Mostrando las entradas con la etiqueta Psych. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Psych. Mostrar todas las entradas

jueves, 26 de mayo de 2022

Aloysius Acker: Otoño / Invierno EP / S/T // Kaiser: Cállate, Mira Y Escucha EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de mayo del 2022.)

Se ha mostrado asaz diligente José Rodríguez vistiendo desde hace algunos meses las sedas de sólo uno de sus proyectos personales. En la veintena de noviembre pasado, Aloysius Acker colgó cuatro pistas en un link que cumplía la función de lanzamiento, aunque originalmente éste carecía de nombre (“...agrupadas sin intención de conformar un disco o EP...”, expuso el músico en su muro). Ya en febrero del ‘22, salió un mini-álbum con la enigmática denominación de S/T, genérico marbete del que siempre he descreído -a menos, claro, que realmente lo que se quiera decir es “S/T” y no “Sin Título”. En la medida en que uno y otro registro no se distancian entre sí, y dada la brevedad de ambos, reseñarles por separado se hace tarea difícil de encarar para cualquiera; pero sobre todo fútil.

Si en Vergel (3/21), Rodríguez había comenzado a maniobrar el timón del excelente unipersonal hacia estéticas electrónicas favorables a/coincidentes con el refinado shoegazing de sus primeras referencias, tanto en Otoño / Invierno EP como en S/T el cambio de curso ha parado en seco. Incluso podría decirse que el viaje inexorable hacia el ambient digital no sólo no continúa, sino que ha desandado uno o dos pasos. Para bien, subrayo: Aloysius Acker se echa el clavado sumergiéndose hasta el fondo en el lagar de un post rock vítreo, cristalino, cuya superficie se mece tupida por opalescentes vapores. Las delicadas notas de sus composiciones se derraman sin entrecortarse, como en un ensueño -propiedad que no se arredra ni siquiera en sus viñetas de mayor apasionamiento, como “Lejanía” o “Recuerdo Que Eras Como Las Nubes”.

Los tersos tramados oníricos que teje el limeño reconfortan y cobijan por igual a quienes les escuchan en el mini-LP y en el extended. No obstante, es en este último que noto una mayor similitud con el sofisticado muzak neoclásico del fallecido Harold Budd. No sólo por una mayor presencia del piano -“Pequeña Elegía” y “Un Día En Invierno Muy Temprano” no serían lo mismo sin esa distintiva sonoridad-, sino también porque en S/T Aloysius Acker se permite sumar al output programaciones y/o secuencias en estado embrionario. Las tímidas/elementales figuras que éstas sugieren/bosquejan, espaciosas y discontinuas, ciñen de una extravagante aureola de voluptuosa irrealidad a canales como “Nadie En Casa”, “Olvidar” o “El Jardín Por La Tarde”. Presencia menor en S/T, el lo fi dosificado de “Eguren”, “Hallar Tu Sombra” y la final “Solitud” acaba por darle al álbum un brillo distinto del que nimba al EP -el del dream noise.

Dos exquisitas miniaturas con que Rodríguez nos recuerda algo que a veces solemos olvidar prontamente: en ningún lado está escrito que es imperativo estar descubriendo la pólvora a cada rato -y aún si así fuera, hasta puede ser indispensable retroceder dos pasos para poder adelantar tres.

Intrigante el transitar de Jean Paul Kaiser por los vericuetos de las escenas independientes nacionales identificadas con el rock grávido/áspero/iracundo. Ha formado parte de los históricos Kaos General (clásico perteneciente al movimiento del rock subterráneo ochentero), de la misma forma en que ha integrado Yiggael, 3AM (otro de los tantos rostros de Miguel Ángel Burga) y Los Entierros. Su diversidad de registro es, pues, cuando menos encomiable: hardcore punk, doom metal al mango, garage space, psych drone, meta stoner...

Desde el ‘20, este devoto de la saga The Omen -Yiggael es el enloquecido monje que pinta los rostros del Anticristo (descubiertos en la segunda entrega de la franquicia), el primer CD de Los Entierros se llama Discípulos De La Vigilia (satánica feligresía que ayuda a Damien Thorn a cumplir sus designios en Omen III: The Final Conflict)- lleva adelante una travesía solista que debutase a fines de marzo, vía extended eyectado por Tóxico Records (escudería de Gatoebrio, Mazo, Reino Ermitaño y Tortuga). Grabado con el concurso del bajista Carlos Vidal (Ciudad Veneno, La Ira De Dios) y del hiperprolífico Herrmann Hamann, quienes vienen secundando al ex KG a partir del ‘21, Cállate, Mira Y Escucha EP ilustra el espinoso/enrevesado crossover donde se volatilizan muchos de los ingredientes antes listados -además de otros como la new wave, el post punk y la psicodelia.

El extended se compone de dos piezas, si bien entrelazadas, diferentes. Rompe los fuegos “Encerrado”, sampleando parte del diálogo entre Dean Brooks y Jack Nicholson (One Flew Over The Cuckoo’s Nest, 1975). El corte es una contundente demostración de resonante proto-punk garagero acunado por cavernosas oquedades megalíticas, con una ácida vibra entre stoner feral y dark necrofílico. Sediciosa combinación la suya, que de por sí concita rápidamente el interés.

