miércoles, 29 de octubre de 2025

Nax: Sugar Days (EP) // Sexores: Sangre

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de octubre de 2025.)

Casi 24 meses después del señero Dejando Todo Atrás, al cual correspondió la respectiva rodaja que recopila sus outtakes bajo el marbete de “lados B” (‘24), entrega Nax un brevísimo extended con el que parece intentar despegarse de la estela dejada por aquella sustantiva jornada. Sugar Days (EP) aparece el primero de agosto, vislumbrando contravenciones a las peculiaridades del proyecto argentino, metamorfoseado (¿ya definitivamente?) en unipersonal.

Estos escasos 10 minutos y monedas arrancan de la mano de “Dino” a velocidades propias del ímpetu airado de un vital pop adolescente. En tal sentido, podría aguantar el calificativo de “punk” la actitud/acritud que ese intro de 58 segundos iza. Impresión sostenida por el fortísimo contraste con el canal que entrelazado suena a renglón seguido, “Sugar”, cover en exceso respetuoso del original que Beach Fossils incluyese en su clásico Somersault (‘17). Aquí se produce el segundo desmarque, porque la música de los neoyorkinos exige un delicado balance, revestido de lo fi, entre el shoegazing y el indie. Aunque Nax bebe de ambos manantiales, en sus trabajos anteriores siempre había sido notoria la predilección por el primero.

La eléctrica es la columna vertebral en “Desde Lejos”. Ello indicaría un regreso a la ortodoxia del ethereal noise, si no fuera porque Nicolás Castello apela a multiplicarla antes que a distorsionarla, además de copar espacios valiéndose del teclado. Precisamente por eso es que el acabado de la pista luce baggy, cuando en realidad es una delusión que alimentan la dosificada distorsión y los sonidos provenientes de dicho artefacto.

Además de en el epílogo, la francófona “Icarus” se convierte en la canción que recupera la imagen del Nax que todos/as conocemos. El de sutiles introducciones irreales y sublimes estallidos de volátil electricidad. El de vaporosas atmósferas sedantes, rasgadas por glaciales ventiscas vésperas. El que se las ingenia para arropar un pop prístino con letras forjadas en la tradición indie noventera y con ambiental acuarelismo arrebolado y excitante. Difícil arriesgar si es un postrer guiño o un anuncio de retorno por viejos fueros. Anna Oosting es acreditada por tercera vez como responsable de la fotografía de portada -la primera fue en Dejando Todo Atrás (B-Sides), y la cuarta en “Tesoro”, single recién estrenado.

A propósito de Sangre, nuevo LP de Sexores, se hace imperativo recordar los muchos vasos comunicantes que existieron/existen entre el dark rock y la música etérea, corrientes ambas nacidas a principios de los 80s. Las numerosas aristas de la conjunción bien pueden ejemplificarse en la relación de admiración mutua entre dos íconos de estas tendencias, Robert Smith (The Cure) y Elizabeth Fraser (Cocteau Twins), inmortalizada en el excelente documental sobre el shoegazing Beautiful Noise (‘14).

¿Por qué la pertinencia de esta remembranza? Porque en Sangre se ha concretado una de-evolución. En retrospectiva, empezó Sexores a dar señales de ésta con East / West (‘18). No muy claros y/o abundantes al principio, esos indicios fueron menudeando a partir de Salamanca (‘20), y se hicieron evidentes en Mar Del Sur (‘23), reentré tras más de dos años de separación. Si bien la obra de Emilia Bahamonde y David Yepes nunca ha disimulado su naturaleza dual, ésta prefería las más de las oportunidades el justo medio. Cuando no, tal circunstancia dio lugar a un período de estética shoegazer -entre Historias De Frío (‘14) e East / West- que devino en su momento de mayor renombre.

De una parte, el baggy, el pop, el dark sublimado. De la otra, el downtempo, la electrónica, el electropop. Dos caras de una misma sociedad, conteniendo la una a la otra. ¿Ocurre lo propio en Sangre? Sí. No obstante, la intersección de los lados podría generar más de una polémica. Uno de ellos es el darkwave -no el dark de Joy Division o el de And Also The Trees, no el de Christian Death o el de X-Mal Deutschland. El otro lado sigue ocupado por la electrónica, sólo que ahora ya no como contraparte del anterior, sino al servicio de éste.

El resultado es un output del cual lo menos que puede decirse es que es asaz retro -de ahí lo de “de-evolución”. Emitir un juicio de valor al respecto ya depende de cada quien. A mí no me molesta en absoluto, porque me gusta escuchar de todo -excepto metal y rockabilly-, mas no faltarán las voces que han de lamentarse por este “retroceso”, e incluso hablarán de “involución”. El sonido hegemónico en Sangre es, pues, el del darkwave. Uno oscuro, de bases electrónicas lo bastante acendradas como para volver la mirada hacia los viejos y sombríos 80s, y no lo suficientemente densas como para quedarle vedadas las pistas de baile. De hecho, es todo lo contrario: tracks como “Dark End”, la apertura “Sangre”, las aproximaciones new beat de “Nightbreed”, “His Love Is An Instrument From Hell” e incluso “Religiones Menores” funcionan perfectamente para sacarle lustre al suelo. Cinco de ocho.

Con el resto del esférico sucede algo ligeramente distinto. Mientras se reproduce “Tutayashka”, no puedo evitar acordarme de “When Mama Was Moth”, inicio de Head Over Heels, justamente el disco con que Cocteau Twins iniciaba su transición de las profundidades de Garlands (1982) a las viñetas fulgentes de Treasure (1984). Al hilo, “Ánimas” propone una relectura pop del primer Xymox. En las antípodas de la indisposición, sus sedosas ondulaciones cuajan en un surco de escucha muy agradable. Y “Niebla”, el corte final y de más extensa duración, bascula entre el dark y el dream pop derrochando harta melodiosidad, siempre envainada ésta en un funda lúgubre.

No dudo de que habrá gente que se decepcionará de Sexores al escuchar Sangre, y en adelante le tendrá en menos, abrazándose así a sus prejuicios. No es mi caso. A fin de cuentas, la placa tiene buenas canciones y recrea sublimada pero también hábilmente las músicas que daban la hora en los circuitos independientes de hace cuarenta años. Me basta con eso. Venga del género que venga (salvo que sea del metal o del rockabilly), una melodía esmeradamente elaborada siempre será bien recibida por este par de oídos.

Hákim de Merv

jueves, 23 de octubre de 2025

Fiorella16: Postales Del Paraíso

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de octubre de 2025.)

Hay que andarse con pies de plomo al reproducir lo que parece ser la última entrega de Fiorella16 para lo poco que falta por transcurrir del ejercicio ‘25. Decir esto podría lucir engañoso e inexacto: el álbum sale el 7 de marzo, y desde entonces el buen José María Málaga ha tenido tiempo de sobra para concebir si no un nuevo largo, al menos un extended play. Con todo, Postales Del Paraíso no es tanto la cereza sobre el pastel de un año generoso del arequipeño, como sí la rúbrica de un período tremendamente fértil en la trayectoria del individualista. Un rush que restalló durante la segunda parte del ‘24 y que terminó de combustionar hace siete meses.

