(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de marzo del 2015.)
Hace mucho tiempo, disponer
con virtuosismo tropecientas notas por segundo en una composición que se
elongase más de cinco minutos, era motivo de escarnio público. Entonces habían
quedado atrás los días de gloria del prog rock, se había producido el
cataclismo punk y vivíamos los años del after punk, de la new wave, del power
pop. Para un melómano omnívoro, de ningún modo se justifica esta condena
generalizada, pero se entiende: el punk había recuperado para la música pop
sencillez y concisión, y los 80s eran la década del “No-Pasado”. Esta incisiva
malquerencia no tardaría gran cosa en desaparecer: ya en 1984, This Mortal Coil
comenzaría a escarbar en ese filón del pasado no para calcarlo, sino para
alimentar una estética más depurada. Aunque bien es verdad que “progre”
seguiría siendo sinónimo de “pretenciosidad” hasta fines de los 90s en todos
lados (¿alguien se acordará todavía de los excelentes Avispón Verde?).
Hace más o menos tres años, tuve oportunidad de escuchar nuevas bandas locales que no reivindicaban frontalmente el rock progresivo, pero que sí se hacían eco de su legado. No digo nada nuevo si afirmo que el cadáver del prog ha ido a fertilizar otros géneros pop más o menos afines a su patrón genético -en especial el stoner rock. Aquella vez, la banda que se quedó rondando en mi cabeza largo rato fue Cholo Visceral. Pese a que el grupo se declara abiertamente progresivo, su debut epónimo (2013) es más un crisol que un manual de estilo: progre, sí, pero también jazzero, psicodélico a la antigua, space en clave de Hawkwind, y stoner (más Samsara Blues Experiment que Queens Of The Stone Age). Como corresponde a esta clase de experiencias, eran cinco temas que marcan un promedio de 7 minutos -salvo el cierre, “Luzbel: El Pasaje Infernal”, que rebasaba la decena.
Cholo Visceral, pues, tiene pinta de todo menos de progre
de viejo cuño. Por momentos, su música remite a épocas anteriores a la
civilización humana -eras geológicas de titánicos cambios convulsos, cuando el
estruendo y el fragor eran norma día y noche. No pocos ratos, el sonido ágil y
potente de CV, poblado de enérgicas atmósferas; distorsiona la realidad hasta
convertirnos en privilegiados testigos en trance de la Edda Mayor, del
desgarramiento del Cielo y la aparición de los Olímpicos, de la batalla final
entre los Valar y Morgoth... Muchas de estas impresiones, soy consciente de
ello, suelen ser asociadas al rock progresivo. Sólo que aquí, éste no lleva la
batuta.
Cholo Visceral son
Arturo Quispe (guitarra), Joao Orosco (batería), Max Vega (saxo soprano),
Kevin Lara (guitarra) y Manuel Villavicencio (bajo). Participaron además en
el disco Nagel Diaz (efectos de sonido) y Armando Córdova (violín). Se han
presentado sin descanso por años, así que oportunidades para verlos en vivo no
precisamente escasean. A parar la oreja.
Hákim de Merv
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