“Autómata” marca vehemente contraste al tratarse de una canción de revoluciones sensiblemente menores. Preso de un cansino agobio y de un sentimiento de insondable desasosiego, su espíritu yace en el mausoleo del dark rock de los 80s, poseído por lúgubres climas de exasperante tensión y atribuladas atmósferas de teclado (cortesía de Hamann, también a cargo de mezcla y masterización). Coronan la faena en “Autómata” esa performance vocal a lo decrépitamente aguardientoso crooner de carretera que Kaiser escupe, así como la pesada hipnosis cuasi industrial que destilan las eléctricas de Jean Paul y Herrmann -heredadas tanto de Alien Sex Fiend como de Killing Joke, influencias capitales para este acto.

Entiendo que ambos temas han sido grabados entre el ‘20 y el ‘21. Teniendo en cuenta lo mostrado en ellos, el saldo es alentador, pero asimismo breve. Demasiado, diría yo. Ojalá pronto haya nuevas noticias de Kaiser, que con este EP -un single, en la práctica- nos deja apenas con la miel en los labios.

Hákim de Merv

jueves, 23 de agosto de 2018

La Vie: Magic Mushroom // Comfuzztible: Sauce Fucsia // Vida En Marte

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de agosto del 2018.)

Cerca de un año atrás, celebré el debut de un proyecto que había visto la luz bajo los cielos de la Ciudad Blanca, si bien su único impulsor no es originario de allí -ni tampoco peruano: Solar Ritual. ¿El título en cuestión? Animales Del Sol. Lo que son las vueltas que da esta vida: hoy celebro la quinta obra in extenso de otro acto individual sureño, éste sí mistiano de cuerpo entero, que guardase hasta el año pasado algunas semejanzas con lo mostrado por SR. Me refiero a La Vie.

Diego Romero, ex Post-All y guitarrista de Peter Pedro, es quien se esconde tras este alias; muy mentado desde que empezase a llamar la atención con su tercer largo, Conexión (2014). A raíz de éste, le presté oídos a su producción anterior, que incluye el Do It Now EP (2013). Tanto el extended como My Days In The Capital (2012) y Be Like The River (2013) me hablaron de una apuesta constante por canciones acústicas que rompen el molde inmaculado de una pop song, sin dejar de ser tales. Hay quien afirmaría que ésa es la esencia del indie rock, pero La Vie bebe además de otras aguas. Se agita en sus discos algo que evoca a Nick Drake, a Stars Of The Lid, al Mark Kozelek solista, a Explosions In The Sky, e incluso al flaco Spinetta. El peso de estos nombres perfila una identidad que fluctúa entre el indie y la variación más agreste del post rock -la americana. ¿En común? La inclinación de ambos bancos sonoros por el acid folk. Agregas el catalizador pop y la resultante cuaja en jornadas como el posterior Autodidacte (2016) y el 7” Cada Día Es Una Vida En Pequeño (2017).

Lo inimaginable sucedió en este 2018. For La Monte Young 7”, segundo single digital, que homenajea al octogenario compositor de vanguardia usamericano; es un ejercicio de despojado ambient noise que se entiende en tanto su condición de tributo. Hoy podría aventurarse que en realidad anunciaba una metamorfosis formal concretada en la siguiente parada.

Ésta, Magic Mushroom, sale en junio. Casi enteramente armada a partir de instrumentación y procesamiento electrónicos (una guitarra eléctrica acompañada del respectivo e-bow, una laptop, loops, un teclado), con esta placa Romero ahora apunta hacia Boards Of Canada, el tutelar Eno, PanSonic, DJ Shadow e incluso Neu! Lo interesante es que la esencia del sonido LV no ha mutado, sino que descuella revestida de parafernalia digital. Y si bien un gran paso para experimentar con los sonidos de naturaleza electrónica fue el consumo de hongos -de ahí el bautizo-, más inclinó la balanza el descubrimiento de la venerable tradición electrónica.

Dos nombres ha ofrecido el músico para comprender Magic Mushroom, ambos dúos: Boards Of Canada y Neu! Me quedo con el 50% del legendario binomio kraut rock alemán que aún vive: Michael Rother. La sabiduría proto-ambient, imbuida de belleza contemplativa y acuarelada, con que el germano diese cátedra en sus LPs solistas; se percibe en el nuevo La Vie a través de sus momentos de frecuencias en technicolor (“Cuando No Hay Un Yo Hay Dicha”), en el robusto aumento de las capas de sintetizador como materia prima para la construcción de los temas (“Más Allá Del Pensamiento”), en el notable enriquecimiento de las texturas timbrales (“Engaño Mental”).

El amor de Romero por el pop sigue vivito y coleando, no obstante. Ello, aunque, hacia el final del viaje; La Vie permee su nueva piel hasta ser atravesada por abstracciones sonoras más enrevesadas (“La Atención Es El Principio De La Inteligencia”, “El Silencio De La Mente Es La Belleza En Sí Misma”). Recomendable para vuelos enteogénicos en estos días grises.


Aprovechando que estuve por Arequipa en mayo, logré hacerme por fin de un ejemplar de Sauce Fucsia (2017), nuevo trabajo de Comfuzztible que a la vez comportase su retorno a la escena characata. Para quienes no le conocen, Comfuzztible debuta en el 2007 con un epónimo que concitó buenos comentarios, dada su sonoridad deudora del psicodélico revival garajero-surf que se soliviantase en la década pasada -saltando hacia la misma vereda que Los Protones y su anterior encarnación, Manganzoides. Un año después, se libera un EP para libre descarga, Fuzz Propano; que no consiguió reeditar los logros del epónimo. A mí no me desagradó, tal vez porque fue lo primero que le oí a la banda (el debut lo encontraría años más tarde, en una tienda de Galerías Brasil).


