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miércoles, 30 de octubre de 2024

Gazella: Gazella // Pablito Clon: Pomba Gira EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de octubre de 2024.)

Nucleados hace tres almanaques, los valencianos Gazella han debutado en largo este ‘24 con un epónimo esférico merecedor de muchos y muy elogiosos comentarios. Han subrayado éstos la naturaleza polimórfica y polícroma de su música, concebida al interior del exquisito arte conceptual que el underground del pop contemporáneo viese florecer entre fines de los 80s y principios de los 90s, así como su adhesión a la cuidada nómina de la notable escudería catalana Foehn Records.

El breve y cristalino “AL1” adelanta, pues, una jornada llena de matices que van del primigenio dream pop glosolálico cosecha Cocteau Twins al shoegazing de Chapterhouse, Pale Saints y Mellonta Tauta. Circunstancia que no deja de ser curiosa por cuanto, en el mejor de los casos, estas gentes acababan de nacer cuando la primavera supersónica de los noventas era ya una realidad tangible. El extra de equipaje no es más reciente: ecos del noise rock y del indie noventosos, un andamiaje percusivo que no pocas veces emula el motorik del kraut teutón, electrónicas florituras ornamentales de procedencia fin de siècle...

Lo del quinteto refleja definitivamente una diversificada filia por el pasado más que un update retromaníaco. No obstante, es la semilla plantada por Elizabeth Fraser y compañía, que llegase a su máximo esplendor con My Bloody Valentine, y cuyos frutos fueran diseminados durante las edades míticas del primer shoegazing; la que se hace del cetro en la dialéctica de Gazella. Suele adoptar ésta dos formas. Una es la de canciones veloces y puntería envidiable. La otra es de cortes más reposados e igualmente efectivos. Y aunque la primera es más frecuente, la segunda lega asimismo momentazos para el recuerdo.

Enrolados en la división de caballería ligera, encontramos canales como “Cuerpo” (un estallido de baggy, literalmente), “Azul [Ctrl Z]”, los brutales mazazos de “Piscina De Arena” y “Sol Menor”. Piezas de una admirable fuerza arrolladora, con el pedal literalmente pisado hasta el fondo, de un magnífico melodicismo urgente y vital. Conscriptos de la pesada unidad de infantería, en cambio, hallamos asaltos del tipo de ”Ozymandias”, del paulatinamente denso “Espiral”, del contenido “Por Qué El Ser” y del mesurado “Inercia”. Números que priorizan la sostenida/sólida construcción de ambientaciones y texturas, el brío/brillo de esa melancolía pop de la que hablaba el finado Abdel De La Cruz (Fobya), el paso firme antes que el regate correlón.

La amalgama que homogeniza el primer disco de Gazella se compone de dos principios. Por un lado, la esmerada actuación del soporte rítmico, responsabilidad compartida entre Mauro Llopis (bajo) y Lluisen Capafons (batería y voz). Por otro lado, el inmenso trabajo en voces de Raquel Palomino. Sin mimetizarse los colores de sus cuerdas con los de las grandes referentes del ¿género?, su desenvolvimiento agudamente celestial remite -cuando indescifrable- al lenguaje preverbal de la Fraser. Son éstos los elementos que dan coherencia interna a la banda, y que le han ayudado a firmar una rotunda puesta de largo -que así y todo tiene su (saludable) excepción a la regla: la electrónica “Urkia”.

Completan la alineación de Gazella Alba Raja y Adrián Camáñez, ambos en guitarras y sintetizadores. Sorpresota ponderable por donde se le aborde.

Con más frecuencia que la que quisieras, es inevitable perder rastros prometedores a través del océano de información que surcas/ves pasar diariamente en Internet. Por eso, cuando logras detenerte a tiempo para pescar algo grande, a contrapelo de la velocidad de las correntadas; una situación tal suele reportar interesantes -e incluso cruciales- descubrimientos. No importa demasiado si se trata de hallazgos actuales, pertenecientes al pasado inmediato o correspondientes a una antigüedad mayor.

Cierto día, mi vista quedó clavada en el link compartido en un grupo dedicado a músicas periféricas sudamericanas. El motivo no fue tanto el nombre del acto, Pablito Clon, como sí del opus: Pomba Gira EP. Quizá algún día me sea dado fatigar las calles de la Roma Negra, Salvador Do Bahia De Todos Os Santos. Mientras, he de alimentar a paso de tortuga mi pobrísimo conocimiento sobre los ritos afrobrasileños... A Pomba Gira la conocí gracias a Umberto Eco y su extraordinaria novela El Péndulo De Foucault. Contaba en sus páginas “el Último Humanista” que Pomba Gira es la compañera de Exu, divinidades yorubas ambas que presiden las sesiones de umbanda.

A lo nuestro. Pablito Clon, a veces Pablo Clon, es Pablo Albornoz. Músico argentino natural de Magdalena, en La Plata (provincia de Buenos Aires), el man pertenece a esas estirpes de creadores empecinados en recorrer los márgenes de las músicas independientes -lejos de reflectores y primeras planas, pero cerca del impulso innovador/renovador y de la vocación francotiradora. En el caso del che, esa afiliación se traduce en investigaciones intuitivas en torno al ambient sombrío y negruzco que naciera de la confluencia entre el post industrial y el aislacionismo noventero.

En apariencia, éste no es el único alias de Albornoz. En apariencia, también, Pablito Clon comienza su andadura en el ‘22 con dos EPs simultáneos: Atrapado En El Futuro y Pomba Gira. Este último, sin embargo, asoma mucho más afianzado que su par. En paisajes de pesadilla como “Oh Muerte, Muerte” y “El Rito”, el ambient supera rápidamente los bosquejos ritualistas que sugieren título del extended y algunos intros para desparramarse sobre atmósferas aterradoras, plagadas de siniestrismo y frecuencias protervas cuya saturación desgarra sin reposo la propia epidermis de los temas. Aunque es verdad que tras el surco homónimo Pomba Gira EP condesciende a mostrarse más accesible en pistas comparativamente más convencionales, la atonal polución aguijoneante no aliviana la sensación de una drone music reptante, iterativa, horra.

Es imperativo subrayar que, deformadas y oscuras, las guturales voces dispuestas en el extended se hallan presentes en sus cinco rounds. Algunas veces más contoneadas, como sucede en “Oh Muerte, Muerte” o “Casa De Las Almas”, y otras mucho más enterradas, como en “Pomba Gira” y “Síndrome De Cotard”; pero siempre ininteligibles, sugestionando, imprecando, ¿profetizando? El ominoso peso de su inclusión apura un acabado de sórdida malignidad para el EP -uno que espero no esté ausente en posteriores trabajos como Nocturnes In The Cemetery (’24) o el recientísimo En La Madrugada EP, en comandita con Ariel Barié.

