(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 1ero de junio del 2022.)
Pese a que durante los 00s las visiones que impelían
su poiesis se revistieron de parafernalia que le movió hacia niveles alegóricos
antes impensables, hasta Cosmopolis (2012) podía afirmarse que la obra
de David Cronenberg seguía en constante evolución. Largometrajes como A Dangerous Method (2011), A History Of Violence (2005) o Eastern Promises (2007) lo mostraban en plena forma -tomándose su tiempo, eso sí,
para concretar cada nueva película; a diferencia de los asombrosos promedios editoriales
que acreditase en los 80s y en los 90s. Entonces se estrenó Maps To The Stars (2014), drama que apelaba a la sátira sin alcanzar el aprobado que se
tenía por inherente al apellido de semejante director. El canadiense debe haber
sentido la pegada: de ahí que ocho calendarios medien entre Maps... y su
regreso al ecran retomando un viejo proyecto ya tratado en 1970 -Crimes Of
The Future anuncia, además, el retorno de Cronenberg en modo Profeta de la
Nueva Carne.
De todas formas, el veterano realizador
cuenta con una extensa producción que ha sido motivo de diversidad de análisis y
acercamientos, así como centro de profunda devoción irradiada más allá del
público cinéfilo y/o meramente aficionado -no por las puras, Cronenberg es cuestión
aparte en el estudio del séptimo arte. Para más inri, el 4 de marzo Eighth Tower Records lanzó un álbum que guiña precisamente a las superlativas cotas de
mutaciones pesadillescas, furiosas crisis existenciales y realidades
identitarias relativizadas que hemos enfrentado en Videodrome (1983), eXistenZ
(1999), The Brood (1979), Scanners (1981), Naked Lunch (1991)
o The Dead Zone (1983). A tal fin, la subsidiaria de la plataforma
napolitana Unexplained Sounds hace comparecer en The Body Of Horror - Music Inspired By The Cinema Of David Cronenberg a algunos de los músicos que
integran su amplio catálogo -italianos cinco de ellos, mientras que los otros
cinco proceden de Estados Unidos (Schloss Tegal), Irán (Dodenskald), España (Kloob)
y Suecia (Desiderii Marginis y Jarl).
Contrariamente a lo acaecido con The Beyond - Music Inspired By The Lucio Fulci Death Trilogy (‘21), los
aprensivos climas de discordante ominosidad post industrial conjurados por sus
participantes dan lugar en The Body Of Horror... a un dark ambient acerado
y filoso, que congenia tonificado con la palpitante épica visceral de los films
dirigidos por el Barón de la Sangre. Las siniestras atmósferas preñadas de
overtones dronizados adquieren una sustancia que se percibe más como horrenda
que como terrorífica, cooptando así la esencia del discurso audiovisual del autor.
La tríada compuesta por “Morphogenetical Grafts” (Dodenskald), “ConSec”
(UNCODIFIED) y “Metaflesh” (Schloss Tegal) es reveladora a este respecto, con
esa pulsante y estruendosa desolación que de vez en cuando (r)estalla gracias a
nocivas frecuencias disruptoras. Un par de peldaños más abajo se ubican el
asistólico latido de “Dr. Benway’s Narcotics Operation” (Sonologyst), el
muestreo que de Naked Lunch hace “The Interzone” (Desiderii Marginis), la
apertura “A Cognitive Island Of Fake Tumor Implants” (Sigillum S) y la
semi-industriosa “House Of Skin” (Mario Lino Stancati).
Los puntos más altos en una jornada de oleadas
de ruido esculpido que se comporta como rarefacto: la excelente “Dead Zone
Visions” de Jarl y sobre todo la genialidad cronenbergiana de “Cortical Systematics”,
responsabilidad del trío binacional Mortar Devotions. Conformado por el dúo
itálico Nona Et Decima y por el finés Aleksei Tsernjavski, este trinomio firma una
secuenciada pieza horror synth de desapacible compulsión kinésica. Como si el
propio filmmaker norteamericano la hubiese pensado y ejecutado -una delicia.
Afirmaba el recientemente fallecido Rafael Llopis, el más importante glosador del que la hiperbólicamente aterradora cosmogonía de Cthulhu ha gozado en lengua castellana, que todo mito atraviesa cinco etapas
antes de su ineluctable deceso: horror numinoso, leyenda folklórica, arte
fantástico o terrorífico, humorismo y bufonada. Lo que no previó el célebre estudioso español al acuñar esa aseveración fue que el panteón entrevisto en
sueños por H.P. Lovecraft -esta “...religión sabida falsa desde un principio...”-
iba a regresar de la muerte con vigores renovados y completamente regenerado. Lo
corroboran multitud de manifestaciones artísticas en todo el mundo: sonoras,
cinematográficas, literarias, plásticas.
A la par del nuevo material concebido como
Sonologyst, Raffaele Pezzella -el capo de Unexplained Sounds y Eighth Tower- se
saca de la manga este nuevo alias que inequívocamente responde a una inflamada pasión por el venerable visionario usamericano. The Great Old Ones es, en efecto, un
tributo declarado a la creación central de Lovecraft: los Grandes Antiguos,
¿dioses infernales?/¿demonios protectores? que fungen de principales animadores
en su mitología. El debut ya marca una pauta fundamental concerniente al
devenir del acto -cada nuevo trabajo llevará el nombre de uno de los monstruos
lovecraftianos, por lo que no sorprenderá escuchar más adelante placas
bautizadas con apelativos como Ithaqua, Ubbo-Sathla, Hastur, Azathoth, Cthugga,
Ghatanothoa o Shub-Niggurath.
Yog-Sothoth decanta, depura, reconcentra
los hallazgos más significativos de los que se han provisto ambas escuderías en
el curso de años. Sorteando la tentación de apelar al audioextremismo, The Great
Old Ones hace honor a su denominación con doseles acortinados de zumbidos cuyas
incesantes ondulaciones se modulan a base de crescendos truncos y súbitos diminuendos.
Las ambientaciones que repujan “The Lurker At The Threshold” (colaboración
póstuma entre H.P. y August Derleth, el sanpablo de los mitos de Cthulhu), “Your
Servants Call Upon You” o “Born From The Nameless Mist” (Magnum Innominandum
del cual nace la mayoría de entidades cósmicas lovecraftianas) son
estructuradas por precipitaciones de texturas sónicas absortas en una malignidad
epatante. Dark ambient minimalista, que prefiere envolverte antes que pecharte,
a medio camino entre la composición contemporánea y una drone music de tóxico
ritualismo reptante.