Felizmente, el cuarteto se ha mantenido todo este tiempo tocando en vivo y componiendo, hasta que decidiera regresar con nuevas entrega y formación. El line up original estaba compuesto por Piero Chávez Velando (voz y teclado), Coco Herrera (batería), Víctor Abarca (guitarra) y Luis André Talavera (bajo). El lugar de este último ahora lo ocupa Joaquín Castañón. La lisérgica portada recibe ecos apagados del arte de discos como los de Jimi Hendrix o The Grateful Dead, lo que indicaría que se ha dado más protagonismo al viejo rock ácido de esos cada vez más lejanos días. Esto, sin embargo, no es tanto así: como sucedía en el epónimo, lo de Comfuzztible es rock protopsicodélico de movedizas melodías, guitarras pericoteras con habilidad para el quite limpio, vocalización en plan de delirio persecutorio, y un groove que invita al desenfreno tal cual aquel “ritmo enfermedad” que se viralizase en la Lima de fines de los 60s.

La novedad respecto de Comfuzztible estriba en el incremento exponencial/adrenalínico de fuzztone y, sobre todo, de Farfisa. Desde “Invasores Del Espacio (Ella Va A La Playa)” hasta la revivalista “Revolución”, ambas fuerzas tallan cada número de Sauce Fucsia, convirtiendo a la mayoría de ellos en un coctel molotov de desbocado y quemante rock cavernícola. Y si uno de estos dos pistones gana el pulseo, ése es el Farfisa, que redondea las tomas finales en performance tan chillona como la de Tren Fantasma (amago clandestino de Diego García, del recordado fanzine Sótano Beat); sólo que en registro mucho más proteico. Canciones como “Spiral Dance”, “Calle Abajo”, “Extraña Piel” y “Flash” no serían lo mismo sin la presencia del consabido órgano.

Comfuzztible no siempre hunde el pedal en el acelerador. Tras “Ese Cristal”, y con la excepción de “Césped Primaveral”, track en el que la banda se transfigura para mostrar su lado más oscuro/agresivo/contemporáneo; los medios tiempos hacen las delicias de las generaciones que vivieron el Verano del Amor en San Francisco. Ello no veda espacio para solos ígneos y punteos acibarados, como el de “Césped Primaveral” (a cargo de Miguel Ángel Burga, invitado de lujo -La Ira De Dios, Culto Al Qondor, 3AM-) y el de “La Chica Del Puente”, respectivamente.

Disco a escuchar con el volumen al tope, Sauce Fucsia marca el retorno del combo mistiano psych-garagero. Si decide nuevamente parar, espero que el reentré no vuelva a demorar nueve años (o más).


La navidad del 2015 trajo como regalo inesperado la publicación de En Bancarrota, estreno de los arequipeños Hombre Del Espacio. Formado en el 2014 por Luis García (bajo), Herber Paredes (guitarra, voz) y Fernando Morales (batería); el trío de indie rock casero consagró el 2016 a la difusión de su primogénito, cerrando el año con La Navidad De Raúl Armas 7’’. Desde entonces, los triates se hallan de para: aunque hace poco (julio) se ha editado nuevo sencillo con dos demos de lo que eventualmente sería un segundo asalto (“Cine Millonario (Versión Invierno)” y “De Hecho, Aún Sigo Rockeando”), los miembros de HDE consideran al grupo todavía inmerso en el receso.

Algún tiempo después de editado En Bancarrota, Herber Paredes se saca de la manga el chaplín de Vida En Marte. Bajo este seudónimo, el guitarrista ha estado lo suficientemente activo como para acreditar a la fecha cinco lanzamientos -sin contar con que, en paralelo, ha dado curso a otro mote unipersonal de apariencia colectiva: Mente & Los Manuscritos (con el que ha puesto para free download Una De Tus Vidas Prestadas EP, 2017).

Apenas germinado, VEM abrazó el catecismo de todo músico de dormitorio -el indie, otra vez. Ruido, pop, ludismo en el testeo de sonidos; son variables que también están presentes en Hombre Del Espacio, si bien más cohesionadas en un formato reconociblemente rockero. El debut Días EP (2016) recoge la impronta del terceto desnudándola hasta lo más básico (“Fábrica De Falsas Memorias”, “Sueños De Frágil Cristal”). Posteriormente, el sureño se ha dejado arrastrar por el lo fi, en un caso de abducción mucho más severo que el de Peatón (por citar un nombre coterráneo).

El lo fi prioriza la urgencia y la vitalidad antes que la pulcritud de registro y el ensayo cuadrado, de modo que lo grabado por Paredes tiene una pinta bastante sucia, lo cual no oblitera sus impacientes despliegues de energía e inventiva pop. De este modo, paulatinamente Vida En Marte se ha alejado del sonido de Hombre Del Espacio. Si en Días EP todavía quedaban resabios del sonido de la terna, en Nietos Cósmicos (2017, single de cuatro temas) esos residuos desaparecen ante el vuelco hacia hechuras pop melódicas dominadas por la Baja Fidelidad, acicaladas con anotaciones raspantes más propias del “hssssss” del cassette, con fade outs arbitrarios, con outputs de retroalimentación -¿a qué punto?- involuntaria. El mismo sino han seguido los otros dos singles, Pornografía Nostálgica (2018) y Mis Beatles (2018), así como el otro EP, Reporte Rápido Del Alma (2018, magníficas “Mi Anticipado Rescate” y “Ladrones De Sinergia”).