Hákim de Merv

miércoles, 8 de junio de 2022

The Body Of Horror - Music Inspired By The Cinema Of David Cronenberg // The Great Old Ones: Yog-Sothoth

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de junio del 2022.)

Pese a que durante los 00s las visiones que impelían su poiesis se revistieron de parafernalia que le movió hacia niveles alegóricos antes impensables, hasta Cosmopolis (2012) podía afirmarse que la obra de David Cronenberg seguía en constante evolución. Largometrajes como A Dangerous Method (2011), A History Of Violence (2005) o Eastern Promises (2007) lo mostraban en plena forma -tomándose su tiempo, eso sí, para concretar cada nueva película; a diferencia de los asombrosos promedios editoriales que acreditase en los 80s y en los 90s. Entonces se estrenó Maps To The Stars (2014), drama que apelaba a la sátira sin alcanzar el aprobado que se tenía por inherente al apellido de semejante director. El canadiense debe haber sentido la pegada: de ahí que ocho calendarios medien entre Maps... y su regreso al ecran retomando un viejo proyecto ya tratado en 1970 -Crimes Of The Future anuncia, además, el retorno de Cronenberg en modo Profeta de la Nueva Carne.

De todas formas, el veterano realizador cuenta con una extensa producción que ha sido motivo de diversidad de análisis y acercamientos, así como centro de profunda devoción irradiada más allá del público cinéfilo y/o meramente aficionado -no por las puras, Cronenberg es cuestión aparte en el estudio del séptimo arte. Para más inri, el 4 de marzo Eighth Tower Records lanzó un álbum que guiña precisamente a las superlativas cotas de mutaciones pesadillescas, furiosas crisis existenciales y realidades identitarias relativizadas que hemos enfrentado en Videodrome (1983), eXistenZ (1999), The Brood (1979), Scanners (1981), Naked Lunch (1991) o The Dead Zone (1983). A tal fin, la subsidiaria de la plataforma napolitana Unexplained Sounds hace comparecer en The Body Of Horror - Music Inspired By The Cinema Of David Cronenberg a algunos de los músicos que integran su amplio catálogo -italianos cinco de ellos, mientras que los otros cinco proceden de Estados Unidos (Schloss Tegal), Irán (Dodenskald), España (Kloob) y Suecia (Desiderii Marginis y Jarl).

Contrariamente a lo acaecido con The Beyond - Music Inspired By The Lucio Fulci Death Trilogy (‘21), los aprensivos climas de discordante ominosidad post industrial conjurados por sus participantes dan lugar en The Body Of Horror... a un dark ambient acerado y filoso, que congenia tonificado con la palpitante épica visceral de los films dirigidos por el Barón de la Sangre. Las siniestras atmósferas preñadas de overtones dronizados adquieren una sustancia que se percibe más como horrenda que como terrorífica, cooptando así la esencia del discurso audiovisual del autor. La tríada compuesta por “Morphogenetical Grafts” (Dodenskald), “ConSec” (UNCODIFIED) y “Metaflesh” (Schloss Tegal) es reveladora a este respecto, con esa pulsante y estruendosa desolación que de vez en cuando (r)estalla gracias a nocivas frecuencias disruptoras. Un par de peldaños más abajo se ubican el asistólico latido de “Dr. Benway’s Narcotics Operation” (Sonologyst), el muestreo que de Naked Lunch hace “The Interzone” (Desiderii Marginis), la apertura “A Cognitive Island Of Fake Tumor Implants” (Sigillum S) y la semi-industriosa “House Of Skin” (Mario Lino Stancati).

Los puntos más altos en una jornada de oleadas de ruido esculpido que se comporta como rarefacto: la excelente “Dead Zone Visions” de Jarl y sobre todo la genialidad cronenbergiana de “Cortical Systematics”, responsabilidad del trío binacional Mortar Devotions. Conformado por el dúo itálico Nona Et Decima y por el finés Aleksei Tsernjavski, este trinomio firma una secuenciada pieza horror synth de desapacible compulsión kinésica. Como si el propio filmmaker norteamericano la hubiese pensado y ejecutado -una delicia.

Afirmaba el recientemente fallecido Rafael Llopis, el más importante glosador del que la hiperbólicamente aterradora cosmogonía de Cthulhu ha gozado en lengua castellana, que todo mito atraviesa cinco etapas antes de su ineluctable deceso: horror numinoso, leyenda folklórica, arte fantástico o terrorífico, humorismo y bufonada. Lo que no previó el célebre estudioso español al acuñar esa aseveración fue que el panteón entrevisto en sueños por H.P. Lovecraft -esta “...religión sabida falsa desde un principio...”- iba a regresar de la muerte con vigores renovados y completamente regenerado. Lo corroboran multitud de manifestaciones artísticas en todo el mundo: sonoras, cinematográficas, literarias, plásticas.

A la par del nuevo material concebido como Sonologyst, Raffaele Pezzella -el capo de Unexplained Sounds y Eighth Tower- se saca de la manga este nuevo alias que inequívocamente responde a una inflamada pasión por el venerable visionario usamericano. The Great Old Ones es, en efecto, un tributo declarado a la creación central de Lovecraft: los Grandes Antiguos, ¿dioses infernales?/¿demonios protectores? que fungen de principales animadores en su mitología. El debut ya marca una pauta fundamental concerniente al devenir del acto -cada nuevo trabajo llevará el nombre de uno de los monstruos lovecraftianos, por lo que no sorprenderá escuchar más adelante placas bautizadas con apelativos como Ithaqua, Ubbo-Sathla, Hastur, Azathoth, Cthugga, Ghatanothoa o Shub-Niggurath.

Yog-Sothoth decanta, depura, reconcentra los hallazgos más significativos de los que se han provisto ambas escuderías en el curso de años. Sorteando la tentación de apelar al audioextremismo, The Great Old Ones hace honor a su denominación con doseles acortinados de zumbidos cuyas incesantes ondulaciones se modulan a base de crescendos truncos y súbitos diminuendos. Las ambientaciones que repujan “The Lurker At The Threshold” (colaboración póstuma entre H.P. y August Derleth, el sanpablo de los mitos de Cthulhu), “Your Servants Call Upon You” o “Born From The Nameless Mist” (Magnum Innominandum del cual nace la mayoría de entidades cósmicas lovecraftianas) son estructuradas por precipitaciones de texturas sónicas absortas en una malignidad epatante. Dark ambient minimalista, que prefiere envolverte antes que pecharte, a medio camino entre la composición contemporánea y una drone music de tóxico ritualismo reptante.

