jueves, 23 de octubre de 2025

Fiorella16: Postales Del Paraíso

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de octubre de 2025.)

Hay que andarse con pies de plomo al reproducir lo que parece ser la última entrega de Fiorella16 para lo poco que falta por transcurrir del ejercicio ‘25. Decir esto podría lucir engañoso e inexacto: el álbum sale el 7 de marzo, y desde entonces el buen José María Málaga ha tenido tiempo de sobra para concebir si no un nuevo largo, al menos un extended play. Con todo, Postales Del Paraíso no es tanto la cereza sobre el pastel de un año generoso del arequipeño, como sí la rúbrica de un período tremendamente fértil en la trayectoria del individualista. Un rush que restalló durante la segunda parte del ‘24 y que terminó de combustionar hace siete meses.

De todas formas, en lo que va del presente es éste el segundo título largo de Málaga, tras ese Pathetic Live Recordings que editase la independiente mapocha ETCS Records. Durante algunas semanas estuvo también disponible un EP denominado Íntima Extravaganza, que iba a ser asimismo materia de esta reseña, posteriormente descolgado de Internet debido a razones desconocidas.

Créditos en BandCamp afirman que esta media docena de tracks fue grabada y mezclada entre marzo y mayo del ‘24. No tengo ninguna razón para dudarlo, pero los nombres de cada uno de los temas indican un rango de tiempo que va de enero del ‘03 a noviembre del ‘24. Se me ocurre pensar, pues, que estos instrumentales eran ideas/bocetos/demos que José María tenía archivados y que decidió plasmar en su forma definitiva hacia fines de mayo del año anterior -con la visible excepción de “Noviembre 2024”, que debe haber sufrido una transformación tal en la fecha señalada, que fue necesario rebautizarle.

¿Estos saltos temporales harían de Postales Del Paraíso una compilación de inéditos? ¿Habría que descartar a priori un carácter conceptual? No necesariamente. En el mejor de los casos, hablamos de un intervalo de más de dos décadas, y no existe frecuencia constante entre una y otra pista como para hablar de la documentación de un lapso creativo correspondiente. Sin embargo, de lo que sí se puede hablar es de una faceta artística en la labor creativa de F16.

Málaga apela a una mitología ficticia -¿expuesta en NoMundoFiorella EP, ‘13?- y explica que estas composiciones son el producto de encuentros/desencuentros con criaturas pertenecientes a ese imaginario. En la práctica, PDP se contrae y se dilata al son de una drone music no por minimalista menos armónica. Sin depurar del todo el registro lo fi, sin abandonar las atmósferas hieráticas, Fiorella16 trenza resonancias, ecos y reverberaciones preñadas de melodías tan austeras como emocionales. Las guitarras se abren paso regularmente, sólo para prosperar en el caos -pensemos no en fárragos cacofónicos con que obliterar tímpanos, sino en esas duplicaciones impensadas que asaltan al visitante en un laberinto de espejos. Por momentos etérea (“Marzo 2024”), por momentos incluso colindante con el famoso efecto ragga indio sesentero (“Diciembre 2018”), la performance del unipersonal oscila entre los dos extremos del esteticismo bliss: el del pop (“Enero 2003”) y el del out (“Noviembre 2024”). Rara vez hace tierra simultáneamente en ambos remates (“Diciembre 2010”).

El único episodio del disco en que José María se reconduce por los cauces habituales de su proyecto es en “Febrero 2024”, el más largo del repertorio. A pesar de hacerse aquí progresivamente tormentoso, el feedback no llega a extralimitarse, coronando la sensación de mesura en un volumen que se queda a contados pasos de la entrada al paraíso en la fortaleza de Alamut. Todo esto, en menos de 27 minutos.

Hákim de Merv

jueves, 16 de octubre de 2025

Matus: El Aullido / Planetario // Paradero Astral: La Mejor Canción Es Una Anécdota EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de octubre de 2025.)

Luego de 3 a 4 años, el colectivo Matus abandona brevemente los cuarteles de invierno para añadir nuevo y fugaz título a su extensa discografía. El Aullido / Planetario fluctúa entre las categorías de 45 rpm y de EP, aunque el nombre enfatice (ni tan) tácitamente su condición de single. A día de hoy, Matus se ha visto reducido a trío, con relación al quinteto nucleado a la par de la salida de Espejismos II (‘21): Véronique Miró Quesada (a) Veronik (theremin), Manuel Garfias (bajo, guitarras acústica y eléctrica) y Richard Nossar (bajo y teclados).

