(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de junio del 2022.)
En los bytes que le dedica desde su cuenta BandCamp, la incesante discográfica serenense Templo Sagital afirma de Barricada Sonora que es/¿fue? un colectivo de ¿músicos? ¿no-músicos? espontáneamente organizado para plantar cara a las violentísimas represiones policiales que el fascismo neoliberal chileno avaló una vez desbordada la insurrección popular allende Tacna. Durante meses, cada viernes esta mancha informe resistió a los carabineros, apuntalada por la población civil que tomó parte en las protestas a lo largo de Chile.
Lo que la independiente no precisa -pero tímidamente sugiere- es si hubo un punto específico alrededor del cual se abroqueló esta tropa indeliberada. Aunque las circunstancias del levantamiento señalarían a la Plaza Baquedano, hoy rebautizada Plaza De La Dignidad (comuna de Providencia, Santiago De Chile), en cualquier caso el primer material grabado por Barricada Sonora se efectuó en Valpo. Dicho registro toma el nombre genérico del local en que se instalaron los ejecutantes para su realización, perteneciente a la categoría denominada “casas de abandono”: inmuebles añosos en radio urbano que actualmente cumplen la función de galerías abiertas.
Entre un ritualismo artístico que mana surrealista y la apocalíptica filiación avant de un free jazz extraterrestre; la improvisación de Casa... vacila, con la habilidad de un derviche, sobre la tenue línea que separa a unos genios del non-sense como los Residents, de una partida de bárbaros ejemplarmente inhábiles para empuñar instrumentos de cualquier tipo. Y si bien hacia el final la pieza resiente un poco la dilatación a que se le somete, quedan en azul las cuentas gracias al desafío de su propuesta y a su sentido de compromiso con los ideales que ésta ha abrazado -anticapitalismo y rupturista otredad. Lo triste es no saber si la experiencia de Barricada Sonora tendrá continuidad o si fenece con el derrumbe de la hegemonía neoliberal en el espacio sociopolítico mapocho.
Cancionero es un ejercicio de cinco pistas y media hora de duración, que arranca con “Instrumental 1”... ¡¡¡¡a golpe de guitarra electroacústica!!!! Del tema se desprende un cierto olor a folk lo mismo que a la draconiana parquedad de los Low de segunda mitad de los 90s (cf. Songs For A Dead Pilot EP). Lo fi indescifrable en su achoramiento, la turbiedad que exuda el track se extiende hasta su gemelo y cierre de jornada, “Instrumental 2” -más cerca éste de la atractiva impericia pedestre de un Daniel Johnston.
En medio del sándwich, quedan “Gregorio”, “Rumbo Al Sur” y “En Las Ventanas De Mi Mente”. Tres surcos que se pintan tanto más prolijos, pese a estar cercados siempre por un recio/reacio minimalismo que me arriesgaría a calificar de “drónico” -es eso, o la poética sadcore de su lánguido pulseo guitarrero. El color predominante en ellos es el del indie noventero con más que ocasionales accesos lisérgicos (“En Las Ventanas...”). El tempo es similar, como también ese cansino estado de ánimo que a veces nos podía a quienes generacionalmente nos identificábamos con la “X”, cuando los últimos diez años del siglo pasado comenzaron a apagarse; y que copa cada rincón del espíritu de estos surcos.
Interesante que tanto “Gregorio” como “Rumbo Al Sur” sean sendos esfuerzos por enfatizar la importancia/funcionalidad de las letras, atributo que hasta ahora el santiaguino no había cultivado, habida cuenta del perfil previo que el unipersonal esgrimía. En ambos casos, la composición de las líricas es tributaria del estilo de William Burroughs. Con matices: mientras que “Gregorio” se apega más a la técnica del cut-and-paste pletórica en automatismos, “Rumbo Al Sur” literalmente duplica casi cada frase de la letra, lo mismo que la cantidad de rasgueos por compás.
¿Cambio de paradigma? ¿Transustanciación? ¿O travesura en plan de diversión/exploración? Mardones tiene la palabra. Un poco más de filo en la espada, nomás, si es lo primero.
Hákim de Merv
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