Podría ponderar los atonales retazos ¿vocales? de “The Lurker...” (muy pocas veces un título de estos sellos ofrece la posibilidad de identificar la voz humana, la norma no escrita es que se prescinda de ella), los theremines de serie B acuciados por el tenebrismo expansivo de “Your Servants...”, el ruido vaporizado y re-condensado en titilantes estalagmitas cristalinas de “Born From...”. Al filo de la hora, me decido por ungir el mórbidamente subsónico “Beyond Mortal Comprehension” -veinte minutazos en perfecta sintonía con ese horror cósmico, pero sobre todo ciego y sordo, que nos produce todavía aquello que se halla más allá de la comprensión humana, tantas veces aludido/insinuado por el atormentado escritor de Providence. Que Nyarlatothep lo guarde siempre en su ectoplasma.

Hákim de Merv

jueves, 18 de junio de 2020

Liquidarlo Celuloide: Anamnesis

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de mayo del 2020.)

Que son días poco favorables para la Creación Heroica, es una afirmación que va convirtiéndose en axioma con cada nuevo almanaque desde el cenit de los 00s. Igualmente vero es que estas fechas se prestan más para deconstruir/revolver/desafiar las etiquetas que el pop contemporáneo forjase en periodos más felices de su generoso devenir. En lo que no hay acuerdo ni concierto es en si esa competencia para disolverlas y jugar con ellas tiene mérito intrínseco o no. Naturalmente, estoy convencido de que sí -o hace rato habría colgado la pluma. Encuentro esperanzador que a la taxonomía sonora le cueste horrores acuñar los sintagmas lingüísticos necesarios para describir aquellas inopinadas aleaciones hoy abundantes en las escenas independientes, y recurra a la yuxtaposición/mutilación de preexistentes categorías para salvar la situación.

Buena parte de los diecisiete, acaso dieciocho calendarios que lleva recorridos, Liquidarlo Celuloide los ha dedicado a refinar una zumbante sonoridad que cabe aquilatar vagamente como noise rock frankensteiniano. Ambient degradado, no wave, ruido blanco patas arriba, automatismos surrealistas varios, insania pig fuck, non-sense experimental, feedback atonal... Éstas y otras etiquetas pariguales han sido depositadas incontables veces en crisoles embadurnados de petróleo crudo, dando lugar a un output bramante que recuperase terreno gracias a Superfricción, rodaja del 2017. Ahora que los capitalinos se hallan próximos a las dos décadas de existencia, optan por estrenar su decimoprimera referencia en largo con nada menos que Jaz Coleman en las perillas.

La presencia del frontman de Killing Joke en labores de producción no es a priori influencial. Para Superfricción, LC mostró por primera vez elementos que lo conectaban directamente con el post punk original, matriz de géneros en que se forjase la Broma Asesina. Sin embargo, los créditos que le arroga Anamnesis (2020) al británico sí son indiciarios. Habiendo decidido la banda reorientar el maelström de disonante entropía espiral y pantanosas frecuencias arácnidas que galopa de continuo, hacia esas comarcas de convulsa/oscura angularidad eléctrico-epiléptica surgidas tras el estallido punk de 1977, quiso el Destino que el concierto de KJ en Lima (2018) lo abriesen los dirigidos por Juan Diego Capurro. “El flechazo fue instantáneo”, como dice una canción de Mecano -acaso porque, de la impresionante galería de Héroes que ofrendó el post punk a la mitología pop/rock, Coleman es el que mejor descifra el apocalíptico descerraje voltaico de los limeños.

Son apenas seis temas. No se necesitan más. La agrupación, mismo line up del capítulo previo -Giancarlo Rebagliatti (bajo), Capurro (voz y teclados), Efrén Castillo (guitarra), Alfonso Vargas (batería)-, a la que siempre me resistí a tildar de “psicodélica”; incorpora finalmente ADN lisérgico en modo “psych”. En efecto, el avatar celuloide que abraza y se funde con el post punk ha sido abducido por esa perturbadora demencia furibunda que arropó al grupo desde las fechas en que era el proyecto solista de Capurro, y que en Superfricción amenazaba con reconquistar lo que al principio fue suyo. Esa desequilibrante chifladura que gusta de sodomizar cualquier embrión de pensamiento lógico, que es más agresión que vuelazo, le salta a la carótida al viejo Coleman -y éste le recibe con los brazos abiertos, sabiendo lo que va a provocar ese encontrón.

El resultado es estremecedor. A los aceitados engranajes de Liquidarlo Celuloide les aditan ampollas concentradas de violencia neurótica, les disparan numerosas salvas de esquirlas de un industrial más mecánico que metálico, les invaden microorganismos fungiformes de torva densidad fangosa. Aquello que se levanta de esa fosa de tormento y agobio infinitos es una entidad emponzoñada, venenosa. El cuarteto es ahora una cofradía de cenobitas prófugos del Hades, devota del Lado Oscuro. Una célula subversiva de mantras infernales (debe ser el primer disco de la saga en que todas las pistas encajan voz), capaz de hacerse delgada como papel para atravesar defensas y bruscamente adquirir atroz consistencia/volumen (“Saliva”).


En Anamnesis -término que alude al estado mental susceptible de recuperar recuerdos inconscientes-, el combo puede soliviantar ominosas borrascas en torno a un riff GIGANTESCO que asume el rol de nota pedal (“Asfixia”). Puede epatar bilis y vileza en proporciones exactas (el single de adelanto “Lluvia Negra”). Puede arrastrar al productor a una colaboración estelar (“Perversión”, con vocales y sintetizadores de Coleman), por en medio de una trocha infestada de fétido/félido limo verde. Aquí se impone remarcar la laboriosa jornada acometida por el baterista. Mazazo tras mazazo, Alfonso Vargas gana todos los rounds de esta disputa. El punche con que va al choque y su precisión, digna de un pulsar, dan contigo invariablemente en el suelo y sangrando -incluso en “Bajo El Río De Neón”, track insuflado de dub, amansado por el expansivo groove que impone Vargas desde las baquetas. Los diez minutazos de “Bajo El Río...” dan reposo y sosiego al/a la escucha luego de haber sido vejado/a casi media hora, y cumplen además con el canon que observa buena parte de la tropa post punk clásica -el viaje de John Lydon a Jamaica no sólo fue determinante para Public Image Ltd.