La alineación se ha hecho asistir de colaboradores varios, sin embargo. Figuran avalados en las notas de BandCamp Miguel Ángel Burga y Camilo Uriarte, amén de Roberto Soto (batería), Úrsula Inga (voz) y Cristóbal Pérez (saxo). Uriarte además se ha desempeñado en labores de producción y mezcla, quedando encargada la masterización a Osmar Cubillas. Distribuyendo esfuerzos según tal o cual pista, el lanzamiento no debería tomarse como corolario en la carrera del combo fundado por Richard, sino asumirse como aperitivo a delectar mientras se espera el siguiente largo de la banda. Pero quién sabe.

Arañando los 16 minutos en total, el hipotético lado A de este 7’’/EP está ocupado por “El Aullido”. Su maridaje de heavy blues y psicodelia se mueve a paso de procesión, contenido por grapas de metal megalítico. El grávido mástil de Nossar destila ecos altoandinos a cuentagotas, mientras la slide de Camilo talla paisajes de esotérico paganismo alucinado. Al aproximarse a los ciento cincuenta segundos, el canto de Úrsula Inga proporciona el complemento adecuado merced a una performance llena de calígine y con tintes de profética. Se termina de edificar así una pieza de imponente energía reconcentrada, que culminará traspuestos los 8 minutos y 30 segundos.

El hipotético lado B, “Planetario”, muestra (¿la?) otra cara de Matus. Su percusión es más rockera y pródiga, su tempo más ágil, si bien ello no impide a las guitarras de Garfias y sobre todo de Burga emborracharse de wah-wah para repujar escarpados murallones montañosos; en torno a los cuales invocar el espíritu del viejo space rock. Al promediar los cuatro minutos y medio, el instrumental coge curvas que le llevan a una dimensión completamente distinta -una en la que los riffeos atmosféricos se afantasman a la par que se desvanece el soporte rítmico, mientras se funden en esa vaporosa irrealidad al saxo espectral de Pérez y a las pulsaciones que en el theremin dispensa Veronik. Pese a que “stoner dub” sabe a etiqueta arbitraria e imperfecta, al menos ilustra esa arista.

Insuficiente, cuantitativamente hablando. El sonido a partes iguales críptico, intenso, plúmbeo y épico de Matus tendrá que aguardar todavía un poco más para hacerse otra vez del marco que mejor le favorece -el disco in extenso.

Se demoró lo suyo en debutar Paradero Astral, terceto de féminas formado hace ocho años que recién en marzo de este 2025 consigue publicar La Mejor Canción Es Una Anécdota, documento a medio andar entre el EP y el mini-álbum (aún cuando oficialmente ha sido clasificado como extended). Durante ese ochenio, el grupo dio a conocer unos cuantos sencillos de manera infrecuente, algunos de los cuales han sido recuperados para la ocasión.

Paradero Astral son Naomi Pérez en guitarra y segunda voz, Luisa Condori en primera voz, y Nirvana Morales en batería y coros. La sencillez del esquema instrumental sugiere un rumbo de fácil acceso en cuanto a su quehacer, sospecha que no se haya en absoluto descaminada. Apenas empieza a reproducirse La Mejor Canción..., se evidencia que la terna bebe más del pop que del rock, máxime cuando la mitad de las canciones incluidas resguarda algo más que un insólito aire a line up de fines de los olvidados 50s.

En la baladesca apertura “El Tiempo Atrás”, por ejemplo, no logro distinguir sino entretejidos vibratos naturales y modulados tonos límpidos. Las vocales de apoyo que proporcionan Morales Y Pérez no buscan desmarcarse de los consabidos “uhuhuhuhuhuh/uhuhuhuhuhuh/uhuhuhuhuhuh/ahahahahahah” más que para repetir alguna de las líneas de la voz principal. Bonito y sorprendente, por suerte el efecto obtenido no vuelve a ser conjurado apelando a la misma coartada en lo que queda del EP. “Mis Pupilas” es una power ballad rocanrolera que remite a inicios de la siguiente década. Idéntico rumbo toma la clausura “Gracias Por Venir”, ésta sí tan mimética que ha de tolerar el adjetivo de “revivalista”.

