miércoles, 18 de agosto de 2021

The Problem Of Leisure: A Celebration Of Andy Gill & Gang Of Four

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de agosto del 2021.)

Terminando de audicionar I'm Your Fan • The Songs Of Leonard Cohen By... (1991), hasta donde sé el primer disco-tributo de la historia, me quedó clarísimo que esto de los álbums en modalidad homenaje iba a ser materia de interminables polémicas. Los 90s, década especialmente prolija en jugadas de este jaez, confirmarían lo peliagudo que resulta conducirse hasta el punto exacto de equilibrio entre pleitesía e iconoclasia -sean los involucrados personajes de polendas (The Cure transfigurándose en Depeche Mode, Terre Thaemlitz en Kraftwerk, Mercury Rev en David Bowie), unos completos desconocidos (Children Within transmutando a The Cure, Trance To The Sun a Joy Division, Gee a Talking Heads), o caseritos especializados en admirativas metamorfosis (The Shroud covereando a The Sisters Of Mercy y a Bauhaus, The Electric Hellfire Club a Pink Floyd y a Slayer, The Last Dance a Siouxsie And The Banshees y a Dead Can Dance).

Al cabo de un tiempo, el adagio que garantiza la inexistencia del disco-tributo perfecto fue ungido como verdad universal. The Problem Of Leisure: A Celebration Of Andy Gill & Gang Of Four (2021) lo refrenda, pero no se queda allí, pues el díptico ratifica además el tabú casi reverencial de los orquestadores de tributos cuando de acercarse a la obra de cualquier combo post punk cosecha 1977-1984 se trata. En efecto, salvo los casos de Joy Division (a partir de cuyo legado un importante porcentaje del sonido post punk se decanta convirtiéndose en dark rock), de Wire (Whore - Various Artists Play Wire, 1996), de Pere Ubu (Ubu Dance Party: A Tribute To Pere Ubu, 1997) y de Killing Joke (Absolute Respect - A Tribute To Killing Joke, 2010); los protagonistas de aquellos flamígeros años permanecen aún intocables. De hecho, resulta harto sorprendente que se hayan atrevido tempranamente con Wire, uno de los arquetipos del post punk original, como asimismo lo son P(ublic)I(mage)L(td) o Gang Of Four. Y es que meterse a releer los logros concluyentes de una de las últimas insurrecciones inequívocamente deconstructivas en los anales de la música pop no es moco de pavo.

Mediando las inevitables separaciones producidas en el curso de cuatro décadas, Gang Of Four lleva apenas diez largos editados. Su última producción, el Anti Hero / This Heaven Gives Me Migraine EP (2020) sale a la venta meses después de fallecer el guitarrista Andy Gill. Por una mera formalidad, el extended debería ser el punto final en la carrera del cuarteto -ya que, ateniéndonos a sus mayores réditos artísticos, la banda no debió haber vuelto tras su primera disolución (1984). En demoledor contraste, los primeros trabajos de la Pandilla de los Cuatro aseguran su inclusión en cualquier antología temática sobre la gloriosa asonada post punk: una explosiva abrasión minimalista, vertebrada por enajenantes eléctricas punzo-cortantes y síncopas funk de tarolas al parecer forradas en provocador spandex negro, es la que da forma y sustancia a la música demencialmente angular que firmasen Jon King (vocales), Hugo Burnham (batería), Dave Allen (bajo, segunda guitarra) y Gill en Entertainment! (1979), Solid Gold (1981) y el inflamado EP Another Day, Another Dollar (1982).

Bautizado a partir de la primera línea con que abre la letra de “Natural’s Not In It”, The Problem Of Leisure... ha sido ampliamente publicitado desde la página Facebook oficial del otrora célebre conjunto británico (el único abiertamente comunista del fragmentado colectivo posterior al punk). No se acredita en su gestación y/o confección, empero, a ninguno de los GOF sobrevivientes. Lo primero que asoma evidente es su inmoderada extensión: sumadas ambas rodajas lumínicas, no se alcanzan los 80 minutos. ¿Por qué entonces una presentación doble, si no hay el menor sesgo conceptual que la justifique (caras A versus caras B, pesos-pesado versus pesos-pluma, etc)? Dos o tres interpretaciones, además, pudieron quedar fuera del producto final, para tampoco extenuar al oyente.

