jueves, 25 de diciembre de 2025

Sueño Púrpura: Souvenir // Ficticio: Comenzando Desde Cero EP / Ficticio EP // Santa Madero: Los Años Difíciles

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de diciembre de 2025.)

Surge Evelia, Surge (‘19) de Parahelio es de los pocos esfuerzos independientes que obvié en su día, dejándole sin comentar. Malo no era, pero algo en la propuesta me disuadía de sentarme a escribir sobre sus virtudes y defectos. O de repente era yo quien me hallaba entonces incapacitado de concretar un acercamiento exitoso al esférico. Ahora que Christian Ortega y Rodolfo Ontaneda, dos de sus guitarristas, se presentan en 33 rpm con Sueño Púrpura; será motivo para volver al unigénito volumen que legase el ¿desaparecido? conjunto.

Sueño Púrpura no es Parahelio. Mucho menos, una versión corregida y aumentada. Eso no impide que ambas formaciones compartan algunas características, sobre las que abundaré luego. Fundada a mediados del ‘22, la nueva entidad de los ex Parahelio cultiva sonoridades que cabe tipificar de enteógenas. ¿Significa que el proyecto toma plazas en la psicodelia o en el kraut rock? Mi opinión es que no, más allá de puntuales ramalazos. A decir verdad, es complicado asignar al quinteto estilos específicos. Si me avengo a ello, se debe a razones estrictamente cuantitativas, relacionadas a la (re)incidencia en que encajan las composiciones.

Para Sueño Púrpura, lo más trascendente de su obra es el aspecto instrumental de la música, rasgo heredado de Parahelio. El soporte rítmico de Juan Camba (batería asimismo en Búho Ermitaño) y de José Andrés Lezma (bajo) no cesa de prodigarse durante los más de dos tercios de hora que se dilata Souvenir. Complementariamente, las eléctricas de la sociedad Ontaneda-Ortega manejan la distorsión engrosando sus capas o disipándolas, mediante estallidos atronadores o deflactaciones instantáneas. De este modo, puede afirmarse que los largos segmentos instrumentales del vinilo son a un tiempo robustos y altamente volátiles.

A dos colores recurre de continuo el acto que completa Jandy Torres (vocales). Uno es el post rock de segunda generación, entronizado en Surge Evelia... El otro es el shoegazing de Pale Saints y de My Bloody Valentine -los de Leeds cuando el Ruido se mantiene en mínimos (“Granate”), los de Dublin cuando necesita éste reventar dentro de tus canales auditivos (“La Niebla”). Estos visos nunca llegan a mezclarse, sino que se suceden (“Sueño Púrpura”), o a lo sumo se intercalan (el entusiasta viaje estelar que supone “Mora”). Otra tintura a tener en cuenta es el slowcore (“El Tiempo Es Una Flor”, “Luz Inerte”), a pesar de que su melancólica figura aparece únicamente en secciones introductorias, no alcanzando así cantidades ponderables.

Rodaja de euritmias reverberantes y orgánicas, en Souvenir la voz podría llegarse a tener por accesoria, en el sentido en que podría considerársele así también al interior del baggy. A veces transcurre más un minuto antes de que la oigamos, tal cual los limeños saltan del post rock al ethereal noise (y viceversa) más de un minuto después de iniciado un track. Sus catárticas explosiones no sofocan la intensidad de sus tonalidades, ni extinguen sus cortantes golpes de timón el fulgor de sus hambrientas brasas. Más que post y shoegazing, la paleta de Sueño Púrpura está insuflada de rock casi instrumental y de noise rock a secas, lo que convierte a todas sus etiquetas en potencialmente circunstanciales. No consigo adjudicar a Souvenir una mejor corona de laurel que ésa, si fuera menester.

He estado rumiando sus buenos meses los EPs con que se ha dado conocer Ficticio a inicios de año, confiando en llegar a un juicio distinto del que me reportasen las primeras impresiones. Considerando que se trata de una banda nueva, de músicos a quienes probablemente doblo la edad, y que el indie del nuevo siglo en modalidad pop es terreno fértil para bluffs y estafas al por mayor; me la he jugado por el comodín que supone el beneficio de la duda cada vez que he repasado tanto la puesta en corto Comenzando Desde Cero EP (enero) como el subsiguiente Ficticio EP (febrero, equivocadamente tenido por entrée absoluto).

¿Es Ficticio una agrupación hecha y derecha? Quién sabe. Se alude a cierta alineación estable en directo, integrada por Paula Sáenz en guitarra, Matt Palacios en baquetas, Carlos Suárez al bajo y Fabián Maslucan frente al micrófono. En estudio, parece ser otra la situación. Su página Facebook no incluye ninguna foto del line up, y sí una representación abstracta donde no hay sino puro calzoncillo. Tampoco arroja mayores luces su cuenta en YouTube Music. De lo que sí podemos estar seguros/as es de la identidad de su ¿líder?/¿único animador?/¿principal responsable?: Maslucan.

Comenzando Desde Cero EP apenas excede la quincena de minutos. Se suceden los acordes finales de su apertura, “Nada Se Terminó”, y ya podemos vislumbrar una imagen bastante precisa de lo que audicionaremos hasta el último segundo del cierre “Nada Es Fácil”. Pop/rock simple y chato en extremo, demasiado elemental, que sólo en determinados tramos cada tanto recuerda al bedroom pop. En el mejor de los casos (“Entre Los Dos”), el extended huele a modern rock noventero traumáticamente desvalijado. Pese a que las letras recuperan la filia naif de nombres como The Story So Far o Brand New, el daño está hecho. Para peor, la performance vocal es asaz desabrida -su punto más bajo: “No Puedo Escapar”.

Las cosas mejoran en Ficticio EP, aunque no tanto como para sobreseer el chasco inicial. Las canciones del epónimo extended constituyen mayormente una reconvención, acometida a conciencia por Fabián, de lo mostrado en el episodio precedente. Es decir, Ficticio EP es una suerte de Comenzando Desde Cero EP 2.0. Letras más intimistas, más cercanas al/a la oyente, y por lo tanto más sinceras; a la par de una austera readecuación vocal. El esmero que no se percibe en Comenzando... EP se ve aquí reflejado en una drástica reducción de clichés rockistas, que así y todo no decrecen hasta cero. Ejemplo palmario de esta renovación: “Sin Tierra”. Pasos más allá: “Horas” y “Serú”.