¿Y el resto? Sin distanciarse sustancialmente del pop, prefiere colores menos añejos. La ejecución simple y el intimismo lírico, cualidades que les hermanan a sus pares del párrafo anterior, no son óbice para fatigarse bajo otros cielos -el del robusto pop setentero en la alegrona “Maldita Incertidumbre”, el del indie pop donostiarra en “¿Cuántos Más Se Irán?”, el del hard rock punkoide en la insospechada “Sociedad”. Pese a estos relativos exabruptos, lo interesante es que el trinomio logra armonizar colores y melismas para darle homogeneidad a esta jornada de escasos 17 minutos.

Ingeniosa portada. En ella, las tres integrantes aparecen por partida doble. En la parte alta, Nirvana, Naomi y Luisa auscultan lo que parece ser el diorama del dormitorio que comparten, donde sus equivalentes recortables animadas se avocan a distintas acciones. ¿La carátula influenciaría al video de “Maldita Incertidumbre” o sería éste el que proveería de materia prima a ésa?

Hákim de Merv

jueves, 9 de octubre de 2025

LEM: Instrumentales Post Depresión

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de octubre de 2025.)

Hubieron de extinguirse cuatro años antes de que los históricos LEM volviesen a hacerse presentes en los circuitos independientes latinoamericanos mediante nueva entrega. Curiosamente, es probable que el contenido de ésta sea cualquier cosa menos nuevo. A la par de su anterior opus -Portonazos EP, ‘20-, entonces el dúo anunciaba en breve artefacto de material inédito fechado entre el ‘96 y el ‘05, cinta de otros tantos outtakes vía ETCS Records, y placa grabada en formato trío, cuando Roberto Rowe todavía era de la partida.

En la medida en que ha sido acreditado a Berbakow/Burotto/Rowe, y que este último no ha vuelto a las filas de LEM, Instrumentales Post Depresión (diciembre del ‘24) parece calzar el perfil del tercero de los lanzamientos voceados en aquella oportunidad. Por supuesto, carezco de plena certeza, aunque a creerlo me inclina una continuidad relativa entre el extended del ‘20 y la rodaja liberada en las postrimerías del año pasado. Continuidad estilística y de registro, felizmente no concretada en calco o prolongación genérica de lo ya mostrado por los chilenos.

En éste su segundo largo (el estreno Música Para Películas De Ciencia-Ficción De Bajo Presupuesto data del ‘99), los australes enfilan baterías hacia un ambient electrónico de sesgo rítmico. Mutante por definición, esta cepa prospera sobre todo en melodías circulares, acechada por rugosidades varias e hipnotizada por la esencia aromatizada de la Baja Fidelidad. Estoy tentado a asegurar que LEM la ha obtenido crackeando el código genético de la IDM en su afán por subvertirla/servirse de ésta (“Piques Cortos En Ocean Drive”), pero me abstengo por dos razones. La primera es que no dispongo de la confirmación de los autores, con lo que la intencionalidad queda en suspenso. Y la segunda, en parte derivada de la primera, que no todo el álbum transita esa vereda.

Instrumentales... dispone de un segmento más o menos considerable en el que secuencias y programaciones quedan reducidas al mínimo -por no decir que se ausentan del todo. Esa metamorfosis se hace visible desde “Amantes En Estática” y se extingue al culminar “Cementerio De Elefantes”. En medio, “Pequeños Logros Que No Importan”. Una terna de dilatadas composiciones en cuyo interior el ambient se llena de pliegues, presa de contracciones medianamente bruscas, lejos de las nerviosas mitosis en que se despeñaba la síncopa (“Amantes...”). Capas fosforescentes de texturas que se suceden y/o sobreponen unas a otras, forjando la ilusión de un bliss pop corrugado (“Cementerio...”), acompañadas a veces de una eléctrica diáfana (“Pequeños Logros...”). El sedante efecto debe ser similar al de someterse a una sesión de sunbathing en el espacio exterior.

