miércoles, 20 de septiembre de 2017

27 U H F: Nostalglitch // Zetangas: Paradiso Eterno

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de septiembre del 2017.)

Un agradable par, como dijese alguna vez la Harvest Records, que para la navidad de 1973 empacó “medio-leoninamente” en un álbum doble los dos primeros LPs de Pink Floyd -esos lingotes de 24 kilates que responden a los nombres de The Piper At The Gates Of Dawn (1967) y A Saucerful Of Secrets (1968)...

Tras Fotografía (Dorog Records), su último largo a la fecha (2011), a Luján se le ha notado medio disperso. Bajo ese ¿”alias”?, hasta entonces Marco Luján había labrado una trayectoria fantástica, entre mash-ups que ocasionaban accesos varios de estruendosas carcajadas y números de movedizo drum’n’bass cuyo repertorio de samples revelaba un olfato finísimo del perpetrador. Luego apareció un EP comparativamente más digerible (Sci-Fi Bossa, 2013) y, bastante después (2016), otro que me dejó patitieso dado el background del individualista. Nocturnal EP (2016), del Luján que todos disfrutábamos tenía ciertamente muy poco, casi nada. Marco (a)parecía enterrado bajo una montaña de samples de estética cutre, que hacía pensar más en una película de terror con harto y subliminal flashing, a la manera de un desbocado Tyler Durden gillette en mano.

A fin de ordenar en algo sus enormes bancos de data audiovisual, este año Marco se ha sacado de la manga una nueva identidad: 27 U H F, cuyo Luna EP fuera reseñado en estos bytes. Redundo si parafraseo lo que dije en aquella oportunidad sobre el extended -a saber, que el nuevo proyecto es vaporwave, con el mismo sentido del humor que el de Luján e idéntica muñeca para la selección/el tratamiento de los samples. Esta suerte de transustanciación deja una gigantesca interrogante sobre el futuro de Luján, interrogante que sólo el músico puede responder.

Tanto en el aspecto visual como en el sonoro, el vaporwave es un pastiche. Nostalglitch, primer larga duración de 27 U H F, no sólo se asume así; sino como un meta-pastiche total. Por ahora no existe versión física del disco, de modo que haber impregnado la imagen de marca vaporwave a la obra es en sí mismo un triunfazo. Título/Folder sumamente ingenioso: ¿existe manera más sintética de definir lo que es el vaporwave que la de “nostalgia glitcheada”?... Portada/JPEG, magnífica/o: dibujo, color, iluminación medio pastel, filia japonesa en las letras... Ambos adjetivos se aplican también a los nombres de cada tema (MP3): Marco le ha dado a cada uno distintas tipografías asociadas directa o indirectamente al ¿género? de marras.

Cuando el Windows Media Player se ceba en Nostalglitch, algunas veces creo escuchar a Luján y no a 27 U H F, como en “c ▲ r n ▲ v ▲ l”, “ცరﻯﻯą ƿą२૯”, “Teleavisos.exe” o “パナニーホテル”. Mientras las tres últimas son tributarias de ese coctel “high tech” de bossa nova/space age/lounge al que eran tan afectas las producciones setenteras de las grandes cadenas televisivas latinoamericanas, la primera no puede domeñar el ímpetu del sampleo que le da forma, y califica perfectamente como un outtake del Safaridélica (2010) e incluso del Bolero 3000 (2008). Acorde, sin embargo, con las frecuencias que 27 U H F visita; el resto del disco es vaporwave de sabor latino -o mejor, y antes de que te dé un patatús, vaporwave de resonancias latinas. Luis Miguel en “NTIK”, el pacharacón cuarteto italiano Ricchi e Poveri en “損失 ???????”, la inevitable Jeannette en “ノスタルジア84”, nuestro canal 9 en “ͣTV is Ḏ∃∀Д (“Andiiiiiiiiiiiiiina De Televisión”) y hasta un insólito matrisuicidio de Rita Lee y Roxana Valdivieso circa Carmín en “香水ゾーン 85”.

Lo dicho, pues. La técnica del vaporwave -Pitch juguetón, construcciones glaciares, lo fi premeditado, TimeStretch a contrapelo- al servicio de referentes de pretérito perfecto e imperfecto que evocamos con naturalidad. Todavía no decido si Nostalglitch califica como candidato a disco nacional del 2017, pero sí merece como mínimo un lugar en los recuentos de fin de año.


Zetangas & Monsters De Comida. Zetangas And The Monsters De Comida. Zetangas And The Monsters Of Comida. Simplemente Zetangas, para mí.

En plan solista, Carlos García lleva ya un buen tiempo recorriendo los vericuetos de la escena local -antes in situ, y ahora a través de la Red, desde Suecia (país donde lleva residiendo varios años). Que no te engañe la fecha de lanzamiento de su primer disco: si bien Zetangas And Monsters De Comida apareció en el 2012, el ex Electro-Z ha venido participando con la misma chapa en diversas compilaciones desde el 2004. Por cierto, algunas de estas participaciones se encuentran recopiladas en el disco “no oficial” Zetangas 2000-2002 (2015), que desde su nombre pone los puntos sobre las íes acerca de la fecha original de las composiciones a posteriori cedidas.