Otro defecto es la exasperante incidencia sobre determinadas canciones del repertorio de los cuatro de Leeds. Cierto que se rearman números de discos que rankean lejos de sus momentos más memorables -el Anti Hero... EP, What Happens Next (2015)-, e incluso una rareza en apariencia inédita como “Last Mile”, pero el grueso del repaso va del Entertainment! al Songs Of The Three (1982). Aunque he reconocido líneas atrás que ésa es su época más valiosa, los 20 comparecientes del homenaje tenían material de sobra para escoger cada uno una pista distinta. Tal cosa no sucede: hay dos versiones de “Damaged Goods” (una curiosamente meliflua gracias al dúo británico La Roux, otra en manos de los ahora populares Idles), dos de “Natural’s Not In It” (la primera por cuenta de Tom Morello -Rage Against The Machine- y Serj Tankian -System Of A Down-, la segunda acreditada a Everything Everything), dos de “I Love A Man In Uniform” (inofensivo indie la de The Sounds, synth funk+alt pop de coros estrangulados la de Herbert Grönemeyer con Alex Silva) y... ¡¡¡tres!!! de “Not Great Men” (la songwriter LoneLady, Flea & John Frusciante con el Silverlake Conservatory Youth Chorale, el ensamble gamelán Sekar Melati). Sólo con las versiones hasta ahora listadas, se completa casi un disco de dos. ¿Y “Cheeseburger”? ¿Y “FM USA”, del fallido Mall (1991)? ¿Y “Call Me Up”? ¿Y “Tattoo”, del olvidado Shrinkwrapped (1995)? ¿Y clásicos indiscutibles de la talla de “At Home He’s A Tourist” o “I Found That Essence Rare”? Ni la sombra.

Tercer strike: ¿qué propósito tiene que el track list de ambos volúmenes comience exactamente de la misma manera, encajando primero “Damaged Goods” y luego “Natural’s Not In It”? Si se esperaba gatillar algo en la materia gris con ese bis, debo ser analfabeto en ello, porque no experimenté nada.

Por suerte, The Problem Of Leisure... no sólo tiene vicios. En la relación de sus virtudes se hace imperioso contabilizar a “Paralysed” de los cumplidores Warpaint, a “In The Ditch” de Helmet y su metálico post hardcore, y a “Forever Starts Now (Killing Joke Dub)” de Jaz Coleman y compañía al alimón con GOF -cuyo último LP, Happy Now, data del 2019-. También a “Where The Nightingale Sings (Redux)”, relectura casi trip hop donde los Gang se suman a 3D Del Naja (Massive Attack), a la maravillosa toma post synth de “Love Like Anthrax”, a cuatro manos entre el DJ de Birmingham Ade Fenton y el incombustible Gary Numan, y a “Last Mile” de Hardcore Raver In Tears. Pudieron haber obtenido lugar en este catálogo el cover de “To Hell With Poverty!” del japonés Tomoyasu Hotei y el de “We Live As We Dream, Alone” de Gail Ann Dorsey (sesionista en las grabaciones del Mall), pero al primero -que se cuelga del brutal rework incrustado en la recopilación Return The Gift, 2005)- se le escurre el balón fuera de la cancha hacia el final, y la segunda plantea una versión casi de karaoke que no entiendo cómo funciona siquiera a medias.

Para el olvido: “Return The Gift” del ex Legião Urbana Dado Villa-Lobos y “What We All Want” de los intragables Dandy Warhols.

Parafraseando al gran Fidel Gutiérrez, tal vez la mayor virtud de este doble sea causarte unas desesperadas ganas pavlovianas de volver a escuchar los primeros asaltos de esos cuatro muchachos oriundos del norte del Reino Unido -cuya revolución, inconclusa hace más de cuarenta años, permanece vigente y absolutamente atemporal planchada en vinilos que la historia del pop contemporáneo tiene siempre presentes; a la espera de su ¿improbable? culminación. Si Mission Of Burma volvió del Otro Lado y pudo, ¿por qué no Gang Of Four?

Hákim de Merv

jueves, 12 de agosto de 2021

Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de agosto del 2021.)

A pesar de registrarse en redes el 18 de enero del 2020 como la fecha en que inicia operaciones, se me hace complicado establecer la génesis de la plataforma Bestiario Collective. Probablemente el sello nace algún tiempo antes, y poco más de dos meses después sube a su cuenta oficial de BandCamp la primera referencia de catálogo -el sencillo “CYBERSLAVE2050”, de quien sospecho es el principal animador del proyecto, Benjamín Ubierna (a) Zpectrum. El single, no obstante, es anunciado como tercer lanzamiento; a partir del cual se han publicado básicamente 45s virtuales del antedicho individualista. Las únicas excepciones a esa ‘regla’ son el 7’’ “Uplifter Two” de SAIGG (25 de junio) y la compilación Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground (12 de febrero).

Las principales bondades de Bestiario son indisolubles de las de esa música electrónica que dominó las escenas más próximas al mainstream durante los primeros 90s: el sonido Detroit, el acid techno como primera reacción tras la llegada del género a las costas británicas, las (posteriores) variaciones minimal y ambient, el estilo Birmingham, un poco de hardcore breakbeat, todavía menos de acid house y new beat... Construcciones esencialmente instrumentales donde bombo, clap y hi hat se hermanan al abrigo de patrones 4/4; surcando tempos que van de los 120 a los 150 BPMs, buscando siempre encontrarse con Jack para elevarse a las alturas habitadas por The Shamen, Utah Saints y otros dioses del mismo panteón.