En las cuentas, esa sección corresponde a un tercio del CD. En los otros dos, el ambient ejecutado por LEM renueva constante sus facciones. Puede ser líquido y devoto de los loops (“Transhumanismo Caribeño”), rendirse al bisbiseo sublunar del bajo (“El Champion”, de una simpleza elogiable), sacudirse el óxido para abrazar el noise (“One Shot Hit Wonder”) o arrastrarse bajo una opresiva atmósfera de erosivo lo fi (“Andean Motorik”). Pero siempre estará ese mismo ambient asistido por/aupado sobre pertinaces construcciones de (ni tan) subliminal rítmica -que atenúan la pesadez o capitalizan la herencia noventera del intelligent techno, según colores y climas que presidan cada track. Exquisito y alentador segundo debut.

Hákim de Merv

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Capricorni Pneumatici: IX TAB

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de septiembre de 2025.)

Nunca me he preguntado, y tampoco he sabido de alguien que lo haya hecho en ningún rincón del planeta, por la periferia de la periferia de la música pop independiente. Es decir, artistas y/o bandas tan radicalmente ajenos/as a los extramuros del pop vanguardista, que terminan creando un ¿meta-substrato?/¿sub-substrato? allende esos extramuros. En principio, ello debería atribuirse a semejante grado de aislamiento (que impide que pueda hablarse de escenas como tales), pero también a que la inmensa mayoría de creadores/as perteneciente a ese horizonte carga el sino del Olvido -¿cómo difundir sus propuestas o rescatar sus legados, si no hay forma de identificarles, mucho menos de ubicarles?

Sí, la inmensa mayoría de ellos/ellas. No la totalidad. Un ejemplo es Muslimgauze, a.k.a. del británico Bryn Jones (17/06/61-14/01/99), cuya obra ha logrado perdurar debido a las ediciones y reediciones de Staalplaat, Nexound o Extreme Records. Otro es Zoviet France, colectivo que la luchó hasta obtener el merecido reconocimiento década y media después de su debut (Garista, 1982), a través de Red Rhino Records o Soleilmoon Recordings. Por desgracia, la tácita norma confirma que gentes igual de avezadas para la innovación artística terminan sus días en el más ignominioso de los olvidos, aquí y en la Conchinchina. Norma que, por fortuna, las herramientas de que nos proveen las tecnologías del nuevo siglo han comenzado (lentamente) a revertir.

Hace apenas unos cuantos días se ha publicado desde Nápoles IX TAB, reedición de la cinta que en 1988 liberara Capricorni Pneumatici, gracias a los buenos oficios de Eighth Tower Records. No es el primer reissue que de este grupo orquesta la subsidiaria de Unexplained Sounds, pues ya antes han visto la luz Nibbas (‘89), el lovecraftiano Al-Azif (‘87) y Witchcraft (‘89). Sí, en cambio, otro paso más en la recuperación de su catálogo discográfico correspondiente al período ‘87-‘91; antes del prolongado hiato que terminaría con The Erivar (‘15). Actualmente, CP se mantiene en plena forma (cf. Variants y Über Artaud, ambos de este año).

¿Quiénes son Capricorni Pneumatici? Por encima de leyendas urbanas como la que habla de un combo californiano asociado a cultos abominables y al prominente satanista Anton LaVey, lo que se sabe es que el dúo proviene de Milán (Italia). Si bien sus identidades reales son un misterio, se les conoce por los alias de Pazuzu y Soda Caustica. Desde que debutasen con cassette homónimo allá por 1987, los peninsulares se distinguieron por hibridar música concreta, ruido post industrial, drone music y dark ambient... ¡cuando los dos últimos géneros estaban en pañales o simplemente no existían! La argamasa con que aglutinaron estos marbetes fueron las grabaciones de campo y el uso de sonidos que todavía hoy son susceptibles de catalogarse como “no convencionales”.

La elección del nombre para el tándem es completamente intencional, extraído del Liber A'ash Vel Capricorni Pneumatici, obra publicada en 1909 por el ocultista decimonónico Aleister Crowley. De hecho, en torno al binomio milanés siempre ha existido una tenebrosa aura de esoterismo oscuro y de paganismo ritual, rasgos frecuentemente relacionados a día de hoy con cualquier proyecto nacido en el seno del dark ambient. Como corresponde, su música se convierte en fiel reflejo de ese sincrético ocultismo non-sanctus. IX TAB no es la excepción.