Por desgracia, Ficticio EP no basta para arrancar de la medianía al “cuarteto”. A la luz de lo paladeado en los EPs, Ficticio no es sino un combo más. Nada le distingue, nada le particulariza. Nada, al menos de momento, me hace abrigar la esperanza de una evolución sostenida que desemboque no digamos ya en un sonido original, sino en algo verdaderamente sentido. Se ha hablado de shoegazing y de dream pop. Ni cagando. El pop/rock de ribetes indies que practica Ficticio es tan cansino, que deviene en genérico, cuando no en derivativo. Y no veo, por ahora, cómo va a escapar de ese empantanamiento.

Tres años después de Ya Tengo Nostalgia Por Conversaciones Que Tuve Ayer, regresa a escena Santa Madero, convertido ahora en dúo. En el interín, abandonó la terna el guitarrista José Luis Gonzales, recayendo la continuidad del alias en el tecladista Dan Joe Salazar y en la cantante Karina Castillo. Quizá sea ésa la principal razón por la que su silencio discográfico ha abarcado poco más de tres calendarios, aunque debe atenderse igualmente al grado de separación existente entre los réditos del debut y los de su nueva producción -que no por nada lleva el título de Los Años Difíciles.

Llamaba mucho la atención la impronta de Entre Ríos que Santa Madero izaba en el estreno, por cuanto exponentes de indietrónica no han abundado en Latinoamérica, menos todavía en el Perú. Tras las primeras escuchas, pareciera que Los Años Difíciles le hubiera hecho a un lado. En su reemplazo, esa electrónica argéntica y plastificada que fagocitó al synth en los 90s se posiciona en primeros planos a lo ancho del nuevo álbum. Sin embargo, conforme el lector pasa revista una y otra vez al CD, descubres que el género de múm y Ulrich Schnauss late aletargado bajo la epidermis -salvando las distancias con tamaños referentes, naturalmente.

Desde el vamos, el output de asociaciones como Republica o Garbage aflora actualizado en “Mi Ciudad Es Genial” y siguientes. El electropop impermeable de secuencias recargadas, de letras optimistamente irónicas y de actitud entre desencantada y hedonista, remite sin cortapisas a la última década del siglo XX. Es con “Oye” que se produce un cambio de ¿dirección?/¿percepción?, si bien no tan evidente, sí sustancial. De tiempos perfectamente cuadrados, la de “Oye” es una lírica irónicamente optimista, que esparce fragancias agridulces mientras afloran los resabios indietrónicos bien disueltos por el factor oxidante del pop.

En adelante, y hasta que LAD finaliza con “Me He Escapado De La Casa”, dicha solución/fórmula no se verá mayormente alterada. Tal vez la única excepción sea “Por Mientras”, de espíritu más entero. El resto participa de esa animosidad delicadamente pesarosa y amarga que, no obstante, prefiere mostrarse impoluta de tal mácula: “Mejor Me Muero” (el nombre lo dice todo), “Ya No Me Sueltes”, la ingenuota/dolorosa “Me He Escapado...”, la acibarada “Toma Tiempo”, la preciosa y ágil “Bodas De Papel” (de hermosos contrastes).

Más allá de un esmerado diseño de sonido y de una ejecución impecable, merece destacarse la performance de Karina Castillo. La muchacha canta como quien acaba de superar penurias mil. Esa entonación/ese mood le proporciona lustre extra a este puñado de canciones decididamente más realistas que las de Ya Tengo Nostalgia..., canciones cuya autoría comparte con Dan Joe y que evidencian un crecimiento firme de Santa Madero hacia la madurez. Veintisiete minutos del pop más enjundioso que puede facturarse en estas tierras.

Hákim de Merv

jueves, 18 de diciembre de 2025

Gio Foschino: Fin Del Mundo // Brown Sur: Hágase La Luz

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de diciembre de 2025.)

Desde que debutase en largo en el ‘19 con Hacia Donde Va El Agua, no volví a degustar nuevo material de IIOII. Ello, porque el dúo ha entrado en receso, no sé si temporal o definitivamente -la postrer referencia, Donde Sale La Luna Ilumina La Noche, data del Año de la Pandemia. Pero también, y principalmente, porque todavía (me) quedan muchas vetas por explorar en el vastísimo horizonte del pop y la electrónica independientes chilenos. Vetas que incluyen, cómo no, las travesías solistas tanto de Gio Foschino como de Nicolás Alvarado (cf. el catálogo de la santiaguina I S L A).

De ahí mi sorpresa y alborozo al enterarme de la aparición de Fin Del Mundo, de Foschino, integrando el padrón de Eolo Producciones. Si bien de esta colaboración con la escudería de los Lluvia Ácida no se desprende forzosamente que la placa se concibiera y/o grabase en Magallanes, sí puede aventurarse que ha sido preñada por el aura de soledad/aislamiento/insularidad que distingue a la región. Esto se ve reflejado no sólo en el título que ha recibido el esférico, sino además en contenidos que priorizan la estética landscaping para perfilar el doble significado de un sintagma tan ambivalente como “fin del mundo”.

El primero de estos significados es el más literal. Aunque no presupone el final de la Tierra, sí el de la especie humana, tal cual subraya el músico en entrevista concedida a Radio Polar. Pensemos, pues, en un mundo silencioso; lleno de ecos naturales cuyas resonancias aumentan ante la desaparición de nuestra civilización (“La Ciudad”). Un planeta que sobrevive y prospera, tras el apocalipsis de nuestra extinción (“Dos Océanos”). Un orbe que se vuelve hacia el pasado con algo de pesadumbre, antes de entrar en un futuro idílico que sólo alcanzarán a atestiguar los últimos seres humanos (“Mare Blu 2”).

El otro significado lidia con la orilla ulterior de este pálido punto azul -es decir, sus confines, sus bordes, sus lindes. En eso, pocos lugares de la Tierra pueden equipararse al agreste entorno natural de Magallanes. Foschino representa esos espacios ¿mágicos? ¿ultraterrenos? visitándoles por medio de animadas caminatas a las que arropan sedantes teclados resplandecientes (“Fin Del Tiempo”), de voces entretejidas a laxos armónicos (“Renace La Laguna”), de contemplaciones astronómicas casi místicas orladas de efímeros brillos senescentes (“Aurora Austral”, fenómeno no por harto infrecuente menos hermoso que su par boreal).

No es aconsejable trazar una línea divisoria para sumar temas bajo el segundo o el primero de los significados. Todos replican la bisemia propugnada aquí por el ¿ex? IIOII: de “Abstracto Desde El Acantilado” -que anuncia el doble leitmotiv sin vibras negativas, ni miedos ni remordimientos, sólo en paz- a “Fin Del Mundo” -catorce minutos que condensan las diversas facetas y emotividades del volumen, incluyendo guiñazos al dark ambient, como preparándonos para observar el inexorable final del Hombre-. Valiosa jornada de ambient electrónico.

