(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 9 de febrero del 2022.)
LOS DISCOS PERUANOS DEL 2021 QUE NO ALCANCÉ A
RESEÑAR (III)
Hasta hace medio año, no había vuelto a golpearme
un jab de Tetsuo tan duro como el que aperturase su agitado accionar, allá por
el ’16. Entonces el acto trujillano respondía al a.k.a. de Tetsuo Terror Punk, y Odio Generalizado EP lo presentaba como perpetrador de un
artcore embravecido y despiadado, que asimilaba propiedades tanto del gabber
como del grindcore. Apartándose gradualmente del post-apocalíptico discurso de Ed
Rush, Spider Net y la ominosa independiente No U-Turn, los subsecuentes asaltos
de TTP profundizaban en las estéticas del grind y del también llamado Rotterdam
techno -lo que ya no me inclinaba mucho a pelarle oreja.
Con el nombre recortado desde hace algunos
almanaques, un lustro después Tetsuo reposiciona en primeros planos el
amenazante breakcore que había ido relegando en favor de la virulencia gabber y
del demencial vértigo grind -sin omitirles. Al contrario, y como sucediese en
los primeros días del unipersonal, estos tres géneros se despedazan entre sí
para trenzar la maníaca velocidad de las programaciones, la sobrehumana saturación
de las frecuencias, la acerada intuición para seleccionar idóneos sampleos.
Vacío Existencial rompe fuegos con el jungle
henchido de distorsión asesina que vomita “Revuelta Con Cadenas Sexuales”. Si
no caes fulminado/a por ese garrotazo, el despegue del siguiente es comparativamente
más tranquilo, aunque al rato los iracundos golpeteos neurofunk de “Vacío
Existencial” terminan de convertirte en un despojo zombificado por los bpms. “Runner”,
lección acelerada acerca de cómo subdividir breakbeats hasta la aniquilación,
mientras un metálico riff subcutáneo abre caminos para colar el icónico monólogo
del replicante Roy Batty (Blade Runner), cierra la primera cara del
tape.
La iconoclasta “Suicidio De Dios” no sólo reduce
las pulsaciones rítmicas a estándares tolerables, sino que catapulta a Tetsuo al
período industrial de entredécada 80s-90s, cuando bandas como KMFDM, Ministry, The
Young Gods, Front Line Assembly o Noise Unit imponían su imaginario de ciencia-ficción
distópica al mainstream de la escena electrónica internacional (si existió
alguna vez algo como eso). En clave de gabber mutante injertado de grindcore y de
dubstep, la subversiva “Obligado A Creer Ciegamente” pone las cosas como al
principio, en intachable preludio para el desenlace del cassette. Además de fungir
de colofón, “Bulldozer” retoma en parte el planteamiento de “Runner”,
maquillando/conteniendo sus oligofrénicos accesos drum’n’bass con otro riff de
ascendencia metal. ¿Ejecutado o sampleado? Es lo de menos.
Lo que de veras cuenta es que Tetsuo ha revalorado
el peso de la variable breakcore en su sonido, uno del cual el mismísimo
Leonardo Bacteria estaría orgulloso, al menos por unas semanas. Edita este uppercut
Rip Off Records (¿quién más?).
Fruto de, como siempre, un sigiloso y
paciente trabajo de hormiga; aparece por fin -mira tú qué coincidencia, el 6 de
agosto- el esférico de Vida En Marte que de todas maneras debes añadir
físicamente a tu meloteca personal. No es que Musical Meloncolía 2003
sea pionero en trascender el formato virtual, donde se encuentra la mayor
porción del prontuario de Herber Paredes, pero sí es el primero concebido en
plan tour de force. En efecto, el plus que inclina la balanza en detrimento de Los Sonidos De La Adolescencia (2019), que tengo entendido fue la primera de
sus referencias producida en físico; es el poseer todas las pistas
entrelazadas.
Acotado ese detalle, justo es confesar que el
contenido de la rodaja no difiere gran cosa de lo que el músico arequipeño de
dormitorio ha mostrado con antelación. El idioma sigue siendo el mismo (bedroom
pop), los rasgos de desprolijo lo fi no desorientan, la estupenda mano para los
ganchos indie pop sigue portándose como buena. Cualidades que he disfrutado
muchas veces al aproximarme a la obra de este individualista. La valía de MM2003,
en tal sentido, radica en testimoniar la intacta capacidad del ¿ex? Hombre Del
Espacio para esculpir y colorear melodías con las que sintonizar de inmediato.
Después de todo, esto es bedroom pop, no música de vanguardia. Exigirle algo
más equivale a pedirle manzanas al naranjo.
Entonces, hay de todo un poco en Musical
Meloncolía 2003, cuyo marbete guiña ni tan sutilmente al doble Mellon
Collie And The Infinite Sadness (1995) de los Smashing Pumpkins. Está la
Baja Fidelidad al mango de “Arequipa Vida Lo Fi”, conviviendo con manifestaciones
menos opacas pero igual de nebulosas, como la nostálgica “2003 Es El Año” o la vital
“Hércules Pop”. Está además la urgencia trascendental que se adueña del formato
pop en cortes tipo “La Revolución En Tus Pulmones” y “Portales”. Palpita en las
letras de “Hey Meloncolía” o “Florence” (el complemento ideal para “2003...”), asimismo,
la derrotista desazón heredera de East River Pipe o Casiotone For The Painfully
Alone. Encendidas miniaturas pop engalanadas con esa inconfundible sencillez
indie de estarle cantando al paquete de galletas sobre la mesa de la cocina, o
a la caja de cigarros que algún visitante olvidó en la sala.
Se ha dispuesto a Musical Meloncolía 2003
para libre descarga desde el BandCamp de VEM. Antes de proceder con esa opción,
te recomiendo hacerte de una copia del CD.
Estrenado en el ’19, el revuelo que provocó el
documental La Revolución Y La Tierra se explica al abordar la principal
de sus propuestas: una mirada -no hollada por los rumores míticos que
convierten al militar Velasco Alvarado casi en un ente angélico, ni por los
sesgos que pretende imponer la narrativa que esgrimen las clases dirigentes del
país- a uno de los capítulos más álgidos y controversiales de nuestra historia
republicana reciente, el de la trunca Reforma Agraria. Como efecto colateral,
se revisitan las visiones que la exánime cinematografía peruana erigió en torno
a esa coyuntura, antes y después: En La Selva No Hay Estrellas (1964), Tupac
Amaru (1984), Espejismo (1972), Luis Pardo (1927), Muerte
De Un Magnate (1981)...