Si no ha sido ésa su intención explícita, Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground funge de presentación en sociedad para  la bisoña discográfica.  Lejos  de  enfocarse  en  los músicos que conforman la breve nómina de BC -no repesca ninguno de los tracks previamente difundidos-, la compilación convoca proyectos más o menos convergentes con su propuesta, mismos que ceden composiciones inéditas. Esos alias son Server, Blue Velvet, Theremyn_4 y FEM/BOT: los dos primeros colaboran con dos pistas cada uno, mientras que los dos últimos con una por testa. Esto, en lo referente a la primera mitad del disco -la segunda la integran remixes de los seis primeros canales, salvo en el caso de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” de Server, que es remezclado en dos oportunidades.

El esférico lo abre Blue Velvet, es decir Noelia Cabrera (Kusama, Silveria) y Antonio Ballester (Server, Silvania). En “Funeral Dance” y “Space Army”, el synth pop del binomio resigna los rasgos minimales exhibidos en In Event Of Moon Disaster (2018) y se vuelca hacia las atmósferas avasalladas por la coldwave. Esta cualidad, sin embargo, es mitigada gracias al acabado entre reluciente y lujurioso que envuelve a ambas piezas. Tratamiento parecido reciben los dos aportes de Server -parecido, mas no idéntico. Si desde un principio el dúo de Ballester y Andrés Pérez se declaró fan del synth pop, el italo disco y la estética Hi-NRG; en “Gynoid” y “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” se ve afianzada su devoción por el sonido synth y vaporizado el feeling que le tenía al italo disco. En tanto, la variable de teclados llenos de energía casi chillona se manifiesta sólo a través de la apolínea “Gynoid”, mostrando “¿Eres Tú...?” el inopinado rostro dionisíaco, techno, casi EBM de Server.

Distintos a los anteriores son los caminos que trashuman tanto FEM/BOT como Theremyn_4. El primero, tercera dupla participante en Aeon Wave..., está formado por Oman Morí y la artista del theremin Silvana Tello -quien sorprendiese gratísimamente el año pasado con su estreno Circuito. Con FEM/BOT, que ha debutado hace poco en cassette gracias a Trilce Discos, vuelve la Tello a dejarme patitieso: un menestrón de post punk, no wave, kraut rock, synth, darkwave y gradaciones intermedias; recorridas en la resplandeciente “Bestiario” por algo más de cuatro minutos y medio. El segundo, Theremyn_4, practica un rework de “Chambi”; su clásico incluido en el inicial Fluorescente Verde En El Patio (2000). Fuera de remarcar la ornamentación étnica hasta grados sustantivos, no encuentro en la intervención de José Gallo mayor trascendencia.

Reproduciendo el orden en que figuran los seis primeros cortes, desfilan a pie juntillas sus correspondientes remixes, con la excepción de la remezcla extra de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” (dispuesta al final a modo de bonus). Este tramo de Aeon Wave... hace hincapié en la supresión de los límites estilísticos que separan  los  subgéneros  electrónicos  cultivados  por la  troupé  de Bestiario Collective,  el  ideal  último  de  esta  mancha.  Así,  Zpectrum  y  Tuff Soul posicionan  sus remixes de “Funeral Dance”  y  “¿ETSEQSM?”  en   aguas  del hard techno,  colmados   de  secuencias  de  cariz  magnetofónico  y  precisión científica -hubieran puntuado más alto sin esos guiños al eurobeat tan popular durante la última década del siglo pasado, que a mí me resulta aún hoy indigesto. Mucho mejor paradas quedan las relecturas de “Bestiario” (Monoperpol, en plan minimal techno), de “Space Army” (Seb, espacioso y ralentizado acid, estilizado y lleno de color/calor) y de “Chambi 2021” (Qosmiqu, en depurada onda global bass).

Punto flojo del artefacto: las dos remezclas de Alejandro Cuestas, sumamente discretas. A “Gynoid” le borra todo lo que le hacía brillar, forzando una sucesión de breaks que pretende ser algo parecido al drum’n’bass pero que se queda lejos de concretar. A “¿ETSEQSM?” le rebaja la oscuridad que le circundaba a estándares de caricatura.

Hákim de Merv

jueves, 5 de agosto de 2021

Chino Burga: Invokaciones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de julio del 2021.)

En entrevista reciente, Miguel Ángel Burga hablaba de su nuevo lanzamiento a título personal clasificándole como el decimoséptimo que saca en formato vinílico, mencionando de paso que no está seguro sobre cuántos trabajos ha publicado como CDs y dejando la cifra de cassettes en tres (aseveración esta última acerca de la cual me quedan dudas). En circunstancias similares -un artista o una agrupación que pierde la cuenta de la cantidad de documentos sonoros editados, bajo una o más denominaciones-, los seguidores pueden revisar la info disponible en la Red, o bien consultar a quienes nos dedicamos pertinazmente a historiar los avatares de las escenas independientes nacionales/extranjeras. Concedo que es bastante rara una situación semejante en un país como el nuestro. Y todavía más raro es que, frente a tal interrogante, no tengamos quienes debemos todas las respuestas a la mano.

Conocer al dedillo la discografía/maquetología completa de una personalidad tan ubérrima como la de Burga, es materia que aún me queda pendiente. Enumerar su extenso curriculum vitæ -del cual destaco apenas tres nombres: La Garúa, Espira, Culto Al Qondor- vendría a cuento si escribiese sobre él por primera vez. No es el caso. Sí lo es afirmar que el ex Ácidos Acme se ha mantenido en envidiable forma por lo menos durante los últimos tres almanaques, cosa que viene a confirmar el novísimo Invokaciones.

