(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de diciembre del 2020.)
“Refinamiento” y “madurez” fueron las primeras palabras que me acudieron a la mente ni bien comencé a familiarizarme con el segundo esfuerzo de Cuarzo, colgado en Internet desde finales de junio. Lo primero se hace manifiesto al comprobar que el terceto se ha afianzado en absorción y dominio de las estéticas que morphean su encrespado sonido. Lo segundo, cotejando la ingente pericia instrumental que ha cosechado respecto de su homónimo primer strike.
Parte de la brillantez que Cuarzo ha conseguido en Vol. 2 es resultado directo de alisar los segmentos indispensables para la consecución de su crossover. Porque el trío de Ademir Agurto (bajo), Renato Salmón (batería) y Edson Gutiérrez (guitarra reemplazante de Koko Cavani) tiene claro que lo suyo es esencialmente el stoner en modalidad sludge; pero no por ello se priva de integrar géneros de órbitas cercanas en magnitudes apreciables. Heavy (tremendista “Mortífago”) y doom metal (sobre todo en “Stonia”, pese a su anticlimática coda final), blues, drone music -se materializa por momentos el fantasma de Sun O)))-, space rock; se entreveran dando lugar a híbridos excepcionales como stoner doom metal o heavy psych rock. El mayor de estos ingredientes revulsivos, la psicodelia, sigue siendo el componente estimulador que tan buenos réditos reportó al terceto en el debut.
La solvencia en ejecución se justiprecia fidedigna desde que rompe fuegos la obertura “Titanomaquia”, la pista más corta del álbum (5:09), y su palpitar no flaquea sino hasta que éste se despide: temas de aliento alternativamente terrizo y nebuloso, henchidos de furia reconcentrada y extrema distorsión garagera, jalonados por una violencia fragorosa hasta lo artístico -el LSD-25 disparándose amenazante hasta la médula de cada nota, resonando en cada pliegue cortical, dinamitándole con un bilioso estallido psicotrópico tras otro... Muchos de estos vocablos, que también aplicaban para Cuarzo (2017), alcanzan aquí grados exponenciales.
A despecho de la sofocante densidad que trasudan los intratables riffs enteogénicos y la narcótica sección rítmica de este Vol. 2, el trinomio se las arregla para convertir los bruscos descerrajes de tempo y de registro -que muchas veces acomete a medio andar de tal o cual pieza- en el principal leitmotiv del nuevo repertorio. Metamorfosis, aceleración, evolución, transformación, desaceleración, de-evolución: el Cambio es la constante. Quizá los testimonios más ostensibles de ello son los dos cortes que despachan ácido por sus cuatro costados, “Hipnosis” y “Poetas Muertos”. En ambos casos, el minimal despegue lisérgico pasa de grácil y alucinado a trotón y brioso, antes de stonerizarse malhumoradamente para cabalgar hacia la orilla del Vacío Negro que le aguarda en la meta, presto a devorarle. Estremecedor.
En un año en el que Ancestro y El Jefazo reponen fuerzas tras dos magníficos documentos de stoner latinoamericano (Ancestro y Simbiosis, respectivamente), Cuarzo alcanza la apoteosis con esta pequeña obra maestra de polirrítmico doom psicodélico -y, de paso, completa mi terna de los mejores lanzamientos incas de este 2020 que comienza a decir adiós. La edición vinílica de la alemana Nasoni Records (300 ejemplares) ya se ha programado para el año entrante.
Hákim de Merv
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