miércoles, 20 de agosto de 2025

Panchiko: Ginkgo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de agosto de 2025.)

Más que singular la historia que le ha tocado vivir a Panchiko. Nucleado en Nottingham hacia 1997, el cuarteto llegó demasiado tarde a la resaca que afrontó el primer shoegazing, hibridando éste e indie rock merced a dos títulos de índole promocional que no causaron mayor revuelo en aquellos días: D>E>A>T>H>M>E>T>A>L EP (‘00) y Kicking Cars EP (‘01). Muy poco después de la aparición de este último, el grupo se disolvió sin pena ni gloria. Ése parecía ser su sino definitivo hasta el ‘16, año en que un usuario del site de foros 4Chan colgó el primer extended. La fuente era un CD de época que se había degradado, lo que le dio accidentalmente al upload esa textura entre scratcheada y zumbante -como si los micrófonos hubieran sido filtrados por un ventilador de pie.

Lejos de hacerse repelente, el peculiar sonido “intervenido” de Panchiko entusiasmó a las comunidades online, que avocáronse a la tarea de rastrear a los exintegrantes de la banda. De la formación original, dieron con todos excepto con el batero, de quien sólo se sabe el nombre de pila (John): Andy Wright (guitarra, teclado), Owain Davies (guitarra, voz) y Shaun Ferreday (bajista). Resucitada por aclamación popular, la terna reeditó D>E>A>T>H>M>E>T>A>L en versión extendida (‘20), añadiendo tres cortes inéditos de las sesiones del segundo EP e incluyendo como “agradecimiento”/a modo de epílogo los cuatro temas deteriorados por el Tiempo. Luego, Panchiko retoma la escritura de su crónica allí donde la dejara hace cinco lustros, reclutando al guitarrista Rob Harris y al baterista John Schofield.

Ginkgo sucede a la compilación de demos Ferric Oxide (‘20) y al reentré oficial del ahora quinteto Failed At Math(s) (‘23). Si con éste había  quedado  claro  que Panchiko  seguía  empeñándose  en  la  metamorfosis  que  lleva  del  shoegazing al  indie  rock -desarrollo que por lo demás se produjese masiva y naturalmente durante la segunda mitad de los 90s, vg. Slowdive y Mojave 3-, Ginkgo representa la culminación de este proceso tan relegado en el Tiempo. Las cualidades que reconfirmase el acto británico en Failed..., aditando una nueva guitarra y cambiando la teba, aquí ya son tomadas con la tranquilidad de estarse orientando de lleno al formato indie. Aclaro: indie del nuevo siglo y que desciende del baggy. Así principian, de hecho, “Florida” y “Ginkgo”: pop sofisticado, senescente y agridulce; que destella apagados brillos mate de ascesis ethereal noise.

La crítica especializada ha acusado falta de aire en el segmento final del disco, concretamente a partir de “Subtitles”. Más que reiteración, lo que noto es que la alineación incorpora una cubierta muy fina de baja fidelidad. Quizá sea esa película, sumada a composiciones que al pisar el acelerador a lo más que llegan es al medio tiempo con ínfulas de balada, la responsable de juicio tan severo. Un poco exagerado, para mi gusto. Ginkgo no tiene ninguna obligación de ser Failed At Math(s), porque para ello ya existe esa placa. Con ella, refrendó Panchiko ante medio mundo la vigencia de sus capacidades. Ahora es tiempo de echarse a la cama después de haber criado fama. ¿Para qué desesperarse, entonces?

Melodías envueltas en colores semicálidos, que tan pronto se desarman para aproximarse al pop marca Shelflife (“Honeycomb”, “Mac’s Omelette”) como recuperan ramalazos de distorsión para reverdecer sus días más ruidosos (“Chapel Of Salt”). A veces, ambas jugadas al unísono (“Vinegar”). Evoluciones ataviadas de rock pedestre con que soliviantar apenas el timing enfáticamente melancólico de Ginkgo (“Lifestyle Trainers”, “Shelled And Cooked”), sin abandonar nunca el toldo de que provee un sangriento crepúsculo. Voces ahogadas por la emoción, (mal)contenida a la prepo en letras como “I’ve Been The Break, I’ve Been The Cause/An Excuse We All Implore/I’ve Been The Rise, I’ve Been The Fall/You Can Go, But I Want More” (“Rise & Fall”).

Ginkgo tiene toda la pinta de un álbum inacabado adrede, sin la más leve pretensión de mostrarse como lo que no es. Difícil que sus números peguen lo suficiente como para recordárseles por separado, cosa que no sucede con la imagen grosso modo del largo. No se me ocurre alguna estrategia, de producción o de mezcla, que pudiera modificar ¿exitosamente? esta impresión; pero si acaso el cuarto opus de Panchiko quedaba mejor abortando la participación del rapero usamericano Billy Woods -Super Chron Flight Brothers, The Reavers, Armand Hammer- en “Shandy In The Graveyard”. ¡Qué manera de malograr el potencial de una canción!

Hákim de Merv

jueves, 14 de agosto de 2025

Alunaki: Misantropía // Famtaxma: Eternidad

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de agosto de 2025.)

(Sí, me declaro culpable de antemano. Es un texto algo extraño. En mi defensa, alegaré que responde a una coyuntura acorde. Para comprobarlo, basta con leerle.)