Una mixtura senescente de noise, melodioso pop minimal y hasta elementos repescados del folk (sobre todo en el primer round); es la que preside el universo personal de Herber Paredes. Como aparentemente va en serio la cosa, no hay que preocuparse de que un posible regreso de HDE corte la trayectoria de Vida En Marte. Ni la de Mente & Los Manuscritos, que ya ha amenazado con reaparecer.


Hákim de Merv

lunes, 19 de junio de 2017

Yajaira: 20 Años

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de mayo del 2016.)

Cuando llegué a Chile, hace catorce meses, tenía entre ceja y ceja tres nombres indispensables: Shogún, Yajaira y Congelador. Conseguir la mayor cantidad de material posible relacionado era, ciertamente, uno de los objetivos de mi viaje. Verdad que mucho de ello está disponible en Internet, pero yo siempre le doy preferencia al formato físico por encima del MP3: no sólo debido al booklet y a la info contenida allí, sino también por apoyar a los grupos latinoamericanos. El Destino tuvo otro parecer: de Congelador, no encontré nunca nada. Y de Shogún, apenas el doble que comenté en días ya idos, La Rata (2004).

El caso de Yajaira es igual al de los anteriores, aunque las circunstancias fueron distintas. El día anterior a mi regreso pude ganarme con el directo que celebraba sus 20 años de existencia, en El Bar De René. Para la ocasión los triates dispusieron una mesa donde podían adquirirse sus trabajos, amén  de  los  de  Hielo Negro, banda hermana  magallánica  casi  tan longeva como los propios Yajaira -faltó, sin embargo, muestrear a los sorprendentes teloneros, Vago Sagrado. Para esas fechas, no obstante, mucha de la bolsa de viaje ya había sido invertida; así que sólo tuve opción a compra de un disco. Los albums de Yajaira los he descargado poco a poco desde Internet, lo que me decidió por el disco recopilatorio de rigor orquestado para abrillantar el aniversario: 20 Años (2016).

Hablar de esta rodaja lumínica implica, por fuerza, referirse menos al menú seleccionado -al que los fans siempre le encontrarán reparos- que a la trayectoria de Yajaira. Una banda que nace a fines de 1995, de las cenizas de Jusolis, y que estuvo integrada durante los primeros años por el baterista Sebastián Arce (Pánico), el guitarrista Samuel Maquieira y el bajista/vocalista Miguel Montenegro a.k.a. “Comegato” -cuya presencia incorpora al grupo a la saga de proyectos descendientes en mayor o menor grado de los míticos Supersordo. Hoy, con el reemplazo de Héctor Latapiat en bombo y baquetas desde fines del 2002, la terna continúa su ya dilatada carrera tras el paréntesis de 4 años (acaecido entre el 2006 y el 2010).

Recibí más de una lección aquella noche de sábado en Santiago. No sólo lo digo porque lo del portaestandarte del stoner chileno fue apabullante: la feroz gravidez y áspera iracundia de sus composiciones no devenían en canciones aburridas e inanes, sino en mazazos de rock enloquecedoramente enérgico, producto de un elemento catalizador decisivo -el punk. Lo digo también por la actitud respetuosa del público chileno para con el prójimo. Ya me lo había advertido Claudia Trejos: cuando le dije que quería meterme en medio de la concurrencia para entrarle al slam o al pogo, me miró como si no supiera de qué le estaba hablando, asegurándome que “la gente acá, en tocatas de este tipo, es tranquila”. “Ver para creer”, dije yo. Y creí: apenas empuñó Yajaira los instrumentos, el headbanging se hizo viral, pero cada asistente guardaba su distancia para no incordiar al de al lado. Es más, en medio del público se distinguía nítidamente un camino vacío que llevaba hasta el baño, en caso alguien necesitara usarlo. Me quedé gratamente sorprendido por esta experiencia, pensando además cuánto de este sentido común para con el otro nos falta en el Perú, donde todos se apretujan contra todos quiéralo uno o no.

La sorpresa se eclipsó con prontitud ante el airado mäelstrom casi feral de stoner doom que bajó desde la palestra. Pese a los lustros recorridos, aún puede rastrearse en los lives del trío ese feeling rocker improvisacional al que apelaban en sus inicios, hoy convertido en una red de conexiones telepáticas. Maridando metal, space rock, psicodelia sesentera, punk; Yajaira desplegó sobre el respetable un repertorio en líneas generales equivalente al prodigado en el 20 Años. Las atmósferas lisérgicas y opresivas se sucedieron dinamizadas por ese género cosecha 77 al que generaciones enteras le debemos todo, y la Realidad comenzó a agrietarse...

Lamentablemente, no pude quedarme hasta el final de la presentación. El sábado había sido agotador, y Claudia ya estaba quemando petróleo para acompañarme a la distancia. No correspondía sino regresar a la base de operaciones para reparar fuerzas -pues el día siguiente, último de mi estadía en Chile, aún tenía que aprovecharse al máximo. Con todo, haber estado en un concierto del terceto fue una vivencia sin parangón. Qué Natas ni ocho cuartos, carajo: Yajaira le hace la cagada a todos sus pares latinoamericanos. Un grupo chileno de talla mundial -y ya van...


