 las nuevas composiciones de MP cedidas a la compilación Lego 11: Vaporwave Perú prometían una
vuelta a los orígenes, el regreso sólo ha sido parcial, pero regreso al fin y
al cabo. El novísimo Abraxas llama la
atención desde sus singularidades mismas: es el primer esfuerzo del acto con temas
sin entrelazar, y también el primero que no ha sido puesto para descarga gratuita
en su totalidad, ya que un 25% del repertorio -tres pistas- sólo está
disponible en formato físico. Es, finalmente, la primera referencia Pitcher que
equilibra muchas variables sonoras; a diferencia de anteriores jornadas en que
se exploraba el vaporwave u otros detritos -difícilmente, más de uno en
simultáneo y en igualdad de rango.
El nombre del
plástico, pues, ha sido bien escogido. “Abraxas” era el vocablo tallado en
piedras que ciertas antiguas sectas gnósticas esgrimían como talismanes de una
deidad bondadosa y perversa. A dicho ser se lo representaba con una balanza
nivelada por sendas cabezas de águila. A lo largo de este Abraxas, Alexander ha balanceado una hibridación a la que contribuyen
el harsh noise, el bliss pop, el shoegazing, la electrónica IDM en pequeñas gotas
y por supuesto el vaporwave. Dicha ecuanimidad no se roba el protagonismo, ya
que hay números en los que levemente predomina uno de estos ingredientes, como
en “Bettie Davis Eyes” (vaporwave) o en “Nazco Desde Arriba” y “Dakini” (bliss
pop). Pero sí es el origen de un lecho homogéneo que el perpetuo fluir de notas
y frecuencias usa para exaltar tal o cual faceta, con la misma rapidez con que
le eclipsa.
Subrayo en primera
instancia aquellas piezas consecuencia de extrañas mutaciones: “Chos Sku”
(deviene casi en angelical explosión de ruido blanco), “Piscis” (¿bliss
digital?), la suite epónima (urgente pulso binario). En segunda instancia,
aquellas insufladas del género-pastiche por antonomasia de lo que va del siglo:
“La Luz Del Sol Siempre Llega Demasiado Pronto” (gestada sobre líneas de la
letra de “Nothing Natural”, de Lush), “El Fuego De La Musa” (erigida en torno a
un sampleo de “Just Because I Love You”, de BC Camplight), “Bettie Davis...”
(el homónimo hit de Kim Carnes) y la insólita vaporcumbiagaze de “Mom”.
Coincidencias como
ésta son las que te exhortan a reflexionar en si será verdad aquello de la
energía astral/espiritual/de-cualquier-otro-tipo que la Música es capaz de
captar. Hace tres años, El Jefazo y Ancestro debutaban emplazando expectantemente y de golpe a la escena peruana stoner en el panorama latinoamericano. Hoy, la
coyuntura es casi la misma: la única divergencia radica en que El Jefazo ha
publicado su segundo opus, mientras que Ancestro va por el tercero.
Marcando distancias
con el sino de su par limeño, el power trio trujillano ha experimentado nuevas
modificaciones: Diego Cartulín ha pasado de las seis cuerdas a la batería, posición
esta última que dejó libre Víctor García (reemplazo a su vez de Rodrigo
Rodríguez). Ahora la eléctrica está en manos de Jorge Quevedo, bisoño
integrante del terceto, mientras que el bajo sigue siendo cosa de Boris
Baltodano. Repite en los teclados Cartulín, cuya flamante discográfica -Man In
The Box Records (¿Layne Staley, presente?)- puso sus estudios a disposición
para darle forma a este epónimo episodio.
¿Cuán relevantes han
sido las rotaciones en los puestos? Yo diría que se asemejan más a lo que en el
fútbol suele catalogarse como “cambio técnico”. La performance de Quevedo no
desentona con lo que ha mostrado su antecesor en los dos primeros registros de
la banda: hay una fijación hipnótica con el riff, que ahora se ha vuelto
notablemente más metálico y pesado. En cuanto a las baquetas, el timing permanece
perfecto: distendidas y espaciosas cuando lo amerita el surco, estruendosas y
trepidantes cuando éste se pone intratable.