Registrado entre el último día del año pasado y el primero del presente, el esférico guarda algunas semejanzas con su antecesor Letanías (2020). Ambos títulos se dieron a conocer primero a través de BandCamp, programándose luego su manufactura física (la de Invokaciones aparece a mediados de septiembre). Ambos, también, fueron concebidos de un tirón y sin posteriores arreglos bajo especificaciones técnicas muy detalladas: do menor calibrado a 396 Hertz el primero, sol calibrado a 384 Hertz el segundo. Ambos, finalmente, bucean en las mismas profundidades -las de una kosmische music que apaña ambient pre-digital, shoegazing en estado embrionario, post rock de este lado del charco, psicodelia de viejo cuño, drone music de baja fidelidad...

¿Es Invokaciones, pues, una segunda versión/parte de Letanías? En modo alguno. Para este último, la psicotrópica emotividad del limeño entraba en contacto con la mística distensión intuitiva del kraut rock. En Invokaciones, esa singular majestad cósmica cede terreno ante imaginarios más dantescos y cercanos, si bien menos probables. Pienso en un tornado enclaustrado dentro de una geoda, que lleva siglos girando con inverosímil impulso propio. Golpe de zapapico mediante, la tempestuosa masa de dislocada distorsión eléctrica se precipita hacia afuera, desocupando la cavidad y convirtiéndose en simún. Bajo esta forma es que recorre la placa de principio a fin, cohesionándola en idéntica dirección en que el Ruido hace lo propio con Metal Machine Music (1975) de Lou Reed.

Da la impresión, entonces, de que al acetato lo habita una única composición dividida en cuatro segmentos -un único tema enfermo de caótica densidad, distanciado de los parámetros que suelen ofrecer las etiquetas. Una escucha más meticulosa revela cierta progresión, sin embargo. No existe en Invokaciones percusión o elemento sustitutorio alguno, pero sí ritmo. En “Iniciación”, apertura y la pista más larga de la rodaja, el huracán es sacudido periódicamente por trallazos que propina la guitarra. Esos mismos trallazos sugieren insistentemente la noción de síncopa en “Meditación”, aunque nunca cuajan lo suficiente para volver tangible ese concepto en medio del vendaval. Sólo en el crepúsculo de “Transmutación” -concretamente sus últimos dieciséis segundos-, el horizonte escampa, tras una docena de minutos en que la eléctrica solista consigue algo de nitidez y parece querer redirigir la tromba hacia una psicodelia dura tipo la primera época de La Ira De Dios (cf. “A Tres Mil Años Blues”). Una ilusión efímera de orden, nada más, porque la epilogal “Ascensión” pone las cosas como al principio -esto es, paisajes de improvisación que basculan entre la sapiencia y la locura, atiborrados de vibraciones que reflejan el sobresaliente estado psíquico-espiritual en que se encuentra Miguel Ángel.

Hákim de Merv

jueves, 29 de julio de 2021

Rafael Cheuquelaf: Austronáutica // Falla: Falla

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de julio del 2021.)

#AguanteChile.

Rafael Cheuquelaf parece tomar decidido la senda del andar solitario. Ello sin menoscabar, obviamente, la labor que realiza junto a su partner Héctor Aguilar en Lluvia Ácida -el grupo con que cobrase notoriedad dentro de los circuitos electrónicos independientes latinoamericanos. Choike EP (2019) queda ungido, pues, como el primer hito en una ruta que asoma tan fructífera como la del excelente tándem magallánico.

A diferencia del extended debut, Austronáutica (Pueblo Nuevo) es un opus conceptual-en-tanto-planeado, lo que le pone algunos metros por delante de su predecesor: todos sus cortes fueron registrados, en efecto, el año pasado. Le suma, asimismo, que se desmarque visiblemente respecto de lo hecho por LLA -y que, a la vez, esa desvinculación no sea definitiva ni tajante. “Microplásticos” es quizá el único canal de la rodaja que trae a la memoria al binomio Aguilar-Cheuquelaf. El resto prefiere ir trepado sobre el lomo de otros géneros, dotados de sensibilidades distintas, una de las cuales destaca por encima de las demás.

Esa sensibilidad es la del synth pop. No bien empiezan a sonar las notas de “Austronáutica”, track epónimo de apertura, los tímpanos son sacudidos por un brioso synth de dosificada estética Hi-NRG bien 80s. Sin ser constante, esa impronta es la que más presente se halla: en la subsiguiente “Estación Meteorológica”, por ejemplo, el músico homenajea a Klaus Schulze y Tangerine Dream, colosos del kraut rock en su variante Berlin School. Luego de una prolongada introducción con mucho de ambient, “Estación...” despega hacia el ludismo synth de notas a punto de transformarse en (irrli)chirriantes. Por otro lado, “Últimos Humanos En Patagonia” bebe tanto del Jarre más inspirado como de los Kraftwerk cosecha Computer World (1981) para una segunda mitad claramente synth, a la manera en que podrían percibirse “Endurance” (Antártikos, 2004) o “Expedición Científica Antártica” (Ciencia Sur, 2017), magníficos clásicos en el repertorio de Lluvia Ácida.