La prueba palmaria de lo propicia que ha sido para Liquidarlo Celuloide la posición de las estrellas en Anamnesis es la brutal “Erupción”. La milimétrica interacción entre guitarra, bajo y batería, aupados sus ejecutantes a un frenético ritmo de hambrienta malignidad, de enajenante protervia; alcanza ese paroxismo pánico que estigmatiza el espíritu con arañazos de claustrofobia -algo así como el acojonante miedo ciego que te nubla cuando ves The Blair Witch Project (1999). Una alusión/ilusión inducida por la espantosa melopea “Alguien Dijo Que Ese Niño Nunca Estuvo Entre Los Cinco/Luego De Ellos Fueron Otros Los Que Desaparecieron”. Me he provocado una frikeada brava escuchando una y otra vez “Erupción” en plena madrugada, y me la seguiré procurando una temporada más, pues uso exponerme a aquello que me espeluzna hasta que ya no lo haga. Lo más cercano a un ave satani pop que se haya hecho aquí.


Hákim de Merv

jueves, 16 de agosto de 2018

Sonologyst

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de agosto del 2018.)

Inquietante el modo en que ha empezado a evolucionar lo que entendemos por “polisemia”. El significado original del término designa la cualidad de una palabra o signo lingüístico “que tiene varias acepciones o significados”. Una palabra polisémica, en consecuencia, maneja “dos o más significados que se relacionan entre sí”. Este postrer entrecomillado ya no es necesariamente cierto desde hace décadas. En su álbum de 1975, Radioactivity, Kraftwerk apostaba abiertamente por la ambigüedad: ¿se referían título y concepto a la actividad radiofónica o a la radiación atómico-nuclear?

Lo que no podían prever ni el Océano, ni el Larousse Ilustrado, ni el Espasa Calpe; era que tal significado de “polisemia” empezase a aplicarse a más de una palabra. Hace apenas unos años, le recomendaba a un amigo, músico vanguardista local, darle una oportunidad a Maximum Terrorem. Éste es/¿era? un avatar de Erick Bullón, que firmaba discos cuyos rasgos podían ser simplistamente descritos como dark ambient. Mi amigo retrucó que ya había escuchado el subgénero en cuestión, oponiendo a mi sugerencia los nombres de Black Tape For A Blue Girl, Ordo Equitum Solis, Lycia y casi toda la tropilla del sello estadounidense Projekt. MT no se parece en nada a la citada nómina, pero entendía los motivos que había tenido mi amigo para confundirse.

Y es que, sin duda, “dark ambient” se ajusta mucho más a los lineamientos de Projekt; puesto que sus grupos partían del dark rock y del gothic para acercarse a la música etérea a través de atmósferas oscuras pero no dantescas. Por otra parte, “ambient dark” sería la precisa manera de sindicar a determinadas bandas de cepa industrial, postindustrial, noise y/o metal; que conscientemente se internan en el minimalismo del ambient para generar climas lúgubres y alevemente dantescos. El vencedor en la lucha por la sobrevivencia fue este último, y el habla cotidiana, que a la hora de la hora es más fuerte que el sistema y la norma en cualquier idioma; le premió sin embargo con la chapa del vencido -haciéndose conocido como “dark ambient” aquello que en un principio era más apropiado tildar de “ambient dark”.

A lo nuestro, antes de que la polisemia nos lleve al lenguaje universal o al babélico caos del Armagedón, lo primero que llegue.

Sonologyst es el unipersonal del italiano Raffaele Pezzella, músico de quien te hablé hace casi un mes en estos mismos bytes con ocasión del In Tenebris Scriptus - A Dark Aural Tribute To H.P. Lovecraft (2018). Como seguro recordarás, el hombre además dirige la discográfica Unexplained Sounds y su subsidiaria Eighth Tower Records, frentes de edición/difusión para cultores de dark ambient y de composición contemporánea de todas partes del mundo. Con el alias de Sonologyst, Pezzella tiene ya seis años de trayectoria publicando mayormente obras de las que él solo es responsable, si bien ello no le ha impedido asociarse cada tanto para asimismo lanzar trabajos conjuntos (Time Is The Enemy, 2016, con el ruso Kshatriy). Contando éstos, y desde el primerísimo Ipotesi Del Continuo (2012), Raffaele lleva catorce discos editados con tal seudónimo. No los he escuchado todos, pero sí una buena cantidad de ellos, lo que me permite ensayar un acercamiento a sus opresivas sonoridades y sus doctas referencias.


Doctas, sí, porque otra cosa no puede pensarse de largos como Ancient Death Cults And Beliefs (2015), A Dream Inside A Dream (2015) o Beyond The Logic Of Science (2013, cada uno de sus tracks nace de samples de/está inspirado por Stockhausen, Morton Subotnick, Pierre Henry, Bernard Parmegiani y Henri Pousseur; entre otros insignes precursores de la misma brillante época). Sonologyst depura la brusquedad del industrial barrenando su aparatosidad, lo deja en los huesos para facilitar a partir de ese estado su acercamiento entre chamánico y hebefrénico al ambient, a la drone music ritualista y de mayúscula abrasión iterativa. En sus genes yace el legado de los grandes compositores electroacústicos de mediados del siglo XX, pero también el de los francotiradores insulares antologados por el Ambient 4: Isolationism (1994) y -tangencialmente- por la cuádruple serie Excursions In Ambience.



Mecanismos sin forma zarandeados por entidades incógnitas, de las que no sabemos nada excepto que no toleran ni media guitarra. Paganismo radioactivo sin evidente raison d'etre, que emite sin cesar cascadas de agobiantes sonidos velados. Antigeneradores de síntesis aditiva cuyas directrices tímbricas muy difícilmente pueden entenderse ideadas por la mente humana promedio. Purga casi absoluta de cualquier elemento al cual el escucha pueda asirse para evitar flotar hacia el maremágnum de materia negra que inexorable se acerca -las poquísimas voces que aparecen en la música de Pezzella son TODAS accesorias... Ésa es la trocha que ha decidido abrir Sonologyst, y en la que se ha desenvuelto progresivamente mejor con cada nueva entrega.