Hákim de Merv

miércoles, 7 de junio de 2017

Cholo Visceral: Vol. II // El Jefazo: El Jefazo // Ancestro: El Regreso De Los Brujos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de noviembre del 2016.)

Con la edición de los debuts tanto de El Jefazo como de Ancestro, se termina de evidenciar el giro que ha dado un sector importante de la escena independiente nacional, hacia estuarios largo tiempo sin surcar. Ciertamente, un regreso hacia estilos muchos de ellos pre-existentes al apocalipsis punk -viraje que no sólo se está produciendo en nuestro país.

Y es que hoy ya no es inusual encontrarse con grupos que enarbolan el estandarte de músicas sísmicas, hercúleas, pétreas. Pareciera que, de pronto, la psicodelia, el space rock, el doom metal y el prog hubieran vuelto a reverdecer laureles; insuflados de nueva vida gracias al stoner rock. Pareciera, sí, aunque ese soplo no es ni tan repentino: recuerda que, en la década pasada, fuimos testigos del surgimiento de La Ira de Dios (de Miguel Ángel Burga) y de Serpentina Satélite (de Carlos Mariño, Félix Dextre y Aldo Castillejos), combos insulares en cuanto a su filia por los sonidos lisérgicos de los últimos 60s y los primeros 70s. La Ira... iría más lejos todavía, evolucionando hacia el stoner y el space de Hawkwind y Motörhead, en una trayectoria -reconocida incluso en países de feligresía rock exigente como Alemania- que cuenta con media docena de discos publicados.

Estos sonidos telúricos, macizos hasta la hipérbole, de volumen y superficie monumentales; no son producto, sin embargo, de un mero rejunte de todas las influencias citadas en el párrafo anterior. Claramente, el conjunto termina avasallando mucho más que la suma de sus componentes. Medios tempos en cámara lenta, el bajo haciendo exasperante gala de una gravidez lerda, voces melodiosas pero quebradizas (o metálicamente compactas hasta el fárrago), las guitarras casi subterráneas (con acoples o sin ellos). Con estas herramientas, grupos como Flor De Loto, Búho Ermitaño o Stonearth (¡¡¡de Arequipa, papacho!!!) construyen jammings sin final visible/audible, con espacio para solos de una pretérita soberbia, que devienen en indescifrables laberintos de basalto... Todo ello, especulo, sumido en pródigas dosis de alcohol y de cannabis indica/sativa.

Supercaos (Paraguay), Yajaira (Chile), Fuzzly (Brasil), Dragonauta (Argentina)... Éstos son sólo algunos de los nombres que hoy azotan América Latina desde similares coordenadas, ejem, “estilísticas”. No puedo hablar en profundidad por los hermanos países, salvo acaso Chile (Hielo Negro, Apocalipsis, Vago Sagrado, Nubosidad Parcial, Platillo Volador...), pero en el Perú, estas formas de hacer música sincronizan espontáneamente, gracias a su peculiar genealogía; con experimentos como el efímero proyecto Shambhala, con adalides metálicos como Nocturno (de Heinz Wuttig y Félix Dextre), y con power tríos de dieta entre hard rock y funk, como Stretch It To The Limit -de quienes no se ha sabido nada después del debut Zombie “Extraterrestre” Ryan (2014)-.

Semejante capacidad de apertura, felizmente, no ha impedido la aparición de tres vertientes decantadas según qué bandas hayan decidido darle más pesó a qué variables; de entre todas las accesibles al conjunto entero. Están las que se encuentran cómodas con el rótulo de “progresivo”, aún cuando el estilo de Van Der Graaf Generator y King Crimson sigue cargando con el sambenito de “música pomposamente hueca”. Allí dicen presente Cholo Visceral y Virgen Sideral (de Paul Saavedra y Nagel Díaz).

Están también las que se inclinan más por el stoner rock, como Ancestro, Stonearth, Spatial Moods y El Jefazo. Y, por supuesto, las hay con devoción por referentes noventeros de estética brutal: Búho Ermitaño, El Cerebro De Gregorio Samsa, Rapa Nui... Lo interesante es que ninguno de estos nombres se priva por completo de usar elementos que son de uso común al interior del contingente. Grupos hermanados en un magma cataclísmico, un géiser de alcance dantesco, sin etiqueta definida. Alguien querrá hablar de post stoner, pero no es éste un discurso sonoro superado por esta tropa. Yo propondría, modestamente y desde luego que sólo para efectos prácticos, el marbete de “meta stoner”.

En el discurrir del Tiempo, han coincidido tanto los referidos debuts de El Jefazo y Ancestro, como la edición del segundo disco en estudio de Cholo Visceral. Estos últimos han acumulado suficiente kilometraje -grabaron el año pasado un recomendable registro titulado Sesión Diamante, bajo el sello Diamonds And Knives Records- como para elaborar un trabajo bastante más denso que su ópera prima.

Efectivamente, Vol. II destila una oscuridad malsana. La espiritualidad del disco es asfixiante, dejando apenas margen para respirar de vez en cuando -si puedes, sal a la superficie a reconfortarte en el halo cósmico que permiten respirar los contados segmentos de inspiración andina. El resto del tiempo bucearás en engrudo... lastrado por piedras en los pies y en la espalda, mientras te aplasta la escucha de temas como “10 Años De Terror” o “Jarjachas”. Olvídate del primer disco y su cuota jazz, del que sólo sobrevive el pulso improvisatorio. La única luz que verás será la del fuego que te envolverá hasta rostizarte -los cholos más viscerales que nunca: Arturo Quispe, Manuel Villavicencio, Joao Orozco, Israel Tenor, Max Vega, Nagel Díaz (sí, el de hace un rato) y Silvia Tello (¡¡¡en el theremin!!!).