El cuarto episodio de García -quinto, si se contabiliza la antedicha recopilación- asciende sobre sus predecesores condensando muchas de las ideas desarrolladas en éstos y logrando una jornada rotunda tanto en la duración como en los réditos artísticos que obtiene. Y es que el sonido de Zetangas es sincrético: advierte, lector, que no hablo de pop, de rock o de electrónica. Hablo de SONIDO: el también ex Rayobac renunció a esa clase de formalismos bastante tiempo atrás, o al menos de esta guisa lo entiendo, haciendo en la práctica imposible cualquier ensayo de etiquetado taxonómico. Su música, todavía más la de este Paradiso Eterno, puede verbalizarse como un insospechado entrabe de rock y electrónica, de experimentación sagaz y accesibilidad popular; sin por ello necesariamente evocar reinvenciones de dominio común como la rocktrónica de The Chemical Brothers y Propellerheads.

No. Lo de Zetangas es bien distinto. La tentativa más elemental de describir sus temas tolera tanto el manoseado marbete de indie como el del post punk (“New Saigón”), el de la fusión mestiza (“Paradiso Eterno”), el de la electrónica (el cierre “Z011”, “Nouva Vita”) o el del shoegazing (“Factory Man”). Todo ello, sin que ninguna de estas categorías termine de ajustarle razonablemente bien. Concedo que podrían conjurarse, siempre en el terreno de las generalizaciones, dos grandes variables: el indie y la electrónica -pero ni siendo ése el caso, Zetangas se asemeja a la indietrónica de múm y Pulseprogramming. Quizá sea que el Hombre-Máquina (Carlos tiene fama internacional como circuit bender y creador de sus propios osciladores) ama demasiado la Tierra como para discriminar entre sus matices. No es para menos, viniendo de quien sin renunciar a viñetas llenas de color ha logrado definir un estilo propio -en mi meloteca personal, hace rato que acredita parcela propia.


Hákim de Merv

martes, 12 de septiembre de 2017

Dead Pop: Dead Pop EP // Amor Suicida: Amor Suicida // Prealba: Prealba

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de septiembre del 2017.)

Aludí en el posteo dedicado al UnderPop... 3.2 a nuevos lanzamientos ligados a las huestes del colectivo que coordina esforzadamente Josué Vásquez, lanzamientos que se vienen sucediendo desde hace poco más de un año. Me acerco ahora a tres de ellos -en todos los casos, debut y homonimia van de la mano.

Dead Pop, que acaba de soplar dos velitas, puso a la venta un par de meses atrás su primer EP. En la práctica casi un single, las tres canciones incluidas son de la autoría del grupo formado por Jorge Muñoz (voz), Johans Ángeles (guitarra), Eduardo Paz (batería) y los hermanos Patricio (guitarra) y Freddy Melo (batería).

Puede que esté dejándome engañar por su cortedad, pero Dead Pop EP realmente me suena muy bien. Estilizando al máximo el sonido de un título como, digamos, The Head On The Door (1985) de The Cure; el combo ensaya un dark pop que luce contemporáneo gracias a que el output del que se nutre es tomado como referencia en lugar de modelo a calcar/plagiar. Ya mencioné un posible tótem. Otro de éstos podría ser el modern rock que palpitase en los 90s. Los medios tiempos del extended son vigorosos y flirtean con la tecnología unas cuantas veces -bacán que sea sólo flirting, porque de este modo se marca distancia con otro nombre de la casa con quien el quinteto guarda más de una similitud: Marfilia. Pues tanto la banda de Sofía Araya como DP son quienes mejor representan la, ejem, “filosofía” de UnderPop.

El flanco débil viene por el lado de las letras. Esa pluma necesita foguearse con la práctica constante. Pero para empezar, el pulgar apunta hacia arriba.


El de Amor Suicida, en cambio, es un álbum completo; aparecido a inicios de este 2017. Ello no deja de ser meritorio, considerando que estos muchachos han celebrado apenas su primer aniversario juntos: en efecto, sólo ha transcurrido un año desde que Dante Huarancca (guitarra, voz) y Danny Prieto (batería) decidieran crear Amor Suicida. Con posterioridad, se incorporarían Robert Pastorius (bajo, coros) y Desbal Jara (guitarra).

Disco algo desbalanceado, debido quizá a que le faltan sus buenas zambullidas en lava viva. Una primera parte va hasta “Al Filo De La Muerte”, y en ella el cuarteto queda parado -no digo “bien”, sólo “parado”, y eso hay que mencionarlo ya que no siempre es poca cosa. AS apuesta por el pop de raíces noventeras, sencillo, sin mucho latín. En un universo paralelo, donde las radios rockeras del país se dejasen de cobardías y propalasen músicas nuevas observando puntual frecuencia, algunos de estos temas sonarían a través de la FM con mecánica regularidad.

Desafortunadamente, luego se produce un bache que se dilata hasta “Sobredosis”, donde el disco se aplatana casi hasta la inanición. Por suerte, a partir de “Un Par De Besos Más”, la rodaja coge vuelo nuevamente y se pone a la altura de lo ofrecido en su primer segmento. En las sumas y restas finales, Amor Suicida no lo hace mal. Ahora, para poder decir más, prefiero esperar el próximo movimiento. Concentración, autocontrol y mayor rigurosidad en la edición; es lo que me gustaría apreciar en el siguiente paso.