Podría ponderar los atonales retazos ¿vocales?
de “The Lurker...” (muy pocas veces un título de estos sellos ofrece la
posibilidad de identificar la voz humana, la norma no escrita es que se
prescinda de ella), los theremines de serie B acuciados por el tenebrismo
expansivo de “Your Servants...”, el ruido vaporizado y re-condensado en
titilantes estalagmitas cristalinas de “Born From...”. Al filo de la hora, me
decido por ungir el mórbidamente subsónico “Beyond Mortal Comprehension”
-veinte minutazos en perfecta sintonía con ese horror cósmico, pero sobre todo ciego
y sordo, que nos produce todavía aquello que se halla más allá de la
comprensión humana, tantas veces aludido/insinuado por el atormentado escritor
de Providence. Que Nyarlatothep lo guarde siempre en su ectoplasma.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 24 de noviembre del 2021.)
Llegan buenas nuevas desde Bilbao, España, a
través de Kiko Monzón. Radicado desde hace muchos almanaques en la ciudad, el
peruano ex Nudo De Espejos se ha unido al vizcaíno Jon Fernández bajo el alias
artístico de Visoki Napon (¿guiño a la película croata de 1981?). Grabado de una
toma a mediados del 2019 y mezclado un año después, su debut acaece en
septiembre pasado, tras haber sido masterizado en Dublin. La rodaja recibe el extraño
nombre de Huitlacoche, hongo del maíz que se consideraba alimento para
pobres en los días del imperio azteca, y que hoy ha pasado a formar parte de la
educación culinaria más exquisita.
Apoyada por el baterista mexicano Esau Nava,
la mancuerna ha ensamblado un cohetazo al que alimentan tres tipos de
combustible. Distintos, sí, pero no incompatibles: el de la psicodelia en su
acepción más clásica, el del noise rock en su vertiente más áspera, el del post
rock en su origen americano. Este último dato cobra relevancia al postularse la
tesis del grupo como semi-instrumental: aunque Kiko (bajo) lleva la voz cantante
y Jon (guitarra) le asiste en los coros, sólo a dos tracks de Huitlacoche
se les puede considerar “canciones”. Un rasgo que comparte con la tropa
comandada por Slint y June Of 44.
Dicha peculiaridad induce a pensar espontáneamente
en Huitlacoche como fruto de dilatadas e intensas sesiones de
improvisación -conciliábulos durante los cuales esos tres carburantes aludidos han
interactuado hasta alcanzar un notable grado de miscibilidad. Contrariamente a
lo que podría esperarse, esa característica dúctil no entra en conflicto con la
compacta osamenta entre pétrea y diamantina del sonido VN, sino que le aligera.
Tal vez ésa sea la paradoja paradigmática que sostiene a todo power trio,
formato cuya piel más de una vez se calza el ¿dueto?/¿terceto?
Los volátiles acordes que aperturan “Desprendimiento”
anuncian una filia space rock que sólo se manifestará cuando el maremágnum de la
banda ingrese a periodos de relativa calma -esto es, de vez en cuando. Son
norma para los indesmayables segmentos instrumentales, pues, el fragor
imponente, la dureza inflexible, la tormenta estruendosa, el crescendo granítico.
En medio de semejante agitación, la vital solución líquida permanece balanceada.
“Vuelvan Las Horas” y “Espacio” conceden
margen para probar fortuna con otros formatos, sin exceder los límites que
establece el binomio. Una intro de percusión mixta prologa -y determina- la
ruta de “Vuelvan...”, mientras que en “Espacio” conviven dos tempos que se
devoran al intercalarse. Lejos de esa implícita esquizofrenia insinuada, “Obstrucción”
modela las sedas hard rock de principios de los 70s, en tanto “Yawar”, la pieza
más larga del álbum, ofrece no pocas secciones de distensión -del prog más
enérgico y sumarial a los límites del meta-stoner. Suculento entremés el de
Visoki Napon, repleto de memorables pasajes para sacudir las carnes en medio de
un pogo desenfrenado/para rolear esa yerba divina en compañía de la familia que
elegiste -la amical.
Incierta evolución la que propone Das Leiden
con Chapter I, Dies Irae, su estreno en 33 -comenzando por el concepto
mismo de “evolución”. Lo que hacía del ¿EP? ¿mini-LP? Wounds una placa
interesante era el denodado tesón del cuate Daniel Rossier por sortear los
lugares comunes del gothic noventero, ofreciendo así una versión de éste en-gran-medida
libre de afectaciones, melifluidades y empalagamientos. En ese sentido, al
nuevo plástico le cuesta varios pasos en falso mantener la vara en alto.
Colgado en Internet hacia la quincena de
junio, Chapter I... empieza reeditando virtudes y cualidades a través de
“La Maledizione Di Amare” y principalmente “Dies Irae”, minimal goth a prueba
de balas. Es a partir de “Cenizas” que al proyecto mexicano se le hace un mundo
lidiar con la enfática pomposidad teatrera de la descaminada prole heredera de
Andrew Eldritch y compañía. Incluso se puede aventurar un cierto paralelismo
sutil entre cortes como “Cotard, Ich Werde Für Dich Beten” o “Forgiveness”, y el
aura macabra de las obras de Goblin confeccionadas para los films del maestro
del giallo Dario Argento (Profondo Rosso y Suspiria,
respectivamente). Ojo, no estoy diciendo que suene terrible. De hecho hará las
delicias de los amantes del género. Su concentración ferrosa, no obstante, sabe
a salida fácil teniendo en cuenta lo avanzado por Wounds.
Afortunadamente, con “Sombras” -donde Rossier
sostiene un duelo vocal junto a Suzi Sabotage, cultora finlandesa de coldwave- los
afanes y pugnas del unipersonal por retomar el camino de la austeridad se hacen
bastante evidentes. Pese a eventuales resbalones -“Weariness” y su llorón
alegato de dark sintético, el excesivo tremendismo de “Alquimista”-, Das Leiden
logra salir airoso gracias a “Blood”, “Sentir” y los magistrales 4.25 de “My
Pale Face Weeps”. Un misterio por qué precisamente estos tres llevan el paréntesis
de ‘Vinyl Version’. Coincidencia reveladora, también los tres sueltan los
frenos para testear tiempos más acelerados, lo que les constriñe a un andar ligero.
Mención especial para “Curse”, que rescata el
diálogo final de The Witch (2015) entre Thomasin y Black Phillip. Su estructura
y asfixiante atmósfera testimonian la lucha entre el exceso y la templanza librada
a través de los casi 58 minutos de Chapter I, Dies Irae; próximo a ser
editado en físico por la peruana InClub Records (2022).
Desde hace algunos días en “pre-order”, acaba
de editarse el muestrario Irradiador: Expediente Post-Industrial (1982 –
1993),
concebido por At At Records. La tijuanense discográfica independiente del nuevo
siglo, que fundaran los históricos Ford Proco, publicita a este título como
medio hermano de ese célebre Backup: Expediente Tecno Pop (1980 - 1989) que
ella misma editase en el 2005. Queda colmado, de este modo, otro de los muchos espacios
vacíos que todavía descontinúan el mosaico biográfico de la música electrónica
pop mexicana.
