Más de un año antes
de que El Jefazo le diese luz verde al homónimo debut (2016), su bajista Carlos
French saltaba al ruedo con el alias de Coca Negra. A través suyo, liberó para
descarga gratuita envenenados escupitajos de dark ambient industrial que tendían
a fisionarse con el doom y el black metal -cuando no con el sludge. Porque Has Guardado La Palabra De Mi Paciencia, Yo Te Guardaré De La Hora De La Tentación EP (2015) y Nunca Dejé De Odiarte EP (2016) atestiguan
esa patológica mala vibra de sórdida lobreguez y negra tímbrica.
Desgraciadamente, para Zeitgeist
(2016) el ímpetu de CN había menguado bastante. Transcurriría un año antes de
que el proyecto, cuyo fascinante avatar de BandCamp nada tiene que envidiarle a
una figura Baffometi, soltase nuevo
material con que actualizar su maléfico background -aunque sólo se ha animado por
editar singles (en abundancia, eso sí).
En septiembre de
este año, Carlos se decide a publicar otro tipo de experimentos, usando ahora su nombre civil. En efecto, muy poco tiene que ver lo mostrado en los
mini-álbums Hospicio (septiembre) y Estudios Modulares (octubre) con el
marbete Coca Negra. En esta nueva faceta, el bassman ensambla piezas de ornamentación
iterativa, lo que no cuaja por fuerza ni siempre en partituras de armazón
cíclica o circular. Posicionado tras una artillería de sintes y secuenciadores
como el Model D, el Flashback Delay, el Korg SQ-1 o el Moog Mother 32; French esculpe
pequeños bajorrelieves de incierto aire sepulcral plasmando micro-estados de
ánimo que fagocitan porciones de psicodelia, synth, drone music y kraut de la
variante berlinesa.
Con un título como
“Devorador De Oscuridad”, Hospicio
arranca prometiendo inquietantes brochazos de pánico cerval, dignos del
prontuario más abigotado de Coca Negra. Otras muestras de esa estética
cavernosa y lúgubre pueden rastrearse en Estudios
Modulares, como “Oeuvre” y “Krell N1”. Empero, el fuerte de esta nueva
aventura individual son los climas neutros que se avienen a las cruzas o
permutaciones más excéntricas entre las influencias enumeradas -surcos que suenan
a minimal kosmische musik (“Investigación”), a oscurón synth analógico (“West
Coast Rock”), a música generativa modular (“Tetsuo”). Como asimismo los minutos
de tensión, son contadas las ocasiones en que el músico opera desde discursos
nítidamente delineados como la Berlin School (“Ritual De Exhumación”, “El
Brillo”, “Plano Inferior”) o el industrial (“Intro”). “Furniture music”, argumenta
el bajista invocando a Satie.
En noviembre,
French colgó el single “Camino De Los Sacrificios”, un nada disimulado guiño a
la genial película de horror Midsommar
(2019) desde la carátula. El aura dantesca y ritualista del 45 -de la que el
bajista había adelantado algunos indicios en “Vivero”, de Estudios...- reconecta con el cable pelado de esa memoria tectónica
y racial dormida en todo ser humano. Es como si, de pronto y sin advertirlo, te
postrases ante el Sol Invictus y realizases cruentos holocaustos en memoria de
las deidades paganas de cualquier panteón -qué miedo especular sobre lo que
vendrá después.
Cuando en
septiembre del 2018 reseñaba Cábala,
primera referencia in extenso de Artaud, comenté lo que me había confiado Erick
Baltodano sobre los intrilingüis de este grupo de formación abierta. A saber,
que Cábala pertenecía a una tríada de
discos terminada de registrar con distintas alineaciones a fines del 2017. Residencia En La Tierra, entonces, se ha
escogido como el segundo de estos trabajos en ser editado. Inútil, pues, hablar
de evolución: las composiciones de este álbum, como también las del que se
prevé aparecerá en el 2020, pertenecen a un corpus masivo modelado en las
mismas coordenadas temporales.
