jueves, 16 de agosto de 2018

Sonologyst

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de agosto del 2018.)

Inquietante el modo en que ha empezado a evolucionar lo que entendemos por “polisemia”. El significado original del término designa la cualidad de una palabra o signo lingüístico “que tiene varias acepciones o significados”. Una palabra polisémica, en consecuencia, maneja “dos o más significados que se relacionan entre sí”. Este postrer entrecomillado ya no es necesariamente cierto desde hace décadas. En su álbum de 1975, Radioactivity, Kraftwerk apostaba abiertamente por la ambigüedad: ¿se referían título y concepto a la actividad radiofónica o a la radiación atómico-nuclear?

Lo que no podían prever ni el Océano, ni el Larousse Ilustrado, ni el Espasa Calpe; era que tal significado de “polisemia” empezase a aplicarse a más de una palabra. Hace apenas unos años, le recomendaba a un amigo, músico vanguardista local, darle una oportunidad a Maximum Terrorem. Éste es/¿era? un avatar de Erick Bullón, que firmaba discos cuyos rasgos podían ser simplistamente descritos como dark ambient. Mi amigo retrucó que ya había escuchado el subgénero en cuestión, oponiendo a mi sugerencia los nombres de Black Tape For A Blue Girl, Ordo Equitum Solis, Lycia y casi toda la tropilla del sello estadounidense Projekt. MT no se parece en nada a la citada nómina, pero entendía los motivos que había tenido mi amigo para confundirse.

Y es que, sin duda, “dark ambient” se ajusta mucho más a los lineamientos de Projekt; puesto que sus grupos partían del dark rock y del gothic para acercarse a la música etérea a través de atmósferas oscuras pero no dantescas. Por otra parte, “ambient dark” sería la precisa manera de sindicar a determinadas bandas de cepa industrial, postindustrial, noise y/o metal; que conscientemente se internan en el minimalismo del ambient para generar climas lúgubres y alevemente dantescos. El vencedor en la lucha por la sobrevivencia fue este último, y el habla cotidiana, que a la hora de la hora es más fuerte que el sistema y la norma en cualquier idioma; le premió sin embargo con la chapa del vencido -haciéndose conocido como “dark ambient” aquello que en un principio era más apropiado tildar de “ambient dark”.

A lo nuestro, antes de que la polisemia nos lleve al lenguaje universal o al babélico caos del Armagedón, lo primero que llegue.

Sonologyst es el unipersonal del italiano Raffaele Pezzella, músico de quien te hablé hace casi un mes en estos mismos bytes con ocasión del In Tenebris Scriptus - A Dark Aural Tribute To H.P. Lovecraft (2018). Como seguro recordarás, el hombre además dirige la discográfica Unexplained Sounds y su subsidiaria Eighth Tower Records, frentes de edición/difusión para cultores de dark ambient y de composición contemporánea de todas partes del mundo. Con el alias de Sonologyst, Pezzella tiene ya seis años de trayectoria publicando mayormente obras de las que él solo es responsable, si bien ello no le ha impedido asociarse cada tanto para asimismo lanzar trabajos conjuntos (Time Is The Enemy, 2016, con el ruso Kshatriy). Contando éstos, y desde el primerísimo Ipotesi Del Continuo (2012), Raffaele lleva catorce discos editados con tal seudónimo. No los he escuchado todos, pero sí una buena cantidad de ellos, lo que me permite ensayar un acercamiento a sus opresivas sonoridades y sus doctas referencias.


Doctas, sí, porque otra cosa no puede pensarse de largos como Ancient Death Cults And Beliefs (2015), A Dream Inside A Dream (2015) o Beyond The Logic Of Science (2013, cada uno de sus tracks nace de samples de/está inspirado por Stockhausen, Morton Subotnick, Pierre Henry, Bernard Parmegiani y Henri Pousseur; entre otros insignes precursores de la misma brillante época). Sonologyst depura la brusquedad del industrial barrenando su aparatosidad, lo deja en los huesos para facilitar a partir de ese estado su acercamiento entre chamánico y hebefrénico al ambient, a la drone music ritualista y de mayúscula abrasión iterativa. En sus genes yace el legado de los grandes compositores electroacústicos de mediados del siglo XX, pero también el de los francotiradores insulares antologados por el Ambient 4: Isolationism (1994) y -tangencialmente- por la cuádruple serie Excursions In Ambience.