(Un mosaico igual de incompleto que aquellos
pertenecientes a los demás países de la región. Lo dijo en algún momento el
desaparecido Leonardo Bacteria -Insumisión, Pestaña-, al afirmar que la
historia de la música electrónica en Latinoamérica todavía estaba por
escribirse. Muchos años después, la frase del músico sigue plenamente vigente.)
Si Backup... apuesta por el legado de
las formaciones primigenias adscritas al synth pop que se hizo en ‘Technotitlan’
durante los 80s, de ocasionales y por ende insólitos arrestos coldwave (Casino
Shanghai, Vandada, Década 2) y minimal synth (el trío Avant Garde), Irradiador...
otorga prioridad a las huestes que caminan decididamente hacia la coldwave y se
adentran sin reservas en la EBM y el techno industrial. No importa si avanzan
hacia estos territorios desplazándose aún desde el synth pop, como sucede con
María Bonita (“Rezo El Rosario”), LLT (“Ficción”) y los oscuros Figuras
Abstractas (“Proclamación Al Futuro”); o incluso si se resisten a abandonar ese
estrato (“Se, Soy” de Duda Mata, que repite el plato de “Masticándote” en Backup...).
El reto es no desentonar, y por suerte no lo hace casi nadie.
¿Ponderaciones? Varias. En primer lugar, la
EBM de Ford Proco (“Militermia”), La Función De Repulsa (“Amor Es”) y Vortex (“Visión
Oculta”). En segundo lugar, el techno industrial de LLT y Bostich (“Pieza Para
Dos Radios”). En tercero, la cenagosa coldwave de Figuras Abstractas, El
Escuadrón Del Ritmo (“Hierro Congelado”) y Artefakto (el otro nombre que ya
consignaba Backup... con “Mundo Sin Viento”, aquí con “Omóplato”). ¿Defenestraciones?
Sólo una: la deplorable “Dinámica” de Gestalt, demasiado cerca del techno
pacharacón que asaltó las radios de todo el mundo a principios de los 90s.
Si el lanzamiento de Irradiador: Expediente Post-Industrial (1982 - 1993) te mueve a acercarte por primera vez
a la historia de ‘Technotitlan’, te recomiendo que escuches antes a su directo
antecesor Backup: Expediente Tecno Pop (1980 - 1989). En paralelo, consulta
a From Trance To Cyber: An Electro Mexican Compilation (1994) y al
subsiguiente Trance Formation (A Techno/Trance Compilation) (1995), registros
de cariz arqueológico preparados por la escudería angelina Opción Sónica. Para darle
una mirada a los antecedentes, consigue -ya sabes cómo, ya sabes dónde- el box
set de siete vinilos Mexican Cassette Culture: Recordings 1977-1982 (2016),
diseñado por la extraordinaria label alemana Vinyl-On-Demand: Hilozoizmo, Voldarepet,
Vía Láctea, Oxomaxoma, el pionero Carlos Alvarado... Finalmente, dale un par de
vueltas a Film (1985) de Casino Shanghai, a Odio Bajo El Alma
(1997) y El Día De La Ira EP (1998) de Hocico, a la compilación homónima
(1991) de los fundacionales Size, a todo lo que encuentres de Jorge Reyes (el
otro tótem junto a Alvarado) y de Bostich (la semilla de la que nacería el
sincretismo audio-cultural de Nortec Collective). Provecho.
Mira lo que son las cosas. Hace un rato
mencioné al capo Argento y ahora es el turno de otro grande del giallo italiano
-Lucio Fulci. Eighth Tower Records, subsidiaria de Unexplained Sounds, dio luz
verde en las postrimerías de agosto a un volumen bautizado The Beyond - Music
Inspired By The Lucio Fulci Death Trilogy. Sabiendo que disquera napolitana
y subsede se han especializado en drone music, dark ambient y post industrial diríase
pagano, a priori el homenaje al extinto cineasta romano parece tenerlas todas
consigo en una confluencia soñada de sonido e imaginario/imágenes.
No sé si antes alguien haya dicho que Fulci es
el Quentin Tarantino de la Santísima Trinidad del giallo, entente que completan
Argento y Mario Bava. No es difícil llegar a esa afirmación, dada la mesmerizante
fascinación del peninsular por las circunstancias surrealistas de ribetes desaforados
y las escenas de ultraviolencia escatológica -a tal punto, que el propio realizador
de Pulp Fiction y The Hateful Eight considera a E Tu Vivrai Nel Terrore! L'Aldilà como su largometraje
favorito. Una entre varias -spaghetti westerns, comedias, parodias, documentales
e incluso musicales (puajjjj)-, fue justamente la etapa giallo de su carrera la
que elevó a Fulci a figura de talla mundial. De entre todas las películas rodadas
bajo ese molde estético, sin duda sobresalen las que se agrupan bajo el rótulo
de ‘Trilogía De La Muerte’: Paura Nella Città Dei Morti Viventi (1980), E
Tu Vivrai Nel Terrore! L'Aldilà (1981, estrenada en USA como The Beyond)
y Quella Villa Accanto Al Cimitero (1981).
Son catorce los capítulos de los que The
Beyond... consta. Doce de ellos, prorrateados entre cuatro participantes, y
el par restante firmado por un colaborador adicional. Nàresh Ran iza el telón
con “Enoch”, que me transmitió muy poco. Sus otros dos surcos, “Eibon” y
Freudstein”, tampoco son especialmente recordables. A “Enoch” le sigue “Rotta
Dal Pianto”, de Mario Lino Stancati. El rollo es esencialmente el mismo: música
iterativa, de ecos turbios y ambientaciones tenebrosas, que luce razonablemente
convencional en comparación con otras producciones de la plataforma. Ídem las
demás pistas de Stancati, “Se Parla Il Mostro” y “Perdono Sangue I Tuoi Ocche”.
Y si bien podría entusiasmarte diciendo que es recién con “The Blind Woman” de Kloob
que comienza en serio el vuelo, advierto que ya he mencionado de pasada la mitad
de un compacto cuya locomoción es bastante díscola. Queda, sin embargo, la
posibilidad de que el track list salve la situación distribuyendo con tino sus
componentes; algo a lo que contribuye Kloob en la fúnebre “Hotel’s Blueprint” y
sobre todo la sombría “Seven Doors Of Death” (el subtítulo que recibió The
Beyond en la Unión Americana).