Por tercer año consecutivo, la dupla Brown Sur llega a instancias epilogales del calendario trayendo nuevo álbum bajo el brazo. Permite éste sacar ya en limpio algunas conclusiones respecto de la evolución en la propuesta sonora del tándem, así como de su ritmo de trabajo y del formato que mejor le va a esa remarcable asiduidad. En cuanto a este último, es atinado hablar de un mini-álbum antes que de un largo propiamente dicho, toda vez que cada intervalo anual de proceso compositivo reporta a la mancuerna una media de 7 canciones en veintitantos minutos.

También es verdad que el indie del nuevo siglo repite su papel relevante en relación a Nada Es Imposible (‘24). Como aquella vez, no es un indie omnipresente el del recientísimo Hágase La Luz, sino uno “omniabarcante” (enfatizar comillas). Su estela se deja oír efusiva nada más dar inicio el vigoroso pop/rock de “Fugitivo”, escuchándosele constantemente latir a lo largo del repertorio, hasta la culminación de la pesada “No Es Lo Tuyo”. Así y todo, dicho protagonismo se halla lejos de ser asfixiante, como lo demuestra el cariz variopinto y desglosable que emerge en cada número.

El bíblico surco epónimo, verbigracia, es el reverso pausado de “Fugitivo”; sin privarse de la electroacústica que enmarca la obertura del CD y que les hermana. El piano con que arranca “La Sombra Del Sol” anuncia música cercana a la de un vodevil, con que contar una pintoresca historia popular que quién sabe si será verdad. Por su lado, el paso denso de “Guerrero” y su filosa eléctrica ponderan cierta sutil ascendencia andina, coartada estilística ya presente en el debut Histeria Del Mundo (‘23). Y los bríos de “Ulises” remiten a la idea de “vieja escuela genérica” que se suele asociar al vilipendiado marbete “rock clásico”.

Ejemplos sobran, entonces, para ilustrar la proteicidad del indie puesto en práctica por Claudio Lavin y Francisco Lillo Ortega. Cualidad que el género de marras ha hecho suya desde que abandonase el underground durante los primeros 90s, y que le ha permitido adaptarse a los cambios que han traído los nuevos tiempos en el curso de tres décadas. Por lo demás, las letras sugieren un paseo por diversidad de emociones, paseo que termina emulando una circunvalación -rubricada ahora por Lillo Ortega, quien eleva sus vocales varios tonos arriba de lo normal si la ocasión así lo precisa.

Hákim de Merv

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Codex Of Pleasure And Pain - A Sonic Tribute To Clive Barker's Hellraiser // Analog 2025 // Grecia Albán: Nubes Selva

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de noviembre de 2025.)

En la senda de títulos como Music For Alien Temples o Bio-Mechanik - Aural Tribute To The Art Of H.R. Giger, la postapocalíptica Eighth Tower Records publicó al promediar octubre un homenaje a la que tal vez sea la saga más fascinante concebida por el cine de terror en los 80s. Codex Of Pleasure And Pain - A Sonic Tribute To Clive Barker’s Hellraiser rinde pleitesía a esa demoníaca realidad sadomasoquista en la que imperan los Cenobitas, inspiración para films que comparten ese mismo universo como Event Horizon (‘97) y The Void (‘16).

Luego de iniciar más bien taciturno con Sílení y “Beyond The Veil Of Torment”, el plástico comienza en serio de la mano de “Echoes Of Ecstatic Pain”, a cargo de Vääristymä y Sonologyst. Los asfixiantes espacios retratados como en negativo/las varias desprolijidades intencionales/los pesados reflejos drónicos que caracterizan al dark ambient comienzan a menudear desde este episodio. Otras muestras evidentes son “Revelatory Signs From The Underworld” de Philippe Blache y “Demons To Some, Angels To Others” de Grey Frequency, repletas ambas de sombras omnívoras y repiques reluctantes al punto de desesperar -salvo por un segmento de musicalidad “convencional” hacia el minuto 3 en “Revelatory...”.

“A Score To Settle (For Stephen Thrower)” de 400 Lonely Things abre la porción más sustanciosa del esférico, misma que cierra la invencible protervia psicótica de “Sweet Flesh”, por cuenta de Nerthus. En todo este dilatado tramo, la voluntad admirativa de la placa adquiere especial relevancia: voces de horra deformidad que alientan el pánico, capas de organicidad industrial, pianos siniestros que irrumpen con el pulso insistente de una solitaria tecla, analógica expresividad oscura, macabros theremines fantasmales, malevolente minimalismo digital... Hasta un puntual flujo de percusión no programada e in crescendo -rasgo asaz inusual en los dominios del dark ambient- palpita espaciadamente en “A Score...”, abriendo portales hacia géneros convergentes (sin atreverse a cruzarlos).

A Codex Of Pleasure And Pain - A Sonic Tribute To Clive Barker’s Hellraiser le baja el telón Vääristymä y “Lord Of Labyrinths”, epílogo que no pasa de ser anecdótico. Para entonces, ya entraste y volviste a salir de ese averno de dolor y placer cuyo dios supremo es Leviathan, a quien observamos en la segunda película de una saga que se ha extendido por lo que sé 35 almanaques (y que haría las delicias del Divino Marqués). El trip ha sido completo. Sólo queda aferrarte a la débil esperanza de poder borrar de la memoria ese mundo adictivamente laberíntico -habitado por seres extradimensionales, por condenados/as eternos/as que pueden eventualmente escapar, por criaturas demoníacas más allá de la imaginación.

La edición física de tres cuerpos, que viene acompañada por un libro coral de relatos inspirados en la mitología de Hellraiser, ilustra en la portada la famosa Caja de Lemarchand; también llamada la Configuración del Lamento y más coloquialmente la Caja Negra. Resolver el enigma que encierra garantiza acceder a la dimensión paralela de los Cenobitas. Que sirva de advertencia por si llegas a toparte con ella.

En septiembre del ‘16, cuando contaba poco más de año y medio de actividades, Unexplained Sounds lanzó otra compilación que adicionar a las muchas ya eyectadas tempranamente. Bautizado como Analog 2020, si el muestrario contó con producción física, ésta ha debido ser doble. Si sólo estuvo disponible para descarga, debió ser en sí mismo una jornada agotadora, dada su copiosa selección de 20 canales y la magnitud -cuantitativa, cualitativa- de varios de éstos.