Matizado por patrones rítmicos con los que muy poco o nada tiene en común (trip hop en “Bajo La Vía Láctea”, IDM de medios tiempos y líneas épicas de sintetizador en “Antenas En La Pampa”), catalizado por el dub y la synthwave, el synth pop impone su signo en este Austronáutica -que tiene como cumbre el genial híbrido entre synth e intelligent techno de “Radiación UV”.

El disco, sin embargo, está muy lejos de corresponderse con el imaginario del synth original. Como pasa también con LLA, Cheuquelaf compone y ejecuta desde las propias destrezas y pericias vitales que Magallanes le ha impartido durante décadas. Los pistones podrán acelerar la marcha, pero la placa nunca abandona la mirada serena en derredor de esa Última Tierra que el autor habita: antenas cual menhires, estaciones tecnológicas como refugios en medio de las solitarias inmensidades patagónicas, la perenne presencia de la Vía Láctea haciendo las veces de techo del mundo... Un valioso ejercicio con que arroparse los oídos en estos días de añorado invierno.

De la undécima región a la cuarta. Sin mucho aspaviento, hace poco más de un año publicó Falla su homónima puesta de largo. ¿Qué quién o quiénes son Falla? Apenas si encuentras dos, máximo tres líneas de información en Internet. Que es un dúo, se deduce de la imagen que acompaña al link de YouTube donde se ha colgado el álbum. Que proviene del puerto de Valparaíso, lo confirma la mezcla de Falla, realizada en el estudio 8 Beats de Nicolás Cuevas. Que el protagonismo lo monopolizan un bajo y una batería, con prácticamente inexistente margen para el lucimiento de otros instrumentos, queda establecido tanto en su página de SoundCloud como en el testimonio que brinda el propio estreno.

Pese a su abierta confesión punk, el sonido de Falla está inequívocamente ligado al del áspero, adrenalínico indie de los 90s. Forzando un poco la figura, también se le puede asociar al de aquello que entonces se conocía como “rock alternativo”. Más ajustado a la verdad es, pues, referirnos al binomio como incordiante heredero mapocho de Dinosaur Jr., The Folk Implosion o Superchunk -así como tributario de la venerable tradición indie chilena que legasen diAblo/El Diablo Es Un Magnífico, Mostro o Niño Símbolo; e ilustres ad-láteres (Don Fango, Supersordo).

Descarnados riffs oblicuos de bajo, desprolijas baquetas explorando con crudeza distintas pulsiones para acomodarles según convenga (“Fuga”, “Mufla”), la omnipresencia de ese lo fi caro al indie que cubre todo con su manto de desparpajo (cuando no desfachatez)... Números como “Ácido Folklórico”, “Bolearte” o “Maca” documentan una austera economía de medios lo bastante implacable como para aprovechar al máximo cada recurso disponible. E incluso ésos que advinieran con el Año Cero 77: el dueto saquea el ascendiente punk, expuesto sin cortapisas en la pareja de temas “Canción De Amor”-“Canción De Furia”, empleando la muletilla tremendamente acelerada del hardcore -“Alternova”, “Baile Nacional”.

Opera prima potente y aconchasumadrada la de Falla. Catorce canciones militantes, llenas de ruido antifascista, donde a todos les cae por igual. Una vivificante bocanada de aire fresco, tan necesaria para recuperar la urgente simplicidad de la consigna, casi bakuniana en estos tiempos de agiotismo mainstream, del “hazlo tú mismo”. Una única duda: ¿son trece o catorce surcos? Mientras que en SoundCloud el track list acaba con “Fuga”, en YouTube se adiciona al colofón la incendiaria “Hippie Punk”.

Hákim de Merv

viernes, 16 de julio de 2021

Sexores: X

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de julio del 2021.)

Coincidiendo con las celebraciones tradicionales a propósito del último fin de año, los ecuatorianos Sexores conmemoraron en diciembre su primera década de existencia obsequiando a público y fans un volumen de remixes que revisa sus cinco esfuerzos largos lanzados a la fecha. Dicho artefacto, que puede descargarse gratuitamente desde el BandCamp del dúo (actualmente reconvenido en cuarteto), reúne a 10 grupos latinoamericanos de nueva hornada; así como a 2 de la Madre Patria.

Hasta qué punto considerar a X un álbum de remixes en lugar de uno de reworks, es materia acerca de la que cada quien debe decidir. Yo me inclino por lo segundo, ya que la mayoría de estas relecturas encaja antes como versión/re-versión que como remezcla. Opino de esta guisa no tanto por la ductibilidad de las interpretaciones como sí por la significativa porción de re-creaciones que copa el menú. Otra característica a enfatizar es la comunión en penumbras de la que participa cada nombre listado. Sea desde el trip hop (la revelación Itzel Noyz), el postpunkgaze (las mexicanas de Todas Las Anteriores), el noise rock achorado (nuestros paisanos Kusama), o el simple y llano pop electrónico de cuño 90s (los quiteños Koala Precipicio); todos los conjurados ponen de relieve ese tenue velo de sombras con que Sexores siempre ha flirteado, empezando por el debut en formato extended 001 (2010) y terminando de momento en la excelencia conceptual de Salamanca (también 2020) -pasando incluso por su rodaja más luminosa, Historias De Frío (2014).

