Diez años atrás, en
casa se empleaba como doméstica una muchacha de Amazonas. Su nombre es Flor De
Lis. En los ratos libres en que coincidíamos, solíamos charlar acerca de
cualquier cosa. Alguna de esas conversaciones perdidas se convirtió en el marco
de una curiosa anécdota suya: me habló de un compañero de promoción, Marvin,
quien afirmaba que le gustaba la música pero que no escuchaba las radios de la
zona ni asistía a fiestas. “Si no escuchas la música que pasan las radios o ponen
en las fiestas, y dices que te gusta la música, ¿qué música es ésa?”, le
preguntó un día Flor, cuando todavía ambos compartían aulas escolares. Su
interlocutor le respondió algo como “Todavía no la encuentro, pero tiene que
existir. Lo que hemos escuchado hasta ahora no puede ser lo único que hay”.
(Marvins del mundo,
uníos...)
La (precoz)
sabiduría intuitiva que encierra esta historia confirmó ciertas sospechas que
entonces tenía. ¿Referidas a qué? Pues a que, por reducidas que sean sus proporciones,
en todos los rincones del país deben palpitar comunidades rockeras compuestas
de bandas, difusor(es) y consumidores. La antigua página Facebook de Rock Achorao’ -injustamente cerrada, perdiéronse con ella decenas de miles de
posteos estimables, debiendo comenzar otra vez desde cero-, que había dispuesto
un álbum de fotos y/o pantallazos para músicos de cada uno de los 24
departamentos del Perú, lo confirmaría años más tarde.
Me he acordado
mucho de estas circunstancias al degustar Graciano
Ricci (2018), el debut de Felyno. La razón es bien sencilla: el grupo procede
de una de las provincias de altitud más inhóspita de la nación -Pasco. No disponer
de noticias anteriores relativas a escena o público rocker en la localidad, le
da además el plus de la novedad al combo formado por Roy Herrera (batería), Kevin
Nieto (voz, sinte, guitarra), Santiago Ferrer (bajo, voz) y Roberto Cervantes (guitarra).
Determinadas
características de cuarteto y disco dan cuenta de un regionalismo pundonoroso. El
lienzo de la carátula, por ejemplo, obra de Johan Falcón; reivindica los
paisajes y el pasado de su ciudad (Cerro De Pasco, capital del departamento).
Asimismo, el nombre del estreno -originalmente ‘A Ti Graciano Ricci’- se refiere a un personaje bohemio compositor
de huaynos y mulizas (género tradicional pasqueño), que viviese entre las
últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Precisamente la muliza es
citada como influencia en la página Facebook de Felyno, junto al jazz, a la new
wave y al rock. Parecen ser, sin embargo, influencias iniciales;
correspondientes al momento de la creación de la banda (mayo del 2017).
Así, hoy los cuatro
de CDP surcan vectores muy distintos, ligeramente distanciados entre sí -pero
más específicos y homogéneos que los anteriores. Dos tercios del material
incluido en Graciano Ricci tienen la
sección rítmica enganchada a los placeres de la neopsicodelia. Tienta aseverar
que es ésta la argamasa estética del disco. No obstante, su tercio final -de la
cumplidora “Roboter” en adelante- abandona esa dependencia en favor de un
sonido indie, en lo que representa otra peculiaridad a resaltar del esférico:
aunque la sección rítmica de Felyno sea mayormente de ascendencia
neopsicodélica, los altoandinos la utilizan para interrogar/explotar parcelas
sonoras cercanas y afines. Excluyendo el filón indie, la formación resucita el
dark auroral de los primeros 80s en “Abducciones”, la inaugural “Mirage” y
“Baile Viejo”. Algo de esa asociación umbrátil que tejen Nieto y Cervantes
pervive en “Mira Cómo Las Miran”, si bien el tema, así como “Vamos A Vestir La
Noche” y “Vulcano Club”; son esencialmente de los minutos shoegazing que
guarece esta placa, con una estela que me recuerda su poco a Ride y su mucho a The
Boo Radleys.
Siempre sumergidos
en las luminosas aguas del canon pop, los pasqueños prueban muchos sabores sin
sentirse inclinados a decantarse por ninguno en especial. ¿Necesitan hacerlo,
en la era del subgénero infinito? No. Instrumentalmente, es un expectante primer
paso. Lo que sí necesitan es la flexibilidad que otorga la experiencia, para
que su incesante vaivén estilístico se perciba fluido y natural, en lugar de presidido
por un cierto diletantismo más bien bisoño. Eso, y un poco más de vuelo lírico
-en ello, todavía van a la saga.