Pocas semanas atrás, Raúl Begazo anunció en redes la aparición de una nueva placa de su proyecto personal Alunaki, que el propio músico arequipeño cataloga como la tercera de su producción artística. “¿Tercera?”, te preguntarás, fiel lector/a de esta bitácora. “¡Pero si la tercera salió en noviembre del ‘23!”. Efectivamente, en esas fechas, el ex Orquídea colgó en BandCamp un LP epónimo, sucesor de Telescopio (‘20) y Sueño Ameba (‘22).

Misantropía no es otra cosa que un update de la rodaja liberada en aquellos días, entiendo hoy banneada de Internet. Para este update, dicho corpus ha vuelto a pasar por los procesos de producción y de masterización, lo que indica que el autor no había quedado 100% conforme con el (apresurado) primer resultado. Son asimismo evidentes otros cambios, de diversa envergadura: un nuevo orden en el track list, “Recuerdos Olvidados” y “WiGa” han pasado a ser respectivamente “Recuerdos” y “Wiga”, la norconeña Dafne Castañeda protagoniza un dueto con Begazo en “Tu Luz”, la portada ha sido cambiada, el docente Kris Revcam acredita teclados en “Wiga”... De manera inevitable, la sustitución recuerda el caso de Diseñar Y Destruir, póstumo testimonio de Varsovia cuya primera versión se filtró por error, publicándose la definitiva algunas semanas después.

La diferencia es que entre Alunaki y Misantropía ha pasado año y medio. Alunaki, además, no fue consecuencia de un error involuntario. Esencialmente, se trata del mismo repertorio, sólo que con modificaciones cualitativas imprescindibles de acuerdo al criterio de Raúl. La más saltante es el sonido, que ha mejorado buen trecho respecto de la toma “10/23”. En tal sentido, el incremento ofrece una fotografía mucho más limpia, a la par que pone ahora de relieve referentes estéticos antes opacados por otros -en Misantropía, Alunaki me suena más cerca de Ride y de The Boo Radleys, por ejemplo.

Por lo demás, la nueva imagen del repertorio no impugna lo que ya había dejado sentado mi reseña de Alunaki, por supuesto. Ni colores, ni calorías, ni aciertos, ni deficiencias -de hecho, este acabado más rockero enfatiza algunas limitaciones de Begazo como vocalista. Pero ésa es una historia que ya conté. Sólo tienes que hacer click aquí para acceder a ella.

Hace cinco años, finiquitaba mi comentario sobre el homónimo EP debut del cuarteto mistiano Fantaxma subrayando que necesitaba un soberano ajustón de tuercas, de cara a su continuidad vital. Esto, considerando el propósito de avanzar constantemente, que fuera expresado a través de su página en Facebook; así como la llamativa aleación indie dark con que blindase ese primer esfuerzo (de antecedentes rastreables en la chamba de los ¿desaparecidos? Aura).

Hoy es menester aplicarle cuatro o cinco escuchas a la renovación propugnada por Willington/Málaga/Blas/Herrera -imposible de soslayar, y que a la vez no alcanza a ser todo lo sustantiva que debiera. Por vía de la rojinegra Uku Records, Fantaxma ha editado Eternidad, mini-álbum en realidad calificable como maxi-single al estar compuesto por sólo dos surcos inéditos, amén de cuatro relecturas de éstos. Si encima se considera que el track que da nombre a este esférico tiene todas las señas de asumirse como “A-side” de un 45’’ virtual, dejando al otro en la a ratos incómoda situación de ocupar el consabido “lado B”, la cosa se pone más peliaguda.

Abre la jornada “Eternidad”, y desde el vamos es notoria la transformación en el output del grupo. Si sobreviven algunos indicios de ese pasado que coludía al indie rock de este siglo y al darkwave, precisamente son eso: restos, huellas, asomos. A sus hundidas espaldas se aúpa una eléctrica embebida de distorsión todavía ruda, como dejando en claro que la apuesta viene guarnecida de pedaleras. La voz del también guitarrista Lenin Herrera, sin embargo, no tiene intenciones de susurrar. Por eso, prefiero hablar de noise rock antes que de shoegazing. Si acaso, en sus momentos de mayor despliegue punchero consiguen adscribirse a ese marbete, conectándose al primer Resplandor (Sol De Hiel EP, 1998).

¿Y entonces? Pasa que, ya encausada de lleno en el rubro, “Oración” es una pieza muy poco extensa. Cuando parece que va a comenzar a reventar, cae presa del fade out. En conjunto, ocho minutos y sencillo, duración exigua para presentar la metamorfosis sin apuntalarla. Porque las consabidas versiones añadidas -tres de “Oración”, sólo una de “Eternidad- no lidian con el reto. Tampoco les compete hacerlo. Bien sea que “Oración” termine inundada de una sobrecarga tal que la afantasme (Fiorella16), bien que se alargue gracias a la de palo y a una pandereta, bien que le cambies el fusible en las seis cuerdas (Miguel Málaga) por uno más rockero (Raúl Montañez); el saldo no se trastoca.

Y sí, la interpretación ‘Etéreo Drone’ de “Eternidad” suma atmósferas dub, fortaleza y algo de espectral (neo)psicodelia. Estas peculiaridades, no obstante, no me hacen olvidar que es a fin de cuentas una relectura. Que cumple con su cometido, sólo para poner de relieve que Eternidad trae muy poca carne -y no precisamente harto hueso, pero sí unas cuantas capas de grasa, lo que termina generando la misma impresión.