De los tres discos que protagonizan este breve comentario, el acreditado a Prealba es el más antiguo -así como la agrupación de Antonio Espinoza (guitarra rítmica), Vicente García (bajo, voz), Andrés Gratelli (batería), Alan Llapa (guitarra solista) y Julio García (guitarra, teclados) es la más longeva de las tres. De hecho, el plástico obtuvo luz verde poco tiempo después del UnderPop... 3.2. Desde el bienio 2013/14, suele pasarme/nos que a veces faltan manos, orejas, tiempo y hasta dinero para estar al día con los nuevos discos nacionales que salen al mercado. Éste fue uno de ellos.

(Antes de la homónima jornada, Prealba sacó un mini-álbum titulado Sesiones Postergadas Vol. 1.0, en el 2015. No entra en las cuentas del grupo sino como una suerte de CD-demo, previo al debut en regla. Sea, pues.)

Prealba es un disco más irregular que el de Amor Suicida, porque puntos altos y bajos se intercalan hasta prácticamente graficar una arritmia cardíaca. Hay canciones buenas, muy buenas (“Sin Ti”, “Lugar”, “Acompáñame”), mezcladas con otras que no logran despegar todo lo que uno quisiera (“Bosques”) y otras que sólo se quedan en intenciones (“Al Alba”, yo hubiese descartado “Nunca Más” si quedaba tal como a fin de cuentas quedó). A diferencia de lo que ocurre con Amor Suicida, porque Prealba sí tiene la pasión a flor de piel, aquí faltó mayor sapiencia para trackear el disco -no fue lo más atinado darle a “Volar” la responsabilidad de la apertura.

Si he de ponderar lo bueno que trae la placa de Prealba, diré que su estilo viene cuajando sostenidamente. El punche post punk de sus pininos, que pudiésemos saborear gracias a las compilaciones UnderPop, se ha decantado hacia un darkwave de fácil combustión en clave pop. “Veneno” es, ciertamente, la expresión más acabada del sonido de Prealba -y su composición más difundida. Así que opto esta vez por “Sin Ti”.


Hákim de Merv

UnderPop: Pop Rock En Perú Vol 3.2

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de agosto del 2017.)

Un mes. Sólo un mes después de haberse conmemorado el segundo aniversario de la aparición de UnderPop...1.1 (2014), se hizo pública la sexta entrega de la saga, numerada 3.2. Para efectos prácticos, es como haberse quedado a centímetros de imponer un record admirable sin echar mano de los decimales: seis testimonios grupales en poquito más de dos años es una marca que envidiaría cualquier discográfica o plataforma autogestionada. Máxime si las sucesivas ediciones han ido refinando el proceso hasta lograr un laudable equilibrio en su última encarnación.

No es menos cierto que ya transcurrieron catorce meses desde UnderPop... 3.2 (2016), y durante ese tiempo no ha(n) habido sucesor(es). Podría especularse sobre las consecuencias de haberse sometido el colectivo dirigido por Josué Vásquez al riguroso timing de, en promedio, un lanzamiento comunitario cada cuatro meses. Más justo, en lugar de ello, sería reconocerse/agradecerse semejante esfuerzo -y subrayar de paso que el lugar de las sustanciosas compilaciones de la mancha ha sido ocupado por múltiples debuts de grupos y/o proyectos militantes en sus filas. Hace unas semanas, di cuenta del interesante Luces De Neón Y Otras Oscuridades EP (2017), de Marfilia. A éste, hay que sumar los primeros larga duración de Amor Suicida y Prealba (ambos epónimos), así como los EPs de Lobos De Ciudad (Entre Canciones), Dead Pop (Dead Pop) y Pía Legonz (Congénitamente Defectuosos, que acaba de salir a la venta). Agréguense las continuas presentaciones de UnderPop en distintos puntos de la ciudad y lo que se obtiene es un incesante y saludable blasting.

Último en su rubro hasta ahora, UnderPop... 3.2 maneja ya un 60% de nombres claramente asociados al colectivo -entre los que sobresalen Kyleran, Noche Futura, Entrenieblas, la Legonz y Aura. El porcentaje restante lo conforma gente que por primera vez aparece en discos de esta clase, pero que participa de las distintas fechas UnderPop en vivo y se identifica con esta movida: Amatista, Gredel, Juan Carlos Guerrero, Rabel (donde figura el ex Textura Raúl “Pelón” Góngora), Xtraños, Madriguera, Hero, Kalabi-Yau...

Lo interesante, en cualquier caso, es que todos encarnan, matices más/menos; el sonido al que Josué siempre le ha dado mayor protagonismo en las compilaciones. Exceptuando a Noche Futura, José Carminis (50% de NF) y Kyleran, que exhiben una robusta ascendencia electrónica; los demás fluctúan -con ocasionales rasgos divergentes- entre el pop electrónico cosecha 90s y el darkwave facturado en los 80s. Lo que, por supuesto, no quiere decir que -salvo las tres excepciones listadas- todos suenen igual. Mucho menos desatinado es hablar de una comunión estilística exenta de jaloneos, libre de tirantez. La estética fluye constante, con naturalidad, sin sobresaltos.