Consagrado a la epónima divinidad maya (cuyo nombre se traduce como “Señora del Lazo”), diosa de las sogas (¡!) y de los embustes, patrona además de quienes se suicidaban ahorcándose (¡¡!!); el tape es un súmmum de sombrías vibraciones abstractas e iterativas por añadidura, las más de las veces carentes de significativos timbres tonales. Pese a tener momentos comparativamente más melódicos (“L’Ultima Cerimonia”, “Dhyana”, “On Carmel’s Peak”), éstos tienden a difuminarse, devorados por graves subsónicos que devienen en cascadas, por texturas zumbantes en las que palpita la velada amenaza de sordos ciclones (“I.A.O.”).

En composiciones como “The Inquisition” o la dilatada “Akhkharu”, Capricorni Pneumatici hace algo más que aproximarse al post industrial. Los amagos de estructuras eurítmicas se desbarrancan rapidísimo, frente a un ambient que de tanto aporrear lo que encuentre en el camino, despliega nutridos bombardeos de resonancias pánicas. En “Akhkharu”, además, se oyen susurros siniestros, murmullos decadentes. La utilización de voces se hace extensiva a “Khampa” y a “Ortson Erdap!”: en el primer caso, más en plan de manipulación deforme acompañada de tenues percusiones tribales, mientras que para el segundo se recurre a la recitación de lo que parecen ser arcaicos conjuros de magia negra. También se apela en “Ortson...” a campanadas lúgubres -coartada estética vinculada a las latas/los tanques de acero zarandeadas/os en “Captivity”, track de apertura, lo que pone de relieve el empleo que de martillos, tuberías de PVC y hasta hachas ejerce la mancuerna lombarda.

Avant dark ambient, lustros antes de que el género se hiciera moneda de cambio común en predios de los circuitos independientes internacionales. Una otra clase maestra sobre cómo subvertir y sobre todo desencorsetar cualquier tipo de paradigmas sonoros, utilizando mínimos recursos con el mayor de los ingenios. Por tal razón, Raffaele Pezzella -capo de las citadas escuderías- incluye a IX TAB en la línea de lanzamientos ‘Italian Post Industrial Classics Collection’. Más que merecido, si bien las etiquetas se quedan chicas (como suele ocurrir).

Hákim de Merv

jueves, 18 de septiembre de 2025

Maribel Tafur: Eguzkia-Inti EP / Willay Plancton

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de septiembre de 2025.)

Maribel Tafur ha lanzado dos títulos remarcables en este 2025 que ya empieza a decir adiós, tal vez su año de mayor valía hasta ahora. Uno de ellos va en formato corto, mientras que el otro lo hace en largo. Eguzkia-Inti EP y Willay Plancton son eyectados respectivamente el 25 de marzo y el 8 de junio: el primero se co-acredita a la asociación bilbaína Slow Food Bilbao-Bizkaia, y el segundo también lleva la firma de Sound Earth Legacy, organización sin fines de lucro. No podría afirmar cuál es el papel que estas entidades han jugado, aunque me queda la sensación de haber desempeñado ambas el rol de facilitación antes que el de coautoría.

Eguzkia-Inti -“sol” tanto en euskera como en quechua- es un extended cuyos dos únicos capítulos sobrepujan juntos los 17 minutos. A su modo, cada uno invoca landscapes lo más alejados que se pueda de las cada vez menos apacibles áreas urbanas. Como su nombre parcialmente indica, “Historias De Fuego Y Agua” se posiciona bajo el signo del conductor universal por antonomasia. Ambient bucólico, de una melancolía sublimada, adornado por olas rompiendo en las riberas de playas silentes/por zambullidas de habitantes de las honduras marinas. Un preciosismo digno de Blood (‘91) de This Mortal Coil, o de Sleeps With The Fishes (‘87) de la dupla Nooten-Brook, sólo que en clave moderada/atenuada/minimal. “Historias...” acaba completamente desnudo, al desaparecer las líneas melódicas del teclado, sin resentirse sus efectos psicagógicos.

En la otra esquina, tal cual señala su bautizo, “La Memoria Del Campo” incita a perderse en vírgenes regiones verdes. Preñado del canto de las aves, de un adorable cencerro que niégase a desaparecer, el track germina en bosques no lo suficientemente tupidos para mostrarse amenazadores -en aglomeraciones naturales de colinas, en las faldas de un valle, al pie de agrestes acantilados. Forestas que sosiegan las tempestades del alma, cuya casual exploración reporta un agradable cansancio. A medida que “La Memoria...” se aproxima a su desenlace, cualquier atisbo de música se extingue, dejándonos librados/as a toda clase de ecos de filiación rural.

