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jueves, 14 de diciembre de 2023

Thanatoloop: Bioanarquía //Irreales Del Monte: Los Refugios Insulares

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de diciembre de 2023.)

¿Has experimentado esa sensación a medio andar entre la angustia y el vacío, que nace cuando llegas tarde a una de las citas cumbres de tu vida -con libros, con películas, con discos, con personas, con momentos irrepetibles, etc? Consciente de la oportunidad perdida, dejé pasar los años, pero en algún momento tenía que dárseme mi primera vez con Thanatoloop.

Uno de los proyectos más veteranos e hiperprolíficos que agitan constantemente los circuitos underground allende Tacna, Thanatoloop es obra de Michel Leroy-Valdés. El gallo permanece en activo desde los 90s, cuando integró Las Tentaciones, y posee un conocimiento casi enciclopédico de galaxias sónicas no siempre colindantes -como pueden serlas el free jazz y el indie noventero. O el art rock y el sórdido no wave cancerígeno de los primeros Swans. Para más inri, esa sabiduría melómana también encarna en Fiesta De Holobiontes y en Un Festín Sagital, identidad que asocia a Michel con Horacio Ferro y que acaso sea la más antigua de la que puede jactarse el hoy serenense -como que en el fanzine rancagüino Faxxion ya podían leerse algunos comentarios de trabajos acreditados a este último alias circa ‘05.

Evitando prudentemente considerarle muestra representativa de toda su fecunda discografía, mis primeras impresiones sobre Bioanarquía se anudan al concepto de metamorfosis irrestrictas/caóticas. O, más propiamente, mutaciones. Estilísticas, se entiende: improvisaciones liberadas que casan noise psicodélico, vitalidad post rock, shoegazing experimental, ambient post industrial, urgencia no waver, R.I.O. (rock in opposition), demencia post punk... Aunque podría seguir todavía buen rato detallando una posología que parece infinita, basten estos marbetes para redondear la noción de un sonido cuya hélice genética le adscribe al crossover, y cuyas diversas manifestaciones le tornan como mínimo atípico.

“Pasión Feliz (Baila El Corazón)”, vg, pasa por una suerte de drone litúrgico in crescendo. No se me ocurre al tiro algo tan contrastante como el enérgico latigazo entre enteógeno y post rock, al que abruman borrosos trazos lo fi, de “Metanoia (Nuevos Caminos)” -pese a que el dilatado epílogo aminora la intensidad del track. De otro lado, “Nada Es De Nadie (No Acallarán La Rabia)” propone una marcha hacia el corazón del post punk más ruidoso, conjurando la imagen de los The Fall de una línea de tiempo descartada. ¿Qué podría ser más chocante que antecederle de una densa suite que fluctúa entre el spoken word y la balada (“Anarquía Primaveral (Desmantelar La Historia)”)? ¿O de una acústica reconversión de “La Vie En Rose”, extraída de una desvencijada realidad alternativa, bañada por la Baja Fidelidad (“Si Lo Ves Quemarse, Déjalo Arder (Post-Amor)”)?

Empuña Bioanarquía dos constantes. Una es el flirteo con la opacidad inherente a grabaciones correspondientes a la primera época del combo de Michael Gira. Pensaba que era cosa mía, hasta que comprobé no ser el único en haberlo notado. Si bien no he vuelto a escuchar a Swans tras el regreso del ‘10, toda su obra anterior merece una justísima reivindicación como background a invocar. En cuanto a la otra constante, se relaciona con la voz de Leroy-Valdés. Yo creo que es admirable la disciplinada seriedad con que Michel elude tomarse en serio al coger el micrófono. Ello, por supuesto, es una percepción. El disco está allí y basta darle un par de escuchas para concurrir o disentir. En cualquier caso, la placa finaliza con “Mutaciones (Bioanarquía)”, mastodóntico instro de dieciocho minutos en clave ambient que con el correr de los segundos es atravesado por percusiones industriales y efectos colindantes -como el enorme moscardón que zumba al trasponer el minuto 4.

La descarga incluye el correcto video de “Nada Es De Nadie (No Acallarán La Rabia)”.