Más allá del rollo
conceptual -entre rúnico, pagano, celtíbero y/o chamánico (ver arte interno del
CD en BandCamp)-, Ancestro arranca emulando
los ‘blueprints’ de El Gran Altar
(2017). El fragoroso y fugaz crescendo de los teclados en “I” es el prólogo que
los norteños redactan para invitarte a degustar un álbum tan memorable como lo
fueran sus predecesores. “II”, sin embargo, no es “Mareación”: medio tempo donde
el oleaje hechicero de atmósferas post metal es rasgado cada tanto, cuando la
eléctrica restalla firme y suavemente. Por su parte, “III” invierte las
proporciones del track anterior: la crecida de stoner y metal se desparrama en
breves interludios de reposo, concedidos por la furiosa y crispante guitarra de
Quevedo, que es quien lleva ahora la batuta -careciendo de solos, ulula muchas
veces en el desenlace.
Constantes en su
discografía, las lúgubres ambientaciones de Ancestro se aprecian reptantes y
maléficas en todo su aciago esplendor gracias a “IV”, a pesar de ser un número
contenido, acechante. Con ligero aumento en el sístole percusivo, éstas repiten
el plato en “V” hasta que irrumpen unos teclados en genial modo “On The Run” de
Pink Floyd (fase The Dark Side Of The
Moon, 1973), que despeñan al instrumental hacia una zarabanda de sórdida lascivia.
Cerrando el menú, “VI” ocupa en la práctica casi la tercera parte de Ancestro. Como corresponde a sus
dimensiones, es el canal que sintetiza todas las virtudes de disco y trinomio.
Su construcción es admirable, no pocas veces virtuosa, llena de arbotantes que
modulan la iracundia y de contrafuertes con que direccionar la enceguecedora
hebefrenia innata a las tradiciones sónicas de las que se alimenta -el prog más
lúcido, la psicodelia, las ordalías glorificadas por el heavy metal, el doom...
Crédito intacto el
de Ancestro. Muchísimo más valorados en el exterior que en el propio terruño,
lo mismo que los de El Jefazo, sus largos hasta ahora mantienen la promesa de
todavía mejores tiempos por venir. La edición física, que incluirá dos pistas
adicionales, correrá por cuenta del sello usamericano Forbidden Place Records. Fecha
aún por confirmar.
Unas pocas palabras
dedicadas a Marfilia.
A raíz del fichaje
por Catenaria Discos, el combo de Sofía Araya relanza el artefacto que en su
momento distribuyese UnderPop y que le revelase como uno de los gratos hallazgos
del 2017. La totalidad del Luces De Neón Y Otras Oscuridades EP ha pasado por la remasterización de rigor, y para la
ocasión se ha añadido una nueva canción, que bautiza esta versión reconfigurada
del extended de estreno. Personalmente no soy hincha de este tipo de jugadas:
pienso que el track list de una obra ya publicada no debería estar sujeto a
modificación, pero el grupo o artista es libre de obrar según propio parecer.
Poco que decir,
entonces, sobre este EP. En esencia, se trata de hablar de “Destellos”:
jubiloso pop de espíritu taciturno, cuando no acicateado por la desazón, cuyo
lustroso sonido remite al The Ocean Blue de los 90s; década que ya había
revisitado profusamente el conjunto en su previa incursión.
Dos cosas me quedan
claras:
1) Araya debe
seguir creciendo. La expresividad de su voz goza de energía y aptitud a las que
no le vislumbro límites. Ídem su pluma, lúcidamente atribulada de saudade.
2) Si hubiera algo
de justicia para con el talento artístico en nuestra sociedad, Marfilia hace
tiempo debería estar sonando en todas las radios que dicen ser “rock &
pop”.
Lo mismo vale para
el resto del repertorio del extended, al que ya me referí en una oportunidad anterior.
Por cierto, la
formación se ha convertido en quinteto. Del line up que grabó Luces De Neón... EP -Araya, Dennis Chang,
Marvin Gálvez y Jazhiel Benítes-, la única baja es la de Gálvez. Marfilia ahora
son Araya (voz y bajo), Benítes (batería), Chang (guitarra), Omar Oré (teclados)
y Rubén Valencia (guitarra).
Hákim de Merv
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