Hákim de Merv

jueves, 7 de agosto de 2025

Bondage: Homoplaxmosis EP // Rifle: Beyond Paranoia

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de julio de 2025.) 

Eyectado en mayo último, Homoplaxmosis EP da cuerpo a una interesante trasmutación en la travesía del acto liberteño Bondage -travesía que ya alcanza 13 largos años de vida. Cierto, una no muy prolífica, puesto que con el extended apenas llega a los cuatro capítulos discográficos. Instancia por lo demás comprensible, dados el talante arisco y los crujidos harto inasequibles del unipersonal de Juan Carlos Paredes Jara. Ello, sin detenernos en las “obscenas” connotaciones de su denominación, que todavía interpela falsos recatos de una sociedad como la nuestra. 

Luego de darse a conocer con la reedición (‘13) de su epónimo estreno (‘12), Bondage ha vagabundeado husmeando insistente en esas zonas francas en que se enyuntan la electrónica analógica y el Ruido en su acepción más cruda e intensa. Con números que van del synth punk menos aquiescente al industrial a un paso de la hipérbole absoluta, el peruano siempre ha batido campanas llamando a la hecatombe de las convenciones, al Armagedón del establishment, a la demolición de las apariencias. Sus trabajos coadyuvan esa cruzada, asimismo, faltos de requisitos “formales” como la alta fidelidad y los modos recurrentes en aquello que todavía entendemos por “canción”. 

No es que Homoplaxmosis EP desande el camino. Lo que hace es mitigar las turbulencias y desbastar las salientes de que se apertrecha de continuo la música de Bondage. ¿Con qué propósito? Con el de permitir la inserción de otros códigos, en frecuencias similares éstos a los que viene empleando desde hace más de una década el individualista norteño. En “Pesadilla”, por ejemplo, la machacona batería y el constante regodeo del bajo me hacen pensar en Chrome. La banda de Damon Edge y Helios Creed es conjurada también en la pista homónima, junto a otras referencias convergentes como la no wave y el primer Neubauten.

El extended, entonces, incorpora tímbricas propias del after punk anglosajón y del post industrial. Esta mixtura cuaja en incendiarios pasajes de un post punk garagero atravesado de dub escabroso y de reverb maligno (“Sacrificios”), en tensos accesos de noisica entropía industrial/post industrial (“M.CV.E”), en fárragos dignos del pandemónium más lacerante que puedas concebir (“Harto Del Reptil” o Public Image Ltd. en mal viaje de merca adulterada). El calicanto que cohesiona y da homogeneidad al EP sin pasteurizarle, como no podía ser de otra manera, lo proporciona el bombeo permanente de una correntada de ruido turbio y perturbador -el mismo del que Paredes Jara ha dado generosas muestras en jornadas anteriores.

Difícil ser aún más ilustrativo acerca de Homoplaxmosis EP, artefacto que logra desafiar incluso las taxonomías más flexibles -a mí me ha hecho reconsiderar el lugar que ocupa en la vasta Meloteca de Babel.

La nueva entrega de Rifle viene antecedida de una historia de desavenencias, pero también de pergaminos en las mezcla y masterización. En cuanto a lo segundo, al mando de la consola estuvo el chileno Ignacio Rodríguez (a) Nes, baterista de ese grupazo que ¿fue?/¿es? La Hell Gang. No creo necesario abundar más acerca de uno de los combos puntales de la movida stoner al sur de Tacna, distinguido por enarbolar el fuzz cosecha psicodelia sesentera como piedra basal de su accionar sónico.

Y en cuanto a los intrilingüis del trío, refiere éste que en el ‘23 el bajista y vocalista Alejandro Suni-Álvarez se mandó mudar a Canadá. Volvería más adelante, sólo para ver cómo el baterista Julio César Araujo (Kurandera, Brujo Mayor) zafaba. Suni-Álvarez y el guitarrista Magno Mendoza consiguieron moldear una versión demo del disco. A punto de ingresar al estudio a darle forma definitiva, regresó Araujo para ocupar su justa posición en el line-up. Completos, grabaron las sesiones de Beyond Paranoia en el estudio Dragón Verde. La crónica se consigna en el BandCamp de Rifle.

Me deja un poco confundido este Beyond Paranoia. Posee un sonido mucho más clásico que el debut Repossessed (‘22), al punto de no quedarme claro si lo suyo ahora es un stoner rock estofado -del verbo estofar, por siaca, cf. la RAE- en heavy psych y blues, o si actualmente optan por abrazar un heavy psych stoneado y bluesero. En ambos escenarios, nótese, el blues es un ingrediente con visos de imprescindible -pero no por ello protagónico, como atestiguan “She Got A Spirit” o la senescente “Inner Whisper”, de pudorosa ascendencia hendrixiana las dos.

Por otro lado, y a tono con este cambio de registro, la voz de Alejandro se decanta hacia el susurro. En Repossessed se echaba de menos algo de fuerza y/o vehemencia, que le hiciera estar acorde con la robusta convicción stoner y la avasallante rapidez cuasi metalera exhibidas por sus hermanos de armas. Ahora que la terna templa bríos y atempera ferocidad, la performance de Suni-Álvarez se acomoda mucho mejor (“Beyond Paranoia”), en coincidencia con las enteogénicas composiciones de ácido desert rock susceptibles de prolongarse indefinidamente. Hay excepciones, sí, como el tanque blindado que supone “She Got...”; pero en ningún momento los decibeles suben tanto como para dejar al también bajista en off-side.