Rodajas como Silencers - The Conspiracy Theory Dossiers (2015, reeditado este año) o Electrons - A Scientific Essay (2016) se hallan masivamente plagadas de sonidos que ni absorben, ni reflejan, ni mucho menos emiten luz alguna -salvo, acaso, la del punzante dub electrónico, que tampoco es que abunde. Me figuro que personas extremadamente sensibles no podrían comprenderlas, e incluso serían incapaces de percibir sus contornos generales, como si fuesen cúmulos de gases fríos compuestos por partículas aún desconocidas para el entendimiento humano. A estas alturas del texto, caería en un oxímoron aduciendo que así es el dark ambient por ascendencia. El ruido de catacumbas pletóricas de vida infrahumana, el sonido que emiten las meninges irritadas, alegorías fabuladas de ruido blanco: cualquiera de estas imágenes alude a su esencia tortuosa/atosigante, sin agotarla.


Una jornada promedio de Sonologyst es, en la práctica, un laberinto sencillísimo de resolver desde fuera. El problema radica en que, una vez dentro, aquello que parecía manifiesto se torna ilusorio; y la arquitectura del dédalo se distorsiona hasta niveles no-euclidianos. Trazados lineales, columnatas y ángulos se multiplican pesadillescamente sin posibilidad de disrupción; y ya sólo el fade out (¿cuán?) arbitrario permite un respiro momentáneo ante el enmarañado súmmum de vericuetos ramificados. Mientras desde fuera el enigma se soluciona con un par de miradas, la experiencia de zambullirse en su interior -escalofriantes climas de enajenación, nihilismo inextricable de magnitudes siderales, malignas trombas de alienación sonora, refinados crescendos minimalistas/maximalistas- no será placentera para quien no esté previamente preparado.

Por su conformación atmosférico-ambiental, Sonologyst ha llegado a ser comparado con Merzbow y Sun O))), lo que me parece erróneo. Salvo por el minimalismo, las vanguardias de ruido digital poco o nada comparten con el dark ambient, que está más cerca del post rock de Scorn o la electrónica del primer Scanner. Aunque anterior a ellas, Merzbow ha terminado integrándoseles. Y en cuanto a Sun O))), podría alegarse que pese a que la dupla de Stephen O'Malley y Greg Anderson ha explorado direcciones consonantes, los resultados son lo suficientemente distintos como para obviar cualquier similitud. De cualquier forma, ello habla muy bien de la unicidad del músico cisalpino.

El año pasado, Pezzella estrenó Apocalypse, que debe ser su disco más singular a la fecha. Por primera vez en seis años, Sonologyst no suena coercitivo ni sofocante. La intención del bautizo es notoria, pero en lugar de un esférico de motivos irrespirables y constrictores, la mirada del europeo es crepuscular, resignada, estoica... Sin dejar de ser idóneo para films de ciencia ficción, el sonido del plástico es vesperal; otro tanto sucede con su narrativa, que enumera las estaciones que la Humanidad atravesaría/atestiguaría ante un evento de idénticas características, desde su advenimiento hasta el inerte final (de hecho, la placa recuerda mucho los minutos finales de Knowing). Por momentos líquido, por momentos anacarado, siempre desoladamente fúnebre; en mi opinión Apocalypse se convirtió en un título a considerar en los recuentos del ejercicio 2017. Su atipicidad no lo hace la más apropiada opción para quienes se muestren interesados en acercarse por primera vez a Sonologyst. No obstante, ya que hemos llegado hasta aquí, y remarcando siempre su accesibilidad... ¿te animas a darle una oportunidad?


Hákim de Merv

jueves, 19 de julio de 2018

In Tenebris Scriptus - A Dark Aural Tribute To H.P. Lovecraft

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de julio del 2018.)

Cumpliéndose en este 2018 nada menos que 128 calendarios de su natalicio, y hallándonos ya en camino de conmemorar el centenario de su partida -restan diecinueve almanaques y contando-, aún la Humanidad vive fascinada con las cosmogonías de delirio que escribió/¿transcribió? Howard Phillips Lovecraft, el padre del cuento materialista del terror. Detalle no menor: sin importar cuánto han avanzado desde su desaparición las artes plásticas, la técnica narrativa literaria o “el versátil celuloide” (Jorge Luis Borges dixit); el horror transgaláctico del que se hiciese eco el genio de Providence, aquello que las palabras (de su tiempo) se resistían a/no podían describir, sigue eludiendo cualquier representación cabal, y alimentando de paso el atávico miedo que yace en el subconsciente de la especie.

La Música, el arte que elegí honrar todos los días de mi vida, no ha sido en absoluto ajena a esa fascinación; si bien podría decirse que ha corrido con similar suerte que el resto de las manifestaciones que han intentado digamos “corporizar” el ciego terror preternatural del onirófago autor usamericano. Casi en todos los rincones del mundo civilizado, el maestro siempre ha tenido devotos entre los músicos pop: desde los inclasificables alemanes Necronomicon y su magistral Tips Zum Selbstmord (1972, existe otra banda germana con el mismo nombre, avocada al thrash) hasta los en-su-tiempo desconocidos norteamericanos H.P. Lovecraft (sendos proto-psicodélicos volúmenes homónimos en 1967 y 1968), desde los franceses Shub-Niggurath y su avant prog rock hasta el virginiano proyecto unipersonal Out Of Orion, desde las compilaciones underground ibéricas Necronomicon (1984-1987) hasta los ucranianos Yog Sothoth, pasando por guiños admirativos menos notorios pero igual de relevantes -“The Call Of Ktulu” de Metallica, “Lovecraft In Brooklyn” de The Mountain Goats.

Previsiblemente, también Latinoamérica se ha rendido al hechizo lovecraftiano. Desde el hermano país de Chile, tenemos noticias de tributos tales como “Hypnos” y “Marginalia” de Lluvia Ácida (temas incluidos en el debut Simulación, 1996), el doble EP Erich Zann (2003) de Fiat600, el grupo Lovecraft de Concepción (el indie chileno en los 90s era la raja), el proyecto experimental santiaguino Ihä... Con alias casi idéntico a este último, el año pasado la banda argentina de stoner y psicodelia IAH debutó auspiciosamente, y no olvidemos a sus brasileños colegas de pelotón Necronomicon. Asimismo, no son pocos los músicos peruanos influenciados por H.P.: Insumisión, Fractal, Dios Hastío, La Ira De Dios, Maximum Terrorem...

