miércoles, 20 de agosto de 2025

Panchiko: Ginkgo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de agosto de 2025.)

Más que singular la historia que le ha tocado vivir a Panchiko. Nucleado en Nottingham hacia 1997, el cuarteto llegó demasiado tarde a la resaca que afrontó el primer shoegazing, hibridando éste e indie rock merced a dos títulos de índole promocional que no causaron mayor revuelo en aquellos días: D>E>A>T>H>M>E>T>A>L EP (‘00) y Kicking Cars EP (‘01). Muy poco después de la aparición de este último, el grupo se disolvió sin pena ni gloria. Ése parecía ser su sino definitivo hasta el ‘16, año en que un usuario del site de foros 4Chan colgó el primer extended. La fuente era un CD de época que se había degradado, lo que le dio accidentalmente al upload esa textura entre scratcheada y zumbante -como si los micrófonos hubieran sido filtrados por un ventilador de pie.

Lejos de hacerse repelente, el peculiar sonido “intervenido” de Panchiko entusiasmó a las comunidades online, que avocáronse a la tarea de rastrear a los exintegrantes de la banda. De la formación original, dieron con todos excepto con el batero, de quien sólo se sabe el nombre de pila (John): Andy Wright (guitarra, teclado), Owain Davies (guitarra, voz) y Shaun Ferreday (bajista). Resucitada por aclamación popular, la terna reeditó D>E>A>T>H>M>E>T>A>L en versión extendida (‘20), añadiendo tres cortes inéditos de las sesiones del segundo EP e incluyendo como “agradecimiento”/a modo de epílogo los cuatro temas deteriorados por el Tiempo. Luego, Panchiko retoma la escritura de su crónica allí donde la dejara hace cinco lustros, reclutando al guitarrista Rob Harris y al baterista John Schofield.

Ginkgo sucede a la compilación de demos Ferric Oxide (‘20) y al reentré oficial del ahora quinteto Failed At Math(s) (‘23). Si con éste había  quedado  claro  que Panchiko  seguía  empeñándose  en  la  metamorfosis  que  lleva  del  shoegazing al  indie  rock -desarrollo que por lo demás se produjese masiva y naturalmente durante la segunda mitad de los 90s, vg. Slowdive y Mojave 3-, Ginkgo representa la culminación de este proceso tan relegado en el Tiempo. Las cualidades que reconfirmase el acto británico en Failed..., aditando una nueva guitarra y cambiando la teba, aquí ya son tomadas con la tranquilidad de estarse orientando de lleno al formato indie. Aclaro: indie del nuevo siglo y que desciende del baggy. Así principian, de hecho, “Florida” y “Ginkgo”: pop sofisticado, senescente y agridulce; que destella apagados brillos mate de ascesis ethereal noise.

La crítica especializada ha acusado falta de aire en el segmento final del disco, concretamente a partir de “Subtitles”. Más que reiteración, lo que noto es que la alineación incorpora una cubierta muy fina de baja fidelidad. Quizá sea esa película, sumada a composiciones que al pisar el acelerador a lo más que llegan es al medio tiempo con ínfulas de balada, la responsable de juicio tan severo. Un poco exagerado, para mi gusto. Ginkgo no tiene ninguna obligación de ser Failed At Math(s), porque para ello ya existe esa placa. Con ella, refrendó Panchiko ante medio mundo la vigencia de sus capacidades. Ahora es tiempo de echarse a la cama después de haber criado fama. ¿Para qué desesperarse, entonces?

Melodías envueltas en colores semicálidos, que tan pronto se desarman para aproximarse al pop marca Shelflife (“Honeycomb”, “Mac’s Omelette”) como recuperan ramalazos de distorsión para reverdecer sus días más ruidosos (“Chapel Of Salt”). A veces, ambas jugadas al unísono (“Vinegar”). Evoluciones ataviadas de rock pedestre con que soliviantar apenas el timing enfáticamente melancólico de Ginkgo (“Lifestyle Trainers”, “Shelled And Cooked”), sin abandonar nunca el toldo de que provee un sangriento crepúsculo. Voces ahogadas por la emoción, (mal)contenida a la prepo en letras como “I’ve Been The Break, I’ve Been The Cause/An Excuse We All Implore/I’ve Been The Rise, I’ve Been The Fall/You Can Go, But I Want More” (“Rise & Fall”).

