jueves, 12 de septiembre de 2024

Abrelatas: Amplitud Negada EP // Chino Burga: Amacher93 EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de septiembre de 2024.)

Por estos días, hace cuatro lustros Abrelatas era un nombre harto conocido al interior de las escenas off-mainstream peruanas. Su Hormigas Boca Arriba los confirmó como la grata revelación que anunciaba “Concreto”, corte que aperturaba Verano Del 69, compilación curada por la revista 69 en su cuarta edición. El plástico gozó de una amplia cobertura en medios especializados de la época, en cuyas páginas se ensalzaban el saturado(r) ludismo de unos teclados de fantasía y el distendido candor de unas eléctricas en la mejor tradición indie de los 90s y años inmediatamente posteriores.

Desafortunadamente, en diciembre del ‘06 el trío se desbanda con su segundo y último esfuerzo, Inútilmente Románticos -si bien en noviembre del ‘08 apareció vía Dorog Records una exigua recopilación para descarga gratuita bautizada como Lecciones De Manejo EP. Desde entonces, no han faltado los fans que recordaban con nostalgia estas excelentes placas y suspiraban por la posibilidad de una reunión de Ronny Quiroz, Christian Vargas y Jorge Páez -cada vez más lejana con el nacimiento a renglón seguido de Teleférico, proyecto de Christian.

Con motivo del vigésimo aniversario de Hormigas Boca Arriba, se han producido dos ocurrencias en las últimas semanas. Una de ellas es el relanzamiento de la rodaja en cuestión, premunida de tres outtakes más el añadido de “Concreto”. La otra es la publicación de un nuevo título en la discografía de Abrelatas -si bien esa condición hay que tomarla con pinzas. Amplitud Negada es un extended apuntalado por canciones que permanecían inéditas hasta el momento, y que recién se han registrado a partir de febrero del ‘24, pero también por nuevas versiones de tracks que tiempo ha son de dominio público. Procesos de grabación, mezcla y masterizado han corrido exclusivamente por cuenta del multi-instrumentista Vargas, lo que significa que aún la terna está lejos de volverse a juntar -cosa que, por otra parte y más allá de uno que otro rejunte privado, quizá nunca suceda.

Podría decirse a vuelo de pájaro que tanto los nuevos números como las nuevas versiones de los antiguos recuperan fervientes el espíritu naif y pedestre del estreno, salvo por “Canalizarlo”, al que se siente más cerca del hálito crepuscular de Inútilmente Románticos. Performance esforzada: la “pared de sonido” que se erigía en HBA sigue incólume, dialogando e interactuando los instrumentos como si dos decenios no fueran sino una veintena de jornadas. En lo tocante a “Vitamina” (antes “Vitamina En Digital”), a “Gramática” y a “Tangible”, estas relecturas se descubren respectivamente más ágiles, potentes y entusiastas que sus moldes originales. Dichas cualidades se propagan a “Repeticiones”, que abre el CD, y a “Amplitud”; por lo que no es erróneo asegurar que el EP actualiza la promesa del debut -a saber, la de un sonido refrescante que abraza la emotividad pop ateniéndose a cánones más rock, la de un divertido non-sense letrístico con que hablar por igual de la noche que pausada cae y del paquete de galletas a punto de desbarrancarse hacia el piso.

Dejo para el párrafo postrer el round que despide el extended, el “distinto” -cosa curiosa, porque, como “Amplitud”; se trata de un inédito fechado en el ‘03, siendo “Repeticiones” la única pieza verdaderamente nueva. “Canalizarlo” posee una tónica más orgánica, menos recargada, como saliéndose del paradigma de saturación que impuso Hormigas... y asumiendo al 100% su esencia pop. Delicado y a la vez firme, si éste es el acabado que siempre se le quiso dar, entiendo por qué no fue incluido en el primer largo y tampoco en el segundo (que tiene extra de serotonina). Se revalida, así, la vigencia de las “leyendas urbanas” que corren sobre Abrelatas.

A punto de fenecer febrero del presente, el incansable Miguel Ángel Burga editó el que hasta ahora se mantiene como su único trabajo de este 2024 que ya empieza a declinar. El artefacto en cuestión es un EP cuyo punto focal se precipita sobre Maryann Amacher, y ya venía siendo anunciado en estos bytes desde fines del ‘23. Alumna de Karlheinz Stockhausen, ciertamente la compositora usamericana que se especializase en psicoacústica y colaborase con John Cage asoma como la principal fuente de inspiración para el músico desde su anterior Down In The Valley EP (‘23).

En efecto, ya entonces Burga había comenzado a materializar un creciente interés por el dub y cómo éste lograba asimilar su ADN a otros géneros no necesariamente cercanos, aunque sí fecundos en digitalismos lisérgicos y en frecuencias subsónicas. A este crisol, el limeño añadía una guitarra cada vez más difuminada, al punto de convertirse en la reverberación de aquello que no se halla realmente tangible en las grabaciones (¿o sí lo está?). Esa práctica se mantiene, pero el minimal ambient dub que puebla ahora Amacher93 EP ha mutado incorporando cepas de origen drone y techno -lo que, por definición, debería convertirle en extraterrestre.