Además de mantener altas las cotas con respecto a Ultranatura (‘24), este EP se convierte en la invitación perfecta para degustar el siguiente álbum, que aparecería sólo dos meses y monedas después, y en el que puede apreciarse una prolongación de las ideas plant(e)adas por su par predecesor.

La denominación otorgada a Willay Plancton es un ejercicio de exégesis lingüística mucho más laborioso que el del extended previo. “Plancton” es el conjunto de organismos que vegetan inermes en el agua común y corriente de ríos, lagunas y mares. El vocablo quechua “willay” es traducible bien como “señal”, bien como “mensaje”. Bajo estas etimologías, y habida cuenta de la importancia decisiva del plancton en ecosistemas y cadenas alimenticias, interpretaciones como “mensajes de la naturaleza” o “señales de la naturaleza” pueden tenerse por aceptables. Máxime al prestar atención al contenido del disco.

Ya desde el hermoso 2106 EP (‘21), Tafur dejaba entrever una fascinación por el Agua. En aquel artefacto, de carácter bastante autobiográfico, podían escucharse el rugido de las olas, el céfiro oceánico, la lluvia descendiendo del firmamento... Todo ello, ubicado dentro del radio urbano, sin embargo. En tal sentido, la limeña dio un paso de gigante con Ultranatura, donde casaba ambient de sonoridades pedales y cristalinos espejos naturales. Otro paso igual de enorme lo da Willay Plancton -basta con que comience a reproducirse “The Ocean Memory” para darse cuenta de aquella peculiaridad.

Si la música ambiental de Maribel Tafur es de por sí serena y tranquilizante, en ciertos pasajes de esta rodaja llega a ser igual de sedante que algunas de las composiciones de un Brian Eno en la cúspide de sus posibilidades (“Mosaic Of Liquid”). Descontando el uso del ruido producido por maretazos menos exuberantes, que mueren sin chistar en las orillas (“Unheard”), el Agua que nos permite escuchar su voz tiende al movimiento plácido. No a uno remilgoso, sino a uno manante, calmo, reposado. Es agua que prefiere fluir descansadamente, guiándose por una curiosa/singular austeridad (“Raíces Del Mar”). Su vaivén es hipnótico, pacífico, relajante (“Hyperliquid”). Si tiene que agitarse un poco más, a lo sumo condesciende a burbujear como disparada desde las simas insondable de los océanos (“Marina”).

La sobriedad es cualidad cotizada en los predios del ambient. El de Maribel es un sonido que le tiene por principio elemental e indispensable. Sus fondos sonoros, cuyas imbricadas líneas y borrosas texturas recuerdan al bliss pop más vibrante (“Willay Plancton”, “Protect, Preserve”), van aparejados a los efectos acuáticos antes descritos de tal manera que sólo pueden desembocar en performances lindantes con la beatitud (“Herencia Del Agua”). No importa si se trata de la cantarina voz del H₂O, o si éste se manifiesta en las incontables gotas de una precipitación pluvial, el resultado siempre es el mismo.

Con ambos trabajos, la responsable de Intune no sólo echa por tierra algunas hipótesis desatinadas que la tildaban de novedad pasajera. Sus réditos hablan de un talento al que no puede eclipsar ninguna mácula -porque sencillamente no las tiene. Mejor aún, tanto Eguzkia-Inti EP como Willay Plancton confirman que, por ahora y durante un buen tiempo; para Maribel Tafur el cielo es el límite. Y si éste se viene abajo con aguacerales mayúsculos, enhorabuena.

Hákim de Merv

jueves, 11 de septiembre de 2025

Elva Cío: Intentos |‘19 – ‘24|

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de septiembre de 2025.)

¿El Vacío existe? Pese a ser filosóficamente cuestión discutible, el consenso sobre su significado inclina a pensar que sí. ¿Y Elva Cío? Eso es mucho más difícil de dilucidar, y no creo que haya prueba concluyente que zanje el debate. A menos, cómo no, que se manifiesten quienes habitan/alguna vez han habitado (en) su interior -empezando por sus visibles instigadores, los jóvenes músicos Angélica Carlos y Javier Panter. Se sabe del primero que es quien lleva las riendas de Rip Off Records, combativa discográfica trujillana que este año paró en seco. De la segunda, que fue partícipe de la existencia de Specto Caligo (‘17-‘20).

