(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de febrero del 2022.)
Pegan primero en lo que va del 2022 la napolitana Unexplained Sounds y su subsidiaria Eighth Tower Records -con dos compilaciones de músicas acrisoladas entre las atmósferas de inextricables gofrados y la invencible pertinacia de los drones, entre la pétrea pesadez del industrial y la galvánica incandescencia del Ruido, entre el ambient dark diseminado a través de los circuitos independientes del planeta y el avant garde electrónico que todavía sobrevive/resiste gentrificado en las periferias del pop contemporáneo. Interesantes ambos, si bien por motivos distintos.
No es Hauntology In UK un documento que participe de las extensiones pantagruélicas que suele ofrecer ETR. Mas, aunque apenas si rebasa la cincuentena de minutos, ninguno de éstos tiene desperdicio. Menudean las modulaciones de aura espectral o fantasmagórica, asociadas a enigmáticos arcanos de bosques incógnitos/de sagrarios abandonados. Igualmente la improvisación drónica, los siseantes tapices tonales que envolvían los rituales de magia pagana, los enrarecidos timbres idolátricos que preceden a entidades siniestras y aviesas -las malignas campanillas plateadas de la dilatada “Mavisbank” (Michael Bonaventure) recuerdan de hecho los planos finales de la extraordinaria The Witch (2015).
Oscuro sin ser escabroso (“Illusions Of A Recent Past” de Rapoon y Sonologyst, este último el chaplín de Raffaele Pezzella, responsable tanto de US como de ETR), oscuro y escabroso (“After Dark”, a cargo de Pascal Savy), una estigmatización preternatural recorre gran parte del esférico, como en “A Slow Cancellation” y “A Failure Of Absence” (canales ambos de Howlround). No es esa impronta, empero, una constante; sino una variable. La apertura “Ghosts Of My Life” (guiño al homónimo libro de Mark Fisher), también de Rapoon & Sonologyst, supone un inicio muy acogedor, mullido y delicado -casi bliss pop, excepto por sus tres últimos minutos. “Utopia Mist” de Grey Frequency es una suerte de punto zen para el disco, en donde todos los matices se equilibran gracias a su iterativa estructuración y a sus teclados kitsch. Y el inequívoco latido tribal de “The Grail Carol”, de Dead Space Chamber Music, remite instantáneamente a lo que hasta nosotros ha llegado de antigua música celta -el único episodio de HIUK que no carece de voz.
Usar la palabra “gentrificación” al inicio de
esta doble reseña no fue gratuito en absoluto. Incluso podría afirmarse que el
concepto mismo puede haber nacido a raíz del ocaso de las vanguardias
finiseculares en el Arte. Al interior del pop contemporáneo, un movimiento
vanguardista cuyo leitmotiv es el Ruido, que ya lleva tres décadas a cuestas
sin evolucionar; es el ejemplo perfecto de una mecánica gentrificada. Tendría que
desterrarse de inmediato el uso del término “vanguardia” para sustituirle por
otro menos pretencioso o abarcante.
Cuando menos desde mediados de los 80s, Japón acredita la existencia de una prominente escena ruidista que ha conocido múltiples encarnaciones -del punk marciano de los Boredoms y el grind kamikaze de Senseless Apocalypse y Unholy Grave, al ruido blanco de Merzbow y (KK) Null, pasando por la no wave de gente como Zeitlich Vergelter, High Rise y Ruins, y el legado de francotiradores inclasificables como Incapacitans, Hijokaidan, Yamazaki Maso, Yamantaka Eye o Keiji Haino. Existe, ergo, un espejo en el que pueden ser confrontados los músicos involucrados en Anthology Of Experimental Music From Japan (4 de febrero); nuevo título de la serie que Unexplained Sounds consagra a los proyectos de experimentación sonora de literalmente todo el orbe.
Del resto, podría afirmar que guarda un cierto parecido con lo que el feroz accionar de los ruidistas ponjas más bravos ha plasmado en varias jornadas inmortalizadas. Ese parecido, no obstante, tiende a hacerse remoto. La potencia decibélica registrada por viñetas como “Carmin-Aiso” de la violinista Hoshiko Yamane (a) Tukico (integrante de la última etapa de Tangerine Dream, posterior al deceso de Edgar Froese), “AMB-0.1 Saturn” de Mosquito (que jazzea en su epílogo), “Metsu 滅“ de Lynne o “Glitchy Geza” de Yuko Araki (tambores ceremoniales incluidos); es sensiblemente menor a la que en su día conjurasen Juntaro Yamanouchi (The Gerogerigegege) o Masahiko Ohno (Solmania). Los furibundos latigazos de éstos y otros predecesores se echan de menos asimismo en composiciones como “Climate” de Masayuki Imanishi o “Anma 按摩” de Minamiryohei (ininterrumpida salva de sampleos imbricada por un sobrio eje de dulce ruido celeste).
Pese a que la rodaja tiene otros surcos cuya afinidad con el Ruido deviene en más evidente, no por ello se hallan éstos más cerca de sus ‘ancestros’. El Ruido los acuna y mece, sin poseerlos. Se trata de temas que resguardan un sonido descontracturante, apacible. No es improbable trazar un paralelo entre “Sink” de Ryo Murakami, “Going Round And Round” de Contagious Orgasm o el austero “Access” de Kenji Ikegami; y el bliss pop occidental. Por desgracia, ello acaso implica más sal en la herida de un volumen que por definición debería forzar los límites de la experimentación audioextremista, y sólo alcanza a recrear códigos sonoros que de experimentales no tienen sino el pasado. Así estamos.
Hákim de Merv
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