Sea acercándose, a través de “Synaptic”, a la cara electrónica que comenzó a mostrar Slowdive en el insospechado 5 EP (‘93); sea produciendo, gracias a “Intercepter Dub”, un inextinguible bursting out al que alimentan multitud de fractales pulverizándose a escala molecular; el illbient alienígena de Amacher93 EP se arroga el mérito de inaugurar, ahora sí con todas las de la ley, un nuevo campo de acción en el universo del experimentado ex Espira. Aunque no debería sorprender mucho este nuevo giro, considerando la naturalidad con que el background del frontman de La Ira De Dios le ha guiado subrepticiamente hasta allí -excepción hecha por los sonidos de tonelaje pesado.

Capas electrodélicas fértiles en graves abisales, generosas en lo que parecen ser ecualizaciones droppeadas, pletóricas en secuencias de armónicos sin modular... Produce en transparente formato vinílico de 8’’ la británica Sleep Fuse, subsidiaria de Reverb Worship, que asimismo se ha portado con el “subatómico” video de “Synaptic”.

Hákim de Merv

viernes, 6 de septiembre de 2024

Burdo: La Náusea

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de agosto de 2024.)

Estaba por ponerme a hacer el brainstorming respectivo en mi cuaderno de notas a propósito de La Náusea, del trío mapocho Burdo, cuando descubro todo un pasado a cuestas con ese alias. Sabía que tenía vela en ese entierro Nick Vayolence, el puncherazo baterista de Vago Sagrado, pero no que Burdo era anterior a la forja de los maravillosos bigardos. En efecto, La Náusea es el documento que rubrica la primera década de existencia de estos airados chilenos.

Tampoco entonces me hallaba al tanto del epónimo debut (‘14), lanzado online de manera independiente por la propia terna, lo que desbarata todo intento de ponderar a La Náusea como estreno. Cierto que, normalmente, una banda salda diez años de vida con al menos dos largos y algunos sencillos, pero también es verdad que las excepciones a la regla no son precisamente contadas. Lo interesante, en cualquier caso, es haber podido constatar a posteriori la notable evolución concienzudamente direccionada de un paso al otro. En Burdo podía hablarse de post hardcore y hasta de garage stoner, según uno u otro asalto. En el nuevo álbum, estos ingredientes o bien quedan relegados a estratos muy inferiores, o bien desaparecen del todo -como pasa con el segundo.

A partir de discos como La Náusea, podría reconstruirse una época -en este caso, la del after punk, a ambos lados del Atlántico. Burdo no pretende ensayar fórmulas revivalistas, sino que asombrosamente logra calzarse ese exacto par de chuzos. Pese a posicionarse lo más lejos posible de una categorización análoga a la de “stainless steel”, la eléctrica literalmente rebana el ambiente en que los tracks sean reproducidos, y cuando tiene que moverse en llamas, se inflama sin la menor dilación (“Isla Decepción (El Peso)”). El minimal accionar de un bajo mugiente y apisonador (“Timo”) establece inequívocos vasos comunicantes con la contundencia y aspereza del post punk disparado por gente de la talla de This Heat, Mission Of Burma o Killing Joke -la corrosiva brutalidad decibélica de éste, la marcianaza visceralidad caótica de ése y la inasequible obsesión iterativa de aquel aparecen aquí recreadas. Ello, sumado al cúmulo de descargas percusivas que se hace eco de las aristas más crispantemente cacofónicas escu(l)pidas por el punk (“Bajo Cero”), sitúa a Burdo en una suerte de limbo asaz incómodo para las taxonomías -pero desafiantemente fascinante.

Las sorpresas no acaban llegados/as a este punto. Con “Parque Industrial”, el terceto finalmente convierte en notoria esa concepción del Ruido que desde la música rock se esgrimiera durante los 80s, y que ha estado sobrevolando La Náusea a lo ancho de su primera parte. Es en ése su mejor momento, que Burdo comienza a desacelerar. De “Punto Muerto” en adelante, la intensidad y la trepidación que habían llevado las riendas comienzan a menguar. No es forzosamente un demérito, ya que pistas como “Tormenta” y “Resfrío Común” conservan sus ominosas atmósferas y evitan hacer mayores concesiones a la melodiosidad. Sin embargo, sí coadyuvan a que se desvanezca la impresión de haber estado siendo atropellado/a o arrastrado/a por una imparable locomotora prehistórica. Esa misma sensación que “La Náusea” recupera a punta de subversivo galope incendiario, en el crepúsculo del LP.

Autoeditado tal cual su homónimo predecesor, La Náusea ha pasado a engrosar el catálogo de Poxi Records, dándole de paso una formidable pincelada de variedad a la nómina. Insurrecta y sorpresiva estocada la de Vayolence, Ignacio Mejías (bajo, voz) y Gastón Sánchez (guitarra, voz). Exactamente como nos gusta.

Hákim de Merv