Falta agregar unas cuantas palabras acerca de las baquetas. Casi ninguno de los canales arranca desmarcándose de los medios tiempos, circunstancia que nos permite apreciar la pródiga contención a que se aplica Araujo desde la teba (“Break The Voodoo”). Cuando debe soltar amarras, empero, no tiene empacho en redoblar esfuerzos a fin de elevar el pulso (“Gipsy Spell”, “Inner Whisper”). Se le siente concentrado, en armonía con los otros dos tercios de Rifle. Si Repossessed es un sonoro cachetadón de bienvenida que recomendar, Beyond Paranoia no se merece menos -muestra un reverso más mesurado de pesado rock lisérgico, cuyo potencial está en condiciones de difuminar horizontes.

Hákim de Merv

jueves, 31 de julio de 2025

Parasomnia: Cuerpos De Otros EP // A Full Cosmic Sound: El Fénix

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de julio de 2025.)

Un buen día, después de tres años, decidió retornar Parasomnia a la palestra. Convertido nuevamente en trío debido a la salida del bajista Sebastián Gonzáles, quien cumplía función de apoyo en directo, el combo santiaguino ha estrenado nuevo extended hace medio almanaque, mismo que viene a suceder al debut en largo Vigilia. En la práctica, entonces, la agrupación vuelve al formato que grabó el primerísimo Parasomnia EP allá por el ‘20: Francisco Cerda en las baquetas, Franco Reyes en la eléctrica, Mauro Rojas en las vocales y el bajo.

Mediante Vigilia, se adentró el trinomio en las hoscas espesuras del dark rock clásico, balanceándose no pocas veces a la sombra del dark-gothic emergido durante la segunda mitad de los 80s. Lo llevó a cabo, además, ganando peso, agilidad y fuelle; virtudes cuya conjunción le posicionó estéticamente a tiro de piedra de audiencias más extensas que las abroqueladas en torno a nichos darkies (cf. Alcalá Norte). Para Cuerpos De Otros EP, la performance es reeditada, produciendo resultados en la misma frecuencia -e incluso algunos centímetros más adelante.

“Roja Mañana” corre la cortina del extended con renovados ímpetus, desplegando el arsenal del terceto: una ígnea guitarra fantasmal, un drum set bien cuadrado y tenaz, sobre todo un bajo equilibrista. En lo concerniente a este último, se suele decir que cuando mejor lo hace es cuando menos se le nota. Cierto, a menos que hablemos de géneros para los que el mástil de cuatro cuerdas sea arquimédica palanca de apoyo. Tal es la circunstancia: ya consideremos “Gusano” o la densa “Quemar La Realidad”, el bajo del también frontman de Pande-Dios muda en la espina dorsal de las composiciones sitas aquí.

De post punk, entonces, ya nada en la práctica. Apenas un aire al Wire de 154 (‘79) en “Roja Mañana”. El espíritu de Ian Curtis aún se manifiesta en todo su lustre dark (“Quemar...”). Lo mismo puede decirse del Cure siniestro (“Saturno”) o de los olvidados And Also The Trees (“Tal Vez, Alguien”). Franco Reyes resplandece o se apaga según dictamine cada situación, mientras que Francisco Cerda se muestra versátil para los cambios de velocidad de un número a otro. Desde sus respectivas posiciones, ambos ofrecen sendos complementos/contrapuntos a los foscos matices que dispara Mauro.

Siento que las letras no han sido todo lo chambeadas que deberían. En ese sentido, me parece que existe una suerte de involución en relación a Vigilia. Las de Cuerpos De Otros EP se me antojan a media caña, apelando más de la cuenta a la socorrida coartada de la rima. No siempre, es verdad, pero tampoco no nunca.

Nuevo disco de A Full Cosmic Sound, colectivo mapocho que marcha rumbo a sus dos décadas de fundado y cuyas copiosas referencias discográficas se hallan un tanto dispersas/repartidas en la región. De tan vasta cosecha, sólo he podido escuchar La Automatic Flight Control System (‘17) y un live que recupera su presentación en la tercera edición del Festival Integraciones (‘13, realizada en Perú), publicado por SuperSpace Records (label de nuestro músico/no-músico Wilder Gonzales Agreda). Por desgracia, la mayoría de títulos no se encuentra disponible en Internet.

El Fénix es un lanzamiento peculiar. Consta de un 12’’ que es el álbum propiamente dicho, y de un 7’’ adicional que hace las veces de bonus disc. Aunque hermanadas bajo una misma etiqueta que no pretende ser conceptual, en la medida en que ambas rodajas guardan más diferencias que semejanzas, las trataré cual volúmenes distintos.

Como suele ocurrir cuando se aborda la figura del colectivo, A Full Cosmic Sound es una entidad abierta a diversidad de influencias, pues cada músico que se asocia temporal o permanentemente adiciona nuevos colores o tonos a la paleta comunal. No obstante, es verdad que los colectivos tienden a perfilarse sobre la base de sus influencias más marcadas. En el caso de la tropa chilena, las constantes son el ambient, la psicodelia minimal, la Baja Fidelidad y la electrónica; entre otras de menor ascendiente. De ello ya habían dado pruebas en La Automática... y en el directo aludido.