Hace muy pocos días la independiente azzurri relanzó este panorámico, rediseñándole para efectos de su fabricación en modo trigipack, y actualizando su nombre. Así, Analog 2020 ha pasado a ser Analog 2025, descartando diez de los cortes originalmente escogidos y agregando tres fechados con posterioridad a la primera toma. Movida bastante extraña, si se considera que las reediciones usualmente suman material inédito antes que restar del existente. Felizmente, la consabida remasterización sí ha tenido lugar.

Empiezo por los tres surcos aditados. Éstos son “Convergence Of Clouds” de Anasisana, “Allostasis” de Oubys y “XD” de Mario Lino Stancati. ¿Qué comparten? Poco o nada, más allá de las habituales coordenadas estilísticas de drone music, arte sonoro, landscaping y concrete ambient que suele repasar Unexplained Sounds. Eso sí, valiéndose de un estricto enfoque analógico improvisacional (concepto subyacente a la rodaja). Stancati, verbigracia, ensaya acercamientos ululantes y agudos a un dark ambient tenso y torvo. Oubys, de quien(es) el sello ha editado recientemente Holosphere, se sumerge trepidante en granuladas atmósferas de mórbida lobreguez como disparado(s) por el Gran Colisionador de Hadrones. Y Anasisana, que apertura Analog 2025, es el proyecto que más luz emite de todos los presentes (me animaría a decir que es el más radiante de todo el catálogo US).

Por separado, sin embargo, matiza cada uno el resto del volumen. Éste acopla segmentos de ruidismo aleatorio a la ejecución del theremin (“Contemplation” de Lars Bröndum), dispone pausadamente misteriosas cacofonías randomizadas yuxtaponiéndolas a latidos seteados con moderada distorsión (“Valvoo” de Vääristymä), imbrica frecuencias mientras experimenta con la forma misma del dark ambient (“Telescope” de Sonologyst), cuela vocalizaciones alienígenas en medio de ambiguos climas tímbricos (“Nekrospur” de Pharmakustik), o simplemente prefiere el misticismo antes que la calígine (“Annihilation” de Thierry Gauthier). ¿El denominador común? Un arsenal de herramientas analógicas, como sintetizadores o sistemas de modulación armónica.

Me quedo con “Rothko”, de Faustus, como el tema más aventajado de A2025. Desasosegado pero tranquilo, lúdico pero solemne, híbrido pero inmaculado, psicológicamente inquietante. Poco más se puede argumentar sin redundar en muchos de los aciertos ya detallados y atribuidos a sus compañeros de viaje.

Me ha sido sumamente difícil escribir sobre Nubes Selva de la ecuatoriana Grecia Albán. No era consciente de cuánto extrañaba y/o necesitaba un álbum así, sino hasta haberle escuchado y degustado. Siglos ha desde que la fusión noventera de Los Fabulosos Cadillacs, Del Pueblo Del Barrio o Maldita Vecindad Y Los Hijos Del Quinto Patio vio pasar sus días de esplendor; y otro tanto puede decirse de esa electrónica mestiza que le sucediese de la mano de alineaciones como Mákina Kandela, Bomba Estéreo o los primeros Novalima, en el nuevo milenio. Cierto, la cantante y activista norteña no tiene puesta la mira en mixturas equivalentes. No obstante, su crisol también se alimenta de las músicas originarias que manan de las venas (todavía) abiertas de América Latina.

Albán es natural de Latacunga (Cotopaxi), ciudad que se extiende al pie de los Andes e igualmente cercada por la jungla amazónica. Alcanza a día de hoy 39 abriles y acredita un previo LP, Mamahuaco (‘18), al que me falta pelarle oreja. No se trata, por ende, de una principiante. Las peculiaridades geográficas de su localidad, además, le han permitido estar en contacto con diversas manifestaciones folclóricas desde sus primeros años. Esta absorción se halla representada en la multiplicidad de sonidos de la que se sirve Nubes Selva, estableciendo paralelismos relativos con sus antecesores de los 90s y los 00s.

¿Qué impide reemplazar, entonces, el calificativo de “relativo” por el de “absoluto”? Comienza “Virgen Y Volcán”, y asoma claro el deseo no de reinterpretar clásicos del repertorio tradicional latinoamericano asociándolos a géneros del pop contemporáneo, sino de reposicionar resonancias vernaculares utilizando instrumentación moderna, en composiciones enteramente nuevas. Firmadas por Miguel Sevilla y Grecia, estas composiciones dejan en evidencia sus raíces andinas y selváticas bullendo entre Rhodes y sintetizadores, clarinetes y congas, órganos Wurlitzer y el ruido de la lluvia cayendo sobre la foresta. Conforme avanza la reproducción, surgirán otras improntas de músicas de similar procedencia.

Cantante y músicos de apoyo -una lista preliminar enumera quince, nada menos- acometen la faena logrando transmitirte esa sensación de regocijo popular que entendemos propia de comunidades rurales fuertes y muy cohesionadas. Por supuesto, hay lugar para la mirada serena -estoica, quizá me permitiría decir el Tayta Arguedas-, porque la experiencia humana en todos lados sabe de horas felices y de días grises. Curiosamente, las canciones que más se aproximan a esa contemplación crepuscular tienen nombres de mujer: “Anita” y “Manuela”.

Con todo, en la inmensa mayoría de asaltos de Nubes Selva ¿se siente? ¿se respira? ese “violento y magnífico impulso de la tierra” que según Ciro Alegría marca a fuego caseríos y poblados que intentan vivir en armonía con la Naturaleza. Naturaleza que comprendemos intuitiva y esencialmente de la misma manera de México a la Patagonia, incluso nosotros/as, obturados/as urbanitas. Antes de convertirse en el Che, Ernesto Guevara ya adivinaba que el de “nuestra mayúscula América” es un solo pueblo mestizo, dividido por nacionalidades inciertas y límites arbitrarios. Encontrarme en este redondo disco con sabrosas chacareras, imponentes candombes, pesarosos sanjuanitos, alegrones huaynos e inclusos calentones acercamientos a la música afroperuana -“Todo Pasa”, recordar que Ecuador y Bolivia integraron el antiguo Perú-; abona tanto como las letras en quechua a favor de esa tesis. Hermoso obsequio de Albán.

Hákim de Merv

jueves, 27 de noviembre de 2025

Lego 16: Panalytical // Cataratas En Siberia: Todas Las Tardes Que Nos Robó El Fuego EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de noviembre de 2025.)