De todas formas, en lo que va del presente es éste el segundo título largo de Málaga, tras ese Pathetic Live Recordings que editase la independiente mapocha ETCS Records. Durante algunas semanas estuvo también disponible un EP denominado Íntima Extravaganza, que iba a ser asimismo materia de esta reseña, posteriormente descolgado de Internet debido a razones desconocidas.

Créditos en BandCamp afirman que esta media docena de tracks fue grabada y mezclada entre marzo y mayo del ‘24. No tengo ninguna razón para dudarlo, pero los nombres de cada uno de los temas indican un rango de tiempo que va de enero del ‘03 a noviembre del ‘24. Se me ocurre pensar, pues, que estos instrumentales eran ideas/bocetos/demos que José María tenía archivados y que decidió plasmar en su forma definitiva hacia fines de mayo del año anterior -con la visible excepción de “Noviembre 2024”, que debe haber sufrido una transformación tal en la fecha señalada, que fue necesario rebautizarle.

¿Estos saltos temporales harían de Postales Del Paraíso una compilación de inéditos? ¿Habría que descartar a priori un carácter conceptual? No necesariamente. En el mejor de los casos, hablamos de un intervalo de más de dos décadas, y no existe frecuencia constante entre una y otra pista como para hablar de la documentación de un lapso creativo correspondiente. Sin embargo, de lo que sí se puede hablar es de una faceta artística en la labor creativa de F16.

Málaga apela a una mitología ficticia -¿expuesta en NoMundoFiorella EP, ‘13?- y explica que estas composiciones son el producto de encuentros/desencuentros con criaturas pertenecientes a ese imaginario. En la práctica, PDP se contrae y se dilata al son de una drone music no por minimalista menos armónica. Sin depurar del todo el registro lo fi, sin abandonar las atmósferas hieráticas, Fiorella16 trenza resonancias, ecos y reverberaciones preñadas de melodías tan austeras como emocionales. Las guitarras se abren paso regularmente, sólo para prosperar en el caos -pensemos no en fárragos cacofónicos con que obliterar tímpanos, sino en esas duplicaciones impensadas que asaltan al visitante en un laberinto de espejos. Por momentos etérea (“Marzo 2024”), por momentos incluso colindante con el famoso efecto ragga indio sesentero (“Diciembre 2018”), la performance del unipersonal oscila entre los dos extremos del esteticismo bliss: el del pop (“Enero 2003”) y el del out (“Noviembre 2024”). Rara vez hace tierra simultáneamente en ambos remates (“Diciembre 2010”).

El único episodio del disco en que José María se reconduce por los cauces habituales de su proyecto es en “Febrero 2024”, el más largo del repertorio. A pesar de hacerse aquí progresivamente tormentoso, el feedback no llega a extralimitarse, coronando la sensación de mesura en un volumen que se queda a contados pasos de la entrada al paraíso en la fortaleza de Alamut. Todo esto, en menos de 27 minutos.

Hákim de Merv

jueves, 16 de octubre de 2025

Matus: El Aullido / Planetario // Paradero Astral: La Mejor Canción Es Una Anécdota EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de octubre de 2025.)

Luego de 3 a 4 años, el colectivo Matus abandona brevemente los cuarteles de invierno para añadir nuevo y fugaz título a su extensa discografía. El Aullido / Planetario fluctúa entre las categorías de 45 rpm y de EP, aunque el nombre enfatice (ni tan) tácitamente su condición de single. A día de hoy, Matus se ha visto reducido a trío, con relación al quinteto nucleado a la par de la salida de Espejismos II (‘21): Véronique Miró Quesada (a) Veronik (theremin), Manuel Garfias (bajo, guitarras acústica y eléctrica) y Richard Nossar (bajo y teclados).

La alineación se ha hecho asistir de colaboradores varios, sin embargo. Figuran avalados en las notas de BandCamp Miguel Ángel Burga y Camilo Uriarte, amén de Roberto Soto (batería), Úrsula Inga (voz) y Cristóbal Pérez (saxo). Uriarte además se ha desempeñado en labores de producción y mezcla, quedando encargada la masterización a Osmar Cubillas. Distribuyendo esfuerzos según tal o cual pista, el lanzamiento no debería tomarse como corolario en la carrera del combo fundado por Richard, sino asumirse como aperitivo a delectar mientras se espera el siguiente largo de la banda. Pero quién sabe.

Arañando los 16 minutos en total, el hipotético lado A de este 7’’/EP está ocupado por “El Aullido”. Su maridaje de heavy blues y psicodelia se mueve a paso de procesión, contenido por grapas de metal megalítico. El grávido mástil de Nossar destila ecos altoandinos a cuentagotas, mientras la slide de Camilo talla paisajes de esotérico paganismo alucinado. Al aproximarse a los ciento cincuenta segundos, el canto de Úrsula Inga proporciona el complemento adecuado merced a una performance llena de calígine y con tintes de profética. Se termina de edificar así una pieza de imponente energía reconcentrada, que culminará traspuestos los 8 minutos y 30 segundos.

El hipotético lado B, “Planetario”, muestra (¿la?) otra cara de Matus. Su percusión es más rockera y pródiga, su tempo más ágil, si bien ello no impide a las guitarras de Garfias y sobre todo de Burga emborracharse de wah-wah para repujar escarpados murallones montañosos; en torno a los cuales invocar el espíritu del viejo space rock. Al promediar los cuatro minutos y medio, el instrumental coge curvas que le llevan a una dimensión completamente distinta -una en la que los riffeos atmosféricos se afantasman a la par que se desvanece el soporte rítmico, mientras se funden en esa vaporosa irrealidad al saxo espectral de Pérez y a las pulsaciones que en el theremin dispensa Veronik. Pese a que “stoner dub” sabe a etiqueta arbitraria e imperfecta, al menos ilustra esa arista.

Insuficiente, cuantitativamente hablando. El sonido a partes iguales críptico, intenso, plúmbeo y épico de Matus tendrá que aguardar todavía un poco más para hacerse otra vez del marco que mejor le favorece -el disco in extenso.

Se demoró lo suyo en debutar Paradero Astral, terceto de féminas formado hace ocho años que recién en marzo de este 2025 consigue publicar La Mejor Canción Es Una Anécdota, documento a medio andar entre el EP y el mini-álbum (aún cuando oficialmente ha sido clasificado como extended). Durante ese ochenio, el grupo dio a conocer unos cuantos sencillos de manera infrecuente, algunos de los cuales han sido recuperados para la ocasión.

Paradero Astral son Naomi Pérez en guitarra y segunda voz, Luisa Condori en primera voz, y Nirvana Morales en batería y coros. La sencillez del esquema instrumental sugiere un rumbo de fácil acceso en cuanto a su quehacer, sospecha que no se haya en absoluto descaminada. Apenas empieza a reproducirse La Mejor Canción..., se evidencia que la terna bebe más del pop que del rock, máxime cuando la mitad de las canciones incluidas resguarda algo más que un insólito aire a line up de fines de los olvidados 50s.