Es el turno de Bad Girl y el rumbo parece encaminarse
para bien, porque este acto cumple pundonorosamente, en la línea opresiva y
ominosa de Kloob (“City Of Death” y “He Opened The Gates Of Hell”). Pero, ay,
el llamado a voltear el marcador tiene desiguales resultados. Aunque Progetto
No Name + DuoSerpe se anota un acierto con la terrorífica “A Cuore Aperto”, su “Late
Night Black News” y su “Ending Nightmares Of Beauty” fallan clamorosamente, dejando
a este The Beyond - Music Inspired By The Lucio Fulci Death Trilogy como
la primera referencia de los catálogos de Unexplained Sounds con la estadística
igualada -mismo número de goles y de autogoles.
Y es que los grupos y proyectos de la
disquera parecieran haberse planteado manufacturar los temas en una clave más
accesible de la que usualmente enmarca sus trabajos, cuando debieron hacer
exactamente lo contrario -con más ahínco, si pertenecen a Eighth Tower-. Es
verdad que medio CD trata de estar a la altura del desafío que implica tributar
a Fulci, y aún cuando los réditos no son malos, de ningún modo transmiten el
horror de una toma como la de las tarántulas carnívoras de E Tu Vivrai Nel
Terrore! L'Aldilà
o la del fulminante cuchillazo transcraneal al inicio de Quella Villa
Accanto Al Cimitero. Algo que los mejores esféricos del sello pueden re-crear sobradamente.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 28 de abril del 2021.)
Enchufar el artefacto, prenderlo, seleccionar
la entrada USB con el puerto vacío y esperar a que la pantalla se ilumine con el
mensaje “no device”. Luego, dejar pasar un rato -siempre superior al cuarto de
hora- antes de por fin insertar el USB. A veces, creo que la opción “random” del
microcomponente que heredé de mi viejo está medio conflictuada. Sólo tras el
proceso descrito, funciona el algoritmo y el equipo randomiza con normalidad. De
no llevarse a cabo, el aparato me repite la misma secuencia “aleatoria” del día
anterior. Como que lo entendería si fuese Miray, pero es Sony.
Considerando un universo de 900 tracks, que renuevo
parcialmente cada cierto tiempo, lo simpático es que por lo menos dos o tres
veces a la semana el microcomponente reproduce alguna canción de Japan. Y el
número de ellas incluido en esa selección personal no rebasa la media docena. Insólito,
si adviertes que las posibles combinaciones entre nueve centenas de elementos son
astronómicas.
¿Justicia poética? Es probable. Siempre me ha
sabido a menesterosa la suerte que el combo de Mick Karn y David Sylvian ha
obtenido en memorabilias y crónicas. Habiendo logrado no poca difusión “en vida”,
esa celebridad no bastó para que el legado de Japan quedase grabado en el
repertorio popular de todos los tiempos, como sí sucedió con Duran Duran
(quienes les plagiaron look y sonido del Quiet Life, 1979), Ultravox o
Talking Heads. Desde luego, ese repertorio también incluye gente de ingenio modesto
como los llamados “one-hit wonders”, pero, ¿a que no sería fantástico escuchar
de repente en el dial “The Art Of Parties” o “European Son”, para variar?
Por otra parte, la crítica especializada
tiene en el mejor de los conceptos tanto la discografía del desaparecido grupo
como el unigénito álbum de Dalis Car (The Waking Hour, 1984), proyecto en
comandita del destroyer bajista Karn y Peter Murphy (Bauhaus); y la extensa
carrera solista de Sylvian (quien se ha asociado con Ryuichi Sakamoto, Robert
Fripp, Holger Czukay y Christian Fennesz, entre otros). Esa misma crítica
especializada no suele enumerar a Japan, sin embargo, entre las bandas señeras
del incombustible periodo post punk -quizá porque se forma en 1974, tres años
antes del estallido punk, y sus dos primeros volúmenes se agitan bajo la
impronta glam de David Bowie y Roxy Music. Afortunadamente, Simon Reynolds dedica
a los británicos varias líneas en su categórico Post Punk: Romper Todo Y Empezar De Nuevo (2005), donde además sugiere tácitamente la potencial simbiosis
cinematográfica de su música.
En concreto, el genial crítico inglés
menciona que la bellísima “Nightporter” está directamente inspirada en una
película del mismo nombre (1974). Hace unas semanas, por fin pude dar con ella
en la Red (aunque ya bannearon el video subtitulado, conseguí descargarlo antes).
Sexto de un total de diecisiete que rodase la ya retirada directora italiana Liliana
Cavani (incluyendo cuatro telefilmes), el largometraje relata la historia de un
oficial nazi de menor rango que ha escapado a los Juicios de Nuremberg.
Refugiado en Viena, Maximilian Theo Aldorfer -ahora sólo “Max”- es todavía en 1957
el conserje nocturno de un lujoso hotel. Sus días transcurren tranquilos hasta
que es reconocido por una mujer que llega a alojarse allí: Lucia Atherton, superviviente
del holocausto judío -durante el cual, Max estableció una fuerte relación sadomasoquista
con ella, transformándola paulatinamente en su sumisa. En tanto sus apetitos
fueran satisfechos, el alemán mantenía protegida a la semita (él la manipulaba
y Lucia se dejaba manipular con delectación).
Después de la hesitación inicial, el
encuentro revive las pasiones e impulsos que ambos compartiesen en esos días del
pasado. Por desgracia, Max pertenece a una partida de nazis refugiados, quienes
tienen por norma desaparecer cualquier evidencia o testigo que pudiese
descubrirles. Enganchado otra vez y sin remedio a la relación de poder y
dependencia, el antiguo oficial decide romper filas, acto que arrastrará a la
pareja a un trágico final. Lucia y Max son interpretados respectivamente por actores
muy competentes, además de famosos en esa época: Charlotte Rampling (La Caduta Degli Dei de Luchino Visconti, Farewell, My Lovely, The Verdict,
Swimming Pool) y Dirk Bogarde (Victim, Darling, Accident,
la adaptación del clásico de Thomas Mann Morte A Venezia).
Considerando el referente de la película, la
letra de “Nightporter” de Japan es más que explícita. “¿Podría Alguna Vez Explicar/Este
Sentimiento De Amor?/Simplemente Persiste/El Miedo En Mi Corazón Que
Sigue Diciéndome/Qué Camino Tomar”, reza la primera estrofa, y ahora
es imposible descifrar si lo que sobrevive es esa peculiar forma de amor o el
miedo que yace en el fondo del ser. Dispara el doliente en el coro: “Aquí Estoy
Solo Otra Vez/Una Ciudad Tranquila Donde La Vida Capitula/Aquí Estoy,
Preguntándome/(A Dónde) Se Van Los Porteros De Noche/(A Donde) Se
Escapan Los Porteros De Noche”. Gestor de casi todo el disco (Gentlemen Take Polaroids, 1980), David Sylvian se luce con esta joya de vals deconstruido,
cuya maravillosa melancolía cansina -casi crepuscular- es un auténtico tributo
a su numen fílmico.