Si hago caso al tenor de lo expuesto en la nota de BandCamp, Carlos ¿es?/¿ha sido? la portaestandarte de Elva Cío. ¿Grupo o seudónimo solista? Al parecer ambas cosas, sucesivamente. La info habla de una formación inestable en la que ella -a.k.a. Elva- es la única acreditada en los 11 tracks repescados por Intentos |'19 - '24| (como dato curioso, en la apertura “Amarilla Violencia” apenas si se le oye articular palabras). Le siguen Panter y Mauricio Moquillaza, este último trajinador de las escenas experimentales post pandémicas. Si sumamos el nombre de Luis Vásquez, que en el ‘24 sorprendió como Calefactor a propios y extraños con el ruidoso Desrealizaciones, Elva Cío en fase grupo se insinúa como semillero ¿trunco? de artistas sonoros independientes.

¿En qué momento se transformó Elva Cío, entonces, en identidad de Angélica Carlos? No puedo precisarlo, pero a partir de Primera Secuencia (‘25) de Ballet Mecánico dicha asunción queda confirmada, figurando la cantante acreditada bajo su alias en “La Ciudad De Los Incendios”. Apoyan la hipótesis los números “Glass Of Gold” y “I Play Alone”, tomas en vivo de material inédito de Specto Caligo, así como su fuente de procedencia (el celular personal de la autora).

Muy poco de lo expuesto en Intentos |‘19 – ‘24| califica como no wave. La austeridad de una guitarra de por sí ahogada en ambientes cavernosos no es cualidad exclusiva del apocalipsis neoyorkino, aunque sí su manipulación como si se tratase de un instrumento percusivo (“Sabotage” y sus aires a lo Yndeseables). El indicio más confiable para fijar una conexión es la performance de Carlos, quien se enfunda en la piel de una Lydia Lunch adicta a los lamentos desesperanzado(re)s y a un spoken word con que narrar el ocaso de la civilización (“Materia Informe/Casi Humana/Materia Informe/Me Reduzco A Nada/Aunque Con Miedo/Merezco Salir Un Poco De Este Agujero/Fantaseo Con El Fin/Y También Le Temo”). Más que en Teenage Jesus And The Jerks, no obstante, pienso en algunas canciones de The March Violets, en Malaria!, en el primer Bauhaus...

Del punk, Elva Cío puede haber reflotado el compromiso ético con el “no future” (“Muerte, Fin”). Del post punk, o más propiamente del after punk, la recreación de un grotesco mundo partiendo de las cenizas del pasado -la monocorde distorsión de la Velvet Underground más lóbrega (“Gran Amo”), la sórdida decadencia andrógina del glam rock (“Materia Informe”), et al. Es bastante evidente, empero, que el manantial del que más bebe(n) Angélica (y compañía) es el del dark-gothic rock. Ése cuyo bajo provee del invencible pistón que pecha al resto de la maquinaria para que se mueva (“Tungsteno”, “I Play Alone”). Ése que se eclipsa para permitirle a la eléctrica incendiar los bordes de nuestro campo de visión/audición (“Sabotage”, “Tungsteno 2” y su inevitable parecido inicial con “Christine” de Siouxsie And The Banshees). Ése donde las baquetas de golpe cortante y árido añaden angustia a impenetrables y negras atmósferas de desolación y pesadumbre (“Glass Of Gold”, “KI-NO”, “Amarilla Violencia”).

Punto de arranque o testimonio post mortem, Intentos... suena como si hubiese sido confeccionado aquí en los 80s. Ese acabado, que entiendo no es intencional, le confiere una ambigua antigüedad; hermanándole a través del Tiempo con hitos de esa época como La Banda Del Kadalzo, la saga Salón Dadá/Col Corazón, Masoko Tanga o los ya mencionados Yndeseables. Ello y su nulo uso del Ruido le alejan simultáneamente de contemporáneos relativos como Hongoz En El Zerebro o la hora actual de Bondage. Con todo, no parece Elva Cío acomodarse bien ni lejos de estos últimos ni cerca de los primeros, sino en su propia parcela. Una en la que se arroja al fondo del pozo más oscuro, rodeándose de arabescos ultraterrenos y de fantástica iconografía BDSMera, como la que adorna su BandCamp y de la que se hace eco la epilogal “Erector Set I” (recitando las frases de anhelante sumisión que se cuelan entre foto y foto).