Hace mes y medio, apareció en la Red In Tenebris Scriptus - A Dark Aural Tribute To H.P. Lovecraft. No es el primer disco colectivo que homenajea a quien tal vez sea el literato misántropo más famoso de la Historia, ya que está el antecedente del latinoamericano El Ceremonial (2016), pero a la fecha sí es el más logrado. Curado por Raffaele Pezzella, único miembro de Sonologyst y responsable de la plataforma Unexplained Sounds, In Tenebris Scriptus... viene respaldado por la reputación que se han construido tanto la escudería como su sello subsidiario Eighth Tower Records. A saber: un cuidadoso catálogo de grupos, artistas y elefantiásicas recopilaciones temáticas signadas por un dark ambient experimental y rigurosamente ritualista, por una impredecible drone music subterránea y profundamente deudora del post industrial cercano a la experimentación sónica noventera, por una voracidad insaciable para mapear corrientes telúricas similares de todas las latitudes posibles. Como muestra, cuatro títulos: Visions Of Darkness In Iranian Contemporary Composition (2017), The Cave Of Metaphysical Darkness & Lights (2018) de Moloch Conspiracy,  New Modernism (2018), y Ancient Death Cults And Beliefs (2015) de Sonologyst.

Un factor que parece siempre ser tomado muy en cuenta por la label italiana, para todos los lanzamientos que nutren su nómina, es la potencia del volumen. La mayoría se inclinaría por afirmar que ésta casi no existe, porque siendo la música el 100% de las veces la encarnación de tenebrosas visiones pesadillescas, es regla que el volumen no adquiera demasiado protagonismo principal. Las reglas, sin embargo, se hacen justamente para romperse: a mi parecer, existe una modulación del volumen, y ello se hace evidente en los momentos en que la música alcanza picos de monstruosa distorsión de la realidad sonora -ahí reparas en que el volumen no sube, sino que se engrosa, se robustece, envolviéndote en una experiencia que puede llegar a ser aterradora.

En este aspecto, In Tenebris Scriptus... no es la excepción: cavernoso drone maximalista, pánico ante cualquier atisbo de rítmica o de percusión, rechazo implícito a la menor concesión melódica -no te dejes engatusar por la apertura “Dwelling In Mayhem”, de Monocube, que incluye una guitarra acústica ensayando arabescos varios. En cierto modo, el del disco es un aliento que califica como “ruido”, no en la dirección patentada por las vanguardias digitales de hace dos décadas, sino más a lo masas cataclísmicas de sonidos monocordes que reptan deformes indefinidamente.

Se hace menester subrayar que, en este tributo, el dark ambient/drone marca de la casa es lo suficientemente dúctil para soportar tratamientos industriales, efectos subacuáticos (“The Haunter Of The Dark” de Noctilucant, “Corona Nyarlathotepis” de The Serpent) e incluso cierta salvaje complejidad en medio del caos (nuclear) de abigarradas suites binarias (“Cryptic Realms” de Sonologyst, “The Shadow Over Innsmouth” de Moloch Conspiracy). Esto le confiere a In Tenebris Scriptus - A Dark Aural Tribute To H.P. Lovecraft un aura de escalofriante majestuosidad. Muy probablemente, la música que mejor interpreta todo lo que Lovecraft dijo con palabras: es, por decir lo menos, inquietante los muchos tonos de negro que el tímpano puede identificar aquí y en todas las publicaciones de la disquera.

Laudos para los participantes y sobre todo para Unexplained Sounds, que se la jugó arriesgando harto y ganó en buena ley.


Hákim de Merv

miércoles, 21 de junio de 2017

Divagaciones En Vigilia (II)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de septiembre del 2013.)

Hace ya algún tiempo, pude ver esa serie de cortos documentales que el gran Armando Robles Godoy dirigió bajo el epígrafe de “El Lenguaje Misterioso” -suerte de “clínica” por entregas, imprescindible para comenzar a familiarizarse con el vocabulario del idioma propio del celuloide. Lo paja es que coincidíamos bastante: recuerdo el final del corto “Los Ruidos”, donde el director demuestra fehacientemente cómo es que una misma toma ya grabada puede sugerir infinidad de sensaciones -nostalgia, horror, suspenso, tragedia, jarana, melancolía- dependiendo de los sonidos con que se le adorne. Por cierto, existe otro corto donde se ocupa solamente de la Música.

Pertenezco a una de las últimas generaciones que crecieron sin cable, y que por tanto tuvieron que conformarse con la mendicidad de la televisión de señal abierta. Recuerdo, como seguramente muchos también lo hacen, esos interminables ciclos de cine mexicano en blanco y negro que programaba el 4, y más ocasionalmente el 7. Las más de las veces era ese cine llorón y tradicionalista, con charros de pistolón y citadinos galanes de impoluta camisa blanca -como dice la canción de La Buena Vida, “Un Actor Mejicano” (Álbum, 2003). Pero a veces te ganabas con un Luis Buñuel, porque para los alelados programadores no importaba quién dirigía si aparecía Jorge Mistral o Pedro Armendáriz. O te ganabas con alguna del gran Arturo De Córdova. Y por ahí se colaban escenas imbuidas de sordidez y maligno surrealismo que te frikean hasta ahora, para qué negarlo.

En septiembre del 2013, estuve en una reuna amical con Jorge Rivas O'Connor (a) Ionaxs y con Dante Izaguirre (a) Xtredan​. Después de años buscándolo por mi cuenta, Jorge al fin me alcanzó el disco debut de Luján, Sonorama (2005). Yo a Luján lo había escuchado a través de los lanzamientos de Dorog Records​, y me parece un músico interesantísimo, capazo en las artes del mash up y en entrarle a los rebotes percusivos del drum'n'bass -de ahí mi interés en su ópera prima, de paso que completaba la colección.


Debo admitir que todavía no me siento a escucharlo como se debe, contentándome a ponerlo en la bandeja para testearlo por encima. Aún así, ese examen superficial ha bastado para quedarme colgadazazazazazazo de un tema que me ha cogido literalmente de los huevos: “Lovers In The Darkness”. Puta madre, aquí viene el drama del crítico. ¿Cómo definir con propiedad lo que es en sí misma esa composición de Luján? Danzón sónico... el gerundense Xavier Cugat en huiros... el maestro Juan García Esquivel en plan de genio loco trip hop... un Tin Tan lumpenesco... un Infante y/o un Negrete delirantes hasta la médula... la escena del sueño en Los Olvidados (1950) del gigantesco director aragonés vuelta de revés y loopeada sin fin... Carajo, qué magnífica pieza de deconstructiva electrónica surrealista -a dos pasos de reavivar viejos pánicos pre-technicolor, como aquella vez en que, solo en mi jato a los 11 años, un sábado por la noche sintonicé el 7 y se me escarapeló hasta el último de los pelos viendo L'Immortelle (1963) de Alan Robbe-Grillet (lyncheana antes de Lynch). Díganme si es que las facciones y el gesto de la hermosa Françoise Brion no los sacude hasta el espanto -tanto como esa persistentemente lastimera trompeta asordinada acompañada de campanazos atonales cargados de revberb del tema de Luján, mientras el totoloche repta opresivo sobre climas oníricos a lo Arto Lindsay circa Noon Chill (1998)...