Destaco, en lo personal, “Don’t Deprive Me” (José Carminis), “El Hombre Que Ríe” (L.O.L.I.T.A.), las versiones ‘radio edit’ de “Florecer” (Aura) y “Sexo Y Piel” (Pía Legonz), “La Marea” (Entrenieblas, pista extraída de su ópera prima Interminable, 2014). Una única atingencia: “Tanto Que Decir”, de Madriguera, cuya melodía se parece más de lo necesario a la de “All My Love” de Led Zeppelin.

Felicitaciones, amigos de UnderPop. Los aplausos se los merecen de sobra.


Hákim de Merv

miércoles, 30 de agosto de 2017

Alvania: The Legacy (Collected Works) // Diacatorce: Diacatorce

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de agosto del 2017.)

(Primer ensayo de arqueología pop referido a una nación distinta de la mía. Aquí vamos...)

Si bien en muchísimos aspectos Chile como país nos saca innegable ventaja, en otros pocos la cancha está nivelada, cuando no llevamos la delantera por tres y hasta cuatro cuerpos. Tal es el caso de la arqueología pop.

Por esos cortocircuitos que a veces nos obsequia el Destino, hasta aquí llegaron en los 90s noticias de determinados grupos y proyectos, de los que el panorama actual del pop chileno guarda escasa o nula memoria. No estoy apuntando, naturalmente, a la historia que contaba el mainstream en aquel decenio -sino a la de la escena independiente mapocha, llena de ideas y creatividad como (casi) cualquiera de sus similares en otras latitudes, y cuyos nombres más prominentes el Tiempo se encargó de reivindicar: Lluvia Ácida, Supersordo, Tobías Alcayota, Congelador, Yajaira, LEM, Pánico... Hay, no obstante, decenas de conjuntos cuyo legado espera todavía ser rescatado. Y si así andan las cosas con respecto a los 90s, imagínate cómo andarán con respecto a décadas previas.

(En el Perú, felizmente, los diversos estamentos pertenecientes a la movida hemos mantenido una digamos “política” de recuperación de referencias sonoras como no he visto en otros países de Latinoamérica; ni siquiera en los colosos de la región, México y Argentina. Sí, lo sé, “política” no es la palabra más adecuada -implica consciencia, dirección e intencionalidad colectivas. Pero, como diría el Chapulín Colorado, “bueno, la idea es ésa”.)

A Alvania, sin embargo, no le conocí entonces. Le he descubierto hace un par de meses, gracias al buen amigo chileno Eduardo Yáñez, que al mando de los sintetizadores formara parte del trío junto a Vinko Luksic (voz y teclado) y a Patricia Briceño (voz y coros). Según entiendo, todos son oriundos de Villa Alemana, comuna perteneciente a Gran Valparaíso. La instrumentación descrita hace instantes anticipa al lector la orientación de la terna -música electrónica vigorizada por tres fuentes más o menos afines, que en última instancia lograban complementarse hasta formar un solo estuario: la electronic body music, el cyberpunk y el techno industrial.

Para la Historia quedará consignado que Alvania debuta en vivo en 1995, en el local del Sindicato De Estibadores de Valparaíso. También, que a fines del mismo año aparece una primera grabación oficial en formato cassette titulada Estado De Coma. Se habla además de maquetas posteriores que registraron tocatas varias, distribuidas en Valparaíso y en Santiago De Chile entre allegados al terceto; y de un directo que contó con la aprobación de Briceño/Luksic/Yáñez (Alvania En Vivo). Ninguno de estos trabajos se encuentra disponible en la Red.

Afortunadamente, en junio de este año se colgó un disco recopilatorio compuesto por grabaciones caseras realizadas entre 1995 y 1999, recuperadas de viejos k-sets y que han pasado por la consabida -casi milagrosa- remasterización. The Legacy (Collected Works) rescata así una página esencial para la historia de la música electrónica chilena, más valiosa aún para las subescenas EBM y similares fuera de la capital sureña.

Sustentemos los adjetivos dispensados. Los pertinaces/martilleantes ritmos 4-sobre-4 (los beats son no pocas veces rotundos), el fantasmal nihilismo sombrío que parece hacerse eco de yelworC (entidad fundacional del electro-industrial que hoy casi nadie recuerda), el cyberpunk de Detroit y Berlín, los sintes distorsionados, el tratamiento sampladélico a-lo-23 Skidoo de procedencia audiovisual (series de TV o películas, confieso que no pude reconocer ninguna matriz)... The Legacy (Collected Works) debe resultar doblemente interesante para quienes escucharon al trinomio en su momento, al revelar un repertorio inédito respecto del demo EDC: qué tan igual, qué tan distinto, a ellos les toca deci(di)rlo. Lo que yo percibo es una banda que dejó pendiente mucho por desarrollar. Incluso el cover que hacen de “Satan” (original de Orbital), con ese acabado más tosco que el de su modelo, no desentona, sino que acerca el espíritu del tema al output de Alvania.