No es distinto el tramo 12’’ de El Fénix. Dedicada a Eduardo Streeter Silva, músico de AFCS fallecido tempranamente, la placa principal se apertrecha de dos temas kilométricos. Lejos de ser la única característica en que comulgan, “El Fénix” y “El Tío Pantera” pueden abordarse como lienzos en progreso -embebidos en un ambient apacible salpicado de eléctricas que suenan/reverberan con austeridad. A veces la intensidad se eleva, posibilitando la aparición de tenues devaneos psicotrópicos. A veces, también, aparecen atemperadas secuencias que tienden a agilizar el movimiento de estas esculturas sónicas. Flota encima suyo siempre la certeza de crescendos propios del post rock más folkie, que aditan a su registro visos de ensueño -lo que, por fortuna, no las hace forzosamente “ensoñadoras”.

En cuanto al 7’’ extra, “Corto Vuelo, Era Una Trampa” se impulsa desde el ruidismo cacofónico consecuencia de topetazos entre el free jazz y el noise, nunca desmarcados de la dialéctica inherente a la música rock. Curiosamente, “Corto...” cobija una cadencia marcial, a despecho del caos en que nace. En las mismas coordenadas se mueve una pista bautizada “En Vivo En Perú (Extracto)”, brevísima muestra de su accionar sobre el escenario. Por su parte, “El Mensaje De Roger” carece de baterías o secuencias, si bien su naturaleza es igual de rockera que la de sus predecesores inmediatos. Dispares rostros de una misma inteligencia colectiva.

A Full Cosmic Sound son, en esta ocasión, Gonzalo Muñoz, Jorge Boher, Ignacio Rodríguez, los hermanos Iván y Álvaro Daguer, el finado Eduardo Streeter, Mauricio Dodds y Roger Sierra.

Hákim de Merv

jueves, 24 de julio de 2025

Stalker - Music Inspired By Andrej Tarkowskij's Movie // Music For Alien Temples

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de julio de 2025.)

Cronenberg, Fulci, Argento... No sé si las compilaciones temáticas de Eighth Tower Records consagradas a tamaños cineastas constituyan una línea de lanzamientos como tal. De no ser ésa la situación, sí se han convertido en una saludable costumbre, que espero la independiente napolitana especialista en sonoridades opacas y similares mantenga durante luengos años. Por lo pronto, ya se amplió el radio de acción hacia la literatura, dedicando sendos capítulos a la novela Drácula de Bram Stoker (‘22) y a los cuentos góticos de Edgar Allan Poe (‘23).

En mayo del ‘24 vio la luz Stalker - Music Inspired By Andrej Tarkowskij's Movie. Como indica su nombre, el panorámico homenajea a una de las dos películas inscritas en el género de la ciencia-ficción rodadas por el gigantesco director soviético. Más allá de la (parcial) coincidencia estética, merece destacarse el hecho de haberse enfocado esta vez la discográfica en un artista que poco tiene en común con sus colegas antes enumerados. Y es que cada largometraje de Andrei Tarkovski se convierte en una experiencia única -con más razón Stalker (‘79), de interminables planos contemplativos y texturas inmersivas, (sobre)cargado por igual de simbología y de metafísica.

Acorde con el aliento denso e introspectivo del film, la rodaja se fundamenta en esa aleación que el sello peninsular ha convertido en distintiva piedra de toque -un acrisolamiento de dark ambient y de drone music. Sean electroacústicas o digitales, las performances producen sonidos mistéricos, sombríos, por momentos elefantiásicos (cf. “Everywhere Is A Prison” de Mario Lino Stancati). Músicas mesmerizantes que se debaten entre la homeostasis y la transistasis, como evocando transmisiones al azar de ondas hertzianas, gestando suites ambientales adornadas las menos de las veces por grabaciones que perennizan ruidos naturales abundantes en espacios inertes; sean éstos silvestres o levantados por la mano del Hombre.

Escucho así el discurrir silencioso del agua en “The Stalkers” de Kelados, así como su goteo copioso y el soplo vivaz del viento en “Porcupine Trap” de Tsath. De esa misma expresividad caracoleante también se nutre “Approaching The Room” de Esa Ruoho. El resto de Stalker - Music Inspired By... evoca climas de otredad (“The Zone” de Rapoon), de lugares deshabitados y tomados por la entropía (“The Desire That Has Made You Suffer Most” de Morgen Wurde), anegados en un ambient exiguo y no obstante opresivo (“Puddles And Debris” de Phoanøgramma, “Strefa Poleska” de Zabbaleen). Merced a semejante estimulación auditiva, las sensaciones suscitadas en la materia gris remiten al acto de arrastrarse, escabullirse, reptar...

La excepción de rigor, que rompe los estrictos parámetros del minimalismo al que es afecto Eighth Tower, es doble. Por un lado, el cierre “Anomaly In The Cell” de Glacial Anatomy no renuncia al silencio pero sí a la ausencia de melodía, generando vasos comunicantes con discursos menos agrestes como el bliss out. Por otro lado, “Ominous Hazards” de Mombi Yuleman se descarrila al aproximarse a sus tres minutos hacia programaciones electrónicas embrionarias, dando de lleno en atmósferas consuetudinariamente tenidas por futuristas. Nunca pensé que oiría algo así en la nómina de la label azzurri.

Nada más comenzar, ya en este 2025 la subsidiaria de Unexplained Sounds edita el volumen Music For Alien Temples. Calza también su concepto subyacente dentro de los límites estilísticos de la escudería, proponiendo escenarios que la ficción especulativa se encarga de apuntalar y/o diversificar hasta superlativos grados inimaginables.