Descarga en el siguiente link el tema “Lovers In The Darkness”, de Luján.

http://www.mediafire.com/file/u33wo71cki8aprd/Luj%C3%A1n-Lovers+In+The+Darkness.mp3

Hákim de Merv

jueves, 15 de junio de 2017

"...A Trasmano De Las Demás Tierras, Tanto De Las Reales Como Del País De Los Sueños": Relatos Oníricos (II)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de febrero del 2015.)

MI SUBCONSCIENTE SE JURA DJ SHADOW (MOMENTO #439)

En mi sueño, la casa era la misma. Vivían aún mi abuelo y mi abuela maternos. No aparecieron ni Tina ni Pixie. Pero teníamos una gata, la gata Amaltea. Quién le había puesto ese nombre, es algo que ni siquiera me pregunté -porque el guiño del bautizo era evidente incluso durante el sueño. Amaltea, como mis coetáneos y mayores saben, es la cabra que alimentó a Zeus cuando su madre Rea lo envió a la Tierra para evitar que su padre, Cronos, lo devorase.

Es decir, nuestra mascota era la gata-cabra. Quizá mi subconsciente hizo este empalme en principio porque, para cuando tuve el sueño, en unos días acababa el Año del Caballo y comenzaba el Año de la Cabra. El caso es que, durante el sueño, la alusión a la gata-cabra acabó teniendo ramificaciones malignas. ¿Acaso la cabra no es un animal asociado al Demonio? ¿Acaso no se consideraba a los gatos animales sospechosos mientras la Humanidad atravesaba la nefasta Edad Media? Bueno, pues, resultó que la gata era un ángel oscuro del Averno. Mientras soñaba, su gesto iba cambiando hasta hacerse inequívocamente demoníaco (como la breve toma del maléfico cacharro del búho en Book Of Shadows: The Blair Witch Project 2).


No acostumbro soñar mucho con música. Claro que tampoco llega a ser algo demasiado infrecuente. Pero durante el sueño que describo, no paraba de sonar una y otra vez “Death Disco”, de Public Image Ltd. Saca las conclusiones que desees...

(Contacto con el dealer por inbox, plís. XD)


Hákim de Merv

jueves, 8 de junio de 2017

Wilder Gonzales Agreda: Polykroma EP // Spatial Moods: Terra EP // 27 U H F: Luna EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de enero del 2017.)

De que el 2016, con todo lo malo que fue para la Música, le reportó a la escena independiente peruana otro estupendo saldo largamente azul; no quedan dudas. Incluso, y como ya viene haciéndose (ininterrumpidamente) costumbre desde el 2014, han menudeado los lanzamientos conforme se acercaba el 31 de diciembre. Virtuales, cierto, pero ello también se debe a que poco a poco el público de la movida se va acostumbrando a descargar.

Curiosamente, en las últimas semanas del 2016 lo que más abundó fue el extended play. A lo largo del año ya había escuchado varios, recomendables por una u otra razón. Catervas, por ejemplo, colgó en BandCamp el epónimo EP debut que nunca vio la luz en sus días (1996, antes de la fulgurante aparición del colectivo Crisálida Sónica), además de un puñado de grabaciones recuperadas de cassette (fechadas nada menos que en 1991). Insaint (Memories EP), Quechuaboi (GreenWorks EP), Rashid From Lima (Javier Prado EP) y Tetsuo Terror Punk (Odio Generalizado EP) hicieron lo propio; en modalidad free download, apuntalando desde las más diversas coordenadas estilísticas el saludable crecimiento de la escena electroperuana de nuestros días.

Lo de fin de año, sin embargo, fue un rush. Inicio este triple comentario con Polykroma EP, del no-músico Wilder Gonzales Agreda. Tres cortes fechados en la quincena de octubre, publicados a fines del mismo mes. Ni hablar, por ende, de outtakes que no alcanzaron a entrar en Scala Mega Hertz (disco que Gonzales editó en abril del 2016) -pero sí se les puede percibir como su complemento. Las pulsaciones son las mismas que las del LP: sonidos entretejidos bajo la radiación del maximalismo marca Sonic Boom (sobre todo “Xtacy 97”), números que bordean los límites del subconsciente (“In Search Of My Soul”, la única con vocalización), autismo zen (“Ecuatorianas Sooper Anakondas”). Un conciso ejercicio de sound-making, que pese a su novedad ya quedó algo relegado por nuevas composiciones de Wilder -un tema para la recopilación Tarinakuy (armada por el músico Rolando Apolo en México), y “Stupid Stoners Party Time!!!”, adelanto de su nuevo esfuerzo en largo. Ojo, “Stupid...” no representa ninguna alusión al stoner rock.


Y ya que hablamos del stoner, Spatial Moods también dijo presente en la veintena de noviembre. Fue ésta una grata sorpresa: el grupo de Luis Peláez, Jorge Apaza e Israel Tenor había decidido no seguir en la brega, pese a concretar dos placas buenísimas. Felizmente, parece que hubo una reconsideración de última hora.

Más que con el stoner rock, Spatial Moods experimenta con el primer space rock, la primera psicodelia y el kraut rock. En Terra EP, se le siente un poco más cerca del stoner acaso porque pesan más el ritmo in crescendo y los riffs audioextremistas que llegan a niveles nocivos de distorsión. El extended es una aplanadora que desaparece casi todo vestigio de kraut, dejando paso a una pura experiencia alucinógena de colores incendiarios y sinusoidales. El hecho de que estas pistas fuesen registradas a fines del 2014 obliga a repensar los dos primeros discos del terceto y preguntarse si los triates no se plantearon sonar en ellos un poco menos salvajones.