¿El blog?/¿La netlabel? Estereo8Netlabel habla de un rejunte de Alvania, rebautizado ahora como A.L.B.A.N.I.A, y con nuevos trabajos en agenda. Hacia el final de su reseña, el site pone la antología en free download. Yo prefiero compartir el enlace hacia el BandCamp del disco, desde donde también se puede descargar gratuitamente, para que conozcas la escudería que lo ha hecho público -Heavenly Music, “la label experimental más underground en Sudamérica después de Cieliro Diystro” (en reconocimiento a esta última iniciativa hermana), donde puedes ubicar albums enteros de los proyectos electrónicos más rebuscados al sur de Panamá (y hasta novedosas colaboraciones como la de A La Obra De Pierre Henry, homenaje editado tras el deceso del padre de la música concreta y de la música electroacústica, en el que se dan la mano músicos peruanos y chilenos).

Tras la disolución, Yáñez seguiría con su carrera en solitario, que comenzase completamente autogestionada en los 80s. Ya en el nuevo siglo, Eduardo puede jactarse de una sólida trayectoria artística bajo su nuevo y más celebrado alias, el que le ha dado piramidal reputación: Gozne (y tiene otro que también se las trae, Zacarías Malden).


A quienes sí conocí a fines de los 90s, por lo menos de nombre, fue a Diacatorce. Hace algunas semanas, estuve rastreando muchos LPs del hermano país del Sur que escuchara tiempales hace, pero que no tenía en formato digital. A punto de cerrar esa búsqueda, me acordé de Diacatorce, y probé suerte con Google Chrome. Como era de esperarse, no apareció material suyo que pudiera audicionarse, pero sí un par de links con algo de información. Para mi tremebunda sorpresa, leo en uno de ellos que formaba parte del grupo el guitarrista Bernardo Naranjo. “¿Será el mismo Bernardo Naranjo Pizarro que conocí en Viña Del Mar, dueño de una tienda de música selecta y factótum del combo post rock/indie Fatiga De Material?”, pensé. Lo siguiente fue 100% surrealista: le escribí inmediatamente por inbox a Bernardo, quien confirmó mis sospechas. Obviamente, no te digo lo que me demoré en preguntarle si aún conservaba un ejemplar de ese disco.

Así pude, después de casi 20 años, escuchar por primera vez a/saber más de Diacatorce -ojo, se escribe así (confróntese el arte del disco). Lo que ya sabía era que se trataba de un dúo riot grrrrl, muy a la usanza de la época (Sleater-Kinney, L7, Babes In Toyland, Bikini Kill, Le Tigre, tardíamente The Julie Ruin), formado en Santiago De Chile hacia 1998 por Carolina García (a) La Rucia y Susana Cortés. Lo que he aprendido luego es que durante un tiempo el dúo se convirtió en trío, con la adición del guitarrista Camilo Carrasco y, tras la salida de éste; el ingreso de Bernardo. Para el año 2000, Diacatorce se transforma en cuarteto gracias a la incorporación de la vocalista Alondra Verdi.

El unigénito disco epónimo de la formación se cuenta entre las primeras referencias de QuemaSuCabeza, el sello discográfico de los sensacionales Congelador. Las doce pistas del esférico son grabadas por Rodrigo Santis (voz y guitarra de Congelador), pero el cuarteto participa de todo el proceso de producción del CD, desde su registro hasta los afiches de lanzamiento de la criatura.


Diacatorce tiene toda la impronta del movimiento de Olympia. Achuchado, desahuevado, feminista químicamente puro; el disco no logra superar los treinta minutos de duración, pero es un manifiesto incendiario. Canciones de minuto y medio, a veces de menos de un minuto (“La Lavadora”), que se apropian de expresiones sonoras comúnmente asociadas a los hombres -de hecho, el sonido de las riot grrrrl bands es el de una versión alternativa del harcore-punk, muy cercana al grunge, preñada de sexualidad y empoderamiento femenino, agresivamente contestataria y denunciante. Cero respeto por las formas que la tradición sonora masculina ha convertido en intocables, tal cual sus pares usamericanas.

El site ChileRock En Su Casa consigna dos canciones del line up que grabó el disco y que no se incluyeron allí, inequívoco signo de que había más composiciones ya trabajándose (“Abuelito” y “Lara”). Algo que por lo demás dejaba en claro el hidden track de la rodaja lumínica, versión demo/ensayo del tema “El Rap De La Perra Laya”, alternativamente conocido como “Chupa La Que Cuelga”. Lamentablemente, el epónimo testimonio de Diacatorce se constituyó a la larga en su único legado. En agosto del 2001, Bernardo Naranjo deja el grupo. Muy poco tiempo después, Bernardita Martínez ocupa su puesto, convirtiendo al cuarteto en un auténtico grupo riot grrrrl. Esta situación, empero, no duraría demasiado; pues en el 2003 Diacatorce dejaría de existir como tal para transformarse en Las Johnatan. Y ésa, mis queridos amigos, ya es otra historia.

Link de descarga de este incunable del rock chileno haciendo click aquí.


Hákim de Merv

Washed Out: Mister Mellow

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de agosto del 2017.)

Y la profecía del crítico ibérico Juan Manuel Freire, enunciada entre fines del siglo XX y principios del XXI, se hizo realidad nomás.