Santiago Pillado-Matheu es de los contados
músicos nacionales a quienes incluso las facciones más intransigentes de
nuestra escena independiente les reconocen méritos y respetan. Tanto en sus
andanzas al frente de El Hombre Misterioso como en el disco junto a José
Antonio Mesones (Caudillismo & Pedigrí, 2004), el limeño ha enyuntado
y -sobre todo- equilibrado una peculiar vocación experimental a/con formatos
pop/rock alternativos. Habiendo aparentemente finalizado la historia de El
Hombre Misterioso con su epónimo opus del ’16, Pillado-Matheu encaró en el ’19 un
segundo debut gracias a Sanken Rei, asociado a su esposa Mariana Tschudi y a Richard
Gutiérrez (ex EHM). Por desgracia, el puñado de singles que han visto la luz
(8) no alcanza las cotas que otrora resultaban tan familiares al capitalino.
A pedido del director de La Revolución...,
Gonzalo Benavente, Pillado-Matheu se encargó de elaborar el soundtrack para el
polémico documental. La música del film se da maña para lucir asaz atemporal,
pese a tomar prestadas sonoridades andinas y sampleos de procedencia diversa -más
o menos a la manera del largometraje. Allí se cuentan números como “Runancaycu”,
“Cumbia” o “Tierra 2” para corroborarlo. Este último, además, apunta hacia
sustratos sonoros iterativos, cual macro-loops ralentizados; que ocasionan a mediano
plazo veladas/ambiguas sensaciones de parsimonia y redundancia (“Funeral”, “Chambi”,
“Tierra 4”).
No toda la banda sonora es así, por supuesto.
Tracks de (in)cierta cacofonía como “1968” o “Tierra 2” tienen más de ambiental
instalación sonora, un nicho en el que ha destacado el propio Santiago (la
música de la instalación La Realidad Ausente, la de la exposición
artística homónima de la placa Caudillismo...). Y evidentemente, no podían
faltar los temas más accesibles, que así y todo invocan un paisajismo entre
melódico y drone: el psicodélico “Asesinato En El Colegio”, el arrebato rockero
de “Popachorao”, el enteógeno ritmo trippy/jazzy de “Alianza Para El Progreso”,
o los bellamente bucólicos “Revolución” y “Tierra 3”.
El mérito de este soundtrack se cifra en una
invitación doble -a acercarse a la obra de Pillado-Matheu y al documental en
cuestión. Puedes ver la versión completa de la película haciendo click aquí.
Ha sido el 2021 un calendario bastante movido
para Fiorella16. Tras la curaduría del excelente panorámico colectivo Roiduoma Vol. I: AQP Electrodoméstica Ruido S.A. y de su Tales In Deep Noise Saturation, ambos eyectados en el 20’, la identidad avant garde de José María
Málaga colgó Stereoma (Singles) en el BandCamp del proyecto (marzo). Un
par de meses después, aparece Narraciones Retorcidas en la nómina de Rip
Off Records. Si bien el primero es una selección de canales incluidos en el
dantesco Tales..., el segundo da fe de un puñado de tomas inéditas efectuadas
durante el ’18 en Arequipa y en el D.F. mexicano.
El año pasado se cierra con dos lanzamientos simultáneos (7/12). Ocupa plaza en
su BandCamp el single “Nulle Part” (“Mena” como b-side), mientras que el
extended Ida Y Vuelta A La Tierra De Los Insectos hace otro tanto en el
de la discográfica azteca Silencio EPI. Escojo este último no sólo por ser un
EP, sino también por ser el artefacto del que el crédito peruano extracta la
materia para el sencillo virtual, y además por haber sido cedido a la misma escudería que se la jugó con un muestrario tan complejo y de elevada calificación
como Roiduoma... (¿el volumen II para cuándo?).
Interesante el sonido de F16 en IYVALTDLI
EP. Fabricado en cinta, cada lado lo protagoniza una suite de 8 minutos en
promedio. Ambas remiten al Ruido, pero no precisamente al que Málaga ha venido
cincelando desde el inicio de su carrera, harto más cercano a la electrónica.
El de este extended se halla codificado a través del post rock y de la drone
music. Atmósferas tenues, artesanales loopeos ambientales, distorsión irradiada
de lo fi, desencajadas figurillas drónicas; son el casquijo y la argamasa con
que se levantan “De Un Mal Sueño Con Polillas Blancas / Hacia Ninguna Parte” y “Entre
Idas Y Vueltas Por Cortes y Campos De Batalla / ...Y Todo Para No Encontrarte”.
Otros elementos destacables son los psicotrópicos
trallazos de guitarra (como los de “De Un Mal Sueño...”), el pincel del
¿casiotón? (que dirige la insectil melodía de “Entre Idas Y Vueltas...” a partir
del minuto 6), las grabaciones de campo (coronando ambas caras del EP), y la
minimal/liminal línea de bajo; audible claramente hacia el final de “Entre
Idas...”. Un aperitivo de cara a las nuevas empresas que se trae entre manos
José María para este 2022 -el anunciado debut en largo de El Divino Juego Del
Caos, entre ellas.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 29 de septiembre del 2021.)
#AguanteChile.
Tal cual ha sucedido con todos/as (miente quien
diga que no), la vida en tiempos de pandemia impuso severas alteraciones a la
hoja de ruta de Lluvia Ácida. Meses antes del arribo del COVID-19 a Sudamérica,
el tándem que integran Héctor Aguilar y Rafael Cheuquelaf había colgado para libre
descarga la banda sonora del mediometraje El Camino De La Memoria, y se
hallaba presto a soltar su nuevo disco conceptual -adjetivo este último que desde
hace ocho años no es nada gratuito al hablar de ellos. La emergencia sanitaria
mundial se trajo abajo ese estreno, postergándole dos años, a la vez que generó
colaboraciones online invirtiendo el cronograma de lanzamientos que LlA tenía
esbozado. A (casi) todas ellas intento pasar revista en el presente texto.