Finalizo esta revisión tripartita con el extended debut de 27 U H F, alias paralelo de Luján, individualista desmadrado que apareció en el 2005 con el hoy inhallable Sonorama y cuya poética del sampling alcanza cotas mayúsculas. Luján navega entre el drum’n’bass y explosivos raids de mash-up -todo se disuelve en sus manos para metamorfosearse en maravillas guasonas del calibre de “Tabaco, Ron & Bass” y “Dos Más”.

Pero 27 U H F, cuyo nombre tributa a un desaparecido canal de televisión, es el “vaporwave side project” de Marco Luján. El vaporwave, género nacido a inicios de esta década en el mundo virtual, es hijo tanto de músicos como de melómanos. Y al igual que el electroclash, tiene mucho de cliché y de pastiche -es discurso revulsivo contra el consumismo y también homenaje a/involuntaria parodia de ese vilipendiado consumismo. 27 U H F tiene el mismo sino: coqueteos con el Pitch, frialdad maquinal, baja fidelidad consciente/totalmente voluntaria, ludismo TimeStretch. Para Luna EP, no obstante, el proyecto conserva el sentido del humor que baña los discos de Luján: exotismo lounge en “Luz De Luna 月光”, bossa no-fi en “Verano Del 81”, guiños a Luis Miguel (¿¿¿¿????) y a olvidados jingles radiales en “ノスタルジア 91”. Una rutina ergonómica de distensión y relajo -que espero ayude a Marco a recalibrar ideas como Luján: su Nocturnal EP (2016) lo mostró traumáticamente distinto, entrando en las oscuras aguas de un ambient casi tan terrorífico como el de los videos que publica en su cuenta face.


Hákim de Merv

lunes, 5 de junio de 2017

Visiones De La Catástrofe: Documentos Del Noise Industrial En El Perú (1990-1995)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de junio del 2016.)

Para una persona que ha ejercitado muchísimo la memoria, y que además posee una gran capacidad mnemónica por naturaleza, es difícil decidir qué recuerdos almacenar y qué recuerdos no. Los hay que pueden parecer superfluos y por completo prescindibles durante meses, e incluso años, pero en el momento menos pensado los necesitas y bruscamente se tornan valiosos. No pocas veces me ha pasado, y en el futuro de seguro pasará otro tanto. Felizmente, rara vez olvido algo en su totalidad.

Una tarde del verano de 1999, llegué a un pequeño espacio ferial en la calle Camaná, en el Centro de Lima. Fui directo al puesto que tenía un hoy ex-ex-ex-ex amigo, como era mi costumbre en aquel entonces. Por ello, me llamó la atención encontrar esa tarde al menos una veintena de cintas pertenecientes a grupos o proyectos peruanos que jamás había oído ni mentar: por curiosidad, me puse a revisar los que estaban más a la mano, y si bien nunca pedí que me probaran tan siquiera uno, estéticas y nombres me hablaban de actos de noise. Hubieran sido de rock, de metal o de electrónica; la característica que los unía era ésa: el Ruido.

Confieso que no me preocupé en adquirir estos demos. Eran tiempos difíciles para mí, y además confiaba en poder hacerlo algunas semanas más tarde -lo que desgraciadamente no pasó: un día, el dueño de las maquetas se levantó todas las que no se habían vendido. Sólo recuerdo el nombre de una de ellas: Eternal Noise. Pero no podía ser sino de desconcierto total la impresión que me dejaron estos “inéditos” proyectos, con material de limitadísimo tiraje. Me he acordado de esa tarde durante muchos años, pensando en la ocasión perdida de haber accedido a una veta entera de grupos underground nacionales que cultivaban la impronta de Einstürzende Neubauten, los Sonic Youth de los primeros 80s, acaso también de los fundacionales Napalm Death y del japonés K.K. Null (este último aparece en la célebre compilación Ambient 4: Isolationism -1994-, todo un género en sí misma).

Quinta entrega para su serie 'Sounds Essentials Collection', Buh Records ha lanzado el año pasado la recopilación Visiones De La Catástrofe: Documentos Del Noise Industrial En El Perú (1990-1995). De marcado contraste con el resto de volúmenes publicados en la misma línea, Visiones... recupera testimonios históricos de una subescena invisible hasta para la movida subterránea capitalina -subescena nacida allí donde confluían la velocidad inhumana del grindcore, la rabia desatada por las huestes más agresivamente punk y hardcore, y el submundo de violencia cotidiana en que tuvieron que arribar a la adultez las generaciones peruanas de los últimos 80s y los primeros 90s: apagones a diestra y siniestra, caos y destrucción regados (¿o irrigados?) a través de ataques terroristas, hiperinflación crónica, colas de madrugada para poder alcanzar a comprar mendrugos de pan... Imposible negar que el disco vale su peso en oro.

Y es que, al rescatar Visiones... parte del escaso legado que dejaran tras de sí estas bandas, un legado durante muchísimo tiempo considerado perdido sin remedio; que haya podido salvarse nos alienta a considerar las posibilidades de poder ubicar más registros similares. Se recupera, de esta manera, una página de la historia de la escena peruana que ni siquiera teníamos la certeza de que existiese -y ello siempre, SIEMPRE, será motivo de celebración.

Nueve nombres. Once temas, a tema por alias excepto en los casos de Esperpento y Phlegm. De todos ellos, sólo a tres conocía de antemano: Distorsión Desequilibrada (el fulminante proyecto de Álvaro Portales), Sangama (“spin-off” de algunos integrantes de Dios Hastío) y Glaucoma -de Edgar Umeres, guitarrista de Hadez (pude escuchar su cassette Ocaso De La Civilización Occidental gracias a Erik Bullon, figura prominente de la escena noise industrial limeña de fines de los 90s). Con el resto, es mi primera vez: Demencia Senil, Atresia, Pestaudio, Esperpento, Phlegm, Experimental Manufakturing... El magma sonoro es una virulenta yuxtaposición de decenas y hasta cientos de ruidos de la más diversa índole: feedback pergeñado a la mala, señales fragmentadas y reprocesadas de radio y televisión, fierrazos en el sentido más literal del término, contados pero rotundos aullidos guturales, incluso sonidos del entorno infantil sobresaturados. Un huayco de Ruido tratado desde el radicalismo y la visceralidad propios del expresivo esteticismo grind -que empataba perfectamente con las convulsas épocas que les vieron crecer.

Tremendo golazo de Buh Records y de su factotum, Luis Alvarado. Dejo aquí la pieza que más características inherentes al Noise de esos calendarios plasma en un solo canal -el de Demencia Senil.


Hákim de Merv