Buen rato hacía -más de tres años- que Chip Musik no sometía a consideración de los públicos independientes un capítulo más de su saga por antonomasia. Los últimos episodios ‘Lego’ habían tenido por objetivo conmemorar el primer quindenio de actividad discográfica. Ahora que su vigésimo aniversario comienza a destacarse en el horizonte, la label oroíno-limeña repite plato  liberando para descarga  gratuita  las  entregas  decimosexta y decimoséptima, dotadas ambas de una colección polícroma -siempre puertas adentro de la observancia estilística que oferta Chip.

Precedido de un ingenioso reel que confiere movimiento a la portada (podría haber sido tranquilamente parte de la alucinante propaganda conceptual del viejo canal Locomotion), Lego 16: Panalytical es colgado en BandCamp hace poco más de un mes. Su menú es principalmente electrónico, enfatizándose los subgéneros derivados de las últimas avanzadas que viera el pop contemporáneo. También hay lugar para etiquetas como el post rock o -en mucha menor medida- el bliss pop. Débese ello a un concepto de fondo que lidia con la praxis liminal del ambient.

Rural, Pande-Dios y Trampaluz junto a Óxido postulan esos enfoques digresivos. Despliega el primero en “Pulso Lento” una suite laxa y sidérea, de modulaciones que se estiran indefinidamente sin renunciar a barnices en combustión perenne, hesitando entre el post y el bliss. Por su parte, “Fragilidad” del unipersonal Pande-Dios se desmarca de sus coordenadas habituales de folk semiacústico y de baja fidelidad para adentrarse en los feudos minimalistas de una electrónica atmosférica -aún así, la huella C14 de Mauro Rojas es la misma. Finalmente, la alianza entre Óxido y Trampaluz apela en “Primera Captura” al sortilegio de las reverberaciones, mientras se produce el devenir constante de su camaleónica evolución.

Los demás involucrados se hallan de lleno inmersos en una ascesis dominada por digitalismos diversos. Todos son nombres familiares, salvo el de C1nt1y4net, cuyo “""" "¨´""” abre la compilación. Curioso que su lúdico ejercicio de webcore fracturado haya resultado escogido para tal fin.

A C1nt1y4net le sigue la mistiana Yume Station. A partir de aquí, y salvo los alias enumerados hace dos párrafos, cada ejecutante le busca la vuelta a identidad. La suerte es diversa en este punto. La propia YS, por ejemplo, trastoca la línea glitch de su background virando hacia aguas de melódica indietrónica emotiva/sensitiva; conservando aires de arrullo y de music box (“The Blue Moon”). Tras una intro ruidista de 3/4 de minuto, “Eu & Ino” de Alcaloidë acomete programaciones cercanas a un braindance neurodivergente, esforzándose por convertirse/no convertirse en una travesía breakbeat. Los diáfanos tonos de “Zyael” de Galactic Seed colorean la desencorsetada aritmética IDM de sus secuencias a lo Boards Of Canada. La tenue secuenciación que iza “Underground 3750” de Xtredan le ayuda a soltarle la mano a un ambient riguroso, para divagar sin mayores sujeciones. Y en “Petricor”, Miyagi Pitcher reduce accesos vaporwave a poco más que 0, trasvasándose a través de voces femeninas y sonidos relucientes hacia un bliss out capaz de eclipsar conciencias.

En cuanto a Rapapay y a Ionaxs, entiendo que el primero regresa tras un increíblemente largo hiato en su travesía. Aunque “Winikunka” lo trae de vuelta en forma, como ya lo habíamos visto en su performance teloneando a Silver Apples (‘15), no encuentro mayor diferencia con lo que se le escuchó bajo estos cielos hace más de cuatro lustros. A diferencia de Juan Barreto, Ionaxs sí sorprende imprimiendo sobre “Float” una carga de noise anárquico lo suficientemente fuerte como para que pongas cara de asombro. El hechizo, por desgracia, apenas dura algo más de 60 segundos; reconfigurando Jorge Rivas las señas post IDM que le caracterizan. Ni Ionaxs ni Rapapay merecen pulgares abajo, pero suman discretamente a esa perspectiva holística/global con que trascender más allá de los propios límites, que subraya el neologismo adjetival “panalítico”.

Lego 17: Diapasones, para más adelante.

Cuando a inicios de los 90s arribé a mi primera juventud, era moneda común que las bisoñas huestes contraculturales rompieran fuegos haciendo punk y hardcore, o en su defecto dark-gothic. Rarísimos -pero los había- eran los casos de quienes en vez de fuegos rompían moldes. A estos/as últimos/as debemos que, pasado un tiempo, dejaras de ver a los primeros con interés para señalarles con el índice acusador. Es una cuestión cíclico-generacional: los consumidores de contracultura que dejaron atrás la adolescencia a inicios de los 80s ya estarían hartos, al promediar esa década, de la psicodelia, el glam y el prog; abrazando las causas punk, hardcore, dark o new wave. Idénticamente, en años venideros serías testigo del auge y caída del indie rock y del ruidismo experimental, reemplazados por el indie en clave pop y por la electrónica de mil rostros.

El floro viene a cuento porque me imagino que una rotación similar sucede desde hace sus cuantos años con ese híbrido de indie, post y math nacido del árbol plantado por Mogwai y afines. Ahora los/as jóvenes parecen empezar asiéndose de ese punto, olvidando aquello que antaño encandilase a sus mayores. Nada que reclamar, por cierto: el punk está próximo a cumplir sus bodas de oro, así que mejor es dejarle sacudirse en su cripta, sin incomodarse ya por una que otra efímera resurrección en regla.

Cataratas En Siberia tuvieron la luminosa idea de editar estreno en corto desvanecida la quincena de enero, mes tan jodidamente muerto como febrero, y no han protagonizado muchos directos desde entonces. Considerando que, además, ya no estoy tan atento a tales eventos; ese relego me hizo tardar en ubicarles. Supe de ellos recién a fines de agosto, y pude acceder online a su carta de presentación. Una que, como ya adivinarás, anida en las entrañas de esa cruza entre el indie achorado de los 90s, el math de Shellac o Because Of Ghosts, el post de segunda generación.