Comienzo con El Camino De La Memoria
(septiembre del 2019). En modalidad mini-LP, se trata de la música con que la dupla
participase en el homónimo documental (2014) realizado por Rafael Cheuquelaf,
que presumo debe ser su debut formal tras la cámara. La película acompaña el peregrinaje
efectuado por los deudos que dejó la dictadura militar en la región de
Magallanes, agrupados en la asociación Hijos Y Nietos Por La Memoria (constituida
durante la primera mitad de ese mismo calendario). En calvinista blanco y
negro, la cinta expone los lugares que utilizase la administración pinochetista
y la milicia para detener/torturar/interrogar a quienes consideraban sospechosos/as de confabularse contra el tiránico régimen -locaciones algunas
de las cuales ya no existen como tales. La cámara no registra miedo, rencor, hesitación,
dolor; sino memoria, ésa que a los/as peruanos/as nos falta para evitar repetir
errores del pasado, ésa que debería mantenernos vigilantes ante la menor
fractura del orden democrático, ésa que también exalta jornadas heroicas -la
del Puntarenazo, por ejemplo.
Consonante con la mirada del mediometraje, Lluvia
Ácida crea cuatro piezas insufladas de atmósferas exclusivamente tonales. Incluso
“El Camino De La Memoria 3”, cuyo gordo redoble de bajo sintetizado parece adquirir
ribetes de leitmotiv, pero que sólo contrasta/potencia a los demás sonidos alrededor
suyo -el único momento del soundtrack comparable a lo hecho por Boards Of
Canada en el maravilloso Geogaddi (2002). La sencillez a que se apela en
modo alguno desmerece la elaboración de estos paisajes sonoros decorativos, que
tan pronto recrean una fría tarde ventosa del riguroso invierno puntarenense (“El
Camino De La Memoria 1”) como una mañanera resolana primaveral en Puerto
Williams (“El Camino De La Memoria 2”), y aún una veraniega noche estrellada en
compañía amical a orillas del océano (“El Camino De La Memoria 4”). Euritmias
que predisponen a la tranquilidad, al sosiego acaso alcanzado por aquellas
personas que abrazan la historia de las comunidades a que pertenecen, sin
dejarse afectar por sus páginas más negras -hete ahí el efecto sanador,
desestresante, conciliador que tantas veces se ha señalado posee la Música.
Muy distintos son el temple y la sustancia de
Antiviral (abril del 2020). Con la crisis del COVID-19 ya instalada en
nuestra cotidianeidad tercermundista y el nuevo álbum en suspenso indefinido, vocablos
como “cuarentena”, “contagio” y “mascarilla” se hicieron de uso común en
cuestión de semanas. Paralelamente, los gestores magallánicos concibieron este
título llevando a cabo el consabido brainstorming intercambiando avances a
través de Internet y puliendo nociones e imaginarios mediante el hilo telefónico.
Probablemente el primer material sonoro de la Historia en editarse declarada la
pandemia, Antiviral hace las veces de crónica distópica tanto como de tedeum
a las víctimas mortales arrebatadas por la enfermedad, y asimismo de agradecida
memorabilia al personal médico que se bate en la primera línea de defensa que
tenemos los pueblos de la Tierra contra el terrible virus. Es en sí mismo,
además, un testimonio de adaptación y supervivencia.
Con estética mutante que tiene de downtempo,
de lóbrego synth pop y hasta de dark ambient; la placa guarda ciertas similitudes
-¿conscientes? ¿involuntarias?- con el trabajo de Cliff Martínez. Es este
músico estadounidense un soundtracker competentísimo, de amplia trayectoria, que
ha forjado estrecha relación con su compatriota el cineasta Steven Soderbergh.
En OSTs como los de Traffic (2000) y The Underneath (1995), pero
sobre todo los de Solaris (2002) y la premonitoria Contagion
(2011), Martínez ha ofrecido exquisitas muestras de su talento para la música
electrónica de propagación instantánea y tintes intoxicantes -cf. “Is That What Everybody Wants”, “They're Calling My Flight” o “First Sleep”, tremebundos híbridos
de intelligent techno y sci-fi a una voz dramáticos y tensionales. Esos exactos
rasgos son los que aparecen in crescendo en la apertura “COVID-19”, mientras
escuchamos la explicación y recomendaciones que una especialista argentina
expone acerca del SARS-CoV-2.
Partiendo de una experiencia real y concreta,
Antiviral es todavía más dramático. Los capítulos del primer segmento son
dominados por estructuras rítmicas muy marcadas, si bien éstas no necesariamente
les acompañan de cabo a rabo. “Contagio”, verbigracia: comienza emponzoñado, y
casi de inmediato es invadido por un golpe sobrio de trip hop, que luego declina
frente a una dinámica secuencia de lo que parece ser el bajo pre-seteado de
algún sinte. En similar situación se hallan la nerviosidad IDM de “Cuarentena”,
el insistente downtempo de “Pandemia” y el ambient en combustión de “Confinamiento”
(cuyo embrión de síncopa es obliterado por las pesarosas líneas de teclado).
En el segundo tramo, la mayor presencia de
números abordados por un dark ambient anubarrado, zumbante, de escasa/nula
visibilidad; es notoria. Que no es lo mismo que decir excluyente. “Animales Que
Regresan” (toda una advertencia para la Humanidad hecha sonido), la minimal
no-percusión de “Necropolítica”, la tensa opacidad de “Respirador Artificial”
(g-e-n-i-a-l el detalle de samplear los borborigmos de la computadora de Alien,
1979); subrayan el lado denso, de turbio vaho, que exuda Antiviral. El
contrapunto a la severa gravedad de esas suites es aportado en esta segunda
mitad por el vigoroso ejercicio proto-industrial de “Primera Línea Sanitaria” y
la cadencia maníaca de “Postpandemia”, cierre del opus que sin embargo la deja
picando: esta plaga, con la que aún conviviremos años, debe tomarse como
apercibimiento y exhortación. Apercibimiento de lo que puede llegarnos en el
futuro si no enmendamos el rumbo como forma de vida dominante del planeta.
Exhortación a modificar nuestro modus vivendi hasta alcanzar el equilibrio con
el medio ambiente que toda especie animal busca de manera innata.
En 1578, el corsario inglés Francis Drake
descubrió una ínsula entre el Cabo De Hornos y la Antártida, a la que bautizó “Elizabeth”
homenajeando a la reina de Inglaterra. Perdióse su bitácora con la descripción
de la isla, a la cual nunca más se volvió a encontrar, lo que ha llevado a
suponer que ésta desapareció tragada por las profundidades oceánicas debido a
la actividad sísmica. La extraña historia inspiró al escritor magallánico Óscar
Barrientos Bradasic el cuento que la directora Tiziana Panizza adaptó en el corto
ficcional La Isla De Los Pájaros Sombra, estrenado en el 2017 con música
de Lluvia Ácida. Como sucediese con El Camino De La Memoria (5), la
banda sonora correspondiente al film de Panizza se subió al BandCamp del grupo
para free download años después (3).