Todo/a melómano/a amante
de la ciencia-ficción debe ser un/a potencial, cuando no instantáneo/a, fan de
Blue Velvet. ¿Comentario, tesis, mandato? Tú elige. Axioma, por lo que a mí
concierne.
Para quienes aún no
le conocen, el dúo se constituye a inicios del 2017, a instancias de Noelia
Cabrera (Kusama) y de Antonio Ballester. Asumo que los dos la tuvieron clara
desde un principio, pues a fines de agosto del mismo año ya cuelan “Tenuous
Sphere” en Memorias De Un Continente II,
compilación de electrónica old school
latinoamericana articulada por InfraVox Records. Con buen sentido común, el
track ha sido recuperado en la puesta de largo, situándolo para más señas primero
en la partida.
Como sucede con el
resto de sus pares, en el planeta electro, por originalidad e innovación hay
discos maravillosos capaces de revolucionar el patio prometiendo un futuro inimaginable
para todos; un futuro que sólo las vanguardias pueden bleepear/clickear en el
presente. También hay discos rotundos, tan extemporáneos, que plantean por sí
mismos dimensiones simultáneas y ucronías irrealizables. In Event Of Moon Disaster, debut de Blue Velvet, es definitivamente
de estos últimos.
Embarcándose en un
sesudo update de los ígneos días del synth pop inglés ochentero, y por
extensión de todas sus variantes coetáneas/derivaciones contemporáneas, el
binomio consigue transportarte a una realidad alternativa en la que el synth
nunca cedió ante la co(mo)dificación beige alentada por la derecha thatcherista.
Es más, en esa hipotética línea de tiempo coexistente, el synth tomó el lugar
del dub como microrganismo tornadizo capaz de asimilarse a cualquier ADN sónico,
logrando que la arquitectura glaciar de los pioneros del género dominase avant
garde y mainstream durante muchas rotaciones más que en la realidad en que
vivimos -dando lugar así a un futuro distinto en el que, empero, habría sido igualmente
posible la aparición del vaporwave y demás.
En Blue Velvet, ella
se encarga de las voces en un plan synthwave psicóticamente celestial. Él,
premunido de sintetizadores “¿vintage?”, se ocupa de imbricar texturas espectrales
y apagadas; sobre las que ambos incorporan jerga de otros territorios
pertenecientes a la misma época. Temas como “Dark Room” o “Tenuous Sphere” encarnan
una etérea exégesis synth del post punk más grávido. En contrapunto, cortes
como “Under Your Spell”, “Moon Disaster” y “Ghost Breath” son híbridos extraños
resultantes de colisionar prístino ambient y morbosa coldwave. Ello, para no
extenderme con experimentos como “Feuer” (lo más cerca que está la dupla de chuntar
una versión prototípica de la EBM) y “Hell By Your Side” (resumiendo, una
semi-balada).
In Event Of Moon Disaster ha sido producido
por Mario Silvania, quien a estas alturas del partido creo ya no necesita ser
presentado. Me atrevería a especular que su mano y sus consejos pueden rastrearse
desde por lo menos las fases finales del proceso compositivo, sugiriendo
detalles valiosos y conexiones preciosas (amén de colaborar con el remix de “A
Strange Face In The Mirror”). Las improntas del lado menos glam de Japan
(chequear el genial B-side “The Experience Of Swimming”), del ubicuo Metamatic (1980) de John Foxx, de los
O.M.D. de sus gloriosos cuatro primeros plásticos, del Neuromantic (1983) de Yukihiro Takahashi, del androide mutante Gary
Numan, del Pete Shelley de jornadas como XL1
(1983) y Homosapien (1982), y de tantas
otras referencias que se me quedan en el tintero; confluyen y resurgen en este
trabajo francamente a-lu-ci-nan-te. De todo ello, mucho más que el joven
tándem, cuyo innato talento es a todas luces excepcional; sabe Mario, quien vivió
los calendarios en que el synth tuvo su mayor auge. Pero si me equivocase, mi
error acrecienta los impresionantes méritos de la sociedad Cabrera-Ballester.
El álbum está
ad-portas de salir por Buh Records, en edición vinílica. Para aliviar la
espera, o si el bolsillo no te lo permite, puedes acceder una y otra vez a la inédita
evolución paralela del synth desde el BandCamp de la discográfica.
Hákim de Merv
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