Efectivamente, la noción de templos extraterrestres implica civilizaciones -existentes, más probablemente extintas- que han germinado en otros rincones del Universo. Comporta, además, una función concreta que el fenómeno religioso debiera cumplir dentro del tejido social desarrollado por esas entidades inteligentes. Todo ello, en el marco de especies substancialmente distintas a la nuestra,  tanto  desde  el  punto  de  vista  biológico  como  desde  el  cognitivo. Las posibilidades, por ende, son infinitas -vg. formas de vida basadas en el silicio, no en el carbono.

Sugestionado por las variedades que cultiva y suele fomentar Eighth Tower, me gusta pensar que las exploradas aquí son contingencias relacionadas a la llamada “Teoría del Gran Filtro”, que postula que nuestro Universo está lleno de restos de civilizaciones muertas; bien porque cumplieron su ciclo hace mucho tiempo, bien porque enfrentaron eventos de extinción masiva. Por probabilidad estadística, en algún momento llegará nuestro turno, y la Humanidad se desvanecerá irremediablemente, si para entonces aún no logra destetarse de la Tierra y colonizar mundos exteriores habitables allende el Sistema Solar. Los vestigios de carácter religioso que sobrevivan a nuestra desaparición serían, llegado el caso, equivalentes a la idea de templos extraterrestres para quienes vengan después de nosotros/as.

Complejos urbanos avejentados por el hollín y el paso inexorable del Tiempo, erigidos en parajes de una majestad cósmica que causa vértigo. Solemnes megaestructuras atiborradas de la caleidoscópica gradación del color del óxido. Extraños entramados arquitectónicos que constituyen un enigma en sí mismos, al no disponer de mayor información acerca de sus constructor¿es?/¿as? Y en ese hipotético porvenir en el que conseguimos explorar estos sacros lugares desolados, estas olvidadas edificaciones rituales, estos mudos testigos de las cumbres que alcanzaron quienes vivieron mucho antes que nosotros/as; se acopla de maravillas la banda sonora que supone este desmesurado Music For Alien Temples, que sobrepasa con facilidad los 90 minutos.

Ambient que huele a oquedad y antigüedad (“Ashen Icons” de The Black Monolith), armónicos masivos de carácter reverberante (“Observation Of Ceremonial Or Ritual Occurrence” de Insectarium), tonos antinaturalmente deformados (“Dormant Atmosphere” de Kokum retuerce con saña el simplón sonsonete de Close Encounters Of The Third Kind), drone megalítico (“Space Temples Caving” de Bjørn Jenkins), atribulado(r) dark ambient de ribetes titánicos (“The Syvronesis Temple” de Plamen Večnosti). Música perfecta con que explorar reliquias de mundos olvidados, la de Music For Alien Temples deviene en un trabajo sólido, que no claudica en su intención de aventurarse a través de las ventanas espacio-temporales que provee el Sonido hacia esas lejanas huellas pétreas. Sin embargo, sí cede en su visión sombría de estas zonas en “Extraterrestrial Superiority” de Taphephobia, y más aún en los casi 15 minutos de “Dark Spire” de Joe Mathews -melancólicos, deprimentes, tristes. Humanos.

Hákim de Merv

jueves, 17 de julio de 2025

Alcaloidë: ∞ EP // Contusión Cerebral: Pensamiento Programado

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de julio de 2025.)

Cuando hace casi dos meses tomé conocimiento de EP, nueva entrega de Alcaloidë, acababa de retornar de unas breves vacaciones en las alturas de Huaraz. Lo primero que se me ocurrió es que había ingresado inadvertidamente en una realidad alternativa. Supuse después que me había equivocado al momento de seleccionar la descarga, facilitada gentilmente por el músico y co-fundador de Chip Musik. En última instancia, pensé que al descomprimir el .rar inadvertidamente debía haber abierto otro archivo.

Vanas conjeturas. El extended, valgan verdades, dista mucho de las composiciones más recientes que publicase el autor oroíno. El golpe de timón que propina es más bien un martillazo, en modo alguno ubicable próximo a su último largo Wichq’ana Ch’askancha (‘21) o a su tumultuosamente ruidosa colaboración en Paradigmas Frecuenciales II (‘23). Tampoco “Tesla”, cedida para el lado B de Philodina (‘25) y donde Alcaloidë se acerca tangencialmente al shoegazing, guarda mucho en común con el EP subido a inicios de mayo pasado.

Se desgajan los primeros sonidos de “Frecuencias De Kénosis” y la metamorfosis se evidencia. Aunque la música de Alexander Fabián bajo esta faceta proporciona con el paso de los minutos las dosis de peculiar rugosidad y de esos glitcheos que dan consistencia a sus fondos sonoros, ahora su preeminencia es menor ante la adopción de una línea melódica de conducción ambient que no necesita descollar para modificar sustancialmente el cariz del alias. Mantener el perfil discreto le basta.