En la baladesca apertura “El Tiempo Atrás”, por ejemplo, no logro distinguir sino entretejidos vibratos naturales y modulados tonos límpidos. Las vocales de apoyo que proporcionan Morales Y Pérez no buscan desmarcarse de los consabidos “uhuhuhuhuhuh/uhuhuhuhuhuh/uhuhuhuhuhuh/ahahahahahah” más que para repetir alguna de las líneas de la voz principal. Bonito y sorprendente, por suerte el efecto obtenido no vuelve a ser conjurado apelando a la misma coartada en lo que queda del EP. “Mis Pupilas” es una power ballad rocanrolera que remite a inicios de la siguiente década. Idéntico rumbo toma la clausura “Gracias Por Venir”, ésta sí tan mimética que ha de tolerar el adjetivo de “revivalista”.

¿Y el resto? Sin distanciarse sustancialmente del pop, prefiere colores menos añejos. La ejecución simple y el intimismo lírico, cualidades que les hermanan a sus pares del párrafo anterior, no son óbice para fatigarse bajo otros cielos -el del robusto pop setentero en la alegrona “Maldita Incertidumbre”, el del indie pop donostiarra en “¿Cuántos Más Se Irán?”, el del hard rock punkoide en la insospechada “Sociedad”. Pese a estos relativos exabruptos, lo interesante es que el trinomio logra armonizar colores y melismas para darle homogeneidad a esta jornada de escasos 17 minutos.

Ingeniosa portada. En ella, las tres integrantes aparecen por partida doble. En la parte alta, Nirvana, Naomi y Luisa auscultan lo que parece ser el diorama del dormitorio que comparten, donde sus equivalentes recortables animadas se avocan a distintas acciones. ¿La carátula influenciaría al video de “Maldita Incertidumbre” o sería éste el que proveería de materia prima a ésa?

Hákim de Merv

jueves, 9 de octubre de 2025

LEM: Instrumentales Post Depresión

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de octubre de 2025.)

Hubieron de extinguirse cuatro años antes de que los históricos LEM volviesen a hacerse presentes en los circuitos independientes latinoamericanos mediante nueva entrega. Curiosamente, es probable que el contenido de ésta sea cualquier cosa menos nuevo. A la par de su anterior opus -Portonazos EP, ‘20-, entonces el dúo anunciaba en breve artefacto de material inédito fechado entre el ‘96 y el ‘05, cinta de otros tantos outtakes vía ETCS Records, y placa grabada en formato trío, cuando Roberto Rowe todavía era de la partida.

En la medida en que ha sido acreditado a Berbakow/Burotto/Rowe, y que este último no ha vuelto a las filas de LEM, Instrumentales Post Depresión (diciembre del ‘24) parece calzar el perfil del tercero de los lanzamientos voceados en aquella oportunidad. Por supuesto, carezco de plena certeza, aunque a creerlo me inclina una continuidad relativa entre el extended del ‘20 y la rodaja liberada en las postrimerías del año pasado. Continuidad estilística y de registro, felizmente no concretada en calco o prolongación genérica de lo ya mostrado por los chilenos.

En éste su segundo largo (el estreno Música Para Películas De Ciencia-Ficción De Bajo Presupuesto data del ‘99), los australes enfilan baterías hacia un ambient electrónico de sesgo rítmico. Mutante por definición, esta cepa prospera sobre todo en melodías circulares, acechada por rugosidades varias e hipnotizada por la esencia aromatizada de la Baja Fidelidad. Estoy tentado a asegurar que LEM la ha obtenido crackeando el código genético de la IDM en su afán por subvertirla/servirse de ésta (“Piques Cortos En Ocean Drive”), pero me abstengo por dos razones. La primera es que no dispongo de la confirmación de los autores, con lo que la intencionalidad queda en suspenso. Y la segunda, en parte derivada de la primera, que no todo el álbum transita esa vereda.

Instrumentales... dispone de un segmento más o menos considerable en el que secuencias y programaciones quedan reducidas al mínimo -por no decir que se ausentan del todo. Esa metamorfosis se hace visible desde “Amantes En Estática” y se extingue al culminar “Cementerio De Elefantes”. En medio, “Pequeños Logros Que No Importan”. Una terna de dilatadas composiciones en cuyo interior el ambient se llena de pliegues, presa de contracciones medianamente bruscas, lejos de las nerviosas mitosis en que se despeñaba la síncopa (“Amantes...”). Capas fosforescentes de texturas que se suceden y/o sobreponen unas a otras, forjando la ilusión de un bliss pop corrugado (“Cementerio...”), acompañadas a veces de una eléctrica diáfana (“Pequeños Logros...”). El sedante efecto debe ser similar al de someterse a una sesión de sunbathing en el espacio exterior.

En las cuentas, esa sección corresponde a un tercio del CD. En los otros dos, el ambient ejecutado por LEM renueva constante sus facciones. Puede ser líquido y devoto de los loops (“Transhumanismo Caribeño”), rendirse al bisbiseo sublunar del bajo (“El Champion”, de una simpleza elogiable), sacudirse el óxido para abrazar el noise (“One Shot Hit Wonder”) o arrastrarse bajo una opresiva atmósfera de erosivo lo fi (“Andean Motorik”). Pero siempre estará ese mismo ambient asistido por/aupado sobre pertinaces construcciones de (ni tan) subliminal rítmica -que atenúan la pesadez o capitalizan la herencia noventera del intelligent techno, según colores y climas que presidan cada track. Exquisito y alentador segundo debut.

Hákim de Merv

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Capricorni Pneumatici: IX TAB

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de septiembre de 2025.)

Nunca me he preguntado, y tampoco he sabido de alguien que lo haya hecho en ningún rincón del planeta, por la periferia de la periferia de la música pop independiente. Es decir, artistas y/o bandas tan radicalmente ajenos/as a los extramuros del pop vanguardista, que terminan creando un ¿meta-substrato?/¿sub-substrato? allende esos extramuros. En principio, ello debería atribuirse a semejante grado de aislamiento (que impide que pueda hablarse de escenas como tales), pero también a que la inmensa mayoría de creadores/as perteneciente a ese horizonte carga el sino del Olvido -¿cómo difundir sus propuestas o rescatar sus legados, si no hay forma de identificarles, mucho menos de ubicarles?

Sí, la inmensa mayoría de ellos/ellas. No la totalidad. Un ejemplo es Muslimgauze, a.k.a. del británico Bryn Jones (17/06/61-14/01/99), cuya obra ha logrado perdurar debido a las ediciones y reediciones de Staalplaat, Nexound o Extreme Records. Otro es Zoviet France, colectivo que la luchó hasta obtener el merecido reconocimiento década y media después de su debut (Garista, 1982), a través de Red Rhino Records o Soleilmoon Recordings. Por desgracia, la tácita norma confirma que gentes igual de avezadas para la innovación artística terminan sus días en el más ignominioso de los olvidos, aquí y en la Conchinchina. Norma que, por fortuna, las herramientas de que nos proveen las tecnologías del nuevo siglo han comenzado (lentamente) a revertir.