En Residencia..., el line up es más concurrido
y fragmentado, toda vez que algunos instrumentos pueden ser pulsados por dos o
más músicos según la pista que se considere. La guitarra, por ejemplo, pasa por
las manos de Tomás Orrego (“Berlín” y “Cruzando El Agua”), del propio Erick
(“Odas Elementales”) y de Camilo Uriarte en modalidad slide (“Magnetizado” y
“Odas...”); aunque el segundo sea el dueño del puesto en Artaud. Otro tanto
sucede con el bajo: Boris Baltodano, hermano de Erick y bajista inamovible de los
trujillanos Ancestro, cede su lugar a Uriarte en “Cruzando...”. Para no hacerla
más larga a este respecto, podríamos convenir en que las plazas titulares en Residencia... son las de Erick
(guitarra) y Boris Baltodano (bajo), Israel Tenor (batería y percusión) y
Patricia Saucedo (teclados y efectos). La nómina de colaboradores incluye,
además de las personas ya mencionadas, a Chiara Rizo Patrón en violín y a
Silvana Tello en el theremin (ambas en “Concierto Final”); así como a tres
invitados en las voces: José Morón de Dios Hastío (“Concierto...”), Nuria Zapata
(“Odas...”, “La Noche Boca Arriba”, “Magnetizado”) y la poetisa Victoria
Guerrero (“Berlín”).
Planteado como el
relato de resonancias milenarias desenterrado por una civilización llegada a
nuestro deshabitado planeta desde los confines del universo (cinco de seis
tracks les deben sus nombres a textos escritos de dominio público), RELT iza velas más pausadamente que Cábala. La cortazariana “La Noche Boca Arriba” preludia a la tormenta, que arreciará
con “Cruzando El Agua”, sin llegar nunca a los crispantes niveles del primer
opus distribuido. En términos generales, a este plástico se le percibe más
ordenado en su caótica mixtura de kraut y noise, space experimental, prog e
improvisación libre.
Pero si ése es el diagnóstico
formal del CD, la auscultación de su anómala gramática sonora me inclina a
equiparar a éste con su triate del año pasado. Residencia... no se desgalilla ni se desenfrena como Cábala porque no tiene necesidad de ello:
su capacidad de hipnosis surreal-psicofónica le convierte en un trip
monumental, emponzoñado, pétreo y llagado; marco inmejorable para que las vocales
femenina adquieran ribetes ofídicos, sibilinos, báquicos (“La Noche...”,
“Odas...” y sobre todo “Berlín”).
Cierra RELT “Concierto Final”, retrato profuso
del último día de la Tierra, previo a la bíblica colisión con Melancholia -que
nos convertirá en una diminuta nube de polvo estelar. Tal cual lo ha catalogado
el propio Erick, el maestro de la orquesta ejecutante no podía ser sino José
Morón: su voz rasposa y maléfica guiará el desarrollo apocalíptico de este
concierto hasta su luctuoso, irreversible final.
Y pensar que falta,
en promedio, un año para el siguiente paso...
Transustanciación. Transición
y conversión. Cambio. El esperado primer largo de Aloysius Acker concreta nuevo
giro en la todavía corta carrera solista del polímata José Rodríguez. Una
metamorfosis coherente, verosímil, e incluso previsible; y no por ello menos
sorprendente.
Repasemos. En el
epónimo mini-LP debut, AA se hacía eco de los sonidos de avanzada que -mal que
bien- todavía eran susceptibles de pacer en las planicies ofrecidas por el
pop/rock a inicios de los 90s, conjurándolos y reinventándolos. En el Alba EP, esa brillante y muy personal
movida revivalista era sobrepasada por corrimientos y avalanchas de Ruido, lo
que invisibilizaba todo ingrediente que pudiese remitir al pop como estilo.
Arriesgada maniobra, ya que el noise nunca ha podido ser integrado al
mainstream -y aún hoy se le considera el último bastión de resistencia de lo
que antes llamábamos “vanguardia”.
De Arcana Celesta desanda el camino del extended y se
dirige hacia un campo que permanecía inexplorado por la etiqueta Acker: el
avezado ambient electrónico noventero. Lo hace paulatinamente, sin renunciar
-al menos por ahora- a las raíces shoegazing/ethereal noise/post rock del acto,
ni correr tras de la nueva veta a minar. De ahí que el disco se vislumbre como
un crisol: por un lado, las ensoñadoras atmósferas de mil guitarras que propone
el shoegazing; por el otro, la metronómica metodología de un ambient que se desgaja
entre el house y el techno, sin abandonarse a ninguno.
Existen antecedentes
de simbiosis similares. El de Silvania, que nosotros como peruanos sentimos más
próximo, es uno de ellos. Otro es el de los checos The Ecstasy Of Saint Theresa.