El homónimo disco de El Jefazo debe contarse entre lo mejorcito que está saliendo del continente en la actualidad. Tracks como “Estampida”, “Megalodonte” y “El Cañón De La Eternidad” descerrajan una marea de doom psicótico, conciso pero flamígero, con una mala onda/vibra que se hace proverbial. Visiones de los abismos terráqueos interiores, cuyas simas son pesadillescos océanos de ácido... Colisiones incesantes entre las baquetas y las líneas de bajo... La terna conformada por Carlos French (bajo), Bruno Sánchez (guitarra) y Renán Monzón (batería); arranca con pie derecho gracias a un disco que debe ser lo más cerca que se ha hecho aquí al subgénero stoner conocido como “sludge”.

Con el debut a punto de lanzarse en formato físico, los trujillanos de Ancestro no se quedan atrás para nada. En El Regreso De Los Brujos, el principio básico, fundamental, de su arquitectura; es el riff convulso y desértico. Herramienta indispensable, pero no única: los teclados de incierta psicodelia te catapultan violentamente a territorio metal, sin privarte de las delirantes alucinaciones consustanciales a los placeres del ácido. Sonido seco, cíclico, como corresponde a las proximidades de la urbe de residencia de Rodrigo Rodríguez (batería), Diego Cartulin (guitarra) y Boris Baltonando (bajo): la ciudad de Trujillo, al norte del país, rodeada por los inacabables desiertos costeños. Lóbregas fantasmagorías hard, ambientes entre místicos por su infinita letanía y satánicos por su atmosférica penumbra... Otro trío que se las trae.

Si lo tuyo es aquello que el gran Lou Reed llamaba “the wild side”, una llamada al dealer, cortinas cerradas y todo listo. Si no lo es, pero al igual que truly yours eres un melómano contumaz, advertido quedas -la oportunidad que no tuve, carajo (ahorita me quito a curarme del sustazo).


Hákim de Merv

martes, 6 de junio de 2017

No Mightier Creatures: No Mightier Creatures

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 29 de marzo del 2017.)

Una voz de tonalidad grave pero no apagada, curtida pero no acabada. Un bajo que dirige con mano de hierro, sin copar primeros planos ni robar cámara. Unas baquetas que se las arreglan para ser pertinaces sin lucir particularmente enérgicas. Unas eléctricas que encienden la pradera cada vez que se les necesita, cual airados jóvenes turcos...

Esta descripción, que podría acomodarse a bandas de diversos géneros, carece de las líneas correspondientes al matizado que surca la música misma. Indicios reveladores a este respecto nos lo ofrece el siguiente line up: Félix Dextre, Renato Gómez, José Antonio Flores a.k.a. Dolmo y Arturo Quispe. Mientras el último participa en actos como Spatial Moods y Rapa Nui, y es miembro fundador de los demoledores Cholo Visceral, los tres primeros militaron -no siempre al mismo tiempo- en los recordados Serpentina Satélite. Dextre, además, toca en Nocturno; y Dolmo forma parte de la alineación que ha reactivado hace algunos meses el otrora fugaz proyecto Qóndor.

Stoner rock, psicodelia de vieja escuela, prog rock, metal denso y lustroso, space rock... Estas esquemáticas denominaciones proporcionan color a cada una de las agrupaciones mencionadas en el párrafo anterior. En mayor o menor grado, dichas bandas y etiquetas guardan una cierta relación de consonancia. Tal vez por ello, sorprende que el cuarteto no suene precisamente a un amasijo de estas influencias, si bien es evidente que les guiña.

Con el único antecedente del single No Fear (lanzado desde BandCamp en noviembre del año pasado), No Mightier Creatures publica en febrero de este año su epónima puesta de largo. El disco, compuesto al 100% por Gómez, parece diseñado para largos viajes terrestres a través de zonas desérticas. Como incluso este tipo de experiencias puede tomar distintos carices, según el estado de ánimo entronizado por situaciones previas o la disposición con que uno/una se levante, se hace indispensable agregar que lo de NMC es un austero travelling por paisajes semejantes.

De las figuras a las que se recurre con frecuencia para describir el stoner rock, la más solicitada es la de “rock desértico”, un poco por su “tosquedad minimal” y “parca aridez”, y otro poco por las famosas “Desert Sessions” que impulsase Josh Homme en 1997 (cuando ya había bajado el telón Kyuss y comenzaba a subirlo Queens Of The Stone Age). Sin llegar a identificarse a plenitud con el stoner rock, No Mightier Creatures responde a ese símil: su entorno natural es el desierto, sí, pero con el sol apenas alejándose del cenit -a diferencia de otras encarnaciones más proclives a atmósferas opacas/opiáceas (Mondo Generator, Masters Of Reality, Monster Magnet, Eagles Of Death Metal).