Todas Las Tardes Que Nos Robó El Fuego EP se me antoja cortísimo. Es una comedida exhibición de destreza, punche y vehemencia; en las cantidades apropiadas. El raid despega con “Memento Mori” y una acústica harto pedestre, que se encrespa en pocos segundos para poner al instrumental a la par del resto del EP. Esa jugada, empero, no te prepara para el grito de guerra con que te recibe “Soñé Que Era Inmortal”: su fortaleza y agresividad sólo templan cuando la eléctrica empieza a prodigarse escalando y descendiendo con la prestancia de unos Tubelord o Minus The Bear. Mientras las baquetas hacen otro tanto martilleando sin cesar, dictando síncopas impares a mazazos, piensas que esta gente debe haber crecido paporreteándose asimismo los discos de Plug-Plug.

Explosión igual de contundente se produce cuando arranca “Salto Del Fraile”, a la vez que la irregularidad de sus compases ensancha el caudal percusivo, y que la complejidad de sus disonancias conjura dédalos imaginarios. “Salto...” va pegado a “Soñé Que Era Mortal”, distinguiéndose apenas el final del uno y el inicio del otro gracias a una leve moderación en el tempo. La furia de los gritantes no decrece, si bien es menos notoria, en tanto las cuerdas se hacen eco de la mañosa pericia de los rojinegros Tony Danza (aunque seguro CES no les han escuchado nunca). Hace caer las cortinas el surco epónimo, que trastoca drásticamente los tiempos en que se suele mover el terceto. En la práctica, “Todas Las Tardes Que Nos Robó El Fuego” es una power ballad que pone de relieve cierta versatilidad grupal, la capacidad de embarcarse en aquello susceptible de describirse como “ejercicios de respiración rítmica”, y unas vocales femeninas que se adueñan de la palestra por primera vez en los 16 minutos y pico que demora el extended play en concluir.

En efecto, estas vocales han acompañado tanto a los bramidos de Diego Santos (también baterista) como a los de Álvaro Muro (también bajista). Lo han hecho desde un segundo plano, que así y todo se hace notar siempre, más aún en el epílogo. Estas vocales pertenecen a Rafaela Riboty y a Valeria Wendorff, quienes junto al cellista Abner Robles completan la terna de apoyo en que se ha sostenido el trío titular (completado por el guitarrista Leonardo Torres). Debiera considerarse integrarles a la alineación fija de la banda.

En teoría, Cataratas En Siberia ha debutado con un EP conceptual, moldeado alrededor de la leyenda del Salto del Fraile. Así lo muestran la portada y algunas líneas concretas de tal o cual canción, pero en general esa intención se esfuma desapercibida. Las voces lucen llenas de efectos ambientales que aportan textura y grosor, haciéndose ininteligibles casi siempre. No es un demérito, pero la edición física de TLTQNREF -que no existe- tendría que incluir las letras para enterarnos.

Hákim de Merv

jueves, 20 de noviembre de 2025

Los Membrillos: Distimia // Salome V.V: Salo In Meee EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de noviembre de 2025.)

Venía revoleando ya hacía rato el novel alias de Los Membrillos, cuando en la veintena de agosto apareció por fin su puesta de largo, Distimia. Sintomática la elección para el título, que alude a trastornos de insomnio, cansancio y cambios de humor; todo en uno. La salida de la placa rubrica así la notoriedad que desde el año pasado cosechaba en medios independientes la joven agrupación -formada por Daniel Farfán (bajo/voz), Lilith Villafuerte (voz), Mauricio Rodríguez (guitarra, hijo del frontman de The Spiracles y ex Resplandor Luis Alberto Rodríguez), Alex Oyola (guitarra/voz), Marino Obregón (batería) y Alexis Yamunaque (guitarra).

Sí, una formación llena de sangre nueva, cuyas edades oscilan entre los 16 y los 18 abriles. Es decir, individuos nativos del siglo XXI, en un mundo en el que las vanguardias han desaparecido o se han gentrificado en géneros/subgéneros per se. Un mundo, por consiguiente, en el que el pop contemporáneo se inclina las más de las veces a trivializarse, antes que a reinventarse. En este contexto, Los Membrillos se entregan en cuerpo y alma al shoegazing. No son los primeros en hacerlo, total o parcialmente, ni tampoco los más veteranos: Solenoide, Puna, The Miguel Aragaki Project, Alunaki, Paisaje 3, Aloysius Acker...

No obstante, hay algo en el disco que no termina de cerrar. Algo que no guarda relación alguna con la mocedad de los integrantes de la banda (circunstancia que nunca me ha parecido relevante para descalificar a nadie). Distimia empieza con “Ultramarr” (sic) y la influencia más clara queda en evidencia: Slowdive circa Just For A Day (‘91). Esta precisión resulta indispensable, porque durante sus cuarenta y tantos minutos jamás llega el estreno a reventarte las orejas, como sí lo logran los cinco de Reading en Souvlaki (‘93). Si bien un opus de shoegazing no tiene la obligación de pulverizar yunque-martillo-y-caracol, que Distimia sostenga ciertas semejanzas con Just For... sugiere que su output alimenta trasvases hacia otros códigos sónicos. Tal cual su ¿involuntario? modelo.

Asoma Distimia harto borroso para cánones baggy. No sé si ese acabado es incidental o voluntario. Cual sea la respuesta, parece un álbum de ethereal noise grabado bajo los estándares técnicos de fines de los 80s. Algunos de sus guiños apuntan además al majestuoso revival darkie de Disintegration, mientras que sus momentos de inequívoco pop remiten al indie más intimista del nuevo milenio (en parabólica curva que los propios shoegazers de mediados de los 90s recorriesen). En ese sentido, las canciones de Los Membrillos me recuerdan a lo hecho por Glaare -un maridaje precioso de dark y shoegazing, cuyo principal hándicap es la falta de mayor nitidez/limpidez en lo tocante a los nacionales.

No menoscaban dramáticamente estas consideraciones a Distimia. Hay temas erigidos sobre el desconsuelo, como “El Gran Cielo” o el fugaz y cuasi acústico “Ciudad Puente”. A otros les asiste una paleta de emociones agridulces -“Trementina”, “Espirales”, el melancólico matiz litio de “Ultramarr”. En el balance, el artefacto está lleno de guitarras aplicadas, impecabilidad extensible al resto de instrumentos. El ingrediente pop se entalla según amerite, y menudean las ocasiones en que la voz de Villafuerte acapara reflectores, moviéndose hacia un discreto segundo plano cuando dupletea junto a la de Oyola o Farfán.