Y no faltará quien rememore la efímera fase ambient de Slowdive -el 5 EP (1993) y los remixes de “In Mind”
acometidos por Reload y Bandulu. Asimilado el nuevo componente de extracción digital,
el grueso del repertorio de DAC empata
el maridaje gracias a una decoración oceánica que dosifica la nacarada
distorsión del estilo que crease My Bloody Valentine y perfilasen Rachel
Goswell y compañía. Salvo “El Hábito De Levitar”, “Invierno” o “Litoral”, en
los que las capas de ruido ganan el asalto; el resto de temas ejemplifica esta
nueva poética de Aloysius Acker -“5:00 a.m.”, “Garúa” y “Strato Nimbus” más que
ningún otro.
Equidistante del Paisaje III (1994) de nuestros Cocó y
Mario, y del Beat (1996) de Bowery
Electric. Entre el Motion Pool (1994)
de Main y el Succour (1995) de
Seefeel. El pie hundido en la efectera y las manos afanándose con perillas y
consolas (es un decir, vamos). La obra que aguardaba de parte de Rodríguez, y
que finalmente firmó.
Una vez le escuché
decir a alguien, no recuerdo quién ni exactamente cuándo, que ‘nunca se es lo
suficientemente viejo para el punk’. Debió ser hace centurias, porque ahora la
frase va de todas maneras entre signos de interrogación. Ésa es la cuestión que
debo enfrentar al hablar de Perra Vida.
Originalmente integrada
por Alejandro Delgado (guitarra), Diana Matos (voz), Tina Crisis (bajo) y José
Diez Canseco (batería); la agrupación debutó en el 2018 con un poderoso EP auto-titulado. Admito que le escuché y me gustó. Admito también que no le
comenté por falta de tiempo. Música y en menor medida letra concitaron mi
interés, quizá porque ya hace mucho que no se cultiva punk nanométricamente
puro en el país, quizá por reencontrarme con un género del que me alejé
conscientemente y al que le reconozco más méritos “extracurriculares” que los
estrictamente sónicos.
El caso es que supe
del nuevo parto hace un tiempo y decidí oírlo. Lo hice a sabiendas de cambios
en la formación -Crisis ya no forma parte de la banda (fue reemplazada por Noelia
Cabrera, quien a su vez fue sustituida por Chiki), y tengo entendido que Matos
acaba de liar bártulos, dejando al combo con una enorme incógnita pendiendo
sobre éste. Lo hice a sabiendas de que PV replica tanto las virtudes como los
defectos del hardcore punk melódico. Lo hice a sabiendas de que parte de su retórica
me resulta incómodamente indigesta, por formulaica y panfletaria -y que fue
esta circunstancia la que les ha granjeado críticas de un sector del público de
la escena.
Lo que encontré fue
un conjunto políticamente correcto en los contenidos. Aunque ya no milite en
las filas de Perra Vida, Diana Matos va camino a convertirse en una vocalista de
garganta sangrante. El soporte rítmico de la banda, además, garantiza el freno
y el cambio de velocidad cuando se impone aplicar una cosa o la otra. Definitivamente,
se nota un crecimiento con respecto al extended.
Por contraste, en
el apartado de las letras y lo que ellas transmiten, no veo un update de las
tradiciones británica o usamericana, sino peruana. Y me vas a disculpar, pero
fuera del subte original, el punk nacional nunca ha destacado precisamente por el
lucimiento de sus líricas. Eso es lo que para mí se trae abajo Eterno Retorno: airadas proclamas que de
tan usadas ya se han fosilizado, clichés calcados sin más, berrinches de mozalbetes
que porque tienen los huevos calientes resbalan en los errores de fondo de los
dogmas que abrazan.
Hace 17 años,
critiqué a Asido Tubalius cuando dedicó una canción de su segundo y último capítulo
discográfico a amenazar al músico de otra banda con el que había tenido
problemas personales. Escucho “Oportunista” y siento exactamente lo mismo.
Escucho por ahí la frase “pensar es aburrido” o algo así, y me quedo absorto
reflexionando en si de veras es lo que quieren decir, en si de verdad no pescan
que han caído víctimas del panfleto por pecar de ardorosamente contestatarios,
o en si soy yo el que está ya demasiado viejo para poder sintonizar con rollos derivativos
que en nada innovan dialécticas con cuatro o más décadas a cuestas. Me gustaría
creer que es esto último, pero no me engaño: mientras Buzzcocks, Black Flag, Stiff
Little Fingers y los Pistols todavía me hacen saltar hasta el techo; con Perra
Vida sólo marco el ritmo moviendo la testa.
Memo para Alejandro
Delgado: chochera, si PV no va a continuar, avíspate y redirige esfuerzos a
Reducidos. En caso contrario, te queda una muy empinada cuesta por superar.
Hákim de Merv
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