Hace apenas unos cuantos días se ha publicado desde Nápoles IX TAB, reedición de la cinta que en 1988 liberara Capricorni Pneumatici, gracias a los buenos oficios de Eighth Tower Records. No es el primer reissue que de este grupo orquesta la subsidiaria de Unexplained Sounds, pues ya antes han visto la luz Nibbas (‘89), el lovecraftiano Al-Azif (‘87) y Witchcraft (‘89). Sí, en cambio, otro paso más en la recuperación de su catálogo discográfico correspondiente al período ‘87-‘91; antes del prolongado hiato que terminaría con The Erivar (‘15). Actualmente, CP se mantiene en plena forma (cf. Variants y Über Artaud, ambos de este año).

¿Quiénes son Capricorni Pneumatici? Por encima de leyendas urbanas como la que habla de un combo californiano asociado a cultos abominables y al prominente satanista Anton LaVey, lo que se sabe es que el dúo proviene de Milán (Italia). Si bien sus identidades reales son un misterio, se les conoce por los alias de Pazuzu y Soda Caustica. Desde que debutasen con cassette homónimo allá por 1987, los peninsulares se distinguieron por hibridar música concreta, ruido post industrial, drone music y dark ambient... ¡cuando los dos últimos géneros estaban en pañales o simplemente no existían! La argamasa con que aglutinaron estos marbetes fueron las grabaciones de campo y el uso de sonidos que todavía hoy son susceptibles de catalogarse como “no convencionales”.

La elección del nombre para el tándem es completamente intencional, extraído del Liber A'ash Vel Capricorni Pneumatici, obra publicada en 1909 por el ocultista decimonónico Aleister Crowley. De hecho, en torno al binomio milanés siempre ha existido una tenebrosa aura de esoterismo oscuro y de paganismo ritual, rasgos frecuentemente relacionados a día de hoy con cualquier proyecto nacido en el seno del dark ambient. Como corresponde, su música se convierte en fiel reflejo de ese sincrético ocultismo non-sanctus. IX TAB no es la excepción.

Consagrado a la epónima divinidad maya (cuyo nombre se traduce como “Señora del Lazo”), diosa de las sogas (¡!) y de los embustes, patrona además de quienes se suicidaban ahorcándose (¡¡!!); el tape es un súmmum de sombrías vibraciones abstractas e iterativas por añadidura, las más de las veces carentes de significativos timbres tonales. Pese a tener momentos comparativamente más melódicos (“L’Ultima Cerimonia”, “Dhyana”, “On Carmel’s Peak”), éstos tienden a difuminarse, devorados por graves subsónicos que devienen en cascadas, por texturas zumbantes en las que palpita la velada amenaza de sordos ciclones (“I.A.O.”).

En composiciones como “The Inquisition” o la dilatada “Akhkharu”, Capricorni Pneumatici hace algo más que aproximarse al post industrial. Los amagos de estructuras eurítmicas se desbarrancan rapidísimo, frente a un ambient que de tanto aporrear lo que encuentre en el camino, despliega nutridos bombardeos de resonancias pánicas. En “Akhkharu”, además, se oyen susurros siniestros, murmullos decadentes. La utilización de voces se hace extensiva a “Khampa” y a “Ortson Erdap!”: en el primer caso, más en plan de manipulación deforme acompañada de tenues percusiones tribales, mientras que para el segundo se recurre a la recitación de lo que parecen ser arcaicos conjuros de magia negra. También se apela en “Ortson...” a campanadas lúgubres -coartada estética vinculada a las latas/los tanques de acero zarandeadas/os en “Captivity”, track de apertura, lo que pone de relieve el empleo que de martillos, tuberías de PVC y hasta hachas ejerce la mancuerna lombarda.

Avant dark ambient, lustros antes de que el género se hiciera moneda de cambio común en predios de los circuitos independientes internacionales. Una otra clase maestra sobre cómo subvertir y sobre todo desencorsetar cualquier tipo de paradigmas sonoros, utilizando mínimos recursos con el mayor de los ingenios. Por tal razón, Raffaele Pezzella -capo de las citadas escuderías- incluye a IX TAB en la línea de lanzamientos ‘Italian Post Industrial Classics Collection’. Más que merecido, si bien las etiquetas se quedan chicas (como suele ocurrir).

Hákim de Merv

jueves, 18 de septiembre de 2025

Maribel Tafur: Eguzkia-Inti EP / Willay Plancton

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de septiembre de 2025.)

Maribel Tafur ha lanzado dos títulos remarcables en este 2025 que ya empieza a decir adiós, tal vez su año de mayor valía hasta ahora. Uno de ellos va en formato corto, mientras que el otro lo hace en largo. Eguzkia-Inti EP y Willay Plancton son eyectados respectivamente el 25 de marzo y el 8 de junio: el primero se co-acredita a la asociación bilbaína Slow Food Bilbao-Bizkaia, y el segundo también lleva la firma de Sound Earth Legacy, organización sin fines de lucro. No podría afirmar cuál es el papel que estas entidades han jugado, aunque me queda la sensación de haber desempeñado ambas el rol de facilitación antes que el de coautoría.

Eguzkia-Inti -“sol” tanto en euskera como en quechua- es un extended cuyos dos únicos capítulos sobrepujan juntos los 17 minutos. A su modo, cada uno invoca landscapes lo más alejados que se pueda de las cada vez menos apacibles áreas urbanas. Como su nombre parcialmente indica, “Historias De Fuego Y Agua” se posiciona bajo el signo del conductor universal por antonomasia. Ambient bucólico, de una melancolía sublimada, adornado por olas rompiendo en las riberas de playas silentes/por zambullidas de habitantes de las honduras marinas. Un preciosismo digno de Blood (‘91) de This Mortal Coil, o de Sleeps With The Fishes (‘87) de la dupla Nooten-Brook, sólo que en clave moderada/atenuada/minimal. “Historias...” acaba completamente desnudo, al desaparecer las líneas melódicas del teclado, sin resentirse sus efectos psicagógicos.

En la otra esquina, tal cual señala su bautizo, “La Memoria Del Campo” incita a perderse en vírgenes regiones verdes. Preñado del canto de las aves, de un adorable cencerro que niégase a desaparecer, el track germina en bosques no lo suficientemente tupidos para mostrarse amenazadores -en aglomeraciones naturales de colinas, en las faldas de un valle, al pie de agrestes acantilados. Forestas que sosiegan las tempestades del alma, cuya casual exploración reporta un agradable cansancio. A medida que “La Memoria...” se aproxima a su desenlace, cualquier atisbo de música se extingue, dejándonos librados/as a toda clase de ecos de filiación rural.

Además de mantener altas las cotas con respecto a Ultranatura (‘24), este EP se convierte en la invitación perfecta para degustar el siguiente álbum, que aparecería sólo dos meses y monedas después, y en el que puede apreciarse una prolongación de las ideas plant(e)adas por su par predecesor.

La denominación otorgada a Willay Plancton es un ejercicio de exégesis lingüística mucho más laborioso que el del extended previo. “Plancton” es el conjunto de organismos que vegetan inermes en el agua común y corriente de ríos, lagunas y mares. El vocablo quechua “willay” es traducible bien como “señal”, bien como “mensaje”. Bajo estas etimologías, y habida cuenta de la importancia decisiva del plancton en ecosistemas y cadenas alimenticias, interpretaciones como “mensajes de la naturaleza” o “señales de la naturaleza” pueden tenerse por aceptables. Máxime al prestar atención al contenido del disco.