Mecanismos sin forma zarandeados por entidades incógnitas, de las que no sabemos nada excepto que no toleran ni media guitarra. Paganismo radioactivo sin evidente raison d'etre, que emite sin cesar cascadas de agobiantes sonidos velados. Antigeneradores de síntesis aditiva cuyas directrices tímbricas muy difícilmente pueden entenderse ideadas por la mente humana promedio. Purga casi absoluta de cualquier elemento al cual el escucha pueda asirse para evitar flotar hacia el maremágnum de materia negra que inexorable se acerca -las poquísimas voces que aparecen en la música de Pezzella son TODAS accesorias... Ésa es la trocha que ha decidido abrir Sonologyst, y en la que se ha desenvuelto progresivamente mejor con cada nueva entrega.

Rodajas como Silencers - The Conspiracy Theory Dossiers (2015, reeditado este año) o Electrons - A Scientific Essay (2016) se hallan masivamente plagadas de sonidos que ni absorben, ni reflejan, ni mucho menos emiten luz alguna -salvo, acaso, la del punzante dub electrónico, que tampoco es que abunde. Me figuro que personas extremadamente sensibles no podrían comprenderlas, e incluso serían incapaces de percibir sus contornos generales, como si fuesen cúmulos de gases fríos compuestos por partículas aún desconocidas para el entendimiento humano. A estas alturas del texto, caería en un oxímoron aduciendo que así es el dark ambient por ascendencia. El ruido de catacumbas pletóricas de vida infrahumana, el sonido que emiten las meninges irritadas, alegorías fabuladas de ruido blanco: cualquiera de estas imágenes alude a su esencia tortuosa/atosigante, sin agotarla.


Una jornada promedio de Sonologyst es, en la práctica, un laberinto sencillísimo de resolver desde fuera. El problema radica en que, una vez dentro, aquello que parecía manifiesto se torna ilusorio; y la arquitectura del dédalo se distorsiona hasta niveles no-euclidianos. Trazados lineales, columnatas y ángulos se multiplican pesadillescamente sin posibilidad de disrupción; y ya sólo el fade out (¿cuán?) arbitrario permite un respiro momentáneo ante el enmarañado súmmum de vericuetos ramificados. Mientras desde fuera el enigma se soluciona con un par de miradas, la experiencia de zambullirse en su interior -escalofriantes climas de enajenación, nihilismo inextricable de magnitudes siderales, malignas trombas de alienación sonora, refinados crescendos minimalistas/maximalistas- no será placentera para quien no esté previamente preparado.

Por su conformación atmosférico-ambiental, Sonologyst ha llegado a ser comparado con Merzbow y Sun O))), lo que me parece erróneo. Salvo por el minimalismo, las vanguardias de ruido digital poco o nada comparten con el dark ambient, que está más cerca del post rock de Scorn o la electrónica del primer Scanner. Aunque anterior a ellas, Merzbow ha terminado integrándoseles. Y en cuanto a Sun O))), podría alegarse que pese a que la dupla de Stephen O'Malley y Greg Anderson ha explorado direcciones consonantes, los resultados son lo suficientemente distintos como para obviar cualquier similitud. De cualquier forma, ello habla muy bien de la unicidad del músico cisalpino.

El año pasado, Pezzella estrenó Apocalypse, que debe ser su disco más singular a la fecha. Por primera vez en seis años, Sonologyst no suena coercitivo ni sofocante. La intención del bautizo es notoria, pero en lugar de un esférico de motivos irrespirables y constrictores, la mirada del europeo es crepuscular, resignada, estoica... Sin dejar de ser idóneo para films de ciencia ficción, el sonido del plástico es vesperal; otro tanto sucede con su narrativa, que enumera las estaciones que la Humanidad atravesaría/atestiguaría ante un evento de idénticas características, desde su advenimiento hasta el inerte final (de hecho, la placa recuerda mucho los minutos finales de Knowing). Por momentos líquido, por momentos anacarado, siempre desoladamente fúnebre; en mi opinión Apocalypse se convirtió en un título a considerar en los recuentos del ejercicio 2017. Su atipicidad no lo hace la más apropiada opción para quienes se muestren interesados en acercarse por primera vez a Sonologyst. No obstante, ya que hemos llegado hasta aquí, y remarcando siempre su accesibilidad... ¿te animas a darle una oportunidad?


Hákim de Merv

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