Sorprendentemente, The Night Porter no
agota la puntual-y-breve-pero-intensa relación que existe entre la música de
Japan y el cine. Mejor aún, si bien Sylvian y compañía recibieron influencia
del versátil celuloide, también influenciaron a este último. Prueba de ello es Static
(1985), largo que podría entrar en la categoría de “olvidados” de esa década.
Static es el debut de Mark
Romanek, quien a día de hoy sólo ha dirigido dos films más, One Hour Photo
(2002, de los contados títulos rescatables protagonizados por el finado Robin Williams)
y la distópica Never Let Me Go (2010, con la Rampling y los “chiquillos”
Keira Knightley, Carey Mulligan y Andrew Garfield). Al momento de su estreno,
Romanek contaba 26 abriles, y no tenía la menor idea de que su trayectoria
estaría más ligada a los videos de grupos y solistas -de Teenage Fanclub a R.E.M.,
de David Bowie a Weezer, de Sonic Youth a The The, de Johnny Cash a Jay-Z, de
Thirty Seconds To Mars a Beck- que a la gran pantalla.
Static cuenta los avatares
de Ernie Blick (cumplidor Keith Gordon, lo recordarás de pelas como Christine
del maestro Carpenter y Dressed To Kill del maestro De Palma), weirdo que
descubre la manera de ver y comunicarse con las almas que han tenido la ¿dicha?
de morar en el Paraíso. El único inconveniente es que su invento sólo funciona
para él, ya que el resto sólo percibe estática. Ni la decepción de su primo
Frank (el chinche de Bob Gunton) ni las súplicas de su amor platónico Julia
Purcell (una joven Amanda Plummer, que se consagraría nueve años después en Pulp
Fiction -la “Honey-Bunny” que asalta la cafetería junto a Tim Roth-) alcanzan
para hacerle entender a Blick que en realidad su obsesión lo ha desequilibrado
un poco, lo que eventualmente le lleva a fingir el secuestro de un bus de
transporte interestatal (con resultados devastadores).
Visionado el film, me queda clarísimo que el
tono macondesco/onírico de la historia y la fotografía arena/miel de muchos de sus
momentos/encuadres fueron concebidos a partir de la reiterada escucha del tema de
Japan que suena más de una vez durante el metraje: “The Experience Of Swimming”.
Rubrica esa certeza el hecho de ser éste un instrumental editado por primera
vez como B-side en el single doble “Gentlemen Take Polaroids”, un mes antes de
la salida del LP homónimo. En la segunda mitad del siglo pasado, había que
disponer incluso de los 45s originales a fin de acceder a estas rarezas, o cruzar
los dedos para que éstas fuesen incluidas en algún recopilatorio de amplia
difusión. Gracias al cielo, hoy basta con seleccionar la reedición digital adecuada,
que suele aditar los consabidos demos, outtakes y lados B. De manera que la
elección de Romanek no sólo indica conocimiento de causa, sino una sensibilidad
muy particular para conectar con una de las gemas escondidas del temario Japan.
(Dicho sea de paso, a fines de la década antepasada
me sorprendía encontrar cortes no precisamente rankeados de diversidad de
bandas que, no obstante esa condición, habían sido subidos a YouTube por iluminados
en el otro hemisferio del orbe. Lo que antaño pusiese en duda la condición de “secreto
bien guardado” de estas piezas hoy sólo reafirma el hecho de que,
estadísticamente, somos pocos los que a veces reparamos en estas melodías
obviadas por audiencias masivas -sin duda nos contamos por cientos, y acaso
miles, mas a escala planetaria seguimos siendo pocos.)
“The Experience...” hace las veces de
leit-motiv en Static -sus notas reverberan en dos pasajes clave. El
primero: cuando la cámara incursiona en el mini-apartamento que alquila Ernie, con
una pared decorada por los crucifijos malformados que descarta/chorea de la
fabrica de cruces en serie donde chambea. El segundo, en el que el instrumental
es reproducido completamente: cuando Blick le revela a Julia, en medio de una
carretera cercada por el desierto y factorías que parecen abandonadas, que el
trabajo por fin ha terminado y su creación “opera a la perfección”.
Lo último que recibió “The Experience Of
Swimming”, estoy seguro de ello, fue su nombre. Atiborrado de una poderosamente
perturbad(or)a carga de irrealidad, el track es de un cerúleo casi celeste, por
lo que difícilmente remite al acto de nadar en el mar/en un lago/en un río. Una
piscina luce más pertinente. Muy en la onda del Eno padre del ambient, Richard
Barbieri compone una pieza no por minimal menos emotiva, premunido de sus
habituales Polymoog, Roland Jupiter 4 y Oberheim OB-X. El complemento perfecto
del otro lado B del señalado single doble, “The Width Of A Room”, única
composición que firmó Rob Dean para Japan.
A ver si los nuevos autores cinematográficos se
atreven a insuflar de nueva vida la sublime, modélica obra de una de las
formaciones más personales de la Rubia Albión.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de noviembre del 2017.)
Usualmente, te
acomodas a escuchar un disco nunca antes degustado teniendo entre ceja y ceja
dos perspectivas. Por un lado, la de las habilidades, logística y técnica que
el músico/los músicos ha/n puesto allí en juego. Por el otro lado, la
concerniente a la capacidad del artefacto para remecerte el mundo: desde
sacudirte con un tremendo cachetadón hasta arrancarte de la Realidad. Las permutaciones
de instancias que estos dos considerandos ofrecen, posibilitan discos
marcianazos, tiernos, malditos y pedestremente pop; incluyendo las distintas combinaciones
entre todos ellos -bueno, salvo quizá la de un disco marcianazo que a la vez
sea pop (y viceversa). Aunque nunca se sabe.
Usualmente,
también, te dispones a escribir sobre un disco teniendo en mente dos criterios:
originalidad y autenticidad. La primera se asocia más al potencial creativo de
la música, a la renovación de su lenguaje mismo -mientras que la segunda conecta
espontáneamente con la interpretación, con la fuerza, con la pasión. Las permutaciones
de instancias que estos dos considerandos ofrecen, posibilitan discos
históricos, cerebrales, urgentes e inanes; incluyendo las distintas combinaciones
entre todos ellos -bueno, salvo quizá la de un disco histórico que a la vez sea
inane (y viceversa). Aunque nunca se sabe.
