(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de marzo de 2025.)
NOCHE EN ESPIRAL
De facto, Christianes nació en 1989. Entonces lo integraban Heyne (bajo) y su amigo de barrio Christian Arenas (guitarra y voz). Una breve prehistoria tiene lugar a partir de 1986, cuando la dupla fundadora se ve fuertemente influenciada por estetas como The Jesus And Mary Chain, Cocteau Twins y The Cure. Acoplado en 1990, el tercio restante fue Juan Carlos Oyarzún, quien también cantaba y empuñaba la guitarra. Para el ‘92, el trío ya enarbolaba un sonido oscuro de etérea sofisticación, pero su actitud en escena tendía a ser un tanto hosca (si bien no a la manera de los hermanos Reid). Ante la imperiosa necesidad de ensayar más horas y el deseo de la mancuerna Arenas-Heyne de sonar más pop; fue estancados en esa suerte de callejón sin salida que Oyarzún, quien había asumido el rol de vocalista, deja tirando cintura a sus compinches.
Christianes capea el revés/coge un segundo aire y encara el reto de seguir adelante con la incorporación de Evelyn Fuentes, la enamorada de Christian Arenas y a la sazón estudiante de danza. Sería la última persona en ingresar al combo hasta su disolución, haciéndose cargo de la voz -decisión excluyente aprovechada para poner un poco de orden en la interna, clarificando responsabilidades. Desde ese momento, Arenas se ocupa del enfoque sonoro, mientras que Cristián Heyne hace lo propio con las letras. A juzgar por lo plasmado en Ultrasol, el curso de acción que posibilitó las renovaciones arrogadas en estos tres aspectos identificativos fue el correcto: menos de tres años después (verano del ‘95), la terna es fichada por la división mapocha de EMI, como sucediera también con los increíbles Pánico, Los Tetas y Lucybell (estos últimos siempre vilipendiados por Fuentes y compañía).
Ultrasol aparece un 2 de marzo, hace treinta años. Si sobreviven maquetas o demos anteriores al debut y despedida de Christianes, esas grabaciones se hallan en poder de sus autores -el otro testimonio de época es un CD single promocional con tres tomas de “Mírame Sólo Una Vez”, de las que sólo la acústica puede escucharse en YouTube. Por ende, no es posible establecer comparaciones verificables entre la fase precedente de los australes y la que ilustra el estreno. Éste despega en modo tour de force con “Planeta Luna”, “Remolinos De Fuego” y “Mírame Sólo Una Vez” sucediéndose sin pausa. Si las crónicas que describen las performances entre 1989 y 1992 son ciertas, es claro que el acto viró ¿(cuán) espontáneamente? tanto hacia el shoegazing como hacia la psicodelia más paradigmática.
VIAJE AL CENTRO DE LA
MENTE
Con todo, Ultrasol no habría llegado a dejar huella en las arenas del Tiempo de la manera en que lo logró si no fuese por su inconfundible cariz pop. Aunque los réditos de su fragua son compartido por Heyne y Arenas, cobran éstos especial relevancia gracias a la quebradiza, melancólica, emotiva interpretación de Evelyn Fuentes. No precisamente una cantante dotada, el susurrante registro ensoñador de la santiaguina -a quien se ha llegado a comparar más de una vez con Jeanette- abrillanta mucha de la chamba de sus compañeros. Esto se hace prominentemente visible en el tramo final del esférico, en canciones como “Abril”, la preciosa “Marfil”, “No Moriré Jamás...” y “Cuando Vuelvas De La Guerra (En El Viento)”. Al elevarse según los requerimientos de cada surco, su impronta “estrangulada” le permite ganar protagonismo casi exclusivo, tal cual ocurre en “Tardío”, en “Solté Mi Cuerpo Al Viento...” y en la arquetípica “Mírame Sólo Una Vez” -a cuyo conjuro se evoca incesante el recuerdo de Christianes.
Distribuido por EMI, el impacto de Ultrasol fue prácticamente instantáneo, tanto por méritos propios como por su atipicidad en el contexto del pop mapocho al promediar la última década del siglo XX. La baza, sin embargo, no fue capitalizada al máximo por la agrupación. Ésta tuvo siempre una relación distante con la prensa, por no decir tirante o abiertamente hostil, y no llegó a concretar sino escasos directos. Además, en el corto plazo comenzaron a divergir los intereses artísticos de cada miembro con respecto a los del resto, siendo el caso más evidente el de Heyne -quien dejó a medio mundo patitieso con Disconegro (1996), largada de su proyecto personal Shogún, que merece un artículo completo por separado debido a su insularidad. Así fue que Christianes se desintegra en 1997.
MIL CAMINOS
Como puede inferirse, cada integrante de Christianes ha hecho camino propio dentro o fuera de la música pop contemporánea, y en esa senda han profundizado todos/as en el curso de lustros. Es altamente improbable, pues, que volvamos a verles codo a codo sobre la palestra. Nos queda el mitigado consuelo -que así y todo es mejor a no tener ninguno- de poder acceder ahora al íntegro de su debut desde cualquier parte del planeta. Y de, al amparo de sus sonidos, revivir esos tiempos mozos de entusiasta renovación en que los circuitos independientes latinoamericanos se vieron inmersos, previos al cambio de milenio.
Hákim de Merv
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