Más que el nuevo milenio (falta muchísimo para atribuirle semejante categorización a un período de tiempo tan enorme), el nuevo siglo es el del “subgénero infinito” para el Pop. Muertas y enterradas las vanguardias, éste sobrevive no ya reinventándose a través de procesos de creación heroica, sino a través de hibridajes. El resultado: nuevos subgéneros/microgéneros que, auscultados de cerca, sólo ofrecen paliativos a la sequía de ideas que padece la música pop desde el bluff del Y2K. Paliativos brillantes y curiosísimos, eso sí, pero paliativos al fin y al cabo: electrocläsh, sea punk, witch house, vaporwave, mall soft, future funk... Exceptuando alguno que otro aporte, todos susceptibles de ser completamente desmontados en una dialéctica y erudita disección quirúrgica.

Hace un par de meses, apareció el nuevo disco de Washed Out, proyecto portaestandarte del chillwave y padre del mismo casi en primera persona (el mismo peritaje de ADN pueden reclamar igualmente Neon Indian, Memory Tapes, Ariel Pink y Ducktails). Unipersonal de Ernest Greene, estadounidense de 35 abriles, Washed Out hace gala de una exquisita rapiña sampladélica en éste más que en ningún otro capítulo de su andadura discográfica -iniciada en el 2009 con High Times (no incluye, por siaca, el hitazo tempranero “Feel It All Around”).


Mister Mellow, que bordea la media hora de duración, es un sorprendente tour de force a la usanza de los viejos discos conceptuales pertenecientes a épocas ya pretéritas. Todos sus temas se entrelazan -lo que, lejos de sindicar uniformidad, facilita la asimilación de giros de registro a veces demasiado imprevistos o audaces. La placa puede, en efecto, saltar de la exótica tropicalia más estilizada (“Burn Out Blues”) al hip hop rítmico hueverazo (“Floating By”), del easy listening (“Hard To Say Goodbye”) al borroso spleen digital (“Down And Out”), del avant lounge (“Get Lost”) al downtempo de supermercado (“Million Miles Away”). La brevedad de la jornada hace posible afirmar que también está habilitada la opción “y viceversa”. De hecho, Mister Mellow es más diletante y hedonista que su predecesor, Paracosm; esférico donde Greene lucía más introspectivo -el álbum fue calificado por algunos medios especializados como de bliss pop sónico (¿?)-.

Y en medio de este carnaval de “categorías”, te preguntarás, ¿cuál es la que le da forma a la de chillwave? Todas. Originalmente bautizado como “dream beat” e “hypnagogic pop”, el chillwave se define en función de un fondo sonoro esencialmente retro, cuyas texturas son de baja fidelidad pero orladas de efectos reverberantes proporcionados por sintetizadores vintage. De ahí que asimismo se emplee la ingeniosa etiqueta de “glo-fi” cuando se habla de chillwave. Bedroom pop copado de nostalgia escapista -otro logro de la estirpe de los músicos de dormitorio fundada durante la segunda mitad de los 90s, que ya debe andar por la sexta o séptima generación.

Gran disco, que tiene su contraparte visual en una edición doble -CD + DVD- a la que no he podido acceder por aquello que algunos camaradas y yo denominamos “el drama del penique”. Aunque no llegue a ser competencia para Jlin, merece mucha más atención que la dispensada a zopencos como Ed Sheeran.


Hákim de Merv

miércoles, 9 de agosto de 2017

Los Stomias: Pulp Fiction - Surf Themes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de agosto del 2017.)

De que, durante la década pasada, hubo en el Perú una apabullante revaloración/reivindicación de la primera escena rockera nacional (1957-1975); es imposible dudar. Muchas referencias discográficas históricas hasta entonces inaccesibles fueron rescatadas y puestas a consideración de nuevos públicos ávidos, bien gracias a digitalizaciones hechas por los fans, bien gracias a reediciones lumínicas en formato original. Pero no es menos cierto que, surgiendo una camada de alineaciones nuevas aupadas por este revival (vg. Los Protones, Comfuzztible, Los Silver Mornings, Presidente Morsa, Los Paicons), estas nuevas sangres no llegaron a consolidarse como escena -sino de forma individual, y no en todos los casos.

Los Stomias aparecen en ese momento histórico (2005), y a renglón seguido empiezan a figurar en algunas de las compilaciones elaboradas por el prestigioso fanzine especializado peruano Sótano Beat. Sin embargo, el grupo publica recién tres años después su primera producción propia, un EP homónimo de cuatro temas a partir de cuyo estreno se sucede un rush de participaciones en discos colectivos de diversas latitudes. Tres ejemplos al azar: Perú Rock Volumen 1 (Cusco Producciones, 2016), Fuzztantico Vol. 01  (Paranoia Records en México, 2011) y Grand Prix Vol. 12 (Fanzine Rock Hardi Nº 44 en Francia, 2013). Como anécdota curiosa, a Los Stomias se les incluye en la (muy discreta) película Rocanrol 68 (2013), caracterizados como un combo legendario de los 60s: Los York’s.