En resumen, correcto play de arranque, algo desdibujado por esa niebla de baja fidelidad que le envuelve. Sucede casi siempre que el combo o artista debutante se da maña para homenajear a todos los referentes que buenamente puede. Distimia no es la excepción. Ahora bien, oscilar entre el dark y el shoegazing debiera proporcionar un mayor margen de maniobrabilidad que el que la experiencia ha demostrado posible. A Glaare, sin ir muy lejos, no le ha alcanzado más que para dos rounds. El segundo paso, entonces, es el que plantea la disyuntiva. Una que podría capitalizar las pocas oportunidades en que Los Membrillos imprimen mayores ímpetus a su proceso compositivo: “Millones De Colores”, “Los Pajaritos”, “Ella Me Dice”.

Aquí tenemos otro ejemplo de solipsismo casi beligerante. Apenas si aparecen a lo sumo dos entradas consignando el nombre de Salome V.V -y/o variantes- en la infinita vastedad de la Red. Di con esta referencia no por casualidad, sino por recomendación de José María Málaga (Fiorella16). Ignoraba por ende desde cuándo estaba operativa, si había tomado parte en experiencias sonoras anteriores, si militaba actualmente en alguna, o qué perspectivas contemplaba a mediano/largo plazo en su quehacer... Hasta que se reveló el nombre civil de la ruidista de marras: Ángeles Valverde (NRA Ruido).

Lanzado el 6 de marzo vía BandCamp, el EP debut es definido como “...una introspección de los sonidos que rodean la transición de alguien que está descubriendo lo que se puede hacer mientras se vive”. En tanto declaración de principios, funciona. Se trata, en efecto, de los pininos típicos de quien está empezando de motu propio una andadura posicionándose en las coordenadas adecuadas y arrancando en el momento justo. Secundada, para más inri, por Málaga en la edición.

Conformado por tres piezas de desigual duración, Salo In Meee EP araña el tercio de hora provisto de una inconmovible barrera de ruido iterativo prácticamente infranqueable. Otro símil equivalente es el de una indestructible y gruesa capa de hielo antártico, de miles de años de antigüedad. En ambos casos, felizmente, la valla es lo bastante permeable como para permitir atisbar aquello que se asienta o se agita al otro lado. Y digo felizmente porque la experimentación ruidista suele ser terreno fértil para esteticismos inanes, cuando no para estafas escandalosas.

Rompe fuegos “En El Desierto”, track de 11 minutazos y 40 segundos que califica como test de prueba de las turbinas de un Boeing. Escarbando a través de esa sólida muralla de distorsión tangible, percibo irrupciones mínimas, la mayoría de ellas fundada sobre retroalimentación y subidones de voltaje. Si se puede hablar de gradación de notas en relación al Ruido, el brevísimo “Introduciendo” -poco más de minuto y medio- sube un peldaño respecto de su predecesor, y se postula algo más uniforme. Finiquita el vuelo “Un Submarino”, siete minutos en la misma escala noisica de “Introduciendo”, radical en su minimalismo de modulaciones crujientes pero de una densidad menor a la mostrada en el resto del menú.

Salome V.V se estrena, así, con nota aprobatoria. Le ha ayudado ciertamente la concisión, así como la absorción osmótica de lecciones impartidas por sus mayores en el arte del ruidismo, en jornadas como Sheer Hellish Miasma (‘02), Stoke (‘02) o Seven Tons For Free (‘96). Lecciones que simultáneamente se constituyen en advertencias acerca de lo fácil que es desviarse del camino para acabar como tristes émulos/as de hipsterillos al mango. El siguiente movimiento de la Valverde solista requerirá de no poca inteligencia, y sobre todo de muchas intuición y energía.

Hákim de Merv

jueves, 13 de noviembre de 2025

Álvaro Daguer · Paisajes En Tensión: Sonidos Y Territorio En El Valle Del Choapa

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de noviembre de 2025.)

En Coquimbo, al Valle del Choapa se le conoce por ser el más angosto de todos los territorios chilenos. Tan es así, que las cordilleras de los Andes y de la Costa se hallan una frente a la otra. También goza de renombre por una abundante producción vitivinícola y pisquera, debido al clima benigno y a sus suelos riquísimos en minerales, al punto de haber nacido y prosperado en esa zona una vasta industria de turismo enológico.

Hasta la IV Región se apersonó Álvaro Daguer para concebir su tercera placa como solista, trayectoria sostenida en paralelo a los grupos en que participa -La Banda’s, Glorias Navales, A Full Cosmic Sound y Lo Escucho, Lo Pinto; entre otros. La principal sustancia de Paisajes En Tensión: Sonidos Y Territorio En El Valle Del Choapa es proporcionada por grabaciones de campo que el músico mismo registrase. En torno a éstas y a su manipulación, nace un disco extraño de avant garde, que exige varias escuchas concentradas y que se comporta como si lo suyo fuera el free jazz (aunque en realidad no lo sea).

Elegidos aparentemente al azar, algunos pedazos de estas field recordings se transforman en estructuras cíclicas que cumplen funciones percusivas. Otros tantos devienen en loops minimales que pasan a integrar la ornamentación de los propios temas. Otros más son degradados hasta la descomposición, convirtiéndose instantáneamente en ruido. Lo único que sobrevive indemne a estos procesos, y no siempre lo hace, es aquel elemento que las convenciones señalan como inequívocamente humano: el lenguaje articulado.

Bocinazos, gorjeos, bruscos golpes de micrófonos; son dispuestos por Daguer utilizando viejas técnicas que fueron moneda común en la era de la música concreta. Ése es su modus operandi: adulteración de tonos y velocidades, puesta de revés de sonoridades y ruidos (como si se voltease un calcetín), cut and paste a discreción... Sobre todo el empleo de ecos, reverberaciones y filtros, con que afantasmar las dimensiones físicas del sonido. Adicionalmente, el sureño propone pianos, flautas, ¿trompetas?, silbatos, un Korg. De esta manera, se insertan/incrustan notas cacofónicas de resonancias siderúrgicas (“Disputa”), lo que acentúa la sensación de estar oyendo palpitantes músicas empecinadas en negarse a sí mismas.

Argumenta Álvaro que su intención es levantar landscapes imaginarios, armándoles a punta de lo que son en buena cuenta reflejos distorsionados e inconexos de la realidad. Consecuentemente, las nuevas dimensiones de esos escenarios postulan relaciones inéditas/no planificadas/no previstas entre emisores y receptores. Como puzzle teórico, suena interesante. Lo que no descifro es si pueden extraerse en limpio aplicaciones prácticas, aunque no parece ser ése el norte del autor. Su investigación, además, es audiovisual: la carátula que envuelve al cassette es, en los hechos, una partitura que pretende graficar mucho de lo que percibimos con las orejas en la cinta. Gestiona ETCS Records.