A poco más de doce meses de su señero debut, Historia Natural, el binomio Irreales Del Monte regresa al ruedo con Los Refugios Insulares. El material de que se compone la nueva entrega empieza a concebirse a renglón seguido de la salida de Historia..., culminándose el desarrollo de su gestación a distancia en agosto pasado. Esa cercanía temporal complota para casi mimetizar ambos esfuerzos -ciertamente, son muchos más los indicios de una continuidad que de una ruptura en la retórica grupal.

Pruebas al canto. Por principio de cuentas, Irreales Del Monte incide otra vez en un registro lo más limpio y fidedigno respecto de la ejecución en las tomas definitivas. En lo tocante a las guitarras, sean de palo o electroacústicas, las cuerdas literalmente chispean una energía entre voraz y beatífica, oscilando entre la parsimoniosa sobriedad y la inquieta armonía. En lo concerniente a sampleos, sintetizadores y grabaciones de campo; se abroquelan alrededor de notas y/o estructuras pedales para su omnipresente discurrir. No es de esperarse, pues, saltos imprevistos o bruscos virajes a lo largo de la jornada.

En segunda instancia, Antonio Aldunate y Cristian Sánchez persisten en fusionar las fuentes digital y acústica (o electroacústica). Tal cual sucediese en el estreno en largo, la tecnología proporciona los telones de fondo en cada surco de Los Refugios Insulares. Iterativos y (muy) ocasionalmente cacofónicos, la continuidad de estos colchones sonoros ofrece el soporte indispensable sobre el que deambulan una o más guitarras, las más de las veces pletóricas en imágenes de evocación urbana y campestre. Los resultados justifican con creces el uso de las etiquetas a que se suele recurrir en experiencias similares: alt folk, ambient drone, laidback, post rock, y sobre todo la de psicodelia rural.

En tercer lugar, es notable la devoción -ya no monolítica, eso sí- hacia una rusticidad apolínea. Como pasaba con Historia Natural, el nuevo esférico está consagrado a la luz, pese a algunos tramos no tan luminosos (“Los Cantos Rodados”). Emotivamente cerebrales o áridamente abstractos, la mayor parte de segmentos instrumentales de Los Refugios Insulares opta por atardeceres errabundos y por paisajes prístinos, apelando a un lirismo pedestre y a un concepto hermoso de anticlímax -orgánico, bucólico, laxo, metafísico. En estas condiciones, se distinguen temas como el solemne “Brisas Del Norte Austral”, “Primera Revelación” (de una lúdica inextinguible), el maravilloso filo roadie de “La Despedida” o “Canción A Las Ocho Llaves” (cuya espiritualidad me hizo recordar a la del valpeño Imbaru).

Encargando por segunda vez consecutiva mezcla y masterización al penquista Pedro Antivil, a quien ya debería considerársele tercer miembro estable del acto, Irreales Del Monte consolida su todavía corta existencia con un opus de nivel equivalente al de su excepcional estreno. No sólo por sus valiosos réditos artísticos, sino también por una portada que comunica sutil a la vez que poderosamente la idea de movimiento, a despecho de representar una carretera sin transitar. El (vibrante) gol es de Cristóbal Correa.

Hákim de Merv

jueves, 10 de noviembre de 2022

ASMRBRUJO: MAXIMALISMO // Irreales Del Monte: Historia Natural // Orquesta Pandroginia: Xpiritual

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de noviembre del 2022.)

Es incluso emocionante ponerse a observar con detenimiento los mutualismos y las nuevas direcciones que han acaecido, pero sobre todo que han de acaecer en el futuro, como consecuencia de la diáspora venezolana y su absorción en las escenas independientes sudamericanas. Que yo sepa, en Perú todavía no se han revelado mayores señas, pero en Chile se aviva la cueca dando frutos de cierto renombre. Así, al antecedente de Templos Lejanos, formación integrada a medias por mapochos y llaneros que se alimenta de shoegazing y post rock; ahora se suma el caso de ASMRBRUJO, fichaje de la discográfica Fisura.

ASMRBRUJO es el seudónimo artístico de Adán Fresard, productor chileno-venezolano que ocupa el puesto de primera eléctrica en la también binacional entidad Coloresantos. Ésta se estrenó en largo con Tercer Paisaje (2017), cumplidora rodaja lumínica que conjuga baggy, post rock, noise de efluvios psicodélicos y hasta kraut teutón. Con Coloresantos en momentáneo stand-by, Fresard salta en plan solista regalándonos un artefacto harto auspicioso. MAXILAMISMO -así, con mayúsculas- es una ensalada de ornamentación y estructuras electrónicas en alianza con códigos rock las más de las veces fundamentados en el ruidismo guitarrero. Nada más despegar (“Anticlímax”), el maridaje se manifiesta luminoso como el sol.