De 16 minutos de extensión, la película fue
hecha con la técnica de las fantasmagóricas sombras chinescas (shadowplay),
derivada de la milenaria tradición oriental del Teatro de Sombras. Su utilización
sobre el ecran es tan añosa como Die Abenteuer Des Prinzen Achmed (1926),
el largo animado más antiguo que se conserva (dirigido por la alemana Lotte
Reiniger). La Isla... está acreditada como creación colectiva de
Panizza, Paula Sáenz, Niles Atallah y Francina Carbonell; habiéndose encargado Cristóbal
León del proceso de animación.
De nuevo en formato mini-LP, la dupla Aguilar-Cheuquelaf
compone ex profeso para el cortometraje seis de los siete surcos dispuestos en
el esférico. El séptimo es repescado de Insula In Albis, su plástico del
2013: “Biomarina”. Huelga decir que con buen tino, pues las rugosidades que
imitan/deforman el alucinado gorjeo de las aves empatan perfectamente con el
hálito de inquietante fábula que trashuma el film -y que se extiende a toda la
música incluida. Esas mismas texturas enrarecidas y surrealistas de “Biomarina”,
por ejemplo, son reeditadas en “El Lugar Sin Nombre” y en “La Tempestad”
-aunque en esta última se perciben más cercanas al rollo dark ambient.
No faltan, por supuesto, los canales en que
el dueto se exhibe menos luctuoso. Estando la historia de La Isla... inserta
en el marco de la expedición de Drake, no podía prescindirse de cierto guiño a
la intrepidez, como el que proporciona el lance epónimo. Igualmente, Lluvia
Ácida se aleja -no mucho- de las sombras a través de otras viñetas comparativamente
más convencionales, como el synth cosecha 80s a lo Ciencia Sur (2017) de
“Golden Hind” (nombre con que el corsario bautizó a su buque insignia), los
tintineantes fuegos de San Elmo en “Carta Náutica” o esa distendida coda epigónica
que es “Trazado De Rumbo”. No obstante algo distanciadas de los colores
predominantes en el relato, es justo remarcar que la (falta de) iluminación de
estas postales sónicas participa de la atmósfera entre onírica y surreal de tan
singular narración.
Por cierto, La Isla De Los Pájaros Sombra
es el tercer soundtrack firmado por LlA, tras Arte Y Shamanismo Paleoindio
(2011) y el ya comentado El Camino De La Memoria.
Luego de dos años de espera, el 5 de agosto
de este 2021 vio la luz por fin el opus que Rafael y Héctor habían planificado para
el 2019. Previsiblemente, son muchas las circunstancias que hacen de Archipiélago Coloane el primer trabajo que rompe los moldes usados por la dupla en los
últimos tiempos para encausar sus publicaciones. La más evidente: el eje
temático ha dejado de ser Magallanes y las vastas proximidades antárticas. En
efecto, el mentado archipiélago no es un espacio geográfico, sino uno
metafórico -vertebrado por algunas de las obras del escritor chilote Francisco Coloane Cárdenas (1910-2002), ganador del Premio de la Sociedad de Escritores (1957)
y del Premio Nacional de Literatura (1964). Libros como El Guanaco Blanco,
Cabo De Hornos o El Camino De La Ballena, y cuentos como “El Témpano
de Kanasaka” o “Perros, Caballos, Hombres”; bautizan las esculturas sonoras que
Lluvia Ácida ha cincelado para la nueva rodaja.
Derivado del anterior, el segundo cambio que
salta a la vista es la ausencia de correlato visual. Insula In Albis, Zonas De Silencio (2015) y Ciencia Sur fueron discos y también películas
-en todos los casos, cada pareja abordaba el mismo tópico. Al estar enfocado Archipiélago
Coloane en la producción literaria del fallecido escritor, prescinde de su
respectiva contraparte visual, si bien Cheuquelaf afirma que sólo
temporalmente. Un ensayo del mexicano Jaime Valdivieso -La Épica Del Mar En La Obra De Francisco Coloane, 2002- señala la fuerte relación que existió entre
el autor y el océano, algo que se evidencia en el telón arriba “Cabo De Hornos”,
donde se lo escuchamos decir al propio literato (en entrevista concedida al
programa Off The Record, el mismo año de su deceso).
El tercer rasgo que distingue a Archipiélago...
de sus predecesores inmediatos es la fórmula de producción física. Se trata del
primer largo de LlA que aparece planchado en poliacetato de vinilo. No sólo calza
que ni soñado en AC, de ocho pistas y cerca de dos tercios de hora, con
una media de 4 minutos y medio (a la usanza de la mayoría de LPs de antaño).
También es el soporte que mejor se acomoda a su eufónica narrativa -llena de referencias
tan cercanas a la experiencia vital del binomio puntarenense como las propias
vivencias de Coloane, oriundo del archipiélago de Chiloé, circundado por brazos
de mar y donde aún hoy sus habitantes residen en palafitos.
Archipiélago Coloane está imbuido de esa
electrónica de sesgo naturalista que tan bien ha sabido modelar Lluvia Ácida
durante su andadura discográfica en el presente siglo. El arrullo de las olas y
el vocerío de las gaviotas hacia el término de “Cabo De Hornos” sintoniza con
ese downtempo reducido a su mínima expresión que los sureños han ido refinando
desde Hotel Kosmos (2004). De hecho, casi todos los tracks se adhieren a
ese código rítmico, algunas veces tanto más acelerado -“Perros, Caballos, Hombres”,
sublimes strings de tesitura celestial- que otras -“El Guanaco Blanco”, donde
el mismo efecto string abrillanta esa cualidad épica aludida anteriormente, o “Cinco Marineros Y Un Ataúd Verde”-.
