Algunas lunas han navegado
el firmamento desde que se anunciara -febrero del año en curso- la reunión de
uno de los más grandes actos aparecidos en los 90s. Ello aunque, valgan verdades,
nunca hubo separación oficial. Stereolab, la mítica formación capitaneada por
el inglés Tim Gane y la francesa Lætitia Sadier, da por concluido el hiato que
observó a partir del 2009; con una serie de presentaciones que ha arrancado el
10 de mayo en Bruselas y terminará los días 18 y 19 de octubre en San Francisco.
Si bien de momento no se insinúan intenciones de volver al estudio, ni planes
de seguir tocando en vivo más allá de las fechas señaladas, tampoco se ha negado
esa posibilidad.
En cambio, se ha
anunciado en el site oficial la reedición doble y limitada (250 ejemplares en
CD, el doble en vinilo) de siete de sus trabajos en estudio, reedición que ya
ha empezado con Transient Random-Noise Burst With Announcements (Elektra, 1993) y Mars Audiac Quintet (Elektra, 1994). Crucemos los dedos, entonces,
esperando que alguien se apiade y les proponga tocar a posteriori en
Latinoamérica -mientras aprovechamos la buena nueva redactando la memorabilia
de rigor: Cobra And Phases Group Play
Voltage In The Milky Night (Elektra, 1999), el pico más alto de su seminal
tríada noventera, cumplirá en pocas semanas 20 años de editado.
Para quienes nunca
tuvieron el gusto, que asumo son los menos, Stereolab se nuclea alboreando la
última década de la pasada centuria. En un inicio quinteto, el alias parecía
destinado a engrosar el pelotón de alineaciones que, aupadas por la
consagración del noise melódico que supuso el espaldarazo del dream pop y del
shoegazing; tomaban nota de lo hecho por demiurgos como The Jesus And Mary
Chain y My Bloody Valentine a fin de probar suerte con su propia lectura del
Ruido. Las primeras escaramuzas del grupo, guarecidas por la égida de Too Pure
y repescadas en la compilación Switched On Stereolab (1992), están marcadas por una guitarra cuya presencia
insistente durará hasta el debut en regla (Peng!,
mismos año y sello). Lo interesante del combo mayoritariamente británico radica
en que abandona más o menos rápido el manual de estilo y experimenta amalgamando
a éste efluvios de tesitura pop que se llevan bien con la Distorsión siempre
que ésta no los devore. El indie que germina entre fines de los 80s y
principios de los 90s, por ejemplo, es un elemento en activo desde el
nacimiento de Stereolab cuyo peso molecular irá creciendo en sucesivas entregas;
permitiendo el ingreso del pop frambuesa a la retórica del conjunto. Mucho más
adelante, lo mismo ocurrirá con el binomio easy listening/batchelor pad,
paladeado precisamente en el mini-album The
Groop Played ‘Spage Age Batchelor Pad Music’ (Duophonic Ultra High
Frequency Disks, 1993).
En subsiguientes esfuerzos
-Transient Random-Noise Burst With
Announcements, Mars Audiac Quintet,
Music For The Amorphous Study Body Center
(1995)-, la banda simultáneamente asimila y fisiona ecos de Can, el pop hi fi
de los 70s, el timing de John Cage para el Silencio, el ubicuo “Hallogallo” de
Neu! -materia prima de muchos géneros y miles de composiciones-, el exotismo easy listening
de Juan García Esquivel... Placas todas que le reditúan a los cinco residentes
de Londres inusual notoriedad en un contexto que empieza a desgarrarse producto
de la fractura de aquella dialéctica que ¿Brian Eno?/¿Peter Gabriel? resumiera(n)
magistralmente en el aforismo “la vanguardia de hoy es el pop del mañana”. Bancos
de pruebas donde ensayar un sinnúmero de ideas sonoras, Stereolab queda fogueado/expedito
para las hazañas que le convertirán en una de las sociedades más dúctiles en el
panorama pop de fin de siglo.