Tras doce años de formado, y a casi una década de su primer lanzamiento, el grupo de Eloy Calle (bajo y teclados), Adrián Arguedas Saman (batería) y Antonio Castillo (primera y segunda guitarra) publica Pulp Fiction - Surf Themes. El concepto detrás del disco se orienta a proponer una banda sonora 100% instrumental y surf -encuadrada bajo un registro más oscuro (y/o si se prefiere “sucio”)- alternativa al soundtrack original del film Pulp Fiction (1994). Para la ocasión, LS se convierte en sexteto con la adición de Fernando Laguna (también en batería), Jair Espinoza (saxo) y Cristian Delgado (trompeta).

De las 18 pistas pescadas en el esférico, que apenas rebasa los 26 minutos de duración, las nueve impares son fragmentos de diálogos extraídos del largometraje; tal como sucede en la banda sonora orquestada por Quentin Tarantino (pero que no siempre son los mismos escogidos por el director para tal fin). Por otra parte, las nueve pistas pares corresponden a temas instrumentales, siete de los cuales se escuchan en la película -aunque no necesariamente en la OST: es el caso, por ejemplo, de “Rumble”. Los dos surcos restantes son “Out Of Limites” (de The Ventures) y “Ace Of Spades” (de Link Wray).

En términos de energía, la reinterpretación de estos clásicos del repertorio usamericano carece de baches. Se percibe efectivamente, además, una mayor crudeza en el registro. El sonido instro-surf de Los Stomias tiene aristas tanto de garaje como de naciente psicodelia, surjan éstas o se escondan según el número a acometer: si en “Lonesome Town” desaparecen, en “Out Of Limites” toman las riendas desde el principio. Con todo, esa cualidad “abrasiva” de Pulp Fiction - Surf Themes no llega a ser ablación, mucho menos desintegración. Me refiero a que, como era de esperarse en cualquier empresa similar, fuera del vigor no hay muchas cosas más que subrayar. Sí, el saxo asume un rol bastante protagónico, como en la citada “Lonesome...”. Sí, la estupenda performance del bajo ofrece la solidez necesaria sobre la que opera el resto del conjunto sin mayor agitación. Y sí, la jornada capta en gran medida sonido y atmósfera consustanciales a género y época... Y allí se agotan las novedades en el plano estrictamente sonoro.

Es una idea bastante interesante la del disco -pero, honestamente, yo hubiera preferido un trabajo con temas de propia autoría (y claro, la o las versiones de rigor). En los que les he escuchado, les va muy bien. O en su defecto, un sorprendente puñado de relecturas a tanto más avezadas. Quizá sea que esperaba otra cosa con sólo ver el arte que acompaña el CD -las atávicas deformaciones pesadillescas que ocupan tapa y contratapa, cortesía de Laguna, me hacían pensar en unos Cramps desbordados a pesar de saber que lo de Los Stomias iba en otra onda. Digamos que este PF - ST consigue aprobar, pero al próximo episodio difícilmente le irá mejor si repite la coartada.


Hákim de Merv

miércoles, 2 de agosto de 2017

Fred Clarke y Ronald Sánchez: Sonidos De Nasca: Ofrenda

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de julio del 2017.)

Cuando niño, siempre me sentí más atraído hacia las culturas preincaicas que a la originaria del Cuzco. Me refiero a las mayores y a las que entonces se enseñaban en los colegios, claro: Chavín, Mochica, Chimú, Tiahuanaco, Nasca, Paracas... Todavía Caral permanecía olvidada, en el valle de Supe. A todas ellas las percibía envueltas en un halo de misterio que conducía a la fascinación, a diferencia de la civilización inca, que era más y mejor conocida. No es que esta última me disgustase, ojo: se trataba de un tema de gustos o preferencias. Lo mismo podría alegar alguien encantado con el Hombre de Toquepala, el de Kotosh o el de Guitarreros; antes que con las cultura pertenecientes al período formativo de la historia peruana.

Consecuentemente, visitar por primera vez el viejo Museo De Arqueología, Antropología E Historia Del Perú; en el distrito de Pueblo Libre, fue una experiencia que me marcó de por vida. Mitad por iniciativa de papá, mitad por tarea para el curso de Historia Del Perú, fuimos en familia un domingo de 1986. Aparte de los tesoros arqueológicos invaluables que allí se conservaban, el edificio estaba organizado de tal manera que evocaba pudorosamente a los laberintos. Yo, que siempre les he amado, terminé de caer fulminado ante esta constatación. Al culminar el recorrido guiado, le pedí a mi viejo que comprara el libro Las Culturas Prehispánicas Del Perú, de Justo Cáceres Macedo. Subtitulado “Guía Para Exhibiciones De Museos De Arqueología Peruana”, todavía lo conservo muy a la mano entre mis pertenencias -por suerte, ya que el libro funciona de maravillas con aquel vetusto circuito de salas de Pueblo Libre.