Hákim de Merv

miércoles, 29 de octubre de 2025

Nax: Sugar Days (EP) // Sexores: Sangre

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de octubre de 2025.)

Casi 24 meses después del señero Dejando Todo Atrás, al cual correspondió la respectiva rodaja que recopila sus outtakes bajo el marbete de “lados B” (‘24), entrega Nax un brevísimo extended con el que parece intentar despegarse de la estela dejada por aquella sustantiva jornada. Sugar Days (EP) aparece el primero de agosto, vislumbrando contravenciones a las peculiaridades del proyecto argentino, metamorfoseado (¿ya definitivamente?) en unipersonal.

Estos escasos 10 minutos y monedas arrancan de la mano de “Dino” a velocidades propias del ímpetu airado de un vital pop adolescente. En tal sentido, podría aguantar el calificativo de “punk” la actitud/acritud que ese intro de 58 segundos iza. Impresión sostenida por el fortísimo contraste con el canal que entrelazado suena a renglón seguido, “Sugar”, cover en exceso respetuoso del original que Beach Fossils incluyese en su clásico Somersault (‘17). Aquí se produce el segundo desmarque, porque la música de los neoyorkinos exige un delicado balance, revestido de lo fi, entre el shoegazing y el indie. Aunque Nax bebe de ambos manantiales, en sus trabajos anteriores siempre había sido notoria la predilección por el primero.

La eléctrica es la columna vertebral en “Desde Lejos”. Ello indicaría un regreso a la ortodoxia del ethereal noise, si no fuera porque Nicolás Castello apela a multiplicarla antes que a distorsionarla, además de copar espacios valiéndose del teclado. Precisamente por eso es que el acabado de la pista luce baggy, cuando en realidad es una delusión que alimentan la dosificada distorsión y los sonidos provenientes de dicho artefacto.

Además de en el epílogo, la francófona “Icarus” se convierte en la canción que recupera la imagen del Nax que todos/as conocemos. El de sutiles introducciones irreales y sublimes estallidos de volátil electricidad. El de vaporosas atmósferas sedantes, rasgadas por glaciales ventiscas vésperas. El que se las ingenia para arropar un pop prístino con letras forjadas en la tradición indie noventera y con ambiental acuarelismo arrebolado y excitante. Difícil arriesgar si es un postrer guiño o un anuncio de retorno por viejos fueros. Anna Oosting es acreditada por tercera vez como responsable de la fotografía de portada -la primera fue en Dejando Todo Atrás (B-Sides), y la cuarta en “Tesoro”, single recién estrenado.

A propósito de Sangre, nuevo LP de Sexores, se hace imperativo recordar los muchos vasos comunicantes que existieron/existen entre el dark rock y la música etérea, corrientes ambas nacidas a principios de los 80s. Las numerosas aristas de la conjunción bien pueden ejemplificarse en la relación de admiración mutua entre dos íconos de estas tendencias, Robert Smith (The Cure) y Elizabeth Fraser (Cocteau Twins), inmortalizada en el excelente documental sobre el shoegazing Beautiful Noise (‘14).

¿Por qué la pertinencia de esta remembranza? Porque en Sangre se ha concretado una de-evolución. En retrospectiva, empezó Sexores a dar señales de ésta con East / West (‘18). No muy claros y/o abundantes al principio, esos indicios fueron menudeando a partir de Salamanca (‘20), y se hicieron evidentes en Mar Del Sur (‘23), reentré tras más de dos años de separación. Si bien la obra de Emilia Bahamonde y David Yepes nunca ha disimulado su naturaleza dual, ésta prefería las más de las oportunidades el justo medio. Cuando no, tal circunstancia dio lugar a un período de estética shoegazer -entre Historias De Frío (‘14) e East / West- que devino en su momento de mayor renombre.

De una parte, el baggy, el pop, el dark sublimado. De la otra, el downtempo, la electrónica, el electropop. Dos caras de una misma sociedad, conteniendo la una a la otra. ¿Ocurre lo propio en Sangre? Sí. No obstante, la intersección de los lados podría generar más de una polémica. Uno de ellos es el darkwave -no el dark de Joy Division o el de And Also The Trees, no el de Christian Death o el de X-Mal Deutschland. El otro lado sigue ocupado por la electrónica, sólo que ahora ya no como contraparte del anterior, sino al servicio de éste.

El resultado es un output del cual lo menos que puede decirse es que es asaz retro -de ahí lo de “de-evolución”. Emitir un juicio de valor al respecto ya depende de cada quien. A mí no me molesta en absoluto, porque me gusta escuchar de todo -excepto metal y rockabilly-, mas no faltarán las voces que han de lamentarse por este “retroceso”, e incluso hablarán de “involución”. El sonido hegemónico en Sangre es, pues, el del darkwave. Uno oscuro, de bases electrónicas lo bastante acendradas como para volver la mirada hacia los viejos y sombríos 80s, y no lo suficientemente densas como para quedarle vedadas las pistas de baile. De hecho, es todo lo contrario: tracks como “Dark End”, la apertura “Sangre”, las aproximaciones new beat de “Nightbreed”, “His Love Is An Instrument From Hell” e incluso “Religiones Menores” funcionan perfectamente para sacarle lustre al suelo. Cinco de ocho.

Con el resto del esférico sucede algo ligeramente distinto. Mientras se reproduce “Tutayashka”, no puedo evitar acordarme de “When Mama Was Moth”, inicio de Head Over Heels, justamente el disco con que Cocteau Twins iniciaba su transición de las profundidades de Garlands (1982) a las viñetas fulgentes de Treasure (1984). Al hilo, “Ánimas” propone una relectura pop del primer Xymox. En las antípodas de la indisposición, sus sedosas ondulaciones cuajan en un surco de escucha muy agradable. Y “Niebla”, el corte final y de más extensa duración, bascula entre el dark y el dream pop derrochando harta melodiosidad, siempre envainada ésta en un funda lúgubre.

No dudo de que habrá gente que se decepcionará de Sexores al escuchar Sangre, y en adelante le tendrá en menos, abrazándose así a sus prejuicios. No es mi caso. A fin de cuentas, la placa tiene buenas canciones y recrea sublimada pero también hábilmente las músicas que daban la hora en los circuitos independientes de hace cuarenta años. Me basta con eso. Venga del género que venga (salvo que sea del metal o del rockabilly), una melodía esmeradamente elaborada siempre será bien recibida por este par de oídos.

Hákim de Merv