Agita la bandera en la partida el binomio guadalajareño Fryturama, reelaborando ennegrecida y engrosadamente “Gn 25:23” -del Amok & Burnout, 2011- canal que sí llega a calificar como remix. El grado de lobreguez es el mismo que el de Todas Las Anteriores, quienes practican sobre “U.S.R.R. Girls” (Red Rooms, 2016) una deconstrucción postpunkgaze a cámara lenta. Estela más acorde con el shoegazing bajo cero de Emilia Bahamonde y David Yépez es la que dibuja Koala Precipicio y la distorsión in crescendo de “Doppelgänger” (lado A del single Titán, 2013). Mismo camino, pero en dirección inversa, hacen recorrer a la siempre bienvenida en directo “Shinigami” (Historias...) las catalanas de Dreyma.

Complementan esta primera mitad la dislocada/oblicua performance vocal de Noelia Cabrera al frente de Kusama, para su rearme de “Historias De Frio”, que involuciona a un estado de noise crudo/picapedrero; y el plastificado shoegazing que Nax extracta del sonido tripgaze encarnado en el “Sasebo” original (Red Rooms).

Por cuenta de los hidalguenses Amparo Carmen Teresa Yolanda, el rework de “Daywalkers” -inesperado ramalazo de vigoroso shoegazing vívidamente ejecutado- abre la segunda mitad de X, completando de paso la triada de temas de Red Rooms en esta oportunidad revisitados. El terceto azteca salda así la colaboración de Bahamonde en su disco del 2020, No Hay A Dónde Ir. Similar jugada, esta vez desde coordenadas poptrónicas, realizan los ecuatorianos de Fotogramas -no confundir con el homónimo proyecto valpeño-, planteando en “Volantia” un interesante cambio de revoluciones respecto del veloz (y hermoso) corte original pauteado en Salamanca.

Infortunadamente, en este tramo encuentro arrejuntados los pasajes más discretos del disco, tracks con más de covers que de remixes o de reworks. Son los casos de “Bluish Lovers”, “Rigel” (provenientes ambos de East / West, 2018) y “Nos Lo Dijo La Serpiente” (Salamanca); respectivamente a cargo de Challenger (Bolivia), Ghost Transmission (España) y Tonicamo (Ecuador). El problema no reside en que se hacen eco del lado más pop de Sexores, sino en que confrontan poco o nada sus propias estéticas con la del repertorio de los norteños, quedándose lejos de alcanzar el punto medio entre homenaje y subversión que se acostumbra esperar de esfuerzos similares. Por suerte, los minutos senescentes de X reservan una joyaza de deconstrucción: “Berlin”. En manos de la talentosa y novel potosina Itzel Noyz, el penúltimo surco de East / West se transforma en un doloroso número trip hop de magníficos breakdowns. Un coctel de soul tridimensional y lujuria en clave de downtempo.

X se beneficia en dirección artística de la muñeca de David Yépez, y su masterización la ha asumido Emilia Bahamonde. Como se ha evidenciado durante la reseña, el cuidadoso diseño del track list garantiza un riguroso repaso cronológico por todas las obras in extenso que el tándem ha firmado. De carambola, postula además -más allá de las opiniones y/o polémicas que genere su contenido- una entretenida selección de composiciones con que acercar a nuevas audiencias el output de Sexores.

Salud por el primer decenio de vida, queridos Emilia y David. Que su magia nos acompañe durante muchos más.

Hákim de Merv 

jueves, 8 de julio de 2021

SoDPM: Hechizera EP // Poncho Negro: Poncho Negro

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de junio del 2021.)

Ramón Pérez-Prieto ha decidido aprovechar estos meses en que Novalima está tomándose un receso en cuanto a lanzamientos -lo último fue el remix de “Rumbo Libre”, en 2019, al año siguiente de su largo Ch’usay- para dar curso a un proyecto paralelo denominado SoDPM. Paralelo y grupal: aúna fuerzas aquí con Coqui De Tramontana (M.A.S.A.C.R.E.) e Israel Vich (DJ peruano internacionalmente reconocido).

El alias SoDPM ya tenía publicado un extended play vía la label mexicana Cosmic Awakenings, especializada en lo que podría sintetizarse como música electrónica con pretensiones de espiritualidad trascendental. En su nómina, nutrida por actos de todos los rincones de la Tierra, se inscribe Coming Home EP (noviembre del ’20). La terna se exhibe en el artefacto millas alejada de la electrónica mestiza que se deleita en facturar Novalima, yendo más por el lado de una suerte de (in)fusión de downtempo con aristas lounge como las que sobresalían en el epónimo debut del célebre combo de raíces negras (2003, cf. “Nueve Dragones”).