Ya desde el hermoso 2106 EP (‘21), Tafur dejaba entrever una fascinación por el Agua. En aquel artefacto, de carácter bastante autobiográfico, podían escucharse el rugido de las olas, el céfiro oceánico, la lluvia descendiendo del firmamento... Todo ello, ubicado dentro del radio urbano, sin embargo. En tal sentido, la limeña dio un paso de gigante con Ultranatura, donde casaba ambient de sonoridades pedales y cristalinos espejos naturales. Otro paso igual de enorme lo da Willay Plancton -basta con que comience a reproducirse “The Ocean Memory” para darse cuenta de aquella peculiaridad.

Si la música ambiental de Maribel Tafur es de por sí serena y tranquilizante, en ciertos pasajes de esta rodaja llega a ser igual de sedante que algunas de las composiciones de un Brian Eno en la cúspide de sus posibilidades (“Mosaic Of Liquid”). Descontando el uso del ruido producido por maretazos menos exuberantes, que mueren sin chistar en las orillas (“Unheard”), el Agua que nos permite escuchar su voz tiende al movimiento plácido. No a uno remilgoso, sino a uno manante, calmo, reposado. Es agua que prefiere fluir descansadamente, guiándose por una curiosa/singular austeridad (“Raíces Del Mar”). Su vaivén es hipnótico, pacífico, relajante (“Hyperliquid”). Si tiene que agitarse un poco más, a lo sumo condesciende a burbujear como disparada desde las simas insondable de los océanos (“Marina”).

La sobriedad es cualidad cotizada en los predios del ambient. El de Maribel es un sonido que le tiene por principio elemental e indispensable. Sus fondos sonoros, cuyas imbricadas líneas y borrosas texturas recuerdan al bliss pop más vibrante (“Willay Plancton”, “Protect, Preserve”), van aparejados a los efectos acuáticos antes descritos de tal manera que sólo pueden desembocar en performances lindantes con la beatitud (“Herencia Del Agua”). No importa si se trata de la cantarina voz del H₂O, o si éste se manifiesta en las incontables gotas de una precipitación pluvial, el resultado siempre es el mismo.

Con ambos trabajos, la responsable de Intune no sólo echa por tierra algunas hipótesis desatinadas que la tildaban de novedad pasajera. Sus réditos hablan de un talento al que no puede eclipsar ninguna mácula -porque sencillamente no las tiene. Mejor aún, tanto Eguzkia-Inti EP como Willay Plancton confirman que, por ahora y durante un buen tiempo; para Maribel Tafur el cielo es el límite. Y si éste se viene abajo con aguacerales mayúsculos, enhorabuena.

Hákim de Merv

jueves, 11 de septiembre de 2025

Elva Cío: Intentos |‘19 – ‘24|

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de septiembre de 2025.)

¿El Vacío existe? Pese a ser filosóficamente cuestión discutible, el consenso sobre su significado inclina a pensar que sí. ¿Y Elva Cío? Eso es mucho más difícil de dilucidar, y no creo que haya prueba concluyente que zanje el debate. A menos, cómo no, que se manifiesten quienes habitan/alguna vez han habitado (en) su interior -empezando por sus visibles instigadores, los jóvenes músicos Angélica Carlos y Javier Panter. Se sabe del primero que es quien lleva las riendas de Rip Off Records, combativa discográfica trujillana que este año paró en seco. De la segunda, que fue partícipe de la existencia de Specto Caligo (‘17-‘20).

Si hago caso al tenor de lo expuesto en la nota de BandCamp, Carlos ¿es?/¿ha sido? la portaestandarte de Elva Cío. ¿Grupo o seudónimo solista? Al parecer ambas cosas, sucesivamente. La info habla de una formación inestable en la que ella -a.k.a. Elva- es la única acreditada en los 11 tracks repescados por Intentos |'19 - '24| (como dato curioso, en la apertura “Amarilla Violencia” apenas si se le oye articular palabras). Le siguen Panter y Mauricio Moquillaza, este último trajinador de las escenas experimentales post pandémicas. Si sumamos el nombre de Luis Vásquez, que en el ‘24 sorprendió como Calefactor a propios y extraños con el ruidoso Desrealizaciones, Elva Cío en fase grupo se insinúa como semillero ¿trunco? de artistas sonoros independientes.

¿En qué momento se transformó Elva Cío, entonces, en identidad de Angélica Carlos? No puedo precisarlo, pero a partir de Primera Secuencia (‘25) de Ballet Mecánico dicha asunción queda confirmada, figurando la cantante acreditada bajo su alias en “La Ciudad De Los Incendios”. Apoyan la hipótesis los números “Glass Of Gold” y “I Play Alone”, tomas en vivo de material inédito de Specto Caligo, así como su fuente de procedencia (el celular personal de la autora).

Muy poco de lo expuesto en Intentos |‘19 – ‘24| califica como no wave. La austeridad de una guitarra de por sí ahogada en ambientes cavernosos no es cualidad exclusiva del apocalipsis neoyorkino, aunque sí su manipulación como si se tratase de un instrumento percusivo (“Sabotage” y sus aires a lo Yndeseables). El indicio más confiable para fijar una conexión es la performance de Carlos, quien se enfunda en la piel de una Lydia Lunch adicta a los lamentos desesperanzado(re)s y a un spoken word con que narrar el ocaso de la civilización (“Materia Informe/Casi Humana/Materia Informe/Me Reduzco A Nada/Aunque Con Miedo/Merezco Salir Un Poco De Este Agujero/Fantaseo Con El Fin/Y También Le Temo”). Más que en Teenage Jesus And The Jerks, no obstante, pienso en algunas canciones de The March Violets, en Malaria!, en el primer Bauhaus...

Del punk, Elva Cío puede haber reflotado el compromiso ético con el “no future” (“Muerte, Fin”). Del post punk, o más propiamente del after punk, la recreación de un grotesco mundo partiendo de las cenizas del pasado -la monocorde distorsión de la Velvet Underground más lóbrega (“Gran Amo”), la sórdida decadencia andrógina del glam rock (“Materia Informe”), et al. Es bastante evidente, empero, que el manantial del que más bebe(n) Angélica (y compañía) es el del dark-gothic rock. Ése cuyo bajo provee del invencible pistón que pecha al resto de la maquinaria para que se mueva (“Tungsteno”, “I Play Alone”). Ése que se eclipsa para permitirle a la eléctrica incendiar los bordes de nuestro campo de visión/audición (“Sabotage”, “Tungsteno 2” y su inevitable parecido inicial con “Christine” de Siouxsie And The Banshees). Ése donde las baquetas de golpe cortante y árido añaden angustia a impenetrables y negras atmósferas de desolación y pesadumbre (“Glass Of Gold”, “KI-NO”, “Amarilla Violencia”).

