(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de abril de 2025.)
El período concreto en que se grabaron los números seleccionados para este testimonial Travesías va de 1986 a 1994. Tres de ellos fueron creados por la artista para su participación en el Tercer Encuentro De La Nueva Música Electrónica, realizado en 1991: “Arrecifes Del Espacio”, “Mundos Flotantes” y “Horizontes Lejanos” (nombres todos que apuntan a un imaginario muy Roger Dean). Otros cuatro fechan su forja en los 80s, pensados para sesiones reiki de curación alternativa, a las que Linde se aficionó entonces: “Estrellas I”, “Kerepakupai Vena”, “Luciérnagas En Los Manglares” y “Estrellas II”. “Sahara”, que igualmente debe inscribirse en el intervalo señalado, completa el repertorio de una rodaja más pareja y armoniosa que su diligente antecesora.
Esto porque Luis Alvarado de Buh Records, sello nuevamente encargado de la edición, ha aplicado un criterio compilador más uniforme y cohesionado. De la escuela berlinesa que también cultivase la autora en las pistas de Aquatic..., muy poco sobrevive en Travesías (denominación parcialmente reciclada de la que recibiera su presentación en el evento mentado, ‘Travesía Acuastral’). Menos aún del prog electrónico. Aquí el énfasis ha sido puesto en las líneas de teclado de fisionomías serena, dramática y algo nostálgica. Los colores se revelan de idéntica variedad: vivaces, apagados, encendidos, solemnes. Lo interesante es que pese al notorio grosor de algunos de estos trazos (“Mundos Flotantes”), ellos siempre se muestran quebradizos, como para no olvidar su cristalina morfología.
Masterizado por Alberto Cendra en Garden Lab Audio, toda vez que sea mesuradamente, por donde se le juzgue es Travesías un artefacto que ilustra con más justicia talento y talante de la joven Oksana. La foto que adorna la carátula está firmada por Elisa Ochoa Linde, y diseño y arte son de Gonzalo De Montreuil.
¿Has escuchado ese viejo adagio según el cual todos/as los/as weirdos y weirdas/frikis/outsiders/locos y locas de una ciudad acaban tarde o temprano conociéndose y compartiendo bando (cuando no banda)? Pues lo mismo vale para las regiones y aún los continentes. Si ello era ya una perogrullada en el siglo pasado, en éste se ha vuelto casi una ley inmutable universal, con redes sociales, plataformas, videochats y salas virtuales.
Salvatierra y su coterráneo Álvaro Daguer vienen de Glorias Navales, asociación oriunda de Viña Del Mar que se mantuvo activa durante el segundo lustro de la década pasada, tocando en vivo una muy particular aleación de polifonías devocionales y algo así como el lado B del pellejo de la música de cámara. Daguer, además, ha estado/está en la celebrada mancha avant psicodélica A Full Cosmic Sound y forma parte de ETCS Records. El tercer integrante es el argentino Pablo Picco. Natural de Córdoba, el salsipuedino acredita ya decenas de lanzamientos pese a haber empezado en el ‘16, utilizando nombre civil, el de Valle De Galgos y el de Bardo Todol. Sus improvisaciones se derivan de una estética fundada sobre el drone, grabaciones de campo, la tape music y un folk de código abierto. Cuarto pero no por ello último, el londinense Mark Harwood también es relativamente nuevo en esto de componer y editar, aunque acaso sea el más avezado de los cuatro. En Offering (‘22), siembra los mismos campos que sus compañeros, con el añadido de recurrir mucho a una técnica cut and paste que genera desarrollos inquietantes.
¿Qué podría resultar, entonces, de la unión de estos cuatro investigadores del Sonido? Pues un disco extrañísimo como El Jardín De Las Matemáticas (‘24), que recorre terrenos de música concreta, parajes dibujados por la psicodelia más minimal que puedas alucinar, soundscapes donde se vulnera a cada paso el concepto contemporáneo de lo que entendemos por “música”, atmósferas de inspiración pretérita, geografías fagocitadas por el zumbido del drone... Todo envuelto en una magnética aura de exotismo pagano, de ritualismo que no sería del todo descaminado calificar de prehispánico, si no fuera porque de aquello raramente posee uno que otro vestigio.
El trino monocorde de los pájaros (“El Golem Gordo”), el canto inconfundible del agua (“Pastoreo De Cabras”), incluso una solitaria y tímida voz casi inaudible (“El Problema De Suslin”); reciben tratamientos distintos a los que se acostumbra dárseles, de la misma manera en que instrumentos de cuerda son usados como si lo fueran de percusión, y herramientas como silbatos y cornetillas parecen acabar libradas al azote del viento. Es gracias a esta insular fusión de albur premeditado y metodología improvisacional que El Jardín... se devela como asomándose desde los albores de la civilización humana. Pocos documentos sonoros de reciente data pueden jactarse de ello -cf. la fantástica labor conjunta de nuestros paisanos Ronald Sánchez y Fred Clarke. Se porta Penultimate Press.
Hákim de Merv