Ginkgo tiene toda la pinta de un álbum inacabado adrede, sin la más leve pretensión de mostrarse como lo que no es. Difícil que sus números peguen lo suficiente como para recordárseles por separado, cosa que no sucede con la imagen grosso modo del largo. No se me ocurre alguna estrategia, de producción o de mezcla, que pudiera modificar ¿exitosamente? esta impresión; pero si acaso el cuarto opus de Panchiko quedaba mejor abortando la participación del rapero usamericano Billy Woods -Super Chron Flight Brothers, The Reavers, Armand Hammer- en “Shandy In The Graveyard”. ¡Qué manera de malograr el potencial de una canción!

Hákim de Merv

jueves, 14 de agosto de 2025

Alunaki: Misantropía // Famtaxma: Eternidad

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de agosto de 2025.)

(Sí, me declaro culpable de antemano. Es un texto algo extraño. En mi defensa, alegaré que responde a una coyuntura acorde. Para comprobarlo, basta con leerle.)

Pocas semanas atrás, Raúl Begazo anunció en redes la aparición de una nueva placa de su proyecto personal Alunaki, que el propio músico arequipeño cataloga como la tercera de su producción artística. “¿Tercera?”, te preguntarás, fiel lector/a de esta bitácora. “¡Pero si la tercera salió en noviembre del ‘23!”. Efectivamente, en esas fechas, el ex Orquídea colgó en BandCamp un LP epónimo, sucesor de Telescopio (‘20) y Sueño Ameba (‘22).

Misantropía no es otra cosa que un update de la rodaja liberada en aquellos días, entiendo hoy banneada de Internet. Para este update, dicho corpus ha vuelto a pasar por los procesos de producción y de masterización, lo que indica que el autor no había quedado 100% conforme con el (apresurado) primer resultado. Son asimismo evidentes otros cambios, de diversa envergadura: un nuevo orden en el track list, “Recuerdos Olvidados” y “WiGa” han pasado a ser respectivamente “Recuerdos” y “Wiga”, la norconeña Dafne Castañeda protagoniza un dueto con Begazo en “Tu Luz”, la portada ha sido cambiada, el docente Kris Revcam acredita teclados en “Wiga”... De manera inevitable, la sustitución recuerda el caso de Diseñar Y Destruir, póstumo testimonio de Varsovia cuya primera versión se filtró por error, publicándose la definitiva algunas semanas después.

La diferencia es que entre Alunaki y Misantropía ha pasado año y medio. Alunaki, además, no fue consecuencia de un error involuntario. Esencialmente, se trata del mismo repertorio, sólo que con modificaciones cualitativas imprescindibles de acuerdo al criterio de Raúl. La más saltante es el sonido, que ha mejorado buen trecho respecto de la toma “10/23”. En tal sentido, el incremento ofrece una fotografía mucho más limpia, a la par que pone ahora de relieve referentes estéticos antes opacados por otros -en Misantropía, Alunaki me suena más cerca de Ride y de The Boo Radleys, por ejemplo.

Por lo demás, la nueva imagen del repertorio no impugna lo que ya había dejado sentado mi reseña de Alunaki, por supuesto. Ni colores, ni calorías, ni aciertos, ni deficiencias -de hecho, este acabado más rockero enfatiza algunas limitaciones de Begazo como vocalista. Pero ésa es una historia que ya conté. Sólo tienes que hacer click aquí para acceder a ella.

Hace cinco años, finiquitaba mi comentario sobre el homónimo EP debut del cuarteto mistiano Fantaxma subrayando que necesitaba un soberano ajustón de tuercas, de cara a su continuidad vital. Esto, considerando el propósito de avanzar constantemente, que fuera expresado a través de su página en Facebook; así como la llamativa aleación indie dark con que blindase ese primer esfuerzo (de antecedentes rastreables en la chamba de los ¿desaparecidos? Aura).

Hoy es menester aplicarle cuatro o cinco escuchas a la renovación propugnada por Willington/Málaga/Blas/Herrera -imposible de soslayar, y que a la vez no alcanza a ser todo lo sustantiva que debiera. Por vía de la rojinegra Uku Records, Fantaxma ha editado Eternidad, mini-álbum en realidad calificable como maxi-single al estar compuesto por sólo dos surcos inéditos, amén de cuatro relecturas de éstos. Si encima se considera que el track que da nombre a este esférico tiene todas las señas de asumirse como “A-side” de un 45’’ virtual, dejando al otro en la a ratos incómoda situación de ocupar el consabido “lado B”, la cosa se pone más peliaguda.