A partir de Insula In Albis, Lluvia Ácida ha tratado
de reacomodar/reordenar/¿sortear? tanto criterios como perspectivas, instancias
y considerandos alegados en los párrafos precedentes de este comentario. Su
lanzamiento del 2013 inauguró, en efecto, la plausible costumbre de ilustrar un
concepto específico trabajando a la par disco y mediometraje llamémosle
“documental” -el entrecomillado tiene razón de ser, pues muchos pasajes del
film no están exentos de cierto hálito poético, lo cual pone en entredicho cualquier
categorización reduccionista. Jugada por demás interesante: hubiera sido
mostrísimo saber qué podrían haber hecho las bandas de la época de oro del
“álbum-concepto”, de haber contado con idénticas posibilidades tecnológicas en
sus días.
Esta dicotomía de
formatos funcionó a la perfección en Insula
In Albis. La diferencia con Zonas De
Silencio (2015) radicó en que la película de este último título integraba
segmentos varios en los que Héctor Aguilar y Rafael Cheuquelaf tomaban la
palabra para esclarecer diversos aspectos de aquello que veríamos a
continuación. Así, en tanto IIA
exponía con fluidez al oyente/espectador al puro estímulo audiovisual, ZDS introducía una oralidad tal vez
necesaria pero que no calzaba del todo en el método propuesto por el disco-film
del 2013.
(Aclaro que, al
mencionar el ZDS, me estoy refiriendo
al mediometraje y no al disco. Queda hecha y explícita la salvedad.)
Hace poco más de
una semana, Lluvia Ácida liberó para descarga gratuita su más reciente obra, Ciencia Sur. Nuevamente disco y
película, esta última retoma el aliento narrativo de Insula In Albis. Desde las primeras imágenes, una sucesión de
gráficos que arranca con la maravillosa Pangea para explicar la evolución
geológica y climática que han padecido tanto la Antártida como el extremo
meridional de Sudamérica, otrora conectados por una cadena de islas e islotes; la
música sonoriza armoniosamente el mediometraje. Tras la breve introducción, la
pantalla nos deja librados al diáfano goce estético que los fieros landscapes
de las zonas magallánica y antártica proporcionan al foráneo. Inevitablemente,
la música cede el primer plano. Esta “suerte de fin del mundo”, de “última
tierra”, de la que hablaban los también chilenos Arteknnia; aparece ante los
ojos del extranjero en todo su majestuoso y terrible esplendor -otra vez despojada
de todo verbalismo mediato. Es un viaje distinto, sin duda, al de ZDS (circunscrito a Magallanes) y al de IIA (que mostraba el antes-durante-y-después
de la presentación del dúo en la Isla Rey Jorge, una de varias que el tándem ha
concretado en el Continente Helado).
“¿Y la música?
Mejor dicho, ¿y Ciencia Sur, el
disco?”. Pues verás, en ZDS, ésta
tendía a una sobriedad bastante rigurosa; y también -o precisamente por ello- a
los márgenes de la experimentación, toda vez que las sesiones para el plástico
se grabaron en espacios urbanos y rurales magallánicos solitarios o abandonados.
En Ciencia Sur, el sonido recupera
esa activa corporeidad que se echaba de menos en el esfuerzo anterior. La
electrónica va en el mismo camino que transita el naturalismo abrazado por el
grupo hace ya varios años (Kuluana en
el 2009, Arte Y Shamanismo Paleoindio
en el 2011 -banda sonora para el documental homónimo de Carlos Vega Cacabelos,
sobre la mística de la etnia Selk’ nam-, El
Saqueo en el 2012).
No hablo de mero
decorado, sin embargo. Hablo de arte sonoro electrónico vivo, que interactúa
con su propio medio ambiente, modificándolo y siendo modificado por éste, en el
Tiempo y en el Espacio. Si quieres un símil en cuanto a pathos, podrías
emparejar a la dupla con Nigel Stanford (curioso que ambos nombres pertenezcan
al hemisferio austral), con la diferencia de que el neozelandés es más pretencioso,
ligeramente volcado a la ampulosidad. Lo de Lluvia Ácida es, por lejos, mucho
más austero que lo del “kiwi”. No hay track de este Ciencia Sur que discurra plácidamente. Acre (“Antropoceno”,
“Cretácico”), marcial (“Búsqueda De Fósiles”), alienígena (“Ciencia Sur”,
“Bentos”); CS jamás incita el menor
bostezo -un largo sorprendentemente dinámico en su ¿ensimismamiento?/¿cavilación?/contemplación.
Muy de acuerdo con
el ¿single? escogido por Rafael y Héctor, “Expedición Científica Antártica”:
minimal synthwave, con ese efecto vintage que guiña a los 80s de eternos mutantes
futuristas e inmaculados paraísos glaciales.
PD: "¿Y entre Zonas De Silencio y este Ciencia Sur, Lluvia Ácida no publicó nada?". Clickea aquí para saberlo.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de noviembre del 2014.)
Mis coetáneos,
inmediatos antecesores e inmediatos sucesores; recordarán que, antes de la
llegada de la señal de televisión pagada y de Internet, pocas opciones había en
esta parte del mundo de ver más allá de lo que ofrecían los medios masivos.
Recordarán también, seguramente, esos ciclos de cine mexicano clásico que de
cuando en cuando programaban Pantel y América Televisión para llenar sus
horarios -ciclos en los que se pauteaban sin cesar las más conocidas pelas de
Pedro Infante y Jorge Negrete (y, en menor medida, María Félix). Rarísima era
la ocasión en que ambas estaciones televisoras se arriesgaban con material
azteca de otro tipo: alguna vez el 4 encajó dos joyas de Luis Buñuel, El Bruto y Abismos De Pasión, para deleite de mis ojos. El canal que
arriesgaba un poco más, y quizá por eso no podía competir con los otros dos,
era el 7. No sólo con las mexicanas: hasta ahora me acuerdo de haber visto L'Immortelle un sábado por la noche, con
el consecuente trauma.
(A mis camaradas
mexicanos, aquí va un misterio que lleva décadas sin resolver nadie. Recuerdo
haber visto años ha, cuando todavía era un niño de 6 o 7 eneros, un film
mexicano en blanco y negro perteneciente al género fantástico. Un hombre trata
de burlar a la Muerte recurriendo a la ayuda de una hechicera. Ésta le dice que
existe una forma: convertirlo en perro, para que la Muerte no pueda
reconocerlo. Lo malo es que así se quedará el protagonista, quien decide aceptar.
Pues bien, llegada la hora señalada, en medio de un baile tapatío, todos los
asistentes se quedan quietos, inmóviles, mientras la Muerte pasa entre ellos
buscando a su víctima. Incluso pasa al lado del perrillo en que se ha
convertido el hombre buscado. Cansada de buscar, la Muerte se va. Hasta ahora,
nadie ha sabido decirme de qué película se trata, misma que vi justamente
gracias al 7.)