Desaparece así cualquier atisbo de conflicto
entre la médula percusiva y el ornato cuasi biológico con que los australes
arropan este puñado de melodías. Los tumbos de agua que te dan la bienvenida en
“Golfo De Penas” no entran en conflicto con el pulsante synth que domina el número,
del mismo modo en que los vientos magallánicos no hacen sino destacar la
majestuosidad de “Los Conquistadores De La Antártica”, trip hop instrumental en
el más amplio sentido de la etiqueta. O la tranquilidad del mar abierto que no
se ve tocada por la digitación ominosa del hardware análogo en “El Témpano De
Kanasaka”, la pieza más corta de la entrega. Cabe aquí acreditar tanto en “Los
Conquistadores...” como en “El Templo...” a Paula Barouh, la airada performer de
Descargo Y Maleficio, que se porta con sendas vocalizaciones preverbales.
Repiques galácticos, palpitantes oscilaciones,
timing en sintonía con el que observa siempre Madre Natura... Sería necio negar
esto último. El énfasis en la literatura de Coloane recae sobre la presencia
del Hombre en un ecosistema tan duro, incluso hostil, para la existencia humana.
Énfasis que secundan Héctor y Rafael, pues mientras más al sur de Chile uno/a
se adentra, más evidente se hace la degradación progresiva que el ecosistema viene
soportando desde hace décadas. En tal sentido, el potencial artístico-didáctico
de un registro como el de Archipiélago Coloane es innegable.
Con ilustraciones, diseño gráfico y prólogo a
cargo respectivamente de Iñaki Muñoz, Mika Martini y Óscar Barrientos (sí, el de
La Isla De Los Pájaros Sombra); Archipiélago Coloane se encuentra
por ahora sólo disponible en vinilo. Para los próximos meses se ha planeado la
venta de CDs y el upload en las plataformas oficiales del grupo.
PD: Queda en el tintero el single virtual “Kenčenák”
(“latido del corazón” en el idioma de la etnia kawésqar), fondo sonoro del
corto documental de Vanessa Álvarez estrenado en julio. Pese a la política que
sostengo en torno a los 45s online, pude haberme dado un tiempo para reseñarlo
en el marco de esta revisión. Para otra vez será.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de noviembre del 2017.)
Usualmente, te
acomodas a escuchar un disco nunca antes degustado teniendo entre ceja y ceja
dos perspectivas. Por un lado, la de las habilidades, logística y técnica que
el músico/los músicos ha/n puesto allí en juego. Por el otro lado, la
concerniente a la capacidad del artefacto para remecerte el mundo: desde
sacudirte con un tremendo cachetadón hasta arrancarte de la Realidad. Las permutaciones
de instancias que estos dos considerandos ofrecen, posibilitan discos
marcianazos, tiernos, malditos y pedestremente pop; incluyendo las distintas combinaciones
entre todos ellos -bueno, salvo quizá la de un disco marcianazo que a la vez
sea pop (y viceversa). Aunque nunca se sabe.
Usualmente,
también, te dispones a escribir sobre un disco teniendo en mente dos criterios:
originalidad y autenticidad. La primera se asocia más al potencial creativo de
la música, a la renovación de su lenguaje mismo -mientras que la segunda conecta
espontáneamente con la interpretación, con la fuerza, con la pasión. Las permutaciones
de instancias que estos dos considerandos ofrecen, posibilitan discos
históricos, cerebrales, urgentes e inanes; incluyendo las distintas combinaciones
entre todos ellos -bueno, salvo quizá la de un disco histórico que a la vez sea
inane (y viceversa). Aunque nunca se sabe.
A partir de Insula In Albis, Lluvia Ácida ha tratado
de reacomodar/reordenar/¿sortear? tanto criterios como perspectivas, instancias
y considerandos alegados en los párrafos precedentes de este comentario. Su
lanzamiento del 2013 inauguró, en efecto, la plausible costumbre de ilustrar un
concepto específico trabajando a la par disco y mediometraje llamémosle
“documental” -el entrecomillado tiene razón de ser, pues muchos pasajes del
film no están exentos de cierto hálito poético, lo cual pone en entredicho cualquier
categorización reduccionista. Jugada por demás interesante: hubiera sido
mostrísimo saber qué podrían haber hecho las bandas de la época de oro del
“álbum-concepto”, de haber contado con idénticas posibilidades tecnológicas en
sus días.
Esta dicotomía de
formatos funcionó a la perfección en Insula
In Albis. La diferencia con Zonas De
Silencio (2015) radicó en que la película de este último título integraba
segmentos varios en los que Héctor Aguilar y Rafael Cheuquelaf tomaban la
palabra para esclarecer diversos aspectos de aquello que veríamos a
continuación. Así, en tanto IIA
exponía con fluidez al oyente/espectador al puro estímulo audiovisual, ZDS introducía una oralidad tal vez
necesaria pero que no calzaba del todo en el método propuesto por el disco-film
del 2013.
(Aclaro que, al
mencionar el ZDS, me estoy refiriendo
al mediometraje y no al disco. Queda hecha y explícita la salvedad.)
Hace poco más de
una semana, Lluvia Ácida liberó para descarga gratuita su más reciente obra, Ciencia Sur. Nuevamente disco y
película, esta última retoma el aliento narrativo de Insula In Albis. Desde las primeras imágenes, una sucesión de
gráficos que arranca con la maravillosa Pangea para explicar la evolución
geológica y climática que han padecido tanto la Antártida como el extremo
meridional de Sudamérica, otrora conectados por una cadena de islas e islotes; la
música sonoriza armoniosamente el mediometraje. Tras la breve introducción, la
pantalla nos deja librados al diáfano goce estético que los fieros landscapes
de las zonas magallánica y antártica proporcionan al foráneo. Inevitablemente,
la música cede el primer plano. Esta “suerte de fin del mundo”, de “última
tierra”, de la que hablaban los también chilenos Arteknnia; aparece ante los
ojos del extranjero en todo su majestuoso y terrible esplendor -otra vez despojada
de todo verbalismo mediato. Es un viaje distinto, sin duda, al de ZDS (circunscrito a Magallanes) y al de IIA (que mostraba el antes-durante-y-después
de la presentación del dúo en la Isla Rey Jorge, una de varias que el tándem ha
concretado en el Continente Helado).
“¿Y la música?
Mejor dicho, ¿y Ciencia Sur, el
disco?”. Pues verás, en ZDS, ésta
tendía a una sobriedad bastante rigurosa; y también -o precisamente por ello- a
los márgenes de la experimentación, toda vez que las sesiones para el plástico
se grabaron en espacios urbanos y rurales magallánicos solitarios o abandonados.