Abre la jornada “Eternidad”, y desde el vamos es notoria la transformación en el output del grupo. Si sobreviven algunos indicios de ese pasado que coludía al indie rock de este siglo y al darkwave, precisamente son eso: restos, huellas, asomos. A sus hundidas espaldas se aúpa una eléctrica embebida de distorsión todavía ruda, como dejando en claro que la apuesta viene guarnecida de pedaleras. La voz del también guitarrista Lenin Herrera, sin embargo, no tiene intenciones de susurrar. Por eso, prefiero hablar de noise rock antes que de shoegazing. Si acaso, en sus momentos de mayor despliegue punchero consiguen adscribirse a ese marbete, conectándose al primer Resplandor (Sol De Hiel EP, 1998).

¿Y entonces? Pasa que, ya encausada de lleno en el rubro, “Oración” es una pieza muy poco extensa. Cuando parece que va a comenzar a reventar, cae presa del fade out. En conjunto, ocho minutos y sencillo, duración exigua para presentar la metamorfosis sin apuntalarla. Porque las consabidas versiones añadidas -tres de “Oración”, sólo una de “Eternidad- no lidian con el reto. Tampoco les compete hacerlo. Bien sea que “Oración” termine inundada de una sobrecarga tal que la afantasme (Fiorella16), bien que se alargue gracias a la de palo y a una pandereta, bien que le cambies el fusible en las seis cuerdas (Miguel Málaga) por uno más rockero (Raúl Montañez); el saldo no se trastoca.

Y sí, la interpretación ‘Etéreo Drone’ de “Eternidad” suma atmósferas dub, fortaleza y algo de espectral (neo)psicodelia. Estas peculiaridades, no obstante, no me hacen olvidar que es a fin de cuentas una relectura. Que cumple con su cometido, sólo para poner de relieve que Eternidad trae muy poca carne -y no precisamente harto hueso, pero sí unas cuantas capas de grasa, lo que termina generando la misma impresión.

Hákim de Merv

jueves, 7 de agosto de 2025

Bondage: Homoplaxmosis EP // Rifle: Beyond Paranoia

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de julio de 2025.) 

Eyectado en mayo último, Homoplaxmosis EP da cuerpo a una interesante trasmutación en la travesía del acto liberteño Bondage -travesía que ya alcanza 13 largos años de vida. Cierto, una no muy prolífica, puesto que con el extended apenas llega a los cuatro capítulos discográficos. Instancia por lo demás comprensible, dados el talante arisco y los crujidos harto inasequibles del unipersonal de Juan Carlos Paredes Jara. Ello, sin detenernos en las “obscenas” connotaciones de su denominación, que todavía interpela falsos recatos de una sociedad como la nuestra. 

Luego de darse a conocer con la reedición (‘13) de su epónimo estreno (‘12), Bondage ha vagabundeado husmeando insistente en esas zonas francas en que se enyuntan la electrónica analógica y el Ruido en su acepción más cruda e intensa. Con números que van del synth punk menos aquiescente al industrial a un paso de la hipérbole absoluta, el peruano siempre ha batido campanas llamando a la hecatombe de las convenciones, al Armagedón del establishment, a la demolición de las apariencias. Sus trabajos coadyuvan esa cruzada, asimismo, faltos de requisitos “formales” como la alta fidelidad y los modos recurrentes en aquello que todavía entendemos por “canción”. 

No es que Homoplaxmosis EP desande el camino. Lo que hace es mitigar las turbulencias y desbastar las salientes de que se apertrecha de continuo la música de Bondage. ¿Con qué propósito? Con el de permitir la inserción de otros códigos, en frecuencias similares éstos a los que viene empleando desde hace más de una década el individualista norteño. En “Pesadilla”, por ejemplo, la machacona batería y el constante regodeo del bajo me hacen pensar en Chrome. La banda de Damon Edge y Helios Creed es conjurada también en la pista homónima, junto a otras referencias convergentes como la no wave y el primer Neubauten.

