Al menos en esta
parte del planeta -en España es otra cosa, por ejemplo-, tienes que ser muy
valiente o muy ingenuo/a para fijar la salida de tu disco/libro/película un 25
de diciembre. Fecha difícil a tales fines, puesto que la gente está
materialmente en otra. Así, mientras medio mundo celebraba la última navidad,
la netlabel arequipeña Noxa Recs arriesgó un panorámico que pasó desapercibido
-no sólo debido a la coyuntura, sino también a su índole escuezante.
Nueva Música Experimental Arequipeña enarbola desde el
título algunas pretensiones válidas, como que existe una tradición de avant
garde ‘rojinegro’ que el muestrario viene no necesariamente a sepultar pero sí
a refrescar, o que ésta será una travesía de tañidos cuando menos incordiantes.
Portada y track list indican, además, un guiño a la fundacional Compilación I (1997) del colectivo capitalino Crisálida Sónica: imposible no señalar que son cuatro los proyectos acogidos
por ambos trabajos, que sus nombres aparecen en las respectivas carátulas, que
cada uno provee 2 números, y que éstos están separados por cuatro puestos -el
primero ocupa las pistas 1 y 5, el segundo las pistas 2 y 6, y así.
Más allá de estas
similitudes, coincidencias o auténtico homenaje a aquella jornada legendaria
gracias a la cual la música pop peruana saltó hacia el Futuro, NMEA ofrenda cuatro alias oriundos de la
Ciudad Blanca avocados al estruendo digital. Según entiendo, THylacinus,
Sintonía Muerta y NRA Ruido son debutantes ‘en sociedad’; aunque el último de
ellos no lo parece y el penúltimo ya acredita ópera prima. En lo tocante al
alias que falta, Yume Station, éste lleva al menos un par de años en actividad
(amén de un deslumbrante EP).
Si el disco fuese
la gammagrafía de una viral infección noise, las zonas menos afectadas serían
las de Sintonía Muerta y Yume Station. SM postula una exploración de las
posibilidades punzo-tímbricas que palpitan en los vericuetos más accesibles del
Ruido electrónico, o al menos así parece merced a su registro deliberadamente turbio/empañado
(“Grabación 7” y “Grabación 3”). Por su parte, al 95% Yume Station es pura
microscópica digital melódica y apolínea. El aporte de Karen Huacasi descuella
tan armónico en su brevedad como lo mostrado en Broke My Bass EP (2017). “Sekai Isshū (En El Año 3000)” y “Asobu” son
efectivamente un dechado de reflexividad naif y dramatismo lúcido, de los que con
anterioridad ha brindado prodigiosas pruebas la ex bajista de Ruidósfera.
Las regiones jaloneadas
sin clemencia por borrascas binarias son territorio de THylacinus y NRA Ruido. THylacinus
desestructura cualquier rastro de patrones rítmicos, pero sin eliminarles, dando
pie (¿sin querer?) al resurgimiento de la música industrial como lo han concebido
Futuro De Hierro y los subversivos catalanes de la hora actual (“Ymen”) -o, en
todo caso, al advenimiento de un nuevo avatar para aquella revolución que ya marca
cuatro décadas (“Larry By”). NRA Ruido, finalmente, es quien más honor le hace a
su chapa: una barrera impenetrable de bulla exagerada, ampulosa y profundamente
agresiva. Corrosivo, sustancial, destructor; NRA Ruido expatria todo atisbo de
Silencio, sobresaturando canales de audio hasta la brutalidad máxima. Se
recomienda no escuchar ni “PI27” ni “PI28” con los audífonos a todo volumen, a
riesgo de contraer un severo cuadro de tinitis.
Bárbaro extremismo
aural con que meterle una rotunda desahuevada a los tímpanos en menos de media
hora.
En entrevista
concedida a la mítica Factory tras la
publicación del tremendo I Can Hear The Heart Beating As One (Matador, 1997), Ira Kaplan de Yo La Tengo revelaba
que una de las ideas descartadas por el dilecto trío de Hoboken para ese esférico
era la referida a que “no hubiese silencios entre tema y tema, y que ‘Return To
Hot Chicken’ sonase siempre al acabar una canción”. Algo similar pasa en “El
Condenado Final”, penúltimo surco del primer esfuerzo in extenso editado por Vida En Marte, eyectado hacia la exacta
mitad del calendario en marcha (30/06). “El Condenado...” cose dos movimientos,
empatando el primero con las mismas características que maneja el resto del CD,
y correspondiendo el segundo a una construcción sonora más desnuda y huérfana
de voz. Entre ambos segmentos, una tonadilla apenas audible, que sirve de
puente/vaso comunicante.
No es la única novedad
que te depara Los Sonidos De La Adolescencia con respecto de la abundante singladura previa de este unipersonal
también arequipeño. Ésta destacaba primordialmente por su fragorosa hechura
pop, superponiéndose a otros rasgos igual de importantes para su dialéctica
como el lo fi, el indie o el noise rock -todos ellos vasallos del estandarte
del bedroom pop ondeando bien en alto. De este jaez eran canciones como “Días,
Días, Días Y Más Días”, “Pornografía Nostálgica” o “Hermosa Secuencia”.
Otra de las novedades
-quizá la más notoria- que ha implementado Herber Paredes es el recalibrado de
la Distorsión (“La Eternidad De Caín”), convertida en sustantiva pese a no estar
presente por fuerza en todos los tracks. De hecho, la apertura “Todos Los Días”
es de una tesitura pop tan subrayada que fácil podría colarse en programaciones
radiales. Por fortuna, el propósito de este aumento imperioso de ruido y
decibelios no es pulverizar el encanto de lo pedestre que el ¿ex? Hombre Del
Espacio exterioriza con orgullo en su faceta solitaria/marciana, sino
complementarlo. Y una tercera novedad viene por el lado de las no pocas
inflexiones caóticas que ya antes le había oído a VEM. Para LSDLA lucen más dosificadas y
concertadas, irrumpiendo en los momentos precisos (“Mundo Enfermo & Los
Tristes”, “Romance Poltergeist”).
Detalle digno de
mención honrosa, el piano se deja escuchar en muchos pasajes del disco (“Feria
De Absolución”, “Karmalandia”). Éste observa las principales virtudes que
definen la esencia del proyecto, a despecho de la media de 150-180 segundos que
dilata la mayoría de cortes -su tosca vitalidad, su minimalismo vocal (que no
es lo mismo que parquedad, hay un desarrollo más empeñoso de las casi
ininteligibles letras), su acústica kitsch y a la vez espartana, su pop
sencillo pero repetitivo, su concisión...
Hay algo que le
preguntaría y algo que le reclamaría al mistiano. Lo primero es interrogarlo
tanto sobre “El Condenado Final” como “Los Sonidos De La Adolescencia”. Son las
canciones que bajan el telón y las que más duran -casi 14 minutos sumándolas.
¿Ello y su disposición al final del listado obedecen a algún objetivo práctico?
Lo segundo es
lamentar que no haya hecho con la pieza epónima lo mismo que con “El Condenado
Final”. Hacia la mitad da la impresión de que lo hará, pero se desvanecen los
segundos y nada. Como ha quedado bien en “El Condenado...”, podría el músico
considerar ejecutar la idea de Kaplan/Hubley/McNew para la siguiente incursión.
Equilibrada puesta de largo, con el añadido de la colaboración de Pablo
Pantigozo (Peatón) y del arte interior en formato PDF adjunto en la descarga
gratuita. Próximamente, copias físicas en tiraje limitado.
Hákim de Merv
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