Punto de arranque o testimonio post mortem, Intentos... suena como si hubiese sido confeccionado aquí en los 80s. Ese acabado, que entiendo no es intencional, le confiere una ambigua antigüedad; hermanándole a través del Tiempo con hitos de esa época como La Banda Del Kadalzo, la saga Salón Dadá/Col Corazón, Masoko Tanga o los ya mencionados Yndeseables. Ello y su nulo uso del Ruido le alejan simultáneamente de contemporáneos relativos como Hongoz En El Zerebro o la hora actual de Bondage. Con todo, no parece Elva Cío acomodarse bien ni lejos de estos últimos ni cerca de los primeros, sino en su propia parcela. Una en la que se arroja al fondo del pozo más oscuro, rodeándose de arabescos ultraterrenos y de fantástica iconografía BDSMera, como la que adorna su BandCamp y de la que se hace eco la epilogal “Erector Set I” (recitando las frases de anhelante sumisión que se cuelan entre foto y foto).

Probablemente estas imágenes se incluyen en el fanzine que acompaña a la cinta. Como éste no se halla disponible para free download, como sí ocurre con el menú del cassette, no puedo decir ni mu al respecto.

Hákim de Merv

jueves, 4 de septiembre de 2025

The Mugris: Acid Lord (Crust Tapel Vol. 1)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de agosto de 2025.)

A prima facie, debo reconocer que he escuchado poquísimo a The Mugris con anterioridad. El proyecto solista del talcahuino Mauricio Romero, en activo desde   el   ‘13,   ha   sido   bastante generoso   en   cuanto   a   producción sónica -mucha de la cual se halla disponible en Internet. Bien por desconocimiento, bien por falta de tiempo, apenas si la he degustado. Y es que las escenas independientes chilenas destacan tanto por su inclinación a la autarquía como por su copiosidad. Antes de seguir paseando los ojos sobre estas líneas, pues, recomiendo prestar oídos a Gaviota On Acid EP (’18), a Denavi Experience (‘15) y a Permanent Disconnection (‘20): no sólo para tener noción de los territorios en que se ha estado moviendo el autor, sino también para contar con elementos de juicio frente al contraste que implica su placa del ‘25.

Editada como muchas de sus referencias por ETCS Records, Acid Lord (Crust Tape Vol. 1) es un extraño y algo confuso cambio de curso en el derrotero del alias. Confuso para el/la escucha, claro, que le tenía sito en altitudes donde colisionan el ambient experimental y el downtempo de dominio/rango libre. Irrupciones ocasionales de uno/otro/ambos en simultáneo pueden detectarse en el cassette fabricado por la label, pero es notorio que la columna vertebral de éste es -por insólito que parezca- el techno industrial.

No cualquiera, eso sí. Cuando coge viada “A Lo Loco Live” (los 12 segundos de “Intro 1988” son poco para cualquier comentario aparte), quedamos expuestos/as a vendavales de filiación industriosa, aupados a una base programada de nítida tesitura techno. Las resonancias apocalípticas asociadas a experiencias similares, sin embargo, se encuentran muy dosificadas. Se trate de combazos metálicos de alto calado (“Acid Lord”), se trate de imponentes cargas de tonelaje pesado (“Primitive Sounds Of Talcahuano Trashers Club”), las pistas están lejos de inspirar comparaciones con Hartbrand o KMFDM. Pese al uso de vocales filtradas/procesadas (“Laser Gun Melody”, arranca muestreando una sinfonía clásica) o a la invencible contundencia de la caja de ritmos/del secuenciador (“Kasparov VS Blue Deep”, “The Real Amigues Gang”, “Deep Dream”), The Mugris no transmite esos climas de ominosidad irrespirable tan abundantes cuando las máquinas entran en fase tribal urbana post Armagedón.

Cuesta un poco superar el velo alrededor de Acid Lord... No estoy seguro de haberlo logrado, por mucho que ayudasen los digitales gorgojeos estomacales (“Tardígrados Jams”), los ¿albatros? sampleados (“Acid Lord”), los inusuales momentos de paradójico relax (20 segundos de guitarreo ambient como cuña al promediar “La Columna De Durruti”). Ofrezco mi versión de todas maneras: el techno industrial que practica Romero viene matizado por decoraciones propias de la IDM, lo que le confiere una peculiar aura de abstracción. Allí está “Drone Sisters” y su despliegue de electrónica tan líquida como angular. Lo mismo se aplica a “No Te Gusta La Música, Te Gusta Figurar (Anti DJ Musculin)” o a la antedicha “La Columna De Durruti” (que guiña al inolvidable revolucionario anarquista español). Con todo, en realidad estas ornamentaciones pululan a todo lo ancho del álbum. Cuestión de poner atención con detenimiento.

Jornada de vivaces encontronazos entre la venerable asonada industrial, el ritmo de estirpe Detroit y el ambient a dos pelos de trocar en intelligent techno. ¿Posible? Obviamente. Que se manifieste si no desde el más allá el visionario Richard Kirk, que de estas cosas sabía mucho -consultar su irrepetible Digital Lifeforms (‘93), dado a conocer bajo el nom de guerre de Sandoz.

Hákim de Merv

miércoles, 20 de agosto de 2025

Panchiko: Ginkgo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de agosto de 2025.)

Más que singular la historia que le ha tocado vivir a Panchiko. Nucleado en Nottingham hacia 1997, el cuarteto llegó demasiado tarde a la resaca que afrontó el primer shoegazing, hibridando éste e indie rock merced a dos títulos de índole promocional que no causaron mayor revuelo en aquellos días: D>E>A>T>H>M>E>T>A>L EP (‘00) y Kicking Cars EP (‘01). Muy poco después de la aparición de este último, el grupo se disolvió sin pena ni gloria. Ése parecía ser su sino definitivo hasta el ‘16, año en que un usuario del site de foros 4Chan colgó el primer extended. La fuente era un CD de época que se había degradado, lo que le dio accidentalmente al upload esa textura entre scratcheada y zumbante -como si los micrófonos hubieran sido filtrados por un ventilador de pie.

Lejos de hacerse repelente, el peculiar sonido “intervenido” de Panchiko entusiasmó a las comunidades online, que avocáronse a la tarea de rastrear a los exintegrantes de la banda. De la formación original, dieron con todos excepto con el batero, de quien sólo se sabe el nombre de pila (John): Andy Wright (guitarra, teclado), Owain Davies (guitarra, voz) y Shaun Ferreday (bajista). Resucitada por aclamación popular, la terna reeditó D>E>A>T>H>M>E>T>A>L en versión extendida (‘20), añadiendo tres cortes inéditos de las sesiones del segundo EP e incluyendo como “agradecimiento”/a modo de epílogo los cuatro temas deteriorados por el Tiempo. Luego, Panchiko retoma la escritura de su crónica allí donde la dejara hace cinco lustros, reclutando al guitarrista Rob Harris y al baterista John Schofield.

Ginkgo sucede a la compilación de demos Ferric Oxide (‘20) y al reentré oficial del ahora quinteto Failed At Math(s) (‘23). Si con éste había  quedado  claro  que Panchiko  seguía  empeñándose  en  la  metamorfosis  que  lleva  del  shoegazing al  indie  rock -desarrollo que por lo demás se produjese masiva y naturalmente durante la segunda mitad de los 90s, vg. Slowdive y Mojave 3-, Ginkgo representa la culminación de este proceso tan relegado en el Tiempo. Las cualidades que reconfirmase el acto británico en Failed..., aditando una nueva guitarra y cambiando la teba, aquí ya son tomadas con la tranquilidad de estarse orientando de lleno al formato indie. Aclaro: indie del nuevo siglo y que desciende del baggy. Así principian, de hecho, “Florida” y “Ginkgo”: pop sofisticado, senescente y agridulce; que destella apagados brillos mate de ascesis ethereal noise.