Luego de tamaña transfiguración, cuya vehemencia se reeditará en más de una oportunidad antes del último acorde, el delicado balance de la placa dosifica su vivacidad en grado más accesible -aunque el embravecido pathos que le atraviesa se sostiene intacto. “Manicure”, verbigracia, ilustra la muñeca con que Fresard puede oscilar entre el shoegazing y el indie de 18 kilates. En el track destaca además Martín Lecaros, baquetas en Coloresantos y apoyo aquí, que demuestra que es el tempo el que tiñe cada parada del CD. Para corroborarlo, basta darle unas cuantas vueltas a “Danza Contemporánea” (scallydelic al ralentí), a “Humaling” (dream pop de tesitura bliss que entona la filipina Megumie Alcalá, vocalista de Polar Lows) o a la soberbia “Lapislázuli” (baggy cuya melodía guarda poderosas resonancias al New Order circa Low-Life, lo que le nimba de un matiz post punk).

Había comentado que el enérgico ensamblaje de azorado rock decibélico y detallismo digital volvía a refulgir en todo su esplendor. Si no se contabiliza a “GZPXLLZLTT” por su brevedad (un intermezzo, más que nada, conducente a la segunda parte del viaje), esta afirmación queda refrendada con “About/Blank” y “Karaoketamine”. El primero es un imponente canal de épicos burilado y motivos, desgranándose éstos conforme avanza la reproducción, prestos a desembocar en una coda de cuerdas de la que pudo prescindirse. El segundo es la evidencia palmaria de lo mucho que le place al músico modelar la saturación en clave de adictiva ensoñación -colabora aquí Fanny León a.k.a. Fan Lee, otrora voz en Playa Gótica.

Mazazo rotundo este MAXIMALISMO de ASMRBRUJO, en el que también han participado Rodrigo Montes (voz y segunda guitarra de Coloresantos) y Alejandro Alquinta (cellos). Casi perfecto. Ni puta idea de cómo se superará Fresard a sí mismo de cara al siguiente.

Haciendo un alto en sus labores como Asunción tras el vibrante Materiales Y Símbolos (Poxi Records, 2021), Cristian Sánchez une fuerzas en nuevo proyecto con Antonio Aldunate, guitarrista en El Diablo Es Un Magnífico (banda matriz de Sánchez). Se da a conocer así Irreales Del Monte en septiembre último con Historia Natural, esférico de poética languidez que reincide en las vetas kraut, drone y post rock que cultivase esmeradamente EDEUM -evidenciadas en el hecho de invocar el mismo concepto de “psicodelia rural” del que blasonaba Flying Saucer Attack en su legendaria puesta de largo homónima.

El material genético que el dúo vierte en Historia Natural cuaja en helicoidales armazones que es sencillo mapear. Como paño o lienzo de fondo, Cristian dispone prolongados trazos de sintetizador, con sampleos insertados de grabaciones de campo tomadas en el balneario Rocas De Santo Domingo (Valparaíso) y en el santuario natural Humedal Batuco (región metropolitana de Santiago De Chile). Estos brochazos tienden a ser minimales, independientemente de las elongadas dimensiones que puedan alcanzar. Sería apresurado afirmar, no obstante, que éstos -los brochazos- son también inmutables. Repetidas escuchas permiten descubrir no pocas variaciones infinitesimales.

Por encima de este palio, Aldunate rasga la acústica, y su pulso determina en gran medida la coloración que cada tema abraza -abrumadoramente tórrida, siempre. Ya sea de un acabado rústico (el prístino naturalismo de “Jinete Del Alba”) o arcano (el noctívago alt-folk de “Espejismos Nocturnos”), rara vez invoca Historia Natural el amparo de Dionisos. Como regla, las tonalidades de la guitarra suelen ser apolíneas, bien sean éstas eclipsadas por la tapicería que tejen los sintetizadores, bien permanezcan en primeros planos -es la intensidad de las líneas electrónicas la que decide un panorama o el otro.