Y si con Emperor Tomato Ketchup (Elektra, 1996) pasaron
de quinteto a sexteto -mismos integrantes desde el Transient... a excepción del bajo, pero a la sazón el line up
clásico de Stereolab: Lætitia Sadier y Mary Hansen en voz, Tim Gane (guitarra y
sintetizadores, entre otros), Andy Ramsay (batería), Richard Harrison (en
reemplazo de Duncan Brown) y el multi-instrumentista Sean O’Hagan (Microdisney,
The High Llamas, Turn On)-, reduciendo a mínimos históricos su veta noise gracias
al indesmayable funk futurista desplegado por el mugiente bajo acrobático de
Harrison...
Y si con Dots And Loops (Duophonic Ultra High
Frequency Disks, 1997) giran en redondo hacia la electrónica más exquisita y los
soundtracks cosecha 70s, accediendo a que se cuelen de paso el free jazz, el
lounge, la bossa nova (influencias con que ya se habían atrevido en el The Groop Played...); variables
acrisoladas en un retrofuturismo de primer orden...
...pues con Cobra And Phases Group Play Voltage In The Milky Night, producido 50/50 por dos monstruos de la música contemporánea
(John McEntire y Jim O’Rourke, nada menos), la música de la agrupación alcanza
su punto culminante en una jornada cuyo lustre todavía refulge veinte años
después.
A propósito de The First Of The Microbe Hunters
(Elektra, 2000), un año más tarde condensé en el dossier de rigor para la
legendaria revista Caleta todo lo que
representaba el Cobra And Phases... con
la frase “...el morphing como una de las bellas artes”. Dieciocho calendarios después,
aquella unidad sintáctica permanece vigente. CAPGPVITMN es en la práctica un lúdico e inmenso tour de force,
exquisito, vigorizante, lleno de color y desparpajo. Difícil trazarle una
cartografía: bebe tanto del indie como del post pop, del easy listening como de
la electrónica (si bien ésta aparece calculadamente racionada), de la
tropicalia como del muzak de vanguardia. La apertura “Fuses”, para más señas, se
vislumbra concebida por un Esquivel del siglo XXI -bronces que se atropellan
tratando de emular la pulsante y deliciosa glosolalia que nos procura Lætitia Sadier.
15 pistas
distribuidas en casi 76 minutos. Mientras éstos se desgranan, ésas se suceden
cambiando de registro sin concederte reposo. La ambientación de “People Do It
All The Time”, segunda parada del esférico, está presidida por un groove
trópico-erótico. Acaso “People...” tenga en común con “The Spiracles”,
“Infinity Girl”, “Strobo Acceleration” o “Blips Drips And Strips”; una índole
pop que les aproxima al oyente mucho más que el resto de tracks, pero cada uno
posee su propia sorprendente coloración, para la que cabría aventurar nuevas etiquetas
híbridas -el picoteante swing tapatío de “Infinity Girl”, el minimalismo
carioca de “Blips...”, el sprinter motorik de “Strobo...”, la bossa
exoplanetaria de “The Spiracles”.
La rodaja, pues,
fluye en un inacabable morphing de herraje analógico y registro digital; quién
sabe si acicateada por un bajo que asciende a medular, convertido en tren-bala
negro cual noche sin estrellas. Este proceso no sólo se da de canción en
canción, sino incluso dentro de una misma canción. En efecto, determinados números
devienen materialmente distintos. Otros no permiten hablar de trasmutación,
sino de reemplazo por aquello que venía gestándose en el subsuelo del tema y que
de pronto emerge hacia la superficie, haciendo más justo utilizar la palabra “anamorfosis”
antes que el vocablo “metamorfosis”. Muestras evidentes de una y otra mecánica
hay varias. Los vientos de la samba transdimensional “The Free Design” le
convierten en un emotivo guiño a “Dancing Queen” de ABBA. El atmosférico soul
al ralentí de “Italian Shoes Continuum” se transforma a los dos minutos y
medio, gracias a una efímera descarga noise, en un stonazo reberv mambo que
acerca a Stereolab a las trombas rítmicas de epopeya que desatase Laika -otro ‘must’
indiscutible para la genealogía avant pop de los 90s- en su fabuloso Silver Apples Of The Moon (1994). El
punzante medio tiempo ultrasónico de la magnífica “Puncture In The Radar
Permutation” es eyectado hacia el infinito gracias a masivas inyecciones de dub
narcótico, proporcionadas por una coquetona marimba y una seductora sección de
cuerdas. El loopeo de lumínica fantasmagoría funk que dispara “Op Hop
Detonation” le convierte en una lección de space age pop, a disfrutar mientras
se viaja a través de la fibra óptica... Y así podríamos seguir con cada canción
de este monumento sónico.
