Muy poco después de
su upload (01/03/19), recibí el anuncio de publicación de material de un nuevo
grupo nacional. Por la portada, que remitía instantáneamente al arte
a-lo-chicas-Vargas con que se adornan la literatura de anticipación y la
cultura de juegos de rol, parecía ser una formación stoner. Pese a que algo de
ello había, no era lo único vertido en el caldero.
Tampoco era exacto
asegurar que se trataba de un nombre debutante. En apariencia, Kurandera ya no
existía: la sumilla en inglés de su BandCamp hablaba de ella en pasado. El
puñado de seis pistas, para más inri, se presentaba como EP post mortem cedido
a Pájaro Records. Más propiamente un mini-álbum epónimo, era la promesa trunca
de aquello que nunca iba a ser. Supongo que los integrantes se arrepintieron ipso
facto de la decisión, pues para fines de abril del mismo año ya pregonaban la
salida de su ópera prima en regla. Ésta se concretó recién en febrero.
En teoría, El Pacto es una versión aumentada de
aquel extended que apenas si se promocionó, y al cual repesca completo salvo
por “Como Un Perro Sin Nombre Por Las Calles”. La carátula es la misma, con el
añadido de la denominación escogida para el debut. A los cinco números
rescatados se adicionan “Estoy Dengue”, “Arderán Sus Templos” y los extensos
“De Vuelta Hacia El Desierto” y “La Parte Podrida” -todos ellos registrados en
el transcurso del 2019. La edición física ha corrido por cuenta de Mosquito
Records, Tóxico Records y Entes Anómicos. Entendiendo que era el legado imperfecto
de un cuarteto jugado por la separación, y empacado como tal, tenía Kurandera EP excelente pasta de maqueta
o demo. Teclados mínimos, batería esforzada, el fuzz liberando destructivas ondas
cinéticas... Heavy blues experimental, stoner troglodita, hard rock
psicodélico, incluso noise punk; fisionados y barbotados en mal viaje
metafísico, trascribiendo todo lo perceptible en gradaciones flamígeras de
rojo.
Quisiera subrayar
el crecimiento que ha tenido el repertorio de Kurandera entre el extended y el
largo. No puedo hacerlo. Después de casi un año, muy poco o nada ha cambiado. Las
tomas son esencialmente las mismas. Si “Viva La Revolución” ahora samplea un
huayno del folklore andino a modo de coda, las demás sufren alteraciones aún
menores. Cero evolución. De otro lado, las nuevas creaciones se ubican en las
mismas coordenadas que sus predecesoras -un borrador de notas: pasan piola como
bocetos inacabados, desaprueban como versiones en limpio. En algunos casos, concretamente
en “Arderán Sus Templos” y “Estoy Dengue” -que repiten machacantes cual
sonsonetes sus títulos-, el nivel es aún más ínfimo.
En momentos en que
escribí esto, he reproducido tanto el link de YouTube como los audios subidos a
BandCamp en el ‘19, y estos últimos suenan muchísimo mejor. Es como si las
canciones que dan forma a El Pacto
hubiesen involucionado y sonasen bastante más mal que las versiones
primigenias. Digo, ¿para esto dejó pasar once meses un cuarteto que en la
víspera ya estaba listo para decir adiós? Si se requerían más horas de ensayo,
y aún de grabación, ¿qué demonios hacen TRES disqueras patrocinando un
lanzamiento que no cuenta con efectivo respaldo de ninguna de ellas en esas instancias?
¿Y dónde quedan la producción y la mezcla? Lamentable que se arruine así esta
oportunidad.
Y luego de media
década, sin emitirse ningún aviso previo, recibo un lunes la feliz noticia del
regreso de Diego Meneses con nuevo LP de Dreams On Board bajo el brazo. Uno que
se ha gestado entre São Paulo, Taipei, Lima y Seúl -editado como siempre bajo
las banderas de Surrounding, sello del músico trotamundos.
Admito que, en principio,
Timeless me dejaba la impresión de suscribir
golpe de timón hacia un sonido distinto del que Meneses había despachado en Instantes Mil (2011) y en el fabuloso Wishes (2015). Las etiquetas dispuestas
en BandCamp aludían al downtempo, el otro alias que a veces usa el trip hop, y
a la Berlin school. Si bien esto último era más un tiro al aire, había cierto
asidero para aquello de downtempo. Después de varias sucesivas escuchas, llego
a la conclusión de que el disco es consecuencia de un refinamiento de todo lo expuesto
por el individualista peruano. La ornamentación trip hop está allí, pero es accesoria
e inconstante.
Porque, en los
hechos, DOB sigue siendo el mismo unipersonal que partía de la combinación
entre house y techno para eyectarse hasta ese catártico IDM intimista de
propiedades curativas que me noqueó en Wishes.
La esencia sigue siendo la misma, aunque obviamente haya habido mutaciones. La
más notoria de ellas es la flexibilización, cuando no sublimación, del basamento
tech-house. En esas condiciones, la cimental grava proporciona mayores espacios
para el lucimiento de una cálida estética ambient pop, ocasionalmente bristoliana.
De “Banquiao” -con sus veladas resonancia triperas- a la oscuramente saltarina “Encore”,
el primer tramo de este Timeless atestigua
esa depurada electrónica de salón, de asimilación doméstica y técnica
inmaculada; que a la vez funciona perfecta para madrugadas insomnes al volante.
“God” y “Isolation”
abren el espectro de Dreams On Board hacia predios de ese subgénero-limbo
alimentado por próceres como Boards Of Canada o Lali Puna, precintado con el
inteligente rótulo de ‘idyllitronica’. Gracias a esta apertura, la segunda
parte del CD exterioriza detalles que se hallan normalmente latentes en la discografía
del acto. Cortes como el austero “Reset”, el trippy “Origen” o el litúrgico
“Ritual” (colabora el irlandés Christopher Scullion en el bajo) explicitan las
dos dimensiones emocionales/espirituales que Meneses hila entretejidas desde
las épocas en que Dispositivo Sueños era su único grupo. Y es que la gama
irisada que subyace al 95% o más de sus composiciones, es el resultado de lo
elegíaco escondiéndose en lo crepuscular, o de lo crepuscular escondiéndose en
lo elegíaco. El segundo es el caso más abundante, pero el primero ha producido
melodías de-sar-man-tes (cf. “Summertime”).
El potente surco
epónimo del Timeless vuelve a disimular
la filigrana, y le da prioridad a los márgenes más geométricos de DOB,
fungiendo así de preámbulo para el epílogo -“Vorahnung”, ensenada hermosa y
apacible tras la travesía heroica por los mares siempre movidos de la hibridación
electrónica. La manera más atinada de cerrar el segundo candidato peruano a
disco del año, de cara a los recuentos de diciembre.
Hákim de Merv
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