“El conocimiento que se interioriza a través de la emoción, jamás se olvida”. Nunca en este espacio mejor evocada la frase que ahora. Entre las muchas cosas que aprendí ese día, se me quedó en la retina/materia gris un enorme tambor ceremonial de la cultura Nasca. Fabricado en cerámica, el instrumento percusivo fue encontrado en los recintos ceremoniales de Cahuachi (Ica). “El extremo inferior es angosto y redondeado”, explicó el guía de 1986, “para empotrarlo en el piso durante su uso”. Pero el motivo por el que atesoro el recuerdo de esa ocasión radica en el decorado: de la boca de un ser mitológico emerge una lengua o corriente que desemboca en una cabeza más pequeña, digamos que simiesca (aunque difícilmente los nascas podrían haber conocido a un mono), de cuya boca a su vez sale otra lengua o corriente que desemboca en otra cabeza aún más pequeña. Así representaban los nascas el Eco. Aunque no creo en destinos predeterminados, la coincidencia es inquietante: acaso era ya una señal dirigida a mi subconsciente, signo del único amor que con toda seguridad me acompañará hasta la tumba -la Música.

Más de tres décadas después, el Museo De Arte de Lima abre al público una exhibición dedicada a la cultura Nasca. Es una cuidadosa selección de 300 piezas, entre ceramios, tejidos y objetos de metal; muchas de ellas rescatadas del dédalo burocrático que las había condenado a juntar polvo y moho en depósitos oscuros y semi-abandonados. Hoy recuperado, este valioso patrimonio cultural puede ser visitado hasta el primero de octubre del año en curso -acompañado de harta multimedia in situ (mapping/simulación en 3D, animaciones) y de una publicación homónima curada por los mismos responsables de la exhibición, Cecilia Pardo y Peter Fux.

La muestra cuenta asimismo con música de fondo, creada ex profeso. Y, como no podía ser de otra manera, Ronald Sánchez está metido en el embrollo. Para quienes se han dado sus buenas vueltas por el blog debería seguir siendo el suyo un nombre conocido: hace casi seis meses reseñé el más reciente disco de Altiplano, Sueños Saparas, centrado en el legado sonoro de la etnia amazónica del mismo nombre; y hace un año comenté el ¿EP? Vestigios, compuesto colectivamente en un taller de sonido dictado por Sánchez en Ecuador. Para Sonidos De Nasca: Ofrenda, el output que acompaña a la fantástica exposición, el experimentado músico se ha asociado a Fred Clarke, quien estuviese a cargo de los vientos en el último disco altiplánico. La amistad entre ambos nace de un gran amigo en común: el fallecido compositor electroacústico César Bolaños.

Ha escrito Fernando Berckemeyer en el diario El Comercio, sobre la exhibición nasca: “Los arqueólogos también desentierran pensamientos: lo que pensaban sobre la vida y lo que ella plantea quienes nos precedieron en la experiencia de vivirla -en circunstancias muy diferentes a las nuestras pero con la misma humanidad-. Pensamientos en los que encontramos esperanzas, temores, impulsos y emociones que son muchas veces sorprendentemente cercanos a nosotros, habitantes del siglo XXI, y que dan sentido a que pueda hablarse de algo así como un ‘inconsciente colectivo’ de la humanidad”. Fred y Ronald reviven las voces de nuestro  pasado  prehispánico,  algo  a  lo  que  están  habituados  tanto el miembro fundador de Altiplano como el incorporado poco ha -Clarke es un investigador de las distintas manifestaciones del chamanismo desde 1998, que tiene ya dos trabajos en su haber: Pacha Paqariy: Ambient Works I (2006) y Paqarina: Healing Sounds Of Peru (2011).

De hecho, algo/bastante de chamánico tiene Sonidos De Nasca: Ofrenda. Al no disponer de muchas referencias históricas conservadas relativas al Sonido (las culturas preincaicas no conocían la escritura tal y como la concibe Occidente, o simplemente no la conocían), en casos como éste los músicos suelen apelar a reinterpretar desde nuestro presente aquello que fue sonido en el pasado. Pese a no tener registros de las melodías nascas, antaras, quenas y tambores de esa cultura tienen un nivel sorprendente de complejidad -lo que subraya el importante papel que la música jugaba en la vida cotidiana de un pueblo rodeado por los abrazadores desiertos de la costa sudamericana que da al Pacífico. Basta googlear estas reliquias para comprobarlo -quedó ya insinuado en la ornamentación del tambor del que hablé, y confirmado en las polícromas imágenes que de las antaras pueden ubicarse en Internet.

Antaras de una afinación distinta a la convencionalmente enseñada en nuestros tiempos. Música no preeminentemente pentatónica, como sí lo era la de los incas. Uso frecuente de escalas diatónicas, fórmulas cromáticas, intervalos inferiores y/o levemente superiores al semitono (chequea el maravilloso texto de Andrés Sas, Ensayo Sobre La Música Nasca, escrito en 1938 y rescatado por la publicación virtual Runa Yachachiy); todo ello puede escucharse en el disco firmado por Sánchez y Clarke, quienes complementan lo obtenido usando réplicas exactas de antaras nascas con los sonidos y procesos electrónicos que posibilita la tecnología contemporánea. Un álbum rebosante de espiritualidad y misticismo, que nos habla, con la solvencia característica de la obra entera de Sánchez; de un mundo remoto y perdido -el de una cultura que se cuenta entre los mayores enigmas de las civilizaciones mesoamericanas anteriores a la Conquista Española.


Hákim de Merv