Para Hechizera EP (sic), se han implementado algunos cambios. El primero se relaciona al grado de fisión que ha alcanzado la mezcla, fluyendo ahora de modo perfectamente natural. El segundo, quizás el más importante, tiene que ver con el groove: si en Coming Home EP lucía orgánico pero algo rígido, en Hechizera EP se le percibe mucho más cadencioso y sensual. Un tercer cambio se halla reflejado en la instrumentación: la guitarra es completamente funcional a las composiciones del extended, acompañada ahora por un sigiloso cajón afroperuano.

Tanto “Hechizera” (colabora Juan “Cotito” Medrano) como “Munra Ka Ya Te” (al alimón con Novalima y el artista del oriente peruano Rawa Muñoz) son tracks guiados por una filia inspirada en estéticas étnico-tribales, que complementa/potencia las blueseras secuencias downtempo del trío antes que repelerlas. Un EP agradable al oído, con que relajarse antes de afrontar trips de mayor calado. Edita la alemana Kindisch, donde también ha publicado Vich por cuenta propia (Ayahuasca EP, 2019).

El año pasado tuve la oportunidad de escuchar y comentar el epónimo debut de Dom Dimadoom, joven promesa de la renovada asonada grindcore/fastcore/thrashcore que viene estragando las escenas underground limeñas adscritas a esos géneros. Hoy es el turno de Poncho Negro, grupo que acaso no sea tan zagal como DD, pero que fatiga direcciones bastante similares.

Dúo formado por José Casalino (guitarra, voz) y David Núñez (batería, voz), este último además co-fundador de la interesante escudería LaFlor Records, Poncho Negro cuenta ya con una estela discográfica de tres títulos. Que los dos primeros lleven respectivamente los nombres de Demo (I) (2014) y Demo II (2016) es algo que todavía no logro entender bien: no me parecen susceptibles de ser etiquetados como “demos” o “maquetas”, y tampoco encuentro diferencias significativas entre éstos y lo que podría considerarse su homónimo estreno oficial. En cualquier caso, difícilmente esta uniformidad se transforma en hándicap cuando hablamos del grindcore, del crustcore y afines.

Dada, pues, la extrema concisión de Poncho Negro (apenas 372 segundos); se hace un tanto inútil analizar las canciones por separado. Más apropiado es señalar que, para su entrega de cosecha 2021, la dupla afianza un estilo atiborrado de mugre, velocidad y distorsión magnificadas. Las ansias de despedazar lo que ose ponerse enfrente de su desparpajado terrorismo sonoro se ven frenadas únicamente por la brevedad de los surcos -los más cortos de los cuales frisan los 17 segundos, mientras que los más largos no superan los dos minutos. Difícil prodigarse en más palabras ante semejante huayco de ruido furioso y demencial, que empuja un muro de infame sonido irrespirable sólo para dejártelo caer encima.

Irrespirable y brutal, sí, aunque rara vez denso y/o pesado -tal vez el segundo movimiento de “NN” pueda calificar como stoner-. Por lo demás, el tándem manda al carajo sus eventuales limitaciones técnicas, convirtiéndolas en rasgos distintivos de género y output: las apagadas atmósferas de powerviolence noise, los riff bestiales/rudos/viciosos, la ensangrentada garganta desde la que escapan las vocales, los huracanados blast beats de Núñez a las baquetas... Atronadora “puesta de largo” del binomio, que en directo es asistido por correligionarios de movida como Víctor (LÖRI), Tarik (los desaparecidos Un Viejo Arcoíris) y Frank (Sistemas De Aniquilación).

Hákim de Merv

jueves, 1 de julio de 2021

------: First Try // La Agonía De Desear Existir: It's Not Like It Was Before // Entes Anómicos 'Zine 16

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de junio del 2021.)

¿Se ajusta la construcción “reciclaje zen” a lo que busco enunciar cuando escuchó no sólo lo nuevo de La Agonía De Desear Existir, sino también el debut del side project ------? Seguiré rumiándola mientras termino de escribir estos párrafos. Por lo pronto, en un mode sonoro similar a la conjunción de ambos significantes debe haber estado en estos meses la cabeza de Carlos Palacios Hidalgo, impulsor de ambos chaplines y del sello Entes Anómicos.

Comienzo con ------. A diferencia de la gamelán, oriunda del sudeste asiático y centrada en el Sonido, la música tankdrum está más identificada con el extremo oriente -China continental y Japón, sobre todo- y se halla asaz más enfocada hacia la Melodía. Es, pues, una profunda cuestión de perspectiva lo que separa a ambas encarnaciones sónicas; más allá de una numérica -para tocar gamelán se requiere un mínimo de cuatro o cinco ejecutantes, a la tankdrum le basta con uno.

El primer intento de Palacios con la tankdrum parapetado tras la etiqueta ------ se produce en enero del 2020, a través del 7” Mold. Sus dos pistas -“/” y “//”- son harto indiciarias de lo que hará el chalaco en First Try doce meses después: un ejercicio algo desarraigado -o descontextualizado, si prefieres- de percusión que puede aterrizar en la categoría terapéutica, grados de más o de menos como cualquier otra ejecución entroncada a la síncopa, sonoridad y huella psíquica propias del instrumento convertido en toponímico de este tipo de música -sobria, austera, minimal.

