Ha pasado un tiempo
tras la última vez que el nombre de Spatial Moods se paseó por estos lares.
Aquella última ocasión se dio a propósito del Terra EP, eyectado en noviembre del 2016. Y si bien la agrupación
impugnó con el lanzamiento la decisión de disolverse que había tomado meses
antes, el futuro no quedaba claro, ya que el extended adquiría sustancia sobre
temas concebidos durante el 2014 -temas cuyo atronador desarrollo no encajaba
ni en el epónimo debut (2013), ni en el subsiguiente Spatial Moods II (mismo año).
Hay que agregar además
que el line up recién obtuvo una cierta estabilidad con el Terra EP; misma que, por otro lado, no fue definitiva. A partir de aquel
extended, los guitarristas Jorge Apaza y Arturo Quispe -integrantes de mayor
permanencia en el proyecto- incorporaron de modo más perenne a Israel Tenor
(batería). Manuel Villavicencio (bajo), reemplazo de Christian Pacheco (quien
grabase el EP), completa la alineación que ha grabado el díptico armado por Cae Un Mito (2019) y Nace Un Ciclo (2020).
Desafortunadamente, ello no impidió que Quispe y Villavicencio abandonasen
Spatial Moods una vez finalizadas las placas -sospecho que por incompatibilidad
de horarios, pues ambos están enrolados desde hace mucho en las filas de Cholo Visceral. Apaza es, luego, el único sobreviviente del dúo original (el otro 50%
era Gean Karlo Vargas); ahora flanqueado por Tenor y por el bajista Julio César
Elorreaga.
No es sólo debido a
la similitud en la estructura gramatical de los títulos, o al haber sido facturados
por las mismas personas, que considero a Cae
Un Mito y Nace Un Ciclo sendas
mitades de un díptico. Lo estimo de esa guisa esencialmente por su cercanía
temporal: aunque publicado a principios de este mes, Nace... fue registrado en el 2019. Comparte por ende la misma bolsa
amniótica que Cae... -una donde se cobija
el embrión que fecundó el Terra EP, alimentado
a punta de psicodelia/space rock/stoner; no ya de ese kraut disperso que se
agitaba en sus primeros episodios.
El sonido Spatial Moods asoma mucho más musculoso que nunca en una y otra rodaja. También desgarrado,
entre el maelström space y la tempestad stoner. Tercia la psicodelia, sobre
todo en los gaseosos estratos superiores de la atmósfera planetaria que respira
el otrora cuarteto -“333” es muestra paradigmática de ello. Del kraut, ya se dijo,
apenas una que otra inflexión (“Besitos De Hormiga”, cuyo epílogo amaga emular
el motorik teutón); lo mismo que del jazz o del prog. Yo hubiera apostado por retener
el ingrediente germano, más por carecer aquí de muchos exponentes semejantes, que
porque no cuadren los números del giro planteado hacia el stoner. Éste, que hace
siete años proporcionaba el punto de sabor, ha devenido elemento indispensable
del menú: en “Mar De Escorpio” -apertura del Cae Un Mito- abandona toda prudencia y se despacha una suite de
robustez lo bastante expandible como para frisar la categoría sludge,
sacudiéndose de todo atisbo space. “Golpe avisa”.
O también “el que
adelanta, gana”. Pese a lo discutido de la lid, en Cae Un Mito el show se lo roba el género de Truckfighters y Monster
Magnet: basta con escuchar “Mar...”, “333” (pétrea fundación stoner, rodeada
por la psicodelia sólo a partir de cierta altitud) o la tremenda “Amancaes”
para avalar ese dictamen. Sobre todo en esta última, es encomiable la capacidad
de la banda para saltar de climas de contemplación space casi épica a ásperas
cascadas de textura stoner imposible de barrenar a la primera -menos de cinco
segundos le son suficiente para hacer arder el aire. Por contraste, “Anime, Un
Mito” aflora como vigoroso ejercicio en el que se suceden las tres facetas con
que se ornamenta Spatial Moods. “Besitos De Hormiga” queda así como el surco
más “accesible” de esta entrega, con su etéreo groove psicodélico y su difuso
timing kraut.
El horizonte se
reacomoda para Nace Un Ciclo. En su
interior, también asistimos a un pulseo de fuerzas, con la diferencia de que el
round se lo adjudica el género de Agitation Free y los japoneses Cosmos
Factory. El reluctante 45 virtual de adelanto, “Gira-Sol”, anunciaba la
conversión definitiva de SM al credo stoner. No ocurre tal. “Regenio, Recuerdo”
es una majestuosa eufonía space que a medio recorrido muta en un track de lisergia
santanera (cuando no proto-cumbia psicodélica). Conviene en este instante
recordar a “Angelical Moods”, corte del estreno en que el combo probase adosar
percusión peruana a su magma sonoro. Aquella vez no funcionó. Con “Regenio...”,
en cambio, la fusión marida perfecta.
Otro momento
estelar del Nace... es “Miedito”, excelente
tour de force con dos segmentos bien diferenciados -uno melancólicamente
marcial, otro ahíto de divagar-, pero cuyo movimiento interno se sostiene
pendular de principio a fin. Sospecho asimismo que es uno de los escasos
canales de Spatial Moods en que resuena nítida la voz. La inspiración/influencia
sideral alcanza a copar otra composición, y con ello queda sellada su
supremacía en el volumen: me refiero a “Teresa”, space blues que
progresivamente desciende hasta oquedades terrestres. En la otra esquina, el
stoner se enseñorea en “Gira-Sol” y en “Incierta Gran Aventura”. Las
competencias rítmicas del grupo y su preciso manejo de las pausas magnifican el
uso de invencibles riffs monolíticos y límpidas melodías cercadas por ominosos/apabullantes
bancos de niebla sónica. El resultado estoy seguro satisface incluso a los fans
más exigentes del stoner.
Impresionante
reentré, y por partida doble, del hoy power trío. Su eficacia instrumental ha
madurado (aunque no de la forma en que esperábamos quienes quedamos prendados
de sus primeros discos), objetivo logrado por encima de las marchas y
contramarchas sucedidas en la conformación del alias desde su origen mismo. Ojalá
éstas dejen de ser determinantes en el trabajo colectivo, y éste consolide a SM
como nuevo puntal de la escena meta stoner peruana. Las condiciones están dadas
hace rato.
Hákim de Merv
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