En Ciencia Sur, el sonido recupera
esa activa corporeidad que se echaba de menos en el esfuerzo anterior. La
electrónica va en el mismo camino que transita el naturalismo abrazado por el
grupo hace ya varios años (Kuluana en
el 2009, Arte Y Shamanismo Paleoindio
en el 2011 -banda sonora para el documental homónimo de Carlos Vega Cacabelos,
sobre la mística de la etnia Selk’ nam-, El
Saqueo en el 2012).
No hablo de mero
decorado, sin embargo. Hablo de arte sonoro electrónico vivo, que interactúa
con su propio medio ambiente, modificándolo y siendo modificado por éste, en el
Tiempo y en el Espacio. Si quieres un símil en cuanto a pathos, podrías
emparejar a la dupla con Nigel Stanford (curioso que ambos nombres pertenezcan
al hemisferio austral), con la diferencia de que el neozelandés es más pretencioso,
ligeramente volcado a la ampulosidad. Lo de Lluvia Ácida es, por lejos, mucho
más austero que lo del “kiwi”. No hay track de este Ciencia Sur que discurra plácidamente. Acre (“Antropoceno”,
“Cretácico”), marcial (“Búsqueda De Fósiles”), alienígena (“Ciencia Sur”,
“Bentos”); CS jamás incita el menor
bostezo -un largo sorprendentemente dinámico en su ¿ensimismamiento?/¿cavilación?/contemplación.
Muy de acuerdo con
el ¿single? escogido por Rafael y Héctor, “Expedición Científica Antártica”:
minimal synthwave, con ese efecto vintage que guiña a los 80s de eternos mutantes
futuristas e inmaculados paraísos glaciales.
PD: "¿Y entre Zonas De Silencio y este Ciencia Sur, Lluvia Ácida no publicó nada?". Clickea aquí para saberlo.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de enero del 2017.)
(Una breve
semblanza para acercarnos a los más recientes episodios discográficos en la
carrera de dos viejos conocidos -y de paso completar, cuando menos en escucha,
mi percepción de su vasta trayectoria...)
Los últimos años
han sido bastante fructíferos para el dúo formado por Héctor Aguilar y Rafael
Cheuquelaf. Lluvia Ácida no sólo ha tenido diversas presentaciones dentro y
fuera de Magallanes, sino que además se ha dado tiempo y maña para publicar
tres discos en dos años. Recopilaciones en porcentaje mayoritario, sí, pero eso
no quita mérito alguno -ya que cualquier ejercicio de este tipo implica
procesos de selección y discriminación sobre lo que finalmente se edita (cuando
no también la consabida remasterización).
Tras el
disco/documental Zonas De Silencio,
formato híbrido que ya ha usado en dos ocasiones, la dupla musicalizó en vivo
la película muda Entre Los Hielos De Las Islas Orcadas (1927). El mediometraje dirigido por el argentino José Manuel
Moneta fue reencontrado y restaurado el 2011/2012 por su compatriota Andrés
Levinson, en asociación con el Museo De Cine Pablo Ducrós Hicken (Buenos
Aires). Una primera musicalización en directo se llevó a cabo durante el
reestreno del film (2012), por Alan Courtis (músico miembro de los gauchos de
Reynols). La musicalización de Aguilar/Cheuquelaf se realizó el 5 de diciembre
del 2015.
El resultado de
esta sesión improvisatoria guarda notables semejanzas con otras jornadas
similares que ya ha efectuado el tándem magallánico -el reestreno de Terre Magellaniche, documental silente
del sacerdote italiano Alberto De Agostini filmado en 1933, por ejemplo-, así
como también con el devenir que han tomado sus últimos trabajos (Insula In Albis, el ya citado Zonas De Silencio). Cincuenta y cinco
minutos sin pausa, en los que la música se convierte en fiel reflejo de la
experiencia de adentrarse en territorios naturales dominados por los perpetuas
vastedades nevadas/glaciales: a veces puede sonar a deshielo, a veces a la
escasa fauna que acompaña a esos desaparecidos “brave men” que explorasen las
zonas vírgenes de nuestro planeta, a veces simplemente a viento y a soledad. El
output sonoro completo y envasado en un disco, desde luego homónimo del documental,
lo encuentras para descarga gratuita aquí.
En febrero del
2016, Rafael y Héctor liberan una recopilación de versiones demo
correspondientes al período de sus primeros trabajos. Early Demo Tapes (1995-1999) se publica a través de la netlabel
chilena Cieliro Diystro. Como es de esperarse, el sonido de este compendio es
cavernoso: pertenece a la época en que Lluvia Ácida esgrimía un discurso entre
techno, industrial y noise. No olvides que el dueto tiene una prehistoria
justamente en esta última veta, ilustrada tanto en el split Idiotización IndustrialXXX (1992, con
Pornoholic) como en el demo 7" Ido
(1993). Las improntas de mayor peso, sin embargo, son el techno y el
industrial. Y si bien algunas de estas versiones son bocetos inacabados o
primerizos de temas que luego verían la luz en las respectivas tomas
definitivas (“Ritmo De Masas”, “Digitante”, “Ciberurgia”, “Absolutamente Nada”),
otras han esperado inéditas hasta la presente ocasión: es el caso de “Octágono”,
“Borgo”, “Subterra” o “Proyecto Costa Afuera” -electronic unbody music con que
celebrar el Apocalipsis. El link hacia el respectivo download acanga.
Finalizo esta sucinta
revisión con Impro, registro también
recopilatorio aparecido en octubre del año pasado. Como su nombre lo indica, el
episodio recoge piezas que el grupo ha improvisado en situaciones de todo tipo:
la proyección del film El Cóndor De Plata
Sobre Tierra Del Fuego (1928) en el Espacio Cultural La Idea (2016),
participaciones varias en proyectos documentales de su país de origen (Atlas Vivo De Chile, Música Para Un Pueblo Nuevo),
colaboraciones espontáneas con otros músicos (Walter Roblero, Mika Martini) y
exponentes de otros campos (el escritor magallánico de ciencia ficción Jorge
Baradit)... Previsiblemente, Impro
dista de ser homogéneo, pero reviste especial interés por adoptar/adaptar en un
formato comparativamente más accesible el filón improvisacional del binomio -la
media es de unos entre 8 y 9 minutos de duración. Dada esta circunstancia, los
tracks tienden a revelarse más concretos y menos divagantes. Impro se ha colgado en el flamante
BandCamp de la banda: aunque puedes escucharlo allí en su totalidad, no está
habilitada la opción de descarga gratuita.