Mientras empieza a declinar “Frecuencias...”, fantaseo con un Brian Eno que hubiese empezado carrera solista en este siglo en vez del anterior. La quimera se evapora al arrancar “XTO” acentuando ritmo y melodía, transformándose de a pocos en una jungla simétrica de pulsos. Aunque proliferan los autechrismos, sus reverberaciones y un sublimado exotismo étnico me hacen sentirle más a gusto en los predios de The Future Sound Of London que en los de la dupla formada por Sean Booth y Rob Brown. No acontece otro tanto con “Godwave V_1.1”, que subraya la multiplicación de secuencias pero no la tonalidad eurítmica. Pese a que “Godwave...” se ceba en los límites del drum’n’bass, su impronta digital está lo suficientemente borroneada para impedirle cruzar esas lindes.

Sorprendente giro el de EP, entonces, con sólo tres canales y menos de un cuarto de hora. Como se usa decir en estos bytes, queda la incógnita sobre si es una transformación pasajera o si será algo más permanente, que modificará por completo la naturaleza misma de Alcaloidë.

Descubrí hace poco las bondades -por así decirlo- de Contusión Cerebral. Se trata de un seudónimo aparentemente individual tras el que se acomoda el huancaíno Harold Heinz. Su labor artística despega en el Año de la Pandemia a través del álbum La Doble Singularidad, y continúa en el siguiente con Variación Cuántica. Pistas en este último como “Navegando Por Una Galaxia Holográfica” o “Reiniciando El Simulador De Sonidos Monogravitacionales” me inclinaban a especular sobre una electrónica deudora de la tradición sci-fi.

Nada más lejos de la realidad. Luego de una buena cantidad de singles y algunos EPs, el tercer volumen de Contusión Cerebral aparece a fines de febrero. Con Pensamiento Programado, Heinz finalmente se decide por géneros más delineados que el nebuloso esteticismo post punk del debut. El darkwave, la coldwave, el synth punk e incluso la electronic body music trashuman este disco de melodías inmutables y oscuras, de ritmos cortantes y angulares, de febriles arrebatos y vocales tan escasas como lúgubres -que esconden de este modo sus limitaciones, todo sea dicho.

El genoma mitocondrial de CC guarda una enorme herencia materna de dark rock. Ello es más que notorio al escuchar canciones como “La Muerte Me Espera”, “El Planeta De Los Genocidas” (acreditado como cover de unos tales Rüe Morgue 131) o “Las Flores Del Mal” (bien Lima 13). Ocasionalmente, es el darkwave inclinado hacia el synth punk el que se pasea en “Madre, He Probado La Muerte” o en “Nativos Digitales”. Algunas esquirlas de esta aleación expanden el output hacia desarrollos cobijados por la proverbial frialdad de la coldwave, caso “Frío Destino ♡”, la ágil “Presagio Fúnebre” (aquí la voz emula la de Javier Benavente, de los legendarios Parálisis Permanente) o la aún más virulenta “Baila Como Ian Curtis” (original de unos aún más ignotos Octubre).

Angustia nihilista envasada en alienantes programaciones de hierática gelidez. Sí. El problema es que, salvo “Suicidio Moral”, que arriesga un poco más empujando a Harold hacia maquinaciones filo-EBM; no encuentro muchos intentos por trascender o superar el manual de estilo, y sí bastante complacencia genérica. Aún cuando no tengo ningún reparo en torno a las etiquetas utilizadas, no me he sentido especialmente movido por Contusión Cerebral. Su agitación synth, su quejumbrosa calígine a lo Seventeen Seconds circa “At Night” o “In Your House”, su paso correlón y rabioso; todo ello me gusta y entretiene, sin lograr calarme de veras.

Todavía se le siente crudo, pues, al acto altoandino. Paciencia, me digo, que el muchacho no ha hecho sino empezar. Mi espíritu se serena ante esa perspectiva.

Hákim de Merv

jueves, 10 de julio de 2025

Ballet Mecánico: Primera Secuencia // Ayarwhaska: Dendritas Oscilantes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de julio de 2025.)

Luego de un tiempo relativamente alejado de su faceta como músico, estrenó Fernando Pinzás durante el último trimestre del ‘24 Ballet Mecánico, proyecto donde él tiene la última palabra y en el que las colaboraciones son más que bienvenidas. Se establece así una diferencia clave respecto de grupos anteriores en los que participó, como Specto Caligo y los recordados Varsovia. A posteriori de los singles de adelanto “No Cederé” (10/24) y “Testamento” (1/25), BM libera su debut en marzo del presente a través de la discográfica Buh Records.

Mencioné hace un momento las colaboraciones. En esencia, éstas han tenido lugar a la fecha en el rubro de la voz, dándose el caso de tantas vocalistas invitadas -sí, todas ellas mujeres- como de episodios provee el largo, exceptuando la epilogal remezcla de “No Cederé”. La suerte es, en consecuencia, variopinta.

Pinzás ha erigido un opus de synth pop ochentero clásico con debilidad por la decoración Hi-NGR e italo-disco. No siempre es así, por cierto. En canciones como “Fábricas Del Miedo” y “La Memoria Es Un Acto Político”, Ballet Mecánico se enfunda en la piel de la ochentosa electronic body music. Monocordes, cortantes, airadas; las voces escogidas para ambos números -Anabhell y Kat Kathia, respectivamente- calzan de plácemes con la contundencia cuasi industrial y el agresivo synth punk para caderas que ellos encarnan. No es tan simple abordar el resto de Primera Secuencia, sin embargo.