Probablemente estas imágenes se incluyen en el fanzine que acompaña a la cinta. Como éste no se halla disponible para free download, como sí ocurre con el menú del cassette, no puedo decir ni mu al respecto.

Hákim de Merv

jueves, 4 de septiembre de 2025

The Mugris: Acid Lord (Crust Tapel Vol. 1)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de agosto de 2025.)

A prima facie, debo reconocer que he escuchado poquísimo a The Mugris con anterioridad. El proyecto solista del talcahuino Mauricio Romero, en activo desde   el   ‘13,   ha   sido   bastante generoso   en   cuanto   a   producción sónica -mucha de la cual se halla disponible en Internet. Bien por desconocimiento, bien por falta de tiempo, apenas si la he degustado. Y es que las escenas independientes chilenas destacan tanto por su inclinación a la autarquía como por su copiosidad. Antes de seguir paseando los ojos sobre estas líneas, pues, recomiendo prestar oídos a Gaviota On Acid EP (’18), a Denavi Experience (‘15) y a Permanent Disconnection (‘20): no sólo para tener noción de los territorios en que se ha estado moviendo el autor, sino también para contar con elementos de juicio frente al contraste que implica su placa del ‘25.

Editada como muchas de sus referencias por ETCS Records, Acid Lord (Crust Tape Vol. 1) es un extraño y algo confuso cambio de curso en el derrotero del alias. Confuso para el/la escucha, claro, que le tenía sito en altitudes donde colisionan el ambient experimental y el downtempo de dominio/rango libre. Irrupciones ocasionales de uno/otro/ambos en simultáneo pueden detectarse en el cassette fabricado por la label, pero es notorio que la columna vertebral de éste es -por insólito que parezca- el techno industrial.

No cualquiera, eso sí. Cuando coge viada “A Lo Loco Live” (los 12 segundos de “Intro 1988” son poco para cualquier comentario aparte), quedamos expuestos/as a vendavales de filiación industriosa, aupados a una base programada de nítida tesitura techno. Las resonancias apocalípticas asociadas a experiencias similares, sin embargo, se encuentran muy dosificadas. Se trate de combazos metálicos de alto calado (“Acid Lord”), se trate de imponentes cargas de tonelaje pesado (“Primitive Sounds Of Talcahuano Trashers Club”), las pistas están lejos de inspirar comparaciones con Hartbrand o KMFDM. Pese al uso de vocales filtradas/procesadas (“Laser Gun Melody”, arranca muestreando una sinfonía clásica) o a la invencible contundencia de la caja de ritmos/del secuenciador (“Kasparov VS Blue Deep”, “The Real Amigues Gang”, “Deep Dream”), The Mugris no transmite esos climas de ominosidad irrespirable tan abundantes cuando las máquinas entran en fase tribal urbana post Armagedón.

Cuesta un poco superar el velo alrededor de Acid Lord... No estoy seguro de haberlo logrado, por mucho que ayudasen los digitales gorgojeos estomacales (“Tardígrados Jams”), los ¿albatros? sampleados (“Acid Lord”), los inusuales momentos de paradójico relax (20 segundos de guitarreo ambient como cuña al promediar “La Columna De Durruti”). Ofrezco mi versión de todas maneras: el techno industrial que practica Romero viene matizado por decoraciones propias de la IDM, lo que le confiere una peculiar aura de abstracción. Allí está “Drone Sisters” y su despliegue de electrónica tan líquida como angular. Lo mismo se aplica a “No Te Gusta La Música, Te Gusta Figurar (Anti DJ Musculin)” o a la antedicha “La Columna De Durruti” (que guiña al inolvidable revolucionario anarquista español). Con todo, en realidad estas ornamentaciones pululan a todo lo ancho del álbum. Cuestión de poner atención con detenimiento.

Jornada de vivaces encontronazos entre la venerable asonada industrial, el ritmo de estirpe Detroit y el ambient a dos pelos de trocar en intelligent techno. ¿Posible? Obviamente. Que se manifieste si no desde el más allá el visionario Richard Kirk, que de estas cosas sabía mucho -consultar su irrepetible Digital Lifeforms (‘93), dado a conocer bajo el nom de guerre de Sandoz.

Hákim de Merv