(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 29 de enero de 2025.)
LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (I)
Algunos otros pocos no, y ése es el caso de Something Obscura. Publicado su primer extended play en el ‘18 (A Real Place In A False Broken Mirror), al frente del proyecto unipersonal se pone un ¿multi-instrumentista? oculto bajo el indescifrable seudónimo de Nonn Loop. El nom de guerre abunda en jornadas de longitud recortada, siendo la excepción a esa regla su puesta de largo Only The Pain Can Cure Us (‘20), respaldada por el sello especializado InClub Records. Por medio de esa circunstancia fue que las lúgubres andanzas del músico llamaron mi atención.
En 2024, Loop rompió su media editorial despachando online dos trabajos en modalidad 33 rpm. Éstos son The Sorrow We Share (23 de mayo) y Dark Ages (25 de diciembre), quedando el último como el menos extenso de la dupla. La concisión es algo que agradecer en el background de SO, con tracks que van de los dos minutos a poco más de 5, cuadrando así rodajas a disfrutar durante espacios de tiempo razonables. Por supuesto, ésa no es la única cualidad a favor del individualista.
Para The Sorrow We Share, las influencias determinantes de Nonn son el Cure clásico del período negro (“A Wrong Step”), algo del Xymox correspondiente al Subsequent Pleasures EP (“Memory Of You”) y los Mission sin las alharacas en que acabaron cayendo. “Foreign Voices” y “Echoes & Light” apenas insinúan penumbra (incluso el primero podría catalogarse como proto dream pop). De la mano de “Rain”, el CD se hunde en las oquedades de un gothic que es a partes iguales denso y ágil. Cierto que a veces se le olvida frenar y me recuerda los peores momentos del último decenio de la pasada centuria (“Faith & Distance”, “Burn The World”). Felizmente, los canales rescatables son más: el dark con sobreabundancia tecladística de “Eyes In The Night”, los ingrávidos fogonazos electroacústicos de “Our Hands”, el majestuoso vuelo crepuscular de una eléctrica en llamas de “The Morning Has Come”...
Ya en The Sorrow..., era evidente que lo mejor que el responsable de Something Obscura tenía no era exactamente su set de vocales. Faxeando modos, inflexiones y color de Eldritch, como hicieran las huestes góticas de los 90s; se notaba allí que al autor le iba mejor siseando antes que engrosando/impostando la voz. En Dark Ages, a Nonn Loop se le siente demasiado cerca del líder de los de Leeds. Para su suerte y la nuestra, el repertorio de SO tiende al fulgor instrumental en proporciones generosas.
Pese a su accidentada trayectoria, que incluye hiatos prolongados y un deceso (el de Chiappe, en el ‘23), el terceto sobreviviente puede jactarse entonces de tener recorrido y experiencia. Poniendo en juego ambas cosas, el estreno de Los Pinglos se entrega a un pop de accesos levemente lisérgicos, cuando no folkies o de raigambre blues. Ninguna de estas pinceladas, como tampoco las de una tímida electrónica (“Duele Esta Sal”), llega a ser sustantiva. Si algo es notorio en la ejecución de YLCDPF, es que ésta se consolida gracias al indie. De allí su retórica intimista, como en “Diosa Pagana” o en “Allá”. De allí su esteticismo pedestre, como en “Terco Hasta Los Huesos” o en “Me Baño Antes De Dormir”. De allí, finalmente, los destellos con que entreve referentes tan disímiles como Cowboy Junkies (una bastante empalagosa “Flechas Ciegas”) o Electro-Z (una correcta “Eguren Se Llevó A Mi Chica”).
Habría que ponerse a verificar quién canta en qué canción y quién compone cada una, para separar y delegar funciones. Tres vocalistas que asimismo son compositores es cifra más que suficiente para que sólo se pare delante del micro el más capo, sólo se siente a componer el más entendido, etc. Bueno, dos en realidad -el tercero era el difunto ex Jas. Al final, y esto también cuenta, la balanza se inclina en favor de Los Pinglos gracias a un par de temazos muy por encima del resto: “Toribio X” y sobre todo “Tu Barco En El Mar”. Sin pretensiones, poniendo toda la carne en el asador, con un Chiappe superlativo; el miserabilismo que exudan sendas arquitecturas sonoras es desarmante, imponente, acongojante. Sin requerir de muchas vueltas, de esta pareja sale por lo menos un nuevo clásico del rock independiente peruano. Lo que se dice sacar la casta, puta madre.