El extended, entonces, incorpora tímbricas propias del after punk anglosajón y del post industrial. Esta mixtura cuaja en incendiarios pasajes de un post punk garagero atravesado de dub escabroso y de reverb maligno (“Sacrificios”), en tensos accesos de noisica entropía industrial/post industrial (“M.CV.E”), en fárragos dignos del pandemónium más lacerante que puedas concebir (“Harto Del Reptil” o Public Image Ltd. en mal viaje de merca adulterada). El calicanto que cohesiona y da homogeneidad al EP sin pasteurizarle, como no podía ser de otra manera, lo proporciona el bombeo permanente de una correntada de ruido turbio y perturbador -el mismo del que Paredes Jara ha dado generosas muestras en jornadas anteriores.

Difícil ser aún más ilustrativo acerca de Homoplaxmosis EP, artefacto que logra desafiar incluso las taxonomías más flexibles -a mí me ha hecho reconsiderar el lugar que ocupa en la vasta Meloteca de Babel.

La nueva entrega de Rifle viene antecedida de una historia de desavenencias, pero también de pergaminos en las mezcla y masterización. En cuanto a lo segundo, al mando de la consola estuvo el chileno Ignacio Rodríguez (a) Nes, baterista de ese grupazo que ¿fue?/¿es? La Hell Gang. No creo necesario abundar más acerca de uno de los combos puntales de la movida stoner al sur de Tacna, distinguido por enarbolar el fuzz cosecha psicodelia sesentera como piedra basal de su accionar sónico.

Y en cuanto a los intrilingüis del trío, refiere éste que en el ‘23 el bajista y vocalista Alejandro Suni-Álvarez se mandó mudar a Canadá. Volvería más adelante, sólo para ver cómo el baterista Julio César Araujo (Kurandera, Brujo Mayor) zafaba. Suni-Álvarez y el guitarrista Magno Mendoza consiguieron moldear una versión demo del disco. A punto de ingresar al estudio a darle forma definitiva, regresó Araujo para ocupar su justa posición en el line-up. Completos, grabaron las sesiones de Beyond Paranoia en el estudio Dragón Verde. La crónica se consigna en el BandCamp de Rifle.

Me deja un poco confundido este Beyond Paranoia. Posee un sonido mucho más clásico que el debut Repossessed (‘22), al punto de no quedarme claro si lo suyo ahora es un stoner rock estofado -del verbo estofar, por siaca, cf. la RAE- en heavy psych y blues, o si actualmente optan por abrazar un heavy psych stoneado y bluesero. En ambos escenarios, nótese, el blues es un ingrediente con visos de imprescindible -pero no por ello protagónico, como atestiguan “She Got A Spirit” o la senescente “Inner Whisper”, de pudorosa ascendencia hendrixiana las dos.

Por otro lado, y a tono con este cambio de registro, la voz de Alejandro se decanta hacia el susurro. En Repossessed se echaba de menos algo de fuerza y/o vehemencia, que le hiciera estar acorde con la robusta convicción stoner y la avasallante rapidez cuasi metalera exhibidas por sus hermanos de armas. Ahora que la terna templa bríos y atempera ferocidad, la performance de Suni-Álvarez se acomoda mucho mejor (“Beyond Paranoia”), en coincidencia con las enteogénicas composiciones de ácido desert rock susceptibles de prolongarse indefinidamente. Hay excepciones, sí, como el tanque blindado que supone “She Got...”; pero en ningún momento los decibeles suben tanto como para dejar al también bajista en off-side.

Falta agregar unas cuantas palabras acerca de las baquetas. Casi ninguno de los canales arranca desmarcándose de los medios tiempos, circunstancia que nos permite apreciar la pródiga contención a que se aplica Araujo desde la teba (“Break The Voodoo”). Cuando debe soltar amarras, empero, no tiene empacho en redoblar esfuerzos a fin de elevar el pulso (“Gipsy Spell”, “Inner Whisper”). Se le siente concentrado, en armonía con los otros dos tercios de Rifle. Si Repossessed es un sonoro cachetadón de bienvenida que recomendar, Beyond Paranoia no se merece menos -muestra un reverso más mesurado de pesado rock lisérgico, cuyo potencial está en condiciones de difuminar horizontes.

Hákim de Merv