La decadencia consustancial a la periferia citadina es el otro medio ambiente en el que se mueven bien las canciones de NMC, uno equivalente en casco urbano a su hábitat desértico. Siete temas, acaso grabados en un máximo de tres tomas, durante casi cuarenta minutos. Lo que en otras circunstancias podría haberse convertido en un típico primer disco interesante en concepto pero regular o bajetón en resultados; aquí se potencia gracias a la enorme experiencia de los convocados. Dionisíaco sin ser sórdido, próximo al oyente por tener los pies sobre la tierra en lugar de desplegarse sobre el cielo -lo que por supuesto también es válido-, el debut de No Mightier Creatures está preñado de blues. No de cualquiera, sino de aquel concebido por losers, freaks y weirdos. Los eternos descastados, los que siempre sobran...


Hákim de Merv


Spatial Moods: Spatial Moods I

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de mayo del 2015.)

Grosera omisión la de Spatial Moods en todos los recuentos anuales que he podido leer referentes al pasado 2013 -incluyendo el mío propio. Tuve oportunidad de escuchar un fragmento de su disco debut en la última Feria De Discos Y Sellos Independientes, y por ello me animé a comprarlo.

Más que encorsetar su sonido usando la etiqueta de “psicodelia”, lo de SM es la satisfactoria confirmación de una subescena local de rock “duro” pero elaborado y de ejecución sólida. Una escena que, por lo demás, dio sus primeros pasos con La Ira de Dios y Serpentina Satélite en la década anterior; que bebe de la psicodelia, sí, pero también de géneros emparentados como el space, el stoner, y en menor medida el kraut y el progre -una suerte de tromba sonora de psicodelia post-moderna.

Spatial Moods I no parece ser una jornada conceptual, sino de jammings acometidos por una banda con habilidades telepáticas, que ha ensayado durante mucho tiempo. Los pasajes instrumentales se suceden fluidamente, sin que se perciban estructuras trabajadas al milímetro, apenas bocetos generales, dotados de sustancia y volumen gracias al vigor de la performance grupal. Refuerza esa impresión las no pocas veces que se respira una atmósfera jazzera -que sin embargo no hace más que soplar sobre la improvisación, sin marcarla.

En los créditos figuran Arturo Quispe, miembro de Cholo Visceral (combo que podríamos sintetizar como hermano de Spatial Moods, lo mismo que Búho Ermitaño) y Rapa Nui (proyecto en coordenadas completamente diferentes). A su saxofón alto se suman Jorge Apaza en guitarra y voces (aunque el disco prescinde de las vocales al 99%), Daniel Rojas a las baquetas y Gean Karlo Vargas en el mástil de cuatro cuerdas.

Le pongo dos únicos reparos a Spatial Moods I: uno de tipo estético y otro de tipo formal. En cuanto al primero, probar suerte con percusión peruana -desde la batería, aclaro- tras siete minutos y medio de la vorágine psicotrópica bautizada como “Angelical Moods” se me hace un poco indigesto. Quizá no era el momento (lo que implica una falla de timing), quizá es una aleación que necesita más tiempo en los hornos. Andaba divagando entre las Nubes Magallánicas cuando ese detalle me regresó a la realidad en una.

En cuanto al segundo reparo, pues tiene que ver con la publicación del disco. Que ahora existan más facilidades para publicar en CDs de fábrica no quita que haya quienes sigan haciéndolo en CD-R -cosa que me parece muy romántica y nada censurable. Pero como que, siendo ésta la forma más directa de autoeditarse, habría que invertir un toque más en insumos de calidad. Esos Princo son un daño terrible. Mínimo Imation para la próxima, amigos de Necio Records.


Hákim de Merv

miércoles, 31 de mayo de 2017

Kusama: An Encounter With A Dark Flowering Season

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de febrero del 2017.)

(...ala mierda... ¡¡¡Ala mierda!!! ¡¡¡...ALA MIERDA...!!!)

Una regla -tal vez- no escrita en el mundo del Arte, relativa a la fenomenología de las nuevas vetas estilísticas, refiere que sólo el Tiempo decide si éstas terminan convirtiéndose en paradigmas a invocar/subvertir; o si, por el contrario, su nivel de artificialidad las condena a no ser recordadas sino como excéntricos pero estériles ejercicios de innovación.

¿Y es de veras el Tiempo la única instancia cuyo juicio tiene la autoridad de exaltar o denigrar? La pregunta todavía rebota dentro de mi cráneo, a la par que las impresiones dejadas allí por el estreno de Kusama. No es sencillo separar una cosa de la otra, puesto que An Encounter With A Dark Flowering Season le ha propinado un buen sacudón a mis conexiones neuronales. El grupo ya había publicado dos temas desde su cuenta BandCamp, “I Wonder” y “Let's Dance” (sí, versión del clásico del Duque Blanco), que alertaban sobre su excéntrico estilo (sí, ese preciso adjetivo de nuevo). La puesta de largo, sin embargo, llegó un poco de sorpresa; ni bien arrancó este año.

“Dance” y “dark” han sido etiquetas recurrentes para catalogar a Kusama. En modo alguno incorrectas, hoy, tras la aparición del An Encounter...; son insuficientes. Cuando escuché el disco por primera vez, encontré cierto parecido con The Danse Society, una banda inglesa anterior a Clan Of Xymox y con la que comparte el 95% de código genético. La diferencia entre ambos referentes radica en que los holandeses suenan más dark, mientras que los británicos abrazaron el gótico duro y lo derivaron hacia las pistas de baile.