Ergo, me decidí a escuchar su homónimo debut apertrechado con no escasa prudencia. Compruebo gratamente que, o Moquillaza no estuvo inspirado en aquel directo, o lo suyo son las realizaciones en estudio. Este LP tiene los minutos justos para apreciarlo en lo que mejor sabe hacer -modulaciones ambientales que se mueven flotando/navegando en completa libertad, sin curso premeditado, acunadas por vibraciones randomizadas, intermitentes figuras de teclados y/o sintetizadores, loops incesantes y un pathos acuático en principio no tan evidente como a partir de la segunda mitad del acetato.
Y acontece, cómo no, en “---”. Pese a su aliento más mesurado, el corte rebosa color, aunque hacia el ocaso corra en paralelo al noise. El guiño no debe ser gratuito, porque en la epilogal “----” las atmósferas se tornan ruidosas en extremo, a despecho de lo cual la melodía se da maña para filtrarse por entre sus grietas y dar paso libre a sonoridades que remiten a antiguos videojuegos. Ése es otro plus de Moquillaza a ponderar, acaso el más importante: no es la suya una electrónica empecinada en zambullirse al interior del Ruido. El músico le mide, se acerca a, se aleja de. Siempre depende de si lo encuentra lo suficientemente maleable como para servirse de él, con el único fin de envolver/abrillantar las euritmias que edifica. Su música es principalmente, pues, melodía de una belleza increpante, arisca, casi hipnótica.
Super Fuzz EP no es el primer material que ha editado este grupo, pero sí el primero que he audicionado. Muy probablemente, será además el último. Su “dialéctica” utiliza la distorsión y la perentoria brevedad punk, aunque por duración cabría decir hardcore. No obstante, del género moldeado por Dead Kennedys o Bad Religion no existe ni media micra de ascendencia. Sí hay espacios, en cambio, para sintetizadores. Esto, sumado a la necesidad prácticamente patológica de saltar de un lado a otro -también probable herencia punk-, termina por modelar una musicalidad (ejem) “sui generis”.
El problema radica en que no importa si se conjura al indie, al punk o al lo fi. Características como el desparpajo o la conchudez pueden encontrar matices favorables, siempre y cuando acompañen canciones que no son una puya en sí mismas/hacia sí mismos/contra el resto. Desde el primer minuto de “El Matón”, es evidente que el vocalista no va a demostrar ni siquiera mínimas aptitudes en ningún momento. Terminado el asalto inaugural, me quedo pensando en si es una marca de estilo o si sólo se trata de este combo, que no ha tenido mejor idea que reclutar a un cantante medio idiota.
Egg punk, he leído en algún sitio. No lo creo. El huevo al menos tiene albúmina. Si antes a nadie se le ha ocurrido, prefiero acuñar una ¿nueva? etiqueta: tontipunk. A su costado, el denostado chiquipunk de los 00s luce firmado por John McEntire.
Como suele ocurrir en estos inciertos tiempos entre los conjuntos pop, la actitud de Plastical People es despreocupada pero cómplice, fiestera pero confesional. En resumen, indie. Ése, con todo, es su talante. Su sonido, por otra parte, sólo accesa a ese marbete fortuitamente. Bonitos arreglos de sinte de por medio, el alias suena deliciosamente groovy, sin empalagos/remilgos ni excesos de sacarosa. Más aún, la música de PP sigue el faro de un electrofunk revigorizado, con arrestos de -aghhhh- música disco. No iba a ser gratuito que cada tanto apareciera en la mente la imagen de los Daft Punk extraída de su ulterior Random Access Memories (‘13).
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Sin embargo, no todo es groove en estado puro. En el extended se planta de igual modo “Shock En Mi Costa”. Si bien se suma a la celebración saltimbanquera y asaz emocional, “Shock...” no deja de hacerlo nimbado de un hálito de sugestiva lipemanía -que no se condice con el futurismo que pregona su video. De esta guisa también pueden encontrarse algunos brochazos cuando te aplicas seriamente a pelar la oreja con cada uno de los números de Ritmo Natural EP. Lindo episodio. Directo, sin dobleces, divertido, emotivo y con bastante fuelle. Si hasta parece que tuviese Plastical People más recorrido del que efectivamente acredita, aunque eso podría ser un side effect de los añejos discursos a los que profesa devoción.
Hákim de Merv