De lo que no me
acuerdo es de cómo he llegado a dar con El Escapulario (1968). Fácil fue un cortocircuito. El hecho es que, después de
buscar sin descanso alguna versión en DVD, opté por bajarla de YouTube. La
verdad es que es medio tela, creo que su principal defecto es detenerse
demasiado en la historia del segundo hijo de la moribunda que vemos al inicio
del largometraje, hijo que encarna un jovencísimo Enrique Lizalde. Pero a la
par de esta pela, descubrí que la producción mexicana de la época clásica va
mucho más allá de los íconos que se hicieron famosos en toda Latinoamérica.
Tras descargar un must como El Jorobado (Enrique De Lagardere) (1943), comencé a bajar parte de la amplísima
producción de films de terror mexicanos. Por ahí se coló una gema fantástica
como El Esqueleto De La Señora Morales
(1959), protagonizada por el actorazo Arturo De Córdova, pero que es más una
obra de humor macabro. Hasta el momento, el mayor descubrimiento -por tratarse
de un documento visual histórico- es El
Fantasma Del Convento (1934), considerado el primer film mexicano de
terror. Tiene varios momentos creepies, sí, y una fuerte deuda con la estética
del expresionismo alemán del que era más o menos contemporáneo -basta con
verles las fachas a los personajes. Para la época, su vuelta de tuerca final
debe haber causado espanto entre las audiencias. Bájate el film antes de que lo baneen. Lo he colgado ex profeso para ti. ;)
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de junio del 2013.)
Como regalo por el
Día Del Padre en el año 2013 (padre “canino”, pero padre al fin y al cabo), me
obsequiaron el DVD original de Fantasia
2000. El mismo 16 de junio de aquel año vimos esta, em, ¿“secuela”? de la
inmortal Fantasia (1940).
Cuantitativamente
hablando, se trata de un mediometraje, pues a duras penas consigue llegar a los
70 minutos de duración. Algunos de los segmentos animados no rebasan los 10
minutos (“El Carnaval De Los Animales”, por ejemplo). Otros, por historia y
desarrollo, parecen estar nada más que de relleno. Incluso se repesca “El
Aprendiz De Brujo” del estreno de 1940 (tal cual, menos mal). Y, salvo el
productor Quincy Jones -no sé qué hace allí el responsable del éxito del Thriller (1982) de Jacko- y el querido
James Earl Jones, los presentadores invitados son de clase B para abajo (el
insoportable Steve Martin, la aguachenta Bette Midler).
Cualitativamente
hablando, todo lo que la Disney ahorró en extensión lo gastó en animación de
primerísimo nivel. Comprensiblemente, esta película conmemorativa de los 60
años de la Fantasia original es muy
superior a su predecesora desde el punto de vista técnico -lógico, ¿no?, es lo
mínimo que se le puede exigir a un film de este tipo. Ayuda, cómo no, el hecho
de que la tecnología también haya dado saltos gigantescos para ofrecer soportes
acordes a espectáculos como éste, de casi lujuriosa exhuberancia visual.
En el balance
general, Fantasia 2000 no desentona,
porque va más en la línea de los productos que la Disney desarrolla para
degustación familiar -mientras que la primigenia Fantasia era un vuelazo, que exigía una cultivada concentración al
espectador durante casi toda su proyección. Me quedo con “Pinos De Roma”, que nos
muestra un mundo similar a los que nos dejaban entrever las magníficas portadas
de Roger Dean para Yes, y con “El Pájaro De Fuego”, donde es más que evidente
la asimilación que la Disney ha tenido que hacer -caballero, nomás- de la
tradición cinética del anime.
PD: Ah, también es
remarcable el feature “Musicana”, donde se nos cuentan los entretelones de los
días post-Fantasia, la decepción que
supuso para Walt Disney la escasa acogida que tuvo el film (lo que detuvo la
interesantísima propuesta de hacer de Fantasia
una película en perpetuo cambio, añadiendo nuevos segmentos con el transcurrir
de los años) y el abortado proyecto Musicana
-impulsado por dos ducces, dos capazos de la animación de ese entonces: Mel
Shaw y Ken Anderson. :(
UPDATE
COMPLEMENTARIO
En Fantasia 2000, Midler menciona de pasada
una colaboración entre Walt Disney y el inconmensurable Salvador Dalí. Ni en el
metraje ni en los features se alcanza a ver siquiera bocetos de esta
en-teoría-sorprendente colaboración. Afortunadamente, el segmento vio la luz en
formato de corto con el nombre de “Destino”, cinco años después del lanzamiento
de Fantasia 2000. Juzgue el lector la
calidad de la animación que concibieran hace más de siete décadas el director
usamericano y el genio español.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de enero del 2017.)
(Una breve
semblanza para acercarnos a los más recientes episodios discográficos en la
carrera de dos viejos conocidos -y de paso completar, cuando menos en escucha,
mi percepción de su vasta trayectoria...)
Los últimos años
han sido bastante fructíferos para el dúo formado por Héctor Aguilar y Rafael
Cheuquelaf. Lluvia Ácida no sólo ha tenido diversas presentaciones dentro y
fuera de Magallanes, sino que además se ha dado tiempo y maña para publicar
tres discos en dos años. Recopilaciones en porcentaje mayoritario, sí, pero eso
no quita mérito alguno -ya que cualquier ejercicio de este tipo implica
procesos de selección y discriminación sobre lo que finalmente se edita (cuando
no también la consabida remasterización).
Tras el
disco/documental Zonas De Silencio,
formato híbrido que ya ha usado en dos ocasiones, la dupla musicalizó en vivo
la película muda Entre Los Hielos De Las Islas Orcadas (1927). El mediometraje dirigido por el argentino José Manuel
Moneta fue reencontrado y restaurado el 2011/2012 por su compatriota Andrés
Levinson, en asociación con el Museo De Cine Pablo Ducrós Hicken (Buenos
Aires). Una primera musicalización en directo se llevó a cabo durante el
reestreno del film (2012), por Alan Courtis (músico miembro de los gauchos de
Reynols). La musicalización de Aguilar/Cheuquelaf se realizó el 5 de diciembre
del 2015.
El resultado de
esta sesión improvisatoria guarda notables semejanzas con otras jornadas
similares que ya ha efectuado el tándem magallánico -el reestreno de Terre Magellaniche, documental silente
del sacerdote italiano Alberto De Agostini filmado en 1933, por ejemplo-, así
como también con el devenir que han tomado sus últimos trabajos (Insula In Albis, el ya citado Zonas De Silencio). Cincuenta y cinco
minutos sin pausa, en los que la música se convierte en fiel reflejo de la
experiencia de adentrarse en territorios naturales dominados por los perpetuas
vastedades nevadas/glaciales: a veces puede sonar a deshielo, a veces a la
escasa fauna que acompaña a esos desaparecidos “brave men” que explorasen las
zonas vírgenes de nuestro planeta, a veces simplemente a viento y a soledad. El
output sonoro completo y envasado en un disco, desde luego homónimo del documental,
lo encuentras para descarga gratuita aquí.