Así pudiera considerársele su estructura ósea, que la huella de The Danse Society persista en An Encounter... luego de muchas escuchas no convierte a Kusama en una banda de techno gothic por default. Esa impronta no es la única que conjura el trío compuesto por la guitarrista Malena Malloy, el ¿percusionista? Alessandro Coluccelli y la tecladista/vocalista/bajista Noelia Cabrera. El cultivo de una variedad sónica iterativa, de raíces drone, libera a Kusama del molde electro-gótico; dándole a la vez una maleabilidad pocas veces vista en la escena nacional. Obvio: teniendo al drone y al gothic como dominio y rango (o viceversa), Kusama puede visitar un espectro donde conviven el post punk, el industrial, el nonsense, el ruido pogueable -y sonar a todo ello a la vez. De ahí que sea más correcto hablar de homogeneidad que de versatilidad, trátese de composiciones contemplativas o pasionales.

El bajo marcadazo, la guitarra austera, las secuencias invencibles, muchas de ellas armadas previamente por Romina San Martín, ahora retirada del proyecto... Grados de separación más/menos, son características que pueden extenderse a todo el panorama del actual pop independiente peruano. Pero si algo exonera a Kusama de caer en el vacuo experimentalismo frankensteiniano, es la voz de Cabrera. Su performance a la hora de registrar An Encounter... abunda en giros vocales a lo Liz Fraser circa Garlands (1982), la amalgama que pulveriza cualquier atisbo de mera “yuxtaposición estética”. Esas repeticiones incesantes de una misma nota, técnica muy usada en el coral barroco, calza perfectamente con temas como “Under Oath”, “Ródchenko” (tributo al polímata fundador del constructivismo ruso) y “Nébula”, más inclinados a impeler el cuerpo -y también con piezas como “Violet”, “I Wonder” y “Puke”, en una onda más sosegada (pero no por ello menos punzante).

Entiendo que An Encounter... fue mezclado y editado durante cinco arduos meses. La calidad del producto final resultaría, así, más que sorprendente -de no ser porque, revisando info al respecto, leo que el debut fue pulido por el aguerrido Miguel Ángel Burga, quien también se hace cargo aquí de la eléctrica (el detalle que faltaba). De este modo, An Encounter With A Dark Flowering Season arranca con mucha ventaja de cara a los balances de fin de año. El disco ha sido editado en formato físico y ya presentado en directo, como corresponde.


COMENTARIO CONTINGENTE

Ya llegamos a junio, y aún An Encounter... corre a la cabeza para los recuentos anuales.

Hákim de Merv

3AM: Transmissions

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de enero del 2016.)

Como toda persona común y silvestre que ha escuchado el debut UFO Blues Tapes (2014), solía pensar a 3AM en términos de referentes proto punk, drone music y gravedad vocal de impostación en los hechos gótica. Cierto que también se colaba un barniz que pretendía acercarle a predios más salvajones (en el buen sentido de la palabra), pero el ingrediente extra no lograba el peso suficiente como para volcarle hacia aquellos.

A propósito de balances anuales, recordé que 2015 fue el año en que partieron hacia la Eternidad dos tótems mayores para quien impulsa 3AM, el experimentado Miguel Ángel Burga. Me refiero a Edgar Froese y a Lemmy Kilmister, principales gestores de Tangerine Dream y Motörhead, respectivamente. Es razonable suponer que Burga no ha compuesto los temas del hasta hoy último disco teniendo a estos dos colosos en la mitra. La muerte de Froese ocurrió en enero, pero la de Kilmister aconteció en los últimos días de diciembre, cuando el álbum ya había comenzado a difundirse. Sin embargo, sí encuentro interesante el repensar a 3AM como una danza -en el cuadrilátero, en la cama, en los tímpanos, en la materia gris... ¡¡¡en todas putas partes!!!- entre el estratosférico kraut rock de Tangerine Dream y el space/heavy/proto-stoner de Motörhead.

Transmissions (2015) opera bajo las mismas coordenadas que su predecesor -lo que motivaría el ejercicio de repensar el UFO Blues Tapes en términos de bla-bla-bla (quien sienta el espíritu dispuesto, adelante). Sonidos minimales y cósmicos, a veces con el acelerador/pedal hasta el fondo, a veces con un ritmo a medias hipnótico y sedante. Siempre todo enmarcado, eso sí, en una dinámica psych tributaria de los primeros 70s -tal cual parece confirmarlo el hecho de que todos los aparatos en portada son analógicos. Habrá en el disco artillería tecnológica de otro tipo, quizá, pero la época evocada es aquella a la que guiña la carátula.

A quienes estén interesados en rockear a la usanza de la vieja escuela, les recomendaría surcos como “You're Never Gonna Bring Me Down”, “UHF”, “Rock'N'Roll Radio” o “Rocks”. Para mí, lo mejor de este Transmissions lo he disfrutado al ralentí: “Condor” y su desert rock cargado de lisergia, “Joy” y su dilatada estructura rítmica loopdélica, el medio tempo de “Flying Low”, y sobre todo “A Minute” -trance total atiborrado de trémolos, lo más drone y alucinante que le escucho hasta ahora a Miguel Ángel como 3AM, uno de LOS temas del año 2016 a nivel local.

Otrosí, ¿para cuándo el debut de Ande, mi estimado, tu brutal proyecto neopagano?


ANOTACIÓN PERSONAL

Sigo esperando mi ejemplar del Transmissions. Con fe. Estoy convencido de que llegará en cualquier momento (LOL).

Hákim de Merv