La crítica especializada ha acusado falta de aire en el segmento final del disco, concretamente a partir de “Subtitles”. Más que reiteración, lo que noto es que la alineación incorpora una cubierta muy fina de baja fidelidad. Quizá sea esa película, sumada a composiciones que al pisar el acelerador a lo más que llegan es al medio tiempo con ínfulas de balada, la responsable de juicio tan severo. Un poco exagerado, para mi gusto. Ginkgo no tiene ninguna obligación de ser Failed At Math(s), porque para ello ya existe esa placa. Con ella, refrendó Panchiko ante medio mundo la vigencia de sus capacidades. Ahora es tiempo de echarse a la cama después de haber criado fama. ¿Para qué desesperarse, entonces?

Melodías envueltas en colores semicálidos, que tan pronto se desarman para aproximarse al pop marca Shelflife (“Honeycomb”, “Mac’s Omelette”) como recuperan ramalazos de distorsión para reverdecer sus días más ruidosos (“Chapel Of Salt”). A veces, ambas jugadas al unísono (“Vinegar”). Evoluciones ataviadas de rock pedestre con que soliviantar apenas el timing enfáticamente melancólico de Ginkgo (“Lifestyle Trainers”, “Shelled And Cooked”), sin abandonar nunca el toldo de que provee un sangriento crepúsculo. Voces ahogadas por la emoción, (mal)contenida a la prepo en letras como “I’ve Been The Break, I’ve Been The Cause/An Excuse We All Implore/I’ve Been The Rise, I’ve Been The Fall/You Can Go, But I Want More” (“Rise & Fall”).

Ginkgo tiene toda la pinta de un álbum inacabado adrede, sin la más leve pretensión de mostrarse como lo que no es. Difícil que sus números peguen lo suficiente como para recordárseles por separado, cosa que no sucede con la imagen grosso modo del largo. No se me ocurre alguna estrategia, de producción o de mezcla, que pudiera modificar ¿exitosamente? esta impresión; pero si acaso el cuarto opus de Panchiko quedaba mejor abortando la participación del rapero usamericano Billy Woods -Super Chron Flight Brothers, The Reavers, Armand Hammer- en “Shandy In The Graveyard”. ¡Qué manera de malograr el potencial de una canción!

Hákim de Merv

jueves, 14 de agosto de 2025

Alunaki: Misantropía // Famtaxma: Eternidad

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de agosto de 2025.)

(Sí, me declaro culpable de antemano. Es un texto algo extraño. En mi defensa, alegaré que responde a una coyuntura acorde. Para comprobarlo, basta con leerle.)

Pocas semanas atrás, Raúl Begazo anunció en redes la aparición de una nueva placa de su proyecto personal Alunaki, que el propio músico arequipeño cataloga como la tercera de su producción artística. “¿Tercera?”, te preguntarás, fiel lector/a de esta bitácora. “¡Pero si la tercera salió en noviembre del ‘23!”. Efectivamente, en esas fechas, el ex Orquídea colgó en BandCamp un LP epónimo, sucesor de Telescopio (‘20) y Sueño Ameba (‘22).

Misantropía no es otra cosa que un update de la rodaja liberada en aquellos días, entiendo hoy banneada de Internet. Para este update, dicho corpus ha vuelto a pasar por los procesos de producción y de masterización, lo que indica que el autor no había quedado 100% conforme con el (apresurado) primer resultado. Son asimismo evidentes otros cambios, de diversa envergadura: un nuevo orden en el track list, “Recuerdos Olvidados” y “WiGa” han pasado a ser respectivamente “Recuerdos” y “Wiga”, la norconeña Dafne Castañeda protagoniza un dueto con Begazo en “Tu Luz”, la portada ha sido cambiada, el docente Kris Revcam acredita teclados en “Wiga”... De manera inevitable, la sustitución recuerda el caso de Diseñar Y Destruir, póstumo testimonio de Varsovia cuya primera versión se filtró por error, publicándose la definitiva algunas semanas después.

La diferencia es que entre Alunaki y Misantropía ha pasado año y medio. Alunaki, además, no fue consecuencia de un error involuntario. Esencialmente, se trata del mismo repertorio, sólo que con modificaciones cualitativas imprescindibles de acuerdo al criterio de Raúl. La más saltante es el sonido, que ha mejorado buen trecho respecto de la toma “10/23”. En tal sentido, el incremento ofrece una fotografía mucho más limpia, a la par que pone ahora de relieve referentes estéticos antes opacados por otros -en Misantropía, Alunaki me suena más cerca de Ride y de The Boo Radleys, por ejemplo.

Por lo demás, la nueva imagen del repertorio no impugna lo que ya había dejado sentado mi reseña de Alunaki, por supuesto. Ni colores, ni calorías, ni aciertos, ni deficiencias -de hecho, este acabado más rockero enfatiza algunas limitaciones de Begazo como vocalista. Pero ésa es una historia que ya conté. Sólo tienes que hacer click aquí para acceder a ella.

Hace cinco años, finiquitaba mi comentario sobre el homónimo EP debut del cuarteto mistiano Fantaxma subrayando que necesitaba un soberano ajustón de tuercas, de cara a su continuidad vital. Esto, considerando el propósito de avanzar constantemente, que fuera expresado a través de su página en Facebook; así como la llamativa aleación indie dark con que blindase ese primer esfuerzo (de antecedentes rastreables en la chamba de los ¿desaparecidos? Aura).

Hoy es menester aplicarle cuatro o cinco escuchas a la renovación propugnada por Willington/Málaga/Blas/Herrera -imposible de soslayar, y que a la vez no alcanza a ser todo lo sustantiva que debiera. Por vía de la rojinegra Uku Records, Fantaxma ha editado Eternidad, mini-álbum en realidad calificable como maxi-single al estar compuesto por sólo dos surcos inéditos, amén de cuatro relecturas de éstos. Si encima se considera que el track que da nombre a este esférico tiene todas las señas de asumirse como “A-side” de un 45’’ virtual, dejando al otro en la a ratos incómoda situación de ocupar el consabido “lado B”, la cosa se pone más peliaguda.

Abre la jornada “Eternidad”, y desde el vamos es notoria la transformación en el output del grupo. Si sobreviven algunos indicios de ese pasado que coludía al indie rock de este siglo y al darkwave, precisamente son eso: restos, huellas, asomos. A sus hundidas espaldas se aúpa una eléctrica embebida de distorsión todavía ruda, como dejando en claro que la apuesta viene guarnecida de pedaleras. La voz del también guitarrista Lenin Herrera, sin embargo, no tiene intenciones de susurrar. Por eso, prefiero hablar de noise rock antes que de shoegazing. Si acaso, en sus momentos de mayor despliegue punchero consiguen adscribirse a ese marbete, conectándose al primer Resplandor (Sol De Hiel EP, 1998).