Todo ello resalta obvio en las suites más vastas del 33 rpm, “Sol Y Baguales” y “Sierra Los Olmos”. En la primera, la más extensa, la de palo tiene un generoso despliegue folkie que remite a desérticos espacios abiertos; sitos en diversos puntos de la galaxia y surcados por las secas cuencas de desvanecidos ríos. En la segunda, de casi 19 minutos, gana la contienda el sintetizador; desencorsetado, menos solemne y acompañado por el bucólico gorjeo de aves silvestres. Una obra paisajista de humores marcados y de evanescentes esteticismos ambient, enrielada en esa interminable búsqueda de la abstracción que persigue a Sánchez desde los tiempos de El Diablo..., tamizada -la obra- por un curtido instinto melódico que se desvive en hermanar acusticismo y electricidad. Mezcla y masterización fueron cosa de Pedro Antivil en Concepción.

Nuevo episodio de Orquesta Pandroginia, el segundo para la siempre interesante Poxi Records, Xpiritual ratifica la extraordinaria ductibilidad del santiaguino Charlie Vásquez cuando se trata de afrontar el subsecuente proceso creativo -en el contexto de un historial de proporciones considerables para los apenas siete años que lleva de kilometraje. Liberado a inicios de julio, el mini-álbum en cuestión es un otro salto a través de las músicas electrónicas que crecieron y maduraron en los 90s, aterrizando ahora en la tendencia acaso más proteica de aquel incombustible decenio: el drum’n’bass.

Siempre me ha parecido inexplicable la sarmentosa repercusión que el sonido con que se identifica a Grooverider o a Photek ha cosechado en esta parte del mundo. O al menos en las regiones hispanohablantes -en Brasil, la figura asoma diametralmente opuesta. De ahí que encuentre doblemente valiosos los esfuerzos de discos latinos gestados a partir del breakbeat, más aún si éste es abarcado desde las diversas aristas que permite la amplitud de su rango. Con la reciente entrega de Vásquez, la cartilla viene completa, salvo por la (corta) duración.

Algo de eso te adelantan los 35 segundos de la apertura “Call Center”, que parece una grabación ambiental tanto por el volumen del track como por el murmullo de voces de que se compone. Calificable como resabio de la estética que enarbolase OP en La Mujer Insecto (2016), no es el único que emergerá durante la reproducción del mini-LP, pues la identificación junglista de Xpiritual no es excluyente. En “Nestea”, por ejemplo, postula el individualista una suerte de simbiosis entre el illbient neoyorkino -del que diese suprema exhibición Oh! No! Dub! (2021)- y el futurismo cosecha Detroit. Mejor aún, el surco es un híbrido illbient tonificado por el techno, divergente de la vía por la que prefiere discurrir “Corsa Plus 2009”, bastante más mimetizado con la herrumbrosa distopía dubsónica de We™ o Byzar.

El d’n’b, sin embargo y como ya quedó dicho, es el calicanto de la jornada. A poco de empezado, “Quebrantahuesos” y una sidérea técnica sci-fi para duplicar los beats descerrajan un ciclón artcore a velocidades que se desesperan por equiparar a la del sonido. “UNIQLO” sigue la misma senda, con una primera sección atildada donde hay más tiempo para los detalles, como en los primeros días del género tras abandonar el underground y salir a la superficie; y luego ya en plan neurofunk, mitigando la angustiosa oscuridad que a éste rodeaba.

Cierro mi comentario de los 23 minutos de este Xpiritual hablando del postrer “HRT” y del single “Neuro_Sys” (6/22), ambos muy influenciados en la columna vertebral rítmica por la renovación two-step que acometió al género. El cierre, guiño a Roni Size & Reprazent incluido, es visiblemente más asimilable a la etiqueta porque es unitario. “Neuro_Sys”, en cambio, se arma de tres movimientos: mientras en el primero la impronta two-step es clara, en el segundo la canción de-evoluciona hacia las fases drum’n’bass precedentes con todo y toaster, y en el tercero el solista se sale por completo del rubro para encarar un trip hop hiperdeforme. Múltiples rostros, que apuntan todos a esa filia no declarada de Vásquez por el big bang que estelarizaran las vanguardias binarias en la última década del siglo XX. ¿Qué vendrá después?

Hákim de Merv