En enero de este
año, Lluvia Ácida ofreció dos fechas en concierto: la primera el jueves 26 en
el Festival De Las Artes de Valparaíso, y la segunda en el Centro Arte Alameda
de Santiago De Chile. En ambos días, los músicos presentaron el recital “En El
Corazón De Los Hielos”, narración audiovisual que conmemora los cien años de la
odisea antártica de Sir Ernest Shackleton. En ambos días, contaron con la
participación de Jorge Baradit. La suerte que tienen algunos... :'(
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de octubre del 2013).
En más de una
ocasión, los miembros de Lluvia Ácida han aludido a la Antártida como una
puerta hacia el pasado y a la vez hacia el futuro de nuestra
civilización/especie sobre el planeta. En efecto, Rafael Cheuquelaf y Héctor Aguilar consideran que el
Continente de la Luz, como ellos lo llaman, guarda abundante información acerca
de lo que ocurrió en la Tierra desde las eras geológicas más antiguas hasta los
albores de la Humanidad -pero también advierte, por cuanto los cambios en la
Naturaleza son constantes y cíclicos, acerca de lo que nos depara el futuro si
seguimos destruyendo los recursos naturales al ritmo en que lo hemos venido
haciendo hasta ahora.
Desde Edgar Allan
Poe y su unigénita
novela, La Narración De Arthur Gordon Pym (1838), el
continente antártico ha sido fuente inagotable de fascinación
y horror -veneración que no sólo se diseminó
sobre el campo de la literatura, en el cual existe otro gran relato de terror
primordial: “En Las Montañas Alucinantes” (1931), de H. P. Lovecraft. “El versátil
celuloide”, como lo describió alguna vez el gran
Jorge Luis Borges, le ha convertido
en escenario de films como The Thing (1982) o Alien VS Predator (2004), e incluso The
X-Files situó
allí el desenlace de su primera adaptación
para el ecran -Fight The Future
(1998).
Insula In Albis (2013) es el nuevo trabajo de Lluvia Ácida
-dúo electrónico que, para más inri, no sólo es puntal de la movida de
Magallanes, sino que se ha erigido por méritos propios en gestor cultural de
referencia obligada para la región más austral de Chile. Concebido en los
formatos de audio y video, se trata de un viaje de exploración a la Isla Rey
Jorge (Shetlands del Sur), ubicada a 120 kilómetros de la costa antártica;
exploración que se refleja tanto en el mediometraje como en el CD de audio. Si
la memoria no me falla, debe ser la primera vez en toda su nutrida trayectoria
que se incluyen para libre descarga los samples utilizados en la composición
del disco. Así, podemos escuchar los sonidos que les han acompañado durante
toda la travesía: diálogos de radio en onda corta, pingüinos, la respiración de
una foca, una planta eléctrica, aviones, helicópteros...
Dispuestos conforme
a las sucesivas etapas del periplo, los doce temas de Insula In Albis no puntúan menos que su par audiovisual: desfilan
en nuestros cerebros imágenes del Desierto Helado, del Yermo Frío, de esa “Antártida
paleógena” con que a Lovecraft le gustaba soñar, sí -pero también la vida que
el Hombre ha logrado llevar en esa remota región del globo. Es un mundo libre
de esa bestia feroz que es el capitalismo, ya que todos o casi todos los
habitantes humanos de la Antártida, independientemente de la nacionalidad; son
científicos, y por ende hablan el idioma de la ciencia. Y si por ahí alguien
piensa que sería algo así como el paraíso de los weirdos de The Big Bang Theory, pues habría que
tener presentes las terribles condiciones climáticas de un medio ambiente tan
inhóspito como hostil.
Y es que,
enfrentados a un escenario tal, durísimo, cierto, pero cuya blancura
paradójicamente induce a la contemplación y a la quietud; el matemático y el
filósofo que todos deberíamos llevar dentro no entran en conflicto. Todo lo
contrario: se abrazan y se funden en un solo ser vivo, embriagado ante la
magnitud cósmica de la antigüedad y la soledad de espacios aún no hollados por
nuestra raza -el último territorio virgen de la Tierra. Excelente
disco/testimonio visual.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de enero del 2017.)
“Un país que no
tiene cine documental carece por completo de memoria e inteligencia”. Ni idea
de quién es el autor de tan extraordinaria sentencia, pero en todo caso yo la
conocí a través del amigo y crítico de cine Claudio Cordero. Siempre que las
evoco, cada palabra de esa frase resuena rotunda e invencible en mi cabeza.
Acaso ello se dé con más fuerza por el dramático contraste entre el ideal que
enmarca dicha afirmación y la tristísima realidad nacional, donde poco o nada
se hace por fomentar la concreción de filmografías documentales (La Espalda Del Mundo, de Javier
Corcuera; Su Nombre Es Fujimori, de
Fernando Vílchez). Las contadas películas que se han hecho, en su mayoría ni
siquiera pueden engrosar el catálogo del cine peruano, pues su financiamiento
proviene de capitales extranjeros y por lo mismo no cuentan -a pesar de estar
dirigidas por peruanos. Es que a los “amos” bien poco les importa apoyar
sistemáticamente cualquier expresión artística que sea verdaderamente asumida
como tal -y por ende, que colisione contra el Orden Establecido. Así, mientras
en otras latitudes títulos fantásticos como Cave Of The Forgotten Dreams (2010), Rip! A Remix Manifesto (2007), A Letter To
Elia (2010), Copyright Criminals
(2009); fomentan la discusión y el diálogo en niveles multidisciplinarios, en
el contexto de una cultura contemporánea global, en Perusalém nos acercamos
cada vez más a una nueva Edad de Piedra.
A unos cuantos
miles de kilómetros hacia el Sur, la realidad es cuando menos un poco más
alentadora. De un tiempo a esta parte, Chile ha empezado a producir excelentes
documentales que proponen distintos acercamientos a referentes audiovisuales
consagrados, reivindican su producción cultural contemporánea y escarban en la
Historia para reescribir algunos de sus capítulos -desenmascarando de paso
embustes de quienes pretendieron manipular la verdad ocultándola. Para muestra,
tres botones: El Camino De La Memoria
(2014, de Rafael Cheuquelaf),Nostalgia De La Luz (2010, de Patricio Guzmán) y Locaciones: Buscando A Rusty James (2013, del literato Alberto Fuget).