¿Y entonces? Pasa que, ya encausada de lleno en el rubro, “Oración” es una pieza muy poco extensa. Cuando parece que va a comenzar a reventar, cae presa del fade out. En conjunto, ocho minutos y sencillo, duración exigua para presentar la metamorfosis sin apuntalarla. Porque las consabidas versiones añadidas -tres de “Oración”, sólo una de “Eternidad- no lidian con el reto. Tampoco les compete hacerlo. Bien sea que “Oración” termine inundada de una sobrecarga tal que la afantasme (Fiorella16), bien que se alargue gracias a la de palo y a una pandereta, bien que le cambies el fusible en las seis cuerdas (Miguel Málaga) por uno más rockero (Raúl Montañez); el saldo no se trastoca.

Y sí, la interpretación ‘Etéreo Drone’ de “Eternidad” suma atmósferas dub, fortaleza y algo de espectral (neo)psicodelia. Estas peculiaridades, no obstante, no me hacen olvidar que es a fin de cuentas una relectura. Que cumple con su cometido, sólo para poner de relieve que Eternidad trae muy poca carne -y no precisamente harto hueso, pero sí unas cuantas capas de grasa, lo que termina generando la misma impresión.

Hákim de Merv

jueves, 7 de agosto de 2025

Bondage: Homoplaxmosis EP // Rifle: Beyond Paranoia

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de julio de 2025.) 

Eyectado en mayo último, Homoplaxmosis EP da cuerpo a una interesante trasmutación en la travesía del acto liberteño Bondage -travesía que ya alcanza 13 largos años de vida. Cierto, una no muy prolífica, puesto que con el extended apenas llega a los cuatro capítulos discográficos. Instancia por lo demás comprensible, dados el talante arisco y los crujidos harto inasequibles del unipersonal de Juan Carlos Paredes Jara. Ello, sin detenernos en las “obscenas” connotaciones de su denominación, que todavía interpela falsos recatos de una sociedad como la nuestra. 

Luego de darse a conocer con la reedición (‘13) de su epónimo estreno (‘12), Bondage ha vagabundeado husmeando insistente en esas zonas francas en que se enyuntan la electrónica analógica y el Ruido en su acepción más cruda e intensa. Con números que van del synth punk menos aquiescente al industrial a un paso de la hipérbole absoluta, el peruano siempre ha batido campanas llamando a la hecatombe de las convenciones, al Armagedón del establishment, a la demolición de las apariencias. Sus trabajos coadyuvan esa cruzada, asimismo, faltos de requisitos “formales” como la alta fidelidad y los modos recurrentes en aquello que todavía entendemos por “canción”. 

No es que Homoplaxmosis EP desande el camino. Lo que hace es mitigar las turbulencias y desbastar las salientes de que se apertrecha de continuo la música de Bondage. ¿Con qué propósito? Con el de permitir la inserción de otros códigos, en frecuencias similares éstos a los que viene empleando desde hace más de una década el individualista norteño. En “Pesadilla”, por ejemplo, la machacona batería y el constante regodeo del bajo me hacen pensar en Chrome. La banda de Damon Edge y Helios Creed es conjurada también en la pista homónima, junto a otras referencias convergentes como la no wave y el primer Neubauten.

El extended, entonces, incorpora tímbricas propias del after punk anglosajón y del post industrial. Esta mixtura cuaja en incendiarios pasajes de un post punk garagero atravesado de dub escabroso y de reverb maligno (“Sacrificios”), en tensos accesos de noisica entropía industrial/post industrial (“M.CV.E”), en fárragos dignos del pandemónium más lacerante que puedas concebir (“Harto Del Reptil” o Public Image Ltd. en mal viaje de merca adulterada). El calicanto que cohesiona y da homogeneidad al EP sin pasteurizarle, como no podía ser de otra manera, lo proporciona el bombeo permanente de una correntada de ruido turbio y perturbador -el mismo del que Paredes Jara ha dado generosas muestras en jornadas anteriores.

Difícil ser aún más ilustrativo acerca de Homoplaxmosis EP, artefacto que logra desafiar incluso las taxonomías más flexibles -a mí me ha hecho reconsiderar el lugar que ocupa en la vasta Meloteca de Babel.

La nueva entrega de Rifle viene antecedida de una historia de desavenencias, pero también de pergaminos en las mezcla y masterización. En cuanto a lo segundo, al mando de la consola estuvo el chileno Ignacio Rodríguez (a) Nes, baterista de ese grupazo que ¿fue?/¿es? La Hell Gang. No creo necesario abundar más acerca de uno de los combos puntales de la movida stoner al sur de Tacna, distinguido por enarbolar el fuzz cosecha psicodelia sesentera como piedra basal de su accionar sónico.

Y en cuanto a los intrilingüis del trío, refiere éste que en el ‘23 el bajista y vocalista Alejandro Suni-Álvarez se mandó mudar a Canadá. Volvería más adelante, sólo para ver cómo el baterista Julio César Araujo (Kurandera, Brujo Mayor) zafaba. Suni-Álvarez y el guitarrista Magno Mendoza consiguieron moldear una versión demo del disco. A punto de ingresar al estudio a darle forma definitiva, regresó Araujo para ocupar su justa posición en el line-up. Completos, grabaron las sesiones de Beyond Paranoia en el estudio Dragón Verde. La crónica se consigna en el BandCamp de Rifle.

Me deja un poco confundido este Beyond Paranoia. Posee un sonido mucho más clásico que el debut Repossessed (‘22), al punto de no quedarme claro si lo suyo ahora es un stoner rock estofado -del verbo estofar, por siaca, cf. la RAE- en heavy psych y blues, o si actualmente optan por abrazar un heavy psych stoneado y bluesero. En ambos escenarios, nótese, el blues es un ingrediente con visos de imprescindible -pero no por ello protagónico, como atestiguan “She Got A Spirit” o la senescente “Inner Whisper”, de pudorosa ascendencia hendrixiana las dos.

Por otro lado, y a tono con este cambio de registro, la voz de Alejandro se decanta hacia el susurro. En Repossessed se echaba de menos algo de fuerza y/o vehemencia, que le hiciera estar acorde con la robusta convicción stoner y la avasallante rapidez cuasi metalera exhibidas por sus hermanos de armas. Ahora que la terna templa bríos y atempera ferocidad, la performance de Suni-Álvarez se acomoda mucho mejor (“Beyond Paranoia”), en coincidencia con las enteogénicas composiciones de ácido desert rock susceptibles de prolongarse indefinidamente. Hay excepciones, sí, como el tanque blindado que supone “She Got...”; pero en ningún momento los decibeles suben tanto como para dejar al también bajista en off-side.

Falta agregar unas cuantas palabras acerca de las baquetas. Casi ninguno de los canales arranca desmarcándose de los medios tiempos, circunstancia que nos permite apreciar la pródiga contención a que se aplica Araujo desde la teba (“Break The Voodoo”). Cuando debe soltar amarras, empero, no tiene empacho en redoblar esfuerzos a fin de elevar el pulso (“Gipsy Spell”, “Inner Whisper”). Se le siente concentrado, en armonía con los otros dos tercios de Rifle. Si Repossessed es un sonoro cachetadón de bienvenida que recomendar, Beyond Paranoia no se merece menos -muestra un reverso más mesurado de pesado rock lisérgico, cuyo potencial está en condiciones de difuminar horizontes.

Hákim de Merv