En febrero del
2016, Rafael y Héctor liberan una recopilación de versiones demo
correspondientes al período de sus primeros trabajos. Early Demo Tapes (1995-1999) se publica a través de la netlabel
chilena Cieliro Diystro. Como es de esperarse, el sonido de este compendio es
cavernoso: pertenece a la época en que Lluvia Ácida esgrimía un discurso entre
techno, industrial y noise. No olvides que el dueto tiene una prehistoria
justamente en esta última veta, ilustrada tanto en el split Idiotización IndustrialXXX (1992, con
Pornoholic) como en el demo 7" Ido
(1993). Las improntas de mayor peso, sin embargo, son el techno y el
industrial. Y si bien algunas de estas versiones son bocetos inacabados o
primerizos de temas que luego verían la luz en las respectivas tomas
definitivas (“Ritmo De Masas”, “Digitante”, “Ciberurgia”, “Absolutamente Nada”),
otras han esperado inéditas hasta la presente ocasión: es el caso de “Octágono”,
“Borgo”, “Subterra” o “Proyecto Costa Afuera” -electronic unbody music con que
celebrar el Apocalipsis. El link hacia el respectivo download acanga.
Finalizo esta sucinta
revisión con Impro, registro también
recopilatorio aparecido en octubre del año pasado. Como su nombre lo indica, el
episodio recoge piezas que el grupo ha improvisado en situaciones de todo tipo:
la proyección del film El Cóndor De Plata
Sobre Tierra Del Fuego (1928) en el Espacio Cultural La Idea (2016),
participaciones varias en proyectos documentales de su país de origen (Atlas Vivo De Chile, Música Para Un Pueblo Nuevo),
colaboraciones espontáneas con otros músicos (Walter Roblero, Mika Martini) y
exponentes de otros campos (el escritor magallánico de ciencia ficción Jorge
Baradit)... Previsiblemente, Impro
dista de ser homogéneo, pero reviste especial interés por adoptar/adaptar en un
formato comparativamente más accesible el filón improvisacional del binomio -la
media es de unos entre 8 y 9 minutos de duración. Dada esta circunstancia, los
tracks tienden a revelarse más concretos y menos divagantes. Impro se ha colgado en el flamante
BandCamp de la banda: aunque puedes escucharlo allí en su totalidad, no está
habilitada la opción de descarga gratuita.
En enero de este
año, Lluvia Ácida ofreció dos fechas en concierto: la primera el jueves 26 en
el Festival De Las Artes de Valparaíso, y la segunda en el Centro Arte Alameda
de Santiago De Chile. En ambos días, los músicos presentaron el recital “En El
Corazón De Los Hielos”, narración audiovisual que conmemora los cien años de la
odisea antártica de Sir Ernest Shackleton. En ambos días, contaron con la
participación de Jorge Baradit. La suerte que tienen algunos... :'(
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de octubre del 2013).
En más de una
ocasión, los miembros de Lluvia Ácida han aludido a la Antártida como una
puerta hacia el pasado y a la vez hacia el futuro de nuestra
civilización/especie sobre el planeta. En efecto, Rafael Cheuquelaf y Héctor Aguilar consideran que el
Continente de la Luz, como ellos lo llaman, guarda abundante información acerca
de lo que ocurrió en la Tierra desde las eras geológicas más antiguas hasta los
albores de la Humanidad -pero también advierte, por cuanto los cambios en la
Naturaleza son constantes y cíclicos, acerca de lo que nos depara el futuro si
seguimos destruyendo los recursos naturales al ritmo en que lo hemos venido
haciendo hasta ahora.
Desde Edgar Allan
Poe y su unigénita
novela, La Narración De Arthur Gordon Pym (1838), el
continente antártico ha sido fuente inagotable de fascinación
y horror -veneración que no sólo se diseminó
sobre el campo de la literatura, en el cual existe otro gran relato de terror
primordial: “En Las Montañas Alucinantes” (1931), de H. P. Lovecraft. “El versátil
celuloide”, como lo describió alguna vez el gran
Jorge Luis Borges, le ha convertido
en escenario de films como The Thing (1982) o Alien VS Predator (2004), e incluso The
X-Files situó
allí el desenlace de su primera adaptación
para el ecran -Fight The Future
(1998).
Insula In Albis (2013) es el nuevo trabajo de Lluvia Ácida
-dúo electrónico que, para más inri, no sólo es puntal de la movida de
Magallanes, sino que se ha erigido por méritos propios en gestor cultural de
referencia obligada para la región más austral de Chile. Concebido en los
formatos de audio y video, se trata de un viaje de exploración a la Isla Rey
Jorge (Shetlands del Sur), ubicada a 120 kilómetros de la costa antártica;
exploración que se refleja tanto en el mediometraje como en el CD de audio. Si
la memoria no me falla, debe ser la primera vez en toda su nutrida trayectoria
que se incluyen para libre descarga los samples utilizados en la composición
del disco. Así, podemos escuchar los sonidos que les han acompañado durante
toda la travesía: diálogos de radio en onda corta, pingüinos, la respiración de
una foca, una planta eléctrica, aviones, helicópteros...
Dispuestos conforme
a las sucesivas etapas del periplo, los doce temas de Insula In Albis no puntúan menos que su par audiovisual: desfilan
en nuestros cerebros imágenes del Desierto Helado, del Yermo Frío, de esa “Antártida
paleógena” con que a Lovecraft le gustaba soñar, sí -pero también la vida que
el Hombre ha logrado llevar en esa remota región del globo. Es un mundo libre
de esa bestia feroz que es el capitalismo, ya que todos o casi todos los
habitantes humanos de la Antártida, independientemente de la nacionalidad; son
científicos, y por ende hablan el idioma de la ciencia. Y si por ahí alguien
piensa que sería algo así como el paraíso de los weirdos de The Big Bang Theory, pues habría que
tener presentes las terribles condiciones climáticas de un medio ambiente tan
inhóspito como hostil.
Y es que,
enfrentados a un escenario tal, durísimo, cierto, pero cuya blancura
paradójicamente induce a la contemplación y a la quietud; el matemático y el
filósofo que todos deberíamos llevar dentro no entran en conflicto. Todo lo
contrario: se abrazan y se funden en un solo ser vivo, embriagado ante la
magnitud cósmica de la antigüedad y la soledad de espacios aún no hollados por
nuestra raza -el último territorio virgen de la Tierra. Excelente
disco/testimonio visual.