Dos canales me
merecen una mención especial. “Blue Milk” fue muy criticada en su día debido a extensión
-sobrepasa bastante los 11 minutos- y cariz -capas varias de ruido in crescendo que asfixian paulatinamente
los vibrafónicos motivos iniciales, mismos que prometían una suite de pop
sofisticado-. Hoy se pondera su semejanza, obviamente salvando las distancias,
con las creaciones firmadas por Steve Reich y por los Sonic Youth post Washing Machine (Geffen, 1995). “The
Emergency Kisses”, de otro lado, es mi favorita del CD: un tres cuartos de ensoñador
clavinet (el equivalente a un clavicordio eléctrico), presto a introducir
ingentes dosis de una melancolía como pocas veces se ha visto en la obra de
Stereolab. Después de un tiempo hipnotizado por el embeleso francófono de Lætitia
Sadier, el track vira hacia el funk de cuatro sobre cuatro, hasta que decide retomar
la performance inicial dotándola de una suntuosidad épica, versallesca -genialidad
pura.
Como se suele decir
en estos casos, ¿qué queda más allá de la cumbre, sino la cuesta abajo? Todavía
el sexteto tendría pólvora para dos largos bastante buenos como The First Of The Microbe Hunters y Sound-Dust (Elektra, 2001), aunque en
modo alguno comparables a su consagrada trilogía de los 90s. Con menos suerte
correrían los eventuales Margerine Eclipse (Elektra, 2004; puesto a la venta tras el lamentable deceso de Mary
Hansen), Chemical Chords (4AD, 2008)
y Not Music (Duophonic Ultra High
Frequency Disks, 2010; lanzado tras la disolución de facto). Sin ser malos, estos
últimos son bastante discretos en relación a los mejores discos de la banda.
Sin embargo, la magnificencia de la terna ETK-DAL-CAPGPVITMN
y el recuerdo de plásticos tan originales como Mars... y Transient
Random-Noise... siempre es combustible para una segunda vida. Una en la que
el ahora cuarteto -Sadier/Gane/Ramsay/Simon Johns, por fuera les sigue apoyando
O’Hagan- pretende reverdecer laureles. Talento y oficio, la mancuerna creativa
de Stereolab tiene de sobra: mientras Lætitia ha estrechado lazos artísticos
con el italiano Giorgio Tuma (un par de singles brillantes y la colaboración “Maude Hope” inserta en el último disco del peninsular, This Life Denied Me Your Love), Tim ha logrado lo que nadie hasta
ahora -llevar el viejo kraut rock al siguiente estadio evolutivo gracias al
F-A-N-T-Á-S-T-I-C-O trío binacional Cavern Of Anti-Matter (junto al alemán Holger
Zapf y al inglés Joe Dilworth).
POST-DATA
Mes y rotaciones
atrás, perdí a mi viejo luego de una penosa y fulminante enfermedad. Para
entonces, llevaba casi noventa días sin escribir por voluntad propia. En medio
del desconsuelo por su deceso, mi hermano del alma Sebastián Pimentel me
ofreció fortaleza y apoyo, y el acicate necesario para salir de mis cuarteles
de invierno: “Honra a tu padre con el don de la palabra, que es tuyo”. Estas
líneas, escritas tras cuatro meses de ausencia, van dedicadas a la memoria de
papá, Edmundo Gárate Terrones (21/01/37 - 09/06/19).
Hákim de Merv
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