Hoy, Chile puede
darse el lujo de hablar de una sólida documentación de su historia pop, pues
existen films sobre artistas tan marcianos como Tobías Alcayota, fundacionales
como Electrodomésticos y Emociones Clandestinas, e insulares como José Vicente
Asuar. Fue este último el más destacado representante, de entre varios
coetáneos suyos, de la escena electroacústica chilena surgida a fines de los
60s y principios de los 70s -escena que recogía las principales enseñanzas de
músicos del Primer Mundo como Stockhausen, Schaeffer o Boulez; y que más o
menos coexistió en el Tiempo con su similar peruana, representada por Edgard
Valcárcel, Celso Garrido-Lecca y César Bolaños (entre otros).
Asuar, compositor
electroacústico e investigador del Sonido y sus (infinitas) posibilidades
expresivas, ha muerto el 11 de enero de este año. Había empezado a deglutir el
mediometraje documental que lo rescataba del Olvido, Variaciones Espectrales (2013), cuando amigos chilenos me
noticiaron su deceso. No dije nada al respecto en esos días, pero la espina me
había quedado clavada. La película cuenta su increíble aventura artística e
intelectual -porque Asuar fue más allá, experimentando en los 70s con la
construcción misma de prototipos de máquinas electrónicas que pudieran usarse
para crear música. Variaciones... captura
para la posteridad el momento exacto en que el autor prácticamente
¿desentierra?/¿redescubre? el computador que él mismo construyese casi 30 años
atrás literalmente a punta de latas y perillas recicladas: el COMDASUAR, que
supongo debe estar ahora en un museo de arte (como mínimo).
Estuve bastante
exaltado y emocionado tras, por fin, acabar el visionado del documental.
Lamenté no sentarme inmediatamente a escribir al respecto, pero a veces es mejor
dejar correr un poco el tiempo para mejor ordenar las ideas. De hecho, agrego
ahora que también me sentí feliz, sí, pero a la vez apenado. ¿Cómo no, si
descubro a Asuar casi en el momento mismo de su muerte? Por fortuna, el
documental lo reivindicó en el ocaso de su vida. Conviene recordar aquí una
anécdota acaecida en nuestro país, con motivo del doble Tensions At The Vanguard: New Music From Peru (1948-1979) (2012).
Cuando los organizadores del díptico fueron a buscar al maestro Valcárcel, para
pedirle permiso y acceso a fin de relanzar algunos de sus trabajos, e indagar
por los demás testimonios de la escena electroacústica peruana; el compositor
creía que estaba frente a una alucinación. Valcárcel no terminaba de asimilar
que alguien en el Perú se acordase de lo que él y sus compañeros habían hecho
entre fines de los 40s y mediados de los 70s. Algo similar debe haber sentido
Asuar cuando los responsables de Variaciones...
fueron a entrevistarle e incluso le acompañaron en su redescubrimiento del
aludido computador. El maestro, pues, partió reconocido -por escaso margen de
tiempo, pero reivindicado al fin. Después de conocer la noticia de su muerte, me
enteré de que poco antes donó a la Biblioteca Nacional de Chile todas sus
partituras.
Quisiera subrayar
dos declaraciones incluidas en Variaciones
Espectrales:
“El COMDASUAR es el
representante (...) del estado de la investigación en Chile. Y es un alto
resultado, aunque sea hecho por una persona individual. No tomar en cuenta eso
es el problema: pensar que son investigaciones que no conducen, digamos, a una
rentabilidad inmediata, que no se pueden masificar como productos... toda esa
tontería que... bueno, para qué enfadarnos”.
“Resulta que Chile,
para su desgracia, tuvo una dictadura que duró 17 años, que instaló un sistema
a la fuerza, que ningún chileno planteó (...) y que ahora estamos sufriendo,
que es el neoliberalismo (...); cuyo objetivo central es, desde el punto de
vista de la Música, establecer que la Música es una mercancía. Y resulta que la
Música no es una mercancía ni puede ser considerada como mercancía. Por
consiguiente, en este momento, que a nadie le preocupe, le interese
absolutamente nada de estas cuestiones; a mí me llama la atención, porque (la
Música) tiene una tremenda importancia”.
Esta última declaración
pertenece a Fernando García. La del párrafo anterior, no he conseguido recordar
a quién. Ambas sirven para demostrar que el Arte puede y debe convertirse en un
feroz crítico de cualquier sistema sacralizado; sea éste político, social,
económico, religioso e incluso artístico. Un orden establecido puede funcionar
como paradigma por algún tiempo, pero debe ser removido por otro con
determinada celeridad. De lo contrario, se esquematiza, se fosiliza,
inevitablemente oprime el pensamiento libre y estigmatiza a los creadores de nuevo
conocimiento. No por las puras lo sintetiza nuestro César Moro en su
incendiario lema casi bakuniano: “Por El Arte Quitasueño/Contra El Arte
Adormidera”. La obra de José Vicente Asuar y de todos sus pares, más allá de
nacionalidades ilusorias, es prueba fehaciente de ello. Descanse en paz, maestro. :'(
UPDATE
COMPLEMENTARIO
Desde que publiqué
el texto, he encontrado mucho material que avala más de una afirmación hecha en
estos renglones.
Chile crece a pasos
agigantados en lo que concierne a la memorabilia de su movida independiente:
además de los documentos visuales citados, también existen otros como Malditos: La Historia De Fiskales Ad Hok
(2004) y Hardcore: La Revolución Inconclusa (2011). Mejor aún, entre mediados de agosto y mediados de
septiembre del 2016, se emitió a través de UCV TV -esto es, por señal abierta-
la serie de seis episodios Cassette:
Historia De La Música En Chile. Cada entrega estuvo consagrada a un género,
y aunque pueden señalarse omisiones importantes (faltó una mirada panorámica al
indie, por ejemplo), este esfuerzo es tremendamente valioso para historiar el
devenir de la música pop al sur de Tacna. Como era de esperarse, José Vicente
Asuar aparece en el episodio dedicado a la electrónica.
La reputada
netlabel chilena de músicas digitales Pueblo Nuevo ha colgado para free
download el triple recopilatorio Obra
Electroacústica (2011), de Asuar. El tríptico se vale de un riguroso
criterio cronológico para disponer el track list -la pieza más antigua data de
1959, mientras que la última se publica en 1989. Ya no hay excusa para no
conocer la producción sonora de este pionero.