Cuando las programaciones se adelantan un poco a la fecha de origen de su matriz (menos próximas a los 80s que a los 90s), las melodías se hacen más recordables, el delay se aposenta en los lugares correctos, las atmósferas se empañan de melancolía y los teclados se vitrifican hasta traslucirse. Ésa es la mejor performance para las vocales de Luz Cáceres (a) Luxsie (“Mascarilla”), Luminiscencia (“Testamento”) o Noelia Cabrera (“Como La Última Vez”). Emergen efluvios de O.M.D., de Yazoo, de Soft Cell e incluso del primer New Order. Cuando no ocurre tal cosa, sino que se prioriza el esteticismo/efectismo Hi-NRG/italo-disco, aunque los arrestos suenen bien elaborados, carecen de la chispa emotiva de sus pares -y en ese contexto, hacen lo mejor que pueden gentes como Susana Fátima (“No Cederé”) o Laura Rosales (“Rosa Era Inocente”). Por fortuna, esas oportunidades son las menos -para más inri, ubicadas al inicio de la jornada.

El grueso del álbum está, pues, a la altura de las circunstancias. Synth pop contenido de ingente carga emocional tratando simultáneamente de sonar lo más minimal que se pueda, bebiendo a veces del output de El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados (pero no de su divertida retórica). Cuando no, new beat de ecos a lo Front 242 o Neon Judgement, y hasta de unos Nitzer Ebb con las secuencias desmontadas.

El único rato en que se funden todas las variables puestas en juego a lo largo de poco más de 36 minutos es “La Ciudad De Los Incendios”. Su conjunción de Hi-NRG, marcialidad proto-EBM, teclados veleidosos como ellos solos y una voz que se afantasma sin disolverse (Angélica Carlos a.k.a. Elva Cío, camarada de Pinzás en Specto Caligo); le hace merecedor de un espacio insular. No digo que sea la mejor canción del vinilo, sino que es la de sonido como no tiene otra en éste.

Correcto primer paso. Muy artístico y entrañable, también. Para sortear hándicaps y superarse a sí mismo, Fernando debería: 1) equilibrar la balanza en cuanto a estilos de los que se nutre, y 2) pensar en una cantante estable, de registro amplio. Sólo así sacará todo el partido posible de sus potencialidades y conseguirá puntaje perfecto. El de Primera Secuencia va bien para un bergantín que recién zarpa.

Aún no tengo el gusto de conocer a Valentín Causillas. A riesgo de equivocarme, lo alucino alguien todavía con el pellejo verde, coetáneo de Nicolás Prado, de la tropa Haiti Bon Aire o de la mancha de Antibióticos. De todos ellos algo tiene su escueta primera entrega Dendritas Oscilantes, de apenas 26 minutos más sencillo, embebida en desparpajada conchudez con la cual rondar tendencias aglutinadas alrededor de dos cepas entrelazadas: el ruido fecundado por la actitud punk y la fascinación por la distorsión ominosa.

Comienza a sonar “XXX Rated Speed Grindcore” y piensas automáticamente en Leonardo Bacteria, fallecido frontman de Insumisión. No porque Ayarwhaska -alias de Causillas- sea un facsímil del u-ni-per-so-nal de Leo, sino porque la inspiración es clarísima. Mezcla de grindcore y gabber a velocidad supersónica, “XXX...” navega los mismos mares encrespados que el digital hardcore de Insumisión a partir de La Frustración Lo Cubre Todo (2000). Como éste hay varios surcos en la decena que integra el repertorio del cassette, si bien dotados de intros diversas: “Torturados Serán Los Alzados” (cuyo pistoletazo de salida parodia los viejos programas de variedades setenteros), “El Harsh Es Lo Único Que Me Excita” (que de harsh no tiene nada, con sus bpms fuera de control), “Desasosiego” (su engañoso preludio de rock grave y solemne experimenta un quiebre para aplastarte despachando avalanchas de drum’n’bass deforme), “Matas El Pueblo Por El Que Luchas” (sampleos de La Boca Del Lobo y del cleptócrata oriental Fujimori, colándose por en medio de frecuencias que colapsan ante la voluminosa carga que soportan).

Por contraste, hay otros tantos cortes que asoman bastante más convencionales, pese a que Ayarwhaska se las arregla para preñarles de elementos bizarros con que tender vasos comunicantes hacia sus similares del párrafo anterior. El primer ejemplo de ello es “En Colono”, que suena a punk noise de sucio ruido ascendente. Por la misma trocha se desplazan “Memorias Gwiyomi Nyan Cat”, egg punk de desprolijidad absoluta que muta hacia el final en webcore (y cuyo bajo modélico es lo único que sostiene su caótica naturaleza), el inusualmente dilatado “Tres Gallos” (noise rock desestructurado de guitarra aporreada), el cierre “Psykodemia!! (Asko)” (que más parece una unión a la mala de distintos retazos).

Punk + noise + distorsión + gabber, entonces. Tal es la consigna hecha lema por el joven Valentín. Lema que, como suele suceder, no tiende a la uniformidad -y que tiene en Dendritas Oscilantes una excepción para confirmar la regla. Ésta es “Puti Jazz”, pista diminuta que así y todo se da maña para hacer sonar saxos ¿andinos? ¿afroperuanos?, por entre masas asesinas de abyecto noise. La exceptuación -a duras penas- de una experiencia frikeante que pone a prueba, una vez más, tu capacidad de aguante en relación a formas no convencionales de crear música/no-música. Como sucede con Ballet Mecánico, se porta asimismo Buh con la manufactura de la cinta.

Hákim de Merv