Una sesión de tankdrum, en efecto, puede desbloquear diques emocionales largo tiempo levantados. Puede igualmente reducir el estrés a la par que aumentar la resiliencia. Incluso puede diluir la alienación y reestablecer insospechadas conexiones perdidas. No sé si atribuirlo al exotismo de su timbre -como me pasa con el yangqin o con el erhu- o a sus resonancias cóncavas, el hecho es que durante algunos pasajes de First Try mis oídos han intuido tímidamente ese potencial entre sedante, catártico y rehabilitador.

Con poco más de veinte minutos, decía de FT que podía lucir desarraigado o descontextualizado. Una posible explicación es que Palacios haya intentado interpretar música tankdrum desde su experiencia vital, que según entiendo ha sido moldeada en los suburbios del mundo occidental -como las de todos nosotros, sus paisanos. Otra es que esa intención haya sido subconsciente. Y una tercera, que sea producto del azar. Por angas o por mangas, la tankdrum de ------ tiende a ser abstracta. O tal vez así me lo parezca, dada la tradición polifónica que nos ha formado desde hace siglos en este lado del globo. De cualquier forma, es un primer paso interesante/aleccionador/válido para comenzar a familiarizarse -me incluyo- con ese tañir tan ajeno a quienes vivimos en Occidente.

Si hasta ahora no te parece que exista motivo para hablar de “reciclaje zen”, quizá sí suceda que los siguientes renglones sumen para conquistar esa cota. El cerebro es el mismo; la faceta, ligeramente distinta.

Porque ocurre que lo más reciente de La Agonía De Desear Existir se subleva contra el propio pasado, tratando de desmarcarse de aquello que en Blind Them With Kindness preponderase. It’s Not Like It Was Before retrata la metamorfosis a medio andar. Quedan todavía, ciertamente, muchas muestras de ese ¿avant pop? mitad electroacústico mitad digital que ganaba las riberas del non-sense desde un bricolage abierto y multiforme. Partes como la cuarta, la novena, la sexta o la séptima se acomodan aún bajo esos parámetros.

Salvo la décima (que es casi vaporwave) y la octava, el resto de partes en que se desmiembra It’s Not... evidencia no obstante un muy voluntario ladeo hacia Oriente. Para que te des una idea, mientras las partes quinta y tercera bullen de segmentos alusivos al país del Sol Naciente, la primera guiña al Asia Menor merced a codas inflexivas de ascendencia vagamente sufí -como si asistiésemos a una majali para neófitos.

No cabe hablar de mayores complejidades estructurales, ausentes también en el episodio anterior. It’s Not Like It Was Before es más una exploración, no genial pero sí iluminada (y un poco diletante, todo hay que decirlo), de las posibilidades audioexpresivas que promete el abanico de herramientas analógicas y digitales con que cuenta el no-músico de hoy. Números sencillos, ordenados, pulcros... Ni siquiera en sus momentos más idos, LADDE llega a conectar con Dionisos -si acaso tal vez en la octava parte, donde Palacios tenta acrisolar ambas tradiciones.

Como mencionara a inicios de este 2021, en el principio de los tiempos Entes Anómicos fue fanzine a la par que sello de discos y cassettes. Luego de algunos años, la publicación bajó la persiana, y su (ir)responsable se concentró en la edición y distribución de material sonoro que le alcanzaban desde todas las esquinas de este minúsculo punto pálido en el Universo. Tocado por la lectura de un fanzine de otras latitudes que le llegó en intercambio, el buen Carlos cayó presa de la nostalgia hace una buena cantidad de semanas. Ello le movió a retomar la travesía de Entes Anómicos ‘Zine, cuyo número 16 apareció a fines de mayo último.

No dispongo de la colección completa del fanzine. Es más, apenas cuento con uno (el 6, jo), que fuese el que me llevó a contactar a Carlos, a conocerle en persona y a difundir su transversal apuesta/propuesta. Con satisfacción, compruebo que se ha dado la chamba de crear un repositorio para la colección íntegra y para otros proyectos impresos de su veinteañera plataforma (repositorio bastante desordenado, eso sí). Veo, asimismo, que el número 16 del ‘zine mantiene el espíritu DIY, amateur, combativo y jubiloso que le destacase antaño.

Biografías mil -no sólo de grupos, sino también de santuarios como el Hensley-, una entrevista a Eduardo Acosta -ex Anfo, banda que siempre he considerado malísima- a propósito de su nueva vida como Muertehëad (realizada por Juan Pablo Villanueva, el man de Fukuyama), y reseñas a manos llenas; es lo que encontrarás en esta decimosexta entrega, acompañada de un sampler de la escudería con 32 combos, para descarga gratuita desde su cuenta BandCamp. Entes Anómicos ‘Zine está de vuelta como si no hubiera soplado 25 velitas.

Hákim de Merv